Lluvia De Estrellas Quotes

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La lluvia está infravalorada. Limpia. Templa el viento. Produce vida y nostalgia. Como el color gris. El último a la izquierda en la caja de rotuladores. El que sirve para pintar. Marginado. Y feo.
Chris Pueyo (El chico de las estrellas)
Comentó, más de una vez, que la lluvia de estrellas estaba sucediendo, más allá del cielo encapotado, aunque nosotros no lo viéramos. ¿A quién le importa si puede besar? Puede ver a través de las nubes.
John Green (Turtles All the Way Down)
Somehow she knew that you didn't get many moments like this in your life: moments when you knew, without any doubt, that you were alive, when you felt the air in your lungs and the wet grass beneath your feet and the cotton on your skin; moments when you were completely in the present, when neither the past nor the future mattered. She tried to slow her breathing, hoping somehow to make this moment last forever.
Neil Gaiman (Stardust: Lluvia de Estrellas)
«—[Ella] Era la luna y las estrellas. El sol y la lluvia. Más que gustarme ella, me gustaba cómo me sentía cuando estaba con ella. Me volvía optimista, invencible. Más amable, más bondadoso. Ella sacaba lo mejor de mí.» (De la traducción castellana, por Amparo Sánchez)
Lorraine Heath (Falling Into Bed with a Duke (The Hellions of Havisham, #1))
Y sentí intensamente el paso del tiempo. No el tiempo de las nubes y del sol y de la lluvia ni del paso de las estrellas adorno de la noche, no el tiempo de las primaveras dentro del tiempo de las primaveras, no el tiempo de los otoños dentro del tiempo de los otoños, no el que pone las hojas a las ramas o el que las arranca, no el que riza y desriza y colora a las flores, sino el tiempo dentro de mí, el tiempo que no se ve y nos va amasando. El que rueda y rueda dentro del corazón y le hace rodar con él y nos va cambiando por dentro y por fuera y poco a poco nos va haciendo tal como seremos el último día.
Mercè Rodoreda (The Time of the Doves)
En la época más gloriosa y floreciente de Roma, poco antes de sucumbir el poderosísimo Julio, las tumbas quedaron vacías, y los difuntos, envueltos en sus mortajas, vagaban por las calles de Roma dando alaridos y confusas voces; viéronse también raros prodigios en el Cielo, comon estrellas de colas encendidas, lluvia de sangre y maleficio en el sol; y el húmedo planeta, a cuya influencia está sujeto el imperio de Neptuno, padeció eclipse, como si hubiera llega el día del Juicio Final.
William Shakespeare (Hamlet)
-Ese no es -dijo Cat, señalando con el índice a los corredores-. Ni ese tampoco. Es mono, pero no es él. Y ese chico seguro que no es él. -Frunció el entrecejo-. Qué raro. Puedo visualizar el aura que proyecta, pero me cuesta recordar con claridad su cara. A lo mejor es que no lo vi de cerca. -Tiene un aspecto poco común -respondió Eureka-. No en el mal sentido. Es atractivo. "Tiene los ojos como el mar -quería decir en realidad-. Los labios son de color coral. Su piel tiene la clase de poder que hace saltar la aguja de una brújula." [...] -¡Oye, Jack! -Cat se colocó en la grada encima de la que Jack estaba usando para estirar la pierna-. Estamos buscando a un tío de tu equipo que se llama Ander. ¿Cuál era su apellido, Reka? Eureka se encogió de hombros. Y lo mismo hizo Jack. -No hay ningún Ander en este equipo. Cat sacudió las piernas y las cruzo por los tobillos. -Mira, estaba en el encuentro de hace dos días, el que se canceló por la lluvia. Es un tipo alto, rubio... Ayúdame, Reka. "Con los ojos como el mar -estuvo a punto de soltar- y unas manos que podrían coger una estrella fugaz." -¿Como pálido? -logró decir. -Pues como que no está en el equipo.
Lauren Kate (Teardrop (Teardrop, #1))
Hay caricias que duran incluso después del roce. Hay, a veces, personas a la que la distancia no puede separar. Y escalofríos provocados por el calor de un abrazo. Aún hay sonrisas de esas que parecen cualquier otro amanecer. Algunas noches tengo la sensación de que el camino corto también puede ser el correcto. Que, por una vez, la felicidad no depende de llegar a ningún sitio, sino de disfrutar del lugar en el que estamos. Solo hay que cerrar los ojos, cerrarlos con fuerza y acordarse de lo bonito. De la brevedad, del detalle, del momento. No se puede vivir como aquel que no recordó darse una oportunidad para ser feliz. Y agarrarse a la esperanza. Agarrarse con fuerza a las ilusiones. Y seguir. Seguir, parar, tomar aire. Respirar. Mojarnos bajo la lluvia. Y nunca, nunca, creer que las cosas que se derrumban no pueden levantarse de nuevo. Nunca creer que lo triste durará más que nuestras fuerzas. Quizá el problema sea que miramos el cielo por la noche y nos parece que ya no hay demasiadas estrellas. Que algo se apagó hace tiempo y que nada luce igual. Pero no lo olvidéis. No olvidéis hacer brillar vuestros ojos. Que nadie nos quite, nunca, el derecho de iluminar un poquito el mundo”. SERGIO CARRIÓN en “En un mundo de grises”.
