Hojas Quotes

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Una de las cosas más agradables de la vida: ver cómo se filtra el sol entre las hojas
Mario Benedetti
El Gran Bosque fue testigo de su juramento, y las hojas de los árboles susurraron, movidas por una ráfaga de viento de septentrión.
Laura Gallego García (Donde los árboles cantan)
Una de las cosas mas agradables de la vida: ver como se filtra el sol entre las hojas
Mario Benedetti (La tregua)
El caballero andante sin amores es como arbol sin hojas y sin frutas o el cuerpo sin alma.
Miguel de Cervantes Saavedra
La hoja es mucho más paciente que los seres humanos.
Anne Frank (Diario)
(...) ¿qué era el tiempo si nadie podía medirlo, si nada podía acusar su paso? El tiempo solo se mostraba en las hojas secas, en las heridas que cicatrizaban, en la carcoma que devoraba, en el óxido que se extendía, y en los corazones que se cansaban. Si nadie estaba allí para señalarlo, el tiempo no era nada, absolutamente nada.
Félix J. Palma (El mapa del tiempo (Trilogía Victoriana, #1))
La revolución es el huracán, y el hombre que se entrega a ella no es ya el hombre, es la miserable hoja seca arrebatada por el vendaval…
Mariano Azuela (Los de abajo)
Limpias, pues, sus armas, hecho del morrión celada, puesto nombre a su rocín y confirmándose a sí mismo, se dio a entender que no le faltaba otra cosa sino buscar una dama de quien enamorarse; porque el caballero andante sin amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma".
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quixote)
Está empezando un nuevo día. Quizá sea un día como los demás, o quizá sea un día relevante que, por diferentes razones, quede grabado en la memoria. En cualquier caso, por el momento, todo el mundo tiene ante sí un hoja en blanco, sin nada escrito.
Haruki Murakami (After Dark)
Es curioso cómo nos pasamos la vida preocupados por cosas que siempre terminan teniendo solución, para bien o para mal. Tememos las malas situaciones como si fueran el final y no lo son. Final solo hay uno y ese... ese sí que no tiene vuelta de hoja.
Elísabet Benavent (La magia de ser nosotros (La magia de ser... #2))
No es una hoja de papel lo que hace a un hombre. Ni la cárcel lo que le deshace.
Stephen King (Different Seasons)
Trató de volver a vivir ese momento, la tierra roja y húmeda, el intenso olor de los bosques de pinos y eucaliptos, donde el tapiz de las hojas secas se maceraba, después del largo y cálido verano, y donde la luz cobriza del sol se filtraba entre las copas de los árboles. Trató de recordar el frío, el silencio y esa preciosa sensación de ser los dueños de la tierra, de tener veinte años y la vida por delante, de amarse tranquilos, ebrios de olor a bosque y de amor, sin pasado, sin sospechar el futuro, con la única increíble riqueza de ese instante presente, en que se miraban, se olían, se besaban, se exploraban, envueltos en el murmullo del viento entre los árboles y el acantilado, estallando en un fragor de espuma olorosa, y ellos dos, abrazados dentro del mismo poncho como siameses en un mismo pellejo, riéndose y jurando que sería para siempre, convencidos de que eran los únicos en todo el universo en haber descubierto el amor.
Isabel Allende (La casa de los espíritus)
Y está triste como una silla abandonada en la mitad del patio azul Los pájaros la rodean Cae una aguja Las hojas resbalan sin tocarla Y está triste en mitad del patio con la mirada baja los pechos alicaídos dos palomas tardas Y un collar sin perro en la mano Como una silla ya vacía.
Cristina Peri Rossi (Poemas De Amor Y Desamor (Asi Fue) (Spanish Edition))
Preguntaréis por qué su poesía no nos habla del sueño, de las hojas, de los grandes volcanes de su país natal? Venid a ver la sangre por las calles, venid a ver la sangre por las calles, venid a ver la sangre por las calles!
Pablo Neruda (Tercera Residencia)
No tenían ya palabras. Las estrellas empezaban a brillar. ¿Cómo fue que sus labios se encontraron? ¿Cómo es que el pájaro canta, que la nieve se funde, que la rosa se abre? Un beso; eso fue todo. Los dos se estremecieron, y se miraron en la sombra con ojos brillantes. No sentían ni el frío de la noche, ni la frialdad de la piedra,ni la humedad de la tierra, ni la humedad de las hojas; se miraban y tenían el corazón lleno de pensamientos. Se habían cogido de las manos sin saberlo.
Victor Hugo (Les Misérables)
¿Qué es todo esto? -Frascos de agua bendita, cuchillos bendecidos, hojas de acero y plata. Cable de oro argentífero...,y aunque no nos sirve de gran cosa en este momento, pero siempre es bueno tener una reserva...,balas de plata, amuletos de protección, crucifijos, estrellas de David. -Jesús -exclamó Clary. -Dudo que él cupiera aquí. [pp. 272]
Cassandra Clare (City of Bones (The Mortal Instruments, #1))
La vida es un libro en blanco y negro y nosotros salimos a llenar unas hojas" Life is a book in white and black and we have to go out and to fill the pages
Herman Zapp
Las palabras son como las hojas; cuando abundan, poco fruto hay entre ellas.
Alexander Pope
Es una comadreja de cementerio. Vive purgando sus crímenes en una caja torácica, entre las hojas secas de un corazón. Starling parpadeó para alejar ese pensamiento.
Thomas Harris (The Silence of the Lambs (Hannibal Lecter, #2))
a Dios, Sancho —dijo don Quijote—, que todo se hará bien, y quizá mejor de lo pensado. Que no se mueve la hoja en el árbol sin la voluntad de Dios.
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote de la Mancha)
Uno se pierde en la vida diaria como si entrara en un bosque. Se encuentra gente, se la pierde de nuevo, como los árboles pierden sus hojas.
Joseph Roth (Flight Without End)
el caballero andante sin amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma.
