Las Flores Quotes

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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera.
Pablo Neruda
Nos podrán quitar las flores, pero nunca la primavera.
Eduardo Galeano
Cuando estamos lejos de la patria nunca la recordamos en sus inviernos. La distancia borra las penas del invierno, las poblaciones desamparadas, los niños descalzos en el frío. El arte del recuerdo sólo nos trae campiñas verdes, flores amarillas y rojas, el cielo azulado del himno nacional.
Pablo Neruda (Confieso que he vivido)
Todos querem o perfume das flores, mas poucos sujam as suas mãos para cultivá-las
Augusto Cury
«¡No renuncies jamás a tus sueños, los cuerdos nada saben del sueño admirable de un loco!»
Charles Baudelaire (Las flores del mal (Ilustrados) (Spanish Edition))
Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja. Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.
Julio Cortázar (Rayuela)
Odio las flores, las odio más que a nada y es culpa tuya. Antes, tú olías a ellas, ahora son ellas las que huelen a ti.
Selene M. Pascual (La flor y la muerte (Olympus, #1))
No puede haber primavera para las flores marchitas.
Iria G. Parente (La flor y la muerte (Olympus, #1))
APRENDIENDO Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar un alma, y uno aprende que el amor no significa acostarse y una compañía no significa seguridad, y uno empieza a aprender... Que los besos no son contratos y los regalos no son promesas, y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos abiertos, y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy, porque el terreno de mañana es demasiado inseguro para planes...y los futuros tienen una forma de caerse en la mitad. Y después de un tiempo uno aprende que si es demasiado, hasta el calor del sol quema. Así que uno planta su propio jardín y decora su propia alma, en lugar de esperar a que alguien le traiga flores. Y uno aprende que realmente puede aguantar, que uno realmente es fuerte, que uno realmente vale, y uno aprende y aprende... y con cada día uno aprende. Con el tiempo aprendes que estar con alguien porque te ofrece un buen futuro, significa que tarde o temprano querrás volver a tu pasado. Con el tiempo comprendes que sólo quien es capaz de amarte con tus defectos, sin pretender cambiarte, puede brindarte toda la felicidad que deseas. Con el tiempo te das cuenta de que si estás al lado de esa persona sólo por acompañar tu soledad, irremediablemente acabarás no deseando volver a verla. Con el tiempo entiendes que los verdaderos amigos son contados, y que el que no lucha por ellos tarde o temprano se verá rodeado sólo de amistades falsas. Con el tiempo aprendes que las palabras dichas en un momento de ira pueden seguir lastimando a quien heriste, durante toda la vida. Con el tiempo aprendes que disculpar cualquiera lo hace, pero perdonar es sólo de almas grandes. Con el tiempo comprendes que si has herido a un amigo duramente, muy probablemente la amistad jamás volverá a ser igual. Con el tiempo te das cuenta que aunque seas feliz con tus amigos, algún día llorarás por aquellos! que dejaste ir. Con el tiempo te das cuenta de que cada experiencia vivida con cada persona es irrepetible. Con el tiempo te das cuenta de que el que humilla o desprecia a un ser humano, tarde o temprano sufrirá las mismas humillaciones o desprecios multiplicados al cuadrado. Con el tiempo aprendes a construir todos tus caminos en el hoy, porque el terreno del mañana es demasiado incierto para hacer planes. Con el tiempo comprendes que apresurar las cosas o forzarlas a que pasen ocasionará que al final no sean como esperabas. Con el tiempo te das cuenta de que en realidad lo mejor no era el futuro, sino el momento que estabas viviendo justo en ese instante. Con el tiempo verás que aunque seas feliz con los que están a tu lado,añorarás terriblemente a los que ayer estaban contigo y ahora se han marchado. Con el tiempo aprenderás que intentar perdonar o pedir perdón, decir que amas, decir que extrañas, decir que necesitas, decir que quieres ser amigo, ante una tumba, ya no tiene ningún sentido. Pero desafortunadamente, solo con el tiempo...
Jorge Luis Borges
Siempre me gustaron las personas con cicatrices, como los árboles. De hecho, desconfío de las personas que pasados los cuarenta no tienen ninguna.
Vanessa Montfort (Mujeres que compran flores)
Las lluvias de noviembre habrán corrompido las flores de mi tumba, las habrá quemado junio y mi alma seguirá llorando siempre de impaciencia.
Marcel Proust (Pleasures and Days)
Hay cosas que no se pueden decir porque no hay palabras para decirlas; y si las hubiera, nadie entendería su significado.
Federico García Lorca (Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores)
Dudo que enviara a un demonio rapiñador a su casa por que quisiera que <>-comentó Alec [...] No sería lo que yo haría - coincidió Jace. Primero los dulces y las flores, luego las cartas de disculpa y a continuación las horas de demonios rapiñadores. En ese orden.
Cassandra Clare (City of Bones (The Mortal Instruments, #1))
Pero siento como si conociera a Rue...La veo en las flores amarillas que crecen en la Pradera junto a mi casa. La veo en los sinsajos que cantan en los arboles. Pero mas que nada, la veo en mi hermana Prim.
Suzanne Collins (Catching Fire (The Hunger Games, #2))
Señor La jaula se ha vuelto pájaro y se ha volado y mi corazón está loco porque aúlla a la muerte y sonríe detrás del viento a mis delirios Qué haré con el miedo Qué haré con el miedo Ya no baila la luz en mi sonrisa ni las estaciones queman palomas en mis ideas Mis manos se han desnudado y se han ido donde la muerte enseña a vivir a los muertos Señor El aire me castiga el ser Detrás del aire hay monstruos que beben de mi sangre Es el desastre Es la hora del vacío no vacío Es el instante de poner cerrojo a los labios oír a los condenados gritar contemplar a cada uno de mis nombres ahorcados en la nada. Señor Tengo veinte años También mis ojos tienen veinte años y sin embargo no dicen nada Señor He consumado mi vida en un instante La última inocencia estalló Ahora es nunca o jamás o simplemente fue ¿Cómo no me suicido frente a un espejo y desaparezco para reaparecer en el mar donde un gran barco me esperaría con las luces encendidas? ¿Cómo no me extraigo las venas y hago con ellas una escala para huir al otro lado de la noche? El principio ha dado a luz el final Todo continuará igual Las sonrisas gastadas El interés interesado Las preguntas de piedra en piedra Las gesticulaciones que remedan amor Todo continuará igual Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo porque aún no les enseñaron que ya es demasiado tarde Señor Arroja los féretros de mi sangre Recuerdo mi niñez cuando yo era una anciana Las flores morían en mis manos porque la danza salvaje de la alegría les destruía el corazón Recuerdo las negras mañanas de sol cuando era niña es decir ayer es decir hace siglos Señor La jaula se ha vuelto pájaro y ha devorado mis esperanzas Señor La jaula se ha vuelto pájaro Qué haré con el miedo
Alejandra Pizarnik (Poesía completa)
Creo que una verdadera amistad siempre nos hace sentir este dulce sentimiento, ya que el mundo casi siempre parece un árido desierto y las flores que en él crecen parecen hacerlo en contra de todas esas circunstancias desfavorables
Stephen King (The Eyes of the Dragon)
Fue como si viera tu alma en las notas, en la música, y fue hermoso. —Se acercó acariciando suavemente la piel de su pómulo y sus cabello con el reverso de la mano. —Vi ríos, barcos, flores, todos los colores del cielo nocturno.
Cassandra Clare (The Infernal Devices: Clockwork Princess (The Infernal Devices: Manga, #3))
Ese es el defecto de las mujeres decentes de estas tierras. ¡No hablar! No hablamos y tenemos que hablar.
Federico García Lorca (Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores)
Así que no él no me dio flores o dulces. El me dio la luna y las estrellas. El infinito.
Stephanie Perkins (Lola and the Boy Next Door (Anna and the French Kiss, #2))
Entre lo poco que sé de la vida, también te diré que nada de todo esto vale la pena sin alguien que te haga ser incoherente. Ni flores, ni velas, ni luz de luna. Ése es el verdadero romanticismo. Alguien que llegue, te empuje a hacer cosas de las que jamás te creíste capaz y que arrase de un plumazo con tus principios, tus valores, tus yo nunca, tus yo qué va.
Risto Mejide (El sentimiento negativo)
Las letras, como las flores, como las frutas, como los pueblos, suelen sufrir epidemias que las devastan y desfiguran.
Rubén Darío (Azul...)
Era un sonido paciente e impasible como el de las flores cartadas; el silencio de un hombre que espera la muerte.
