Luz Y Sombra Quotes

We've searched our database for all the quotes and captions related to Luz Y Sombra. Here they are! All 100 of them:

No te amo como si fueras rosa de sal, topacio o flecha de claveles que propagan el fuego: te amo como se aman ciertas cosas oscuras, secretamente, entre la sombra y el alma. Te amo como la planta que no florece y lleva dentro de sí, escondida, la luz de aquellas flores, y gracias a tu amor vive oscuro en mi cuerpo el apretado aroma que ascendió de la tierra. Te amo sin saber cómo, ni cuándo, ni de dónde, te amo directamente sin problemas ni orgullo: así te amo porque no sé amar de otra manera, sino así de este modo en que no soy ni eres, tan cerca que tu mano sobre mi pecha es mía, tan cerca que cierran tus ojos con mi sueño.
Pablo Neruda (100 Love Sonnets)
Mañana, y mañana, y mañana se arrastra con paso mezquino día tras día hasta la sílaba final del tiempo escrito, y la luz de todo nuestro ayer guió a los bobos hacia el polvo de la muerte. ¡Apágate, apágate breve llama! La vida es una sombra que camina, un pobre actor que en escena se arrebata y contonea y nunca más se le oye. Es un cuento que cuenta un idiota, lleno de ruido y de furia, que no significa nada.
William Shakespeare (Macbeth)
Si me quieres, quiéreme entera, no por zonas de luz y sombra… Si me quieres, quiéreme negra y blanca. Y gris, y verde y rubia, y morena… Quiéreme día, quiéreme noche… ¡Y madrugada en la ventana abierta!… Si me quieres, no me recortes: ¡Quiéreme toda… O no me quieras!
Dulce María Loynaz
La luz es mala, no al contrario, y por eso deberíamos aprender a mantenerla apagada. La luz descubre cosas que la oscuridad esconde, como la sangre y los sentimientos; en cambio, las sombras son sabias, y si hay algo guardado en ellas probablemente es porque tiene que estar ahí.
Clara Cortés (Al final de la calle 118)
Los grandes hombres, sólo con existir, emiten una luz que ilumina a quienes están a su alrededor, y cuando esta luz se apaga proyecta una sombra pesada, irremediablemente.
Banana Yoshimoto (Kitchen)
Mantén tu rostro siempre hacia la luz del sol, y las sombras caerán detrás de ti.
Walt Whitman
Dios me creó para que yo lo imitara de noche. Él es el Sol, yo soy la Luna. Mi luz flota sobre todo lo que es fútil o ha terminado, fuego fatuo, márgenes de río, pantanos y sombras.
Fernando Pessoa (La hora del Diablo)
‎Entre las historias de dolor y de ruina que nos llegaron de la oscuridad de aquel entonces, hay sin embargo algunas en las que en medio del llanto resplandece la alegría, y a la sombra de la muerte hay una luz que resiste…
J.R.R. Tolkien (The Silmarillion)
Las lágrimas, mientras caían, se bañaban en la luz de la luna y brillaban hermosas como un cristal. Y he visto que mi sombra también derramaba lágrimas. Incluso se veía, nítida, la sombra de las lágrimas. Señor “pájaro-que-da-cuerda”. ¿has visto alguna vez la sombra de una lágrima? La sombra de las lágrimas no es una sombra cualquiera. Es muy distinta. Viene de un mundo lejano especialmente para nuestros corazones. O tal vez no. Quizá las lágrimas que derrama la sombra son las auténticas y las que derramo yo son sólo la sombra. Lo he pensado entonces.
Haruki Murakami (The Wind-Up Bird Chronicle)
Pude ver un atisbo de cómo ha sido tu vida… y… —Bajo la mirada a mis enredados dedos, lágrimas todavía corriendo por mis mejillas—. Esto es sobre mí no siendo lo suficientemente buena para ti. Fue una comprensión de tu vida, y estoy tan asustada de que te aburrirás de mí, y luego te irás… y terminaré como Leila… una sombra. Porque te amo, Christian, y si me dejas, va a ser como un mundo sin luz. Estaré en la oscuridad. No quiero huir. Solo estoy tan asustada de que me dejes
E.L. James (Fifty Shades Darker (Fifty Shades, #2))
Llevé la luz a su oscuridad, y seguiré siendo esa luz para que nunca se pierda en las sombras de su pasado
Colleen Hoover (Verity)
Y si queriendo alzarte nada has alcanzado Déjate caer sin parar tu caída sin miedo al fondo de la sombra Sin miedo al enigma de ti mismo Acaso encuentres una luz sin noche Perdida en las grietas de los precipicios Cae Cae eternamente Cae al fondo del infinito Cae al fondo del tiempo Cae al fondo de ti mismo Cae lo más bajo que se pueda caer Cae sin vértido A través de todos los espacios y todas las edades A través de todas las almas de todos los anhelos y todos los naufragios.
Vicente Huidobro (Altazor)
Amigo mío... yo no soy lo que parezco. Mi aspecto exterior no es sino un traje que llevo puesto; un traje hecho cuidadosamente, que me protege de tus preguntas, y a ti, de mi negligencia. El "yo" que hay en mí, amigo mío, mora en la casa del silencio, y allí permanecerá para siempre, inadvertido, secreto. No quisiera que creyeras en lo que digo ni que confiaras en lo que hago, pues mis palabras no son otra cosa que tus propios pensamientos, hechos sonido, y mis hechos son tus propias esperanzas en acto. Cuando dices: "El viento sopla hacia el Este", digo: "Sí, siempre sopla hacia el Este"; pues no quiero que sepas entonces que mi mente no mora en el viento, sino en el mar. No puedes comprender mis navegantes pensamientos, ni me interesa que los comprendas. Prefiero estar a solas en el mar. Cuando es de día para tí, amigo mío, es de noche para mí; sin embargo, todavía entonces hablo de la luz del día que danza en las montañas, y de la sombra purpúrea que se abre paso por el valle; pues no puedes oír las canciones de mi oscuridad, ni puedes ver mis alas que se agitan contra las estrellas, y no me interesa que oigas ni que veas lo que pasa en mí; prefiero estar a solas con la noche. Cuando tú subes a tu Cielo yo desciendo a mi Infierno. Y aún entonces me llamas a través del golfo infranqueable que nos separa: " ¡Compañero! ¡Camarada!" Y te contesto: "¡Compañero! ¡Camarada!, porque no quiero que veas mi Infierno. Las llamas te cegarían, y el humo te ahogaría. Y me gusta mi Infierno; lo amo al grado de no dejar que lo visites. Prefiero estar solo en mi Infierno. Tu amas la Verdad, la Belleza y lo Justo, y yo, por complacerte, digo que está bien, y finjo amar estas cosas. Pero en el fondo de mi corazón me río de tu amor por estas entidades. Sin embargo, no te dejo ver mi risa: prefiero reír a solas. Amigo mío, eres bueno, discreto y sensato; es más: eres perfecto. Y yo, a mi vez, hablo contigo con sensatez y discreción, pero... estoy loco. Sólo que enmascaro mi locura. Prefiero estar loco, a solas. Amigo mío, tú no eres mi amigo. Pero, ¿cómo hacer que lo comprendas? Mi senda no es tu senda y, sin embargo, caminamos juntos, tomados de la mano.
Kahlil Gibran (El loco / Lágrimas y sonrisas)
Recorrí pasillos y galerías en espiral pobladas por cientos, miles de tomos que parecían saber más acerca de mí que yo de ellos. Al poco, me asaltó la idea de que tras la cubierta de cada uno de aquellos libros se abría un universo infinito por explorar y de que, más allá de aquellos muros, el mundo dejaba pasar la vida en tardes de fútbol y seriales de radio, satisfecho con ver hasta allí donde alcanza su ombligo y poco más. Quizá fue aquel pensamiento, quizá el azar o su pariente de gala, el destino, pero en aquel mismo instante supe que ya había elegido el libro que iba a adoptar. O quizá debiera decir el libro que me iba a adoptar a mí. Se asomaba tímidamente en el extremo de una estantería, encuadernado en piel de color vino y susurrando su título en letras doradas que ardían a la luz que destilaba la cúpula desde lo alto. Me acerqué hasta él y acaricié las palabras con la yema de los dedos, leyendo en silencio. La Sombra del Viento JULIÁN CARAX.
Carlos Ruiz Zafón (The Shadow of the Wind (The Cemetery of Forgotten Books, #1))
No pueden decirte que la vida de tanta gente depende de ti y tú solo darte la vuelta e ignorarlo.
María Martínez Ovejero (Tierras de luz, tierras de sombra)
Prefiero sufrir, a una felicidad que no es real. Así cuando sonría sabré que es de corazón, y cuando me quieran sabré que es real.
María Martínez Ovejero (Tierras de luz, tierras de sombra)
La vida es luz y sombra, memoria y olvido, mudanza y quietud, flujo y misterio. DE LAS MUDANZAS
Ignacio Helguera
Y la esperanza va ensanchando por momentos su ciclo sobre mí, y una imagen, su imagen, pasa vagamente por el éter, como la luna, a veces cegándome de luz ya veces cegándome de sombras.
