Lo Siento Mucho Quotes

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Todas las palabras se ponen nerviosas cuando tengo que ordenarlas para decirte lo mucho que me importas. Pero, es que mi corazón no había latido así antes y siento que te debo él te quiero. Siento que hay que quererte, y que estaría loco si no lo hiciese.
J. Porcupine (La vuelta al mundo para abrazarte por la espalda)
-Pues...siento no besarte todas las veces que pienso hacerlo. Lamento mucho no decirte cada día todo lo que se me pasa por la cabeza al verte.Siento no poder hacer que cumplas todo lo que quieres hacer,pero aún más que te digas a ti misma que no puedes. Siento no dormir contigo cada noche ,no despertarme a tu lado cada mañana,no reírme siempre que te ríes y no ser capaz de imaginarme la vida sin ti.
Elísabet Benavent (Alguien como tú (Mi elección #2))
En este momento, me siento como si ella ni siquiera necesitara un héroe. ¿Por qué iba a hacerlo? Tiene a alguien mucho más fuerte de lo que nunca seré para ella. Se tiene a sí misma.
Colleen Hoover (Maybe Someday (Maybe, #1))
Te quiero a las diez de la mañana, y a las once, y a las doce del día. Te quiero con toda mi alma y con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia. Pero a las dos de la tarde, o a las tres, cuando me pongo a pensar en nosotros dos, y tú piensas en la comida o en el trabajo diario, o en las diversiones que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con la mitad del odio que guardo para mí. Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y siento que estás hecha para mí, que de algún modo me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos me convencen de ello, y que no hay otro lugar en donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu cuerpo. Tú vienes toda entera a mi encuentro, y los dos desaparecemos un instante, nos metemos en la boca de Dios, hasta que yo te digo que tengo hambre o sueño. Todos los días te quiero y te odio irremediablemente. Y hay días también, hay horas, en que no te conozco, en que me eres ajena como la mujer de otro. Me preocupan los hombres, me preocupo yo, me distraen mis penas. Es probable que no piense en ti durante mucho tiempo. Ya ves. ¿Quién podría quererte menos que yo, amor mío?
Jaime Sabines (Los amorosos: Cartas a Chepita)
Es mucho más fácil no saber las cosas algunas veces. Las cosas cambian. Los amigos se van. Y la vida no se detiene por nadie. Quería reírme. O quizás enojarme. O quizás sentir indiferencia por lo extraño que todos eran, especialmente yo. Creo que la idea es que cada persona tiene que vivir su propia vida y después decidir compartirla con otras personas. No puedes sentarte ahí y poner la vida de todos por encima de la tuya y creer que eso cuenta como amor. No puedes. Tienes que hacer cosas. Voy a hacer lo que quiera hacer. Voy a ser quien realmente soy. Y voy a saber quién es ese. Y todos podríamos sentarnos y preguntarnos y sentirnos mal unos por otros y culpar a muchas personas por lo que hicieron o por lo que no hicieron o por lo que no sabían. No lo sé. Supongo que siempre hay alguien a quien culpar. Es diferente. Quizás es bueno poner las cosas en perspectiva, pero algunas veces, creo que la única perspectiva es realmente estar ahí. Porque está bien sentir. Yo estaba realmente allí. Y eso era suficiente para hacerme sentir infinito. Me siento infinito.
Stephen Chbosky (The Perks of Being a Wallflower)
No obstante, la vida también se resume en sentir; lo bueno, lo malo, lo que te toque. Sentir mucho, intensamente, hasta que te desgarre por dentro. Y en ese aspecto, yo con mis veinticuatro años, me siento como si ya hubiera vivido demasiado.
Neïra (Valiente Vera, pequeña Sara)
[…] Había una vez, hace mucho tiempo, un mundo donde los humanos tenían cuatro piernas, cuatro brazos, dos caras. ¿Te lo imaginas, Peter? Eran felices, poderosos. Los Dioses empezaron a tener miedo, pavor de que se unieran y acabaran con ellos. Y envidia, mucha envidia de esa felicidad. Tenían que hacer algo. Entonces se les ocurrió partirlos por la mitad, separarlos, condenarlos a buscarse eternamente y así distraerlos de la rebelión. De ese modo, pasaron a tener solo dos piernas, dos brazos, una cara… Se sintieron rotos. Y en realidad era cierto, estaban rotos. Aún podían sentir su otra parte, perdida en la inmensidad del universo. Si te amputan una pierna o un brazo, aunque no esté, sigues sintiéndolo; puedes notar cómo te cosquillea, está ahí aunque nadie pueda verlo. Pero tú lo sientes como si no hubiera desaparecido y, si no miras, si no te fijas, para ti sigue ahí. Miembro fantasma lo llaman. Tú eres mi mitad Peter, mi miembro fantasma. Te siento aunque no estés y me niego a que desaparezcas, a pasarme toda la vida buscándote. No quiero buscarte, no quiero sentirte si no estás. No puedes hacerme eso, no puedes.
Wendy Davies (Recuerda que me quieres)
—Y hay más. Tan pronto no van a cortar tu planta de naranja-lima. Cuando la corten estarás lejos y no sentirás nada. Sollozando me abracé a sus rodillas. —Ya no me interesa, papá. No me interesa… Y mirando su rostro, que también se encontraba lleno de lágrimas, murmuré como un muerto: —Ya la cortaron, papá, hace más de una semana que cortaron mi planta de naranja-lima. Los años pasaron, mi querido Manuel Valadares. Hoy tengo cuarenta y ocho años y, a veces, en mi nostalgia, siento la impresión de que continúo siendo una criatura. Que en cualquier momento vas a aparecer trayéndome fotos de artistas de cine o más bolitas. Tú fuiste quien me enseñó la ternura de la vida, mi Portuga querido. Hoy soy yo el que tiene que distribuir las bolitas y las figuritas, porque la vida sin ternura no vale gran cosa. A veces soy feliz en mi ternura, a veces me engaño, lo que es más común. En aquel tiempo… En el tiempo de nuestro tiempo no sabía que muchos años antes un Príncipe Idiota, arrodillado frente a un altar, preguntaba a los iconos, con los ojos llenos de lágrimas: “¿POR QUÉ LES CUENTAN LAS COSAS A LAS CRIATURITAS?” Y la verdad es, mi querido Portuga, que a mí me contaron las cosas demasiado pronto. ¡Adiós!
José Mauro de Vasconcelos (Mi planta de naranja-lima)
Solo quería decir que no siempre tienes que estar bien. Te pedí que fueras mi parabatai porque te necesitaba, pero tú también puedes necesitarme, también. Esto… —indicó su propia runa de parabatai—, significa que eres mi otra mejor mitad, y que me preocupo por ti más de lo que me preocupo por mí mismo. Recuerda eso. Lo siento, no me di cuenta de lo mucho que estabas sufriendo. No lo vi entonces, pero ahora lo veo.
Cassandra Clare (City of Heavenly Fire (The Mortal Instruments, #6))
Por eso, cuando me sumerjo y sigo la luz, mientras siento que el mar opone su frágil resistencia y mis pulmones se debaten por aguantar un segundo más, mientras mis brazos y mis piernas se esfuerzan por elevarme —porque estoy sobre lo que hubo antes—, me siento parte de algo más grande, mucho más grande que yo, que todos nosotros juntos. El mar ha estado siempre en el mar. Me siento una partícula en movimiento dentro de lo eterno.
Patricia García-Rojo
Yo siento mucho no coincidir con el pacifismo contemporáneo en su antipatía hacia la fuerza; sin ella no habría habido nada de lo que más nos importa en el pasado, y si la excluimos del porvenir sólo podremos imaginar una humanidad caótica. Pero también es cierto que con sólo la fuerza no se ha hecho nunca cosa que merezca la pena.
José Ortega y Gasset
En estos días, a menudo siento que me fastidia que mi serie infinita sea tan breve. Quiero más números de los que seguramente obtendré, y quiero más números para Augustus de los que obtuvo. Pero, Gus, amor mío, no puedo expresar lo mucho que agradezco nuestro pequeño infinito. No lo cambiaría por el mundo entero. Me has dado una eternidad en estos días contados, y te doy las gracias
John Green (The Fault in Our Stars)
En estos días, a menudo siento que me fastidia que mi serie infinita sea tan breve. Quiero más números de los que seguramente obtendré, y quiero más números para Augustus de los que obtuvo. Pero, Gus, amor mío, no puedo expresar lo mucho que te agradezco nuestro pequeño infinito. No lo cambiaría por el mundo entero. Me has dado una eternidad en esos días contados, y te doy las gracias.
John Green (The Fault in Our Stars)
No puedo hablar de nuestra historia de amor, así que hablaré de matemáticas. No soy matemática, pero de algo estoy segura: entre el 0 y el 1 hay infinitos números. Están el 0,1, el 0,12, el 0,112 y toda una infinita colección de otros números. Por supuesto, entre el 0 y el 2 también hay una serie de números infinita, pero mayor, y entre el 0 y un millón. Hay infinitos más grandes que otros. Nos lo enseñó un escritor que nos gustaba. En estos días, a menudo siento que me fastidia que mi serie infinita sea tan breve. Quiero más números de los que seguramente obtendré, y quiero más números para Augustus de los que obtuvo. Pero, Gus, amor mío, no puedo expresar lo mucho que te agradezco nuestro pequeño infinito. No lo cambiaría por el mundo entero. Me has dado una eternidad en esos días contados, y te doy las gracias.
John Green (The Fault in Our Stars)
La destrucción El Demonio se agita sin cesar a mi lado, flota a mi alrededor como un aire impalpable; lo respiro y siento que quema mis pulmones, llenándolos de un ansia sempiterna y culpable. Sabiendo lo mucho que amo el Arte, toma a veces la forma de la mujer más seductora, y con especiales e hipócritas pretextos acostumbra mis labios a filtros degradantes. Lejos de la vista de Dios, así me lleva, jadeante y deshecho de cansancio, al centro de los llanos del tedio, profundos y desiertos, y arroja ante mis ojos llenos de confusión vestiduras manchadas, heridas entreabiertas, y el sangriento aparato que implica Destrucción.
Charles Baudelaire (Les Fleurs du Mal)
Igual que tengo la intuición de que me espera un precipicio negro después de morir, me asalta a veces cierto sabor metálico en el paladar que descifro como la amenaza de una zanja. El sistema que controla esta clase de gente no me gusta a mí y al sistema no le gusto yo pero él es muchísimo más poderoso. No sé cómo lo haré porque me siento aún muy pequeña y torpe por mucho que haya crecido, pero de alguna forma tengo que combatirlo.
Elisa Victoria (El Evangelio)
Si tengo que definir la poesía y no las tengo todas conmigo, si no me siento demasiado seguro, digo algo como: «poesía es la expresión de la belleza por medio de palabras artísticamente entretejidas». Esta definición podría valer para un diccionario o para un libro de texto, pero a nosotros nos parece poco convincente. Hay algo mucho más importante: algo que nos animaría no sólo a seguir ensayando la poesía, sino a disfrutarla y a sentir que lo sabemos todo sobre ella. Esto significa que sabemos qué es la poesía. Lo sabemos tan bien que no podemos definirla con otras palabras, como somos incapaces de definir el sabor del café, el color rojo o amarillo o el significado de la ira, el amor, el odio, el amanecer, el atardecer o el amor por nuestro país. Estas cosas están tan arraigadas en nosotros que sólo pueden ser expresadas por esos símbolos comunes que compartimos. ¿Y por qué habríamos de necesitar más palabras?
Jorge Luis Borges (Arte poética: Seis conferencias en Harvard)
Entonces empezó a hablar atropelladamente, impulsada por un deseo repentino de franqueza: Tengo la horrible sensación de que pasa el tiempo y no hago nada y nada acontece, y nada me conmueve hasta la raíz. Miro a Esteban y miro a Jaime y estoy segura de que ellos también se sienten desgraciados. A veces (no te enojes, papá) también te miro a vos y pienso que no quisiera llegar a los cincuenta años y tener tu temple, tu equilibrio, sencillamente porque los encuentro chatos, gastados. Me siento con una gran disponibilidad de energía, y no sé en qué emplearla, no sé qué hacer con ella. Creo que vos te resignaste a ser opaco, y eso me parece horrible, porque yo sé que no sos opaco. Por lo menos, que no lo eras. Le contesté (¿qué otra cosa podía decirle?) que tenía razón, que hiciera lo posible por salir de nosotros, de nuestra órbita, que me gustaba mucho oírla gritar esa inconformidad, que me parecía estar escuchando un grito mío, de hace muchos años
Mario Benedetti (La tregua)
Sabes que si me marcho es porque te estorbo. No soy un ser normal... soy fiel, te lo aseguro, a mi manera, atrozmente fiel, hasta reventar. Pero me agobia la regularidad de la vida. En realidad, me siento mucho más cerca de la gente cuando la dejo.