Patrick Rothfuss (The Name of the Wind (The Kingkiller Chronicle, #1))
—Las flores prefieren estar en el prado al sol y no en tu delantal
Johanna Spyri (Heidi (Spanish Edition))
Es muy probable que le gusten las flores y los animales domésticos. Podría enviarle una rosa y dos docenas de dobermans.
Eduardo Mendoza
Con finezas tan nimias como libros o flores se plantan semillas de sonrisas que van a florecer entre las sombras.
Emily Dickinson (Morí por la belleza)
También es cierto que se dejó encandilar, como tantos otros, por la engañosa armonía de la derrota, por el encanto y el olor de esas flores que se marchitan hermosas en la imaginación pero que se pudren siniestras en las manos
Ray Loriga (Ya sólo habla de amor)
-Querías flores y corazones -murmura. Apenas puedo creer lo que estoy viendo. -Mi corazón ya lo tienes -y hace un gesto abarcando la habitación. -Y aquí están las flores -susurro, terminando la frase por el-. Christian, es precioso.
E.L. James (Fifty Shades Darker (Fifty Shades, #2))
¿Se dan cuenta, ahora, de por qué los libros son odiados y temidos? Muestran los poros del rostro de la vida. La gente comodona sólo desea caras de luna llena, sin poros, sin pelo, inexpresivas. Vivimos en una época en que las flores tratan de vivir de flores, en lugar de crecer gracias a la lluvia y al negro estiércol.
Ray Bradbury (Fahrenheit 451)
El olor del jabón y de las flores. La casa navegando como un barco hacia el verano. Y yo, en medio de todo, feliz de una manera perfecta y peligrosa. Con la única clase de felicidad que iba a salvarme. Con la clase de felicidad que iba a matarme cuando me faltara
Leila Guerriero (Teoría de la gravedad)
La tierra es un planeta mediocre, pero hay que ayudar a la civilización
Federico García Lorca (Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores)
Sólo las flores con su orgullo de círculo renacen y pueden esplender, soltar su aroma y nuevamente en polvo convertirse.
José Emilio Pacheco (El reposo del fuego (Biblioteca Era) (Spanish Edition))
miraba como los rayos dorados del sol poniente iluminaban las flores multicolores. La hierba tenía un brillo rojizo y las rocas se encendían.
Johanna Spyri (Heidi (Spanish Edition))
Las flores más bonitas son las que parecen un poco imperfectas.
Renée Ahdieh (The Wrath and the Dawn (The Wrath and the Dawn, #1))
¿Entristecer con mi presencia su felicidad, ser un reproche, marchitar las flores que se puso en los cabellos para ir al altar? ¡Jamás, jamás! ¡Que su cielo sea sereno, que su sonrisa sea clara! Yo te bendigo por el instante de alegría que diste al transeúnte melancólico, extraño, solitario… ¡Dios mío! ¿Un instante de felicidad no es suficiente para toda una vida?
Fyodor Dostoevsky
Las plantas y las Flores murmuraban frente a él como si el ritmo al que bailaban tuviese la meca de la eternidad, cuando al fin y al cabo eran tan efímeras como la brisa que las agitaba.
José Rodrigues dos Santos
¡No supe comprender nada entonces! Debí juzgarla por sus actos y no por sus palabras. ¡La flor perfumaba e iluminaba mi vida y jamás debí huir de allí!¡No supe adivinar la ternura que ocultaban sus pobres astucias!¡Son tan contradictorias las flores! Pero yo era demasiado joven para amarla.
Antoine de Saint-Exupéry (The Little Prince)
Las flores se marchitan Cuando la niebla llega Así también la gente Y bajan a sus tumbas. La gente es, como las flores, Regresan a su primavera; Y nunca más vuelven a languidecer, Y todo les es perdonado.
Hermann Hesse (Knulp)
«Perderse muchas cosas de la vida por ir demasiado deprisa es propio del ser humano. Si coges un tren llegarás más lejos, pero te equivocas si crees que así aumentará tu conocimiento. Quien camina con pasos despreocupados por su propio pie ve las flores que bordean el camino y los pájaros posados en las copas de los árboles.»
Sōsuke Natsukawa (El gato que amaba los libros)
Qué apacible debía de ser, pensó, yacer y dormir y sonar por siempre jamás, con el viento murmurando por entre los árboles y meciendo las flores y las hierbas de la tumba, y no tener ya nunca molestias ni dolores que sufrir.
Mark Twain (The Adventures of Tom Sawyer)
No puedes hablar de amor hasta que las cosas vayan mal y consigas superarlas. El amor no son flores y violines. Y tampoco lo es el buen sexo. El amor es lealtad. Es resistir en la batalla, luchar hombro con hombro. La nieve golpeándonos la cara. Los pies envueltos en harapos. La nariz congelada...
Marian Keyes
Él no me dio flores o dulces. Me dio la luna y las estrellas. El infinito.
Jenny Han (We'll Always Have Summer (Summer #3))
- Que quieres de ese hombre?- pregunto de repente la nodriza. - La verdad - respondio el general. - Conoces muy bien la verdad. - No la conozco - dijo el en voz ata, sin preocuparse por el servicio, que habia interrumpido abajo la colocacion de las flores y miraba hacia arriba. Volvieron a bajar la mirada inmediatamente, con un gesto mecanico y continuaron con sus quehaceres- La verdad es precisamente lo que no conozco. - Pero conoces la realidad- observo la nodriza con un tono agudo, casi agresivo. - La realidad no es lo mismo que la verdad- respondio el general- La realidad son solo detalles.
Sándor Márai
Ellas [las flores] simbolizan sus pasiones, decoran sus festivales y cubren las almohadas de los difuntos (como si conocieran la pena). Por increíble que parezca, los poetas han encontrado religión en la naturaleza; la gente vive en el campo para aprender virtud de las plantas.
Virginia Woolf (On Being Ill)
No supe comprender nada entonces. Debí haberla juzgado por sus actos y no por sus palabras. Me perfuma y me iluminaba. ¡No debí haber huido jamás! Debí haber adivinado su ternura, detrás de sus pobres astucias. ¡Las flores son tan contradictorias! Pero yo era demasiado joven para saber amarla.
Antoine de Saint-Exupéry (The Little Prince)
SEGISMUNDO: ¡Ay mísero de mí, y ay infelice! Apurar, cielos, pretendo, ya que me tratáis así, qué delito cometí contra vosotros naciendo. Aunque si nací, ya entiendo qué delito he cometido; bastante causa ha tenido vuestra justicia y rigor, pues el delito mayor del hombre es haber nacido. Sólo quisiera saber para apurar mis desvelos -dejando a una parte, cielos, el delito del nacer-, ¿qué más os pude ofender, para castigarme más? ¿No nacieron los demás? Pues si los demás nacieron, ¿qué privilegios tuvieron que no yo gocé jamás? Nace el ave, y con las galas que le dan belleza suma, apenas es flor de pluma, o ramillete con alas, cuando las etéreas salas corta con velocidad, negándose a la piedad del nido que dejan en calma; ¿y teniendo yo más alma, tengo menos libertad? Nace el bruto, y con la piel que dibujan manchas bellas, apenas signo es de estrellas -gracias al docto pincel-, cuando, atrevido y cruel, la humana necesidad le enseña a tener crueldad, monstruo de su laberinto; ¿y yo, con mejor instinto, tengo menos libertad? Nace el pez, que no respira, aborto de ovas y lamas, y apenas bajel de escamas sobre las ondas se mira, cuando a todas partes gira, midiendo la inmensidad de tanta capacidad como le da el centro frío; ¿y yo, con más albedrío, tengo menos libertad? Nace el arroyo, culebra que entre flores se desata, y apenas sierpe de plata, entre las flores se quiebra, cuando músico celebra de las flores la piedad que le dan la majestad del campo abierto a su huída; ¿y teniendo yo más vida, tengo menos libertad? En llegando a esta pasión, un volcán, un Etna hecho, quisiera sacar del pecho pedazos del corazón. ¿Qué ley, justicia o razón negar a los hombres sabe privilegios tan süave excepción tan principal, que Dios le ha dado a un cristal, a un pez, a un bruto y a un ave?
Pedro Calderón de la Barca (La vida es sueño)
- Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre si, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos cómo si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura.
Julio Cortázar
La belleza, en muchos casos, parece ser debida por completo a la simetría del crecimiento. Las flores se clasifican entre las producciones más hermosas de la naturaleza; pero se han hecho visibles por contraste con las hojas verdes, y por consiguiente hermosas, al mismo tiempo para que puedan ser fácilmente observadas por los insectos.