Søren Kierkegaard (The Seducer’s Diary)
Visto desde el espacio exterior, Tokio debe parecer una gran burbuja brillante en la que no hay lugar de donde esconderse de esa luz que parece atravesar todas las barreras; el cristal más ahumado y la más gruesa de las membranas, colándose hasta la última esquina de todas las habitaciones, al último escondrijo y la última grieta, a todos los nidos de los pájaros y a toda las colmenas. No había donde correr, ningún sitio en el que no pudieran encontrarte junto a tu sombra
Ryū Murakami (Coin Locker Babies)
Uno tiene la angustia, la desesperación de no saber qué hacer con la vida, de no tener un plan, de encontrarse perdido, sin brújula, sin luz a donde dirigirse. ¿Qué se hace con la vida? ¿Qué dirección se le da? Si la vida fuera tan fuerte que le arrastrara a uno, el pensar sería una maravilla, algo como para el caminante detenerse y sentarse a la sombra de un árbol, algo como penetrar en un oasis de paz; pero la vida es estúpida, sin emociones, sin accidentes, al menos aquí, y creo que en todas partes, y el pensamiento se llena de terrores como compensación a la esterelidad emocional de la existencia.
Pío Baroja (El árbol de la ciencia)
Nos miramos en la penumbra, buscando palabras que no existían. Aquélla fue la primera vez en que me di cuenta de que mi padre envejecía y de que sus ojos, ojos de niebla y de pérdida, siempre miraban atrás. Se incorporó y descorrió las cortinas para dejar entrar la tibia luz del alba.
Carlos Ruiz Zafón (La sombra del viento (El cementerio de los libros olvidados, #1))
Si alguna vez alguien quiere hacerte creer que no eres capaz, esfuérzate más. No por él, ella o ellos…, sino por ti, porque te aseguro que todo el esfuerzo que inviertes en ti misma (en tus sueños, en mejorar, en crecer…) te hace más feliz, y el mundo necesita personas felices que repartan luz. De sombras ya vamos servidos.
Elísabet Benavent (En los zapatos de Valeria (Valeria, #1))
...la sombra es tan imprescindible como la luz. No son enemigas; antes bien, se dan la mano amistosamente, y cuando la luz se marcha, la sombra va en pos de ella.
Friedrich Nietzsche (El caminante y su sombra)
una memoria como una sombra, vaga, variable, indefinida, vacilante; y como una sombra también por la imposibilidad de librarme de ella mientras brille la luz de mi razón.
Edgar Allan Poe (Berenice)
También sobre el alma nieva. La nieve del alma tiene copos de besos y escenas que se hundieron en la sombra o en la luz del que las piensa.
Federico García Lorca (Obras de Federico García Lorca: Biblioteca de Grandes Escritores (Spanish Edition))
Nos duele sostener esa luz tirante y distinta, esa alucinación que impone al espacio el unánime miedo de la sombra".
Jorge Luis Borges
Más allá del crepúsculo sentía el agua, la olía. Cuando la primavera florecía y llovía se olía por todas partes no se notaba tanto otras veces pero cuando llovía el olor comenzaba a entrar en casa con el crepúsculo o porque al atardecer se intensificase la lluvia o por algo que hubiera en la propia luz pero entonces era cuando el olor se tornaba más intenso hasta que ya en la cama yo pensaba cuándo acabará cuándo acabará. La corriente de aire que entraba por la puerta olía a agua, un continuo hálito de humedad. A veces yo conseguía dormirme repitiéndolo una y otra vez hasta que se mezclaba con las madreselvas todo terminó por simbolizar la noche y el desasosiego no me parecía estar despierto ni dormido mirando hacia un largo pasillo de media luz grisácea donde todas las cosas estables se habían convertido en paradójicas sombras todo cuanto yo había hecho sombras todo cuanto yo había sufrido tomando formas visibles grotescas y burlándose con su inherente irrelevancia de la significación que deberían haber afirmado pensando era yo no era yo quién no era no era quién.
William Faulkner (The Sound and the Fury)
Pero toda sombra es, al fin y al cabo, hija de la luz y solo quien ha conocido la claridad y las tinieblas, la guerra y la paz, el ascenso y la caída, solo este ha vivido de verdad.
Stefan Zweig (El mundo de ayer (Spanish Edition))
Poema de un Recuerdo Dime por favor donde no estás en qué lugar puedo no ser tu ausencia dónde puedo vivir sin recordarte, y dónde recordar, sin que me duela. Dime por favor en que vacío, no está tu sombra llenando los centros; dónde mi soledad es ella misma, y no el sentir que tú te encuentras lejos. Dime por favor por qué camino, podré yo caminar, sin ser tu huella; dónde podré correr no por buscarte, y dónde descanzar de mi tristeza. Dime por favor cuál es la noche, que no tiene el color de tu mirada; cuál es el sol, que tiene luz tan solo, y no la sensación de que me llamas. Dime por favor donde hay un mar, que no susurre a mis oídos tus palabras. Dime por favor en qué rincón, nadie podrá ver mi tristeza; dime cuál es el hueco de mi almohada, que no tiene apoyada tu cabeza. Dime por favor cuál es la noche, en que vendrás, para velar tu sueño; que no puedo vivir, porque te extraño; y que no puedo morir, porque te quiero
Alejandro Castiñeiras
Tal vez los dioses antiguos sean grandes, pero no son ni bondadosos ni misericordiosos. Son volubles, inestables como la luz de la luna reflejada en el agua o las sombras de una tormenta. Si insistes en llamarlos, presta atención: ten cuidado con lo que deseas y accede a pagar el precio. Y por muy desesperada o grave que sea la situación, nunca reces a los dioses que responden tras caer la noche.
Victoria Schwab (La vida invisible de Addie LaRue)
Yo lo amo desde que tenía diecisiete años. Lo amo por completo, con lo bueno y lo malo, con su luz y sus sombras. Por eso está conmigo. Las otras mujeres forman parte del pasado. Nunca volverá con ellas.
Sylvain Reynard
Hubo un tiempo en el que los vampiros eran los dueños del mundo, los únicos inmortales de origen no divino y los más poderosos. Los ángeles llegaron a temerles y les impusieron la pena de no poder soportar la luz del sol.
Fernando Trujillo Sanz (La Biblia de los Caídos. Tomo 1 del testamento de Sombra (La Biblia de los Caídos, #2))
¿Ven la manera en que está el sol ahora, con las sombras largas y ese tipo de luz suave, brillante, que aparece cuando el sol todavía no se pone? Esa es la luz que hace que todo sea mejor, más bonito, y hoy, todo parecía estar en esa luz.
John Green (Looking for Alaska)
los veo nítidamente divididos en una amplia zona de luz y una estrecha banda de sombra: la luz pertenecía al solaz de investigar en bibliotecas suntuosas; la sombra, a los deseos atormentadores y los insomnios sobre los cuales ya he dicho bastante.
Vladimir Nabokov (Lolita)
Una palabra canta en mi corazón, susurrante hoja verde sin fin cayendo. En la noche balsámica, cuando la sombra es el crecer desmesurado de los árboles, me besa un largo sueño de viajes prodigiosos y hay en mi corazón una gran luz de sol y maravilla
Aurelio Arturo (Morada al sur y otros poemas)
Somos verdaderos apasionados del amor, enamorados de su candor, espantados de su dolor, sensibles a su sentir pero jamás dispuestos a huirle. Coqueteamos con sus claroscuros, nos perdemos entre sus matices, nos cubrimos ante sus destellos de luz y nos asomamos a sus sombras.
David Levithan (Two Boys Kissing)
Este hombre, al que una vez creí un héroe romántico, un caballero de resplandeciente armadura, o el caballero oscuro, como dijo él mismo, no es un héroe, sino un hombre con graves problemas emocionales, y me está arrastrando a su lado oscuro. ¿No podría yo llevarlo hasta la luz?
E.L. James (Cincuenta sombras de Grey (Cincuenta sombras, #1))
Me pareció escucharla entre resonancias lejanas, entre planetas, entre polvo de lo olvidado. Era el eco de las posibilidades no pensadas, de esas que se pegan a la sombra de una inspiración y de golpe se vuelven una luz que nutre el alba y el ocaso de la brevedad en nuestra piel.
Oscar González Cruz (COLECTIVERO No. 2 (Spanish Edition))
A veces yo conseguía dormirme repitiéndolo una y otra vez hasta que se mezclaba con las madreselvas todo terminó por simbolizar la noche y el desasosiego no me parecía estar despierto ni dormido mirando hacia un largo pasillo de media luz grisácea donde todas las cosas estables se habían convertido en paradójicas sombras todo cuanto yo había hecho sombras todo cuanto yo había sufrido tomando formas visibles grotescas y burlándose con su inherente irrelevancia de la significación que deberían haber afirmado pensando era yo no era yo quién no era no era quién.