Louis-Ferdinand Céline
—¿Todo fue una ilusión? —preguntó. El dolor atenazó su pecho y la dejó sin aire. —¿Kai? —¿Todo estaba en mi cabeza? ¿Era un truco lunar? Su estómago se retorció. —No —sacudía la cabeza, desesperada. ¿Cómo explicarle que no tenía ese poder antes? ¿Que no lo habría usado contra él? —Jamás te mentiría... Las palabras se desvanecieron. Todo lo que él sabía de ella había sido una mentira. —Lo siento mucho —terminó. Kai apartó la vista, buscando algún consuelo en el jardín resplandeciente. —Me duele más mirarte a ti que a ella.
Marissa Meyer (Cinder (The Lunar Chronicles, #1))
Porque posee usted la más maravillosa juventud, y la juventud es lo más precioso que se puede poseer. –No lo siento yo así, lord Henry. –No; no lo siente ahora. Pero algún día, cuando sea viejo y feo y esté lleno de arrugas, cuando los pensamientos le hayan marcado la frente con sus pliegues y la pasión le haya quemado los labios con sus odiosas brasas, lo sentirá, y lo sentirá terriblemente. Ahora, dondequiera que vaya, seduce a todo el mundo. ¿Será siempre así?… Posee usted un rostro extraordinariamente agraciado, señor Gray. No frunza el ceño. Es cierto. Y la belleza es una manifestación de genio; está incluso por encima del genio, puesto que no necesita explicación. Es uno de los grandes dones de la naturaleza, como la luz del sol, o la primavera, o el reflejo en aguas oscuras de esa concha de plata a la que llamamos luna. No admite discusión. Tiene un derecho divino de soberanía. Convierte en príncipes a quienes la poseen. ¿Se sonríe? ¡Ah! Cuando la haya perdido no sonreirá… La gente dice a veces que la belleza es sólo superficial. Tal vez. Pero, al menos, no es tan superficial como el pensamiento. Para mí la belleza es la maravilla de las maravillas. Tan sólo las personas superficiales no juzgan por las apariencias. El verdadero misterio del mundo es lo visible, no lo que no se ve… Sí, señor Gray, los dioses han sido buenos con usted. Pero lo que los dioses dan, también lo quitan, y muy pronto. Sólo dispone de unos pocos años en los que vivir de verdad, perfectamente y con plenitud. Cuando se le acabe la juventud desaparecerá la belleza, y entonces descubrirá de repente que ya no le quedan más triunfos, o habrá de contentarse con unos triunfos insignificantes que el recuerdo de su pasado esplendor hará más amargos que las derrotas. Cada mes que expira lo acerca un poco más a algo terrible. El tiempo tiene celos de usted, y lucha contra sus lirios y sus rosas. Se volverá cetrino, se le hundirán las mejillas y sus ojos perderán el brillo. Sufrirá horriblemente… ¡Ah! Disfrute plenamente de la juventud mientras la posee. No despilfarre el oro de sus días escuchando a gente aburrida, tratando de redimir a los fracasados sin esperanza, ni entregando su vida a los ignorantes, los anodinos y los vulgares. Ésos son los objetivos enfermizos, las falsas ideas de nuestra época. ¡Viva! ¡Viva la vida maravillosa que le pertenece! No deje que nada se pierda. Esté siempre a la busca de nuevas sensaciones. No tenga miedo de nada… Un nuevo hedonismo: eso es lo que nuestro siglo necesita. Usted puede ser su símbolo visible. Dada su personalidad, no hay nada que no pueda hacer. El mundo le pertenece durante una temporada… En el momento en que lo he visto he comprendido que no se daba usted cuenta en absoluto de lo que realmente es, de lo que realmente puede ser. Había en usted tantas cosas que me encantaban que he sentido la necesidad de hablarle un poco de usted. He pensado en la tragedia que sería malgastar lo que posee. Porque su juventud no durará mucho, demasiado poco, a decir verdad. Las flores sencillas del campo se marchitan, pero florecen de nuevo. Las flores del codeso serán tan amarillas el próximo junio como ahora. Dentro de un mes habrá estrellas moradas en las clemátides y, año tras año, la verde noche de sus hojas sostendrá sus flores moradas. Pero nosotros nunca recuperamos nuestra juventud. El pulso alegre que late en nosotros cuando tenemos veinte años se vuelve perezoso con el paso del tiempo. Nos fallan las extremidades, nuestros sentidos se deterioran. Nos convertimos en espantosas marionetas, obsesionados por el recuerdo de las pasiones que nos asustaron en demasía, y el de las exquisitas tentaciones a las que no tuvimos el valor de sucumbir. ¡Juventud! ¡Juventud! ¡No hay absolutamente nada en el mundo excepto la juventud!
Oscar Wilde (The Picture of Dorian Gray)
—Shmuel —dijo, corriendo hacia él y sentándose. Casi lloraba de alivio y de arrepentimiento.—Lo siento mucho,Shmuel. No sé porqué lo hice. Di que me perdonas. —No pasa nada.—dijo Shmuel, mirándolo. Tenía la cara cubierta de cardenales. Bruno se estremeció y por un momento olvidó sus disculpas. —¿Qué te ha pasado? —preguntó, pero no esperó a que Shmuel contestara.—¿Te has caído de la bicicleta? A mí me pasó una vez en Berlín, hace un par de años. Me caí porque iba demasiado rápido y estuve lleno de cardenales varias semanas. ¿Te duele? —Ya no lo noto —dijo Shmuel. —Debe de dolerte. —Ya no noto nada.
John Boyne (The Boy in the Striped Pajamas)
La mala racha" Mientras dura la mala racha pierdo todo. Se me caen las cosas de los bolsillos y de la memoria: pierdo llaves. lapiceras, dinero, documentos, nombres, caras, palabras. Yo no se si será gualicho de alguien que me quiere mal y me piensa peor, o pura casualidad, pero a veces el bajón demora en irse y yo ando de pérdida en pérdida, pierdo lo que encuentro, no encuentro lo que busco, y siento mucho miedo de que se me caiga la vida en alguna distracción. "When Luck Runs Out” During streaks of bad luck, I lose everything. Things fall out of my pockets and my memory: I lose keys, pens, money, documents, names, faces, words. I don’t know whether someone wishes me harm and has put the evil eye on me or whether it’s pure happenstance, but sometimes this slump just won’t end and I lose one thing after another. I lose what I find, I can’t find what I’m looking for, and I’m quite afraid of losing life through some little hole in my pocket.” Eduardo Galeano: El libro de los abrazos (The Book of Embraces)
Eduardo Galeano
Siento, luego existo es una verdad que posee una validez mucho más general y se refiere a todo lo vivo. Mi yo no se diferencia esencialmente del de ustedes por lo que piensa. Gente hay mucha, ideas pocas: todos pensamos aproximadamente lo mismo y las ideas nos las traspasamos, las pedimos prestadas, las robamos. Pero cuando alguien me pisa un pie, el dolor sólo lo siento yo. La base del yo no es el pensamiento, sino el sufrimiento, que es el más básico de todos los sentimientos. En el sufrimiento, ni siquiera un gato puede dudar de su intransferible yo. En un sufrimiento fuerte, el mundo desaparece y cada uno de nosotros está a solas consigo mismo. El sufrimiento es la universidad del egocentrismo
Milan Kundera (Immortality)
El maestro sonrió cómplicemente y le respondió: «Lo único que ha cambiado es mi actitud frente a ella. Antes de la iluminación sufría mucho y me pasaba el día perturbado porque luchaba contra la depresión. En cambio, después de la iluminación comprehendo la naturaleza de la depresión, la acepto y dejo que siga su curso. Ya no me importa si se va a ir o cuándo se va a ir. Y desde entonces siento paz y agradecimiento».
Borja Vilaseca (Las casualidades no existen: Espiritualidad para escépticos)
Todos esos libros, incluso los aburridos y casi incomprensibles, me han hecho comprender más claramente lo que significa ser un ser humano. Y he aprendido de la sensación de asombro que a veces desarrollo cuando me siento en contacto con la mente de otra persona muerta hace mucho tiempo y sé que no estoy solo en esta tierra. Ha habido otros que se han sentido como yo me siento y que, en ocasiones, han podido decir lo indecible”.
Walter Tevis (Mockingbird)
Fuiste la forma mas triste y bonita que tuvo la vida de decirme que no se puede tener todo. Lamento que esa frase no sea mía. Ni siquiera se de quien es. Solo se lo roto que me siento ahora mismo. Te quiero, Macarena. Te quiero. Quédate con eso. Guárdalo. Cuídalo. Yo hare lo mismo con la huella que me dejas. Y si algún día es posible, sé que será contigo. Ahora vive mucho. Tienes que crear recuerdos que contarme cuando seamos viejos.
Elísabet Benavent (Seremos recuerdos (Canciones y recuerdos, #2))
¿Quién soy? ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué me inspira? ¿Por qué existo? ¿Qué es lo que realmente quiero hacer con mi vida? ¿Cuándo me siento completamente vivo? ¿Qué estoy haciendo cuando el tiempo vuela? ¿Cuáles son mis mayores fortalezas? ¿Qué haría si se garantizara el éxito? ¿Qué haría si tuviera diez millones de dólares, siete casas y hubiera viajado por todo el mundo? No te preocupes. Sin presión. No tienes que apresurarte hacia algo nuevo, pero puedes comenzar a hacer más de las cosas que amas.
Marc Reklau (Quiérete ¡y mucho!: 30 días para aumentar tu autoestima)
Yo quería a mi papá con un amor que nunca volví a sentir hasta que nacieron mis hijos. Cuando los tuve a ellos lo reconocí, porque es un amor igual en intensidad, aunque distinto, y en cierto sentido opuesto. Yo sentía que a mí nada me podía pasar si estaba con mi papá. Y siento que a mis hijos no les puede pasar nada si están conmigo. Es decir, yo sé que antes me haría matar, sin dudarlo ni un instante, por defender a mis hijos. Y sé que mi papá se habría hecho matar sin dudarlo un instante por defenderme a mí. La idea más insoportable de mi infancia era imaginar que mi papá se pudiera morir, y por eso yo había resuelto tirarme al río Medellín si él llegaba a morirse. Y también sé que hay algo que sería mucho peor que mi muerte: la muerte de un hijo mío. Todo esto es una cosa muy primitiva, ancestral, que se siente en lo más hondo de la conciencia, en un sitio anterior al pensamiento. Es algo que no se piensa, sino que sencillamente es así, sin atenuantes, pues uno no lo sabe con la cabeza sino con las tripas".
Héctor Abad Faciolince (El olvido que seremos)
Déjame respirar mucho tiempo, mucho tiempo, el olor de tus cabellos; sumergir en ellos el rostro, como hombre sediento en agua de manantial, y agitarlos con mi mano, como pañuelo odorífero, para sacudir recuerdos al aire. ¡Si pudieras saber todo lo que veo! ¡Todo lo que siento! ¡Todo lo que oigo en tus cabellos! Mi alma viaja en el perfume como el alma de los demás hombres en la música. Tus cabellos contienen todo un ensueño, lleno de velámenes y de mástiles; contienen vastos mares, cuyos monzones me llevan a climas de encanto, en que el espacio es más azul y más profundo, en que la atmósfera está perfumada por los frutos, por las hojas y por la piel humana. En el océano de tu cabellera entreveo un puerto en que pululan cantares melancólicos, hombres vigorosos de toda nación y navíos de toda forma, que recortan sus arquitecturas finas y complicadas en un cielo inmenso en que se repantiga el eterno calor. En las caricias de tu cabellera vuelvo a encontrar las languideces de las largas horas pasadas en un diván, en la cámara de un hermoso navío, mecidas por el balanceo imperceptible del puerto, entre macetas y jarros refrescantes. En el ardiente hogar de tu cabellera respiro el olor del tabaco mezclado con opio y azúcar; en la noche de tu cabellera veo resplandecer lo infinito del azul tropical; en las orillas vellosas de tu cabellera me emborracho con los olores combinados del algodón, del almizcle y del aceite de coco. Déjame morder mucho tiempo tus trenzas, pesadas y negras. Cuando mordisqueo tus cabellos elásticos y rebeldes, me parece que como recuerdos.
