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El plan de ataque de Cambrai estaba implícito en la idea original del tanque; era para esto, precisamente para esto, para lo que los tanques se habían imaginado. Los tanques habían entrado en acción en el frente británico en número creciente y considerable desde que su invención había sido inoportunamente expuesta al enemigo en el Somme en 1916. En el Cuartel General del cuerpo de tanques se habían desarrollado profunda y ampliamente las ideas tácticas originales que habían inspirado su nacimiento, pero el cuerpo de tanques no había logrado nunca que se le permitiera ponerlas en práctica. Se habían empleado estos ingenios en número reducido como simples auxiliares en las batallas de infantería y artillería, y habían sido condenados a encenagarse en los campos de embudos bajo el fuego concentrado de la artillería alemana o a hundirse en el barro de Passchendaele. Nunca se les había permitido arriesgar su suerte en una batalla para ellos solos, adaptada a su especialidad y en la que pudieran rendir los servicios inestimables para los que habían sido especialmente trazados. El éxito de algunos tanques en una operación secundaria de Passchendaele, donde fueron correctamente empleados por el cuerpo de ejército del general Maxse, fue probablemente lo que redimió al cuerpo de tanques del disfavor creciente en que habían caído sus carruajes debido al mal empleo que había hecho de ellos el Cuartel General británico, durante mucho tiempo. Cualquiera que fuera la razón, el hecho es que se aprobó un proyecto que había estado en la mente del Estado Mayor del cuerpo de tanques durante cerca de tres meses, y para el cual se habían emprendido ya los preparativos necesarios, fijándose su fecha para el 20 de noviembre.221 Se concedieron al fin todos los requisitos necesarios: los tanques operarían en un terreno no dislocado todavía por la artillería y en un frente no preparado aún contra la ofensiva: la sorpresa por encima de todo, iniciando los propios tanques el ataque. Aceptando osadamente la responsabilidad, sir Julian Byng, que mandaba el tercer ejército, ordenó que la artillería británica no disparara un tiro ni siquiera de corrección hasta que los tanques estuvieran ya lanzados; los cálculos artilleros que hicieron posible este hecho por primera vez sin daño para las tropas propias acreditan altamente a sus autores. El plan detenidamente preparado del cuerpo de tanques tenía la aspiración de «efectuar la penetración en cuatro sistemas sucesivos de trincheras en unas pocas horas y sin preparación artillera de ninguna clase».222 Se disponía aproximadamente de quinientos tanques. El general Elles, jefe del cuerpo de tanques, dijo a sus hombres en una orden especial: «Mañana, el cuerpo de tanques tendrá la oportunidad que ha estado esperando largos meses, operará abiertamente en la vanguardia del asalto». «El ataque —dice el historiador del cuerpo de tanques, coronel Fuller—223 tuvo un éxito asombroso. Al moverse y avanzar los tanques, seguidos inmediatamente por la infantería, el enemigo perdió completamente su moral y todos los que no huyeron del campo presa del pánico se rindieron con escasa o nula resistencia. […] A las cuatro de la tarde de dicho día, se había ganado una de las batallas más asombrosas de la historia y en lo que concierne al cuerpo de tanques, se había también terminado, pues, al no disponerse de reservas, no era posible hacer más.» En la breve duración de un día de noviembre había sido penetrado el sistema completo de las defensas alemanas en un frente de 10 kilómetros y se habían capturado 10.000 prisioneros y 200 cañones sin perder más que 1.500 soldados británicos. «Cabe preguntarse —dice el oficial del Estado Mayor— si hubo algún otro golpe de los ejércitos aliados en el frente occidental que resultara más fructífero a la vez en terreno y en resultados que esta batalla de Cambrai, pese a su limitado propósito».
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Winston S. Churchill (La crisis mundial. Su historia definitiva de la Primera Guerra mundial 1911-1918)