Irene Cara Quotes

We've searched our database for all the quotes and captions related to Irene Cara. Here they are! All 16 of them:

You’re looking for sexual tidbits as a female child, and the only ones that present themselves depict child rape or other violations (all my favorite books in my preteen years: I Know Why the Caged Bird Sings, Clan of the Cave Bear, The World According to Garp, as well as the few R-rated movies I was allowed to see—Fame, most notably, with its indelible scene of Irene Cara being asked to take her shirt off and suck her thumb by a skeezy photographer who promises to make her a star), then your sexuality will form around that fact. There is no control group. I don’t even want to talk about “female sexuality” until there is a control group. And there never will be.
Maggie Nelson (The Argonauts)
cuánto tardamos en reconocer a quienes nos van a cambiar la vida—. Entonces yo era una adolescente decidida a vender muy cara mi admiración.
Irene Vallejo (El infinito en un junco)
first, when there’s nothing but a slow glowing dream.
Irene Cara
When we were young, not so long ago Fame was my favorite television show, Lydia brought out the dancer in you and me, There was Coco, Holly and Shorofsky, Glued to my set to watch them dance and act Leroy was my favorite dancer on that set Cleo really won my heart; she later rose to “Fame” I will never forget Irene Cara’s song “Remember My Name
Charmaine J. Forde
Durante aquellos meses que pase alejada de Julián, Penélope Aldaya se había convertido en un espectro que me devoraba el sueño y el pensamiento. Todavía recordaba la expresión de decepción en el rostro de Irene al comprobar que yo no era la mujer que Julián estaba esperando. Penélope Aldaya, ausente y a traición, era una enemiga demasiado poderosa para mí. Invisible, la imaginaba perfecta, una luz en cuya sombra me perdía, indigna, vulgar, tangible. Nunca había creído posible que pudiera odiar tanto, y tan a mi pesar, a alguien a quien ni siquiera conocía, a quien no había visto una sola vez. Supongo que creía que si la encontraba cara a cara, si comprobaba que era de carne y hueso, su hechizo se rompería y Julián seria libre de nuevo. Y yo con él. Quise creer que era una cuestión de tiempo, de paciencia. Tarde o temprano, Miquel me contaría la verdad. Y la verdad me haría libre.
Carlos Ruiz Zafón (Pack Zafón Booket (La Sombra del Viento + El Juego del Ángel))
Take your passion and make it happen!!!
Irene Cara
tiempo va escribiendo poco a poco su historia en las caras, en los brazos, en los vientres, en los sexos, en las piernas. Recién llegados al mundo, nos imprimen en la tripa una gran «O», el ombligo. Después, van apareciendo lentamente otras letras. Las líneas de la mano. Las pecas, como puntos y aparte. Las tachaduras que dejan los médicos cuando abren la carne y luego la cosen. Con el paso de los años, las cicatrices, las arrugas, las manchas y las ramificaciones varicosas trazan las sílabas que relatan una vida.
Irene Vallejo (El infinito en un junco)
—Espera un momento, Irene. Es que están aquí mis nietecitas pasando el día —dijo Santa y gritó—: ¡Sal de una vez de la cocina, niña, y vete a jugar a la acera o te rompo los morros! Una voz de niña respondió algo. —Señor, señor —continuó Santa, tranquilamente, dirigiéndose ya a la señora Reilly—. Son unas niñas muy buenas, pero a veces, ya sabes... ¡Niña! Como no te vayas ahora mismo a jugar a la calle con tu bici te rompo la cara de un bofetón. No cuelgues, Irene, un momento. La señora Reilly oyó a Santa dejar el teléfono. Luego, una niña gritó, se oyó un portazo y Santa volvió a coger el teléfono. —Ay, Dios. Sabes, Irene, ¡esa niña no obedece a nadie! Estoy preparando unos spaghetti con salsa y no hace más que jugar con la cazuela. Ojalá las hermanas le zurrasen un poco en el colegio. Mira a Angelo. Tendrías que ver cómo le pegaban las hermanas en el colegio cuando era pequeño. Una hermana le tiró una vez contra el encerado. Por eso Angelo es hoy un hombre tan dulce y tan considerado. —A Ignatius las hermanas le querían con locura. Era un niño tan rico. Ganaba todas las estampitas porque era el que mejor se sabía el catecismo. —Pues deberían haberle roto la cabeza a coscorrones. —Ay, cuando volvía a casa con todas aquellas estampitas —sollozó la señora Reilly—. Nunca pensé que acabaría vendiendo salchichas por la calle a plena luz del día.
John Kennedy Toole
Nuestra piel es una gran página en blanco; el cuerpo, un libro. El tiempo va escribiendo poco a poco su historia en las caras, en los brazos, en los vientres, en los sexos, en las piernas. Recién llegados al mundo, nos imprimen en la tripa una gran , el ombligo. Después, van apareciendo lentamente otras letras. Las líneas de la mano. Las pecas como puntos y aparte. Las tachaduras que dejan los médicos cuando abren la carne y luego la cosen. Con el paso de los años, las cicatrices, las arrugas, las manchas y las ramificaciones varicosas trazan las sílabas que relatan una vida.