Charles Baudelaire (Paris Spleen)
Mátenme al alba. Con cuchillos [ilegible] y con cuchillas oxidadas. Estaré en cuclillas esperando. Salva tu amor. No lo salves. Desafección y mierda violenta que aprendió a expresarse en nuestros días mediante fórmulas atroces como «hacer el amor» y «asumir la responsabilidad» y «negar el pasado» y «el hombre es lo que se hace». No hay más que la memoria, maravilla sin igual, horror sin semejanza. Hace mucho que me entregué a las sombras. Y no me contenta mi destino sombrío, mi destino asombrado. Me han asolado, me han agostado. Libérame de ti pues te amo y no estás. No me hables. No te apostes en mis rincones preferidos. Estás aquí. Me deliras. Me cortas las cintas de colores que me aliaban a las niñas que fui. Me abandonas loca furiosa, comiendo sombras furiosamente, girando convulsa con las manos espantadas, revolcándome en tu huida hasta los atroces orgasmos y gritos de bestia asesinada. Pero te amo. A ti te asumo, ante ti sin pasado ni relojes ni sonidos. Sucia y susurrante, leve, ingrávida, llena de sangre y de sustancias sexuales, húmeda, mojada, reventando de calor, de sangre que pide. Me dañas la columna vertebral, tantos días despeñada sobre tu cuerpo imaginado. Me dañas la cabeza que di contra las paredes porque no sabía qué hacer salvo esto: que debía golpearme y castigarme ya que tú no venías. Con tu sonrisa de paraíso exactamente situado en el tiempo y en el espacio. Con tus ojos que sonríen antes que tus labios. En tus ojos encuentro mi persona súbitamente reconstruida. En tus ojos se acumulan mis fragmentos que se unen apenas me miras. En tus ojos vivo una vida de aire puro, de respiración fiel. En tus ojos no necesito del conocimiento, no necesito del lenguaje. En tus ojos me siento y sonrío y hay una niña azul en el jardín de un castillo. Ahora que no estás me atrae la caída, la mierda, lo abyecto, lo denigrante. Salgo a la calle y siento la suciedad, la ruina. Entro en los bares más siniestros y tomo un vino como sangre coagulada, como menstruación, y me rodean brujas negras, perros sarnosos, viejos mutilados y jóvenes putos de ambos sexos. Yo bebo y me miro en el espejo lleno de mierda de moscas. Después no me veo más. Después hablo en no sé cuál idioma. Hablo con estos desechos que no me echan, ellos me aceptan, me incorporan, me reconocen. Recito poemas. Discuto cuestiones inverosímiles. Acaricio a los perros y me chupo las manos. Sonrío a los mutilados. Me dejo tocar, palpar, manos en mi cuerpo adolescente que tanto te gustaba por ser ceñido y firme y suave. («La lisura de tu vientre, tus caderas de efebo solar, tu cintura hecha a la medida de mis manos cerrándose, tus pechos de niña salvaje que los deja desnudos aun cuando llueve, tu sexo y tus gritos rítmicos, que deshacían la ciudad y me llevaban a una selva musical en donde todo confabulaba para que los cuerpos se reconozcan y se amen con sonidos de leves tambores incesantes. Esas noches en que hacíamos el amor debajo de las grandes palabras que perdían su sentido, porque no había más que nuestros cuerpos rítmicos y esenciales… Y ahora llueve y tengo náuseas y vomito casi todo el día y siempre que hay un olor espantoso en la calle, un olor a paquete olvidado, a muerto olvidado. Y tengo miedo. Eso quería decir: que no estás y tengo miedo.»)
Alejandra Pizarnik (Diarios: edición definitiva)
—Lo siento —dije. Alex abrió la boca para hablar y yo negué con la cabeza para detenerlo—. Alex, sólo escúchame. Necesito que entiendas. Cuando pensé que mi madre estaba muerta… su funeral… y los días posteriores, sólo conseguí lograrlo gracias a ti, porque estuviste justo a mi lado cuidándome. Y cuando mi padre me llevó a Londres, lo único que conseguía sacarme de la cama en la mañana, y a través de cada día en esa maldita escuela, era el pensamiento de que un día llegaría a verte de nuevo. Sólo saber que estabas por ahí, era suficiente. Así que, incluso antes de esto, incluso antes de que realmente comenzaras a rescatarme de los hombres malos con armas grandes, te necesitaba. He sido impulsiva y loca y aprovechado oportunidades toda mi vida porque siempre he sabido que estarías allí cuando las cosas fueran mal. Lo que pasa. Mucho.¿Recuerdas el lago? ¿El incidente del trineo? ¿El árbol en el patio trasero? Y ni siquiera hemos llegado a casi ser capturada por La Unidad en un Seven Eleven o recibir un disparo en Joshua Tree. Y en cada uno de esos momentos me has rescatado. Cada vez has estado allí. Eres como mi red de seguridad.
Sarah Alderson (Losing Lila (Lila, #2))
¿PARADOJAS DEL DESTINO? Sentí un silencio frío y absoluto. ¡Dani! ¡Hijito! ¿Estás bien? ¿Dónde estás? ¿Te hiciste daño?¡¿Daniiiii?! ¿Por qué no me contestás hijo? Qué oscuro y frío está todo. No puedo ver nada. Qué silencio. ¿Dani? ¿Me escuchás? ¿Estás bien hijito? No tendría que haber mirado ese mensaje mientras manejaba. ¡Qué estúpido que soy a veces! Hijito, ¿estás bien? ¡Volcamos y nos hicimos pelota! No veo ni escucho nada, no sé dónde estoy. ¿Estaré internado? ¿Estaré muerto? ¿Dani? Me mata tu silencio. ¡¿Estás bien?! Pará, ya puedo ver un leve resplandor. Me siento atrapado. Dani, ¿estás ahí? Carajo, no puedo moverme. Estoy como envuelto en un plástico. Tengo que salir de acá. Hay una luz ¿la ves Dani? Es cada vez más intensa. A ver, sí, creo que puedo romper esta envoltura. Ya estoy casi afuera. La luz me enceguece. Qué lugar más extraño. Nunca había visto algo así ¿y vos? No se parece a la Tierra. ¿Estaré muerto? ¿En otro planeta? ¡Uy, por Dios, y esos monstruos espantosos! ¡Qué asquerosos y espeluznantes que son! Parecen extraterrestres. ¡Son Aliens! ¡Estoy en otro planeta, claramente! No puedo creerlo. Necesito escapar urgente o estos monstruos seguro que me devoran. Tengo que alejarme. Tengo mucho miedo. ¿Estoy flotando? ¿Estoy volando? Sí, vuelo. ¿A ver? Voy a subir más alto para tratar de escapar. Ya no veo a los Aliens y el paisaje parece menos aterrador. Creo que lo logré. Hay mucho viento. ¿Es eso una carretera? Se ven como unos vehículos allá abajo. ¿Serán los transportes de los extraterrestres? Voy a descender un poco. ¡Veo personas! ¿Estoy en la Tierra? ¿Será esto un universo paralelo? ¿Dónde estará Dani? ¡Daniiiiii! No tendría que haber mirado ese mensaje mientras manejaba. Esa torre que está allá abajo se parece mucho al tanque de agua de mi pueblo. Es idéntica; pero la torre de mi pueblo no tiene ese inmenso edificio al lado. Todo esto es muy semejante a mi barrio, pero no es exactamente igual: hay muchos más edificios acá. Ahí está el río. Ah, y la fábrica. Definitivamente es mi barrio, pero luce algo diferente. Debo estar en un universo paralelo nomás. Es increíble que pueda flotar. La gente parece no advertir mi presencia. ¿Seré un fantasma? Tengo que volver a mi casa para ver si está Dani. Dios quiera que esté sano y salvo. Gabriela debe estar preocupadísima por el choque. ¡Ahí está mi casa! ¿Y esos autos de quiénes serán? La fachada está pintada de otro color. ¡Qué extraño todo! Hay alguien en el jardín. ¡Qué crecidos están los árboles que planté en primavera! Es…es… ¡¿Dani?! Sí, ¡sí! ¡Es Dani! Pero qué cambiado está, parece más grande, parece… ¡todo un muchacho! Lo importante es que está bien por suerte. Necesito abrazarlo bien fuerte y decirle cuánto lo quiero. ¿Podrá verme si soy un fantasma? Me voy a acercar despacito para no asustarlo. Necesito tocarlo, acariciarlo. ¿No me ve? Me voy a acercar más. Ahora sí, al menos movió la cabeza, creo que ya notó mi presencia. ¡Qué hambre me agarró de golpe! ¡No puedo detenerme! ¡¿Qué haces hijito?! ¡Soy yo! ¡Tu papá! ¿Hijito querido? ¡No puedo frenarme! ¡Tengo demasiada hambre! ¡Ahhhh qué ricoooo! ¡Qué placeeeer! ¡Nooo Daniii! ¡Noooooo!... ¡Soy tu papá!... ¡Pafffff! –Mamá, trae repelente que está lleno de mosquitos en el jardín –gruñó Daniel, mientras limpiaba en su pantalón la sangre que tenía en la palma de su mano derecha. Gabriela, que justo salía, frenó con brusquedad su marcha, se dio vuelta hacia la casa, y gritó: -¡Querido, trae por favor el repelente que está arriba de la chimenea! De nuevo el silencio frío y absoluto. FIN
Gonzalo Guma (Equinoccio. Susurros del destino)
A mis niños, Feliz Navidad. Lo siento si estas cartas los han tomado a ambos por sorpresa. Es sólo que hay tantas cosas más que tengo que decir. Sé que pensabas que estaba hecha para dar consejos, pero no podía irme sin reiterar algunas cosas por escrito. Puedes no estar relacionada con estas cosas ahora, pero algún día lo estarás. No era capaz de estar ahí para siempre, pero espero que mis palabras puedan. -No dejes de hacer basaña. La basaña es buena. Espera hasta un día cuando no existan malas noticias, y hornea una maldita basaña. -Encuentra un equilibrio entre la cabeza y el corazón. Espero que hayas encontrado eso, Lake, y puedas ayudar a Kel a resolverlo cuando llegue a ese punto. -Presiona tus límites, para eso están. -Estoy robando este fragmento de tu banda favorita, Lake. “Recuerda siempre que no hay nada que valga la pena compartir, como el amor que nos deja compartir nuestro nombre.” -No tomes la vida tan en serio. Dale un puñetazo en la cara cuando necesite un buen golpe. Ríete de eso. -Y ríe mucho. Nunca pases un día sin reír al menos una vez. -Nunca juzgues a otros. Ambos saben muy bien cómo acontecimientos inesperados pueden cambiar lo que una persona es. Siempre ten eso en mente. Nunca se sabe lo que otra persona está experimentando en su propia vida. -Cuestiona todo. Tu amor, tu religión, tus pasiones. Si no tienes preguntas, nunca encontraras respuestas. -Acepta. De todo. Las diferencias de las personas, sus semejanzas, sus elecciones, sus personalidades. A veces se necesita una variedad para hacer una buena colección. Lo mismo va para las personas. -Escoge tus batallas, pero no elijas muchas. -Mantén una mente abierta; es la única manera en que cosas nuevas pueden entrar. -Y por último, pero no menos importante, ni un poquito menos importante. Nunca te arrepientas. Gracias a los dos por haberme dado los mejores años de mi vida. Especialmente el último. Con amor, Mamá.
Colleen Hoover (Slammed (Slammed, #1))
Desperté y ya te habías marchado. Pudo ser justo cuando comencé a soñar O quiza minutos antes de despertar no lo sé, pero al inicio si que lloré. Ya ha pasado algun tiempo, y no tardarás en llegar a otro lugar. Al inicio la idea me lastimaba, pero ya no. Me siento agradecida por un millon mas un mil de cosas. Claro que es triste, pero no es sufrir. me siento con paz por que soy honesta conmigo. Se lo mucho que te quiero. No sabre por que decidiste marcharte así, aún quedo la sensación de tu mano cojiendo la mía, aun se escucha el susurro de tu voz lanzando un "De verdad te quiero" segundos antes de cerrar la puerta. Pero esta bien. No se a donde vas pero espero que estes bien. No estaré esperándote. Pero siempre ocuparas ese lugar que te corresponde dentro de mi pequeño corazón.
Lesly Yossie
Cuando os sentís tentados a no dejar que los problemas de otro os afecten porque no son «asunto vuestro», recordad que, aunque él es diferente de vosotros, forma parte del mismo organismo. Si olvidáis que pertenece al mismo organismo que vosotros os convertiréis en individualistas. Si olvidáis que es un órgano distinto de vosotros, si queréis suprimir las diferencias y hacer que toda la gente sea igual, os convertiréis en totalitarios. Pero un cristiano no debe ser ni un totalitario ni un individualista. Siento un enorme deseo de deciros —y supongo que vosotros sentís un enorme deseo de decírmelo a mí— cuál de estos dos errores es el peor. Ese es el demonio intentando tentarnos. Siempre envía errores al mundo por parejas, parejas de opuestos. Y siempre nos anima a dedicar mucho tiempo a pensar cuál de los dos es peor. ¿Comprendéis, naturalmente, por qué? Confía en que el disgusto mayor que os cause uno de los dos errores os atraiga gradualmente hacia el otro. Pero no nos dejemos engañar. Tenemos que mantener los ojos fijos en la meta y pasar por en medio de los dos errores. No nos importa nada más que eso en lo que respecta a cualquiera de los dos.