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote)
Si al mecer las azules campanillas de tu balcón, crees que suspirando pasa el viento murmurador, sabe que, oculto entre las verdes hojas, suspiro yo. Si al resonar confuso a tus espaldas vago rumor, crees que por tu nombre te ha llamado lejana voz, sabe que, entre las sombras que te cercan, te llamo yo. Si se turba medroso en la alta noche tu corazón, al sentir en tus labios un aliento abrasador, sabe que, aunque invisible, al lado tuyo, respiro yo.
Gustavo Adolfo Bécquer (Rimas y leyendas)
...y supo que ella persistiría, persistiría: en verano, en los túneles de hojas, o en las noches de julio, llenando una silla vacía en la complicidad humosa de los cafés. Que ella sería, que será, una cicatriz que aveces hace cosquillas y a veces late y a veces arde y a veces duele.
Eduardo Galeano (La canción de nosotros)
A veces me gustaría volver a ser el que era cuando soñaba con llegar a ser el que soy.
Jorge Bucay (Hojas de Ruta (Versión Hispanoamericana))
Hay un desprendimiento liberador en el acto de romper las hojas que uno ha escrito, acaso por haber notado en ellas la desnudez obscena de un par de sentimientos. Existe una soberbia mojigata remojada en pudores melancólicos detrás de la sospecha de que cuanto escribimos hace pocas semanas nos hace ver como unos cursis infumables: pornógrafos del sentimiento.
Xavier Velasco (Diablo guardián)
¿Tiene uno, como la naturaleza, sus estaciones, sus ciclos de vida? En el curso de quince o veinte días pasa una primavera y un verano en el fondo del alma, y luego viene un día violento en que nos quedamos sin hojas, y fríos, e inmóviles.
Jaime Sabines (Antología poética)
En lo más profundo del prado, allí, bajo el sauce, hay un lecho de hierba, una almohada verde suave; recuéstate en ella, cierra los ojos sin miedo y, cuando los abras, el sol estará en el cielo. Este sol te protege y te da calor, las margaritas te cuidan y te dan amor, tus sueños son dulces y se harán realidad y mi amor por ti aquí perdurará. En lo más profundo del prado, bien oculta, hay una capa de hojas, un rayo de luna. Olvida tus penas y calma tu alma, pues por la mañana todo estará en calma. Este sol te protege y te da calor, las margaritas te cuidan y te dan amor. Tus sueños son dulces y se harán realidad y mi amor por ti aquí perdurará.
Suzanne Collins
Los libros son como las mariposas. Habitualmente tienen las alas plegadas, como cuando las mariposas descansan dobre una hoja y desenrrollan su trompa filiforme para sorber el agua de una gota de rocío. Cuando abres un libro este echa a volar. Y tú con él, como si volaras en el cuello de plumón de una mariposa gigante. Pero el libro no tiene un único par de alas, sino cientos, clara señal de que te puede llevar no solo de flor en flor por este mundo glorioso, sino a centenares de mundos habitados. Algunos guardan gran parecido con el mundo en que vivimos, otros están habitados por seres que solo se muestran en sueños." El ojo castaño de nuestro amor
Mircea Cărtărescu
Arrojó su taco de papel sobre la mesa, y pude ver que no había estado tomando notas, como pensé, sino simplemente dibujando equis una y otra vez, hasta que la hoja entera estaba cubierta de ellas. Por alguna razón esto me asustó más que su uniforme o su cara de matón.
David Benioff (City of Thieves)
no le faltaba otra cosa sino buscar una dama de quien enamorarse; porque el caballero andante sin amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma.
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote)
Día tras día en los charcos verticales, de los espejos de los bares se va perdiendo tu cara esa hoja caída de un árbol condenado.
Jorge Teillier
Aquí en la frontera, caen las hojas. Aunque mis vecinos son todos bárbaros, y tú, tú estás a mil kilómetros de aquí, siempre hay dos tazas en mi mesa.
John Fowles (The Magus)
En verdad que entre la Inocencia y el Mal no hay mayor separación que el grosor de una hoja de papel.
Osamu Dazai
Papá coge la hoja de papel del suelo, la que dice «MMDD». Me pregunta qué quiere decir. -Adivina -le respondo yo. -¿Mi madre danza disco? -Te doy otra oportunidad -contesto. -Misma mierda, distinto día -dice él. Me quedo boquiabierto. Él sonríe, me da el papel y se larga.
Stephen Wallenfels (Pod)
Cuando más furiosa rugía la naturaleza, logrando demostrarme cuán inconsecuente era mi existencia en comparación con su poderío, todo cesó. El agua, el viento y los truenos quedaron suspendidos y reinó el silencio. No se oía el crujir de una hoja ni el tintineo de una gotera solitaria.
Carolina Andújar (Vampyr (Carmina Nocturna, #1))
Una persona sin sueños es alguien tan pequeño... Tan pequeño, tan inútil... Da pena ver a una persona que sólo tiene lo cotidiano, la realidad de lo cotidiano. Es como un árbol sin hojas. Hay que poner hojas en los árboles. Pegarles un montón de hojas para que se conviertan en árboles altos y hermosos. Y si por casualidad hay hojas que caen, se añaden otras. Más y más, sin desanimarse... Las almas respiran en el sueño. La grandeza del hombre se cuela en el sueño. Hoy ya no respiramos, nos ahogamos. Hemos suprimido los sueños, como hemos suprimido el alma y el Cielo...
Katherine Pancol (Les écureuils de Central Park sont tristes le lundi)
Los dos machos eran altos, las alas plegadas sobre cuerpos poderosos, musculosos, cubierto de cuero oscuro, armaduras que me recordaron las escamas de algunas bestias con formas de serpientes. Los dos llevaban espadas largas idénticas, con hojas simples y muy bellas tal vez no debería haberme por la ropa elegante después de todo. El que era tan solo un poco más grande, la cara en sombras, soltó una risita y dijo: —Vamos, Feyre, no mordemos. A menos que nos pidas que lo hagamos, claro.
