Ocho Quotes

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- ¿Contando el mes de pausa cuando terminó el verano?- pregunto. -Pretendamos que eso no pasó. -Entonces ocho meses. -Ocho meses- murmura, asintiendo con la cabeza- He tenido una relación más duradera contigo que con mi psicólogo. -Qué romántico eres siempre. Me dejas completamente desarmada.
Joana Marcús (La última nota (Canciones para ella, #1))
Estamos hechos para amar. Maldigo a nuestro diseñador, pero así es.
Alberto Villarreal (Ocho lugares que me recuerdan a ti)
No somos conscientes de lo delicada que es nuestra salud mental y seguimos riéndonos de los demás, criticando sus personalidades o sus características físicas, sin saber de qué forma eso los golpeará, sin tomar en cuenta lo que puede pasar por la cabeza de esas personas. Tenemos que aprender a sacar todas las palabras de amor que tengamos, debemos saber cómo manejar lo negativo para no afectar a otros.
Alberto Villarreal (Ocho lugares que me recuerdan a ti)
- Te quiero... y te querré por siempre. - Hasta que la última estrella estalle. Ella siguió mirando las estrellas con ojos soñadores, podía verla flotar en el espacio con los brazos abiertos, dando vueltas lentamente. Yo vigilaba las estrellas, tratando de asegurarme que ninguna de ellas se apagara.
Alberto Villarreal (Ocho lugares que me recuerdan a ti)
Cuando el dolor se comparte, se hace menos
Alberto Villarreal (Ocho lugares que me recuerdan a ti)
Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos paladar abajo hasta apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta. Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, cuando estaba derecha, con su metro cuarenta y ocho de estatura, sobre un pie enfundado en un calcetín. Era Lola cuando llevaba puestos los pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos fue siempre Lolita. ¿Tuvo Lolita una precursora? Naturalmente que sí. En realidad, Lolita no hubiera podido existir para mí si un verano no hubiese amado a otra niña iniciática. En un principado junto al mar. ¿Cuándo? Aquel verano faltaban para que naciera Lolita casi tantos como los que yo tenía entonces. Pueden contar en que la prosa de los asesinos sea siempre elegante, vaya que lo sé. Señoras y señores del jurado, la prueba número uno es lo que los serafines, los mal informados e ingenuos ángeles de majestuosas alas, envidiaron. Contemplen esta maraña de espinas.
Vladimir Nabokov
Nos miramos a los ojos, pero no al mismo tiempo, porque, como niños, tenemos miedo.
Alberto Villarreal (Ocho lugares que me recuerdan a ti)
Diez negritos se fueron a cenar; uno se asfixió y quedaron nueve. Nueve negritos estuvieron despiertos hasta muy tarde; uno se quedó dormido y entonces quedaron ocho. Ocho negritos viajaron por Devon; uno dijo que se quedaría allí y quedaron siete. Siete negritos cortaron leña; uno se cortó en dos y quedaron seis. Seis negritos jugaron con una colmena; una abeja picó a uno de ellos y quedaron cinco. Cinco negritos estudiaron Derecho; uno se hizo magistrado y quedaron cuatro. Cuatro negritos fueron al mar; un arenque rojo se tragó a uno y quedaron tres. Tres negritos pasearon por el zoo; un gran oso atacó a uno y quedaron dos. Dos negritos se sentaron al sol; uno de ellos se tostó y sólo quedó uno. Un negrito quedó sólo; se ahorcó y no quedó… ¡ninguno!
Agatha Christie (And Then There Were None)
He decidido que la paciencia es para los lentos, los aburridos, los que no sueñan.
Alberto Villarreal (Ocho lugares que me recuerdan a ti)
Pero dos personas que se aman no pueden estar separadas durante mucho tiempo; siempre terminan buscándose, consciente o inconscientemente. No importa la distancia que exista entre ambos
Alberto Villarreal (Ocho lugares que me recuerdan a ti)
Hoy brindo por mis otros yo, por los que son felices y los que no.
Alberto Villarreal (Ocho lugares que me recuerdan a ti)
Soy de la idea de que todos los libros cuentan una historia digna de ser leída
Alberto Villarreal (Ocho lugares que me recuerdan a ti)
Hay que ser medio tonto para caer en las redes del amor. No, medio tonto no: tonto completo
Alberto Villarreal (Ocho lugares que me recuerdan a ti)
Siempre me ha parecido que el amor es una pendejada, porque nos hace hacer pendejadas, claro
Alberto Villarreal (Ocho lugares que me recuerdan a ti)
Ella es una de mis estrellas y de las estrellas no se puede escapar.
Alberto Villarreal (Ocho lugares que me recuerdan a ti)
Empecé a escribir cuando tenia ocho años,entonces no sabia que me había encadenado de por vida a un noble pero implacable amo... Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da a uno un látigo. Y el látigo es únicamente para autoflagelarse”.
Truman Capote (Music for Chameleons)
Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita.
Vladimir Nabokov (Lolita)
Es sabido que las respuestas a todos los problemas sentimentales de la vida se encuentran escondidas en las películas, sobre todo en las de amor
Alberto Villarreal (Ocho lugares que me recuerdan a ti)
Hay siete mil millones de personas vivas, y alrededor de noventa y ocho mil millones muertas.
John Green (Bajo la misma estrella)
Porque la clave del amor, como me dijo alguna vez mi analista, está en reconocer los defectos del otro y preguntarse sinceramente si uno puede tolerarlos sin estar todo el tiempo protestando, y ser feliz a pesar de ellos.
Gabriel Rolón (Historias de diván: Ocho relatos de vida)
Hoy quemé tu carta. La única carta que me escribiste. Y yo te he estado escribiendo, sin que tú lo sepas, día a día. A veces con amor, a veces con desolación, otras con rencor. Tu carta la conozco de memoria: catorce líneas, ochenta y ocho palabras, diecinueve comas, once puntos seguidos, diecisiete acentos ortográficos y ni una sola verdad.
José Emilio Pacheco (El principio del placer)
Hermano chico no solo tiene los ojos azulísimos, sino que encuentra que son los más bellos de este mundo. Eso lo hace pensar que tiene muy altas posibilidades de ser secuestrado. De los ocho a los diez años, es casi lo único que piensa. Será secuestrado porque baila bien y tiene los ojos azules.
Camila Gutiérrez
La única diferencia actual entre liberales y conservadores, es que los liberales van a misa de cinco y los conservadores van a misa de ocho.
Coronel Aureliano Buendía
¿Sabías que dos personas que se encuentran por lo menos tres veces en menos de veinticuatro horas tienen un noventa y ocho por ciento más de probabilidades de volver a encontrarse?
Jennifer E. Smith (The Statistical Probability of Love at First Sight)
A los ocho años se había enamorado de Ichimei con la intensidad de los amores de la infancia y de Nathaniel con el amor sereno de la vejez.
Isabel Allende (The Japanese Lover)
Pero, ¡ay!, a pesar de todos sus argumentos, Ana se dio cuenta de que para los sentimientos arraigados ocho años eran poco más que nada.