C.S. Lewis (Mere Christianity)
—¿Qué ocurre? ¿Es que te da miedo que pierda el control? Deja que te hable del control, esposa mía. He pensado mucho en él durante estos últimos meses, ¿y sabes a qué conclusión he llegado? A que es una ilusión. Durante toda mi vida me he enorgullecido de tener el control. Ha sido lo único constante durante mi precaria existencia. Me ocurriera lo que me ocurriera, yo tenía la capacidad de ejercer el dominio sobre mí mismo. Reprimía las visiones porque podía hacerlo. Era lo único que tenía. Yo abrí la boca, pero él no me permitió decir nada y continuó hablando con la voz tensa de emoción. —Lo único que tenía era el control, y ahora lo estoy perdiendo, ¿lo entiendes? El día de nuestra boda prometí que te protegería, y después te prometí, como un idiota, que te dejaría participar en mi trabajo. Pensaba que podría hacerlo, que podría controlar el miedo que siento por ti, el terror que siento por si te ocurre algo, pero no puedo. No puedo dominarlo del mismo modo que no puedo dominar lo que me ocurre cuando llegan las visiones. Me he pasado toda la vida manteniendo a raya estas emociones, y ahora resulta que la lógica y el control, mis únicos amigos en este mundo, me han abandonado. Construí mi vida y mi carrera profesional basándome en ellos, y me han dejado cuando más los necesitaba.
Deanna Raybourn (The Dark Enquiry (Lady Julia Grey, #5))
Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, aprovecharía ese tiempo lo más que pudiera posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo.
 Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan. Dormiría poco, soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz.
 Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen. Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo,
me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto,
no solamente mi cuerpo, sino mi alma. 
A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse. 
A un niño le daría alas, pero le dejaría que él sólo aprendiese a volar. 
A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido. Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombre. He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada. He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre.
He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse. Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, pero realmente de mucho no habrá de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo. Trata de decir siempre lo que sientes y haz siempre lo que piensas en lo más profundo de tu corazón. Si supiera que hoy fuera la última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma. Si supiera que estos son los últimos minutos que te veo, te diría “te quiero” y no asumiría, tontamente, que ya lo sabes. Siempre hay un mañana y la vida nos da siempre otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero, que nunca te olvidaré. El mañana no le está asegurado a nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas. Por eso no esperes más, hazlo hoy, ya que si mañana nunca llega, seguramente lamentarás el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo. Mantén a los que amas cerca de ti, diles al oído lo mucho que los necesitas, quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles, “lo siento,” “perdóname”, “por favor,” “gracias” y todas las palabras de amor que conoces. Nadie te recordará por tus nobles pensamientos secretos. Pide al Señor la fuerza y sabiduría para expresarlos. Finalmente, demuestra a tus amigos y seres queridos cuanto te importan.
Gabriel García Márquez
No se trata simplemente de hipótesis o especulaciones filosóficas. Hoy en día podemos usar escáneres cerebrales para predecir los deseos y las decisiones de una persona mucho antes de que ella misma sea consciente de ellos. En un experimento en particular, se introduce a la persona en un enorme escáner cerebral y se le da un interruptor para cada mano. Se le dice que pulse uno de los dos siempre que tenga ganas de hacerlo. Los científicos que observan la actividad neural del cerebro pueden predecir qué interruptor pulsará la persona mucho antes de que lo haga, e incluso antes de que esta sea consciente de su intención. Los acontecimientos neurales que tienen lugar en el cerebro y que indican la decisión de la persona empiezan entre unos pocos milisegundos y unos pocos segundos antes de que la persona sea consciente de esta elección.[2] La decisión de pulsar el interruptor derecho o el izquierdo refleja ciertamente la elección de la persona. Pero no es una elección libre. En realidad, nuestra creencia en el libre albedrío es el resultado de una lógica defectuosa. Cuando una reacción bioquímica en cadena hace que yo desee pulsar el interruptor de la derecha, siento que realmente quiero pulsar el interruptor de la derecha. Y es verdad. Realmente quiero pulsarlo. Pero la gente saca erróneamente la conclusión de que si quiero pulsarlo es porque elegí querer pulsarlo. Esto es, desde luego, falso. Yo no elijo mis deseos. Solo los siento, y actúo en consecuencia.
Yuval Noah Harari (Homo Deus: Breve historia del mañana)
Carta a James Sandoe, 14 de octubre de 1949. Ahora estoy leyendo “So little time”, de Marquand. Recuerdo, o creo recordar, que fue bastante maltratada cuando apareció, pero a mí me parece llena de ingenio agudo y vivacidad, y en general mucho más satisfactoria que “Point of no return”, que me resultó aburrida en su impacto total, aunque no aburrida mientras se la lee. También empecé “A sea change”, de Nigel Demis, que parece bien. Pero siempre me gustan los libros equivocados. Y las películas equivocadas. Y la gente equivocada. Y tengo la mala costumbre de empezar un libro y leer sólo lo necesario para asegurarme de que quiero leerlo, y ponerlo a un lado mientras rompo el hielo con otros dos. De ese modo, cuando me siento aburrido y deprimido, cosa que pasa con demasiada frecuencia, sé que tengo algo para leer tarde en la noche, que es cuando más leo, y no ese horrendo sentimiento desolador de no tener a nadie con quien hablar o a quien escuchar. ¿Por qué diablos esos idiotas de editores no dejan de poner fotos de escritores en sus sobrecubiertas? Compré un libro perfectamente bueno... estaba dispuesto a que me gustara, había leído sobre él, y entonces le echo una mirada a la foto del tipo y es obviamente un completo imbécil, una basura realmente abrumadora (fotogénicamente hablando) y no puedo leer el maldito libro. El hombre probablemente no tiene nada malo, pero para mí esa foto, esa tan espontánea foto con la corbata chillona desajustada, el tipo sentado en el borde de su escritorio con los pies en la silla (siempre se sienta así, piensa mejor). He pasado por esta comedia de la foto, sé lo que hace con uno.
Raymond Chandler (Selected Letters)
Ícaro ¿Será, entonces, que pertenezco a los cielos? ¿Por qué, si no, persistirían los cielos en clavar en mí su azul mirada, instándome, y a mi mente, a subir cada vez más, a penetrar en la bóveda celeste, tirando de mí sin cesar hacia unas alturas muy por encima de los humanos? ¿Por qué, cuando se ha estudiado a fondo el equilibrio y se ha calculado el vuelo hasta sus últimos detalles de manera a eliminar todo elemento aberrante: por qué, con todo, este afán de remontarse ha de parecer, en sí mismo, tan próximo a la locura? Nada hay que pueda satisfacerme; toda novedad terrena pierde en seguida su encanto; me siento atraído hacia arriba sin cesar, más inestable, cada vez más cerca de la refulgencia del sol. ¿Por qué me abrasan, estos rayos de razón, por qué me destruyen estos rayos? Pueblos y sinuosos ríos allá abajo me parecen tolerables a medida que aumenta la distancia. ¿Por qué suplican, consienten, me tientan con la promesa de que puedo amar lo humanoviéndolo únicamente, así, a lo lejos, aunque la meta nunca pudo ser el amor, ni, de haberlo sido, podría yo haber pertenecido jamás a los cielos? No he envidiado al ave su libertad, ni anhelado nunca la comodidad de la naturaleza, impulsado no por otra cosa que por el extraño anhelo de subir y subir, más cerca cada vez, para zambullirme en el profundo azul del cielo, tan opuesto a toda alegría de los órganos, tan alejado de los placeres de la superioridad, pero siempre hacia arriba, aturdido, tal vez, por la vertiginosa incandescencia de unas alas de cera. ¿O es que yo, al fin y al cabo, pertenezco a la tierra? ¿Por qué, si no, habría de darse la tierra tanta prisa en abarcar mi caída? Sin conceder espacio para pensar o sentir, ¿por qué la blanda, indolente tierra me saludaba con una sacudida de chapa de acero? La tierra blanda ¿se habrá vuelto de acero sólo para hacerme ver mi propia blandura?, ¿para que la naturaleza pueda hacerme comprender que caer —no volar— está en el orden de las cosas, algo mucho más natural que esa pasión imponderable? El azul del cielo ¿será un sueño y nada más? ¿Era un invento de la tierra a que yo pertenecía, por causa de la provisoria, candente embriaguez alcanzada brevemente por unas alas de cera? ¿Instigaron los cielos ese plan de castigarme por no creer en mí mismo o por creer demasiado; ansioso de saber a quién debía yo lealtad o suponiendo, vanidosamente, que ya lo sabía todo; por querer volar hacia lo desconocido o lo conocido; ambos una misma mota, azul, de idea?
Yukio Mishima (El sol y el acero (El libro de bolsillo - Bibliotecas de autor - Biblioteca Mishima nº 1))
Ícaro ¿Será, entonces, que pertenezco a los cielos? ¿Por qué, si no, persistirían los cielos en clavar en mí su azul mirada, instándome, y a mi mente, a subir cada vez más, a penetrar en la bóveda celeste, tirando de mí sin cesar hacia unas alturas muy por encima de los humanos? ¿Por qué, cuando se ha estudiado a fondo el equilibrio y se ha calculado el vuelo hasta sus últimos detalles de manera a eliminar todo elemento aberrante: por qué, con todo, este afán de remontarse ha de parecer, en sí mismo, tan próximo a la locura? Nada hay que pueda satisfacerme; toda novedad terrena pierde en seguida su encanto; me siento atraído hacia arriba sin cesar, más inestable, cada vez más cerca de la refulgencia del sol. ¿Por qué me abrasan, estos rayos de razón, por qué me destruyen estos rayos? Pueblos y sinuosos ríos allá abajo me parecen tolerables a medida que aumenta la distancia. ¿Por qué suplican, consienten, me tientan con la promesa de que puedo amar lo humanoviéndolo únicamente, así, a lo lejos, aunque la meta nunca pudo ser el amor, ni, de haberlo sido, podría yo haber pertenecido jamás a los cielos? No he envidiado al ave su libertad, ni anhelado nunca la comodidad de la naturaleza, impulsado no por otra cosa que por el extraño anhelo de subir y subir, más cerca cada vez, para zambullirme en el profundo azul del cielo, tan opuesto a toda alegría de los órganos, tan alejado de los placeres de la superioridad, pero siempre hacia arriba, aturdido, tal vez, por la vertiginosa incandescencia de unas alas de cera. ¿O es que yo, al fin y al cabo, pertenezco a la tierra? ¿Por qué, si no, habría de darse la tierra tanta prisa en abarcar mi caída? Sin conceder espacio para pensar o sentir, ¿por qué la blanda, indolente tierra me saludaba con una sacudida de chapa de acero? La tierra blanda ¿se habrá vuelto de acero sólo para hacerme ver mi propia blandura?, ¿para que la naturaleza pueda hacerme comprender que caer —no volar— está en el orden de las cosas, algo mucho más natural que esa pasión imponderable? El azul del cielo ¿será un sueño y nada más? ¿Era un invento de la tierra a que yo pertenecía, por causa de la provisoria, candente embriaguez alcanzada brevemente por unas alas de cera? ¿Instigaron los cielos ese plan de castigarme por no creer en mí mismo o por creer demasiado; ansioso de saber a quién debía yo lealtad o suponiendo, vanidosamente, que ya lo sabía todo; por querer volar hacia lo desconocido o lo conocido; ambos una misma mota, azul, de idea?
Yukio Mishima (El sol y el acero (El libro de bolsillo - Bibliotecas de autor - Biblioteca Mishima nº 1))
Al principio de este capítulo identificamos varias amenazas prácticas al liberalismo. La primera es que los humanos pueden volverse inútiles desde los puntos de vista militar y económico. Esto no es más que una posibilidad, desde luego, no una profecía. Dificultades técnicas u objeciones políticas podrían desacelerar la invasión algorítmica del mercado laboral. Alternativamente, puesto que gran parte de la mente humana es aún territorio inexplorado, no sabemos en verdad qué talentos ocultos pueden descubrir los humanos y qué nuevas profesiones podrían crear para sustituir las pérdidas. Sin embargo, quizá esto no sea suficiente para salvar el liberalismo, porque el liberalismo no solo cree en el valor de los seres humanos: también cree en el individualismo. La segunda amenaza a la que se enfrenta el liberalismo es que en el futuro, mientras el sistema todavía pudiera necesitar humanos, podría no necesitar individuos. Los humanos continuarán componiendo música, enseñando física e invirtiendo dinero, pero el sistema comprenderá a estos humanos mejor de lo que ellos mismos se comprenden y tomará por ellos la mayor parte de las decisiones importantes. Por lo tanto, el sistema privará a los individuos de su autoridad y de su libertad. La creencia liberal en el individualismo se fundamenta en tres supuestos importantes que ya comentamos anteriormente: 1. Yo soy un in-dividuo, es decir, poseo una esencia única que no puede dividirse en ninguna parte o subsistema. Es cierto que este núcleo interno está envuelto por muchas capas externas. Pero si hago el esfuerzo de retirar esas cortezas externas, encontraré en lo más profundo de mí una voz interior clara y única, que es mi yo auténtico. 2. Mi yo auténtico es completamente libre. 3. De estos dos supuestos se infiere que puedo conocer cosas acerca de mí que nadie más puede descubrir. Porque solo yo tengo acceso a mi espacio interior de libertad y solo yo puedo sentir los susurros de mi yo auténtico. Esta es la razón por la que el liberalismo concede al individuo tanta autoridad. No puedo confiar en nadie para que elija por mí, porque nadie puede saber quién soy yo en realidad, qué siento y qué deseo. Esto explica que el votante sea quien mejor sabe lo que le conviene, por qué el cliente siempre tiene la razón y por qué la belleza está en el ojo del espectador. Sin embargo, las ciencias de la vida desafían los tres supuestos. Según las ciencias de la vida: 1. Los organismos son algoritmos, y los humanos no son individuos: son «dividuos». Es decir, los humanos son un conjunto de muchos algoritmos diferentes que carecen de una voz interior o un yo únicos. 2. Los algoritmos que conforman un humano no son libres. Están modelados por los genes y las presiones ambientales, y toman decisiones, ya sea de manera determinista, ya sea al azar, pero no libremente. 3. De ahí se infiere que un algoritmo externo puede teóricamente conocerme mucho mejor de lo que yo nunca me conoceré. Un algoritmo que supervisa cada uno de los sistemas que componen mi cuerpo y mi cerebro puede saber exactamente quién soy, qué siento y qué deseo. Una vez desarrollado, dicho algoritmo puede sustituir al votante, al cliente y al espectador. Entonces el algoritmo será quien mejor sepa lo que le conviene, el algoritmo siempre tendrá la razón y la belleza estará en los cálculos del algoritmo.