Sarah J. Maas (A Court of Mist and Fury (A Court of Thorns and Roses, #2))
El futuro es una canción desvanecida, una rosa real o un ramo de lavanda, de ansioso lamento por los que aún no están aquí para lamentarse, prensado entre las hojas amarillentas de un libro que nunca ha sidiero
T.S. Eliot
Y cuando el corredor dijo amén, allí estaba él, con la clara ventana frontal a la espalda, entre la secretaría y la dirección: él, el Gran Mahlke, pero sin ratón, porque llevaba en el cuello el singular objeto, el abretesésamo, el magneto, lo contrario de una cebolla, el trébol galvanizado de cuatro hojas, el engendro del buen viejo Schinkel, la golosina, el aparato, la cosa cosa cosa, el no-quiero-hablar-de-eso. ¿Y el ratón?
Günter Grass (Cat and Mouse)
Porque aunque grandes escritores escribiesen infinidad de veces en el papel 'Y fueron felices para siempre', desconocían que las historias más bonitas siempre tienen un momento en el que se rompen. Como las hojas secas en otoño.
Daniel Ojeda
- Dejame seguir, che. Yo te diría que eso que vos definís como manía o entusiasmo es algo particularmente masculino, sobre todo a partir de la edad adulta, porque es archisabido que en los hombres el niño se conserva mejor que en las mujeres. - Como quieras, en todo caso yo buscaré siempre esas mujeres que se inventan cada cinco minutos el aeroplano o el submarino, figuramente hablando, que no pueden ver un par de tijeras y una hoja de papel sin recortar un conejito, que cocinan echando miel en vez de aceite en la sartén para ver qué pasa con las costillas de cerdo, y que en cualquier momento se ponen el rimmel en la boca y el rouge en las cejas. - Mutatis mutandis, vos querés que sean como vos, rimmel aparte. - No que sean como yo, pero que me hagan sentirme yo mismo a cada minuto. - Las musas, en una palabra. - No es por eqoísmo ni porque ande necesitando palancas para mover el mundo. Solamente que vivir con una mujer pasiva me aplasta poco a poco, me quita las ganas de cambiarle la yerba al mate, de cantar a gritos mientras me baño; hay como una especie de sorda llamada al orden, de cada cosa en su lugar, el canario está triste, la leche no se va al fuego, es siniestro.
Julio Cortázar (Libro de Manuel)
Cuando esté en un callejón sin salida, salga por donde entró”.
Jorge Bucay (El camino de la autodependencia (Versión Hispanoamericana) (Biblioteca Jorge Bucay.Hojas de Ruta))
-Si te llevas un libro a un viaje –le había dicho Mo cuando introdujo el primero en la caja- sucede algo muy extraño: el libro empezará a atesorar tus recuerdos. Más tarde, bastará con abrirlo para trasladarte al lugar donde lo leíste por vez primera. Y con las primeras palabras recordarás todo: las imágenes, los olores, el helado que te comiste mientras leías… Créeme, los libros son como esas tiras de papel matamoscas. A nada se pegan tan bien los recuerdos como a las páginas impresas. Seguramente tenía razón. Pero Meggie se llevaba en cada viaje sus libros también por otro motivo. Eran su hogar cuando estaba fuera de casa: voces familiares, amigos que nunca se peleaban con ella, amigos inteligentes, poderosos, audaces, experimentados, grandes viajeros curtidos en mil aventuras. Sus libros la alegraban cuando estaba triste y disipaban su aburrimiento mientras su padre cortaba el cuero y las telas y encuadernaba de nuevo viejas páginas que se habían tornado quebradizas por los incontables años y dedos que habían pasado por sus hojas. Algunos libros la acompañaban siempre; otros se quedaban en casa porque no se adecuaban a la finalidad del viaje o porque tenían que dejar sitio para una nueva historia aún desconocida.
Cornelia Funke (Inkheart (Inkworld, #1))
—Estoy buscando esto —le digo señalándonos a los dos con la mano—. Nos estoy buscando a ti y a mí juntos. Audrey se arrodilla a mi lado y posa su mano en la mía para hacerme soltar las hojas. —No creo que esté ahí —me dice con dulzura—. Yo creo, Ed... —Posa las manos suavemente sobre mi cara. La luz anaranjada del atardecer la baña—. Creo que esto nos pertenece a nosotros.
Markus Zusak (I Am the Messenger)
Walt Whitman4, americano, uno de los bárbaros, un universo, desordenadamente carnal y sensual... comiendo, bebiendo y engendrando, no soy un sentimental... no estoy por encima de los hombres y mujeres ni vivo aparte de ellos... no más modesto que inmodesto.
Walt Whitman (Hojas de hierba)
Desde las alturas todo lo que parecía tener sentido a ras de suelo, carecía de él. En mi escondite, un árbol milenario de raíces profundas y hojas rugosas, el mundo se presentaba ante mí como un cuento macabro. O quizá podía tratarse de un cuadro tenebrista.
Ana Nieto Morillo (¿Qué ha sido eso?)
Los cuentos son como las arañas, tienen largas patas, y como las telarañas, que enredan a los hombres pero resultan preciosas cuando las ves bajo una hoja con el rocío de la mañana, y, del mismo modo que los hilos de una telaraña, están todos conectados uno a uno.
Neil Gaiman (Los hijos de Anansi)
Vosotros los humanos sois expertos en pasar cosas por alto. Estáis casi ciegos y casi sordos. Miráis a un árbol y veis… un árbol sin más, una hierba rígida. No veis su historia, no sentís el bombeo de la savia, no oís a cada insecto de la corteza, no sentís la química de las hojas, no distinguís sus cien tonos de verde, los minúsculos movimientos con los que sigue al sol, el sutil crecimiento de la madera…
Terry Pratchett (Un sombrero de cielo (Mundodisco, #32))
«Aguja era Robb, Bran, Rickon, su madre y su padre, hasta Sansa. Aguja era los muros grises de Invernalia y las risas de sus habitantes. Aguja era las nieves del verano, los cuentos de la Vieja Tata, el árbol corazón con sus hojas rojas y su rostro aterrador, el cálido olor a tierra de los jardines de cristal, el sonido del viento del norte contra los postigos de su habitación. Aguja era la sonrisa de Jon Nieve»
George R.R. Martin (A Feast for Crows (A Song of Ice and Fire, #4))
Si una noche de invierno un viajero, fuera del poblado de Malbork, asomándose desde la abrupta costa sin temor al viento y al vértigo, mira hacia abajo donde la sombra se adensa en una red de líneas que se entrelazan, en una red de líneas que se intersecan sobre la alfombra de hojas iluminadas por la luna en torno a una fosa vacía, «¿Cuál historia espera su fin allá abajo?», pregunta, ansioso de escuchar el relato.