William Faulkner (The Sound and the Fury)
Soy feliz en mi amor, pero esa espada suspendida sobre mi cabeza a todas horas, a veces me ciega el sueño y me angustia de tal modo el alma que me asaltan y me tiemblan los más horrendos presentimientos. Ese es mi destino: la sombra al lado de la luz, el dolor junto a la felicidad.
Julia de Burgos (Cartas a Consuelo)
Por lo tanto, no debe asustarse, querido señor Kappus, si una tristeza se levanta ante usted, tan grande como nunca ha visto; si una inquietud, como luz y sombra de nubes, pasa sobre sus manos y sobre todo su hacer. Debe pensar que algo le está sucediendo, que la vida no lo ha olvidado, que lo sostiene en su mano; no lo dejará caer. ¿Por qué querría excluir cualquier melancolía de su vida, ya que no sabe qué están haciendo estos estados en usted? ¿Por qué quiere perseguirse con la pregunta de dónde viene todo esto y adónde va? Sabiendo que están en los cambios, y no desean nada más que transformarse.
Rainer Maria Rilke (CARTAS A UN JOVEN POETA: Nueva traducción al español (Spanish Edition))
Luego todo parecía que se confundiese y se borrase a su vista, como las últimas sombras de una linterna mágica que se apaga, hallándose de nuevo en la habitación de las estatuas, iluminada totalmente por una de esas lámparas antiguas de luz pálida, que en medio de la noche acompañan al sueño o a la voluptuosidad.
Alexandre Dumas (The Count of Monte Cristo)
—¿De verdad crees que eso habría importado? Aunque la mismísima Alina Starkov surgiera de la Sombra envuelta en luz solar y lo denunciara, el Apparat se las arreglaría para sobrevivir. Ese es su don. Y ahora quiero ver tu expresión de devoción, Zoya. Eres una hereje encantadora, pero necesito que parezcas más piadosa que nunca.
Leigh Bardugo (King of Scars (King of Scars, #1))
El otoño es mi estación favorita del año —dijo él al cabo de un rato—. No es que yo esté tonteando o algo así… pero me gustan las hojas cuando se tornan rojas y anaranjadas. Son hermosas a la luz de la luna, pero más concretamente, se trata de una transformación imposible. El verde de la primavera y el verano son sólo una sombra de la identidad auténtica de los árboles, y todo ese color cuando las noches se vuelven frías es un milagro cada vez que pasa. Es como si compensaran la pérdida del calor con todo su fuego. Me gusta el Otoño… —(...)—. Tú eres así. Eres hermosa y ardes llena de colorido, y ya es hora de que salgas a la luz. Así que digo… Autumn.
J.R. Ward (Lover Reborn (Black Dagger Brotherhood, #10))
Esas fotos nuestras, con la película levantada y unos bordes dentados como los de los sellos, son también testimonios: nuestro cuerpo se interpuso certeramente, en algún momento, entre el sol y la lente de la cámara de fotos, dejando en la película una sombra como la que despliega la luna, durante un eclipse, sobre el disco solar.
Mircea Cărtărescu (Solenoid)
¿qué haría tu bien si no existiera el mal y qué aspecto tendría la tierra si desaparecieran las sombras? Los hombres y los objetos producen sombras. Ésta es la sombra de mi espada. También hay sombras de árboles y seres vivos. ¿No querrás raspar toda la tierra, arrancar los árboles y todo lo vivo para gozar de la luz desnuda? Eres un necio.
Mikhail Bulgakov (El Maestro y Margarita)
pero no intento convencer. Sin embargo, hay un recuerdo de formas etéreas, de ojos espirituales y expresivos, de sonidos musicales y tristes, un recuerdo que no puedo marginar; una memoria como una sombra, vaga, variable, indefinida, vacilante; y como una sombra también por la imposibilidad de librarme de ella mientras brille la luz de mi razón.
Edgar Allan Poe (Berenice)
Tradicionalmente, el poder es lo que se ve, lo que se muestra, lo que se manifiesta, y, de manera paradójica, encuentra el principio de su fuerza en el movimiento por el cual la despliega. Aquellos sobre quienes se ejerce pueden mantenerse en la sombra; no reciben luz sino de esa parte de poder que les está concedida, o del reflejo que recae en ellos un instante. En cuanto al poder disciplinario, se ejerce haciéndose invisible y, por el contrario, impone a aquellos a quienes somete un principio de visibilidad obligatorio. En la disciplina, son los sometidos los que tienen que ser vistos. Su iluminación garantiza el dominio del poder que se ejerce sobre ellos. El hecho de ser visto sin cesar, de poder ser visto constantemente, es lo que mantiene sometido al individuo disciplinario. Y el examen es la técnica por la cual el poder, en lugar de emitir los signos de su potencia, en lugar de imponer su marca sobre aquellos a los que somete, los mantiene en un mecanismo de objetivación. En el espacio que domina, el poder disciplinario manifiesta, en lo esencial, su poderío acondicionando objetos. El examen equivale a la ceremonia de esta objetivación.
Michel Foucault (Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión)
Todo el verano, junto a la luz gradiente de escofina de estas manos oscuras, procreadoras de dunas: tus piedras, derrumbándose y volviendo a la vida alrededor de ti. Tras la fina negrura de mi párpado una estrella temprana, despedida desde un infierno de maleza, te incorpora, inocente, hacia el amanecer y puebla tu sombra de nombres. Rimados por la noche. Profundos como gradas. Cercanos.
Paul Auster (Poesía completa)
EL FANTASMA DE EDNA LIEBERMAN Te visitan en la hora más oscura todos tus amores perdidos. El camino de tierra que conducía al manicomio se despliega otra vez como los ojos de Edna Lieberman, como sólo podían sus ojos elevarse por encima de las ciudades y brillar. Y brillan nuevamente para ti los ojos de Edna detrás del aro de fuego que antes era el camino de tierra, la senda que recorriste de noche, ida y vuelta, una y otra vez, buscándola o acaso buscando tu sombra. Y despiertas silenciosamente y los ojos de Edna están allí. Entre la luna y el aro de fuego, leyendo a sus poetas mexicanos favoritos. ¿ y a Gilberto Owen, lo has leído?, dicen tus labios sin sonido, dice tu respiración y tu sangre que circula como la luz de un faro. Pero son sus ojos el faro que atraviesa tu silencio. Sus ojos que son como el libro de geografía ideal: los mapas de la pesadilla pura. Y tu sangre ilumina los estantes con libros, las sillas con libros, el suelo lleno de libros apilados. Pero los ojos de Edna sólo te buscan a ti. Sus ojos son el libro más buscado. Demasiado tarde lo has entendido, pero no importa. En el sueño vuelves a estrechar sus manos, y ya no pides nada.
Roberto Bolaño (The Romantic Dogs)
El amor, ya se sabe, convierte el mundo en un repertorio de metáforas. Desde que aparece, todo traduce, simboliza, comunica. El mundo se enciende, las palabras se encienden. Mis poemas me leían a mí, pero también leían mi pasión en la luz, en la música, en las sombras que bailaban estiraba sobre las paredes del colegio. El tiempo se y se comprimía caprichosamente, como mis chicles. Las noches hervían. Los amaneceres acezaban.
Piedad Bonnett (El prestigio de la belleza)
Si se concibe de forma correcta, el tiempo es amigo de todos cuantos se hallan en la adversidad, en cualquiera de sus manifestaciones, pues sus laberínticos senderos, entrando y saliendo de las sombras, acaban por ir a parar a la luz, y cuando nos hallamos sumidos en la oscuridad más profunda, podemos estar seguros de que, a partir de entonces, solo nos espera una mayor claridad. Sir Arthur Bryant (1899—1985), historiador y biógrafo británico.
Anonymous
Mary, la hija, pasó la infancia viendo su nombre escrito sobre ua tumba. Una madre desconocida - que llevaba su mismo nombre- había muerto al darla a luz, y eso la llevó a cavilar la vida entera sobre los misterios del naiemiento, y sobre la asombrosa proximidad que hay entre la vida y la muerte. Se sentía parida por la tumba, una tumba ella misma, y su nombre y su epitafio tallados sobre una piedra gris la persiguieron en la luz y en la sombra.
William Ospina (El año del verano que nunca llegó)
—Ailén… —cada vez le costaba más hablar—. La canción de ayer… es la más hermosa que he oído jamás… Gra… gra- cias… y… perdóname… —su cabeza de desplomó sobre su pe- cho, ella lo incorporó y lo zarandeó con todas sus fuerzas. Des- pués apretó la herida con sus manos y se dejó caer sobre su cuerpo tendido en las cenizas negras. —¡¿Tan pronto te das por vencido, Youri?! No te das cuenta que yo sin ti… sin ti no puedo seguir… ¡Sin ti no puedo seguir mi camino!
