Nube Quotes

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No te voy a cansar con más poemas. Digamos que te dije nubes, tijeras, barriletes, lápices, y acaso alguna vez sonreíste.
Julio Cortázar
Decía un amigo que las casualidades no existen. Que todo está escrito entre las nubes y las estrellas con tinta invisible.
Blue Jeans (No sonrías, que me enamoro (El club de los incomprendidos, #2))
¿Y para qué leer? ¿Y para qué escribir? Después de leer cien, mil, diez mil libros en la vida, ¿qué se ha leído? Nada. Decir: yo sólo sé que no he leído nada, después de leer miles de libros, no es un acto de fingida modestia: es rigurosamente exacto, hasta la primera decimal de cero por ciento. Pero ¿no es quizá eso, exactamente, socráticamente, lo que los muchos libros deberían enseñarnos? Ser ignorantes a sabiendas, con plena aceptación. Dejar de ser ignorantes, para llegar a ser ignorantes inteligentes. [...] Quizá, por eso, la medida de la lectura no debe ser el número de libros leídos, sino el estado en que nos dejan. ¿Qué demonios importa si uno es culto, está al día o ha leído todos los libros? Lo que importa es cómo se anda, cómo se ve, cómo se actúa, después de leer. Si la calle y las nubes y la existencia de los otros tienen algo que decirnos. Si leer nos hace, físicamente, más reales.
Gabriel Zaid (So Many Books: Reading and Publishing in an Age of Abundance)
Si vives en las nubes, te temblarán las piernas cuando pises la tierra.
Blue Jeans (Algo tan sencillo como tuitear te quiero (Algo tan sencillo, #1))
Tú, pájaro, vivirás en los árboles y volarás por los aires, alcanzarás la región de las nubes, rozarás la transparencia del cielo y no tendrás miedo de caer.
Popol Vuh
Iba a llenar de labial rojo el cielo y las nubes y el aire y los ruidos.
Rafael Chaparro Madiedo (Opio en las nubes)
Sígueme contando sobre aquellos días cuando teníamos los corazones envueltos en papel regalo.
Rafael Chaparro Madiedo (Opio en las nubes)
Hay aire y sol, hay nubes. Allá arriba un cielo azul y detrás de él tal vez haya canciones; tal vez mejores voces...Hay esperanza, en suma. Hay esperanza para nosotros, contra nuestro pesar.
Juan Rulfo (Pedro Páramo)
Según los estudiosos, cada día tenemos unos sesenta mil pensamientos. Positivos y negativos, banales y profundos. No hay que juzgarlos: son como nubes que pasan. Somos responsables de lo que hacemos, pero no de lo que pensamos. Por eso, cuando alguna idea te angustie, simplemente ponle la etiqueta «pensamiento» y déjala pasar.
Francesc Miralles (El mejor lugar del mundo es aquí mismo)
Cierta gente huyendo de otra gente. En cierto país bajo el sol y bajo ciertas nubes.
Wisława Szymborska
Tal vez el que construyó este barrio pensó que las esquinas eran parte de la circunferencia de la vida donde el amor es un punto central equidistante de la curva infinita del dolor
Rafael Chaparro Madiedo (Opio en las nubes)
La historia es memoria y tenemos memoria colectiva desde que anotamos lo que nos sucede, pero más allá de la historia, mucho antes, seguramente en alguna cueva del paleolítico, un hombre dejó perplejos a los miembros de su tribu con un relato sobre una cacería; o quizá fue una mujer con un cuento que se inventó sobre las nubes y las estrellas para calmar el miedo de un niño. Allí empezó todo.
Santiago Posteguillo (La noche en que Frankenstein leyó el Quijote)
Por la ventana se veían los largos regueros de lágrimas del crepúsculo en las negras mejillas de las nubes.
Boris Vian (L'herbe rouge - roman / Les lurettes fourrées - nouvelles)
¿Qué son las nubes, si no un pretexto para el cielo? ¿Qué es la vida, si no una huida de la muerte?
James Clavell (Shōgun (Asian Saga, #1))
tras las nubes siempre llega la luz.
Louisa May Alcott (Little Women)
Me gusta la lluvia porque todo lo moja y purifica, porque hace que las cosas malas se vayan y me llene de un nuevo aire de esperanza. Me encanta la lluvia porque produce música y los charcos donde las gotas repican. Me gusta la lluvia porque parece que los ángeles lloran y sus lágrimas caen sobre mi cara para esconder mis propias lágrimas. Y al final de todo miro hacia arriba, donde las nubes gordas se juntan y sonrío...
Matías Zitterkopf
¿Qué demonios importa si uno es culto, está al día o ha leído todos los libros? Lo que importa es cómo se anda, cómo se ve, cómo se actúa, después de leer. Si la calle y las nubes y la existencia de los otros tienen algo que decirnos. Si leer nos hace, físicamente, más reales.
Gabriel Zaid
Era domingo y estabas un poco como todos los domingos. Un poco triste, rota, alucinada. Un poco vuelta mierda...
Rafael Chaparro Madiedo (Opio en las nubes)
Mis amigos dicen que soy una especie de nube negra o Midas, pero a la inversa. Cuando toco algo no es en oro precisamente que se convierte
Miriam Meza (Miss Fatality)
Como la estrella fugaz, el espejismo, la llama, la ilusión mágica, la gota de rocío, la burbuja en el agua, como el sueño, el relámpago o la nube: considera así todas las cosas.
Gautama Buddha
Una noche vi una estrella corriendo entre las nubes, y le dije: ''Consúmeme''.
Virginia Woolf (The Waves)
¿Quién iba a decir que un beso pudiera ser así, capaz de alterar el paisaje interior hasta tal punto de, desbordar los mares, de empujar los ríos montaña arriba, de devolver la lluvia a las nubes?
Jandy Nelson (I'll Give You the Sun)
Una noche la soñé y tal como la soñé amaneció frente a mi puerta.
Elena Poniatowska (La Vendedora de Nubes)
Creo que la verdad está bien en las matemáticas, en la química, en la filosofía. No en la vida. En la vida es más importante la ilusión, la imaginación, el deseo, la esperanza. Además, ¿sabemos acaso lo que es la verdad? Si yo lo digo que aquel trozo de ventana azul, digo una verdad. Pero es una verdad parcial, y por lo tanto una especie de mentira. Porque el trozo de ventana no está solo, está en una casa, en una cuidad, en un paisaje. Está rodeado del gris de ese muro de cemento, del azul claro del cielo, de aquellas nubes alargadas, de infinitas cosas más. Y si no digo todo absolutamente todo, estoy mintiendo. Pero decir todo es imposible, aun en este caso de la ventana, de un siempre trozo de la realidad física. La realidad es infinita y además infinitamente matizada, y si me olvido de un solo matiz, ya estoy mintiendo. Ahora imagínese lo que es la realidad de los seres humano con sus complicaciones y recovecos, contradicciones y además cambiantes. Porque cambia a cada instante que pasa, y lo que éramos hace un momento no lo somos más. ¿Somos, acaso, siempre la misma persona? ¿Tenemos acaso siempre los mismos sentimientos? Se puede querer a alguien y de pronto desestimarlo y hasta detestarlo. Y si cuando lo desestimamos cometemos el error de decírselo, eso es una verdad, pero una verdad momentánea, que no será más verdad dentro de una hora o al otro día, o en otras circunstancias. Y en cambio el ser a quien se la decimos creerá que ésa es la verdad, la verdad para siempre y desde siempre. Y se hundirá en la desesperación.
