“
Sin pensar en lo que hacía, Artyom se quitó la mochila y la dejó sobre el suelo. Hay cosas que uno no quiere hacer, que ha jurado no hacer jamás, que uno se prohíbe a sí mismo, pero que, de todos modos, acaban por hacerse. Llega el momento en el que es imposible reflexionar, en el que los centros del pensamiento no reaccionan, y lo único que queda por hacer es observarse a uno mismo, atónito, porque se está haciendo algo de lo que uno mismo no tiene ninguna culpa, porque son cosas que ocurren por sí mismas.
”
”