María Martínez Ovejero (Tierras de luz, tierras de sombra)
La autonomía es sólo la imagen reflejada de un espejo que no muestra la dependencia que tenemos de otros. Si a uno lo abandonasen al nacer en una isla desierta y lograse sobrevivir, no tendría la más mínima idea de que significa <>. Autonomía y dependencia son como la luz y la sombra, son conceptos atrapados en la fuerza gravitatoria de los contrarios. Sólo después de un considerable número de ensayos y errores, cada individuo es capaz de encontrar su lugar en el mundo
Haruki Murakami (Underground: The Tokyo Gas Attack and the Japanese Psyche)
Mi hermana y yo nos encontramos en la playa, sonreímos felices. Mi hermana está vuelta hacia un lado, una sombra oscura le cubre medio rostro. Por eso su sonriente faz aparece dividida en dos. Y, al igual que las máscaras de teatro griego que he visto a veces en las ilustraciones de los libros de texto, su rostro comprende dos significados superpuestos. La luz y la sombra. La esperanza y la desesperanza. La risa y la tristeza. La confianza y la soledad. Yo, por mi parte, miro al objetivo de frente, con naturalidad.
Haruki Murakami (Kafka en la orilla)
Mi hermana y yo nos encontramos en la playa, sonreímos felices. Mi hermana está vuelta hacia un lado, una sombra oscura le cubre medio rostro. Por eso su sonriente faz aparece dividida en dos. Y, al igual que las máscaras de teatro griego que he visto a veces en las ilustraciones de los libros de texto, su rostro comprende dos significados superpuestos. La luz y la sombra. La esperanza y la desesperanza. La risa y la tristeza. La confianza y la soledad. Yo, por mi parte, miro al objetivo de frente, con naturalidad. Aparte de nosotros, no hay nadie más en la playa.
Haruki Murakami (Kafka en la orilla)
Mi hermana y yo nos encontramos en la playa, sonreímos felices. Mi hermana está vuelta hacia un lado, una sombra oscura le cubre medio rostro. Por eso su sonriente faz aparece dividida en dos. Y, al igual que las máscaras de teatro griego que he visto a veces en las ilustraciones de los libros de texto, su rostro comprende dos significados superpuestos. La luz y la sombra. La esperanza y la desesperanza. La risa y la tristeza. La confianza y la soledad. Yo, por mi parte, miro al objetivo de frente, con naturalidad. Aparte de nosotros, no hay nadie más en la playa. Los
Haruki Murakami (Kafka en la orilla)
Cuando yo muera quiero tus manos en mi ojos: quiero la luz y el trigo de tus manos amadas pasar una vez más sobre mí su frescura: sentir la suavidad que cambió mi destino. Quiero que vivas mientras yo, dormido, te espero, quiero que tus oídos sigan oyendo el viento, que huelas el aroma del mar que amamos juntos y que sigas pisando la arena que pisamos. Quiero que lo que amo siga vivo y a ti te amé y canté sobre todas las cosas, por eso sigue tú floreciendo, florida, para que alcances todo lo que mi amor te ordena, para que se pasee mi sombra por tu pelo, para que así conozcan la razón de mi canto.
Pablo Neruda (100 Love Sonnets)
Por el este, donde estaba el mar y por donde habría de salir el sol, la luz se acercaba con sigilo tratando de internarse en el bosque como una neblina, y a medida que aumentaba la claridad lo hacía también el ruido del mar. De pronto, la luz pareció tomar forma. Dentro de ella había sombras que se movían, constituidas por otra luz aún más brillante. Eran cientos de caballos blancos al galope, con largas y sueltas crines y elegantes cuellos curvados como los de los caballos de ajedrez que había en la sala de estar. Sus cuerpos, que avanzaban a la velocidad de la luz, estaban hechos de una materia más etérea que del arco iris-
Elizabeth Goudge (The Little White Horse)
El intruso Amor, la noche estaba trágica y sollozante Cuando tu llave de oro cantó en mi cerradura; Luego, la puerta abierta sobre la sombra helante, Tu forma fué una mancha de luz y de blancura. Todo aquí lo alumbraron tus ojos de diamante; Bebieron en mi copa tus labios de frescura, Y descansó en mi almohada tu cabeza fragante; Me encantó tu descaro y adoré tu locura. Y hoy río si tú ríes, y canto si tú cantas; Y si tú duermes duermo como un perro á tus plantas! Hoy llevo hasta en mi sombra tu olor de primavera; Y tiemblo si tu mano toca la cerradura, Y bendigo la noche sollozante y oscura Que floreció en mi vida tu boca tempranera!
Delmira Agustini
Llegó a comprender que el uso de las sombras, y no de las líneas, constituía el secreto a la hora de modelar objetos tridimensionales en una superficie bidimensional. El objetivo principal de un pintor, sostenía Leonardo, es «hacer que una simple superficie plana manifieste un cuerpo relevado [que figure relieve], y como fuera de ella». Este logro supremo de la pintura «surge de la luz y de la sombra». Sabía que la esencia de la buena pintura, y la clave para hacer que un objeto parezca tridimensional, reside en acertar con las sombras, y por eso dedicó más tiempo a estudiarlas y a escribir sobre ellas que a cualquier otro asunto artístico.
Walter Isaacson (Leonardo da Vinci: La biografía)
EL BALCÓN DE JULIETA" ¡Qué larga es ya mi espera!... En la noche sombría De mi sed infinita, sobre el camino oteo, Por ver si antes que alumbre su luz el nuevo día En mi balcón florece tu escala, mi Romeo. Pero ¡nada!... no llegas, y en mi melancolía Sangrando entre las sombras, tu sombra es lo que veo. ¿Qué Teobaldo te ha herido?... ¿Quién cortó la alegría De tus alas abiertas, amor de mi Romeo? Ya la Luna, la sabia, con su advertencia fría, Me ha dicho compasiva: «¡No esperes a los muertos!»... Pero no he de cerrar mi balcón todavía. Te aguardaré hasta el alba, y ya el alba encendida Buscaré tu cadáver, y entre sus labios yertos con mi boca en tu boca, encenderé tu vida...
Teresa de la Parra (Ifigenia)
Que aún tengamos que salir del armario me molesta, no, de verdad me enoja. La gente heterosexual no tiene este miedo. Son libres de amar y ser quienes son. Nosotros, por otro lado, somos forzados a vivir en las sombras, y cuando damos un paso hacia la luz, somos rechazados por hacerlo. Sí, hemos dado grandes pasos, pero todavía nos queda un largo camino por recorrer hasta que seamos verdaderamente tratados como iguales. Para los que están en el armario, se trata de esconderse, se trata de mantener la fachada de que eres normal... Pero, ¿qué significa realmente ser normal? ¿Quién decidió eso? ¿Y por qué los adolescentes homosexuales todavía se ven obligados a mantener secretos y vivir una doble vida?
Kevin van Whye (Date Me, Bryson Keller)
Así es que no debe asustarse, querido Señor Kappus, si una tristeza se yergue frente a usted más grande que cualquiera que haya visto en el pasado; o si una inquietud como la luz y las sombras de nubes, cae sobre sus manos y sobre todo lo que haga. Debe darse cuenta de que algo le está ocurriendo, que la vida no lo ha olvidado, que lo tiene en sus manos y no lo dejará caer. ¿Por qué quiere dejar fuera de su vida cualquier preocupación, desdicha o depresión, sin saber, después de todo, cuál es el trabajo que estas condiciones están ejerciendo dentro de usted? ¿Por qué desea oprimirse con preguntas sobre el origen y destino de todo esto? Ya sabe usted, después de todo, que se encuentra en medio de transiciones, y que su deseo no es otro más que cambiar.
Rainer Maria Rilke (Cartas a un Joven Poeta (Spanish Edition))
«Hace mucho tiempo que te fuiste, Susana. La luz era igual entonces que ahora, no tan bermeja; pero era la misma pobre luz sin lumbre, envuelta en el paño blanco de la neblina que hay ahora. Era el mismo momento. Yo aquí, junto a la puerta mirando el amanecer y mirando cuando te ibas, siguiendo el camino del cielo; por donde el cielo comenzaba a abrirse en luces, alejándote, cada vez más desteñida entre las sombras de la tierra. »Fue la última vez que te vi. Pasaste rozando con tu cuerpo las ramas del paraíso que está en la vereda y te llevaste con tu aire sus últimas hojas. Luego desapareciste. Te dije: "¡Regresa Susana!"» Pedro Páramo siguió moviendo los labios, susurrando palabras. Después cerró la boca y entreabrió los ojos, en los que se reflejó la débil claridad del amanecer. Amanecía.