Ernesto Sabato (Sobre héroes y tumbas)
Siempre es el olor de la desolación todo parece quieto pero en el fondo todo está muerto, todo parece feliz pero todo es infeliz.
Rafael Chaparro Madiedo (Opio en las nubes)
Tú eras las nubes que oscurecían el cielo y yo estaba dentro de ti, a punto de precipitarme al vacío.
Laura Tejada (Los mundos de Täryenn)
No hay necesidad de ser grosero, señor Noonan. Yo no estaba siendo grosero. Si hubiera querido ser grosero, le habría dado la bienvenida con una nube de matacucarachas en la cara.
Stephen King (Bag of Bones)
Un sueño a pleno día. Jamás escribiré nada que valga la centésima parte. Ojalá pecase de inmodesto, pero no es el caso. El sexteto del Atlas de las nubes engloba mi vida, es mi vida, ahora soy un cohete consumido; pero al menos he sido un cohete.
David Mitchell (Cloud Atlas)
Necesitas a alguien que te ayude a hacer realidad tus sueños y que sepa protegerte de tus temores. Necesitas a alguien que te trate con respeto, que ame cada parte de ti, sobre todo tus defectos. Deberías estar con alguien que supiera hacerte feliz, realmente feliz, que te hiciera sentir en las nubes de tanta felicidad".
Cecelia Ahern (Love, Rosie)
A veces, pensó Emma, se sentía como si fuera una cometa, y Julian el que la hacía volar: volaba por encima del suelo y él la mantenía ligada a la tierra. Sin él, estaría perdida entre las nubes.
Cassandra Clare (Lady Midnight (Cazadores de Sombras Renacimiento, #1))
A veces, las nubes no eran ingrávidas. A veces sus centros se tornaban oscuros y llenos. Así era la vida. Sucedía. No significaba que no daba miedo, o que yo no estaba todavía asustada, pero ahora sabía que mientras estuviera de pie debajo de ella con Braden a mi lado cuando esas nubes rompieran a llover, yo estaría bien. Estaríamos bajo la lluvia juntos. Sabiendo que Braden tendría un enorme paraguas para refugiarnos de lo peor en él.
Samantha Young (On Dublin Street (On Dublin Street, #1))
«¡Adiós, querida niña! Las brillantes puertas eternas se han cerrado a tus espaldas; no veremos más tu dulce rostro. ¡Ay de los que hemos visto tu entrada en el cielo, cuando despertemos para encontramos a solas con las nubes grises de la vida cotidiana, pues tú te has marchado para siempre!».
Harriet Beecher Stowe (La Cabaña del Tío Tom)
Espero ese día. Espero con ansias el día en que voy a estar sonriendo desde el Cielo, preguntándome lo que hizo a mi papá ser tan enfermo, retorcido y podrido. Espero con interés el día en que lo pueda perdonar por todo lo que ha hecho y verlo desde una nube en el cielo, rezando por su alma condenada, mientras que él está bañado en llamas, y quemándose en el infierno.
Lauren Hammond (Insanity (Asylum, #1))
Vos, ¿crees en Dios?”, dijo continuando el diálogo que había iniciado yo, mi pensamiento. “No sé, yo querría que Dios existiese. Pero no estoy seguro. Tampoco estoy seguro de que Dios, si existe, vaya a estar conforme con nuestra credulidad a partir de algunos datos desperdigados e incompletos.” “Pero si es tan claro. Vos te complicás porque querés que Dios tenga rostro, manos, corazón. Dios es un común denominador. También podríamos llamarlo la Totalidad. Dios es esta piedra, mi zapato, aquella gaviota, tus pantalones, esa nube,
Mario Benedetti (La tregua)
Tumbado en el fondo de la canoa, veía balancearse las nubes. Las almas surcan las eras como las nubes los cielos, y aunque las nubes cambien continuamente de forma, color y tamaño, una nube siempre es una nube, y un alma siempre es un alma. ¿Quién sabe de dónde vienen las nubes y dónde estará el alma mañana? Sólo lo sabe Sonmi: el este y el oeste, la brújula y el atlas, sí señor, el atlas de las nubes.
David Mitchell (Cloud Atlas)
Y, sin embargo, mentiría si dijera que la extraño. Es el hechizo más perfecto y más doloroso. Usted está aquí, igual que yo y con mayor intensidad aún; allí donde yo estoy, está usted, como yo y más intensamente aún. No bromeo. A veces imagino que usted -que está aquí- extraña mi presencia y pregunta: "¿Pero dónde está? ¿Acaso no escribía diciendo que estaba en Merano? [...] El día es tan corto. Transcurre y termina con usted y fuera de usted sólo hay unas pocas nimiedades. Apenas me queda un rato para escribirle a la verdadera Milena, porque la Milena más verdadera aún ha estado aquí todo el día, en la habitación, en el balcón, en las nubes.
Franz Kafka
E la mia forza supina si stampa nell’arena, diffondesi nel mare; e il fiume è la mia vena, il monte è la mia fronte, la selva è la mia pube, la nube è il mio sudore. E io sono nel fiore della stiancia, nella scaglia della pina, nella bacca del ginepro: io sono nel fuco, nella paglia marina, in ogni cosa esigua, in ogni cosa immane, nella sabbia contigua, nelle vette lontane. Ardo, riluco. E non ho più nome.
Gabriele d'Annunzio
De pronto lo antiguo se precipita. Lo antiguo cae de las nubes. Es el rayo mismo. El trueno es la voz de este animal enorme y extremadamente negro que se llama tormenta. Los relámpagos saltan desde lo alto del cielo con el deseo de venir a tocar la tierra.
Pascal Quignard (Butes)
Que la vida no es más que una quimera; Una ilusión, un sueño sin orillas, Una pequeña nube pasajera.
Nicanor Parra (Obra Gruesa (Ediciones UDP) (Spanish Edition))
Pero créeme, las palabras estaban de camino, y cuando llegaron, Liesel las sujetó entre las manos como si fueran nubes y las escurrió como si estuvieran empapadas de lluvia.
Markus Zusak (The Book Thief)
Sobre nuestras cabezas, el campo de estrellas, rutilante y sin una nube, parece burlarse de nosotros con su perfección y serenidad.
Claudia Gray (Fateful)
Las nubes [...] se movían libremente, como si estuvieran destinadas a ir de oeste a este en una misión de la mayor importancia que jamás sería revelada.
Virginia Woolf (Mrs. Dalloway)
Los dientes de león son trocitos de nubes que han echado raíces porque tienen miedo a volar
Pilar Fernández Senac (Como diente de león)
Github es una plataforma de internet que usan los programadores para colocar sus proyectos en la nube y recibir sugerencias y aportes de sus pares.
Andrés Oppenheimer (¡Sálvese quien pueda!: El futuro del trabajo en la era de la automatización)
«Por muy densas y grises que sean las nubes», pensé, «al otro lado siempre brilla el sol.»
Haruki Murakami (La muerte del comendador, Libro 2 (Kishidancho Goroshi, #2))
—Ella es puro fuego… un fuego ahogado por las sombras de la moral y la imposición de la conducta. ¿Sabes lo que sucederá con ese fuego una vez que este matrimonio se concrete? —su madre permaneció en silencio, tratando de interpretarlo, pero cada día le resultaba más difícil—. Se habrá extinguido. Como la nube oscura acaba con el sol”. Justin Bacon, "Malas intenciones".