Jane Austen (Persuasión)
Encuentra a la persona con la que estas dispuesto a pasar toda la vida y, entonces, enamórate de ella. Porque el amor no te llega, lo buscas. El amor no nace espontáneamente con un flechazo de Cupido, sino que se construye a base de esfuerzo.
Alberto Villarreal (Ocho lugares que me recuerdan a ti)
—Y hay más. Tan pronto no van a cortar tu planta de naranja-lima. Cuando la corten estarás lejos y no sentirás nada. Sollozando me abracé a sus rodillas. —Ya no me interesa, papá. No me interesa… Y mirando su rostro, que también se encontraba lleno de lágrimas, murmuré como un muerto: —Ya la cortaron, papá, hace más de una semana que cortaron mi planta de naranja-lima. Los años pasaron, mi querido Manuel Valadares. Hoy tengo cuarenta y ocho años y, a veces, en mi nostalgia, siento la impresión de que continúo siendo una criatura. Que en cualquier momento vas a aparecer trayéndome fotos de artistas de cine o más bolitas. Tú fuiste quien me enseñó la ternura de la vida, mi Portuga querido. Hoy soy yo el que tiene que distribuir las bolitas y las figuritas, porque la vida sin ternura no vale gran cosa. A veces soy feliz en mi ternura, a veces me engaño, lo que es más común. En aquel tiempo… En el tiempo de nuestro tiempo no sabía que muchos años antes un Príncipe Idiota, arrodillado frente a un altar, preguntaba a los iconos, con los ojos llenos de lágrimas: “¿POR QUÉ LES CUENTAN LAS COSAS A LAS CRIATURITAS?” Y la verdad es, mi querido Portuga, que a mí me contaron las cosas demasiado pronto. ¡Adiós!
José Mauro de Vasconcelos (Mi planta de naranja-lima)
No puedo soportar más en silencio. Debo hablar con usted por cualquier medio a mi alcance. Me desgarra usted el alma. Estoy entre la agonía y la esperanza. No me diga que es demasiado tarde, que tan preciosos sentimientos han desaparecido para siempre. Me ofrezco a usted nuevamente con un corazón que es aún más suyo que cuando casi lo destrozó hace ocho años y medio. No se atreva a decir que el hombre olvida más prontamente que la mujer, que su amor muere antes. No he amado a nadie más que a usted. Puedo haber sido injusto, débil y rencoroso, pero jamás inconsciente. Sólo por usted he venido a Bath; sólo por usted pienso y proyecto. ¿No se ha dado cuenta? ¿No ha interpretado mis deseos? No hubiera esperado estos diez días de haber podido leer sus sentimientos como debe usted haber leído los míos. Apenas puedo escribir. A cada instante escucho algo que me domina. Baja usted la voz, pero puedo percibir los tonos de esa voz cuando se pierde entre otras. ¡Buenísima, excelente criatura! No nos hace usted en verdad justicia. Crea que también hay verdadero afecto y constancia entre los hombres. Crea usted que estas dos cosas tienen todo el fervor de F. W.
Jane Austen (Persuasion)
A veces el tiempo y la memoria cambian un poco las cosas
Gabriel Rolón (Historias de diván: Ocho relatos de vida)
Mirá, a veces es interesante ver cómo uno repara afuera, en otros, lo que no puede reparar adentro.
Gabriel Rolón (Historias de diván: Ocho relatos de vida)
¿Tú que dices, Leo? ¿Puedo hacer que Bernhard se vuelva un misterio excitante? ¿Es posible hacer que ocho años de vida familiar se conviertan en un misterio excitante?
Daniel Glattauer (Gut gegen Nordwind (Gut gegen Nordwind, #1))
A quien me hace daño, le pago con la misma moneda. Soy el ocho de espadas, soy la avispa que pica, soy la serpiente oscura, soy el animal invulnerable que atraviesa el fuego y no se quema.
Elena Ferrante (The Days of Abandonment)
Hace poco, en EL PAÍS leí la historia de un matrimonio que desde hace años están abriendo su casa a inmigrantes sin papeles. Están metiendo en el templo que es el hogar a gente que no conocen de nada, y su hijo está allí, está disfrutando, viviendo con intensidad ese ejemplo. Para mí son héroes. No hace falta subir al Everest ocho veces en biquini, me parece mucho más alucinante aguantar la incomodidad de tener desconocidos en tu casa. http://elpais.com/elpais/2013/08/02/e...
Jesús Carrasco
Doctor Mahfouz was always yammering on about how everyone had humanity in them. From Mahlia’s experience, the doctor was sliding high, but now, as she looked at this sergeant named Ocho, she wondered if there was some bit of softness in this hard scarred boy that she might be able to work.
Paolo Bacigalupi (The Drowned Cities (Ship Breaker, #2))
¿Sabe, Daniel? A veces pienso que Darwin se equivocó y que en realidad el hombre desciende del cerdo, porque en ocho de cada diez homínidos hay un chorizo esperando a ser descubierto —argumentaba
Carlos Ruiz Zafón
A las treinta y ocho horas sin comer ni dormir, tratando de darle agua de beber a un chico adolescente que se estaba muriendo en sus brazos, algo se le reventó a Victor en el pecho. «Se me rompió el corazón», musitó. En ese momento entendió el significado profundo de esa frase, creyó escuchar un sonido de cristal quebrado y sintió que la esencia de su ser se derramaba e iba quedando vacío, sin memoria del pasado, sin consciencia del presente, sin esperanza para el futuro.
Isabel Allende (Largo pétalo de mar)
—¿”Rubí”? —repetí yo. —Sí —dijo mamá—. Cada uno de los doce viajeros del tiempo está relacionado con una piedra preciosa. Y tú eres rubí. —¿De dónde has sacado eso? —«Ópalo y Ámbar forman el primer par, Ágata canta en si, del loba el avatar, dueto —¡Solutio!— con Aguamarina. Siguen poderosas la Esmeralda y la Citrina, los gemelos Cornalina en Escorpión, y Jade, el número ocho, digestión. En mi mayor: negra Turmalina, Zafiro en fa se ilumina. Y casi al mismo tiempo el Diamante, once y siete, del León rampante. ¡Projectio llega! Fluye el tiempo, y Rubí constituye el final y el comienzo». —Mamá me miró con una sonrisa más bien triste—. Aún me lo sé de memoria. Por alguna razón, durante su recitado, se me había puesto la carne de gallina. Sus palabras no me habían parecido tanto una poesía como un conjuro, algo que las brujas malvadas murmuraban en las películas mientras dan vueltas con una cuchara a una olla llena de vapores verdosos. —¿Qué se supone que significa?
Kerstin Gier (Ruby Red (Precious Stone Trilogy, #1))
Lejos, en la llanura, en la noche sin orilla, podían ver como en un reflejo de su propio fuego en un lago oscuro el fuego de los vaqueros a unos ocho kilómetros. Por la noche llovió y la lluvia silbó en el fuego y los caballos se acercaron desde la oscuridad con sus ojos rojos parpadeando inquietos y por la mañana hacía frío y todo era gris y el sol tardó mucho en salir.