Charles Darwin (El Origen de las Especies)
La noche voluptuosa sube, sosegándolo todo, hasta el hambre. Borrándolo todo, hasta la vergüenza…
Charles Baudelaire
DICE LA LEYENDA… que a los descendientes de quien planta una palma areca en su casa nunca les faltará tierra propia.
Viviana Rivero (El alma de las flores)
Las personas con objetivos falaces son como la tierra árida. Las flores crecen en la tierra compuesta de los objetivos correctos.
Idries Shah (Aprender a aprender)
Las espinas no sirven para nada; son pura maldad de las flores
Antoine de Saint-Exupéry (The Little Prince)
Los caminos siguen avanzando, sobre rocas y bajo árboles, por cuevas donde el sol no brilla, por arroyos que el mar no encuentran, sobre las nieves que el invierno siembra, y entre las flores alegres de junio, sobre la hierba y sobre la piedra, bajo los montes a la luz de la luna. Los caminos siguen avanzando bajo las nubes, y las estrellas, pero los pies que han echado a andar regresan por fin al hogar lejano. Los ojos que fuegos y espadas han visto, y horrores en salones de piedra, miran al fin las praderas verdes, colinas y árboles conocidos.
J.R.R. Tolkien (The Hobbit: Or There and Back Again)
Besos Hay besos que pronuncian por sí solos la sentencia de amor condenatoria, hay besos que se dan con la mirada hay besos que se dan con la memoria. Hay besos silenciosos, besos nobles hay besos enigmáticos, sinceros hay besos que se dan sólo las almas hay besos por prohibidos, verdaderos. Hay besos que calcinan y que hieren, hay besos que arrebatan los sentidos, hay besos misteriosos que han dejado mil sueños errantes y perdidos. Hay besos problemáticos que encierran una clave que nadie ha descifrado, hay besos que engendran la tragedia cuantas rosas en broche han deshojado. Hay besos perfumados, besos tibios que palpitan en íntimos anhelos, hay besos que en los labios dejan huellas como un campo de sol entre dos hielos. Hay besos que parecen azucenas por sublimes, ingenuos y por puros, hay besos traicioneros y cobardes, hay besos maldecidos y perjuros. Judas besa a Jesús y deja impresa en su rostro de Dios, la felonía, mientras la Magdalena con sus besos fortifica piadosa su agonía. Desde entonces en los besos palpita el amor, la traición y los dolores, en las bodas humanas se parecen a la brisa que juega con las flores. Hay besos que producen desvaríos de amorosa pasión ardiente y loca, tú los conoces bien son besos míos inventados por mí, para tu boca. Besos de llama que en rastro impreso llevan los surcos de un amor vedado, besos de tempestad, salvajes besos que solo nuestros labios han probado. ¿Te acuerdas del primero...? Indefinible; cubrió tu faz de cárdenos sonrojos y en los espasmos de emoción terrible, llenáronse de lágrimas tus ojos. ¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso te vi celoso imaginando agravios, te suspendí en mis brazos... vibró un beso, y qué viste después...? Sangre en mis labios. Yo te enseñé a besar: los besos fríos son de impasible corazón de roca, yo te enseñé a besar con besos míos inventados por mí, para tu boca. Este maravilloso poema de Gabriela Mistral, nos describe de una manera muy simple y sentida, una de las grandes expresiones de amor o quizas las principal. Me he tomado el trabajo de narrarlo, asumiendo el riesgo de no ser capaz de transmitir la verdadera intensidad o altura que tienen las palabras de esta destacada artista de las letras. Lucila de María Godoy Alcayaga, conocida como Gabriela Mistral. Nacida en Vicuña, Chile el 7 de abril de 1889 y fallecida Nueva York, el 10 de enero de 1957, Poetisa, diplomática, y pedagoga. Gabriela Mistral, una de las principales figuras de la literatura chilena y latinoamericana, fue la primera persona de América Latina en ganar el Premio Nobel de Literatura,2 que recibió en 1945.
Gabriela Mistral
Las primeras palabras que escribió Sara en aquel cuaderno de tapas duras que le había dado su padre fueron río, luna y libertad, además de otras más raras que le salían por casualidad, a modo de trabalenguas, mezclando vocales y consonantes a la buena de Dios. Estas palabras que nacían sin quererlo ella misma, como flores silvestres que no hay que regar, eran las que más le gustaban, las que le daban más felicidad, porque sólo las entendía ella. Las repetía muchas veces, entre dientes, para ver cómo sonaban, y las llamaba "farfanías". Casi siempre le hacían reír.
Carmen Martín Gaite (Caperucita en Manhattan)
No vivieron felices para siempre, pues nada vive eternamente; pero vivieron tantos años como es natural, y después pasaron juntos a la tierra donde los árboles florecen y dan fruto a un mismo tiempo, y donde las flores de primavera nunca se marchitan.
Emma Bull
Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte. Hay hombres a quienes se les ordena marchar por el camino de las flores, y hombres a quienes se les manda tirar por el camino de los cardos y de las chumberas. Aquéllos gozan de un mirar sereno y al aroma de su felicidad sonríen con la cara del inocente; estos otros sufren del sol violento de la llanura y arrugan el ceño como las alimañas por defenderse. Hay mucha diferencia entre adornarse las carnes con arrebol y colonia, y hacerlo con tatuajes que después nadie puede borrar ya.
Camilo José Cela (The Family of Pascual Duarte)
Pero la hora magnífica pertenece a las rosas de mayo. Entonces, hasta mas allá de donde alcanza la vista, desde las vertientes de las colinas hasta las hondonadas de las llanuras, entre diques de viñas y de olivares, afluyen de todas partes como un río de pétalos del que emergen las casas y los árboles, un río del color que damos a la juventud, a la salud y a la alegría. Diríase que el aroma a la vez cálido y fresco, pero sobretodo espacioso que entreabre el cielo, emana directamente los manantiales de la beatitud.
Maurice Maeterlinck (La inteligencia de las flores)
Porque posee usted la más maravillosa juventud, y la juventud es lo más precioso que se puede poseer. –No lo siento yo así, lord Henry. –No; no lo siente ahora. Pero algún día, cuando sea viejo y feo y esté lleno de arrugas, cuando los pensamientos le hayan marcado la frente con sus pliegues y la pasión le haya quemado los labios con sus odiosas brasas, lo sentirá, y lo sentirá terriblemente. Ahora, dondequiera que vaya, seduce a todo el mundo. ¿Será siempre así?… Posee usted un rostro extraordinariamente agraciado, señor Gray. No frunza el ceño. Es cierto. Y la belleza es una manifestación de genio; está incluso por encima del genio, puesto que no necesita explicación. Es uno de los grandes dones de la naturaleza, como la luz del sol, o la primavera, o el reflejo en aguas oscuras de esa concha de plata a la que llamamos luna. No admite discusión. Tiene un derecho divino de soberanía. Convierte en príncipes a quienes la poseen. ¿Se sonríe? ¡Ah! Cuando la haya perdido no sonreirá… La gente dice a veces que la belleza es sólo superficial. Tal vez. Pero, al menos, no es tan superficial como el pensamiento. Para mí la belleza es la maravilla de las maravillas. Tan sólo las personas superficiales no juzgan por las apariencias. El verdadero misterio del mundo es lo visible, no lo que no se ve… Sí, señor Gray, los dioses han sido buenos con usted. Pero lo que los dioses dan, también lo quitan, y muy pronto. Sólo dispone de unos pocos años en los que vivir de verdad, perfectamente y con plenitud. Cuando se le acabe la juventud desaparecerá la belleza, y entonces descubrirá de repente que ya no le quedan más triunfos, o habrá de contentarse con unos triunfos insignificantes que el recuerdo de su pasado esplendor hará más amargos que las derrotas. Cada mes que expira lo acerca un poco más a algo terrible. El tiempo tiene celos de usted, y lucha contra sus lirios y sus rosas. Se volverá cetrino, se le hundirán las mejillas y sus ojos perderán el brillo. Sufrirá horriblemente… ¡Ah! Disfrute plenamente de la juventud mientras la posee. No despilfarre el oro de sus días escuchando a gente aburrida, tratando de redimir a los fracasados sin esperanza, ni entregando su vida a los ignorantes, los anodinos y los vulgares. Ésos son los objetivos enfermizos, las falsas ideas de nuestra época. ¡Viva! ¡Viva la vida maravillosa que le pertenece! No deje que nada se pierda. Esté siempre a la busca de nuevas sensaciones. No tenga miedo de nada… Un nuevo hedonismo: eso es lo que nuestro siglo necesita. Usted puede ser su símbolo visible. Dada su personalidad, no hay nada que no pueda hacer. El mundo le pertenece durante una temporada… En el momento en que lo he visto he comprendido que no se daba usted cuenta en absoluto de lo que realmente es, de lo que realmente puede ser. Había en usted tantas cosas que me encantaban que he sentido la necesidad de hablarle un poco de usted. He pensado en la tragedia que sería malgastar lo que posee. Porque su juventud no durará mucho, demasiado poco, a decir verdad. Las flores sencillas del campo se marchitan, pero florecen de nuevo. Las flores del codeso serán tan amarillas el próximo junio como ahora. Dentro de un mes habrá estrellas moradas en las clemátides y, año tras año, la verde noche de sus hojas sostendrá sus flores moradas. Pero nosotros nunca recuperamos nuestra juventud. El pulso alegre que late en nosotros cuando tenemos veinte años se vuelve perezoso con el paso del tiempo. Nos fallan las extremidades, nuestros sentidos se deterioran. Nos convertimos en espantosas marionetas, obsesionados por el recuerdo de las pasiones que nos asustaron en demasía, y el de las exquisitas tentaciones a las que no tuvimos el valor de sucumbir. ¡Juventud! ¡Juventud! ¡No hay absolutamente nada en el mundo excepto la juventud!