Anna K. Franco
—¿Hope? ¿Me prometes algo? —Sí —le digo. —¿Sabes a veces, cuando tu papa te hace llorar? —¿Me prometes que cuando él te haga sentir triste, siempre pensaras en el cielo? —Pero, ¿por qué? —Porque sí. —Vuelve su rostro hacia las estrellas—. El cielo siempre es hermoso. Incluso cuando está oscuro, o lluvioso, o lleno de nubes, aún así es precioso. Es mi favorito, porque sé que si alguna vez me siento perdido, o solo, o asustado, sólo tengo que subir la mirada y el cielo estará allí, sin importar qué… y sé que siempre será hermoso. Es en lo que puedes pensar cuando tu papi te haga sentir triste, para que así no tengas que pensar en él. —Lo prometo —susurro. —Bien —dice él. Luego estira su mano sobre el concreto entre nosotros y envuelve su meñique alrededor del mío.
Colleen Hoover (Hopeless (Hopeless, #1))
La voluntad, el deseo de vivir, es tan fuerte en el animal como en el hombre. En el hombre es mayor la comprensión. A más comprender, corresponde menos desear. Esto es lógico, y además se comprueba en la realidad. La apetencia por conocer se despierta en los individuos que aparecen al final de una evolución, cuando el instinto de vivir languidece. El hombre, cuya necesidad es conocer, es como la mariposa que rompe la crisálida para morir. El individuo sano, vivo, fuerte, no ve las cosas como son, porque no le conviene. Está dentro de una alucinación. Don Quijote, a quien Cervantes quiso dar un sentido negativo, es un símbolo de la afirmación de la vida. Don Quijote vive más que todas las personas cuerdas que le rodean, vive más y con más intensidad que los otros. El individuo o el pueblo que quiere vivir se envuelve en nubes como los antiguos dioses cuando se aparecían a los mortales. El instinto vital necesita de las ficción para afirmarse. La ciencia entonces, el instinto de crítica, el instinto de averiguación, debe encontrar una verdad: la cantidad de mentira que se necesita para la vida
Pío Baroja (El árbol de la ciencia)
Comentó, más de una vez, que la lluvia de estrellas estaba sucediendo, más allá del cielo encapotado, aunque nosotros no lo viéramos. ¿A quién le importa si puede besar? Puede ver a través de las nubes.
John Green (Turtles All the Way Down)
Pero yo te miro de frente porque no te juzgo. No te mato a ti sino a tus actos, al eco de tus actos, su resonar lejano en las costas griegas. Se habla ya tanto de ti que eres como una vasta nube de palabras, un juego de espejos, una reiteración de fábula inasible. Tal es al menos el lenguaje de mis retóricos.
Julio Cortázar (Los reyes)
Quiero que me toque otra vez. Quiero sentir sus manos, suaves como nubes, pero temo que al tocarme haga estallar los siete mil billones de billones de átomos que componen mi cuerpo y me disperse por el universo.
Rick Yancey (The 5th Wave (The 5th Wave, #1))
Te mereces a alguien que te ame con todo su corazón, alguien que piense en ti constantemente, alguien que pase cada minuto de cada día preguntándose qué estás haciendo, dónde estás, con quién estás y si estás bien. Necesitas a alguien que te ayude a hacer realidad tus sueños y que sepa protegerte de tus temores. Necesitas a alguien que te trate con respeto, que ame cada parte de ti, sobre todo tus defectos. Deberías estar con alguien que supiera hacerte feliz, realmente feliz, que te hiciera sentir en las nubes de tanta felicidad. Alguien que no tendría que haber dejado escapar la oportunidad de estar contigo años atrás en lugar de asustarse y dejarse dominar por el miedo a intentarlo.
Cecelia Ahern
ーEscribí algo para ti, ーla corrigió con una sonrisa y comenzó a tocar. Ella escuchó emocionada; comenzó lento, sencillo, su control sobre el arco producía un sonido armónico. La melodía la lleno tan fresca y dulce como el agua, tan esperanzadora y adorable como un amanecer. Miró a sus dedos fascinada por el movimiento tan exquisito que hacia que las notas salieran del violín. El sonido se volvió mas profundo conforme el arco se movía mas rápido, el antebrazo de Jem se desplazaba hacia adelante y atrás, su delgado cuerpo parecía difuminarse con el movimiento de su hombro. Sus dedos se deslizaban cuidadosamente arriba y abajo, el tono de la música profundizó, como nubes de tormenta reuniéndose en un horizonte brillante, un río que se convertía en torrente. Las notas se estrellaban a sus pies aumentando el sonido, el cuerpo entero de Jem parecía moverse en sintonía con los sonidos que emanaban del instrumento, a pesar de que ella sabia que sus pies se encontraban firmes en el suelo. Su corazón encontró la paz con la música, los ojos de Jem estaban cerrados, las comisuras de sus labios mostraban un gesto de dolor. Una parte de ella quería correr a sus pies, rodearlo con sus brazos; la otra otra parte no quería que se detuviera la música, el hermoso sonido de él. Era como si él hubiera tomado su arco utilizándolo como un pincel para pintar, creando un lienzo en el cual su alma se muestra claramente. Cuando las ultimas notas se alzaron más y más alto, llegando a tocar el paraíso, Tessa estuvo consciente de que su rostro estaba húmedo, pero no fue hasta que la ultima nota dejo de sonar y él bajo el violín cuando se dio que estaba llorando.
Cassandra Clare (The Infernal Devices: Clockwork Princess (The Infernal Devices: Manga, #3))
Yo me quería un poco más a mí mismo que al principio del viaje y el mundo, contra toda razón, me pareció benévolo ese día.
Juan José Saer (Las nubes)
No temas; la isla está llena de sonidos y músicas suaves que deleitan y no dañan. Unas veces resuena en mi oído el vibrar de mil instrumentos, y otras son voces que, si he despertado tras un largo sueño, de nuevo me hacen dormir. Y, al soñar, las nubes se me abren mostrando riquezas a punto de lloverme, así que despierto y lloro por seguir soñando. (Calibán)
William Shakespeare (The Tempest)
...es cómodo ser derrotado a los veinticinco años aún sin una sola cana en la cabeza sin una sola caries en la dentadura sin una sola nube en la conciencia con sólo dos o tres lagunas en la memoria y mirar el mundo desde el cielo desde el purgatorio desde el infierno desde más acá de los montes pirineos y la cordillera de los andes con frialdad con indiferencia con estupor
Camilo José Cela
Hundirás tu cabeza, tus ojos abiertos, en el pelo plateado de Consuelo, la mujer que volverá a abrazarte cuando la luna pase, tea tapada por las nubes, los oculte a ambos, se lleve en el aire, por algún tiempo, la memoria de la juventud, la memoria encarnada.
Carlos Fuentes (Aura)
Al igual que las nubes que se forman en el cielo permanecen cierto tiempo en él y luego se disuelven en el vacío del espacio, los pensamientos ilusorios surgen, duran un momento y después se desvanecen en la vacuidad de la mente. De hecho no ha pasado realmente nada.