Cormac McCarthy (All the Pretty Horses (The Border Trilogy, #1))
La muerte es incomprensible, injusta, y el dolor que ocasiona a los que sufren la pérdida de un ser querido es, siempre, tan grande y tan profundo que la propia vida parece haberse ido con la persona muerta.
Gabriel Rolón (Historias de diván: Ocho relatos de vida)
La soledad es un estado de ánimo, pero puede convertirse en un vicio. Le confieso que, a lo largo de mis treinta y ocho años, las pocas veces que me he quedado sin soledad, la he hechado de menos. Le advierto, sin embargo, que no es ése el caso actual. Esta vez la soledad me pesa como suele pesarle el vicio al adicto.
Mario Benedetti
Si le quieres enseñar algo a un perro, lo primero que tienes que hacer es saber más que el perro.
Roberto Gómez Bolaños (El Diario del Chavo del Ocho)
Los psicólogos también son humanos y todos tenemos una historia, ¿no?
Gabriel Rolón (Historias de diván: Ocho relatos de vida)
A mi papá solo lo tuve cinco años de mi vida, Rolón. Sin embargo, es lo más importante que he tenido jamás.
Gabriel Rolón (Historias de diván: Ocho relatos de vida)
No soy una pieza de carne. No esperes estos labios para estar a tu entera disposición. Ni siquiera por ocho mil dólares.
Anne Eliot
Sacólos el huésped, y, dándoselos a leer, vio hasta obra de ocho pliegos escritos de mano, y al principio tenían un título grande que decía: Novela del curioso impertinente.
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote)
En este endemoniado mundo, no creo que nadie pueda estar seguro de nada al cien por cien, pero quería subir la probabilidad hasta el noventa y ocho.
Stephen King (11/22/63)
«¿Es dura la maternidad?», me preguntaron hoy. Depende de tus expectativas: si pretendes que a los tres meses tu hijo duerma ocho horas de corrido, que se quede jugando solo en un corralito, que la lactancia fluya mágicamente, que se duerma en los brazos de cualquiera, que no tenga reflujo ni cólicos y que no llore mucho, entonces, sí, la maternidad es durísima.
Ana Acosta Rodriguez (La metamorfosis de una madre: Criar en una sociedad patriarcal y adultocéntrica (Spanish Edition))
Hoy día, para abrir una empresa en Irlanda hacen falta sólo tres procedimientos legales que se realizan en un promedio de doce días, según las tablas del Banco Mundial.4 Comparada con México, donde se requieren siete trámites legales y cincuenta y un días, o la Argentina, donde hacen falta quince trámites burocráticos y sesenta y ocho días, Irlanda es un paraíso para las inversiones extranjeras.
Andrés Oppenheimer (Cuentos chinos: El engaño de Washington, la mentira populista y la esperanza de América Latina)
Un cuarto propio también son los privilegios que ayudan a que una mujer escriba. Una jornada laboral de menos de ocho horas es un cuarto propio. Dinero y tiempo para ir a un café a escribir es un cuarto propio. Silencio en casa es un cuarto propio. Una mesa y una computadora es un cuarto propio. No compartir vivienda con diez personas es un cuarto propio. Tener quien te cuide a las crías para arrastrar la pluma es un cuarto propio.
Dahlia de la Cerda (Desde los zulos)
Coge un concentrado con un noventa y ocho por ciento de ácido nítrico gaseoso y añádele el triple de ácido sulfúrico. Prepáralo en una bañera con agua helada. Luego, échale glicerina con un cuentagotas. Ya tienes nitroglicerina.
Anonymous
No puedo más, de veras. Estoy entumecido y cansado. Hoy han ocurrido demasiadas cosas. Me siento como si hubiera pasado cuarenta y ocho horas bajo una lluvia torrencial, sin paraguas ni impermeable. Estoy empapado hasta los huesos de emoción.
Ray Bradbury (Crónicas marcianas)
Y además, ¿quién podía decir que quien no era normal era él?, ¿eh? ¿Era normal hacer un agujero en una mochila y mandar por los aires a un niño de ocho años sin saber dónde acabaría? Y ya puestos, ¿era normal querer ser… bueno, tan «normal» en todo momento?
John Boyne (The Terrible Thing That Happened to Barnaby Brocket)
Esta vez Blake fue incapaz de contenerse y en sus labios asomó una sonrisa que rápidamente pasó también a sus hermosos ojos grises. —¿Me quieres? —le susurró. —Por eso tenemos que poner fin a esto cuanto antes —respondió ella. Blake cerró los ojos y, sin dejar de negar con la cabeza, dejó escapar una exclamación de sorpresa. —¿Qué? —Ya es suficientemente duro estar embarazada. Este dolor en el pecho, esta sensación de no saber si vas a dar por buena la fecha de finalización de nuestro contrato de matrimonio, es algo con lo que no puedo vivir. —Mirarle, incluso en aquellos momentos tan duros, era suficiente para que se le partiera el corazón. ¿Cómo podía pasar los ocho meses siguientes pensando que en cualquier momento podía pedirle que se marchara? —¿Me has oído cuando te he dicho que te quiero? —Sí,pero... Blake le cubrió los labios con un dedo para hacerla callar. —Te quiero, Samantha Harrison, y si estás esperando a que te pida que salgas de mi vida, será mejor que te pongas cómoda porque vas a esperar mucho tiempo.
Catherine Bybee (Wife by Wednesday (The Weekday Brides, #1))
Imagínate: un piano. Las teclas empiezan. Las teclas acaban. Tú sabes que hay ochenta y ocho, sobre eso nadie puede engañarte. No son infinitas. Tú eres infinito, y con esas teclas es infinita la música que puedes crear. Ellas son ochenta y ocho. Tú eres infinito.
Anonymous
Desde pequeños nos enseñan a ser esclavos y no nos permiten conocer la libertad. Aunque tú proclames ser libre, en realidad eres esclavo del sistema. Trabajas todo el día para cumplir con tus necesidades básicas y nunca alcanza para más. Entre más ganas más gastas. Ahora trabajas doce horas en vez de ocho, para cumplir con las deudas de la casa y el carro. Y no tienes tiempo para tu esposa y tus hijos, y ni qué decir de tus padres y abuelos. Y el poco tiempo que compartes con ellos, estás ausente; tu cuerpo está ahí, pero tu mente no.
Jorge Sánchez (Un viaje con proposito y sin equipaje: Una historia mágica que te ayudará a encontrar el camino hacia la felicidad y a descubrir tu plan de vida.)