Italo Calvino (If on a Winter’s Night a Traveler)
Sintió la antigua palpitación del placer en su interior, como al contemplar un gol perfecto, como el movimiento susurrante de la luz entre las hojas, un fragmento de música que sale de la ventanilla de un coche al pasar. La vida brinda esos momentos de felicidad a pesar de todo.
Sally Rooney (Normal People)
Damos por sentada la luz del día. En cambio, la luz de la luna es otra cuestión. Es inconstante. La luna llena mengua y reaparece. Las nubes pueden oscurecerla hasta un punto que no pueden oscurecer la luz del día. El agua es necesaria para nosotros, pero una cascada no lo es. Y siempre que encontramos una cascada, no es sino algo superfluo, un bello ornamento. Necesitamos la luz del día, pero no la luz de la luna. Cuando llega, no cubre ninguna necesidad. Transforma. Cae sobre los márgenes y la hierba, separando una larga brizna de otra; convirtiendo un montón de hojas marrones y mates en innumerables y álgidos fragmentos; o iluminando las ramas húmedas como si la propia luz fuera dúctil. Sus largos rayos se derraman, blancos y afilados, entre los troncos de los árboles, y palidecen y retroceden al penetrar en la brumosa distancia de los bosques de hayas.
Richard Adams (Watership Down (Watership Down, #1))
Esta es la historia de la persistencia de una hoja. La hoja es mi enfermo corazón guardando celosamente el cadáver de Mabel. Guardo a mi hermana de los alacranes y la entierro en mis huesos para endurecerme con palabras suyas de bondad. Alimento sus muñecas decapitadas y las pierdo en la borrasca Repta mi enfermo corazón
Mónica Ojeda (Historia de la leche)
[... ] la sola idea de un libro con palabras alineadas, renglones, páginas y hojas, la sola idea de un libro en el que leer, perseguir y capturar pensamientos nuevos, frescos, diferentes de los míos, pensamientos para distraerse y para atesorarlos en mi cerebro, esa sola idea era capaz de embriagarme y también de serenarme.
Stefan Zweig (Chess Story)
Don Libro está helado Estaba el señor don Libro sentadito en su sillón, con un ojo pasaba la hoja con el otro ve televisión. Estaba el señor don Libro aburrido en su sillón, esperando a que viniera...(a leerlo) algún pequeño lector. Don Libro era un tío sabio, que sabía de Luna y de Sol, que sabía de tierras y mares, de historias y aves, de peces de todo color. Estaba el señor don Libro, tiritando de frío en su sillón, vino un niño, lo cogió en sus manos y el libro entró en calor.
Gloria Fuertes
Una vaga desilusión fue debilitando y esfumando mis sentimientos y mis alegrías habituales; el jardín no tenía perfume, el bosque no me atraía, el mundo se extendía alrededor de mí como un saldo de trastos viejos, insípido y desencantado; los libros eran papel; la música, ruido. No de otro modo pierde sus hojas el árbol otoñal en torno de sí. No lo siente, y la lluvia, la escarcha y el sol resbalaban por su tronco, mientras su vida se retira a lo más íntimo y recóndito. No muere. Espera.
Hermann Hesse (Demian)
La belleza, en muchos casos, parece ser debida por completo a la simetría del crecimiento. Las flores se clasifican entre las producciones más hermosas de la naturaleza; pero se han hecho visibles por contraste con las hojas verdes, y por consiguiente hermosas, al mismo tiempo para que puedan ser fácilmente observadas por los insectos.
Charles Darwin (El Origen de las Especies)
¿Quién ha tomado la decisión que pone en movimiento esa cadena de envenenamientos, esa ola creciente de muerte que se va extendiendo como las ondas que se forman cuando se lanza una piedra sobre un estanque tranquilo? ¿Quién ha puesto en un platillo de la balanza las hojas que podrían haberse comido los escarabajos y en el otro los lastimosos montones de plumas de diversos colores que forman los restos sin vida de las aves que cayeron bajo el golpe generalizado de los venenos insecticidas? ¿Quién ha decidido (quién tiene derecho a decidir) en nombre de legiones sin cuento de personas que no fueron consultadas, que el valor supremo corresponde a un mundo sin insectos, aunque tenga que ser también un mundo estéril, privado de la gracia de una bandada de aves en vuelo? Esa decisión es la del autoritario revestido temporalmente de poder; ha sido tomada durante un momento de distracción de millones de personas para las que la belleza y el mundo ordenado de la naturaleza tienen todavía un significado que es profundo y perentorio.
Rachel Carson (Primavera silenciosa)
Crezco por igual en las regiones vastas y en las estrechas, crezco por igual entren los negros y los blancos.
Walt Whitman (Hojas de hierba (Spanish Edition))
La libertad consiste en ser capaz de elegir entre lo que es posible para mí y hacerme responsable de mi elección.
Jorge Bucay (El camino de la autodependencia (Versión Hispanoamericana) (Biblioteca Jorge Bucay.Hojas de Ruta))
«Pero el recuerdo es una hoja de Otoño que murmura un instante en el viento, y luego no vuelve a escucharse jamás»
Kahlil Gibran (The Madman)
porque el caballero andante sin amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma.
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote)
Cuando los recuerdos son dolorosos los sepultamos como hojas secas en el último rincón del alma. A veces hay suerte y quedan allí dormidos el resto de nuestra vida, aunque ya nos marcaron en su momento y forman parte de nuestro carácter. Otras despiertan cuando menos te lo esperas; salen de su escondite para removerlo todo. Nos hacen revivir, volver a sufrir…
Mercedes Pinto Maldonado (Cartas a una extraña)
Él se había alejado de su casa a los once años para «descubrir el mundo»; pero ésa y sucesivas experiencias lo pusieron en camino de descubrir que en el mundo no hay nada peor que la maldad humana.