Dilgo Khyentse
Le han visto allí muchas mañanas, aumentando con su llanto el rocío de la mañana, añadiendo a las nubes sus nubes de suspiros. Mas, en cuanto el sol, que todo alegra, comienza a descorrer por el remoto oriente las oscuras cortinas del lecho de Aurora, mi melancólico hijo huye de la luz y se encierra solitario en su aposento, cerrando las ventanas, expulsando toda luz y creándose una noche artificial
William Shakespeare (Romeo and Juliet)
Damos por sentada la luz del día. En cambio, la luz de la luna es otra cuestión. Es inconstante. La luna llena mengua y reaparece. Las nubes pueden oscurecerla hasta un punto que no pueden oscurecer la luz del día. El agua es necesaria para nosotros, pero una cascada no lo es. Y siempre que encontramos una cascada, no es sino algo superfluo, un bello ornamento. Necesitamos la luz del día, pero no la luz de la luna. Cuando llega, no cubre ninguna necesidad. Transforma. Cae sobre los márgenes y la hierba, separando una larga brizna de otra; convirtiendo un montón de hojas marrones y mates en innumerables y álgidos fragmentos; o iluminando las ramas húmedas como si la propia luz fuera dúctil. Sus largos rayos se derraman, blancos y afilados, entre los troncos de los árboles, y palidecen y retroceden al penetrar en la brumosa distancia de los bosques de hayas.
Richard Adams (Watership Down (Watership Down, #1))
Quién sabe, quizá te hayas convencido, dada tu progresiva y alarmante tendencia a vivir cada vez con menos, de que no necesitás ni grandes aviones ni obras maestras en tu vida. Cézanne decía: "Lo grandioso acaba por cansar. Hay montañas que, cuando uno está delante, te hacen gritar ¡me cago en Dios! Pero para el día a día con un simple cerro hay de sobra". Tu ciudad es una llanura gris pero cada tanto las nubes se corren y algo emerge en medio de la nada. Hay días de cielo límpido, como hoy, en que lo alcanzás a ver desde tu ventana. Es un cerro pequeño con un nimbo detrás.
María Gainza (Optic Nerve)
Los pájaros se entierran en pleno cielo. Incluso la más elegante de las nubes está repleta de sus cuerpecitos yertos. Se dice que de cada 10.189 gotas de lluvia, 1 sería la lágrima de un pájaro y que de cada 16.474 copos de nieve, 1 el fantasma de un pájaro descolgado de la placenta celeste.
Mathias Malzieu (Métamorphose en bord de ciel)
Se acercó y le alargó la mano. Hareton se puso sombrío como una nube de tormenta, apretó los puños y miró al suelo. Pero ella comprendió que aquello no era odio, sino testarudez, y, después de un instante de indecisión, se inclinó hacia él y le besó en la mejilla. Enseguida, se volvió a la ventana.
Emily Brontë (Wuthering Heights)
Te dejarás arrastrar por las nubes durante miles de kilómetros y tomarás tierra en Madrid, donde cogerás un tren a Zaragoza. Luego te subirás a un autobús y, en poco tiempo, te reencontrarás con los tuyos. Todas las horas del viaje te resultarán escasas para despegarte de los últimos años, que habrán sido los mejores de tu vida. Y ese hecho, el reconocer que los mejores años de tu existencia pasaron en tierras lejanas, será un secreto que guardarás en lo más profundo de tu corazón.
Luz Gabás (Palmeras en la nieve)
Los pensamientos que acuden a mi mente cuando corro se parecen a las nubes del cielo. Nubes de diversas formas y tamaños. Nubes que vienen y se van. Pero el cielo siempre es el cielo. Las nubes son sólo meras invitadas. Algo que pasa de largo y se dispersa. Y sólo queda el cielo. El cielo es algo que, al tiempo que existe, no existe. Algo material y a la vez, inmaterial. Y a nosotros no nos queda sino aceptar ka existencia de ese inmenso recipiente tal cual es e intentar ir asimilándolo.
Haruki Murakami (What I Talk About When I Talk About Running)
Passavamo sulla terra leggeri come acqua, disse Antonio Setzu, come acqua che scorre, salta, giù dalla conca piena della fonte, scivola e serpeggia fra muschi e felci, fino alle radici delle sughere e dei mandorli o scende scivolando sulle pietre, per i monti e i colli fino al piano, dai torrenti al fiume, a farsi lenta verso le paludi e il mare, chiamata in vapore dal sole a diventare nube dominata dai venti e pioggia benedetta. A parte la follia di ucciderci l'un l'altro per motivi irrilevanti, eravamo felici. Le piante e le paludi erano fertili, i monti ricchi di pascolo e fonti. Il cibo non mancava neppure negli anni di carestia. Facevamo un vino colore del sangue, dolce al palato e portatore di sogni allegri. Nel settimo giorno del mese del vento che piega le querce incontravamo tutte le genti attorno alla fonte sacra e per sette giorni e sette notti mangiavamo, bevevamo, cantavamo e danzavamo in onore di Is. Cantare, suonare, danzare, coltivare, raccogliere, mungere, intagliare, fondere, uccidere, morire, cantare, suonare, danzare era la nostra vita. Eravamo felici, a parte la follia di ucciderci l'un l'altro per motivi irrilevanti. (pag. 56)
Sergio Atzeni (Passavamo sulla terra leggeri)
La camilla siguió avanzando a través de un pasillo lleno de gente en silencio. La gente me miraba con esos ojos que decían, pobre chico, tan joven, tan sano, tan blanco y yo desde la camilla les dije tranquila gente, no soy tan sano, ni tan limpio, ni tan creyente, no me lavo los dientes todas las mañanas como ustedes, no leo tantos libros, no hago deporte, ni rindo tanto en el trabajo como ustedes, tranquila gente.
Rafael Chaparro Madiedo (Opio en las nubes)
No tiene usted por qué compararse con los demás, y si la Naturaleza le ha creado para murciélago, no debe usted aspirar a ser avestruz. A veces se tiene usted por demasiado raro y se reprocha seguir caminos distintos a los que sigue la mayoría. Deje usted eso. Contemple el fuego, contemple las nubes, y en cuanto surjan los presagios y comiencen a sonar en su alma las voces, abandónese a ellas sin preguntarse antes si le conviene o le parece bien al señor profesor, a papá o a un buen dios cualquiera.
Hermann Hesse (Demian)
La gente miente. Ellos te utilizan y mienten, a la vez mientras te alimentan con mierda sobre ser leal y nunca dejarte. Nadie puede hacer esa promesa, porque la vida tiene que ver con las estaciones, y las estaciones cambian. No me gusta el cambio. No se puede confiar en ello, sólo puedes confiar en el hecho de que va a suceder. Pero antes de que suceda, y antes de que aprendas, se siente bien acerca de sus estúpidas promesas de mierda. Eliges creer, porque es necesario. Vas a través de un verano cálido, donde todo es hermoso y no hay nubes, sólo calor, calor, calor. Crees en la permanencia de una persona, porque los seres humanos tienen una tendencia a pegarse a ti cuando la vida es buena. Yo los llamo los veranos de miel. He tenido bastantes veranos de miel en la vida para saber que las personas se van cuando llega el invierno. Cuando la vida te congela y estás temblando y te pones capas de protección lo más que puedas para sobrevivir. Ni siquiera lo notas al principio. El frío te pone demasiado aturdido para ver con claridad. Entonces, de repente, miras y la nieve está empezando a derretirse, y te das cuenta que pasaste el invierno sola. Eso me molesta mucho. Tanto como para dejar a la gente antes de que me dejen a mí. Eso es lo que hice con Nick. Eso es lo que traté de hacer con Isaac. Excepto que no se iría. Él se quedó todo el invierno.