Juan Rulfo (Pedro Páramo)
A VECES LA MAÑANA AYUDA Hace tiempo que ando escribiendo una crónica que llevaría el título "No siempre la mañana ayuda". Y hasta tenía el comienzo apuntado en un papel por ahí, a toda prisa, sobre la mesa del despacho. Empieza así: "Al salir de la casa y tropezar con el rostro del sol(antiguamente lo representábamos así, con una amplia sonrisa y los ojos alegres, con una cabellera de rayos resplandecientes), deberíamos caer de rodillas, ofrecer cualquier cosa al culto pagano de la luz y sentir después el mundo conquistado. Pero todos tenemos otra cosa que hacer". Y saldría uno por ahí fuera a ahuyentar la melancolía, a justificar el título, en definitiva. Algo me ha impedido continuar. Y sé que hoy no voy a concluir una prosa que me enfrentaría al lector. Y es que, sin esperarlo, se despertó en mi memoria un caso acontecido entre dos hombres, un caso que viene a demostrar que, a veces, la mañana ayuda, sí señor. Vamos, pues, con la historia. Imagine el lector un vagón de tren. Lleno. El día no es ni feo ni bonito: tiene algo de sol, unas nubes que lo cubren, y hay una brisa cortante allá afuera. Los viajeros van callados, hacen todos unos gestos involuntarios al albur del traqueteo. Unos leen periódicos, otros se ausentan hacia un país silencioso y sólo habitado por pensamientos ocultos e indefinidos. Hay una gran indiferencia en la atmósfera, y el sol, al descubrirse, ilumina un escenario de rostros apagados. Entonces, el hombre más(pero muy lejos deser un adolescente), que está sentado junto a la ventanilla, empieza a tararear en sordina una vaga canción. Quizá no tenga motivos especiales de contento, pero, en aquella hora, la necesidad de cantar es irresistible. Todo cuanto acude a su memoria sirve. Y va tan absorto en su pura y gratuita alegría que ni siquiera repara en que el vecino de asiento se muestra ofendido y esboza esos movimientos elocuentes que sustituyen a las palabras cuando no hay valor para pronunciarlas. Frente al hombre que canta, hay un viejo. Éste desde que salió anda rumiando problemas que lo atormentan. Es muy viejo, y está enfermo. Ha dormido mal. Sabe que va a tener un día difícil. Y detrás de él una voz deshilacha canciones, badabádabá, notas de música, de un modo impreciso pero obstinadamente vivo y afirmativo. El sol sique jugando al escondite. Y el mar, que súbitamente aparece se puebla de islas de sombra entre grandes lagos de plata fundida. A lo lejos, la ciudad se diluye en humo y niebla seca. Silenciosa, a aquella distancia, tiene un aire de fatalidad y resignación, como un cuerpo que ha renunciado a vivir y se extingue lentamente. Es grande el peligro de que la melancolía triunfe definitivamente. Pero el hombre insiste. Ya no es posible identificar al que canta. Ahora sale de su boca un flujo de armonía, un lenguaje que ha desistido de la articulación coherente para penetrarse mejor de la sustancia de la música. Esto acabrá sin duda con un grito irreprimible de alegría, con indignación y escandalo de los viajeros. Ocurrió, sin embargo, que la ciudad llegó de repente. Se abrieron las puertas, la gente se precipitó, empujándose, olvidándose unos de otros. El hombre se levanta, murmurando aún algo. Sigue a lo largo del andén, va a lo suyo, con su música. Y, de pronto, alguien lo coge del brazo. El viejo está a su lado, se juraría que tiene los ojos húmedos, y dice: "Gracias. Yo venía preocupado y triste. Cuando lo oí cantar sentí una gran paz, y durante todo el camino vine pidiéndole a Dios que siguiera usted cantando. Muchas gracias". El hombre de las canciones sonrió, primero con embarazo, luego como si fuera el amo del mundo. Se separaron. Y fue cada uno a su trabajo, con la música que era de los dos.
José Saramago (Las maletas del viajero)
Estas cosas son fáciles de decir, pues las palabras no sienten vergüenza y nunca se sorprenden (14) Imágenes del pasado remoto se agolpan en mi cabeza, y la mitad de las veces soy incapaz de distinguir si son recuerdos o invenciones. Tampoco es que haya mucha diferencia, si es que hay alguna (14) Hay quien afirma, que sin darnos cuenta, nos lo vamos inventando todo, adornándolo y embelleciéndolo, y me inclino a creerlo, pues Madame Memoria es una gran y sutil fingidora (14) Me la debo de estar inventando (14) En mi opinión, los nombres de las mujeres casadas nunca suenan bien. ¿Es porque todas se casan con los nombres equivocados, o, en cualquier caso, con los apellidos equivocados? (17) …y en mi oído resonaban los tins y los plofs de sus tripas en su incesante labor de transubstanciación (18) Ahora me pregunto si ella también estaba enamorada de mí, y esas muestras de gracioso desdén eran una manera de ocultarlo ¿O todo esto no es más que vanidad por mi parte? (25) …y al presenciar todas aquellas cosas sentí el dolor dulce y agudo de la nostalgia, sin objeto pero definida, como el dolor fantasma de un miembro amputado (27) …permanecimos echados boca arriba durante mucho tiempo, como si practicáramos para ser los cadáveres que seríamos algún día (34) …y yo me quedé en medio de la sala, sin ser gran cosa, a duras penas yo mismo. Había momentos como ése, en los que uno estaba en punto muerto, por así decir, sin preocuparse de nada, a menudo sin fijarse en nada, a menudo sin ser realmente en ningún sentido vital (42) El Tiempo y la Memoria son una quisquillosa empresa de decoradores de interiores, siempre cambiando los muebles y rediseñando y reasignando habitaciones (43) En lugar de los tonos de color rosa y melocotón que había esperado –Rubens es en gran parte responsable de ello-, su cuerpo, de manera desconcertante, mostraba una variedad de tonos apagados que iban del blanco magnesio al plata y al estaño, un matiz mate de amarillo, ocre pálido, e incluso una especie de verde en algunos lugares y, en los recovecos, una sombra de malva musgoso (45) ¿Era eso estar enamorado, me pregunté, ese repentino y plañidero viento que te atravesaba el corazón? (62) …no estaba acostumbrado todavía al abismo que se abre entre la comisión de un hecho y el recuerdo de lo cometido (65) …la noche del último día ella ya me había dejado para siempre (75) No todo significa algo (100) Cómo anhelábamos en aquellos años, pasar aunque sólo fuera un día normal, un día en el que pudiéramos levantarnos por la mañana y desayunar sin preocuparnos por nada, leernos fragmentos del periódico el uno al otro y planear hacer cosas, y luego dar un paseo, y contemplar las vistas con una mirada inocente, y luego compartir un vaso de vino y por la noche irnos juntos a la cama (102) Debe de ser difícil acostumbrarse a que no haya nada que hacer (107) A lo largo de los años, los vagabundos, los auténticos vagabundos, han disminuido constantemente en calidad y cantidad (107) Qué frágil resulta este absurdo oficio en el que me he pasado la vida fingiendo ser otras personas, y sobre todo fingiendo no ser yo mismo (119) …tan sólo vulgarmente humana (123) El quinto de los seis cigarrillos que según ella son su ración diaria (143) …participar en una película es algo extraño, y al mismo tiempo no lo es en absoluto; se trata de una intensificación, una diversificación de lo conocido, una concentración en el yo ramificado; y todo eso es interesante, y confuso, y emocionante y perturbador (143) El hecho es que me echó a perder a otras (157) Era, como ya he dicho, todo un género en sí misma (158) Los cisnes, con su belleza estrafalaria y sucia, siempre me dan la impresión de mantener una fachada de indiferencia tras la cual realmente viven una tortura de timidez y duda (173)
John Banville
«Esto percibes, lo que hace tu amor más fuerte, amar bien aquello que debes abandonar pronto.» Los ojos de Sloane regresaron a William Stoner y dijo secamente: «El señor Shakespeare le habla a través de trescientos años señor Stoner, ¿le escucha?». William Stoner se dio cuenta de que por unos instantes había estado conteniendo el aliento. Lo expulsó suavemente, dándose cuenta de que la ropa se movía sobre su cuerpo mientras el aliento le salía de los pulmones. Desvió la vista de Sloane hacia otro punto de la sala. La luz penetraba por las ventanas y se posaba sobre los rostros de sus compañeros de manera que la iluminación parecía venir de dentro de ellos mismos para salir hacia la oscuridad; un alumno pestañeó y una sombra delgada cayó sobre una mejilla cuya parte inferior había recogido la luz del sol. Stoner advirtió que sus dedos se estaban soltando de su firme agarre al escritorio. Se fijó en sus manos, maravillándose de lo morenas que estaban, de la intrincada manera en que las uñas se adaptaban al romo final de los dedos. Pensó que podía sentir la sangre fluir invisible a través de sus diminutas venas y arterias, pulsando delicada y precariamente desde las yemas de los dedos a través de su cuerpo. Sloane volvió a hablar: «¿Qué le comunica, señor Stoner? ¿Qué quiere decir el soneto?».