En las dos últimas horas de su vida no logró entender por qué había desaparecido el miedo que lo atormentó desde la infancia. Impasible, sin preocuparse siquiera por demostrar su reciente valor, escuchó los interminables cargos de la acusación. Pensaba en Úrsula, que a esa hora debía estar bajo el castaño tomando el café con José Arcadio Buendía. Pensaba en su hija de ocho meses, que aún no tenía nombre, y en el que iba a nacer en agosto, Pensaba en Santa Sofía de la Piedad, a quien la noche anterior dejó salando un venado para el almuerzo del sábado, y añoró su cabello chorreado sobre los hombros y sus pestañas que parecían artificiales. Pensaba en su gente sin sentimentalismos, en un severo ajuste de cuentas con la vida, empezando a comprender cuánto quería en realidad a las personas que más había odiado.
Gabriel García Márquez (One Hundred Years of Solitude)
Viéndose forzado a pasar ocho días en Estrasburgo, Julián trataba de distraerse con ideas de gloria militar y de entrega a la patria. ¿Estaba enamorado? No lo sabía. Sólo sentía que su alma se atormentaba por Matilde y que ésta era dueña absoluta de su felicidad y de su imaginación.
Stendhal (The Red and the Black)
La alegría de poder subsistir de la actividad que nos apasiona y no estar sentados ocho horas en una oficina, llegar a casa, cenar, hablar cinco minutos con la pareja, ver televisión, dormir y despertar al día siguiente a las siete para volver a lo mismo. Con o sin éxito, crear se convierte en una adicción.
Guillermo Arriaga (Salvar el fuego)
Se estuvieron mirando de ventana a ventana, de cuarto a segundo, durante tres minutos. Prueba ahora a contar hasta ciento ochenta. Uno dos tres cuatro cinco seis siete ocho nueve diez once doce trece catorce quince dieciséis diecisiete dieciocho diecinueve veinte... En tres minutos sobra tiempo para enamorarse.
Begoña Oro (Pomelo y limón)
Cuando alguien arma un proyecto, ¿qué hace? Simple... Pone algo entre la muerte y él: "Hoy voy a hacer tal cosa, mañana voy a hacer tal otra". Y esto es algo fundamental. Porque si no hiciera nada tendría que pensar todo el tiempo en que se va a morir. Por eso en las personas que se quedan sin proyectos aparece la depresión.
Gabriel Rolón (Historias de diván: Ocho relatos de vida)
No cejé. Lo último que se le puede pedir a un creador es que se rinda. Quienes no se dedican al arte, contadores o empresarios, creen que puede medirse en términos de éxitos o fracasos. Ignoran por completo la razón de ser del arte. El arte es en sí mismo y un gozo hacerlo. Los logros, los aplausos ayudan. Son la cereza en el pastel, no el pastel. El pastel es el trabajo diario. La alegría de poder subsistir de la actividad que nos apasiona y no estar sentados ocho horas en una oficina, llegar a casa, cenar, hablar cinco minutos con la pareja, ver televisión, dormir y despertar al día siguiente a las siete para volver a lo mismo. Con o sin éxito, crear se convierte en una adicción.
Guillermo Arriaga (Salvar el fuego)
—Prométeme que, aunque me case con un Ocho miserable en un callejón perdido, estarás ahí. —Ella me miró con incredulidad, como si estuviera segura de que eso no pasaría nunca. —Aunque sea así. Lo prometo.— No me pidió que le hiciera una promesa del mismo estilo, por lo que, una vez más, me pregunté si no habría otro Cuatro esperándola en su casa.
Kiera Cass (The Elite (The Selection, #2))
Aquella sociedad potosina, enferma de ostentación y despilfarro, sólo dejó a Bolivia la vaga memoria de sus esplendores, las ruinas de sus iglesias y palacios, y ocho millones de cadáveres de indios. Cualquiera de los diamantes incrustados en el escudo de un caballero rico valía más, al fin y al cabo, que lo que un indio podía ganar en toda su vida de mitayo, pero el caballero se fugó con los diamantes. Bolivia, hoy uno de los países más pobres del mundo, podría jactarse -si ello no resultara patéticamente inútil- de haber nutrido la riqueza de los países más ricos. En nuestros días, Potosí es una pobre ciudad de la pobre Bolivia: "La ciudad que más ha dado al mundo y la que menos tiene", como me dijo una vieja señora potosina, evuelta en un kilométrico chal de lana de alpaca, cuando conversamos ante al patio andaluz de su casa de dos siglos. Esta ciudad condenada a la nostalgia, atormentada por la miseria y el frío, es todavía una herida abierta del sistema colonial en América: una acusación. El mundo tendría que empezar por pedirle disculpas.
Eduardo Galeano
A veces no hay una segunda oportunidad, que es mejor aceptar los regalos que el mundo nos ofrece. Claro que es arriesgado, pero ¿será el riesgo mayor que un accidente del autobús que tardó cuarenta y ocho horas en traerme hasta aquí? Si tengo que ser fiel a alguien o a algo, en primer lugar tengo que ser fiel a mí misma. Si busco el amor verdadero, antes tengo que cansarme de los amores mediocres que encuentre. La poca experiencia de vida que tengo me ha enseñado que nadie es dueño de nada, todo es una ilusión, y eso incluye tanto los bienes materiales como los bienes espirituales. Aquel que ya perdió algo que daba por hecho (algo que ya me ocurrió tantas veces) al final aprende que nada le pertenece.
Paulo Coelho (Eleven Minutes)
And all I could think of is Oh Lord here it comes, another white man about to tell me about how much he enjoyed Ocho Rios, but would have enjoyed it so much more if it weren't for all the poverty. And the country is so beatiful and the people so friendly and even in all this tragedy everybody still manages a smile especially the bombor'asscloth children.
Marlon James (A Brief History of Seven Killings)
Sentirse culpable no cambia el pasado, así como preocuparse no cambia el futuro.
John Baker (Ocho decisiones sanadoras (Life's Healing Choices): Liberese de sus heridas, complejos, y habitos (Spanish Edition))
Em fa por la foscor. Abans em pensava que de la foscor en podia sortir qualsevol cosa, per això em feia por. Ara em fa por perquè sé que no hi ha res.
Hiromi Kawakami (Abandonarse a la pasión: Ocho relatos de amor y desamor)
La energía, entonces, es el primer pilar en el templo de la prosperidad, y sin ella, como equipo primordial y más esencial, no puede haber prosperidad
James Allen (Los Ocho Pilares de la Prosperidad (Biblioteca del Éxito nº 123) (Spanish Edition))
(...) pero la desdicha tambien forma parte del destino.
Osamu Dazai (Ocho escenas de Tokio)
No sentía ni entusiamo ni aversión por lo que hacía. Mi letargo era tal, que simplemente me dejaba llevar por lo que consideraban mejor para mí quienes me rodeaban.
Osamu Dazai (Ocho escenas de Tokio)
Me pregunto cuál fué el punto de inflexión. ¿Qué fue lo que me decidió a seguir viviendo, lo que me otorgó esa fuerza necesaria para hacer algo que los demás dan por hecho?
Osamu Dazai (Ocho escenas de Tokio)
Pero la vida de los seres humanos es un infierno y lo cierto es que en este mundo hay poca ducha y muchas desgracias.