Tarryn Fisher (Mud Vein)
—¡Deja de jugar con la comida! —le dijo por signos mi madre. —Son nubes —respondió Dot. —Las nubes no son rojas —dijo por signos Soph. —Es el amanecer —replicó por signos Dot, desafiante—. Porque en mi plato está amaneciendo. Y a la salchicha le parece precioso. —Le esculpió una sonrisa a la salchicha con el cuchillo. —Vaya desastre —le dijo por signos mi madre. —Pero un desastre bonito —sonrió Dot. Le dio la vuelta a su plato para enseñárselo a nuestra madre. La salchicha estaba tumbada de espaldas, sonriéndoles a las nubes de kétchup.
Annabel Pitcher (Ketchup Clouds)
Tan sólo tres o cuatro veces en mis años mozos divisé fugazmente las islas de la Dicha antes de que se esfumaran en la niebla, en las borrascas, entre frentes fríos, vendavales y mareas en contra... Las tomé equivocadamente por la condición adulta. Di por hecho que serían una presencia constante en mi trayecto vital y no me preocupé de anotar la latitud, la longitud, la ruta de recalada. Maldito jovenzuelo idiota. Lo que daría ahora por tener un mapa inmutable de lo veleidoso e inefable... Por tener, por así decirlo, un atlas de las nubes.
David Mitchell (Cloud Atlas)
Los caminos siguen avanzando, sobre rocas y bajo árboles, por cuevas donde el sol no brilla, por arroyos que el mar no encuentran, sobre las nieves que el invierno siembra, y entre las flores alegres de junio, sobre la hierba y sobre la piedra, bajo los montes a la luz de la luna. Los caminos siguen avanzando bajo las nubes, y las estrellas, pero los pies que han echado a andar regresan por fin al hogar lejano. Los ojos que fuegos y espadas han visto, y horrores en salones de piedra, miran al fin las praderas verdes, colinas y árboles conocidos.
J.R.R. Tolkien (The Hobbit: Or There and Back Again)
- Siempre pienso en la nieve como en uno de esos tiempos entre tiempos. En esas ocasiones hay algo mágico, según nos cuentan las leyendas. La niebla, el amanecer, el crepúsculo...Cuando el mundo no es ni una cosa ni la otra. Eso mismo me parecen a mi la nieve y el hielo, el mundo convertido en un espacio blanco, silencioso y muy bello, formado por cristales y nubes.
Susan King (The Stone Maiden (Celtic Nights, #1))
¿Pero para qué predicar a estos miles de millones de sonámbulos que caminan hacia el caos con igual paso, bajo la batuta de sus seductores espirituales y bajo el garrote de sus amos? Son culpables porque son innumerables, las masas de perdición deben morir para que una restauración del hombre sea posible. Mi prójimo no es un insecto ciego y sordo, mi prójimo no es más un autómata espermático, mi prójimo no será jamás un anónimo presa de ideas oscuras y confusas, éstos son los diversos fracasos del hombre y nosotros los dejaremos confundir en la noche su alegría y su dolor igualmente absurdos. ¿Qué nos importa la nulidad de estos esclavos? Nadie los salva ni de ellos mismos ni de la evidencia, todo se dispone a precipitarlos en las tinieblas, ellos fueron engendrados por el azar de los apareamientos, luego nacieron igual que ladrillos saliendo de su molde y aquí están formando hileras paralelas cuyas pilas se elevan hasta las nubes. ¿Son hombres? No. La masa de perdición no se compone jamás de hombres, pues el hombre no comienza más que a partir del momento en el que la muchedumbre sea la tumba de lo humano.
Albert Caraco (Breviario del caos)
Cuando uno es joven y vive ajeno a la realidad, cuando las estaciones pasan sin grandes cambios ni alteraciones, como si fueran nubes en día sin viento, cuando la felicidad consiste en dejarse arrastrar por los sentidos, uno percibe sólo el presente, y el futuro y el pasado pasan a un segundo plano, cuando no desaparecen por completo. Es como en medio del mar, donde sólo existe éste.
Julio Llamazares (Las lágrimas de San Lorenzo)
Si miro al suelo, creo ver las facciones de ella grabadas en las baldosas. En los árboles y en las nubes, en todas las cosas durante el día y llenando el aire durante la noche, veo su imagen. ¡Creo verla en las más vulgares facciones de cada hombre y cada mujer, y hasta en mi propio rostro! El mundo es para mi una horrenda colección de recuerdos diciéndome que ella vivió y que la he perdido.
Emily Brontë (Wuthering Heights)
la tristeza se localiza en la boca del estómago, es como si siempre tuvieras hambre de algo, hambre de luz, hambre de calle, hambre de noche, hambre de todo, hambre de nada, hambre de mierda, no te deja tranquilo te quema te da vueltas en el estómago te atrapa todas tus palabras y no las deja salir…
Rafael Chaparro Madiedo (Opio en las nubes)
Por las mañanas, al asomarme al balcón, veo el pueblo con sus tejados rojos, negruzcos, sus chimeneas cuadradas y el humo que sale por ellas en hebras muy tenues en el cielo gris del otoño. Después de las lluvias abundantes, las casas están desteñidas, las calles limpias; la carretera descarnada, con las piedras al descubierto. El azul del cielo parece lavado cuando sale entre nubes: es más diáfano, más puro.
Pío Baroja (Las Inquietudes De Shanti Andia)
El que no ha visto como yo en un anochecer lluvioso de invierno una de esas ciudades perdidas de la llanura, cuando las primeras luces vacilantes comienzan a encenderse, y todo lo visible se iguala enterrado bajo la doble capa de la noche y de la intemperie, quizás cree haberla experimentado alguna vez, pero no conoce de verdad la tristeza
Juan José Saer (Las nubes)
No decía palabras, acercaba tan sólo un cuerpo interrogante porque ignoraba que el deseo es una pregunta cuya respuesta no existe, una hoja cuya rama no existe, un mundo cuyo cielo no existe. La angustia se abre paso entre los huesos, remonta por las venas hasta abrirse en la piel, surtidores de sueño hechos carne en interrogación vuelta a las nubes. Un roce al paso, una mirada fugaz entre las sombras, bastan para que el cuerpo se abra en dos, ávido de recibir en sí mismo otro cuerpo que sueñe; mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne, iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo. Aunque sólo sea una esperanza, porque el deseo es una pregunta cuya respuesta nadie sabe.
Luis Cernuda
Yo creía que el alma me había sido dada para gozar de las bellezas del mundo, la luz de la luna sobre la anaranjada cresta de una nube, y la gota de rocío temblando encima de una rosa. Mas, cuando fui pequeño creí siempre que la vida reservaba para mí un acontecimiento sublime y hermoso. Pero a medida que examinaba la vida de los otros hombres, descubrí que vivían aburridos, como si habitaran en un país siempre lluvioso, donde los rayos de la lluvia les dejaran en el fondo de las pupilas tabiques de agua que les deformaban la visión de las cosas. Y comprendí que las almas se movían como los peces prisioneros en un acuario. Al otro lado de los verdinosos muros de vidrio estaba la hermosa vida cantante y altísima, donde todo sería distinto, fuerte y múltiple, y donde los seres nuevos de una creación más perfecta, con sus bellos cuerpos saltarían en una atmósfera elástica- Es inútil, tengo que escaparme de la tierra.
Roberto Arlt (Los siete locos (Los siete locos, #1))
Mijail me agarra del pelo, y es tal el dolor que me saltan las lágrimas. Me arrastra por el pasillo mientras yo trato en vano de aferrarme a algo, lo que sea. Llegamos a una puerta la abre, y justo antes de empujarme dentro, reparo en el letrero: es el baño turco. Tropiezo por entre la oscuridad y el calor, y caigo de rodillas y manos contra un suelo de baldosas blancas y verdes. El vapor del baño todavía empaña el aire, y siento como si me hubieran arrojado a una nube de niebla. No puedo ver, no puedo respirar. La luz principal proviene del pasillo, y el cuerpo de Mijail se recorta contra ella cuando entra y cierra la puerta tras sí. Espero que me pegue, o me viole, o me mate. No espero el lobo.