John Williams (Stoner)
Su sombra se acortaba sobre las rocas cuando se inclinaba, terminando. ¿Por qué no ilimitadamente hasta la estrella más lejana? Oscuramente están ellos ahí detrás de esta luz, oscuridad brillando en la claridad, delta de Casiopea, mundos. Mi se sienta allá, augur con una vara de fresno y sandalias prestadas, sentado de día al lado de un mar lívido, ignorado, marchando en la noche violeta bajo un reino de estrellas estrambóticas. Arrojo de mí esta sombra terminada, ineluctable forma de hombre, y la llamo de vuelta. Sin límites, ¿sería mía, forma de mi forma? ¿Quién me observa aquí? ¿Quién leerá nunca en parte alguna estas palabras que escribo? Signos sobre un campo blanco. En alguna parte con tu voz más aflautada El buen obispo de Cloyne sacó el velo del templo de su sombrero eclesiástico: velo del espacio con emblemas coloreados bosquejados sobre su campo. Agárrate bien. Coloreados sobre una llanura: sí, así es. La llanura veo, luego pienso distancia, cerca, lejos, llanura veo, el Este, atrás. ¡Ah!, veamos ahora. Cae hacia atrás de repente, helado de estereoscopio. El truco está en el click. Encontráis mis palabras oscuras. La oscuridad está en nuestras almas, ¿no es cierto? Más aflautado. Nuestra alma, heridoavergonzada por nuestros pecados, se aferra cada vez más a nosotros, una mujer aferrándose a su amante, lo más lo más.
James Joyce (Ulysses)
Sacudimiento extraño que agita las ideas, como huracán que empuja las olas en tropel. Murmullo que en el alma se eleva y va creciendo como volcán que sordo anuncia que va a arder. Deformes siluetas de seres imposibles; paisajes que aparecen como al través de un tul. Colores que fundiéndose remedan en el aire los átomos del iris que nadan en la luz. Ideas sin palabras, palabras sin sentido; cadencias que no tienen ni ritmo ni compás. Memorias y deseos de cosas que no existen; accesos de alegría, impulsos de llorar. Actividad nerviosa que no halla en qué emplearse; sin riendas que le guíen, caballo volador. Locura que el espíritu exalta y desfallece, embriaguez divina del genio creador… Tal es la inspiración. Gigante voz que el caos ordena en el cerebro y entre las sombras hace la luz aparecer. Brillante rienda de oro que poderosa enfrena de la exaltada mente el volador corcel. Hilo de luz que en haces los pensamientos ata; sol que las nubes rompe y toca en el zenít. Inteligente mano que en un collar de perlas consigue las indóciles palabras reunir. Armonioso ritmo que con cadencia y número las fugitivas notas encierra en el compás. Cincel que el bloque muerde la estatua modelando, y la belleza plástica añade a la ideal. Atmósfera en que giran con orden las ideas, cual átomos que agrupa recóndita atracción. Raudal en cuyas ondas su sed la fiebre apaga, oasis que al espíritu devuelve su vigor… Tal es nuestra razón. Con ambas siempre en lucha y de ambas vencedor, tan sólo al genio es dado a un yugo atar las dos.
Gustavo Adolfo Bécquer (Rimas)
Recorría sin descanso la inmensidad del sur con su pequeño ejército, adentrándose en los bosques húmedos y sombríos, bajo la alta cúpula verde tejida por los árboles más nobles y coronada por la soberbia araucaria, que se perfilaba contra el cielo con su dura geometría. Las patas de los caballos pisaban un colchón fragante de humus, mientras los jinetes se abrían camino con las espadas en la espesura, a ratos impenetrable, de los helechos. Cruzaban arroyos de aguas frías, donde los pájaros solían quedar congelados en las orillas, las mismas aguas donde las madres mapuche sumergían a los recién nacidos. Los lagos eran prístinos espejos del azul intenso del cielo, tan quietos, podían contarse las piedrecillas en el fondo. Las arañas tejían sus encajes, perlados de rocío, entre las ramas de robles, arrayanes y avellanos. Las aves del bosque cantaban reunidas, diuca, chincol, jilguero, torcaza, tordo, zorzal, y hasta el pájaro carpintero, marcando el ritmo con su infatigable tac-tac-tac. Al paso de los caballeros se levantaban nubes de mariposas y los venados, curiosos, se acercaban a saludar. La luz se filtraba entre las hojas y dibujaba sombras en el paisaje; la niebla subía del suelo tibio y envolvía el mundo en un hálito de misterio. Lluvia y más lluvia, ríos, lagos, cascadas de aguas blancas y espumosas, un universo líquido. Y al fondo, siempre, las montañas nevadas, los volcanes humeantes, las nubes viajeras. En otoño el paisaje era de oro y sangre, enjoyado, magnífico. A Pedro de Valdivia se le escapaba el alma y se le quedaba enredada entre los esbeltos troncos vestidos de musgo, fino terciopelo. El Jardín del Edén, la tierra prometida, el paraíso. Mudo, mojado de lágrimas, el conquistador conquistado iba descubriendo el lugar donde acaba la tierra, Chile.
Isabel Allende (Inés del alma mía)
La vida empezó a hacerse dura para Marius. Comerse la ropa y el reloj no significaba nada. Se vio reducido a esa situación inexplicable que se llama comerse los codos, algo terrible que se traduce en días sin pan, noches sin sueños y sin luz, hogar sin fuego, semanas sin trabajo, porvenir sin esperanza; la levita rota en los codos, el sombrero viejo y raído, que hace reír a las jóvenes; la puerta cerrada de noche, porque no se paga a la patrona; la insolencia del portero y del bodegonero, la burla de los vecinos, las humillaciones, la dignidad ultrajada; el trabajo de cualquier clase, aceptado; los disgustos, la amargura, el abatimiento. Marius aprendió a devorarlo todo, y a no tener para devorar más que estas cosas. En ese momento de la existencia en que el hombre tiene necesidad de orgullo, porque tiene necesidad de amor, se vio despreciado, porque iba mal vestido, y se sintió ridículo, porque era pobre. A la edad en que la juventud hincha el corazón con imperial altivez, posó más de una vez los ojos en las botas agujereadas y conoció las injustas afrentas, el punzante bochorno de la miseria. Admirable y terrible prueba, de la cual los débiles salen infames y los fuertes, sublimes. Crisol donde el destino arroja a un hombre muchas veces, cuando quiere hacer de él un ser despreciable o un semidiós. Porque hay muchas acciones grandes en estas pequeñas luchas. El valor tenaz e ignorado, que se defiende palmo a palmo en la sombra, contra la fatal invasión de las necesidades y de la ignominia. Nobles y misteriosos triunfos que ninguna mirada ve, que ninguna fama recompensa, que ningún aplauso saluda. La vida, la desgracia, el aislamiento, el abandono, y la pobreza son campos de batalla que tienen sus héroes, héroes oscuros, es verdad, pero a veces más grandes que los héroes ilustres. Hay naturalezas firmes y raras, que han sido creadas así; la miseria, casi siempre madrastra, es algunas veces madre, la desnudez engendra en ocasiones el vigor del alma y del corazón; la miseria suele ser nodriza de la grandeza; la desgracia es una buena leche para los magnánimos.
Victor Hugo (Les Misérables)
«No sé quién me ha puesto en el mundo, ni lo que es el mundo, ni lo que soy yo mismo; permanezco en una absoluta ignorancia acerca de todas estas cosas; no sé lo que es mi cuerpo, ni mis sentidos, ni mi alma, ni siquiera esta parte de mí mismo que piensa lo que estoy diciendo, que reflexiona sobre todo y sobre sí misma, y que se conoce tan poco como conoce todo lo demás. Veo estos espantables espacios del universo que me contienen, y me encuentro atado a un rincón de esta extensión tan vasta sin saber por qué estoy aquí y no en otro lugar, ni por qué ese corto lapso de tiempo que me dan para vivir me ha sido asignado a mí en vez de asignarse a otro por toda la eternidad que me ha precedido y por toda la que me sigue. No veo más que infinitos por todas partes que me envuelven como un átomo y como una sombra que no dura más que un instante sin retorno. Todo lo que sé es que no tardaré mucho en morir, pero lo que más ignoro es esta misma muerte que no podré evitar. Del mismo modo que no sé de dónde vengo, tampoco sé adónde voy; y sé solamente que al salir de este mundo he de caer para siempre o en la nada o en las manos de un Dios irritado, sin que sepa cuál de estas dos situaciones ha de corresponderme eternamente. Tal es mi estado, lleno de debilidad y de incertidumbre. Y de todo eso saco la conclusión de que lo mejor es pasar todos los días de mi vida sin pensar en averiguar lo que debe ocurrirme. Tal vez pudiera encontrar alguna luz que disipase mis dudas; pero no quiero tomarme la molestia de buscarla, ni de dar un paso para averiguar, y luego, tratando con desdén a los que se ocupan de esta cuestión» —sea cual fuere la certeza que consigan, será motivo de desesperación más que de vanidad—, «me dirijo con ignorancia y sin temor, hacia el misterio de algo tan grande, dejándome blandamente conducir a la muerte, en la incertidumbre de la eternidad de mi condición futura». ¿Quién desearía tener por amigo a un hombre que discurriese de ese modo? ¿Quién le elegiría entre todos los demás para hacerle partícipe de sus asuntos? ¿Quién recurriría a él en sus aflicciones? Y finalmente, ¿a qué función de la vida se le podría destinar?
