Mujer Trabajadora Quotes

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... y Norma cerraba los ojos de pura vergüenza, para no ver la mancha oscura que de pronto aparecía sobre su bata y empapaba la sábana de la cama; para no ver las narices fruncidas por el asco de las mujeres de las camas aledañas, ni las miradas acusadoras de las enfermeras, cuando al fin se dignaban a cambiarla, sin desamarrarla ni un solo instante de la cama porque esas habían sido las instrucciones de la trabajadora social: tenerla prisionera hasta que la policía llegara, o hasta que Norma confesara y dijera lo que había hecho, porque ni siquiera bajo la anestesia que le inyectaron antes de que el doctor le metiera fierros logró la trabajadora social sacarle algo a Norma, ni siquiera cómo se llamaba, ni que edad verdaderamente tenía, ni qué era lo que se había tomado, ni quién era la persona que se lo había dado, o dónde era que lo había botado, mucho menos por qué lo había hecho, y dónde vivía, para que la policía fuera a arrestarlo, porque el muy desgraciado se había largado después de dejarla abandonada en el hospital. ¿No le daba coraje? ¿No quería que él también pagara?
Fernanda Melchor (Temporada de huracanes)
Treinta años más tarde, se veía obligado una vez más a llegar a la misma conclusión: no cabía duda de que las mujeres eran mejores que los hombres. Eran más dulces, más amables, más cariñosas, más compasiva; menos inclinadas a la violencia, al egoísmo, a la autoafirmación, a la crueldad. Además eran más razonables, más inteligentes y más trabajadoras. En el fondo, se preguntaba Michel observando los movimientos del sol sobre las cortinas ¿para qué servían los hombres? Puede que en épocas anteriores, cuando había muchos osos, la virilidad desempeñara un papel específico e insustituible; pero hacía siglos que los hombres, evidentemente, ya no servían para casi nada".
Michel Houellebecq
Las cartas estaba en contra de Polly, de Annie, de Elizabeth, de Kate de y Mary Jane desde el día que nacieron. Empezaron sus vidas de manera deficitaria. No solo la mayoría había nacido en familias de clase trabajadora, sino que habían nacido mujeres".
Hallie Rubenhold (The Five: The Untold Lives of the Women Killed by Jack the Ripper)
Es necesario despenalizar el aborto, es decir, que no se castigue. Eso es diferente a legalizarlo, porque las leyes las impone el patriarcado y al legalizarlo el poder queda en manos de jueces, policías, políticos y otras estructuras masculinas. Como un paréntesis, puedo agregar que por la misma razón las trabajadoras sexuales no desean la legalización de la prostitución, sino la despenalización.
Isabel Allende (Mujeres del alma mía: Sobre el amor impaciente, la vida larga y las brujas buenas (Spanish Edition))
Mientras se aleja del establecimiento, Sarah piensa en la mujer de la otra punta del mundo, India, que dio sus cabellos, en las trabajadoras sicilianas que los seleccionaron y trataron pacientemente. En la que los unió. Y se dice que el universo trabaja al unísono por su curación. Piensa en la frase del Talmud: «Quien salva una vida salva el mundo entero.» Hoy el mundo entero la salva a ella, y le gustaría darle las gracias.
Laetitia Colombani (La tresse)
Qué os voy a contar yo de las madres, si todos tenéis una que, aunque os ama infinitamente, a veces se equivoca. La mía, de eterna clase baja y trabajadora como una mula, se había encargado de transmitirme que una buena mujer es la que rinde igual de bien aunque esté menstruando. Este pensamiento sencillo pero demoledor proviene de un facilísimo paradigma cultural: un pobre no puede permitirse dejar de trabajar o trabajar menos ni un solo día de su vida. Una pobre, menos.
Bibiana Collado Cabrera (Yeguas exhaustas)
El cursillo aconsejaba a la mujer trabajadora que quisiera mantener la compostura repetir dos veces al día las siguientes frases: La compostura es el equilibrio perfecto, una ecuanimidad del cuerpo y la mente, una serenidad perfecta en cualquier entorno social. Vestimenta elegante, limpieza inmaculada y modales perfectos contribuyen a lograr la seguridad en una misma.
Muriel Spark
Pero el otro consejo que me gustaría darte, ahora que soy mayor, es este: si puedes, no dejes tu trabajo. No dependas económicamente de tu pareja.
Caitlin Moran (More Than a Woman)
No era más que una mujer de clase trabajadora con un vestido bonito. Hasta que creyó en sí misma. Entonces no importó el vestido que llevaba puesto".