Osamu Dazai (Ocho escenas de Tokio)
Se considera que cuatro abrazos al día bastarían para favorecer la salud emocional y física de una persona, pero según Andy Stalman, experto en relaciones internacionales, lo idóneo serían ocho abrazos de seis segundos al día. Al parecer, esa es la duración mínima para que la oxitocina —la hormona de la felicidad— llegue al cerebro, despertando sentimientos de afecto y confianza.
Héctor García (Ichigo-ichie: Haz de cada instante algo único (Spanish Edition))
las cuatro nobles verdades de Buda: 1) La vida es sufrimiento. 2) La causa del sufrimiento es el apego (a los objetos, a las ideas, a los individuos, a la supervivencia misma). 3) Hay un antídoto para el sufrimiento: el cese del deseo, del apego, del yo. 4) Hay un sendero específico que lleva a una existencia sin sufrimiento: el sendero de ocho estaciones hacia el esclarecimiento.
Anonymous
Un hombre que se enamora cada día más profundamente de sí mismo no escucha lo que los demás le dicen. Lo siguiente de lo que se da cuenta es que yace en un subterráneo, indigno de considerarse humano.
Osamu Dazai (Ocho escenas de Tokio)
Hemos creado el ecosistema perfecto para ganar dinero: les damos una educación mediocre donde, por ejemplo, leer les parece una condena; después les obligamos a trabajar durante ocho o diez horas en un empleo de mierda, por un sueldo de mierda y acaban tan cansados que lo único que les apetece es llegar a casa y poner la tele. Una tele que les dirá en qué gastar ese dinero que tanto les ha costado ganar.
Eloy Moreno (Tierra (Spanish Edition))
Nos veo a los ocho y a la Casa de atrás, como si fuéramos un trozo de cielo azul, rodeado de nubes de lluvia negras, muy negras. La isla redonda en la que nos encontramos aún es segura, pero las nubes se van acercando, y el anillo que nos separa del peligro inminente se cierra cada vez más. Ya estamos tan rodeados de peligros y de oscuridad, que la desesperación por buscar una escapatoria nos hace tropezar unos con otros. Miramos
Anne Frank (Diario de Anne Frank (Spanish Edition))
Nanako, la nueva recepcionista, me ha hablado de esos chicos japoneses que nunca salen de la habitación. ¿Cómo los llaman? ¿Haikumo? Los padres les dejan la comida delante de la puerta, recogen la ropa sucia, a veces vacían la cuña. Los chicos no hablan, y nunca salen de la habitación. Ni asoman la cabeza por la puerta. La mayoría de ellos viven conectados al ordenador. Allí es un gran fenómeno. Deberías estudiarlo, Jacks, es un tema ideal para ti. Toda una subcultura de chicos que mandan el mundo a la mierda, que dicen dejadme en paz, no nos interesa vuestra mierda. Y no hablamos de chicos disfuncionales de ocho años; muchos de los que optan por excluirse ya tienen veinte o más. Nanako piensa que es una reacción a la enrarecida competencia japonesa. Antes de arriesgarse a perder, se niegan a jugar. La versión intramuros de la Otra Vida, sin el billete de avión.
Lionel Shriver (So Much for That)
Pero la vida, como quedó demostrado, no era un drama. Nadie sabe con seguridad qué va a ocurrir en el segundo acto. El personaje señalado por la autodestrucción permanece a veces sobre el escenario hasta que cae el telón
Osamu Dazai (Ocho escenas de Tokio)
Pero la vida, como quedó demostrado. no era un drama. Nadie sabe con seguridad qué va a ocurrir en el segundo acto. El personaje señalado por la autodestrucción permanece a veces sobre el escenario hasta que cae el telón.
Osamu Dazai (Ocho escenas de Tokio)
Con el paso de los años, uno aprende a... ¿Qué se aprende? ¿A temer a los desconocidos, a desconfiar incluso de tus seres queridos? ¿A disimular todo lo posible? ¿A asumir que la soledad absoluta es inevitable? ¿A que lleves ocho años con tu amante y nunca se quede más de una noche y cada vez esté más distante, hasta que finalmente un día entras a la fuerza en su habitación y encuentras su cuerpo frío, gris y cubierto de vómito desmadejado en la cama?
Bethan Roberts (My Policeman)
Mirá, Aurora, estoy jodido. Y sé que vos, estés en donde estés, también estás jodida. Pero yo estoy muerto y vos en cambio estás viva. Aguanto todo, todo, todo menos una cosa: no tener tu mano. Es lo que más extraño: tu mano suave, larga, tus dedos finos y sensibles. Creo que es lo único que todavía me vincula a la vida. Si antes de irme del todo me concedieran una sola merced, pediría eso: tener tu mano durante tres, cinco, ocho minutos. Lo pasamos bien, Aurora...
Mario Benedetti (Pedro y el Capitán)
Empecé a escribir cuando tenía ocho años: de improviso, sin inspirarme en ejemplo alguno. No conocía a nadie que escribiese y a poca gente que leyese. Pero el caso era que sólo me interesaban cuatro cosas: leer libros, ir al cine, bailar claqué y hacer dibujos. Entonces, un día comencé a escribir, sin saber que me había encadenado de por vida a un noble pero implacable amo. Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo; y el látigo es únicamente para autoflagelarse.
Truman Capote (Music for Chameleons)
Es, por cierto, innegable que los que ejercen con más éxito el arte de vivir —gente muchas veces desconocida, dicho sea de paso— se ingenian de algún modo para sincronizar los sesenta o setenta tiempos distintos que laten simultáneamente en cada organismo normal, de suerte que al dar las once todos resuenan al unísono, y el presente no es una brusca interrupción ni se hunde en el pasado. De ellos es lícito decir que viven exactamente los sesenta y ocho o setenta y dos años que les adjudica su lápida.
Virginia Woolf (Orlando)
[...] Eso es muy corto, joven; yo os abono que podíais variar bastante el tono. Por ejemplo: Agresivo: «Si en mi cara tuviese tal nariz, me la amputara.» Amistoso: «¿Se baña en vuestro vaso al beber, o un embudo usáis al caso?» Descriptivo: «¿Es un cabo? ¿Una escollera? Mas ¿qué digo? ¡Si es una cordillera!» Curioso: «¿De qué os sirve ese accesorio? ¿De alacena, de caja o de escritorio?» Burlón: «¿Tanto a los pájaros amáis, que en el rostro una alcándara les dais?» Brutal: «¿Podéis fumar sin que el vecino —¡Fuego en la chimenea!— grite?» Fino: «Para colgar las capas y sombreros esa percha muy útil ha de seros.» Solícito: «Compradle una sombrilla: el sol ardiente su color mancilla.» Previsor: «Tal nariz es un exceso: buscad a la cabeza contrapeso.» Dramático: «Evitad riñas y enojos: si os llegara a sangrar, diera un Mar Rojo.» Enfático: «¡Oh nariz!… ¡Qué vendaval te podría resfriar? Sólo el mistral.» Pedantesco: «Aristófanes no cita más que a un ser sólo que con vos compita en ostentar nariz de tanto vuelo: El Hipocampelephantocamelo.» Respetuoso: «Señor, bésoos la mano: digna es vuestra nariz de un soberano.» Ingenuo: «¿De qué hazaña o qué portento en memoria, se alzó este monumento?» Lisonjero: «Nariz como la vuestra es para un perfumista linda muestra.» Lírico: «¿Es una concha? ¿Sois tritón?» Rústico: «¿Eso es nariz o es un melón?» Militar: «Si a un castillo se acomete, aprontad la nariz: ¡terrible ariete!» Práctico: «¿La ponéis en lotería? ¡El premio gordo esa nariz sería!» Y finalmente, a Píramo imitando: «¡Malhadada nariz, que, perturbando del rostro de tu dueño la armonía, te sonroja tu propia villanía!» Algo por el estilo me dijerais si más letras e ingenio vos tuvierais; mas veo que de ingenio, por la traza, tenéis el que tendrá una calabaza y ocho letras tan sólo, a lo que infiero: las que forman el nombre: Majadero. Sobre que, si a la faz de este concurso me hubieseis dirigido tal discurso e, ingenioso, estas flores dedicado, ni una tan sólo hubierais terminado, pues con más gracia yo me las repito y que otro me las diga no permito.