Irene Vallejo (El infinito en un junco: La invención de los libros en el mundo antiguo)
Nuestra piel es una gran página en blanco; el cuerpo, un libro. El tiempo va escribiendo poco a poco su historia en las caras, en los brazos, en los vientres, en los sexos, en las piernas. Recién llegados al mundo, nos imprimen en la tripa una gran "O", el ombligo. Después, van apareciendo lentamente otras letras. Las líneas de la mano. Las pecas como puntos y aparte. Las tachaduras que dejan los médicos cuando abren la carne y luego la cosen. Con el paso de los años, las cicatrices, las arrugas, las manchas y las ramificaciones varicosas trazan las sílabas que relatan una vida.
Irene Vallejo (El infinito en un junco: La invención de los libros en el mundo antiguo)
When we were young, not so long ago, ‘Fame’ was my favorite television show, Lydia brought out the dancer in you and me, It was Coco, Holly and Shorofsky, Glued to my set to watch them dance and act, Leroy was my favorite dancer on that set, Cleo really won my heart; she later rose to “Fame” I’ll never forget Irene Cara’s song “FAME...Baby, Remember My Name
Charmaine J. Forde
Las enseñanzas de Platón siempre me han parecido asombrosamente esquizofrénicas en su explosiva mezcla de libre pensamiento e impulsos autoritarios. Entre sus pasajes más leídos se encuentra el mito de la caverna, un relato ideal de lo que debería ser un proceso educativo crítico. En el interior de una gruta, unos individuos permanecen encadenados de espaldas a una hoguera llameante. Los reclusos solo ven los movimientos de las sombras proyectadas sobre las paredes de la caverna, y esas sombras constituyen su única realidad. Finalmente, uno de ellos se libera del encierro y se aventura a salir de la cueva, rumbo al mundo que se extiende más allá de las hipnóticas proyecciones. Hay en este relato una bellísima invitación a dudar, a no conformarse con las apariencias, a romper las ataduras y a abandonar los prejuicios para mirar la realidad cara a cara.
Irene Vallejo (El infinito en un junco)
Nuestra piel es una gran página en blanco; el cuerpo, un libro. El tiempo va escribiendo poco a poco su historia en las caras, en los brazos, en los vientres, en los sexos, en las piernas. Recién llegados al mundo, nos imprimen en la tripa una gran «O», el ombligo. Después, van apareciendo lentamente otras letras. Las líneas de la mano. Las pecas, como puntos y aparte. Las tachaduras que dejan los médicos cuando abren la carne y luego la cosen. Con el paso de los años, las cicatrices, las arrugas, las manchas y las ramificaciones varicosas trazan las sílabas que relatan una vida.
Irene Vallejo (El infinito en un junco)
Años después, cuando yo misma me he tenido que enfrentar al vértigo de una clase, he comprendido que hace falta querer a tus alumnos para desnudar ante ellos lo que amas; para arriesgarte a ofrecer a un grupo de adolescentes tus entusiasmos auténticos, tus pensamientos propios, esos versos que te emocionan, sabiendo que podrían burlarse o responder con cara de piedra e indiferencia ostentosa.
Irene Vallejo (El infinito en un junco)
Heráclito pensaba que la realidad se explica como tensión permanente. Él lo llamaba «guerra» o lucha entre contrarios. Día y noche; vigilia y sueño; vida y muerte se transforman uno en otro y solo existen en su oposición; son en el fondo las dos caras de la misma moneda («La enfermedad hizo buena y amable la salud; el hambre, la saciedad; el esfuerzo, el descanso… Inmortales mortales, mortales inmortales, viviendo la muerte de otros y la vida de otros muriendo»). A Heráclito le correspondía por herencia el rango de rey de su ciudad. Cedió a su hermano menor el cargo, que, desde la llegada de la democracia, era en realidad un sacerdocio. Al parecer, consideraba meros «traficantes de misterios» a los magos, predicadores y adivinos. Cuentan que se negó a hacer leyes para los efesios, prefiriendo jugar con los niños en el templo. Dicen también que llegó a hacerse muy altanero y desdeñoso. No le importaban los honores ni el poder, estaba obsesionado por encontrar el logos del universo, que significaba «palabra» y también «sentido». En la primera frase del cuarto evangelio —«en el principio era el logos»—, habla Heráclito.
Irene Vallejo (El infinito en un junco)
Y, aunque los puñales de los ladrones, las enfermedades contagiosas y los naufragios amenazan con hacer fracasar una misión tan cara, el faraón insiste en enviar a sus agentes desde el país del Nilo, cruzando fronteras y grandes distancias, en todas las direcciones. Desea apasionadamente, con impaciencia y dolorosa sed de posesión, esas presas que sus cazadores secretos rastrean para él, haciendo frente a peligros ignotos.
Irene Vallejo (El infinito en un junco)