Oscar Wilde (The Picture of Dorian Gray)
Una religión vaga —el hecho de sentir a Dios en la naturaleza, etc., — resulta tan atractiva porque es todo emociones y ningún trabajo, como mirar las olas desde la playa. Pero jamás llegaréis a Terranova disfrutando de ese modo del Atlántico, y no conseguiréis la vida eterna simplemente sintiendo la presencia de Dios en las flores o en la música. Tampoco llegaréis a ningún sitio estudiando los mapas sin echaros al mar. Y tampoco estaréis muy seguros echándoos al mar sin un mapa. En otras palabras: la teología es práctica, especialmente ahora.
C.S. Lewis (Mere Christianity)
...nos veíamos mejor en la oscuridad que con luz, a mí siempre me ha gustado la caída del día, me parece el único momento en que puede pasar algo importante, la luz del crepúsculo lo embellece todo, las calles, las plazas, la gente parece aterciopelada como las flores, los pensamientos morados y amarillos, incluso a mí mismo me percibo más joven y de mejor ver, me agrada observarme en el espejo cuando oscurece, palparme la cara, entonces la encuentro lisa, sin arrugas en las comisuras de los labios ni en la frente; el crepúsculo aporta belleza a mi vida cotidiana.
Bohumil Hrabal (Too Loud a Solitude)
Nos sentimos tentados a creerlos caprichos nuestros, creaciones propias, vemos vacilar y disolverse la frontera entre nosotros y la naturaleza, y adquirimos conciencia de un estado de ánimo en el que no sabemos si las imágenes en nuestra retina provienen de impresiones exteriores o interiores. En ningún otro momento descubrimos con tanta facilidad la medida en que somos creadores, en que nuestra alma participa constantemente en la recreación de la vida. Una misma divinidad invisible actúa en nosotros y en la naturaleza, y si el mundo exterior desapareciera, cualquiera de nosotros sería capaz de reconstruirlo, porque los montes y los ríos, los árboles y las hojas, las raíces y las flores, todo lo creado en la naturaleza, está ya prefigurado en nosotros: proviene del alma, cuya esencia es eterna, y escapa a nuestro conocimiento, pero que se nos hace patente como fuerza amorosa y creadora.
Hermann Hesse (Demian. Die Geschichte von Emil Sinclairs Jugend)
—¿Qué me has traído? —me preguntó, emocionada. Sonreí. —¿Y tú? ¿Qué me has traído? —bromeé. Auri sonrió y alargó la mano. Vi brillar algo en su palma a la luz de la luna. —Una llave —contestó con orgullo, y me la puso en la mano. La cogí y noté su agradable peso. —Es muy bonita —dije—. ¿Qué abre? —La luna —respondió ella, muy seria. —Ah, podría serme muy útil —dije examinándola. —Eso mismo pensé yo. Así, si hay una puerta en la luna, podrás abrirla. —Se sentó en el tejado con las piernas cruzadas y me miró con una amplia sonrisa en los labios—. Aunque yo no fomentaría esa clase de comportamiento insensato. [...] —Te he traído un poco de pan. [...]. Y una botella de agua. —Eso también es muy bonito —dijo ella con gentileza. [...]—. ¿Qué hay en el agua? [...]. —Flores —respondí—. Y el trozo de luna que no está en el cielo esta noche. Lo he metido también. [...] —Yo ya mencioné la luna —dijo con un deje de reproche. —Entonces, solo flores. Y el brillo del cuerpo de una libélula. Yo quería un trozo de luna, pero solo conseguí el brillo azul de una libélula. Auri inclinó la botella y dio un sorbo de agua. —Es maravillosa.
Patrick Rothfuss (The Name of the Wind (The Kingkiller Chronicle, #1))
El análisis de los tejidos en descomposición de los cadáveres de hipopótamo revela cuál es el secreto del perfecto ramo de flores: el DDT y la dieldrina —esta última cuarenta veces más peligrosa—, dos pesticidas prohibidos en los países cuyos mercados han hecho de Kenia el principal exportador de rosas del mundo. Mucho después de que los humanos, e incluso los animales y las rosas, hayan desaparecido, probablemente la dieldrina, una ingeniosamente estable molécula manufacturada, seguirá estando presente.
Alan Weisman (El mundo sin nosotros (Spanish Edition))
Estoy fuera. De los recuerdos. Del pasado. Pero también estoy perdido. Antes o después las cosas que has dejado atrás te alcanzan. Y las cosas más estúpidas, cuando estás enamorado, las recuerdas como las más bonitas. Porque su simplicidad no tiene comparación. Y me dan ganas de gritar. En este silencio que hace daño. Basta. Déjame. Ponlo todo de nuevo en su sitio. Así. Cierra. Doble vuelta de llave. En el fondo del corazón, allí, en aquella esquina. En aquel jardín. Algunas flores, un poco de sombra y después dolor. Ponlos allí, bien escondidos, te lo ruego, donde no duelan, donde nadie pueda verlos. Donde tú no los puedas ver. Eso. Otra vez enterrados. Ahora está mejor. Mucho mejor.
Federico Moccia (Ho voglia di te (Tre metri sopra il cielo #2))
La teoría de los archipiélagos viene a decir que todos somos islas, llegamos solos a este mundo y nos vamos exactamente igual, pero necesitamos tener otras islas alrededor para sentirnos felices en medio de ese mar que une tanto como separa. Yo siempre he pensado que sería una isla pequeñita, de esas en las que hay tres palmeras, una playa, dos rocas y poco más; me he sentido invisible durante gran parte de mi vida. Pero entonces apareciste tú, que sin duda serías una isla volcánica llena de grutas y flores. Y es la primera vez que me pregunto si dos islas pueden tocarse en la profundidad del océano, aunque nadie sea capaz de verlo. Si eso existe, si entre los corales y sedimentos y lo que sea que nos ancla en medio del mar hay un punto de unión, sin duda somos tú y yo. Y si no es así, estamos tan cerca que estoy convencido de poder llegar nadando hasta ti.
Alice Kellen (La teoría de los archipiélagos)
— Ruga atrás de ruga, uma guerra leva muitos anos a construir, não é só bombardear coisas e vê-las ruir. É preciso alimentar o ódio, cultivá-lo, isso tudo. É como com as plantas, regá-las, amá-las, falar com elas. Esperar que cresçam, que dêem fruto, que sejam belas. A guerra é igual, é um vaso com uma flor. A beleza de tudo está no ódio a florir.
Afonso Cruz (Flores)
Yo sé que el dolor es la nobleza única
Charles Baudelaire (Las flores del mal)
—"¡Ah! ¡no haber parido todo un nudo de víboras, Antes que amamantar esta irrisión! ¡Maldita sea la noche de placeres efímeros En que mi vientre concibió mi expiación!
Charles Baudelaire (Las flores del mal)
Eternas ondinas, dividid el agua fina. Venus, del azul hermana, conmueve las puras aguas. Judío errante en Noruega, dime, ¿cómo nieva? Viejos exiliados tiernos, contadme el océano. YO-. Nunca esas bebidas puras, ni esas flores de florero, ni leyendas, ni figuras, saciarme pudieron. Coplista, tu ahijada es mi sed que se desboca, hidra íntima sin bocas que roe y devasta.