Augusto Roa Bastos (El trueno entre las hojas)
Los antiguos decían: una mujer hermosa destroza la vida como un hacha. Cuando al caer la tarde, el ser de la flor y del árbol se marchitan, ya no queda más que madera y hojas secas para la hoguera.
Saikaku Ihara (The Life of an Amorous Woman and Other Writings)
Aquella noche, Lisio reunió secretamente al grupo de jóvenes del Sur, y les dijo: "Juro por esta espada que vengaré a mi padre y a todos los de nuestra raza, y juro también que aquel de vosotros que reniegue de nuestra consigna, será el más castigado". Los muchachos juraron a su vez. Pero Lisio no se apercibió de la duda que había nacido en todos ellos. Y en breve podría contemplar cuán frágil es la humana naturaleza, cuán frágiles los humanos juramentos y cuán indefensa una espada de niño -aún con tan larga frase como larga hoja-, en soledad contra el egoísmo y la ceguera que cubre la tierra
Ana María Matute (Olvidado rey Gudú)
Durante unos instantes, Pelucón no se movió. Entonces abrió los ojos y levantó la cabeza, y se puso a olisquear a los dos conejos que había junto a él. No dijo nada, y Avellano se preguntó si habría entendido lo que le había dicho. Al final murmuró: «Senior Vulneraria final, ¿sí? ». —Yak— respondió él—. He venido a ayudarte a silflay. Te hará bien, y fuera podemos limpiarte mucho mejor. Vamos, hace una tarde preciosa, sólo hay hojas y sol.
Richard Adams (Watership Down (Watership Down, #1))
Señor, ya es tiempo. Grande ha sido el verano. Tiende tu sombra sobre los relojes de sol, y desata los vientos por el campo. Haz madurar las frutas más tardías, dales dos días más de sur, fuérzales a acabar, y echa el último dulzor al vino recio. Quien ya no tiene casa, no la construirá. Quien ahora está solo, lo estará mucho tiempo. Velará, leerá, escribirá largas cartas e irá por los paseos, deambulando de un lado a otro, mientras las hojas caen.
Rainer Maria Rilke (The Book of Images)
...y un viento fuerte, que venía del oeste, se fue a estrellar contra la falda de las montañas del este, levantando polvo y hojas de periódico y cartones tirados en la calle a su paso por Santa Teresa y moviendo la ropa que Rosa había colgado en el jardín trasero, como si el viento, ese viento joven y enérgico y de tan corta vida, se probara las camisas y pantalones de Amalfitano y se metiera dentro de las bragas de su hija y leyera algunas páginas del Testamento geométrico a ver si por allí había algo que le fuera a ser de utilidad, algo que le explicara el paisaje tan curioso de calles y casas a través de las cuales estaba galopando o que lo explicara a él mismo como viento.
Roberto Bolaño (2666)
No decía palabras, acercaba tan sólo un cuerpo interrogante porque ignoraba que el deseo es una pregunta cuya respuesta no existe, una hoja cuya rama no existe, un mundo cuyo cielo no existe. La angustia se abre paso entre los huesos, remonta por las venas hasta abrirse en la piel, surtidores de sueño hechos carne en interrogación vuelta a las nubes. Un roce al paso, una mirada fugaz entre las sombras, bastan para que el cuerpo se abra en dos, ávido de recibir en sí mismo otro cuerpo que sueñe; mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne, iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo. Aunque sólo sea una esperanza, porque el deseo es una pregunta cuya respuesta nadie sabe.
Luis Cernuda
-Mi abuelo siempre decía que el otoño es la estación idónea para arrancar de raíz cualquier cosa que no quieras que vuelva a molestarte. -Kote imitó la temblorosa voz de un anciano-. En los meses de primavera todo está demasiado lleno de vida. En verano, está demasiado fuerte y no hay manera de soltarlo. El otoño... -Miró alrededor; las hojas de los árboles estaban cambiando de color-. El otoño es el momento idóneo. En otoño todo está cansado y más dispuesto a morir.
Patrick Rothfuss (The Name of the Wind (The Kingkiller Chronicle, #1))
Pienso cuando maduraban los limones. En el viento de febrero que rompía los tallos de los helechos, antes que el abandono los secara; los limones maduros que llenaban con su olor el viejo patio. El viento bajaba de las montañas en las mañanas de febrero. Y las nubes se quedaban allá arriba en espera de que el tiempo bueno las hiciera bajar al valle; mientras tanto dejaban vacío el cielo azul, dejaban que la luz cayera en el juego del viento haciendo círculos sobre la tierra, removiendo el polvo y batiendo las ramas de los naranjos. Y los gorriones reían; picoteaban las hojas que el aire hacía caer, y reían; dejaban sus plumas entre las espinas de las ramas y perseguían a las mariposas y reían. Era esa época. En febrero, cuando las mañanas estaban llenas de viento, de gorriones y de luz azul. Me acuerdo. Mi madre murió entonces. Que yo debía haber gritado: que mis manos tenían que haberse hecho pedazos estrujando su desesperación. Así hubieras tú querido que fuera. ¿Pero acaso no era alegre aquella mañana? Por la puerta abierta entraba el aire, quebrando las guías de la yedra. En mis piernas comenzaba a crecer el vello entre las venas, y mis manos temblaban tibias al tocar mis senos. Los gorriones jugaban. En las lomas se mecían las espigas. Me dio lástima que ella ya no volviera a ver el juego del viento en los jazmines; que cerrara sus ojos a la luz de los días. ¿Pero por qué iba a llorar?
Juan Rulfo (Pedro Páramo)
La vida y los sueños son hojas de uno y el mismo libro. Leerlo de corrido equivale a la vida real. Pero algunas veces, cuando acaban las horas de lectura (el día) y llega el tiempo de reposo, seguimos hojeando ese libro sin orden ni concierto, abriéndolo al azar por una u otra de sus páginas; con frecuencia se trata de una página ya leída y en otras ocasiones de una página desconocida, pero siempre son páginas de uno y el mismo libro. Así, una página aislada no guarda trabazón alguna con una lectura consecuente de principio a fin, mas no por ello queda muy a la zaga de ésta, si se piensa que también el conjunto de la lectura consecutiva comienza y acaba de improviso, con lo cual cabe considerarla como una sola página un tanto más extensa.