Yuval Noah Harari (Homo Deus: Breve historia del mañana)
te quiero mucho. Tanto, pero tanto... Y probablemente siempre te quiera. –Los labios de Emma le tocaron la mejilla–. Lo que pasa es que ya no me gustas. Lo siento.
David Nicholls (Siempre el mismo día)
En muchos vecindarios, sin embargo, las calles son pacíficas y fantasmales. La otra parte del mundo podrá avanzar vertiginosamente, pero no en una pobre manzana de casuchas destartaladas donde el único vehículo que se ve es un viejo Chevrolet color oliva pardusco, con brillantes manchones amarillos y naranjas. Es tanto el silencio, que me siento como si se estuviera en un 275 Norman Mailer El fantasma de Harlot bosque. No muy lejos hay un muchacho con un suéter amarillo, del mismo tono de los manchones amarillos del viejo coche oliva pardusco. Otro automóvil viejo, en otra calle vieja, está alzado sobre un gato por la parte delantera, con el capó tan abierto que parece un pato graznando. Lo han pintado de un azul sucio, brillante. En un viejo balcón han puesto ropa a secar. Te aseguro, Kittredge, que una de las camisas tiene el mismo tono azul sucio del coche. Creo que cuando un país permanece protegido de las tormentas de la historia, los fenómenos más pequeños adquieren prominencia. En una pradera de Maine, protegida de los vientos, las flores silvestres surgen en los lugares más extraños, como si su único propósito fuera deleitar los ojos. Aquí, a todo lo largo de un edificio bajo, común y corriente, del siglo XIX, veo una paleta continua de piedra y estuco: marrón y marrón grisáceo, aguamarina, gris oliva y mandarina. Luego, lavanda. Tres piedras fundamentales, en tonos rosados. Así como los coches reflejan los sedimentos de antiguas latas de pintura, bajo el omnipresente hollín ciudadano está este otro despliegue más sutil. Empiezo a sospechar que esta gente mira sus calles con un ojo interior; si han pintado un letrero de verde musgo, entonces allí, en el extremo de la calle, alguien decide pintar una puerta con el mismo tono de verde. El tiempo y la suciedad, la humedad y el yeso descascarillado contribuyen a dar colorido a la vista. Las viejas puertas empalidecen hasta que ya no es posible determinar si el original era azul o verde o de algún misterioso tono de gris que reflejaba la luz del follaje de la primavera. Recuerda que aquí, en el hemisferio Sur, octubre es como nuestro abril. En la Ciudad Vieja, en una calle que baja hasta el borde del agua, la playa, gris como la arcilla, está desierta. Al fondo, se ve una plaza vacía con una columna solitaria que se recorta contra el mar. ¿Podrán haber seleccionado el lugar para demostrar que De Chirico sabe pintar? En estos paisaje desolados, a menudo se ve una figura solitaria vestida de luto
Ezequiel de Rosso (Relatos de Montevideo)
(Fragmento de El fantasma de Harlot(una historia novelada de la CIA), Norman Mailer ,1991) En muchos vecindarios, sin embargo, las calles son pacíficas y fantasmales. La otra parte del mundo podrá avanzar vertiginosamente, pero no en una pobre manzana de casuchas destartaladas donde el único vehículo que se ve es un viejo Chevrolet color oliva pardusco, con brillantes manchones amarillos y naranjas. Es tanto el silencio, que me siento como si se estuviera en un bosque. No muy lejos hay un muchacho con un suéter amarillo, del mismo tono de los manchones amarillos del viejo coche oliva pardusco. Otro automóvil viejo, en otra calle vieja, está alzado sobre un gato por la parte delantera, con el capó tan abierto que parece un pato graznando. Lo han pintado de un azul sucio, brillante. En un viejo balcón han puesto ropa a secar. Te aseguro, Kittredge, que una de las camisas tiene el mismo tono azul sucio del coche. Creo que cuando un país permanece protegido de las tormentas de la historia, los fenómenos más pequeños adquieren prominencia. En una pradera de Maine, protegida de los vientos, las flores silvestres surgen en los lugares más extraños, como si su único propósito fuera deleitar los ojos. Aquí, a todo lo largo de un edificio bajo, común y corriente, del siglo XIX, veo una paleta continua de piedra y estuco: marrón y marrón grisáceo, aguamarina, gris oliva y mandarina. Luego, lavanda. Tres piedras fundamentales, en tonos rosados. Así como los coches reflejan los sedimentos de antiguas latas de pintura, bajo el omnipresente hollín ciudadano está este otro despliegue más sutil. Empiezo a sospechar que esta gente mira sus calles con un ojo interior; si han pintado un letrero de verde musgo, entonces allí, en el extremo de la calle, alguien decide pintar una puerta con el mismo tono de verde. El tiempo y la suciedad, la humedad y el yeso descascarillado contribuyen a dar colorido a la vista. Las viejas puertas empalidecen hasta que ya no es posible determinar si el original era azul o verde o de algún misterioso tono de gris que reflejaba la luz del follaje de la primavera. Recuerda que aquí, en el hemisferio Sur, octubre es como nuestro abril. En la Ciudad Vieja, en una calle que baja hasta el borde del agua, la playa, gris como la arcilla, está desierta. Al fondo, se ve una plaza vacía con una columna solitaria que se recorta contra el mar. ¿Podrán haber seleccionado el lugar para demostrar que De Chirico sabe pintar? En estos paisaje desolados, a menudo se ve una figura solitaria vestida de luto
Ezequiel de Rosso
Dayan se despertó sintiendo un cuerpo blando y delicioso pegado a su costado. Erinni. Ella le deslizaba los labios por el cuello y susurró su nombre. Dayan se estremeció. ¿Qué le hacía esta mujer? Cuando estaba con ella perdía el norte. O todavía peor, el corazón. Erinni se puso de rodillas a su lado, apartó la sábana que lo cubría y se colocó encima de él, dejando un camino de besos sobre su pecho. Cuando le deslizó una mano por el abdomen y le rodeó la polla con los dedos, él soltó un grito. –¡Oh! ¡Lo siento! –exclamó ella apartándose rápidamente, pero él la alcanzó y la devolvió al lugar en el que estaba. –Me has sorprendido, eso es todo. –Creí que te había hecho daño. –¿Daño? –La risa reverberó en su pecho–. No, me estaba gustando mucho. Sigue. Ella volvió a rodear la polla con la mano y pasó el pulgar por el glande. Erinni le estaba dando un nuevo significado a la palabra “placer”. Estaba seguro que cada gota de sangre de su cuerpo se estaba acumulando entre sus piernas. La presión era violenta, y cada roce depositaba otra sensación más sobre las que ya tenía. Entonces ella se deslizó hacia abajo. Dayan le enredó los dedos en el pelo y la guio hacia su pene. Con el primer contacto de su boca el deseo se descontroló y apretó los dientes. Levantó la cabeza porque tenía que mirarla, no podía perderse ni un momento mientras sentía su boca sobre él. Ella pestañeó, y sus calientes ojos lo golpearon directamente en el corazón. Aquella dulce boca abierta para él, con unos labios golosos perfectos para introducir su polla. La vio sacar la lengua para lamerlo como si fuera un caramelo. Ella gimió, y él perdió la razón. –Chúpamela –le ordenó–. Métela en la boca y chúpala. Erinni se limitó a arquear una ceja y a lamerle los testículos, deslizando el pulgar de arriba hacia abajo por toda la dura longitud. –No me gusta que me den órdenes. Dayan le dio un suave tirón en el pelo. Erinni se estaba burlando de él y eso era una mala idea. Se tensó y apretó la mandíbula mientras intentaba dominarse, pero ella deslizó la lengua una vez más y le rozó el sensible glande con los dientes. Gimió de placer. Jamás había sentido un deseo tan doloroso y al mismo tiempo tan… ¿perfecto? Se agarró la polla y la guio hacia la boca de Erinni. –Chúpamela ahora mismo –ordenó con voz tensa. No estaba bien, pero ya le pediría perdón después. Ahora mismo necesitaba sentir la húmeda y ardiente boca calentando su polla. En el momento en que ella enroscó la lengua allí, Dayan contuvo el aliento. El deseo lo consumió mientras Erinni movía la cabeza. Lo introdujo hasta el fondo de la garganta antes de empezar a chupar con fuerza. Dayan casi perdió la razón. Después ella le lamió el glande y le clavó las uñas en los muslos. El deseo creció con rapidez y lo llevó hasta los límites de su control. Dayan comenzó a jadear. Le tiró del pelo intentando detenerla. Las sensaciones ardientes y abrasadoras iban en su contra. Por todos los dioses, no iba a durar mucho tiempo. Pero se negó a correrse en su boca. Lo haría en su coño porque aquél se había convertido en su lugar favorito. A pesar de lo mucho que le gustaba su boca, necesitaba estar dentro de su parte más íntima, haciéndola llegar al orgasmo una y otra vez antes de dejarse llevar también por la locura. Pero primero tenía que emborracharse con su sabor, sentir su jugosa miel en los labios y la lengua. La apartó de su polla y ella gimió de frustración. La sorprendió cuando la rodeó con los brazos y la alzó sobre su propio cuerpo, colocando los muslos de Erinni a ambos lados de su cabeza. (Dayan y Erinni. Capítulo 7, parte A.)
Alaine Scott (La hechicera rebelde (Cuentos eróticos de Kargul #2))
Oírla gritar su nombre le hizo perder totalmente el control. El calor que lo envolvía le hizo entrar en combustión, inflamándose como aceite en una lámpara. Le hormigueaba la espalda y los testículos los tenía tan tensos que parecían a punto de estallar. Erinni lo mantenía preso con su sexo mientras le cubría el rostro con besos desesperados, y le rodeaba el cuello con los brazos. Dayan se aferró a ella cuando la llenó tan profundamente como le fue posible. Por un instante, imaginó a Erinni a su lado en la cama todas las noches, en su casa, con su hijo creciendo en el vientre. Aquel pensamiento destrozó su control y el orgasmo se apoderó de él. Con aquella imagen en su mente, su cuerpo se quebró e inundó con su semen el útero de Erinni. Después del último estremecimiento recuperó la razón. Aquella era una fantasía ridícula por múltiples razones. La primera de las cuales era que él no se fiaba de ninguna mujer, ni siquiera de Erinni. Ella se dejó caer sobre él y, aunque no debiera, disfrutó de sentir los latidos de su corazón, y el cuerpo saciado y relajado de la sanadora. Le pasó la mano por la húmeda espalda, tranquilizándola con la caricia. –¿Estás bien, cariño? Ella asintió con la cabeza y rodó sobre la cama para sentarse en el borde. Parecía confundida y algo asustada. –¿Te levantas ya? –Tengo cosas que hacer. Está a punto de amanecer, y he de lavarme y prepararme. Hoy tengo que examinar a las esclavas del harén del gobernador. –Puedo hablar con el cirujano y hacer que alguien te sustituya. –¡No! –Se giró para mirarlo con ojos enfurecidos–. ¡Ni se te ocurra interferir en mi trabajo, Dayan! –Sólo era una sugerencia –exclamó él levantando las manos en señal de rendición. No quería discutir. Se dio de bofetadas. No hacía más que meter la pata con esta mujer. ¿Por qué era tan difícil y diferente a las demás? Porque era una mujer acostumbrada a tomar sus propias decisiones–. Espera. Ella se giró cuando intentaba levantarse, y él se tiró sobre la cama, agarrándola por la cintura con un brazo, tirando de ella y aprisionándola entre la cama y su cuerpo. –Lo siento –susurró sobre sus labios–. No era mi intención ofenderte. Ella hizo un mohín que enmascaró una sonrisa. Dayan le gustaba cada vez más. Sí, era el típico hombre que creía que debía dirigir la vida de una mujer, pero aceptaba sus errores cuando los cometía, pedía disculpas e intentaba arreglarlo. Era mucho más de lo que hacían la mayoría de hombres. –Es mi trabajo, Dayan. Mi responsabilidad. –Lo sé. Pero me gustaría poder… –Dayan se calló a tiempo. No quería cuidar de ella. Eso era una estupidez–. Me gustaría tenerte en mi cama un poco más, eso es todo. –Me tendrás esta noche –suspiró–. Ahora tengo que irme. –De acuerdo. Le dio un rápido beso en los labios y se apartó de ella de un salto, dejándola libre. Parecía un chiquillo travieso, feliz porque le habían prometido un postre bien dulce. (Dayan y Erinni. Capítulo 7, parte C.)