Blaise Pascal (Pensées)
En cuanto al fin que nos proponen Plinio y Cicerón, la gloria, estoy muy lejos de tenerla en cuenta. La inclinación más contraria al retiro es la ambición. La gloria y el reposo no pueden alojarse en el mismo albergue. Por lo que veo, estos sólo tienen los brazos y las piernas fuera de la multitud; su alma y su intención continúan, más que nunca, atadas a ella: b | Tun’ uetule auriculis alienis colligis escas? [Entonces, viejo, ¿trabajas sólo para alimentar los oídos ajenos?] a | Se han echado atrás solo para saltar mejor, y para, con un movimiento más fuerte, penetrar más vivamente en la muchedumbre. ¿Queréis ver cómo se quedan cortos por un pelo? Comparemos las opiniones de dos filósofos [Epicuro y Séneca], y de dos escuelas muy diferentes, uno escribiendo a Idomeneo, otro a Lucillo, amigos suyos, para apartarlos de la administración de los negocios y de las grandezas, y dirigirlos hacia la soledad. Hasta ahora has vivido —dicen— nadando y flotando; ven a morir al puerto. Has entregado el resto de tu vida a la luz, entrega esta parte a la sombra. Es imposible abandonar las tareas si no renuncias a su fruto; así pues, deshazte de toda preocupación por el nombre y por la gloria. Existe el peligro de que el brillo de tus acciones pasadas te ilumine en exceso, y te siga hasta el interior de tu guarida. Abandona, junto a los demás placeres, el que brinda la aprobación ajena; y, en cuanto a tu ciencia y capacidad, no te importe: no perderán su eficacia porque tú valgas más que ellas. Acuérdate de aquel que, cuando le preguntaron para qué se esforzaba tanto en un arte que no podía ser conocido por mucha gente, respondió: «Me basta con pocos, me basta con uno, me basta con ninguno». Tenía razón. Tú y un compañero sois teatro de sobra suficiente el uno para el otro, o tú para ti mismo. Que el pueblo sea para ti uno solo, y que uno solo sea para ti todo el pueblo. Es una ambición cobarde pretender obtener gloria de la ociosidad y del ocultamiento. Tenemos que hacer como los animales, que borran su rastro a la entrada de su guarida. No has de buscar más que el mundo hable de ti, sino cómo has de hablarte a ti mismo. Retírate en tu interior, pero primero prepárate para acogerte; sería una locura confiarte a ti mismo si no te sabes gobernar. Uno puede equivocarse tanto en la soledad como en la compañía. Hasta que no te hayas vuelto tal que no oses tropezar ante ti, y hasta que no sientas vergüenza y respeto por ti mismo, c | obuersentur species honestae animo [que se ofrezcan imágenes honestas al espíritu], a | represéntate siempre en la imaginación a Catón, Foción y Aristides, ante los cuales aun los locos ocultarían sus faltas, y establécelos como censores de todas tus intenciones. Si estas se desvían, la reverencia por ellos te devolverá al camino. Te retendrán en la vía de contentarte contigo mismo, de no tomar nada en préstamo sino de ti, de detener y fijar el alma en unos pensamientos definidos y limitados donde pueda complacerse; y, tras haber entendido los verdaderos bienes, que se gozan a medida que se entienden, de contentarse con ellos, sin ansias de prolongar la vida ni el nombre. Este es el consejo de la verdadera y genuina filosofía, no de una filosofía ostentosa y verbal, como es la de los dos primeros.
Michel de Montaigne (The Complete Essays)
De tiempo a espacio Naciste desde el fondo de la noche, del sueño donde el tiempo comienza a ser raíz y la mirada sólo tibio aire, cuando aún no era ojo, sino apenas un viento suave, un aroma erigido sin mano que lo toque. Eras la flor ahogada flotando sobre el cuerpo en nuestro amanecer hacia la luz; destrozabas la noche con tus ojos, hundida en mi desnudo tal un vivo rumor de brisa que al oído volcara la virtud de su marea, y mi aliento en tu savia navegaba, y tu voz en mi pulso se moría como sombra de ave agonizante, transformando mi cuerpo en sueño tuyo, en vivo espejo abandonado o silencio que cruza los espacios.
Alí Chumacero (Poesía (Coleccion Letras Mexicanas: Poesia) (Spanish Edition))
alguien que se esconde entre las sombras, temeroso de dar un paso y de exponer su sueño a la luz, por miedo a que ese contacto lo haga desintegrarse.
Julia Cameron (El camino del artista)
Mientras aparece en su nicho de piedra La maravilla de Egipto de pie en su luz La estatua de Osiris viviente en la muerta madera Viviente como para hacer morir una vez más A todos los ídolos muertos de las iglesias de París Y los amantes se abrazan Osiris les casa Y después vuelve a la sombra De su noche viviente.
Jacques Prévert
«La Creación es luz y sombra a la vez; de otra manera, la película no sería posible. El bien y el mal de maya deben siempre alternarse en su supremacía. Si el gozo fuese continuo en este mundo, ¿buscaría el hombre algún otro? Sin sufrimiento, difícilmente trata de recordar que ha abandonado su eterno hogar. El dolor es un aguijón al recuerdo. El medio de escape es la sabiduría. La tragedia de la muerte es irreal; aquellos que tiemblan ante ella son como un actor ignorante que muere de miedo en el escenario, cuando solamente le ha sido disparado un cartucho vacío. Mis hijos son los hijos de la luz; ellos no dormirán para siempre en la ilusión».
Paramahansa Yogananda (Autobiografia de un Yogui (Self-Realization Fellowship))
La travesti no puede tener nombre, es un estado del ser. Ni nació travesti ni se morirá así. No ha permanecido travesti. Tampoco el travestismo es dialéctico. No hay un acto más travesti que otro. La travestí no es real, es una ficción —materialmente—. Nadie ha visto una travesti, nadie la ha podido encerrar. La travesti no es una sombra que desaparece cuando la luz se enciende. La travesti no te persigue como la muerte, no aparece. La travesti no está ni viva ni muerta. Tal vez y se emparenta con el cuerpo vudú, acaso y es un zombie. No pertenece al fantástico mundo de las ánimas. Por el cuerpo de la travesti no recorre sangre, lo atraviesa ponzoña. Del pulmón, bajando por la pierna derecha formando un aneurisma, así corre la travesti.
Daría #LaMaracx (Pasivas: Bitácora sexual)
Pero toda sombra es, al fin y al cabo, hija de la luz y solo quien ha conocido la claridad y las tinieblas, la guerra y la paz, el ascenso y la caída, solo este ha vivido de verdad.
Paloma Sánchez-Garnica (Últimos días en Berlín)
EL Poeta Prometeico viene a dar testimonio de la Luz. El Poeta maldito… a dar testimonio de la Sombra. Es el mismo poeta prometeico. Se le llama así… cuando se acerca a los infiernos… porque la línea inquebrantable y monótona de sus versos que es siempre la resultante de la voluntad humana y del empuje del Viento y que no se doblega ni se tuerce… tiene que pasar fatalmente… por el centro mismo del infierno como el eje de la Tierra.
León Felipe (Nueva Antología Rota)
Porque el sueño es un animal fronterizo como los lagartos… El sueño es un lagarto. Vive en la frontera de dos grandes peñascos, no tiene raíces, va de un lado a otro lado, de la luz a la sombra, de la sombra a la luz… de un peñasco a otro peñasco. Se agarra del péndulo que oscila entre los mundos que separan la rendija entreabierta de mis párpados y se mete en el cubo del pozo que tan pronto está arriba como abajo ... Pero el sueño no es un enemigo del hombre como el zorro, es enemigo de la tachuela y del cálculo; de las duchas heladas y del puñal del amoniaco ... Porque el lagarto va y viene también del yelmo a la bacía y de la bacía al yelmo. Y el juez, el cura, Don Fernando, el burlón, el prestidigitador y el catedrático ya no sabe ninguno qué es lo que tiene en la cabeza aquel hidalgo. ¿Quién ha gritado baci-yelmo?, Sancho. Baci-yelmo también, es un lagarto. Preguntad otra vez: ¿Y si estuviésemos ya locos? ¿O si siguiésemos soñando? ¿Si no hubiésemos dejado de soñar, Segismundo, y el destierro ahora aquí y España allá, en el otro lado fuesen el juego viejo y nuevo de un dios, no de un rey bárbaro ... Si no hubiésemos dejado de soñar, Segismundo, y alguien después de ti hubiese definitivamente dado el grito subversivo de ¡Arriba, arriba los lagartos! ¿Si tú y yo, el místico, el biólogo, el psicólogo y el matemático ya hubiésemos sacado nuestra espada para defender a los lagartos?
León Felipe (Nueva Antología Rota)
Aquello es un peñasco o dos peñascos? ¿Y si la luz fuese la sombra, la gracia el pecado, la oración la blasfemia, el cielo el infierno y el oro el guijarro? ¿Si el verso, poetas cortesanos, si el verso no fuese de cristal sino de barro? ¿SÍ hacia la derecha y hacia la izquierda fuesen sólo una vana y estéril disputa de las manos? ¿Si no hubiese boca arriba y boca abajo y no supiésemos tampoco quién es el que duerme al revés, la lechuza o el murciélago? ¿Si de tanto dar vueltas, de tanto columpiarnos, de tanto ir y venir del caño al coro y del coro al caño nos trabucásemos diciendo ¡cono!, pero si no sabemos dónde estamos?