Arthur Schopenhauer (El mundo como voluntad y representación)
Allá hallarás mi querencia. El lugar que yo quise. Donde los sueños me enflaquecieron. Mi pueblo, levantado sobre la llanura. Lleno de árboles y de hojas, como una alcancía donde hemos guardado nuestros recuerdos. Sentirás que allí uno quisiera vivir para la eternidad. El amanecer; la mañana; el mediodía y la noche, siempre los mismos; pero con la diferencia del aire. Allí, donde el aire cambia el color de las cosas; donde se ventila la vida como si fuera un murmullo; como si fuera un puro murmullo de la vida...
Juan Rulfo (Pedro Páramo)
En mi vejez he llegado a creer que el amor no es un sustantivo, sino un verbo, una acción. Como el agua, fluye dentro de una corriente propia. Si uno intentara atraparlo en una presa, el amor verdadero es tan vasto que no se lo podría contener. Aun a pesar de la separación, aun a pesar de la muerte, se mueve y se transforma. Vive dentro de la memoria, en lo evocador de un roce, en la brevedad de un aroma, en los matices de un suspiro. Busca dejar un rastro como un fósil en la arena, como una hoja que queda atrapada en asfalto caliente.
Alyson Richman (Los amantes de Praga)
Porque posee usted la más maravillosa juventud, y la juventud es lo más precioso que se puede poseer. –No lo siento yo así, lord Henry. –No; no lo siente ahora. Pero algún día, cuando sea viejo y feo y esté lleno de arrugas, cuando los pensamientos le hayan marcado la frente con sus pliegues y la pasión le haya quemado los labios con sus odiosas brasas, lo sentirá, y lo sentirá terriblemente. Ahora, dondequiera que vaya, seduce a todo el mundo. ¿Será siempre así?… Posee usted un rostro extraordinariamente agraciado, señor Gray. No frunza el ceño. Es cierto. Y la belleza es una manifestación de genio; está incluso por encima del genio, puesto que no necesita explicación. Es uno de los grandes dones de la naturaleza, como la luz del sol, o la primavera, o el reflejo en aguas oscuras de esa concha de plata a la que llamamos luna. No admite discusión. Tiene un derecho divino de soberanía. Convierte en príncipes a quienes la poseen. ¿Se sonríe? ¡Ah! Cuando la haya perdido no sonreirá… La gente dice a veces que la belleza es sólo superficial. Tal vez. Pero, al menos, no es tan superficial como el pensamiento. Para mí la belleza es la maravilla de las maravillas. Tan sólo las personas superficiales no juzgan por las apariencias. El verdadero misterio del mundo es lo visible, no lo que no se ve… Sí, señor Gray, los dioses han sido buenos con usted. Pero lo que los dioses dan, también lo quitan, y muy pronto. Sólo dispone de unos pocos años en los que vivir de verdad, perfectamente y con plenitud. Cuando se le acabe la juventud desaparecerá la belleza, y entonces descubrirá de repente que ya no le quedan más triunfos, o habrá de contentarse con unos triunfos insignificantes que el recuerdo de su pasado esplendor hará más amargos que las derrotas. Cada mes que expira lo acerca un poco más a algo terrible. El tiempo tiene celos de usted, y lucha contra sus lirios y sus rosas. Se volverá cetrino, se le hundirán las mejillas y sus ojos perderán el brillo. Sufrirá horriblemente… ¡Ah! Disfrute plenamente de la juventud mientras la posee. No despilfarre el oro de sus días escuchando a gente aburrida, tratando de redimir a los fracasados sin esperanza, ni entregando su vida a los ignorantes, los anodinos y los vulgares. Ésos son los objetivos enfermizos, las falsas ideas de nuestra época. ¡Viva! ¡Viva la vida maravillosa que le pertenece! No deje que nada se pierda. Esté siempre a la busca de nuevas sensaciones. No tenga miedo de nada… Un nuevo hedonismo: eso es lo que nuestro siglo necesita. Usted puede ser su símbolo visible. Dada su personalidad, no hay nada que no pueda hacer. El mundo le pertenece durante una temporada… En el momento en que lo he visto he comprendido que no se daba usted cuenta en absoluto de lo que realmente es, de lo que realmente puede ser. Había en usted tantas cosas que me encantaban que he sentido la necesidad de hablarle un poco de usted. He pensado en la tragedia que sería malgastar lo que posee. Porque su juventud no durará mucho, demasiado poco, a decir verdad. Las flores sencillas del campo se marchitan, pero florecen de nuevo. Las flores del codeso serán tan amarillas el próximo junio como ahora. Dentro de un mes habrá estrellas moradas en las clemátides y, año tras año, la verde noche de sus hojas sostendrá sus flores moradas. Pero nosotros nunca recuperamos nuestra juventud. El pulso alegre que late en nosotros cuando tenemos veinte años se vuelve perezoso con el paso del tiempo. Nos fallan las extremidades, nuestros sentidos se deterioran. Nos convertimos en espantosas marionetas, obsesionados por el recuerdo de las pasiones que nos asustaron en demasía, y el de las exquisitas tentaciones a las que no tuvimos el valor de sucumbir. ¡Juventud! ¡Juventud! ¡No hay absolutamente nada en el mundo excepto la juventud!
Oscar Wilde (The Picture of Dorian Gray)
Nos sentimos tentados a creerlos caprichos nuestros, creaciones propias, vemos vacilar y disolverse la frontera entre nosotros y la naturaleza, y adquirimos conciencia de un estado de ánimo en el que no sabemos si las imágenes en nuestra retina provienen de impresiones exteriores o interiores. En ningún otro momento descubrimos con tanta facilidad la medida en que somos creadores, en que nuestra alma participa constantemente en la recreación de la vida. Una misma divinidad invisible actúa en nosotros y en la naturaleza, y si el mundo exterior desapareciera, cualquiera de nosotros sería capaz de reconstruirlo, porque los montes y los ríos, los árboles y las hojas, las raíces y las flores, todo lo creado en la naturaleza, está ya prefigurado en nosotros: proviene del alma, cuya esencia es eterna, y escapa a nuestro conocimiento, pero que se nos hace patente como fuerza amorosa y creadora.