Claudia Gray (Fateful)
Pienso cuando maduraban los limones. En el viento de febrero que rompía los tallos de los helechos, antes que el abandono los secara; los limones maduros que llenaban con su olor el viejo patio. El viento bajaba de las montañas en las mañanas de febrero. Y las nubes se quedaban allá arriba en espera de que el tiempo bueno las hiciera bajar al valle; mientras tanto dejaban vacío el cielo azul, dejaban que la luz cayera en el juego del viento haciendo círculos sobre la tierra, removiendo el polvo y batiendo las ramas de los naranjos. Y los gorriones reían; picoteaban las hojas que el aire hacía caer, y reían; dejaban sus plumas entre las espinas de las ramas y perseguían a las mariposas y reían. Era esa época. En febrero, cuando las mañanas estaban llenas de viento, de gorriones y de luz azul. Me acuerdo. Mi madre murió entonces. Que yo debía haber gritado: que mis manos tenían que haberse hecho pedazos estrujando su desesperación. Así hubieras tú querido que fuera. ¿Pero acaso no era alegre aquella mañana? Por la puerta abierta entraba el aire, quebrando las guías de la yedra. En mis piernas comenzaba a crecer el vello entre las venas, y mis manos temblaban tibias al tocar mis senos. Los gorriones jugaban. En las lomas se mecían las espigas. Me dio lástima que ella ya no volviera a ver el juego del viento en los jazmines; que cerrara sus ojos a la luz de los días. ¿Pero por qué iba a llorar?
Juan Rulfo (Pedro Páramo)
Al mismo tiempo la atormentaban sus propios pensamientos, que se transforman constantemente en desagradables fantasías sobre lo que iba a ser de ella. Odiaba esa forzada indefensión. Por mucho que intentara concentrarse en otra cosa para pasar el tiempo y olvidarse de su situación, la angustia siempre acababa por aflorar. Flotaba en el aire como una nube de gas que amenazaba con penetrar en sus poros y envenenar su existencia. Había descubierto que la mejor manera de mantener alejada esa angustia era imaginándose algo que le transmitiera una sensación de fuerza.
Stieg Larsson (The Girl Who Played with Fire (Millennium, #2))
Pero ¿qué voy a decir yo de la Poesía? ¿Qué voy a decir de esas nubes, de ese cielo? Mirar, mirar, mirarlas, mirarle, y nada más. Comprenderás que un poeta no puede decir nada de la Poesía. Eso déjaselo a los críticos y profesores. Pero ni tú ni yo ni ningún poeta sabemos lo que es la Poesía.
Federico García Lorca (Obras de Federico García Lorca: Biblioteca de Grandes Escritores (Spanish Edition))
Allí, como las olas en las Hébridas, la maleza se agita continuamente. Pero ningún viento surca el cielo. Y los altos árboles primitivos oscilan eternamente de un lado a otro con un potente resonar. Y de sus altas copas se filtran, gota a gota, rocíos eternos. Y en sus raíces se retuercen, en un inquieto sueño, extrañas flores venenosas. Y en lo alto, con un agudo sonido susurrante, las nubes grises corren por siempre hacia el oeste, hasta rodar en cataratas sobre las ígneas paredes del horizonte. Pero ningún viento surca el cielo. Y en las orillas del río Zaire no hay ni calma ni silencio.
Edgar Allan Poe (Silence: A Fable)
Y sentí intensamente el paso del tiempo. No el tiempo de las nubes y del sol y de la lluvia ni del paso de las estrellas adorno de la noche, no el tiempo de las primaveras dentro del tiempo de las primaveras, no el tiempo de los otoños dentro del tiempo de los otoños, no el que pone las hojas a las ramas o el que las arranca, no el que riza y desriza y colora a las flores, sino el tiempo dentro de mí, el tiempo que no se ve y nos va amasando. El que rueda y rueda dentro del corazón y le hace rodar con él y nos va cambiando por dentro y por fuera y poco a poco nos va haciendo tal como seremos el último día.
Mercè Rodoreda (The Time of the Doves)
Así como localizamos en el cuerpo de una persona todas las posibilidades de su vida, el recuerdo de los seres que conoce y a quienes acaba de dejar, o a los que va a unirse, así yo, si al enterarme por Francisca de que la señora de Guermantes iría a pie a almorzar a casa de la princesa de Parma, la veía, a eso de mediodía, bajar de su casa con su traje de raso claro, sobre el cual su rostro era del mismo matiz, como una nube a la puesta del sol, lo que ante mí veía eran todos los placeres del barrio de Saint-Germain contenidos en aquel pequeño volumen como en una concha, entre aquellas bruñidas valvas de sonrosado nácar.
Marcel Proust (À la recherche du temps perdu, Tome III)
Sono una nube congelata attorno a un oggetto centrale, in forma di pera, duro e reale più di me stessa e che riluce di rosso entro il suo diafano involucro. Dentro c'è uno spazio, vasto quanto il cielo di notte e altrettanto buio e ricurvo, sebbene rosso-nero più che nero. Puntini di luce si espandono, scintillano, scoppiano e avvizziscono all'interno, innumeri come stelle. Ogni mese c'è una luna gigantesca, rotonda, pesante, un presagio. Transita, sosta, prosegue, scompare alla vista, e vedo lo scoramento di venirmi incontro come una carestia. Sentirsi così vuota, daccapo, daccapo. Ascolto il mio cuore, onda su onda, onde salate e rosse, che segnano il tempo.
Margaret Atwood (The Handmaid’s Tale (The Handmaid's Tale, #1))
Compañera, cuando amábamos (for Juanita Ramos and other spik dykes) ¿Volverán, campañera, esas tardes sordas Cuando nos amábamos tiradas en las sombras bajo otoño? Mis ojos clavados en tu mirada Tu mirada que siempre retiraba al mundo Esas tardes cuando nos acostábamos en las nubes Mano en mano nos paseábamos por las calles Entre niños jugando handball Vendedores y sus sabores de carne chamuzcada. La gente mirando nuestras manos Nos pescaban los ojos y se sonreían cómplices en este asunto del aire suave. En un café u otro nos sentábamos bien cerquita. Nos gustaba todo: las bodegas tiznadas La música de Silvio, el ruido de los trenes Y habichuelas. Compañera, ¿Volverán esas tardes sordas cuando nos amábamos? ¿Te acuerdas cuando te decía ¡tócame!? ¿Cuándo ilesa carne buscaba carne y dientes labios En los laberintos de tus bocas? Esas tardes, islas no descubiertas Cuando caminábamos hasta la orilla. Mis dedos lentos andaban las lomas de tus pechos, Recorriendo la llanura de tu espalda Tus moras hinchándose en mi boca La cueva mojada y racima. Tu corazón en mi lengua hasta en mis sueños. Dos pescadoras nadando en los mares Buscando esa perla. ¿No te acuerdas como nos amábamos, compañera? ¿Volverán esas tardes cuando vacilábamos Pasos largos, manos entrelazadas en la playa? Las gaviotas y las brizas Dos manfloras vagas en una isla de mutua melodía. Tus tiernas palmas y los planetas que se caián. Esas tardes tiñadas de mojo Cuando nos entregábamos a las olas Cuando nos tirábamos En el zacate del parque Dos cuerpos de mujer bajo los árboles Mirando los barcos cruzando el río Tus pestañas barriendo mi cara Dormitando, oliendo tu piel de amapola. Dos extranjeras al borde del abismo Yo caía descabellada encima de tu cuerpo Sobre las lunas llenas de tus pechos Esas tardes cuando se mecía el mundo con mi resuello Dos mujeres que hacían una sola sombra bailarina Esas tardes andábamos hasta que las lámparas Se prendían en las avenidas. ¿Volverán, Compañera, esas tardes  cuando nos amábanos?