Edmond Rostand (Cyrano de Bergerac)
Me acerqué a pedirle al encargado que me diera la nueva llave, me arrastré hasta mi apartamento y estudié mi nueva cerradura. Grande, metálica y brillante. No tenía ni un rasguño. Incluso la llave tenía grabada una muesca extraña, que le proporcionaba un sistema a prueba de ladrones. Chúpate esa, Su Majestad. Abrí la puerta, entré y la cerré de nuevo. Me descalcé, estremeciéndome por el dolor en el estómago. Iba a tardar mucho tiempo en curarse por completo, pero al menos ya había dejado de sangrar. Me había relajado. Mañana ya me preocuparía de Hugh d'Ambray, Andrea y Roland, pero de momento me sentía muy contenta. Ah, mi casa. Mi hogar, mis esencias, mi querida alfombra bajo mis pies, mi cocina, mi Curran sentado en la silla de la cocina... ¡Espera un momento! -¡Tú! -Miré la cerradura, lo miré a él. Era demasiado bueno para la puerta a prueba de ladrones. Con mucha parsimonia, acabó de escribir algo en un trozo de papel, se levantó y se dirigió hacia mí. Mi corazón se desbocó. Unas pequeñas chispas doradas danzaban en sus ojos grises. Me tendió el trozo de papel y sonrió. -No puedo quedarme. Me quedé mirándolo como una idiota. Inhaló mi aroma, abrió la puerta y se marchó. Entonces miré el papel. Voy a estar ocupado las próximas ocho semanas, así que lo dejamos para el quince de noviembre. MENÚ Quiero un filete de cordero o de venado. Patatas asadas con mantequilla dulce. Mazorcas de maíz. Panecillos. Y una tarta de manzana, como la que preparaste la otra vez. Me gustó muchísimo. La quiero con helado. Me debes una cena desnuda, pero no soy un completo animal, por lo que puedes llevar sujetador y braguitas si lo deseas. Las azules con lazo me encantan. Curran Señor de las Bestias de Atlanta
Ilona Andrews (Magic Strikes (Kate Daniels, #3))
- (...) la verdad es que no me extraña que, de todas las cosas hermosas del mundo, eligieras un cactus. Los cactus tienen lindas flores amarillas cuando llega la primavera, te lo aseguro. Me encanta este. Es duro y áspero, pero es un poco como tú: no muy amigable por fuera, dulce por dentro.
Melisa S. Ramonda (Ocho Relatos de Fantasía)
Los intervalos entre los saltos en el tiempo varían —siempre que no sean controlados por el cronógrafo— de un portador del gen a otro. Si bien el conde de Saint Germain, en sus observaciones, llegó a la conclusión de que los portadores del gen femeninos saltan con una frecuencia y una duración significativamente inferiores a los masculinos, en la actualidad no podemos dar por válida esta afirmación. La duración de los saltos en el tiempo incontrolados varía, desde el inicio de los registros, entre ocho minutos, doce segundos (salto de iniciación de Timothy de Villiers, 5 de mayo de 1892) y dos horas y cuatro minutos (Margret Tilney, 2º salto, 22 de marzo de 1894). La ventana temporal que el cronógrafo facilita para los saltos en el tiempo es de, como mínimo, treinta minutos, y como máximo, cuatro horas. Se desconoce si en alguna ocasión se han producido saltos en el propio tiempo vital. En sus escritos, el conde de Saint Germain parte de la base de que, a causa del continuum (v. Leyes del continuum, volumen 3), esto no es posible. Los ajustes del cronógrafo hacen igualmente imposible un envió de vuelta al propio tiempo vital. De las Crónicas de los Vigilantes, Volumen 2, «Leyes generales»
Kerstin Gier (Ruby Red (Precious Stone Trilogy, #1))
—Vi a mi madre en su ataúd—dijo por fin—. Las mujeres le habían trenzado el pelo para que tuviera un aspecto decoroso, pero mi padre no lo permitió. Quería verla por última vez tal como era para él. Fue personalmente al ataúd, le deshizo las trenzas y extendió la cabellera con las manos, cubriendo la almohada. Hizo una pausa; su pulgar quedó inmóvil. —Yo estaba allí, quieto en el rincón. Cuando todos salieron para recibir al cura me acerqué sigilosamente. Era la primera vez que veía a una persona muerta.—Dejé que mis dedos se cerraran sobre su antebrazo.— Una mañana mi madre me dio un beso en la frente; luego volvió a colocarme la horquilla que se me había desprendido de mi pelo ensortijado y salió. Jamás volví a verla. La velaron con el ataúd cerrado. —¿Era…ella? —No.—Contemplaba el fuego con los ojos entornados—. No del todo. Se le parecía, pero nada más. Como si alguien la hubiera tallado en madera de abedul. Pero su pelo… eso aún tenía vida. Eso todavía era…ella. Lo oí tragar saliva y carraspear un poco. —La cabellera le cruzaba el pecho, cubriendo al niño que yacía con ella. Pensé que a él no le gustaría sofocarse de ese modo. Y retiré las guedejas rojas para dejarlo a la vista. Mi hermanito, acurrucado en sus brazos, con la cabeza en su seno, abrigado y en sombras bajo la cortina de pelo. Y enseguida pensé que no, que estaría más contento si lo dejaba así. Y volví a alisar la cabellera de mi madre para cubrirle la cabeza. Su pecho se elevó bajo mi mejilla. Deslizó lentamente las manos por mi pelo. —No tenía una sola cana, Sassenach. Ni una. Ellen Fraser había muerto de parto a los treinta y ocho años. Mi madre, a los treinta y dos. Y yo… yo tenía la riqueza de todos esos años largos que ellas habían perdido. Y más aún. —Para mí es un gozo ver cómo te tocan los años, Sassenach—susurró—, pues significa que vives.