Arthur Rimbaud (Complete Works)
Los Refutadores de Leyendas han sostenido siempre que toda la Naturaleza puede expresarse en términos matemáticos. Lo poco que queda fuera no existe. (...) Cuando fracasaban, simplemente declaraban superstición lo que no conseguían encuadrar en sus estructuras científicas. Existía un minucioso catálogo de cosas inexistentes que se actualizaba cada año. Allí figuraban los sueños, las esperanzas, el Hombre de la Bolsa, el alma, el ornitorrinco, el catorce de espadas, el Ángel Gris de Flores, el gol de Ernesto Grillo a los ingleses, la generala servida y la angustia.
Alejandro Dolina (Crónicas del Ángel Gris)
- Bueno, pasa... no te quedes en la puerta. ¿Que te apetece hacer? - murmuró bostezando y estirando los brazos. Todos los músculos de su cuerpo se pusieron en tensión y a mi me temblaron las piernas. Ardía en deseos de que me tirase contra la mesa de té y me arrancase la ropa a mordiscos. Como me gustaba... y como me ponía." [Violeta y Bastian] Las flores de Violeta. Play game.
Paty C. Marin.
ella misma fuera muchacho. Si los Laurence hubieran sido lo que Jo llamaba “tiesos y almidonados”, no se hubiera entendido con ellos, porque la gente así siempre la coartaba e irritaba; pero viéndolos tan francos y naturales, ella lo estaba también y les produjo buena impresión. Cuando se levantaron quiso despedirse, pero Laurie dijo que tenía algo más que mostrarle, y la condujo al invernadero que estaba iluminado en su honor. Era como un lugar encantado, con las paredes cubiertas de flores de cada lado, la dulce luz, el aire húmedo y tibio y las vides y plantas exóticas. Su nuevo amigo cortó las flores más bellas, y las ató en un ramo, diciendo, con mirada alegre: -Hágame el favor de dárselas a su señora madre, y dígale que me gusta mucho la medicina que me envió. Encontraron al señor Laurence de pie delante del fuego en el salón. La atención de Jo quedó completamente cautivada por un hermoso piano de cola, abierto. -¿Toca usted el piano? –preguntó Jo volviéndose a Laurie con expresión llena de respeto. -Algunas veces –respondió. -Hágame el favor de tocar el piano ahora; deseo oírlo para contárselo a Beth. -¿No querrá usted tocar primero?
Louisa May Alcott (Mujercitas / Buenas esposas / Hombrecitos / Los muchachos de Joe)
Maya ha decidido ser la portadora de los anillos porque la tarea implica más responsabilidad que la de llevar las flores. —Si pierdes una flor, coges otra —razona—. Si pierdes un anillo, todo el mundo se queda triste para siempre. Quien lleva los anillos tiene mucho más poder. —Hablas como Gollum —le dice A.J. —¿Quién es Gollum? —pregunta Maya. —Un bicho raro que le gusta a tu padre.
Gabrielle Zevin (The Storied Life of A.J. Fikry)
Cantó el amor, y el canto suyo era tan límpido y puro como el pensar de una doncella, como los sueños de un niño, como la luna en los cielos, nocturna diosa indolente de los misterios y suspiros. Cantó el dolor y el olvido, cantó las rosas y las brumas, cantó lejanas tierras donde sus lágrimas se derramaban en la soledad; cantó asimismo marchitas flores de la vida teniendo apenas dieciocho.
Alexander Pushkin (Eugene Onegin)
—Odiar..., ¡pero si todavía no has comenzado siquiera a saber lo que es el odio, y antes de que te acuestes a descansar fíjate bien en lo que te digo, que nos vamos de este lugar pase lo que pase. Nos vamos a Florida, como habíamos pensado. Viviremos nuestras vidas lo mejor que podamos. No vamos a sentirnos avergonzados de lo que somos ni de lo que hemos hecho, porque lo que hemos hecho es poca cosa en comparación con lo que ha hecho nuestra madre. Incluso si mueres antes que yo, recordaré nuestra vida aquí arriba, y en el ático. Nos veré, bailando bajo las flores de papel, y tú tan grácil y yo tan torpe. Oleré el polvo y la madera podrida, y lo recordaré como si fuera el perfume dulce de las rosas, porque sin ti todo habría sido tan triste y tan vacío... Me has dado la primera revelación de lo que puede ser el amor.
V.C. Andrews (Flores en el ático (Dollanganger, #1))
Entre las ramas acecha una presencia maligna y depredadora: lo sabe o lo recuerda, no está segura, pero exhala un aire helado entre los troncos de los árboles que le lame con insistencia los brazos desnudos. La conciencia de que no puede bajar la guardia, de que tiene que evitar a ese ser cueste lo que cueste, le da vueltas en la cabeza como el humo. Tal vez sea un semidiós, o la personificación de un elemento, o un espíritu de los árboles empeñado en vengarse o en cobrarse una presa. Busca a las mujeres de las túnicas claras, o tal vez ha venido por ella. Es imposible saberlo. ¿Las mujeres pueden salvarla? Tampoco lo sabe. Despeja el camino de hiedra y ramas con las manos heladas y sigue andando con la esperanza de que no suceda nada malo. Es importante no pisar las flores y no tocar la fruta que cuelga, baja, por encima de su cabeza: esto es lo único que sabe.
Maggie O'Farrell
Y con la prisa de la pasión miró a la multitud con los ojos quebrados por el dolor, ojos que no veían, llenos de lágrimas, como cuando un oculista te instila unas gotas que escuecen, y todos comenzaron a moverse, a sonarse la nariz, a echarse a un lado y a salir de la habitación, dejándola finalmente sola tras las puertas cerradas, y ella, santiguándose rápidamente mientras caminaba, se acercó a la mesa y al ataúd, se subió al banco colocado por Yevgraf, trazó muy despacio sobre el cuerpo tres amplias cruces y besó la frente fría y las manos. Apartó la sensación de que la frente helada parecía empequeñecida, como una mano cerrada en un puño; consiguió no reparar en ello. Permaneció inmóvil y por algunos instantes no habló, sin pensar ni llorar, cubriendo el centro del ataúd, las flores y el cuerpo con todo su ser, con la cabeza, el pecho, el alma y sus propios brazos, grandes como su alma.
Boris Pasternak (Doctor Zhivago)
—Cada uno de nosotros sigue perdiendo algo muy preciado —dice cuando el teléfono deja de sonar—. Oportunidades importantes, posibilidades, sentimientos que no podrán recuperarse jamás. Esto es parte de lo que significa estar vivo. Pero dentro de nuestra cabeza, porque creo que es ahí donde debe de estar, hay un pequeño cuarto donde vamos dejando todo esto en forma de recuerdos. Seguro que es algo parecido a las estanterías de esta biblioteca. Y nosotros, para localizar dónde se esconde algo de nuestro corazón, tenemos que ir haciendo siempre fichas catalográficas. Hay que limpiar, ventilar la habitación, cambiar el agua de los jarrones de flores. Dicho de otro modo, tú deberás vivir hasta el fin de tus días en tu propia biblioteca.
Haruki Murakami (Kafka on the Shore)
A veces pienso que las personas están en lo cierto sobre todo, la gente del otro lado en Zombilandia. Tal vez sería mejor si no pudiéramos amar. Si no pudiéramos perdernos. Si no pudieran pisotear nuestros corazones, destrozarlos; si no tuviéramos que remendarlo como monstros Frankenstein, todo cosido junto y ligado por no ser que. Si solo pudiéramos flotar, como la nieve. Eso es Zombilandia: frio, calma, silencio. Es el mundo después de una nevada, la paz que viene con ella, el silencio sordo y el sentido de que nada en el mundo se mueve. Es hermoso, a su modo. Tal vez es mejor así. Pero como alguien que ha visto el verano -grandes explosiones de gris y el cielo iluminado como una explosión de electricidad a la puesta del sol, un montón de flores y viento que huele a miel- elegiría la nieve?
Lauren Oliver
¡En esta vida no la supe amar! Dame otra vida para reparar, ¡oh Dios! mis omisiones, para amarla con tantos corazones como tuve en mis cuerpos anteriores, para colmar de flores, de risas y de gloria sus instantes; para cuajar su pecho de diamantes y en la red de sus labios dejar presos los enjambres de besos que no le di en las horas ya perdidas... Si es cierto que vivimos muchas vidas Conforme a la creencia teosófica, Señor, otra existencia de limosna te pido para quererla más que la he querido, paran que en ella nuestras alamas sean tan una, que las gentes que nos vean en éxtasis perenne ir hacia Dios, digan: ¡Como se quieren esos dos! A la vez que nosotros murmuramos con un instinto lúcido y profundo (mientras que nos besamos como locos): ¡Quizás ya nos amamos con este mismo amor en otro mundo!
