Paq Quotes

Caminabas y veías un cadáver negro. Eso significaba que se había quemado un viejo. Cuando veías de lejos algo pequeño y rosado, entonces es que había sido un bebe. Rosaditos, los pequeños yacían encima de las brasas apagadas.

Me he saltado la época de la infancia, ha desaparecido de mi vida. Soy un hombre sin infancia. En vez de infancia tengo la guerra.

Eso decíamos mi hermana y yo, y un día nuestro hermanito preguntó: -Y yo, ¿dónde estaba? -Tú aún no estabas... Y se ponía a llorar porque él no estaba cuando vivía papá...

Ya no conseguía entender por qué habían matado a mi madre, ella no hacía nada malo. Solo bordaba...

El comandante mantuvo una larga conversación con cada uno de nosotros, nos explicó que sacar una buena nota en aritmética era más importante que todas nuestras medallas. Que ahora nuestra misión militar era sacar buenas notas. Nosotros queríamos disparar, pero ellos nos convencían de que había que estudiar.

Mi familia siempre se queja de que no soy cariñosa. Pero ¿cómo es posible ser cariñosa si de pequeña no tuviste madre?

Mi hermano se comió una esquina de la estufa. Iba mordiendo poco a poco, cuando nos dimos cuenta, ya había un pequeño hoyo.

Ojalá papá me viera, se sentirá tan feliz..." Hoy pienso: "eran unos tiempos terribles, pero qué gente tan maravillosa había".

Iré a suplicar a los alemanes que no quemen nuestra aldea. Que hay niños". Fue, y a él también lo quemaron.

Me acuerdo de algo que decía mi abuelo: "Y esos, los inocentes, ¿por qué mueren? Si no son capaces de decir nada." El abuelo era hombre de libros, leía todas las noches.

Los alemanes recorrían las casas... Arrestaron a rodos los ancianos que tenían hijos en la guerrilla... les cortaron las cabezas en el centro de la aldea... Nos ordenaron: "Mirad"... En una casa no encontraron a nadie y ahorcaron al gato. Colgaba de la cuerda como un niño...

Los médicos alemanes creían que la sangre de los niños menores de cinco años hacía que los heridos se recuperaran mejor. Creían que poseía propiedades rejuvenecedoras. Lo supe más tarde..., Claro, mucho más tarde...

Vi como enganchaban a personas a los carros como si fueran caballos. Llevaban una estrella amarilla en la espalda. Los arreaban a latigazos. Los alemanes organizaban alegres paseos con esos carros.

Vi como arrancaban a los niños de los brazos de sus madres. Y los lanzaban al fuego. A un pozo.. A mi madre y a mi nunca nos tocó...

De mi mamá solo me queda el recuerdo de lo mucho que temía perderla

-Que bien- pensamos después - qué suerte que los gatos sean tan flaquitos, así no tendremos que comérnoslos." No había nada que comer

-Le partieron el cráneo, los sesos salieron disparados, yo los recogí con las manos... Eran muy, muy blancos.

Comíamos... agua... Llegaba la hora de comer y mamá ponía encima de la mesa una cazuela llena de agua hervida. Nos llenábamos los platos. Por la noche. La cena. Otra cazuela de agua hervida aparecía encima de la mesa. Agua transparente, en invierno no había nada con que adornarla. Ni siquiera hierba.

En nuestra aldea, Starie Golovchitsi, en el distrito Petrkovski, una vez acabada la guerra siguieron enterrando a niños durante más de dos años.

Nuestro hermanito todavía era un niño de pecho... hervíamos un huevo y le dábamos de beber esa agua une vez de leche. Así ya no lloraba, y ya no se moria.

- Pero no puede ser ... ¿Que harás ahora? -Le pregunte a mi padre cuando volvió del trabajo. -Daré clase a niños-Contestó él. Me quedé muy desconcentrado... Yo creía que el único trabajo que existía era la guerra...

Allí donde antes había estado nuestra casa, el abuelo recogió los huesos en una cesta. Ni siquiera consiguió llenar la cesta...

Como una noche un tren alemán descarriló y ardió. A la mañana siguiente los alemanes pusieron sobre los raíles a todos los trabajadores del ferrocarril, luego hicieron pasar una locomotora por encima de sus cuerpos...

Pasados muchos años me enteré de que a mi madre le habían arrancado los ojos, le habían arrancado el pelo, le habían cortado los pechos. Soltaron los perros pastores para que cogieran a la pequeña Galia, que se había ocultado detrás de los abetos y no respondía; los perros la trajeron a pedazos. Mi madre todavía estaba viva, lo comprendía todo... Lo presenció todo.

Quemaron nuestra aldea. Las bombas destruyeron el cementerio. Fuimos corriendo: los muertos estaban fuera de las tumbas..., como si los hubiesen vuelto a matar... Vimos a nuestro abuelo, había muerto hacía poco. Hubo que volver a enterrarlos...

En Slutsk, en el jardín municipal, ahorcaron a dos familias enteras de partisanos. Había fuertes heladas; los ahorcados se congelaron de tal manera que, cuando el viento movía los cuerpos, tintineaban. Tintineaban igual que los árboles congelados en el bosque... Ese tintineo...

Buscábamos el papelito, ese que hablaba de papá. Pensábamos: "En el papelito no dice que papá ha muerto, dice que ha desaparecido". Así que rompiéramos el papelito y papá aparecería otra vez.

No recuerdo nada de lo que paso después: ¿quién y como nos salvó del campo de concentración alemán? Allí a los niños les extraían la sangre para los soldados alemanes heridos. Los niños se morían.