Gloria E. Anzaldúa (Borderlands/La Frontera: The New Mestiza)
—¿Ha sabido alguna vez que iba a llover sin ni siquiera ver las nubes, señorita Hopper? Sientes algo, no sabes bien el qué, algo que te dice que aunque esté el sol brillando va a llover… y al final llueve. O mejor, imagine un camino largo, muy largo, y una persona al final del mismo. Esa persona camina hacia usted. No puede ver nada de ella, ni su cara ni su ropa. Pero llega un instante en que, aún sin poder ver sus rasgos, ni siquiera su manera de andar, algo hace clic en su cabeza y la reconoce. Es un familiar. Es un amigo. Es un desconocido. Pues así veo yo a la muerte. Pero con la particularidad de que ella ya no está al final del camino, sino muy cerca. Puedo verla con todo detalle. Y solo quedan unos pocos pasos para que me alcance…
Eugenio Prados (El largo funeral del señor White)
Men are destroyed, and destroy each other, over basic things – money or hatred. On the other hand a really complicated riddle never pushed anyone to violence; either you found the answer or gave up looking. Clouds were riddles too, but dangerously simple ones. If you zoomed in on one part of a cloud and took a photograph, then enlarged the image, you would find that a cloud’s edges seemed like another cloud, and those edges yet another, and so on. Every part of a cloud, in other words, reiterates the whole. Therefore each cloud might be called infinite, because its very surface is composed of other clouds, and those clouds of still other clouds, and so forth. Some learn to lean over the abyss of these brainteasers; others lose their balance and tumble into its eternal blackness.
Stéphane Audeguy (La teoría de las nubes)
salvajes miraron a su alrededor aterrorizadas. Primero la luz del cielo no parecía mayor que la luna, luego pareció más grande, infinitamente más grande, y todo el claro tembló y se estremeció y todas las criaturas contuvieron la respiración y las luciérnagas brillaron más de lo que habían brillado en toda su vida, convencidas de que esto, finalmente, era el amor, aunque no les sirvió de nada… Y entonces… Se oyó un ruido estruendoso, tan seco como un disparo, y la luz que había llenado el claro desapareció. O casi. Había un débil resplandor dentro de un arbusto, como si una pequeña nube de estrellas brillara allí. Y se oyó una voz, una voz aguda, clara y femenina, que dijo «Ay», y después, muy bajito, dijo «Joder», y después «Ay», una vez más. Y ya no dijo nada más, y se produjo el silencio en el claro. Capítulo 4
Neil Gaiman (Stardust)
Amantes asesinados por una perdiz —Fue muy sencillo. Se amaban por encima de todos los museos. Mano derecha, con mano izquierda. Mano izquierda, con mano derecha. Pie derecho con pie derecho. Pie izquierdo con nube. Cabello con planta de pie. Planta de pie con mejilla izquierda. ¡Oh mejilla izquierda! ¡Oh, noroeste de barquitos y hormigas de mercurio! Dame el pañuelo, Genoveva; voy a llorar. Voy a llorar hasta que de mis ojos salga una muchedumbre de siemprevivas. Se acostaban. No había otro espectáculo más tierno. ¿Me ha oído usted? ¡Se acostaban! Muslo izquierdo con antebrazo izquierdo. Ojos cerrados con uñas abiertas. Cintura con nuca y con playa. Y las cuatro orejitas eran cuatro ángeles en la choza de la nieve. Se querían. Se amaban. A pesar de la ley de la gravedad. La diferencia que existe entre una espina de rosa y una Start es sencillísima. Cuando descubrieron esto, se fueron al campo. Se amaban. ¡Dios mío! Se amaban ante los ojos de los químicos. Espalda con tierra, tierra con anís. Luna con hombro dormido y las cinturas se entrecruzaban una y otra con un rumor de vidrios. Yo ví temblar sus mejillas cuando los profesores de la Universidad le traían miel y vinagre en una esponja diminuta. Muchas veces tenían que apartar a los perros que gemían por las yedras blanquísimas del lecho. Pero ellos se amaban.
Federico García Lorca (Poeta en Nueva York)
Me pregunto en qué momento un niño se convierte en un adulto. ¿Pasa de repente o es más bien poco a poco, como por etapas? ¿Hay una edad, una semana, un momento, en el que se revelan todos los secretos del universo y la madurez desciende del cielo en una nube, cambiando el cerebro para siempre? ¿Se escabullirá un día la niña que hay en mí para no volver jamás? No me puedo imaginar viviendo una vida real, o que alguna vez seré adulta. Me parece una transformación tan increíble... Puede que algún día sea la pareja de alguien o la madre de alguien o el patólogo forense de alguien. Puede que algún día beba demasiado o tenga un hijo del que no le hable a nadie. Puede que algún día huya de todo y tenga mis razones. Ese yo es imposible de imaginar por mi yo actual. No me puedo imaginar mayor. No me puedo imaginar diferente de la persona que soy ahora. No me puedo imaginar vieja ni casada ni muerta.
Meg Rosoff (Picture Me Gone)
Esterina, i vent’anni ti minacciano, grigiorosea nube che a poco a poco in sé ti chiude. Ciò intendi e non paventi. Sommersa ti vedremo nella fumea che il vento lacera o addensa, violento. Poi dal fiotto di cenere uscirai adusta più che mai, proteso a un’avventura più lontana l’intento viso che assembra l’arciera Diana. Salgono i venti autunni, t’avviluppano andate primavere; ecco per te rintocca un presagio nell’elisie sfere. Un suono non ti renda qual d’incrinata brocca percossa!; io prego sia per te concerto ineffabile di sonagliere. La dubbia dimane non t’impaura. Leggiadra ti distendi sullo scoglio lucente di sale e al sole bruci le membra. Ricordi la lucertola ferma sul masso brullo; te insidia giovinezza, quella il lacciòlo d’erba del fanciullo. L’acqua’ è la forza che ti tempra, nell’acqua ti ritrovi e ti rinnovi: noi ti pensiamo come un’alga, un ciottolo come un’equorea creatura che la salsedine non intacca ma torna al lito più pura. Hai ben ragione tu! Non turbare di ubbie il sorridente presente. La tua gaiezza impegna già il futuro ed un crollar di spalle dirocca i fortilizî del tuo domani oscuro. T’alzi e t’avanzi sul ponticello esiguo, sopra il gorgo che stride: il tuo profilo s’incide contro uno sfondo di perla. Esiti a sommo del tremulo asse, poi ridi, e come spiccata da un vento t’abbatti fra le braccia del tuo divino amico che t’afferra. Ti guardiamo noi, della razza di chi rimane a terra
Eugenio Montale (Tutte le poesie)
Holanda es un sueño, caballero, un sueño de oro y de humo, más humeante durante el día, y más dorado de noche; y noche y día su sueño está poblado por figuras de Lohengrin como éstos que se deslizan ensoñadoramente en sus negras bicicletas de altos manubrios, cisnes fúnebres que giran sin cesar por todo el país, por todos los mares, a lo largo de los canales. Sueñan con la cabeza en las nubes cobrizas, giran en círculo, rezan, sonámbulos, en el incienso dorado de la bruma, y ya no están aquí. Se han ido miles de kilómetros más allá, hacia Java, la isla lejana. Rezan a esas deidades gesticulantes de Indonesia que adornan todos sus escaparates, y que rondan en este momento por encima de nosotros, antes de agarrarse, como simios suntuosos, a los letreros y a los tejados en forma de escalera para recordar a estos colonos nostálgicos que Holanda no es solamente la Europa de los comerciantes, sino también el mar, el mar que lleva a Cipango y a esas islas donde los hombres mueren locos y felices.