Tara Westover (Educated)
su clase se llamaba proletariado pero le aumentó a decir clase media de cariño
Yolanda Segura (serie de circunstancias posibles en torno a una mujer mexicana de clase trabajadora)
la clase es un mecanismo de control ideológico que consiste en decirle privilegiados a los trabajadores menos oprimidos y decirles que si se quejan van a perder sus privilegios que son en realidad una opresión menor y una clasificación que les dice que no son pobres porque si lo resultará que no tendrán lo que tienen: tendrán hambre
Yolanda Segura (serie de circunstancias posibles en torno a una mujer mexicana de clase trabajadora)
la clase es un mecanismo de control ideológico que consiste en decirle privilegiados a los trabajadores menos oprimidos y decirles que si se quejan van a perder sus privilegios que son en realidad una opresión menor y una clasificación que les dice que no son pobres porque si lo resultará que no tendrán lo que tienen: tendrían hambre
Yolanda Segura (serie de circunstancias posibles en torno a una mujer mexicana de clase trabajadora)
Es esta la cuestión que, hoy en día, se le plantea de nuevo a la juventud trabajadora de la Rusia soviética. Un rápido vistazo sobre la evolución del ideal de las relaciones amorosas y conyugales te ayudará, mi joven camarada, a comprender que el amor no es en absoluto un "asunto particular", como podríamos creerlo a primera vista. El amor es un precioso factor psicosocial por el que la humanidad se ha guiado insintivamente, en interés de la colectividad, a lo largo de su historia. Corresponde a la humanidad trabajadora, armada del método científico del marxismo y receptora de la experiencia del pasado, comprender esto: ¿qué lugar debe reservar la nueva humanidad al amor en las relaciones sociales? ¿Cuál debe ser, por consiguiente el ideal amoroso que responda a los intereses de la clase que lucha por dominar tales relaciones sociales?
Alexandra Kollontai (Autobiografía de una mujer sexualmente emancipada)
Treinta años más tarde, se veía obligado una vez más a llegar a la misma conclusión: no cabía duda de que las mujeres eran mejores que los hombres. Eran más dulces, más amables, más cariñosas, más compasivas; menos inclinadas a la violencia, al egoísmo, a la autoafirmación, a la crueldad. Además eran más razonables, más inteligentes y más trabajadoras. En el fondo, se preguntaba Michel observando los movimientos del sol sobre las cortinas, ¿para qué servían los hombres? Puede que en épocas anteriores, cuando había muchos osos, la virilidad desempeñada un papel específico e insustituible; pero hacía siglos a los hombres, evidentemente, ya no servían para casi nada. A veces mataban el aburrimiento jugando partidos de tenis, cosa que era un mal menor; pero a veces les parecía útil “hacer avanzar la historia”, es decir, provocar revoluciones y guerras, esencialmente. Además del absurdo sufrimiento que causaban, las revoluciones y las guerras destruían lo mejor del pasado, obligando siempre a hacer tabla rasa para volver a edificar. Si no se inscribía en el curso regular de un avance progresivo, la evolución humana cobraba un cariz caótico, desestructurado, irregular y violento. Los hombres, con su amor por el riesgo y el juego, su grotesca vanidad, su irresponsabilidad, su violencia innata, eran directamente responsables de todo eso. Desde todos los puntos de vista, un mundo compuesto sólo de mujeres sería infinitamente superior; evolucionaría más despacio pero con regularidad, sin retrocesos ni nefastas reincriminaciones, hacia un estado de felicidad común
Michel Houellebecq (The Elementary Particles)
Entidades, asociaciones y ONG's que consideran el ejercicio como una vejación de los derechos fundamentales y contra la moral de la mujer, no lo ven igual en relación a los hombres o a otras identidades. Estas entidades están enfocadas al ámbito femenino, creando situaciones de victimismo en este sector, construyendo necesidades y situaciones de inserción social escudadas en fomentar el nivel de formación de las trabajadoras en otros ámbitos laborales. Es interesante el hecho de que no se las forme para el acceso a la universidad o a ciclos de formación superior de adultos, ni para puestos que no sean del sector servicios. Además, la mayoría de las opciones de recolocación laboral para las mujeres que ejercen el trabajo sexual que ofrecen estas entidades están centradas en sectores laborales de baja remuneración económica. La realidad sociolaboral, en la que cada vez hay sueldos más bajos y menor seguridad laboral, hace que el número de mujeres que se queden en esos puestos de trabajo sean muy pocas y la mayoría vuelva a su oficio anterior. De manera que el problema que se ha creado nunca se soluciona y se retroalimenta.
Verónika Arauzo (Transfeminismos: Epistemes, fricciones y flujos)
Matilde había sido siempre fea, trabajadora, decían que inteligente. Su familia era muy humilde. A costa de becas y de esfuerzos le habían pagado una carrera universitaria. Pero ella tenía un tipo refinado, de intelectual nata; un desparpajo natural, una autoridad que encubría cierta timidez muy oculta. A los veintisiete años Matilde no había tenido un solo pretendiente a sus encantos. Muy allá dentro sabía ella que esto no le hubiera importado lo más mínimo si no existiera esa manía, inculcada desde la cuna en las mujeres, de que han nacido para gustar a los hombres, y que si no su vida puede considerarse un puro fracaso. Matilde no podía decir la verdad; no podía decir: ‘No me interesan lo más mínimo los asuntos amorosos…’ Esta verdad encontraba siempre una sonrisa compasiva. Y esta sonrisa compasiva fue la que la hizo sentirse preocupada y amargada por tal asunto. Compuso unas poesías muy oscuras, muy intelectualizadas, sobre el ansia del amor carnal -ansia que jamás había sentido-, ya que el espiritual le parecía un poco ridículo como tema. Entre su grupo de amigos aquellas poesías tuvieron franco éxito. Ahora sabía ella que aquellos versos no valían nada; que ella no era artista, sino organizadora, constructora. Hasta se avergonzaba al pensar en ello.
Carmen Laforet (La isla y los demonios)