Sergio Carrion (En un mundo de grises)
Pasaron los días, llegaron las lluvias de invierno. Octubre tocaba a su fin cuando recibí las pruebas de imprenta de mi libro. Me compré un coche, un Ford de 1929. No tenía capota, pero corría como el viento y cuando llegaron los días de cielo despejado emprendí viajes largos, siguiendo la línea azul de la costa, a Ventura y Santa Bárbara por el norte, a San Clemente y San Diego por el sur, siguiendo la raya blanca del asfalto, bajo las estrellas acechantes, con el pie apoyado en la consola de mandos, con la cabeza llena de proyectos para escribir otro libro, una noche, y otra, y otra, noches todas que en conjunto me proporcionaron una serie de días delirantes y visionarios como nunca había conocido, días serenos cuyo sentido temía cuestionarme. Patrullaba por la ciudad con el Ford: encontraba callejones misteriosos, árboles solitarios, casas antiguas y medio derruidas que procedían de un pasado desaparecido. Vivía en el Ford día y noche y no me detenía más que el tiempo necesario para pedir una hamburguesa y un café en desconocidos restaurantes de carretera. Aquello era vivir, dejarse llevar y detenerse para proseguir inmediatamente después, siguiendo siempre la raya blanca que corría paralela a la costa llena de accidentes, descansar un momento al volante, encender otro cigarrillo y observar como un tonto el cielo abrumador del desierto para preguntarse por el significado de las cosas.
John Fante (Ask the Dust (The Saga of Arturo Bandini, #3))
Antes de reinar comerás polvo. Antes de que te paguen mucho, tendrás que hacer mucho más de lo que te pagan por menos de lo que valen tus talentos. Antes de vender tu arte, serás vendido por tus amigos. Antes de amar, serás traicionado. Antes de que te descubras, andarás perdido. Antes de recibir un beso, recibirás un puñal en el pecho. Antes de ser oasis, serás un desierto. Antes de ser trueno, serás solo lluvia, y antes de sentirte vivo, te sentirás muerto. Antes de conocer a Dios, conocerás el mal. Antes de ser grande, serás el más pequeño de tu tribu. Antes de ser todo, vivirás con nada. Antes de amar tus sueños, aprende a amar tus heridas. Antes de rugir, temerás en la oscura selva. Antes de volar, caminarás con los que se arrastran, porque para que una estrella nazca, primero debe explotar. Sin implosión no hay luz, sin quebrantamiento no hay sabiduría. La sonrisa más bella es la inquebrantables que más sufrió, la que explota por dentro, kamikaze de la vida.
Daniel Habif (Inquebrantables (Unbreakable))
Tengo más de cuarenta años y sigo pensando en volar por cuantos cielos se me presenten, surcar cuantos mares tenga ocasión de conocer Deseo plantar árboles, escribir libros. Deseo escalar las montañas y bucear en los océanos. Oler las flores, jugar con los niños, acariciar a los animales. Estoy dispuesto a que la lluvia me moje y a que la brisa me acaricie, a tener frío en invierno y calor en verano. He aprendido que es bueno dar la mano a los ancianos, mirar a los ojos de los moribundos, escuchar música y leer historias. Apuesto por conversar con mis semejantes, por recitar oraciones, por celebrar rituales. Me levantaré por la mañana y me acostaré por la noche, me pondré bajo los rayos del sol, admiraré las estrellas, miraré la luna y me dejaré mirar por ella. Quiero construir casas y partir hacia tierras extranjeras, hablar lenguas, atravesar desiertos, recorrer senderos, oler las flores y morder la fruta. Hacer amigos. Enterrar a los muertos. Acunar a los recién nacidos. Quisiera conocer a cuantos maestros puedan enseñarme y ser maestro yo mismo. Trabajar en escuelas y hospitales, en universidades, en talleres… Y perderme en los bosques, y correr por las playas, y mirar el horizonte desde los acantilados. En la meditación escucho que no debo privarme de nada, puesto que todo es bueno. La vida es un viaje espléndido, y para vivirla solo hay una cosa que debe evitarse: el miedo.
Pablo d'Ors (Biografía del silencio)
«No hay origen ni término, pues todas las cosas están en el centro del tiempo. Así como una gota de lluvia que cae en la noche puede reflejar todas las estrellas, así también todas las estrellas reflejan la gota de lluvia. No hay oscuridad ni muerte, pues todas las cosas son, a luz del momento, y el fin y el comienzo son uno».
Ursula K. Le Guin
El cielo está a la vista durante buena parte del día, y, en la noche, las estrellas, con la cercanía familiar que las distingue en la zona ecuatorial, despiden esa aura protectora, vigilante, que nos llena de sosiego al darnos la certeza, fugaz, si se quiere, pero presente en el reparador trecho nocturno, de que las cosas siguen su curso con la fatal regularidad que sostiene a los hijos del tiempo, a las criaturas sumisas al destino, a nosotros los hombres.