Amado Nervo (La amada inmóvil)
Allí, como las olas en las Hébridas, la maleza se agita continuamente. Pero ningún viento surca el cielo. Y los altos árboles primitivos oscilan eternamente de un lado a otro con un potente resonar. Y de sus altas copas se filtran, gota a gota, rocíos eternos. Y en sus raíces se retuercen, en un inquieto sueño, extrañas flores venenosas. Y en lo alto, con un agudo sonido susurrante, las nubes grises corren por siempre hacia el oeste, hasta rodar en cataratas sobre las ígneas paredes del horizonte. Pero ningún viento surca el cielo. Y en las orillas del río Zaire no hay ni calma ni silencio.
Edgar Allan Poe (Silence: A Fable)
Fue mi madre quien me dio a conocer el espíritu sureño en sus más íntimos y delicados aspectos. Mi madre creía que también las flores y los animales soñaban. Cuando éramos pequeños, al llegar la noche, antes de acostarnos, adoptaba su voz de narradora para contarnos que los salmones soñaban con desfiladeros y con oscuros rostros de oso pardo que se cernían sobre el agua cristalina de los rápidos. Los zorros, decía, soñaban que hundían sus colmillos en las espinillas de los cazadores. Mientras dormían, las águilas pescadoras se veían lanzando sus emplumados cuerpos en largas caídas en picado, a cámara lenta, sobre los bancos de arenques. Había amenazadoras alas de búho en las pesadillas de los armiños, lobos del bosque acercándose contra el viento en el reposo nocturno de los alces. Pero jamás llegamos a saber con qué soñaba ella, pues mi madre nos mantuvo siempre al margen de su vida interior. Sabíamos que las abejas soñaban con rosas, que las rosas soñaban con las pálidas manos de las floristas y que las arañas soñaban con polillas atrapadas en sus telas plateadas. Como hijos suyos, fuimos depositarios de los deslumbradores cánticos de su imaginación, pero no sabíamos que las madres soñaran.
Pat Conroy (The Prince of Tides)
Tengo lo que puede considerarse una actitud muy anticuada y chovinista hacia las mujeres. Me gusta tratarlas como señoras: abrirles la puerta, invitarlas a cenar cuando tenemos una cita, llevarles flores, retirarles el asiento y todo eso. Si tuviese una mejor opinión de mí mismo, lo llamaría caballerosidad.
Jim Butcher (Fool Moon (The Dresden Files, #2))
Una red efectiva es aquello que, cuando andas por la cuerda floja y caes, evita que te mates. Literalmente. Es aquel lugar esponjoso que amortigua la caída al vacío, que se come el golpe contigo, que atenúa el derrumbe haciendo de las piedras, plumas. Que te permite resoplar, levantarte, sacudirte el polvo enganchado a la ropa, y seguir. Sin sangre irrecuperable, sin fracturas inviables, sin vísceras deterioradas para siempre. En esta parte del libro quiero dar cuenta de los nudos que he aprendido a hacer para tejer una red afectiva. Ningún nudo es un invento así salido de la nada, sino casi una sorpresa que hemos ido encontrando por el camino, a partir de intuiciones, de no fliparnos con ideas marcianas sino de aterrizar las cosas, respirar hondo, meterle mucho humor y mucha ironía al asunto, e ir haciendo entre todas. Ir andando. Y de seguir el consejo que le daba Lola Flores a su hija Lolita: «tira para adelante, pero cuando estés al borde del precipicio mira hacia abajo y retrocede tres pasos». Tira para adelante, pero antes de caerse o de tirar a alguien por el precipicio, tres pasitos para atrás. Desde ahí hablo. Por si en alguna playa, en algún puerto, alguien recoge esta botella y le es de utilidad, aunque solo sea para llenarla de ron.
Brigitte Vasallo (Pensamiento monógamo, terror poliamoroso)
El cerebro es el que evoluciona y envejece, pero el corazón sigue siendo siempre niño hasta que deja de latir. Por eso puedes enamorarte de nuevo, porque es el corazón quien dirige. Cuando alguien te hiere, es el cerebro en realidad quien lo registra, quien se traumatiza, quien olvida o no, que lo racionaliza para superarlo. El corazón solo sufre. No aprende. Cuando no nos damos la oportunidad de enamorarnos es porque la razón nos frena y nos aborta la misión antes de que ocurra. Pero el corazón no. El corazón se rige por otros parámetros. Los de las emociones. Las emociones son las células del corazón como las neuronas son las de nuestro cerebro. Por eso cuando el corazón pone las emociones movimiento y se inicia esa reacción en cadena, es casi imposible frenarla. La razón puede ponerle obstáculos. Muchos. Pero, al igual que no podemos forzar que un cuadro te atraiga o no, o que te emocione una canción, no podemos forzar con la razón aquello donde el corazón manda
Vanessa Montfort (Mujeres que compran flores)
Pero con todo existe un solo mundo y todo cuanto uno pueda imaginar le es necesario. Pues también este mundo que a nosotros nos parece hecho de piedras y flores y sangre no es en absoluto una cosa sino una historia. Un cuento. Y en él todo es cuento y cada cuento la suma de otros cuentos menores, y aun así estos son también el susodicho cuento y contienen asimismo todos los demás. Así, todo es necesario. Hasta lo más insignificante. Esta es la lección que debemos aprender. No podemos prescindir de nada. Nada es desdeñable. Porque las junturas nos son ocultadas, ¿comprendes? La ebanistería del mundo. La forma en que está hecho. No tenemos modo de saber qué podría quitarse. Omitir. No tenemos modo de decir qué cosa quedaría en pie y qué otra caería. Y esas junturas que nos son ocultadas están, como no, en el cuento mismo, y el cuento no tiene una morada donde existir salvo en el hecho mismo de la narración, y ahí vive y tiene su casa, y es por eso que nunca terminamos de contar. El contar no tiene fin.
Cormac McCarthy (The Crossing (The Border Trilogy, #2))
El bohío de la loma, bajo sus alas de paja, siente el frescor mañanero y abre sus ojos al alba. Vuela el pájara del nido. Brinca el gallo de la rama. A los becerros, aislados de las tetas de las vacas, les corre por el hocico leche de la madrugada. Las mariposas pululan —rubí, zafir, oro, plata...—: flores huérfanas que rondan buscando a las madres ramas...
Esmeralda Santiago (When I Was Puerto Rican: A Memoir (A Merloyd Lawrence Book))
En ese preciso momento el camino se abría y con una exclamación Lucy se encontró fuera del bosque. Luz y belleza la envolvía. Había ido a dar a una pequeña terraza que estaba cubierta de violetas de un extremo a otro. - ¡Valor! -exclamó su compañero, erguido a unos seis pies de altura respecto a ella-. Valor y amor. Ella no respondió. A sus pies el suelo se cortaba bruscamente dando paso a la panorámica. Violetas que se agrupaban alrededor de arroyos y corrientes y cascadas, regando la vertiente de la colina de azul, arremolinándose alrededor de los troncos de los árboles, formando lagunas en los agujeros, cubriendo la hierba con manchas de espuma azulada. Jamás volvería a haberlas en tal profusión. La terraza era el principio de lo bello, la fuente original donde la belleza hacía brotar agua que iba a la tierra. De pie en el margen, como un nadador que se prepara, estaba el buen hombre. Pero no era el buen hombre que ella había pensado, y estaba solo. George se había vuelto al oír su llegada. Por un momento la contempló, como si fuera alguien que bajaba de los cielos. Vio la radiante alegría en su cara, las flores que batían su vestido en olas azuladas. Los arbustos que la encerraban por encima. Subió rápidamente hasta donde estaba ella y la besó. Antes de que ella pudiera decir algo, casi antes de que pudiera sentir nada, una voz llamó: ¡Lucy!, ¡Lucy!, ¡Lucy!. La señorita Bartlett, que era una mancha oscura en la panorámica, había roto el silencio de la vida.