Diana Gabaldon (The Fiery Cross (Outlander, #5))
Lleva la cabeza alta. Que no te tomen el pelo. Vota a los demócratas en todas las elecciones. Pasea en bici por el parque. Sueña con mi cuerpo inigualable y perfecto. Toma vitaminas. Bebe ocho vasos de agua al día. Apoya a los Mets. Ve mucho al cine. No te mates a trabajar. Haz un viaje conmigo a París. Ven al hospital cuando Rachel tenga el niño y coge en brazos a mi nieto. Cepillate los dientes después de cada comida. No cruces la calle con el semáforo en rojo. Defiende al débil. Hazte valer. Recuerda lo hermosa que eres. Acuérdate de lo mucho que te quiero. Bebe un whisky con hielo todos los días. Respira profundamente. Mantén los ojos abiertos. No comas grasas. Sueña el sueño de los justos. Recuerda cuánto te quiero.
Paul Auster (The Brooklyn Follies)
Lo que menos odio es la parte mecánica, rutinaria, de mi trabajo: el volver a pasar un asiento que ya redacté miles de veces, el efectuar un balance de saldos y encontrar que todo está en orden, que no hay diferencias a buscar. Ese tipo de labor no me cansa, porque me permite pensar en otras cosas y hasta (¿por qué no decírmelo a mí mismo?) también soñar. Es como si me dividiera en dos entes dispares, contradictorios, independientes, uno que sabe de memoria su trabajo, que domina al máximo sus variantes y recovecos, que está seguro siempre de dónde pisa, y otro soñador y febril, frustradamente apasionado, un tipo triste que, sin embargo, tuvo, tiene y tendrá vocación de alegría, un distraído a quien no le importa por dónde corre la pluma ni qué cosas escribe la tinta azul que a los ocho meses quedará negra
Mario Benedetti (La tregua)
A Leopoldo Lugones Los rumores de la plaza quedan atrás y entro en la Biblioteca. De una manera casi física siento la gravitación de los libros, el ámbito sereno de un orden, el tiempo disecado y conservado mágicamente. A izquierda y a derecha, absortos en su lúcido sueño, se perfilan los rostros momentáneos de los lectores, a la luz de las lámparas estudiosas, como en la hipálage de Milton. Recuerdo haber recordado ya esa figura, en este lugar, y después aquel otro epíteto que también define por el contorno, el árido camello del Lunario, y después aquel hexámetro de la Eneida, que maneja y supera el mismo artificio: Ibant obscuri sola sub nocte per umbram. Estas reflexiones me dejan en la puerta de su despacho. Entro; cambiamos unas cuantas convencionales y cordiales palabras y le doy este libro. Si no me engaño, usted no me malquería, Lugones, y le hubiera gustado que le gustara algún trabajo mío. Ello no ocurrió nunca, pero esta vez usted vuelve las páginas y lee con aprobación algún verso, acaso porque en él ha reconocido su propia voz, acaso porque la práctica deficiente le importa menos que la sana teoría. En este punto se deshace mi sueño, como el agua en el agua. La vasta biblioteca que me rodea está en la calle México, no en la calle Rodríguez Peña, y usted, Lugones, se mató a principios del treinta y ocho. Mi vanidad y mi nostalgia han armado una escena imposible. Así será (me digo) pero mañana yo también habré muerto y se confundirán nuestros tiempos y la cronología se perderá en un orbe de símbolos y de algún modo será justo afirmar que yo le he traído este libro y que usted lo ha aceptado.
Jorge Luis Borges
La mayoría de los dibujos de Leonardo para ese libro, terminado en 1498, constituyen variaciones de los cinco cuerpos también denominados «sólidos platónicos», poliedros en cada uno de cuyos vértices concurre el mismo número de caras: tetraedro (cuatro caras), cubo (o hexaedro, seis), octaedro (ocho), dodecaedro (doce) e icosaedro (veinte). Asimismo ilustró formas más complejas, como un rombicuboctaedro, que tiene veintiséis caras, ocho de ellas triángulos equiláteros, que limitan con cuadrados (figura 61). Fue pionero en un nuevo método para conseguir que fueran comprensibles estas formas: en lugar de trazarlas como sólidos, las representó como armazones que permitieran verlos por dentro, como si estuvieran hechos con trozos de madera. Sus sesenta ilustraciones para Pacioli fueron los únicos dibujos que Leonardo publicó en vida.
Walter Isaacson (Leonardo da Vinci: La biografía (Spanish Edition))
deben entregar sus bicicletas; no les está permitido viajar en tranvía; no les está permitido viajar en coche, tampoco en coches particulares; los judíos solo pueden hacer la compra desde las tres hasta las cinco de la tarde; solo pueden ir a una peluquería judía; no pueden salir a la calle desde las ocho de la noche hasta las seis de la madrugada; no les está permitida la entrada en los teatros, cines y otros lugares de esparcimiento público; no les está permitida la entrada en las piscinas ni en las pistas de tenis, de hockey ni de ningún otro deporte; no les está permitido practicar remo; no les está permitido practicar ningún deporte en público; no les está permitido estar sentados en sus jardines después de las ocho de la noche, tampoco en los jardines de sus amigos; los judíos no pueden entrar en casa de cristianos; tienen que ir a colegios judíos, y otras cosas por el estilo.
Anne Frank (Diario de Anne Frank (Spanish Edition))
A decir verdad, Jackson nunca había compartido totalmente el culto fálico de sus pares. Cuando tenía más o menos ocho años, una niña lo sorprendió mientras él meaba entre los arbustos, y chilló casi con el mismo espíritu de horror reflexivo con que lo acababa de hacer Carol. Es de suponer que aquella niña nunca había visto un pene, y que no le causó buena impresión. «Puaj, qué basto eres. ¿Qué es esa cosa? ¡Es repugnante!», gritó al salir corriendo. Y después aquella otra vez, en el gimnasio del colegio donde cursó los primeros años de secundaria. Jackson apenas había entrado en la pubertad; todavía mojado tras pasar por la ducha, sintió frío. No obstante, un chico mucho más corpulento que él se burló: Parece que estés envolviendo una zanahoria baby y un par de habichuelas. A partir de ese día los chicos lo apodaron «el Vegetariano», mote tan inocente a oídos de los profesores que protegía a sus compañeros de un posible castigo por acoso escolar. En realidad, la palabra «pene» siempre había sonado algo tonta y banal, y a poca cosa. Desde que tenía memoria, su quinto apéndice le había parecido algo sutilmente ajeno a él, algo aparte y capaz de traicionarlo. Y fue la sensación de que eso que le sobresalía no era del todo parte de su cuerpo lo que pudo permitirle experimentar con ella. El experimento había fallado. Es posible que Jackson nunca hubiera comprendido muy bien por qué a las mujeres un pene podía resultarles atractivo, con su piel como apergaminada y demasiado fina, los testículos colgantes y esas matas de vello, el sombrerete en la punta, como si fuese un hongo… Podía decirse que, en cierto modo, no era una forma que la carne humana debiera asumir. Cuando estaba en posición de descanso parecía asustado y deprimido; en estado de alerta, impertinente, aunque inseguro, moviéndose de un lado para el otro e intentando llamar la atención como un fanfarrón que quisiera hacer una demostración de sus habilidades.