Alaine Scott (La hechicera rebelde (Cuentos eróticos de Kargul #2))
—No sé que me hiciste desde que te vi —susurró con voz ronca—. Pero me siento un completo estúpido, siente cómo me tienes—. En un impulso de su cadera la levantó como si la estuviera penetrando, Minerva entendió perfectamente y sus sentidos comenzaban a sucumbir—. No sé qué me pasa Minerva y mucho menos entiendo lo que siento, me importa un carajo que tengas novio, sé que eres apasionada y necesitas liberarte, quiero que escribas con pasión, que sientas cada palabra hasta los tuétanos, quiero acompañarte en tu sueño de publicar, quiero ser parte de ese sueño, de tu sueño.
Itxamany Bustillo (Minerva: Arte, Pasión y Seducción (Arte, Pasión y Seducción (APS)) (Spanish Edition))
Siento que mi salud está quebrantada. ¡Estoy tan débil! ¡Al levantarme esta mañana de la cama me sentí muy mal y , además, no se me quita esta dichosa tos! Presiento, lo sé, que no he de vivir mucho. ¿Quién me enterrará? ¿Quién irá detrás de mi ataúd? ¿Quién me llorará?... ¿Y si vengo a morir en un lugar extraño, en una casa ajena y entre seres desconocidos?... ¡Dios mío, qué triste es la vida,
Anonymous
«Hola. Por si he sido tan torpe de no haberte llamado aún, quiero que sepas que no es porque no te eche de menos. Sí te echo de menos. Seguramente, el retraso tendrá que ver con Griffin… El muy idiota dará problemas durante toda la gira, lo sé, pero por lo menos dejará de desnudarte con la mirada una temporada… Eso es cosa mía. Y por si nunca te lo había dicho, lo hago siempre. Cuando pasas a mi lado, imagino tus caderas desnudas bajo mis dedos. Cuando te inclinas para darme una cerveza, imagino tus pechos firmes, tus pezones duros pidiendo mi boca a gritos. Te preguntas por qué estoy siempre tan excitado, y te lo voy a decir. Tu cuerpo me quema. La caricia de tus dedos sobre mi piel enciende mi deseo. Tu aliento me cubre de una pasión abrasadora. Todo en ti es sensual, y tú no lo sabes en absoluto. Cuando me miras con esos ojos ahumados, desnudándome como te desnudo yo a ti, haces que mi sangre fluya como un torrente, y te deseo tanto… Sé que, esté donde esté en este momento, estaré muriéndome de deseo y que albergaré una profunda ansia, casi dolorosa… porque estaré pensando en ti. Los días no merecen la pena hasta que no estoy dentro de ti. Sólo me siento completo con tu cuerpo rodeando el mío. Pero no pienses que lo que siento por ti se limita sólo al sexo y a una reacción física. No… Es mucho más. Te has metido dentro de mí de tal forma que me has dejado herido y vulnerable. Estar contigo, hacerte el amor sólo es la muestra tangible de lo que siento por ti. Sé que me he convertido en uno de esos idiotas enamorados y balbuceantes, pero al fin y al cabo todo se reduce a dos palabras que apenas logran expresar lo que siento… Te amo.»
S.C. Stephens (Effortless (Thoughtless, #2))
Por favor, no me preguntes si ya pasó. Nunca se me pasará. Por favor, no me digas que está en un mejor lugar. Ella no está aquí conmigo. Por favor, no me digas que al menos no está sufriendo. Todavía no entiendo por qué tenía que sufrir. Por favor, no me digas que entiendes lo que siento. A menos que también hayas perdido un hijo. Por favor, no me preguntes si ya me siento mejor. La desgracia no es una condición que se mejora. Por favor, no me digas que al menos la tuve por muchos años. ¿Qué año escogerías para que muera tu hijo? Por favor, no me digas que Dios nunca nos envía más de lo que podemos soportar. Por favor, sólo di que lo sientes. Por favor, sólo di que recuerdas a mi hija, si es que lo haces. Por favor, déjame hablar de ella. Por favor, menciona el nombre de mi hija. Por favor, sólo déjame llorar.
Marcelo Rittner (Aprendiendo a decir adiós (edición de aniversario): Cuando la muerte lastima tu corazón (Spanish Edition))
A quien pueda inspirar —escribió Austin en el encabezamiento—. Yo, como muchos de los artistas de esta empresa, me muevo constantemente entre dos estados. El primero (y mucho más preferible de los dos) es el modo creativo explosivo e instintivo. Sucede cuando coges la pluma y las ideas empiezan a fluir como el vino de una copa maravillosa. Esto sucede el 3 por ciento de las veces, aproximadamente. El 97 por ciento restante me siento frustrado, apurado, como un papel arrugado y tirado en una esquina. Lo importante es seguir luchando sin tregua para salir de ese atolladero de desaliento y desesperación. Escuche comentarios e historias de profesionales que han hecho cine durante décadas y pasado por las mismas adversidades causadas por tremendos problemas de producción. En una palabra: PERSEVERE. PERSEVERE y no deje de contar historias. PERSEVERE en llegar a su público. PERSEVERE en seguir siendo fiel a su sueño…
Ed Catmull (Creatividad, S.A. Cómo llevar la inspiración hasta el infinito y más allá)
Me dice: «Ay, señora, con la enfermedad de mi mamá no he podido lo que se dice enhebrar la aguja». Yo le digo: «Pero, señora, yo la pollera la necesito». Me dice: «Créame, lo siento mucho. Una clienta como usted. Pero va a tener que disculpar». Yo le digo: «Con disculpar no se arregla nada, señora. Más le valdría cumplir a tiempo y todos saldríamos gananciosos». Me dice: «Ya que lo toma así, ¿por qué no va de otra modista?». Y yo le digo: «No es que me falten ganas, pero ya que me comprometí con usted más vale que la espere, y eso que me parece una informalidad».
Julio Cortázar (Rayuela)
Algunos dicen que se necesita haber nacido para triunfar. Cuanto más lo pienso, más tiendo a a estar de acuerdo. La decepción de no pertenecer a los elegidos la he superado desde hace mucho tiempo, pero no me siento capaz de soportar otra derrota. Si logro triunfar al final no estaré allí. Eso está más que claro.
Ursula Poznanski (Erebos (Erebos, #1))
En la estancia de paredes grises y a media luz, se respiraba una envolvente paz. El silencio emergía de cada rincón mezclándose con una inquietante sensación de acabamiento. Olía a éter. Dima consiguió por fin abrir los ojos, su mirada celeste, ligeramente rasgada, estaba pegada a aquel techo de escayola de color hueso, no había nada de especial en él, pero su mente se mostraba demasiado perezosa como para cambiar hacia otro objetivo y dejar de contemplarlo. Entonces se dio cuenta de que apenas podía mover la cabeza. Estaba tendido sobre una superficie acolchada, una cama suave y espumosa o por lo menos eso fue lo que se le figuró. Parpadeó un par de veces para después mover las cuencas de un lado a otro, fue así como consiguió desclavar los ojos del techo y dar con la única fuente de luz de la habitación, una especie de pantalla, un cuadro grande como una pizarra iluminado por una luz en su interior. A lo lejos divisó lo que parecían fotos pegadas sobre aquella superficie y le recordó las visitas al médico cuando tenía que llevar a su madre a la ciudad para hacerse ver los pulmones. “Lo siento señor Koval, pero a su madre no le queda mucho tiempo, puede que uno seis meses, así que hágale la vida lo más placentera posible porque ya sólo resta esperar.” Cerró los ojos ante aquel recuerdo sin poder evitar una punzada lastimándole el pecho. “Es una pantalla para ver radiografías”, pensó. Con gran alivio, notó que por fin podía mover la cabeza, la levantó poco a poco y confirmó que sus sospechas eran ciertas, yacía sobre una especie de camilla plegable de superficie almohadillada y estructura de aluminio. Su cuerpo era independiente de su mente, se notaba pesado, terriblemente pesado, sin apenas energía para moverse, como si tuviera atado sendos bloques de cemento a las cuatro extremidades y se imaginó a sí mismo como una sola masa, un gran cuerpo de metro noventa hecho de piedra inerte. Quiso levantarse, pero una nausea repentina le sacudió el estómago y tuvo que volver a la posición inicial, cerró los ojos, respiró hondo y cuando intuyó que el mundo volvía a detenerse lo volvió a intentar. Levantó la cabeza con cuidado, se incorporó muy despacio y consiguió sentarse por fin. En ese momento se dio cuenta de que estaba descalzo. Sus brazos al menos volvían a obedecerle, logró girarse y sacar las piernas de la camilla para colocarlas después en el suelo. Sus manos se aferraron con firmeza a la superficie mullida de aquella cama y por un momento, ahí sentado, se vio a sí mismo como suspendido en el aire, mirando hacia el horizonte que era el otro extremo de la habitación, iluminada por el débil reflejo del negatoscopio. Fijó sus ojos en aquel rincón y distinguió otra camilla...
Marie N. Vianco (Desde el tragaluz)
es igual de fácil y toma el mismo tiempo decir, “Lo siento, mi vida. En este momento no tengo tiempo”, en lugar de “¡¿Qué no puedes ver que estoy ocupado?! ¡Deja de molestar!”. Con los niños, un sencillo acto de cortesía puede hacer mucho.
Gerald Newmark (Como Criar Niños Emocionalmente Sanos: Satisfaciendo Sus Cinco Necesidades Vitales Y También Las de los Padres! Edición Actualizada (Spanish Edition))
—Soy más que lo que no pasa de la cintura para abajo. Y siento más de lo que creés… Ni siquiera tenés que estar presente para que lo sienta. Te basta con existir para provocarme cosas, pero si además estás encima de mí disfrutando, me volás la cabeza, Ana Sanz —declaró, y mi corazón se desbocó. —Y si mal no recuerdo, el orgasmo físico para mí ya tenía que ver más con eso que con la descarga de semen en cualquier lugar. Le besé el pulgar que seguía acariciando mi boca, y cerré los ojos, impresionada. —Soy el mismo de siempre disfrutando distinto, porque también es distinto lo que me pasa contigo —continuó. —Lo que me pasa por el corazón compensa lo que no siento en el cuerpo… Y mirá que siento mucho. Una calentura tan inmensa que sólo logra desahogarse cuando vos encontrás placer en mí... Muda, agitada y caliente. Así me sentí. Y hubo algo más… Me sentí capaz de todo por ese hombre. Me sentí en casa por fin.   En el momento menos pensado   “El día menos pensado, Ana Inés.
Verónica Sauer (El Quinto Infierno (Doble o nada nº 2) (Spanish Edition))
Es una cuestión de vigas y de columnas. Lo siento. Pero así es como pienso el mundo. Si intento quitar la viga principal se me derrumba el edificio. Y no quiero. Sobre todo porque no quiero lastimar a los que viven en él. A nadie. Este edificio que construí: ¿puede albergar una habitación secreta?
Eduardo Sacheri (Lo mucho que te amé)
Bueno, nunca os lo he contado, pero a mí me cuesta mucho trabajo vivir. Siempre, desde siempre. Es algo difícil de explicar, como a vosotros no os pasa seguramente no lo entenderéis, pero yo siempre he sentido que vivía dentro de un túnel, a oscuras, aparte, lejos de todo. Veía luces al principio y al final, sabía que existía el mundo, más gente, el sol, la luz, las calles, mis padres, todo eso, pero no podía salir, ni siquiera quería salir de allí, era demasiado esfuerzo. Nunca os lo he contado, pero a mí me da todo mucha pereza, despertarme por la mañana, levantarme de la cama, vestirme, desayunar, todo eso me cansa mucho, estoy muy cansado antes de hacer nada, tengo que obligarme a hacer las cosas que los demás hacen sin darse cuenta, y a medida que consigo hacerlas, me siento menos cansado, y no más, es muy raro…
Almudena Grandes (Castillos de cartón)
Camino sin parar y rezo incesantemente la oración a Jesús, que para mí es la cosa más preciosa y dulce del mundo. A veces recorro setenta verste en un día y no siento ningún cansancio: sólo sé que he rezado. Cuando siento mucho frío repito con más intensidad mi oración y me siento aliviado. Cuando siento hambre, invoco con más fuerza el nombre de Jesús y me olvido de mis deseos de comer. Si me siento enfermo y noto que me duele la espalda o las piernas, me concentro en la oración a Jesús y el dolor desaparece. Cuando alguien me ofende, pienso solamente en la oración a Jesús, la cólera y la tristeza desaparecen, y lo olvido todo. A veces pienso que me he vuelto un poco extraño, no tengo preocupaciones, nada me causa pesar, nada de lo externo me atrae, me agrada estar solo y la única necesidad que tengo es la de orar continuamente. Cuando lo hago me lleno de gozo. ¡Sólo Dios sabe lo que está haciendo en mí!