E.M. Forster (A Room with a View)
Why is it called tierra and not tierro? Why is it round, like two breasts sewn together, like the two halves of an orange—a naranja—or the belly of a pregnant woman, and has never had any phallic tendencies, even while it was first forming? Why do we say naturaleza, in the feminine, and not naturalezo? Why did the old poets prefer to write la mar and not el mar, the way most people do today? Why is it la noche, night, la madrugada, dawn, la soledad, solitude, la ternura, tenderness, la felicidad, happiness, la luz, light, la luna, the moon, las constelaciones, the constellations, la voz, a person’s voice, las caricias, caresses, las flores, flowers, la melancolía, melancholy? Why would it seem that the really poetic words are in the feminine? But that’s nonsense. Mentira, lie, is feminine, and that’s not so poetic. And there are lots of poetic words that are masculine: el cielo, the sky, el alba, another word for dawn, el misterio, mystery, el desea, desire, el parto, childbirth, el bien, good as opposed to evil. And speaking of evil, that’s masculine in gender, el mal, and so is power, el poder. Although we shouldn’t forget el querer, loving, a word that belongs to the strategy of desire. And also has a little bit of goodness in it. Bondad, goodness, is a very pretty word, and very feminine—it’s conjugated in the feminine. On the other hand, muerte, death, which is feminine, no matter how she gets herself up to look attractive and profound, could she ever seduce anyone?
Zoé Valdés (Dear First Love)
ROSAURA Soy de Estrella una infelice dama. SEGISMUNDO No digas tal; di el sol, a cuya llama aquella estrella vive, pues de tus rayos resplandor recibe. Yo vi en reino de olores que presidía entre comunes flores la deidad de la rosa; y era su emperatriz por más hermosa. Yo vi entre piedras finas de la docta academia de sus minas preferir el diamante, y ser su emperador por más brillante. Yo en esas cortes bellas de la inquieta república de estrellas vi en el lugar primero por rey de las estrellas el lucero. Yo en esferas perfectas, llamando el sol a cortes los planetas, le vi que presidía como mayor oráculo del día. Pues ¿cómo, si entre flores, entre estrellas, piedras, signos, planetas, las más bellas prefieren, tú has servido la de menos beldad, habiendo sido por más bella y hermosa, sol, lucero, diamante, estrella y rosa?
Pedro Calderón de la Barca (La vida es sueño)
De Emanuel Swedenborg, al que Kant llamó “visionario”, cuenta Borges que “hablaba con los ángeles por las calles de Londres”. Aunque fue un científico notable (hizo los planos de un avión y un submarino, descubrió el funcionamiento de las glándulas endocrinas, lanzó la hipótesis de la formación nebulosa del Sistema Solar, etcétera...), su verdadera especialidad fue el Mas Allá, la posvida en el Cielo y el Infierno. Explicó que al comienzo los condenados no son conscientes de su muerte y creen que continúan en su esfera cotidiana: les rodean los muebles y utensilios familiares, los paisajes conocidos. Poco a poco, van produciéndose desapariciones —la butaca favorita, el piano, una ventana, las flores del jardín...— y luego surgen en lugar de lo desvanecido formas equivocadas o amenazadoras. Por fin se dan cuenta de que no están en casa sino en el Infierno y empieza su eterna condena. Creo poder confirmar esta tesis de Swedenborg. Hace tiempo que las cosas de mi mundo se van difuminando, pierden sustancia. Los libros siguen presentes y tentadores, pero al abrirlos algo ha drenado su savia hasta dejarlos huecos, exánimes. Las películas nuevas son peores que las antiguas, las antiguas peores de lo que las recordaba: sentado ante el televisor con desasosiego ya no siento la expectativa feliz porque ahora nadie apoya sus pies en mi regazo. Se fue el disfrute... Y los sitios que recorrimos juntos están hoy cubiertos de sudarios, como esas sábanas que tapan las formas incómodas de los muebles en una casa abandonada. Los platos más sabrosos, crujientes, aromáticos... comienzan a deleitarme la boca pero luego adquieren insipidez y amargura de ceniza. Llega el infierno y se revela mi condena, la más atroz: creer que estoy vivo y que es ella la que ha muerto. Hoy hace ya dos años.
Fernando Savater
Verdes arboles contra el cielo en la lluvia de primavera mientras el cielo enciende a los árboles de primavera en oscurecimiento. Flores rojas salpican la tierra en la persecución de la brisa mientras la tierra se colorea de rojo tras el beso". La última palabra, beso, cuelga en el aire. -La próxima vez que me enferme, me puedes decir eso. Puedes ser mi chica en las montañas. -Bien -digo-. Seré tu chica de las montañas y cuidaré de ti. Sonríe, como si fuese otra broma, otra ráfaga en nuestro coqueteo, y sonrío en respuesta, aunque no estoy bromeando. -Y como recompensa, te liberaré de la carga del tiempo- Desliza mi reloj en su larguirucha muñeca, donde no luce tanto como un grillete prisión. -Por ahora, el tiempo no existe. Es ¿Como dijo Jacques...Fluido? -Fluido -repito, como una encantación. Porque si el tiempo puede ser fluido, entonces algo que es sólo un día puede seguir indefinidamente.
Gayle Forman
La verdadera unidad de tiempo es aquella que hace que varíe la cotización de una empresa bursátil. Es una unidad indivisible, inapreciable, inhumana. Cualquier fracción de esta unidad resulta insignificante. Entre uno y otro de esos instantes se agitan fuerzas oscuras, fuerzas que no reconocen el tiempo sino el ansia de poder, algo demasiado terrible para ser detectado por cualquier artefacto humano. Ya no uso reloj, Nabil, sino un dispositivo que refleja la evolución de la Bolsa. Mi vida se rige por sus cambios, mutaciones que transcurren en fracciones de nanosegundo. Conozco el tiempo real. Nado en él. Soy el primer ejemplar de una nueva especie. Alguien diseñó un programa. Recoge los datos de la Bolsa y los convierte en imágenes, las de dinosaurios compitiendo en un paisaje jurásico, las de extrañas flores abriendo sus pétalos bajo un cielo poblado por una multitud de soles. Un nuevo Paraíso.
Javier Moreno (2020)
¡La laguna de Flint! Nuestra nomenclatura es pobre. ¿Qué derecho tenía el sucio y estúpido granjero, cuya granja lindaba con esta agua celestial, a darle su nombre tras haber desnudado sin piedad sus riberas? No es para mi el nombre de un avaro que prefería la resplandeciente superficie de un dólar o de un centavo nuevo, en la que podía ver su propia cara dura; que consideraba intrusos a los mismos patos salvajes que anidaban allí y cuyos dedos habían crecido hasta convertirse en garras curvas y callosas por el hábito de agarrar las cosas como una arpía. No voy allí a ver ni a oír hablar de alguien que nunca ha 'visto' (palabra enfatizada en cursiva) la laguna, ni se ha bañado en ella, ni la ha amado, ni protegido, ni pronunciado una palabra a su favor, ni agradecido a Dios que la creara. Démosle más bien el nombre de los peces que nadan en ella, de las aves salvajes o los cuadrúpedos que la frecuentan, de las flores silvestres que crecen en sus orillas o de algún hombre o niño salvaje cuya historia se haya entretejido con la de la laguna, no el de aquel que no podría mostrar otro título que el hecho de que otro vecino de mentalidad semejante o la cámara legislativa se lo hayan otorgado a él, que sólo pensaba en su valor monetario y cuya presencia ha sido nefasta para la orilla, que esquilmó la tierra a su alrededor y habría agotado el agua, que lamentaba que no fuera una pradera de heno inglés o de arándanos. A su parecer, nada había que salvar en la laguna y la habría drenado y venido por el légamo del fondo. La laguna no movía su molino ni era, para él, un privilegio contemplarla. No respeto su trabajo ni su granja, donde todo está tasado. Ese hombre sería capaz de llevar el paisaje y a su Dios y al mercado si pudiera obtener algo a cambio; su Dios es el mercado, por eso va allí; nada crece libremente en su granja: sus campos no dan cosechas, sus prados no dan flores, sus árboles no dan fruto, sino dólares. No ama la belleza de sus frutos; sus frutos no están maduros para él hasta que se convierten en dólares.