Lionel Shriver (So Much for That)
Me habían vuelto a pagar y mi deuda había aumentado en ocho dólares. Me atormentaba a mí mismo preguntándome adónde iba a parar ese dinero, aunque yo lo sabía muy bien. Salía deshidratado del trabajo, como lo esperaba la compañía. Marcaba entonces mi combinación en la fuente y obtenía un chorro de Gaseosa; veinticinco centavos que volaban de mi sueldo. Como el chorro era escaso pedía otro; cincuenta centavos. La cena era insulsa, como siempre, y yo no podía pasar más de dos mordiscos de Gallina. En seguida sentía hambre y me iba a la cantina donde me daban a crédito algunas Crocantes. Las Crocantes me secaban la garganta y tenía que volver a la Gaseosa. Y la Gaseosa me daba ganas de comer. Comía otra Crocante... ¿Había pensado en todo esto Fowler Schocken cuando organizó Astromejor Verdadero, el primer trust esférico? ¿De la Gaseosa a las Crocantes, de las Crocantes a los Astro de los Astro a la Gaseosa? Y el dinero adelantado se pagaba con un interés del seis por ciento.
Frederik Pohl (The Space Merchants (The Space Merchants, #1))
Vivimos en una sociedad sombría. Lograr el éxito, ésta es la enseñanza que, gota a gota, cae de la corrupción a plomo sobre nosotros. Digamos, sin embargo, que eso que se llama éxito es algo bastante feo. Su falso parecido con el mérito engaña a los hombres. Para la muchedumbre, el triunfo tiene casi el mismo aspecto que la supremacía. El éxito, este artificio del talento, tiene una víctima a quien engañar: la historia. Juvenal y Tácito son los únicos que protestan. En nuestros días, ha entrado como sirviente en casa del éxito una filosofía casi oficial, que lleva la librea de su amo y le rinde homenaje en la antecámara. Hay que tener éxito: ésa es la teoría. La prosperidad supone capacidad. Ganen la lotería y ya serán capaces. El que triunfa es objeto de veneración. Todo consiste en nacer de pie. Tengan suerte, lo demás ya llegará; sean felices, y los considerarán grandes. Fuera de cinco o seis excepciones importantes, que constituyen la luz de un siglo, la admiración contemporánea no es más que miopía. Lo dorado es considerado oro. No importa ser un cualquiera, si se llega el primero. El vulgo es un viejo Narciso que se adora a sí mismo y que celebra todo lo vulgar. Esa facultad enorme, por la cual el hombre se convierte en Moisés, Esquilo, Dante, Migue Ángel o Napoleón, la multitud la concede por unanimidad y por aclamación a quien logra su objetivo, sea quien fuere. Que un notario se transforme en diputado; que un falso Corneille haga el Tiridate; que un eunuco llegue a poseer un harén; que un militar adocenado gane por casualidad la batalla decisiva de una época; que un boticario invente las suelas de cartón para el ejército del Sambre-et-Meuse y obtenga, con aquel cartón vendido como cuero, una renta de cuatrocientos mil francos; que un buhonero contraiga matrimonio con la usura, y tenga de ella por hijos siete y ocho millones, de los cuales él es el padre y ella, la madre; que un predicador llegue a obispo por la gracia de ser gangoso; que un intendente de buena casa, al dejar el servicio, sea tan rico que lo nombren ministro de Hacienda; no importa: los hombres llaman a eso Genio, tal como Belleza a la figura de Mousqueton, y Majestad al talante de Claudio, confundiendo así con las constelaciones del abismo las huellas estrelladas que dejan en el lodo blando las patas de los gansos.
Victor Hugo (Les Misérables)
Para que algo quede escrito no hace falta solamente el deseo puesto en juego a través de la mano que escribe el texto, también hace falta un papel o equivalente (cualquier sustancia material) en el que el trazo pueda quedar registrado. Mientras escribimos, por lo general nos olvidamos del papel, atentos sólo a las palabras que queremos dejar allí; pero forzosamente pasamos a tenerlo en cuenta cuando alguna de las características materiales del papel dificulta que las letras queden escritas con claridad. Todo bebé nace inmerso en un baño de lenguaje. Esta cacofonía significante -insignificante para el bebé en sus primeros tiempos en cuanto a su sentido- le llega filtrada por el Otro real, encarnado en la persona que ejerce la función materna, quien va escribiendo las primeras letras en su cuerpo, desde cada acto cotidiano con el que posibilita el curso de su vida de bebé. Block maravilloso mediante, de una u otra manera, el archivo queda registrado en el sistema nervioso central. Sobre los bebés que nacen normales, los padres normales escriben sin siquiera darse cuenta. Una madre puede no recordar en qué momento su bebé dijo ajó por primera vez, o sostuvo la cabeza, o se sentó, o agarró un sonajero, o se paró solo agarrado a los barrotes de la cuna, puede ni siquiera saber si pasó o no pasó por la angustia d elos ocho meses, pero si su bebé pudo pasar por cada uno de semejantes avatares fue porque ella, sin saberlo, sabía qué tipo de sosten o de objeto, distintos cada día, requería la crianza de su hijo. (...) A veces nos encontramos con padres acerca de los cuales todo nos hace suponer que de haberles nacido un bebito orgánicamente normal, éste se habría convertido en un niño neurótico cualquiera, sin mayores complicaciones que su propia singularidad; pero les tocó un hijo que, al ser portador de una falla detectable, hirió su narcisismo de tal forma que no resultó posible que el pequeño bebé recibiera la serie de inscripciones que previsamente le estaba destinada. Otras veces, lo que toca es un hijo sin ninguna falla detectable en lo inmediato, pero cuya dotación biológica no ofrece las respuestas que normalmente realimentan el llamado del Otro, provocando una serie de desencuentros entre madre e hijo que sólo se advierte mucho más tarde, cuando las producciones del niño no alcanzan las esperables a su edad o lo hacen de manera muy extraña.
ELSA CORIAT (Unknown Book 9725607)
La parábola de Kafka dice así:[3] [Él] Tiene dos enemigos: el primero le amenaza por detrás, desde los orígenes. El segundo le cierra el camino hacia adelante. Lucha contra ambos. En realidad, el primero le apoya en su lucha contra el segundo, quiere impulsarle hacia adelante, y de la misma manera el segundo le apoya en su lucha contra el primero, le empuja hacia atrás. Pero esto es solamente teórico. Porque aparte de los adversarios, también existe él, ¿y quién conoce sus intenciones? Siempre sueña que en un momento de descuido —para ello hace falta una noche inimaginablemente oscura— pueda escabullirse del frente de batalla y ser elevado, por su experiencia de lucha, por encima de los combatientes, como árbitro.
Hannah Arendt (Entre el pasado y el futuro: Ocho ejercicios sobre la reflexión política (IMPRESCINDIBLES) (Spanish Edition))