Anonymous (The Way of a Pilgrim)
Recuerdo un minicambio de paradigma que experimenté un domingo por la mañana en el metro de Nueva York. La gente estaba tranquilamente sentada, leyendo el periódico, perdida en sus pensamientos o descansando con los ojos cerrados. La escena era tranquila y pacífica. Entonces, de pronto, entraron en el vagón un hombre y sus hijos. Los niños eran tan alborotadores e ingobernables que de inmediato se modificó todo el clima. El hombre se sentó junto a mí y cerró los ojos, en apariencia ignorando y abstrayéndose de la situación. Los niños vociferaban de aquí para allá, arrojando objetos, incluso arrebatando los periódicos de la gente. Era muy molesto. Pero el hombre sentado junto a mí no hacía nada. Resultaba difícil no sentirse irritado. Yo no podía creer que fuera tan insensible como para permitir que los chicos corrieran salvajemente, sin impedirlo ni asumir ninguna responsabilidad. Se veía que las otras personas que estaban allí se sentían igualmente irritadas. De modo que, finalmente, con lo que me parecía una paciencia y contención inusuales, me volví hacia él y le dije: «Señor, sus hijos están molestando a muchas personas. ¿No puede controlarlos un poco más?». El hombre alzó los ojos como si solo entonces hubiera tomado conciencia de la situación, y dijo con suavidad: «Oh, tiene razón. Supongo que tendría que hacer algo. Volvemos del hospital donde su madre ha muerto hace más o menos una hora. No sé qué pensar, y supongo que tampoco ellos saben cómo reaccionar». ¿Puede el lector imaginar lo que sentí en ese momento? Mi paradigma cambió. De pronto vi las cosas de otro modo, y como las veía de otro modo, pensé de otra manera, sentí de otra manera, me comporté de otra manera. Mi irritación se desvaneció. Era innecesario que me preocupara por controlar mi actitud o mi conducta; mi corazón se había visto invadido por el dolor de aquel hombre. Libremente fluían sentimientos de simpatía y compasión. «¿Su esposa acaba de morir? Lo siento mucho... ¿Cómo ha sido? ¿Puedo hacer algo?» Todo cambió en un instante.
Stephen R. Covey (Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva. Ed. revisada y actualizada)
siento que se estigmatizó mucho la palabra feminista, muchas mujeres, entre esas me meto yo también, le tuvimos miedo. Sobre todo miedo a que nos metan a todas en la misma bolsa y lo mismo de siempre, todo es homogeneizante, todo es igual, y me daba miedo que dentro del feminismo no se pudieran desarrollar otras apuestas para las mujeres indígenas con distintos puntos de vista. Pero luego llega Julieta Paredes y dice: “Yo hablo de feminismo comunitario”, otras que dicen: “Yo defiendo derechos humanos”, y otras estamos a la búsqueda, a partir de este derecho de las mujeres que nosotros construimos, de nuestra propia versión de feminismo.
Catalina Ruiz-Navarro (Las mujeres que luchan se encuentran: Manual de feminismo pop latinoamericano)
Antes de conocerte, sólo estaba vivo a medias. De repente, «ahora» significa felicidad, alegría y una mujer a la que adoro. Pero ¿sabes una cosa?. «Ahora» no tiene comparación con mañana. Y mañana no podrá competir con el día siguiente. Tal y como me siento en este momento, mañana va a ser mucho mejor. ¡Ah! Daff, cada día voy a quererte más, te lo prometo. Cada día…" - Simon Bassett
Julia Quinn (The Duke and I (Bridgertons, #1))
Fuiste la forma más triste y bonita que tuvo la vida de decirme que no se puede tener todo. Lamento que esa frase no sea mía. Ni siquiera sé de quién es. Solo sé lo roto que me siento ahora mismo. Te quiero, Macarena. Te quiero. Quédate con eso. Guárdalo. Cuídalo. Yo haré lo mismo con la huella que me dejas. Y si algún día es posible, sé que será contigo. Ahora vive mucho. Tienes que crear recuerdos que contarme cuando seamos viejos.
Elísabet Benavent (Pack bilogía Canciones y recuerdos)
Es… difícil de explicar. Es… es como… Creo que todos poseemos un rincón dentro de nosotros, un sitio privado que guardamos para nosotros. Es como un pequeño fuerte donde habita la parte más íntima de cada uno… quizá sea el alma, o lo que sea, que hace que seas tú y no otra persona. La lengua tanteó de manera inconsciente el labio hinchado mientras pensaba. -Por lo general, nadie enseña ese rincón a nadie, salvo a veces a alguien que se ama mucho. -La mano se relajó y se acomodó en mi rodilla. Tenía los ojos cerrados otra vez y las pestañas selladas contra la luz-. Y ahora siento… como si mi propio fuerte hubiera sido volado con pólvora. No queda nada de él excepto cenizas y una cumbrera humeante. Y la cosa pequeña y desnuda que vivía allí está al descubierto. Chilla y gime asustada, trata de ocultarse debajo de una brizna de hierba o de una hoja, pero… pero no… no es… fácil
Diana Gabaldon (Forastera)
Encuentro que es mucho más fácil ser valiente cuando se trata de confiar en mi mente. Sé de lo que soy capaz. Lo que puedo mejorar. Aprender y cometer errores no me aterra. Me alimenta, supongo. ¿Pero amor? Dejarme caer y caer completamente me petrifica. Cuando soy vulnerable, siento que mi estómago se ha desplomado a través de mis rodillas y el mundo está girando fuera de control. A diferencia de la ciencia y las matemáticas, no hay fórmulas que pueda usar para crear un resultado absoluto. Caer es un caos.
Kerri Maniscalco (Capturing the Devil (Stalking Jack the Ripper, #4))
Todo lo que yo siento, tal vez muchos lo han sentido, pero nadie lo ha contado, como lo siento yo.
Milagros Rodríguez Cardero (El viaje de Milagros (Spanish Edition))
Él miró el rostro contemplativo de Bryce. —Siento que es la palabra correcta. Como si ya estuviéramos vinculados en ese nivel biológico. —Yo también —dijo ella—. ¿Quién sabe? Tal vez ya somos pareja. Eso explicaría muchas cosas. Lo intenso que había sido todo desde el principio. Y cuando cruzaran esa última barrera física, él tenía la sensación de que ese vínculo se solidificaría aún más. Así que... tal vez ya eran pareja, según esa definición hada. Tal vez Urd había ligado sus almas hacía mucho y con el tiempo se dieron cuenta. ¿Pero eso importaba realmente? ¿Que el destino o la voluntad hubieran sido responsables de que estuvieran juntos?
Sarah J. Maas (House of Sky and Breath (Crescent City, #2))
No sé lo que está pasando dentro de mí; pero a cada momento siento que hay algo grande y noble por lo que se puede luchar y vivir. Ese algo grande, para mí, lo eres tú. Esto lo he sabido desde hace mucho, mas ahora que estoy lejos lo he ratificado y comprendido.
Juan Rulfo (Cartas a Clara (Spanish Edition))
escuelas, comida, ropa, etc., para sus hijos. Al mismo tiempo decía: «Me siento culpable de pensar eso, porque tengo la certeza de que sí quiero hacerlo, en verdad quiero mantenerlos, con todo mi corazón lo deseo, porque los quiero mucho».
Martha Alicia Chavez (Tu hijo, tu espejo (Nueva edición) (Spanish Edition))
Siento que mi vida está totalmente dispersa, como si todo fueran trocitos de papel y alguien encendiera un ventilador, pero hablar contigo hace que se sienta como si por un momento hubieran apagado el ventilador; como si las cosas tuvieran sentido realmente, tú acabas con mi dispersión, y te lo agradezco mucho.
Will Grayson, Will Grayson - John Green & David Levithan
¿Cómo puedes lidiar con los chismes cuando surgen? Cambia de tema. Di “Oh, preferiría saber más de ti. ¿Qué está pasando en tu vida?” o “Lo siento, pero no me gusta hablar de personas que no están presentes”.
Marc Reklau (Quiérete ¡y mucho!: 30 días para aumentar tu autoestima)
En contraposición con la actitud de escucha, Francisco advierte sobre el riesgo de que el pastor caiga en lo que denomina el “funcionalismo”, el volverse un funcionario o, peor, un burócrata de la religión. “Los grandes curas perdían tiempo, estaban en todo”, dice. Incluso considera que “los fieles son los dueños del tiempo del Papa. Y si no quiero que usen mi tiempo no aparezco, pero si aparezco ellos son los dueños”. No obstante, su disposición no se ciñe a los católicos, sino a toda persona más allá de su creencia o increencia o, incluso, su comportamiento en la vida. “Para mí cualquier persona tiene mucha importancia y no desprecio a nadie, ni a un sinvergüenza porque, como decía Terencio en el siglo II a. C., “nada de lo humano me es ajeno”. Es una frase que me llega mucho y la tengo siempre presente. Esta consideración del otro es un regalo de Dios, de mi familia, de la educación que recibí. Estar con una persona me enriquece siempre. Y me siento inferior, siempre, sin que ello me acompleje.
Sergio Rubín (El pastor: Desafíos, razones y reflexiones de Francisco sobre su pontificado)
Lo siento, pero esto es lo que ocurre en realidad: como en unos grandes almacenes, se producen transacciones  no comerciales, se realizan transacciones PERSONALES, hay mucho PERSONAL, hay muchos "productos" para elegir, cada uno con sus cualidades : envase, calidad, prestigio y posicionamiento, unos más posicionamiento, unos aparentemente más difíciles de conseguir que otros, unos que codiciamos y otros que descartamos, por los que "pagamos" con nuestro "yo"... Esto empieza a complicarse un poco, ¿verdad?
Miguel Rangel Cortes (¿Cómo ligar con una chica?: conquistar, seducir, requebrar, cortejar, amar, camelar pretender, querer embelesar, encantar, fascinar, enloquecer a una MUJER)
No midas las proporciones de mi cuerpo. No te fijes en mi forma de hablar. Si descubres todo y me comparas, siempre pierdo. Siempre soy la foto en negativo. Por eso siempre me mantengo alejada de los grupos de personas. Siento que si me comparan yo soy la peor, una deforme criatura monstruosa. Siempre es pelos más o pelos menos. Calculo la musculatura y la grasa corporal. Nunca aprendí lo que el resto aprendió. Si ahora mismo me muriera, ni los gusanos se atreverían a comerme. Mido mi cuerpo, centímetros de más y centímetros de menos. Nunca es como los demás. Mido los colores de mi cuerpo, mi piel, mi cabello, mis lunares. Sé de memoria todas las líneas que dibujan mi cuerpo, sé donde hay borrones donde tuvo que haber trazo y no hubo nada. Cuento y veo la forma de mis dientes, la forma, el color y la textura de mis labios, la forma de mi cara y la dificultad de mis ojos. Entre comparar y comparar descubro mi rara resistencia corporal y mi tolerancia al dolor irregular. No quiero que te fijes en mí y en mi extravagancia, porque sé que no vale nada, no es nada especial, no vale la pena ni el esfuerzo. No quiero que compares mi movimientos y gestos con los de los demás, ya sé que nunca serán los mismos. No me pidas que toque tu cuerpo, no puedo, no sé, y si lo hago, al comparar descubrirás que lo hago todo mal. No lo puedo hacer como los demás, como a ti te gusta, lo haría de un modo equivocado y diferente, como todo lo que hago. No me dirijas la palabra, no sé cómo contestar a un saludo. Nunca sé qué contestar a las preguntas. No puedo ordenar mi propia historia para contarla, hasta se me confunde y olvido que en algún momento tuve que nacer. Siempre que me comparan, soy la peor opción, ese errar que da vergüenza. Siempre recuerdo que moriré sola y espero hacerlo bien. Estar junto a mí es pérdida segura sin posibilidad de recobrar ninguna cosa. Conmigo no es nada seguro y todo es riesgo. No puedo hacer grandes cosas. No puedo con mis manos derribar árboles ni construir edificios. No puedo hacer grandes cosas. No puedo resolver ecuaciones complicadas ni tengo un pensamiento innovador que ilumine el camino al resto. No soy un ejemplo a seguir. Nadie se atreve a mirarme, a hablarme, a tocarme, a nombrarme. Los entiendo totalmente. Comparo las ventajas que todos tienen sobre mí por tener un sexo definido. Todo ese error, todo ese desvío, toda esa fatalidad, toda esa toxicidad, soy yo. Valiente de existir y pedir tu cariño sin esperar nada, sin ofrecer nada. No tengo miedo. Sé que mi presencia es la falta, el abismo tremendo. Mi existencia es deconstrucción, potencia corrosiva; la multiplicación cero soy yo. Valiente al mirar tu cara y pedir que te quedes un momento más junto a mí, sabiendo que si me comparas pierdo siempre. Pienso en esas ventajas insuperables, como la genética, el dinero, la salud, el acceso al conocimiento, la política y la justicia. Ventajas tan grandes como la suerte que no tengo y nunca tendré. No puedo hacer grandes cosas. No puedo con mis piernas correr muy rápido ni muy lejos y con mis ojos no tengo buena puntería. No puedo hacer grandes cosas. No puedo salvar al mundo de una bomba atómica ni mucho menos de la contaminación. Todo ese error, todo ese desvío, toda esa fatalidad, toda esa toxicidad soy yo. Valiente de existir y pedir tu cariño sin esperar nada, sin ofrecer nada. No tengo miedo. Sé que mi presencia es la falta, el abismo tremendo. Mi existencia es deconstrucción, potencia corrosiva; la multiplicación cero soy yo. Valiente al mirar tu cara y pedir que te quedes un momento más junto a mí, sabiendo que si me comparas pierdo siempre. Sé que te arrepentirás, pero tengo que intentarlo, entiéndeme, lo sé: perderé.