Henry David Thoreau (Walden)
(...) Y los árboles primitivos oscilan eternamente de un lado a otro con un potente resonar. Y de sus altas copas se filtran, gota a gota, rocíos eternos. Y en sus raíces se retuercen, en un inquieto sueño, extrañas flores venenosas. Y en lo alto, con un agudo sonido susurrante, las nubes grises corren por siempre hacia el Oeste, hasta rodar en cataratas sobre las ïgneas paredes del horizonte. Pero ningún viento surca el cielo. Y en las orillas del río Zaire no hay ni calma, ni silencio. [Silencio - Fábula]
Edgar Allan Poe
[...] Eso es muy corto, joven; yo os abono que podíais variar bastante el tono. Por ejemplo: Agresivo: «Si en mi cara tuviese tal nariz, me la amputara.» Amistoso: «¿Se baña en vuestro vaso al beber, o un embudo usáis al caso?» Descriptivo: «¿Es un cabo? ¿Una escollera? Mas ¿qué digo? ¡Si es una cordillera!» Curioso: «¿De qué os sirve ese accesorio? ¿De alacena, de caja o de escritorio?» Burlón: «¿Tanto a los pájaros amáis, que en el rostro una alcándara les dais?» Brutal: «¿Podéis fumar sin que el vecino —¡Fuego en la chimenea!— grite?» Fino: «Para colgar las capas y sombreros esa percha muy útil ha de seros.» Solícito: «Compradle una sombrilla: el sol ardiente su color mancilla.» Previsor: «Tal nariz es un exceso: buscad a la cabeza contrapeso.» Dramático: «Evitad riñas y enojos: si os llegara a sangrar, diera un Mar Rojo.» Enfático: «¡Oh nariz!… ¡Qué vendaval te podría resfriar? Sólo el mistral.» Pedantesco: «Aristófanes no cita más que a un ser sólo que con vos compita en ostentar nariz de tanto vuelo: El Hipocampelephantocamelo.» Respetuoso: «Señor, bésoos la mano: digna es vuestra nariz de un soberano.» Ingenuo: «¿De qué hazaña o qué portento en memoria, se alzó este monumento?» Lisonjero: «Nariz como la vuestra es para un perfumista linda muestra.» Lírico: «¿Es una concha? ¿Sois tritón?» Rústico: «¿Eso es nariz o es un melón?» Militar: «Si a un castillo se acomete, aprontad la nariz: ¡terrible ariete!» Práctico: «¿La ponéis en lotería? ¡El premio gordo esa nariz sería!» Y finalmente, a Píramo imitando: «¡Malhadada nariz, que, perturbando del rostro de tu dueño la armonía, te sonroja tu propia villanía!» Algo por el estilo me dijerais si más letras e ingenio vos tuvierais; mas veo que de ingenio, por la traza, tenéis el que tendrá una calabaza y ocho letras tan sólo, a lo que infiero: las que forman el nombre: Majadero. Sobre que, si a la faz de este concurso me hubieseis dirigido tal discurso e, ingenioso, estas flores dedicado, ni una tan sólo hubierais terminado, pues con más gracia yo me las repito y que otro me las diga no permito.
Edmond Rostand (Cyrano de Bergerac)
Por esta floristería pasan hombres y mujeres que necesitan comunicar una emoción o enviar un mensaje para el que no encuentran las palabras: respeto, agradecimiento, admiración, desamor, pérdida, amor, celebración... Unos compran flores para un nacimiento y otros por una muerte. Unos las encargan para restar sobriedad a sus despachos, otros para dar vida a sus casas. Algunos las prefieren vivas, aún prendidas de la tierra, otros muertas o disecadas. En unos casos las prefieren a punto de abrirse para que duren más, a otros en cambio les gustan perecederas como las margaritas que empiezan a deshojarse. De una en una o de cien en cien... a veces las enviamos al camerino del teatro español, otras forman coronas en la iglesia de San Sebastián, las compras madres a sus madres, infieles a sus mujeres, amantes a sus amantes, el Palace para su retretes, las ancianas para sus balcones... Yo tengo la teoría de que a cada persona le corresponde una flor. Y a cada etapa de su vida, también. Hay mujeres que compran flores y otras que no. Eso es todo
Vanessa Montfort (Mujeres que compran flores)
La muerte era de una naturaleza piadosa, significativa y tristemente bella, es decir, espiritual; pero, al mismo tiempo, también poseía una segunda naturaleza, casi contraria, muy física y material que, desde luego, no se podía considerar bella, ni significativa, ni piadosa, ni siquiera triste. La naturaleza solemne y espiritual se expresaba en la suntuosa mortaja y ataúd del difunto, las magníficas flores y las palmas que, como se sabe, significan la paz celestial (...) Todas aquellas disposiciones claramente hallaban su sentido y su buen fin en la idea de que el abuelo había adoptado su forma definitiva y verdadera para siempre. Pero además, como muy bien captó el pequeño Hans Castorp, aunque no quiso reconocerlo, todo aquello, y especialmente a su vez, la enorme cantidad de flores (y, entre éstas, en particular de nardos) tenía otro sentido y otro fin más prosaico: mitigar ese otro aspecto de la muete que no es ni bello ni realmente triste, sino más bien casi indecente, bajo, indignamente físico; hacer olvidar o impedir tomar conciencia de la muerte (pp.43-44)
Thomas Mann
La sirenita viene a visitarme de vez en cuando. Me cuenta historias que cree inventar, sin saber que son recuerdos. Sé que es una sirena, aunque camina sobre dos piernas. Lo sé porque dentro de sus ojos hay un camino de dunas que conduce al mar. Ella no sabe que es una sirena, cosa que me divierte bastante. Cuando ella habla yo simulo escucharla con atención pero, al mínimo descuido, me voy por el camino de las dunas, entro al agua y llego a un pueblo sumergido donde hay una casa, donde también está ella, sólo que con escamada cola de oro y una diadema de pequeñas flores marinas en el pelo. Sé que mucha gente se ha preguntado cuál es la edad real de las sirenas, si es lícito llamarlas monstruos, en qué lugar de su cuerpo termina la mujer y empieza el pez, cómo es eso de la cola. Sólo diré que las cosas no son exactamente como cuenta la tradición y que mis encuentros con la sirena, allá en el mar, no son del todo inocentes. La de acá, naturalmente, ignora todo esto. Me trata con respeto, como corresponde hacerlo con los escritores de cierta edad. Me pide consejos, libros, cuenta historias de balandras y prepara licuados de zanahoria y jugo de tomate. La otra está un poco más cerca del animal. Grita cuando hace el amor. Come pequeños pulpos, anémonas de mar y pececitos crudos. No le importa en absoluto la literatura. Las dos, en el fondo, sospechan que en ellas hay algo raro. No sé si debo decirles cómo son las cosas.
Abelardo Castillo
Comprendí al punto: era la lucha entre los hombres y las máquinas, preparada, esperada y temida desde hace mucho tiempo, la que por fin había estallado. Por todas partes yacían muertos y mutilados, por todas partes también automóviles apedreados, retorcidos, medio quemados; sobre la espantosa confusión volaban aeroplanos, y también a éstos se les tiraba desde muchos tejados y ventanas con fusiles y con ametralladoras. En todas las paredes anuncios fieros y magníficamente llamativos invitaban a toda la nación, en letras gigantescas que ardían como antorchas, a ponerse al fin al lado de los hombres contra las máquinas, a asesinar por fin a los ricos opulentos, bien vestidos y perfumados, que con ayuda de las máquinas sacaban el jugo a los demás y hacer polvo a la vez sus grandes automóviles, que no cesaban de toser, de gruñir con mala intención y de hacer un ruido infernal, a incendiar por último las fábricas y barrer y despoblar un poco la tierra profanada, para que pudiera volver a salir la hierba y surgir otra vez del polvoriento mundo de cemento algo así como bosques, praderas, pastos, arroyos y marismas. Otros anuncios, en cambio, en colores más finos y menos infantiles, redactados en una forma muy inteligente y espiritual, prevenían con afán a todos los propietarios y a todos los circunspectos contra el caos amenazador de la anarquía, cantaban con verdadera emoción la bendición del orden, del trabajo, de la propiedad, de la cultura, del derecho, y ensalzaban las máquinas como la más alta y última conquista del hombre, con cuya ayuda habríamos de convertirnos en dioses. Pensativo y admirado leí los anuncios, los rojos y los verdes; de un modo extraño me impresionó su inflamada oratoria, su lógica aplastante; tenían razón, y, hondamente convencido, me quedé parado ya ante uno, ya ante el otro, y, sin embargo, un tanto inquieto por el tiroteo bastante vivo. El caso es que lo principal estaba claro: había guerra, una guerra violenta, racial y altamente simpática, en donde no se trataba de emperadores, repúblicas, fronteras, ni de banderas y colores y otras cosas por el estilo, más bien decorativas y teatrales, de fruslerías en el fondo, sino en donde todo aquel a quien le faltaba aire para respirar y a quien ya no le sabia bien la vida, daba persuasiva expresión a su malestar y trataba de preparar la destrucción general del mundo civilizado de hojalata. Vi cómo a todos les salía risueño a los ojos, claro y sincero, el afán de destrucción y de exterminio, y dentro de mí mismo florecían estas salvajes flores rojas, grandes y lozanas, y no reían menos. Con alegría me incorporé a la lucha.
Hermann Hesse (Der Steppenwolf.)