Hermann Hesse (Demian)
Mal sirven a la libertad aquellos cuya buena intención se ve frustrada por un fracaso o dos o cualquier número de fracasos, o por la indiferencia despreocupada o la ingratitud de la gente, o por el triste espectáculo de las garras del poder, o si aparecen por el medio soldados y cañones o el código penal.
Walt Whitman (Hojas de hierba)
Y sentí intensamente el paso del tiempo. No el tiempo de las nubes y del sol y de la lluvia ni del paso de las estrellas adorno de la noche, no el tiempo de las primaveras dentro del tiempo de las primaveras, no el tiempo de los otoños dentro del tiempo de los otoños, no el que pone las hojas a las ramas o el que las arranca, no el que riza y desriza y colora a las flores, sino el tiempo dentro de mí, el tiempo que no se ve y nos va amasando. El que rueda y rueda dentro del corazón y le hace rodar con él y nos va cambiando por dentro y por fuera y poco a poco nos va haciendo tal como seremos el último día.
Mercè Rodoreda (The Time of the Doves)
El otoño es mi estación favorita del año —dijo él al cabo de un rato—. No es que yo esté tonteando o algo así… pero me gustan las hojas cuando se tornan rojas y anaranjadas. Son hermosas a la luz de la luna, pero más concretamente, se trata de una transformación imposible. El verde de la primavera y el verano son sólo una sombra de la identidad auténtica de los árboles, y todo ese color cuando las noches se vuelven frías es un milagro cada vez que pasa. Es como si compensaran la pérdida del calor con todo su fuego. Me gusta el Otoño… —(...)—. Tú eres así. Eres hermosa y ardes llena de colorido, y ya es hora de que salgas a la luz. Así que digo… Autumn.
J.R. Ward (Lover Reborn (Black Dagger Brotherhood, #10))
La cabaña de una bruja es un objeto arquitectónico muy preciso. Exactamente no es que se la construya, sino que se va acumulando a lo largo de los años conforme se van uniendo las distintas áreas de reparación, como un calcetín hecho enteramente de remiendos. La chimenea se retuerce como un sacacorchos. El techo de paja y cañizo es tan viejo que pequeños pero robustos árboles crecen en él, todos los suelos hacen pendiente, y de noche cruje como un velero en una tormenta. Si al menos dos paredes no están apuntaladas con alguna que otra viga, entonces no es una auténtica cabaña de bruja, sino meramente el hogar de una vieja medio chocha que lee las hojas del té y habla con su gato.
Terry Pratchett (Lords and Ladies (Discworld, #14; Witches, #4))
¿Podría imaginar usted que el tiempo se dilatara tanto? El tiempo que tarda un fuego en prenderse al golpear dos piedras dura tan solo un pestañeo; lo mismo que tarda en apagarse. El tiempo que gasta una bala en atravesar a alguien dura tan solo un pestañeo. Cuando un ser humano cualquiera pestañea, el agua del río sigue su curso y el viento sigue soplando. Pero al abrir los ojos nada ha cambiado: las hojas siguen verdes y el sol incandescente. No hay nada en este mundo que se desvanezca. Así, si aquel que pestañea llegase a comprender que nosotros habitamos ese instante, por mucho que desapareciéramos cuando volviera a abrir los ojos, no tendría por qué poner en duda nuestra existencia en este mundo, ¿verdad?
Kyōka Izumi (Laberinto de hierba)
You feel like a leaf at the mercy of the wind, don’t you?” he finally said, staring at me. That was exactly the way I felt. He seemed to empathize with me. He said that my mood reminded him of a song and began to sing in a low tone; his singing voice was very pleasing and the lyrics carried me away: “I’m so far away from the sky where I was born. Immense nostalgia invades my thoughts. Now that I am so alone and sad like a leaf in the wind, sometimes I want to weep, sometimes I want to laugh with longing.” (Que lejos estoy del cielo donde he nacido. Immensa nostalgia invade mi pensamiento. Ahora que estoy tan solo y triste cual hoja al viento, quisiera llorar, quisiera reir de sentimiento.) We did not speak for a long while. He finally broke the silence. “Since the day you were born, one way or another, someone has been doing something to you,” he said. “That’s correct,” I said. “And they have been doing something to you against your will.” “True.” “And by now you’re helpless, like a leaf in the wind.” “That’s correct. That’s the way it is.” I said that the circumstances of my life had sometimes been devastating. He listened attentively but I could not figure out whether he was just being agreeable or genuinely concerned until I noticed that he was trying to hide a smile. “No matter how much you like to feel sorry for yourself, you have to change that,” he said in a soft tone. “It doesn’t jibe with the life of a warrior.
Carlos Castaneda (Journey To Ixtlan)
Allí donde nos volvemos, en la tormenta de las rosas, está la noche iluminada de zarzas, y el trueno del follaje, tan silencioso entre los arbustos, nos siguen ahora de cerca. Donde sea que se extinga lo que inflaman las rosas, nos arrastra la lluvia al río. ¡Oh, noche más lejana! Pero una hoja, que nos alcanzó, flora sobre las olas y nos sigue hasta la desembocadura.
Ingeborg Bachmann (Últimos poemas)
Contrario a la expectativa. Un hombre sabio, la maravilla de su época, le enseñaba a sus discípulos a través de lo que parecía ser una inagotable fuente de sabiduría. Él atribuía todo su conocimiento a un grueso tomo que estaba guardado en un lugar privilegiado de su habitación. El sabio no le permitía a nadie abrir el volumen. Cuando murió, aquellos que siempre lo habían seguido, considerándose como sus herederos y ansiosos por poseer lo que contenía, corrieron tras el libro para abrirlo. Quedaron sorprendidos, confundidos y decepcionados cuando hallaron que lo escrito ocupaba apenas una hoja. Quedaron aún más desconcertados y luego irritados cuando intentaron penetrar en el significado de la frase que sus ojos habían encontrado. Era: “Cuando te des cuenta de la diferencia entre el contenedor y el contenido, tendrás el conocimiento.