Albert Camus (The Fall)
En esos momentos desearía creer que existe algún tipo de vida después de la muerte, y que en otro universo, tal vez en un pequeño planeta rojo donde no tenemos piernas sino colas, donde chapoteamos por la atmósfera como focas y el aire, compuesto de trillones de moléculas de proteínas y azúcar, es nuestro alimento, y todo lo que hay que hacer para seguir vivo y sano es abrir la boca e inhalar, tal vez estáis los dos juntos. O tal vez él está aún más cerca y es ese gato gris que se sienta en el alféizar de la ventana de nuestros vecinos y ronronea cuando alargo la mano para tocarlo; tal vez es el cachorro que tira de la correa de otro de mis vecinos, o el niño de dos años que vi correr por la plaza hace un par de meses gritando regocijado mientras sus padres resoplaban detrás de él, o esa flor que se ha abierto de pronto en el rododendro que había dado por muerto; tal vez es esa nube, esa ola, esa lluvia, esa niebla. De modo que intento ser amable con todo lo que veo y en todo lo que veo lo veo a él.
Hanya Yanagihara (Tan poca vida)
Creo que la verdad está bien en las matemáticas, en la química, en la filosofía. No en la vida. En la vida es más importante la ilusión, la imaginación, el deseo, la esperanza. Además, ¿sabemos acaso lo que es la verdad? Si yo lo digo que aquel trozo de ventana azul, digo una verdad. Pero es una verdad parcial, y por lo tanto una especie de mentira. Porque el trozo de ventana no está solo, está en una casa, en una cuidad, en un paisaje. Está rodeado del gris de ese muro de cemento, del azul claro del cielo, de aquellas nubes alargadas, de infinitas cosas más. Y si no digo todo absolutamente todo, estoy mintiendo. Pero decir todo es imposible, aun en este caso de la ventana, de un siempre trozo de la realidad física. La realidad es infinita y además infinitamente matizada, y si me olvido de un solo matiz, ya estoy mintiendo. Ahora imagínese lo que es la realidad de los seres humanos con sus complicaciones y recovecos, contradicciones y además cambiantes. Porque cambia a cada instante que pasa, y lo que éramos hace un momento no lo somos más. ¿Somos, acaso, siempre la misma persona? ¿Tenemos acaso siempre los mismos sentimientos? Se puede querer a alguien y de pronto desestimarlo y hasta detestarlo. Y si cuando lo desestimamos cometemos el error de decírselo, eso es una verdad, pero una verdad momentánea, que no será más verdad dentro de una hora o al otro día, o en otras circunstancias. Y en cambio el ser a quien se la decimos creerá que ésa es la verdad, la verdad para siempre y desde siempre. Y se hundirá en la desesperación.
Ernesto Sabato (Sobre héroes y tumbas)
A VECES LA MAÑANA AYUDA Hace tiempo que ando escribiendo una crónica que llevaría el título "No siempre la mañana ayuda". Y hasta tenía el comienzo apuntado en un papel por ahí, a toda prisa, sobre la mesa del despacho. Empieza así: "Al salir de la casa y tropezar con el rostro del sol(antiguamente lo representábamos así, con una amplia sonrisa y los ojos alegres, con una cabellera de rayos resplandecientes), deberíamos caer de rodillas, ofrecer cualquier cosa al culto pagano de la luz y sentir después el mundo conquistado. Pero todos tenemos otra cosa que hacer". Y saldría uno por ahí fuera a ahuyentar la melancolía, a justificar el título, en definitiva. Algo me ha impedido continuar. Y sé que hoy no voy a concluir una prosa que me enfrentaría al lector. Y es que, sin esperarlo, se despertó en mi memoria un caso acontecido entre dos hombres, un caso que viene a demostrar que, a veces, la mañana ayuda, sí señor. Vamos, pues, con la historia. Imagine el lector un vagón de tren. Lleno. El día no es ni feo ni bonito: tiene algo de sol, unas nubes que lo cubren, y hay una brisa cortante allá afuera. Los viajeros van callados, hacen todos unos gestos involuntarios al albur del traqueteo. Unos leen periódicos, otros se ausentan hacia un país silencioso y sólo habitado por pensamientos ocultos e indefinidos. Hay una gran indiferencia en la atmósfera, y el sol, al descubrirse, ilumina un escenario de rostros apagados. Entonces, el hombre más(pero muy lejos deser un adolescente), que está sentado junto a la ventanilla, empieza a tararear en sordina una vaga canción. Quizá no tenga motivos especiales de contento, pero, en aquella hora, la necesidad de cantar es irresistible. Todo cuanto acude a su memoria sirve. Y va tan absorto en su pura y gratuita alegría que ni siquiera repara en que el vecino de asiento se muestra ofendido y esboza esos movimientos elocuentes que sustituyen a las palabras cuando no hay valor para pronunciarlas. Frente al hombre que canta, hay un viejo. Éste desde que salió anda rumiando problemas que lo atormentan. Es muy viejo, y está enfermo. Ha dormido mal. Sabe que va a tener un día difícil. Y detrás de él una voz deshilacha canciones, badabádabá, notas de música, de un modo impreciso pero obstinadamente vivo y afirmativo. El sol sique jugando al escondite. Y el mar, que súbitamente aparece se puebla de islas de sombra entre grandes lagos de plata fundida. A lo lejos, la ciudad se diluye en humo y niebla seca. Silenciosa, a aquella distancia, tiene un aire de fatalidad y resignación, como un cuerpo que ha renunciado a vivir y se extingue lentamente. Es grande el peligro de que la melancolía triunfe definitivamente. Pero el hombre insiste. Ya no es posible identificar al que canta. Ahora sale de su boca un flujo de armonía, un lenguaje que ha desistido de la articulación coherente para penetrarse mejor de la sustancia de la música. Esto acabrá sin duda con un grito irreprimible de alegría, con indignación y escandalo de los viajeros. Ocurrió, sin embargo, que la ciudad llegó de repente. Se abrieron las puertas, la gente se precipitó, empujándose, olvidándose unos de otros. El hombre se levanta, murmurando aún algo. Sigue a lo largo del andén, va a lo suyo, con su música. Y, de pronto, alguien lo coge del brazo. El viejo está a su lado, se juraría que tiene los ojos húmedos, y dice: "Gracias. Yo venía preocupado y triste. Cuando lo oí cantar sentí una gran paz, y durante todo el camino vine pidiéndole a Dios que siguiera usted cantando. Muchas gracias". El hombre de las canciones sonrió, primero con embarazo, luego como si fuera el amo del mundo. Se separaron. Y fue cada uno a su trabajo, con la música que era de los dos.
José Saramago (Las maletas del viajero)