Álvaro Mutis (La Nieve del Almirante / Ilona llega con la lluvia / Un bel morir / La última escala del tramp steamer (Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero, #1-4))
Fue un momento que pareció alargarse eternamente, un momento en el que Mark sintió como si las estrellas hubieran estallado a su alrededor. Los labios de Kieran eran suaves y frescos, y sabían a lluvia, y Mark se aferró a él en un lugar oscuro y roto en el fondo del cielo.
Cassandra Clare (Lord of Shadows (The Dark Artifices, #2))
Las estrellas fugaces son el hanami del universo; una bella escena de lluvia estelar donde cada estrella caída es una flor marchita
Jesús Rafael Marcano
Hace miles de millones de años, las estrellas implosionaron y se produjo una lluvia de hierro, plata, oro y carbono. Y hoy llevamos dentro ese hierro del polvo de las estrellas. En nuestras mitocondrias. Las madres transmiten a sus hijos las estrellas y su hierro. Puede que tú y yo estemos hechos del polvo de la misma estrella y nos hayamos reconocido por su luz. Nos hemos buscado. Somos unos buscadores de estrellas.»
Nina George (Sabor a Provenza: Un viaje de vuelta a lo mejor de la vida)
CAVALO MORTO Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo. Un poema de Lèdo Ivo es una luciérnaga que busca una moneda perdida. Cada moneda perdida es una golondrina de espaldas posada sobre la luz de un pararrayos. Dentro de un pararrayos hay un bullicio de abejas prehistóricas alrededor de una sandía. En Cavalo Morto las sandías son mujeres semidormidas que tienen en medio del corazón el ruido de un manojo de llaves. Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo. Lèdo Ivo es un hombre viejo que vive en Brasil y sale en las antologías con cara de loco. En Cavalo Morto los locos tienen alas de mosca y vuelven a guardar en su caja las cerillas quemadas como si fuesen palabras rozadas por el resplandor de otro mundo. Otro mundo es el fondo de un vaso, un lugar donde lo recto tiene forma de herradura y hay una sola calle forrada con tela de gabardina. Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo. Un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo es un río que madruga para ir a fabricar el agua de las lágrimas, pequeñas mentiras de lluvia heridas por una púa de acacia. En Cavalo Morto los aviones atan con cintas de vapor el cielo como si las nubes fuesen un regalo de Navidad y los felices y los infelices suben directamente a los hipódromos eternos por laescalerilla del anillador de gaviotas. Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo. Un poema de Lèdo Ivo es el amante de un reloj de sol que abandona de puntillas los hostales de la mañana siguiente. La mañana siguiente es lo que iban a decirse aquellos que nunca llegaron a encontrarse, los que aun así se amaron y salen del brazo con la brisa del anochecer a celebrar el cumpleaños de los árboles y escriben partituras para el timbre de las bicicletas. Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo. Lèdo Ivo es una escuela llena de pinzones y un timonel que canta en el platillo de leche. Lèdo Ivo es un enfermero que venda las olas y enciende con su beso las bombillas de los barcos. En Cavalo Morto todas las cosas perfectas pertenecen a otro, como pertenece la tuerca de las estrellas marinas al saqueador de las cabezas sonámbulas y el cartero de las rosas del domingo a la coronita de luz de las empleadas domésticas. Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo. En Cavalo Morto cuando muere un caballo se llama a Lèdo Ivo para que lo resucite, cuando muere un evangelista se llama a Lèdo Ivo para que lo resucite, Háganme caso, los recuerdos hermosos son fugaces como las ardillas, cada amor que termina es un cementerio de abrazos y Cavalo Morto es un lugar que no existe.
Juan Carlos Mestre
Pero quiere la maldita Cantando bajo la lluvia terminar con Gene Kelly diciéndole a Debbie Reynolds que ella es su buena estrella, y que la vio de lejos con sus hermosos ojos brillantes, y que le abrió las puertas del cielo, y ella le contesta que él la hechizó y no sé qué más, porque no soy capaz de contenerme y me giro hacia Manuel y él me hace un gesto de "Lo lamento pero las cosas son exactamente así".
Eduardo Sacheri (Lo mucho que te amé)
Era un río plácido y transparente, cuyo cauce se enredaba entre colinas dispersas en valles de tréboles. Los venados corrían de un lado a otro como lluvia de estrellas fugaces, los pájaros cantaban en incontables orquestas, enormes bandadas de garzas y cigueñas teñían las playas de blanco y carmesí.
Gonzalo España (La última correría del sabio Mutis)
Jamás había esperado que, ante la llegad de su príncipe, la bóveda celestial derramara sobre la Tierra una interminable lluvia de estrellas o que los vientos susurraran al unísono el nombre del caballero soñado entonando melodiosos cánticos, ¡no era tan ingenua!, pero encontraba imperioso creer en la existencia de algo que hiciera vibrar las fibras de su interior, ese algo por lo que los poetas llevaban siglos escribiendo su alma en verso.
Elizabeth Bowman (Inocencia y perfidia)