León Felipe (Nueva Antología Rota)
Es pleno mes de mayo; todo quiere anudar ya su instinto o su alma al dulzor de las cosas; Deberían esas jóvenes andar cortando rosas; Debía jugar el niño en una luz bermeja; El invierno del viejo se fundiría al sol. Habrían esas almas de ser como un castillo Repleto de perfumes, de zumbidos de abejas, De cantos de aves, flores, éxtasis, primaveras. Debían palpitar todos de amores y de auroras. Pues bien, en este mes de luz y de ebriedad ¡Oh terror! He ahí la muerte que brusca, se destaca, La gran ciega, la Sombra implacable y sin ojos.
Victor Hugo
La palabra es silencio y sonido articulado Luz y sombra organizada
Cecilia Vicuña (PALABRARmas)
Los recuerdos de canciones entonadas a la luz de la hoguera regresaron a Miranda como si pertenecieran a un pasado remoto.
Esther Sánchez (Reina de hielo y sombras)
BLACK POWER Viajando en este agujero negro En este triángulo de Dios En el triángulo oscuro de la luz Bailando al compás de lo inmundo ... Para invocar en vano al desierto Pirámides de un relojero enajenado En comunicación con un ente superior Dando sombra a sus discípulos A cólito de Ra D el siniestro ojo de la mujer gato Y que la ceniza de mi nombre sea el aire y el viento
Leopoldo María Panero
Detesto tener que dejaros, pero noto esa llamada que tira de mí hacia el norte. He de ir con Rand, y no hay más que decir. Intentaré volver. Si no puedo... En fin, quiero que sepáis que me siento orgulloso de vosotros. De todos. Seréis bien recibidos en mi hogar cuando todo esto haya acabado. Abriremos uno o dos barriles del mejor brandy de maese al’Vere. Recordaremos a los que hayan caído y contaremos a nuestros hijos lo que vivimos cuando las nubes se tornaron negras y el mundo empezó a morir. Les explicaremos que plantamos cara, codo con codo, y así no hubo resquicio por el que la Sombra pudiera filtrarse.
Robert Jordan (Un Recuerdo de Luz (La Rueda del Tiempo, #14))
Convertid a Don Quijote a la especulación religiosa, como ya él soñó una vez en hacerlo cuando encontró aquellas imágenes de relieve y entalladura que llevaban unos labradores para el retablo de su aldea, y a la meditación de las verdades eternas, y vedle subir al Monte Carmelo por medio de la noche oscura del alma, a ver desde allí arriba, desde la cima, salir el sol que no se pone, y como el águila que acompaña a San Juan en Patmos, mirarle cara a cara y escudriñar sus manchas, dejando a la lechuza que acompaña en el Olimpo a Atena —la de ojos glaucos, esto es, lechucinos, la que ve en las sombras, pero a la que la luz del mediodía deslumbra— buscar entre sombras con sus ojos la presa para sus crías.
Miguel de Unamuno (Del sentimiento trágico de la vida y otros ensayos)
No cambiaría mi existencia por ninguna otra, la asumo en su integridad con mis errores y aciertos, mis éxitos y fracasos, con sus amarguras y euforias, con sus días de luz y de sombra, ya que todo ello me constituye y define. No, no zarparé de esta tierra, sacudida una vez más por convulsiones sociales. No me iré como los familiares y amigos de Sergio, protagonista de Memorias del subdesarrollo, sino que permaneceré atado a ella, como él a su penthouse, a las vicisitudes que jalonan nuestro veleidoso destino colectivo. No, no quiero contemplar, horrorizado e impotente, desde un exilio remoto, como tanto cubano, venezolano o nicaragüense, la suerte que corra mi país.
Roberto Ampuero (Nunca volveré a Berlín (Spanish Edition))
(atravesábamos la noche en compacto silencio, nada nos permitía adivinar nuestra prodigiosa velocidad; los peones dispensaban una luz moderada, pálida y fúnebre), tuve la repentina sensación de que esa larga nave de acero nos llevaba (discretamente, eficazmente, suavemente) hacia el Reino de las Tinieblas, hacia el Valle de la Sombra de la Muerte. Diez minutos después, llegábamos a Auray.
Michel Houllebecq
Podríamos decir que la energía que nos mueve en cuerpo y alma es una sola, pero la podemos orientar en dos direcciones: hacia la vida o hacia la muerte. Hacia la luz o hacia la sombra. Hacia lo que nutre y ayuda o hacia lo que nos desliza a la oscuridad y nos apaga o nos destruye. La energía de vida es luminosa, nutritiva: construye y genera.
Joan Garriga (Bailando juntos: La cara oculta del amor en la pareja y en la familia (Imago Mundi) (Spanish Edition))
Egwene se proponía que la Torre Blanca saliera de esta reunión designada como la mano que lideraría a las fuerzas agrupadas contra la Sombra, y no renunciaría a su responsabilidad respecto a los sellos.
Robert Jordan (Un Recuerdo de Luz (La Rueda del Tiempo, #14))
-¡Párate! ¡Párate! -gritó con voz desesperada-. Es inútil correr. Los ojos se acercaban lentamente. -¡Galadriel! -llamó, y apelando a todas sus fuerzas levantó el frasco una vez más. Los ojos se detuvieron. Por un instante la mirada cedió, como si la turbara la sombra de una duda. Y entonces a Frodo se le inflamó el corazón dentro del pecho, y sin pensar en lo que hacía, fuera locura, desesperación o coraje, tomó el frasco en la mano izquierda, y con la derecha desenvainó la espada. Dardo relampagueó, y la afilada hoja élfica centelleó en la luz plateada, y una llama azul tembló en el filo. Entonces, la estrella en alto y esgrimiendo la espada reluciente, Frodo, hobbit de la Comarca, se encaminó con firmeza al encuentro de los ojos.
Tolkien J.R.R (The Two Towers (The Lord of the Rings, #2))
REFLEXIONES DE NUESTRO SOL Como el sol, nos elevamos en toda nuestra gloria y esplendor. Como el sol, buscamos la sombra de las nubes durante los momentos tormentosos de nuestras vidas. Si el sol se quedara fijo y brillante, perdidos estarían algunos hermosos cambios y transformaciones que toman forma durante los momentos de retirada. Como el sol, nos vamos hacia atrás mientras establecemos intenciones nuevas para volver a despertar con el rocío de la mañana. Permítete el mismo espacio que le permites a nuestro sol. Domina tu vida como el sol poniente. Nadie puede robar tu luz así como nadie puede retener realmente la vida – haz que esta vida cuente. Siempre date el mismo amor y respeto que mereces. Tú eres un milagro, tan grande como el sol que sale y se pone. Tú eres una supernova. ¡Emprende el vuelo, eres tan brillante!
Ulonda Faye
el mañana, una red de luz amarillismo y sombra azul que se extiende desde la cama hasta la puerta".
Karen Russell (Sleep Donation)
Pienso en el cuadro de la clínica y en las fibras onduladas del lienzo bajo la pintura al óleo. En todos los materiales primarios reunidos y transformados en sombra y luz. En los pigmentos extraídos de la arena y de las campánulas, en el negro del carbón surgido del fuego y esparcido en resbaladizas paredes de cuevas. Siempre hay un modo de documentar cómo logramos sobrevivir o, en algunos casos, cómo no lo conseguimos.
Raven Leilani (Luster)
- ¿Qué relación dirías que tenemos con nuestras sombras, Mary? - Aunque se dirigía a mí, no dejaba de contemplar la sombra-. Si las proyectamos nosotros, ¿no forman también parte de nosotros? - Señor -repuse-, no son más que un juego de luz. El Amo dejó la lámpara en el escalón y empezó a arreglarse los puños, que llevaba doblados. - Puede ser que nosotros seamos el juego de luz, Mary
Valerie Martin (Mary Reilly)
—Ahora no necesitas ese tiempo —dijo Yumi—. Para eso está la parte de la meditación. —No tiene por qué ser una cosa tan estricta —protestó él—. No se puede meter cada parte de la vida bien ordenada en una cajita sin que nada se solape. Pintor se sentó en un pedrusco grande, sin hacer caso a la razonable indicación de Yumi de que debería practicar a acuclillarse o arrodillarse. —La vida —dijo ella— sería un caos sin unos límites y unas pautas adecuadas. Pintor puso los ojos en blanco. —¿Afirmas que esto es un arte, pero no haces ni la menor concesión a las inclinaciones artísticas? —Levantó una piedra—. Si quisiera comprender de verdad esta piedra, me preguntaría de dónde procede, cómo se le hicieron estas muescas en el lado. Miraría la sombra que proyecta cuando le da la luz y las vetas individuales que la recorren. —Nada de eso es relevante —objetó Yumi—. Necesitas conocer el peso del objeto y qué equilibrio tiene. Ahora eso es tu arte, Pintor. —Idioteces —dijo él (bajo)—. Son todo idioteces.
Brandon Sanderson (Yumi y el pintor de pesadillas)