Mara Rita (Me Arde)
Cuanto más me doy cuenta de lo mucho que tengo en común con todos, tanto menos solidario me siento con uno determinado.
Peter Handke (El momento de la sensación verdadera)
Dijiste que ya no necesitaba pensar en nada más, pero... si eres capaz de decir eso es porque te has vuelto más fuerte. Por otro lado, soy una persona mucho más mediocre de lo que crees. ¿Por qué será... que mientras más pasa el tiempo más sola me siento?
Inio Asano (おやすみプンプン 13 [Oyasumi Punpun 13])
- Dexter, te quiero mucho. Tanto, pero tanto... Y probablemente siempre te quiera . - Los labios de Emma le tocaron la mejilla-. Lo que pasa es que ya no me gustas. Lo siento.
David Nicholls (One Day)
¿Nunca has pensado en tener otra vida? Ya sabes, ¿haber nacido en otro lugar?" "Shannon.." Me quejo, sé que se refiere a la mierda de mi trabajo. "Lo digo en serio, a veces pienso en que haría si alguien me ofreciera una vida nueva, tener la posibilidad de poder volver a empezar de cero." "¿Y que decidirías?" La siento sonreír. "¿Tú?" "Yo he preguntado primero." Contesto. "Eso no importa." Ríe. "Vamos..." Me coge la mano entre las suyas. Suspiro. "Bueno, cualquier otra vida diferente a la mía sería mucho más aburrida." Se ríe en acuerdo. "Si... Pero, ¿no te gustaría reemplazarla?" "No lo sé.. Pregúntamelo cuando sea un vejestorio." Sonrío. "¿Y eso por qué?" "Porque no hay manera de saber en este instante si voy a conseguir todo lo que quiero... Creo que hay una pequeña posibilidad de que todo pueda mejorar tal y como lo imaginamos ¿sabes? Creo que huir de tu vida, de tus problemas, no es la solución, y elimina esa pequeña posibilidad, tienes que enfrentar tu vida, si no, pienso que eres un cobarde.
Sofia Fernandez - Pink Rose
La primera vez que impartí una clase de posgrado de escritura estaba preocupada. No por el temario, porque lo tenía bien preparado y estaba enseñando lo que me gustaba. Lo que me preocupaba era qué ropa ponerme. Quería que me tomaran en serio. Yo era consciente de que, por el hecho de ser mujer, automáticamente tendría que demostrar mi valía. Y me preocupaba el hecho de resultar demasiado femenina. Tenía muchas ganas de ponerme brillo de labios y una falda bonita, pero decidí no hacerlo. Llevé un conjunto muy serio, muy masculino y muy feo. La triste verdad del asunto es que, en lo tocante a la apariencia, seguimos teniendo al hombre como estándar, como norma. Muchos pensamos que cuanto menos femenina se vea una mujer, más probable es que la tomen en serio. Un hombre que va a una reunión de trabajo no se pregunta si se lo van a tomar en serio en base a la ropa que lleva puesta, pero una mujer sí. [...] He decidido no volver a avergonzarme de mi feminidad. Y quiero que me respeten siendo tan femenina como soy. Porque lo merezco. Me gusta la política y la Historia, y cuando más feliz soy es cuando estoy teniendo una buena discusión intelectual. Soy femenina. Felizmente femenina. Me gustan los tacones altos y probar pintalabios. Es agradable que te hagan cumplidos, tanto los hombres como las mujeres (aunque si tengo que ser sincera, prefiero los cumplidos que vienen de mujeres elegantes), pero a menudo llevo ropa que a los hombres no les gusta, o bien no la "entienden". La llevo porque me gusta y porque me siento bien con ella. La "mirada masculina", a la hora de dar forma a mis decisiones vitales, es bastante anecdótica.
Chimamanda Ngozi Adichie (We Should All Be Feminists)
«Hasta que no terminé de dirigir Monstruos S. A. no me di cuenta de que el fallo es una parte saludable del proceso —me dijo—. Durante la realización de esa película yo me lo tomaba como una cuestión personal; creía que mis errores eran debidos a carencias personales y que si fuera mejor director no los cometería.» Hoy en día, dice, todavía «tiendo a descontrolarme y bloquearme si me siento abrumado. Cuando esto sucede, se suele deber a que siento que el mundo se está derrumbando y todo está perdido. Un truco que he aprendido es obligarme a mí mismo a hacer una lista de las cosas que están mal. Por lo general, en cuanto hago la lista, descubro que puedo agrupar la mayor parte de las cuestiones en dos o tres problemas más importantes. Así que las cosas no están tan mal. Tener una lista concreta de problemas es mucho mejor que tener el sentimiento ilógico de que todo va mal».
Ed Catmull (Creatividad, S.A. Cómo llevar la inspiración hasta el infinito y más allá)
Seis o siete escenas para cada biografía, pues la vida ―lo siento― no da para mucho más.
Enrique Vila-Matas (Historia abreviada de la literatura portátil)
«Quemando la Cabaña: Un poema para Alfred Jackson». Las dulces palabras se riman rimando, las plumas del sol se admiran pensando. Mi mamita es la mujer más bella del mundo, y mi papito me trata de salvar, pero es iracundo. Papito, te escribo este poema porque me gusta escribir, solo deseo que tu corazón lo permita, que me dejes fluir. Lo que no entiendes, padre mío, es que me inhibes, me ofuscas, limitas mi brillo y me siento solo, en la noche oscura. Cuando elevas la mano, siento que deseas pegarme, te escribo para que entiendas: no quiero cegarme del mundo de las emociones y de los sentimientos, lo que sin duda equivale a un pulmón sin aliento. No comprendes, mi papito, que me estás haciendo mal, maltratando mi alma que una vez brilló como un cirio. Mi fuego interno se apagó. Creí que se murió; fue un susto, una muestra de protección que no perduró. Aprendí que un alma sin emociones, sin razón y emociones, no es más que un faro sin tesón. Perdóname pero debo decirte cuán equivocado estabas, que no supiste guiarme; para amarme nunca estabas: Porque para amar a otro, uno antes debe amarse sin límite. Dudo mucho que tú te hayas amado como yo me amo a mi mismo. Me he encontrado, claro como la luz del día. Soy un sol, mi propia fuente de alegría. Me gustaría decirte que, a pesar de los tormentos, te amo. A pesar de tu poco apoyo, logré salvarme, y ahora me amo. Soy una llama poderosa, un sol que no muere. No titubeo. Jamás desearías retar mi alma intransigente. La libertad del alma, la verdad de los hombres es esta: somos faros, somos llamas; somos posibles como las estrellas no abandonadas. Brillemos, iluminando la razón y el amor como soles. Estas palabras son para ti, padre mío: te perdono.
Pablo Andrés Wunderlich Padilla (Cuando el sol se derrama)
Junto a mi escritorio hay un termostato montado en la pared. Es de los antiguos, y, por tanto, tiene un dial en vez de una pantalla digital. Si lo bajo, la temperatura de la casa se queda entre templada y fresca, y si lo subo, la temperatura es demasiado alta y siento calor. Para tener la temperatura ideal, he de buscar algún punto intermedio, un punto de perfecta comodidad. El sistema inmunitario, a pesar de su complejidad, se parece mucho a ese dial. Funciona como un «inmunostato» que, en lugar de la temperatura, estabiliza nuestras relaciones con los microbios.[15] Maneja los billones de microbios benignos que conviven con nosotros y frustra las invasiones de minorías infecciosas. Si está demasiado bajo, se relaja, no detecta amenazas y nos expone a infecciones. Si está demasiado alto, se excita, ataca por error a nuestros microbios y provoca inflamaciones crónicas. Debe mantenerse en un punto exacto entre estos extremos, equilibrando las células y moléculas que causan la inflamación con las que la reprimen. Debe reaccionar de forma equilibrada, sin exagerar. Pero durante el último medio siglo hemos subido nuestros inmunostatos a puntos cada vez más altos mediante una combinación de higiene, antibióticos y dietas modernas. Como resultado, tenemos unos sistemas inmunitarios que se ponen furiosos con las cosas más inofensivas, como el polvo, ciertas moléculas de nuestra comida, los microbios alojados en nosotros y hasta nuestras propias células.
Ed Yong (Yo contengo multitudes: Los microbios que nos habitan y una mayor visión de la vida)
Si no me quiere tal como soy lo siento mucho, pero no voy a cambiar. Sissi, Emperatriz de Austria
Cristina Morató
Lo que siento es desagradable. Me parece que desde hace mucho sabía el alcance funesto de mis actos, y que he insistido con frivolidad y con obstinación... Habría podido tener esa conducta en un sueño, en la locura... En la siesta de hoy, como un comentario simbólico y anticipado, vino este sueño: mientras jugaba un partido de croquet, supe que la acción de mi juego estaba matando a un hombre. Después yo era, irremediablemente, ese hombre.
Adolfo Bioy Casares (The Invention of Morel)
Siento un profundo rechazo a cualquier tipo de crítica artística o literaria; aumenta cuando se acerca a mi verdadero ámbito; me resulta insoportable cuando se esfuerza por ser fría y justa. Existe un ejemplo en la literatura inglesa actual, el poeta Eliot, con cuyos ensayos sobre poesía me topo de vez en cuando. Ni yo mismo acabo de comprender por qué me producen ese rechazo tan repentino y especial. No obstante, siempre aparece al cabo de una o dos páginas y, con tenso asco, atento a cada palabra que pueda acrecentarlo, termino de leer aquello que debería apartar, y días después todavía abrigo la sensación de encontrarme en una cámara de tortura fea y envejecida. En esos ensayos siempre se trata de una cuestión de lugar. Se acomete con objetividad la administración de los nombres, como un negocio bien meditado. ¿Merece este o aquel un lugar en la antología? ¿Ocupa mucho o poco espacio en ella? Se da entender claramente que, para empezar, los poetas viven de las antologías. Lo primero es el modesto resultado de alguna existencia plena y movida. Debe de ser un placer particular manejar a los muertos como bolos. Juzgar a los vivos ya es un empresa muy dudosa; más de uno preferiría que le arrancaran la lengua a usarla para pronunciar con ella una sentencia. Sin embargo, aparece alguien que no mueve ni un dedo por debajo del plano de los muertos. Coge a nueve o incluso más, preferentemente a algunos que lleven tiempo durmiendo en antologías, los coloca en su sitio y les lanza su bola de madera. Y luego explica con detalle por qué les dio precisamente a esos seis; describe a los derribados y aprueba con detenimiento su destino. Y honra con palabras contenidas a los tres que han quedado en pie. Porque, aunque su bola sea buena, sabe perfectamente que los tres le deben a él, y sólo a él, su posición; y le resultaría fácil agregarlos también a ellos a los muertos. Tal empresa es repelente por varios motivos: demuestra hasta qué punto este jugador de bolos no es aquello que finge ser, un poeta. Si lo fuera, ¿cómo podría ocuparse fríamente en la organización de la fama póstuma? ¿Cómo podría luchar por unas líneas en las antologías? Si sus manos tiraran con fuerza, iría a parar fuera de la bolera y perseguiría a hombres vivos y a dioses. Pero él está en mangas de camisa y mide los muertos que él mismo ha puesto y él mismo ha derribado. Si tuviera un corazón, no le latiría rítmicamente, como sería deseable. A decir verdad, se hizo poeta sólo porque le late menos que a otros y quiere compensar con claridad lo que en obsesión le falta. No obstante, si la claridad le importara de verdad, la dedicaría a descifrar este mundo real; pensaría en vez de limitarse a examinar, y en particular se avergonzaría de examinar siempre la fama póstuma sólo porque a él, personalmente, le interesa sobremanera. No piensa; hasta la claridad sólo es un instrumento para él. Entre los poseídos juega a ser el diáfano; entre los diáfanos, a ser el poseído. ¿Quién le tomaría a mal que saliera en pos de descubrimientos en el campo de las palabras? Sólo debería admitir su curiosidad; exponer él mismo el material; contentarse con lo que lo impresiona; alegrarse; enfadarse; asir, apartar; besar, comentar; y no instruir un juicio.
Elias Canetti (Il libro contro la morte)