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El primero de esos argumentos es que, lejos de ser derrotado después del fin de la Guerra Fría13, el marxismo basado en la lucha de clases como fuente de dinamismo en la historia fue reemplazado por otra variante centrada en los conflictos culturales e identitarios. El segundo es que, a través de esa variante, el marxismo habría conseguido triunfos políticos en lo que Agustín Laje denominaría la «batalla cultural»14, a los que jamás habría podido aspirar el marxismo soviético15. El tercero es que, como quiera que se le denomine, esa variante del marxismo es una «ideología»; es decir, una concepción del mundo sin base en la realidad, que pretende imponerse por medios políticos (por oposición a la concepción fidedigna de la realidad que ofrecería el conservadurismo)16. El cuarto es que el marxismo cultural es una ideología basada en la premisa de que la opresión de unos grupos sociales por otros (como quiera que se les defina) es la clave para entender el devenir de la historia17. Por último, Lind postula que grupos con agendas diversas y desavenencias públicas, como las distintas perspectivas feministas, el movimiento LGTBI, el multiculturalismo, los grupos de base étnica como Black Lives Matter, entre otros, en realidad, conforman un movimiento unificado en torno a la ideología que describen, y que entra en conflicto con el movimiento unificado en torno a la concepción conservadora de la realidad
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