Idries Shah (The Book of the Book)
¿Qué ocurre, qué se forja, qué cristaliza en esos minutos? El viejo ni lo sabe ni lo piensa, pero lo vive en sus entrañas. Oye las dos respiraciones, la vieja y la nueva: confluyen como ríos, se entrelazan como serpientes enamoradas, susurran como en la brisa dos hojas hermanas. Así lo sintió días atrás, pero ahora un ritual instintivo lo hace sagrado. Acaricia sus amuletos entre el vello de su pecho y recuerda, para explicarse su emoción, el olmo seco de la ermita: debe su único verdor a la hiedra que le abraza, pero ella a su vez sólo gracias al viejo tronco logra crecer hacia el sol. La madera y el verdor, la raíz y la sangre, el viejo y el niño avanzan compañeros, como sobre un camino,por ese tiempo que les está uniendo. Ambos hombro con hombro, en extremos opuestos de la vida, mientras la luna se mueve acariciándoles, entre el remoto girar de las estrellas.
José Luis Sampedro (La sonrisa etrusca)
Otra que me parece muy bonita: estábamos en Rumanía, Karin y yo, y haciendo autostop conocimos a dos chicos que eran del Cáucaso. Pasamos la noche juntos, hicimos una hoguera, los chicos tuvieron que currar un montón, y nosotras nos encargamos de lo bonito, de la música y de leer en voz alta y así. Mucho, mucho, mucho tiempo. En casa también era así, papá hacía lo bonito, él era el polo tranquilo, como suelen serlo los hombres, y mamá la que se ocupaba de todo. A la mañana siguiente los chicos se levantaron pronto, recogieron el maíz, lo cocieron, le pusieron hojas encima para que se mantuviera caliente. De algún modo, no sé, teníamos ganas de acostarnos con ellos, pero nadie lo echó de menos, fue realmente bonito. Si te acuestas con alguien y no lo conoces bien, tiene que ser muy buena gente. Disfrutar la belleza del cuerpo, ay, eso es precioso. [Bárbara, 23 años, grafista, soltera]
Maxie Wander (Guten Morgen, du Schöne. Frauen in der DDR. Protokolle)
En poco tiempo, me volví adicta al diccionario. Me pasaba la mañana sentada en mi mesa de trabajo, con una vista inmejorable sobre el río, y viajaba en el tiempo y el espacio pasando cada hoja. Al principio, me dejaba llevar por el capricho del momento. Poco a poco, fui estableciendo una metodología que me permitía hacer investigaciones sobre un tema preestablecido con la lógica de un juego de pistas. No podía creer tanta felicidad. Ya no sentía el paso del tiempo.
Ingrid Betancourt (Even Silence Has an End: My Six Years of Captivity in the Colombian Jungle)
Oh jóvenes de greñas desmelenadas y dientes perfectos, gozad en la orilla en donde siempre se ama por siempre jamás, en donde jamás se ama siempre, orilla donde los amantes ríen o son inmortales, elegidos en una entusiasta cuádriga, embriagaos mientras sea tiempo y sed dichosos como lo fueron Ariane y Solal, mas compadeceos de los viejos, de los viejos que pronto séreis, nariz goteante y manos temblorosas, manos surcadas de gruesas venas endurecidas, manos con manchas marrones, triste marrón de las hojas secas.
Albert Cohen (Belle du Seigneur)
Déjame respirar mucho tiempo, mucho tiempo, el olor de tus cabellos; sumergir en ellos el rostro, como hombre sediento en agua de manantial, y agitarlos con mi mano, como pañuelo odorífero, para sacudir recuerdos al aire. ¡Si pudieras saber todo lo que veo! ¡Todo lo que siento! ¡Todo lo que oigo en tus cabellos! Mi alma viaja en el perfume como el alma de los demás hombres en la música. Tus cabellos contienen todo un ensueño, lleno de velámenes y de mástiles; contienen vastos mares, cuyos monzones me llevan a climas de encanto, en que el espacio es más azul y más profundo, en que la atmósfera está perfumada por los frutos, por las hojas y por la piel humana. En el océano de tu cabellera entreveo un puerto en que pululan cantares melancólicos, hombres vigorosos de toda nación y navíos de toda forma, que recortan sus arquitecturas finas y complicadas en un cielo inmenso en que se repantiga el eterno calor. En las caricias de tu cabellera vuelvo a encontrar las languideces de las largas horas pasadas en un diván, en la cámara de un hermoso navío, mecidas por el balanceo imperceptible del puerto, entre macetas y jarros refrescantes. En el ardiente hogar de tu cabellera respiro el olor del tabaco mezclado con opio y azúcar; en la noche de tu cabellera veo resplandecer lo infinito del azul tropical; en las orillas vellosas de tu cabellera me emborracho con los olores combinados del algodón, del almizcle y del aceite de coco. Déjame morder mucho tiempo tus trenzas, pesadas y negras. Cuando mordisqueo tus cabellos elásticos y rebeldes, me parece que como recuerdos.
Charles Baudelaire (Paris Spleen)
Baruch Spinoza" Bruma de oro, el occidente alumbra La ventana. El asiduo manuscrito Aguarda, ya cargado de infinito. Alguien construye a Dios en la penumbra. Un hombre engendra a Dios. Es un judío De tristes ojos y piel cetrina; Lo lleva el tiempo como lleva el río Una hoja en el agua que declina. No importa. El hechicero insiste y labra A Dios con geometría delicada; Desde su enfermedad, desde su nada, Sigue erigiendo a Dios con la palabra. El más pródigo amor le fue otorgado, El amor que no espera ser amado. A haze of gold, the Occident lights up The window. Now, the assiduous manuscript Is waiting, weighed down with the infinite. Someone is building God in a dark cup. A man engenders God. He is a Jew With saddened eyes and lemon-colored skin; Time carries him the way a leaf, dropped in A river, is borne off by waters to Its end. No matter. The magician moved Carves out his God with fine geometry; From his disease, from nothing, he's begun To construct God, using the word. No one Is granted such prodigious love as he: The love that has no hope of being loved.
Jorge Luis Borges
Me regaló un ordenador portátil, el libro de Edgar Allan Poe y su última sonrisa con un consejo: "Nunca cambies esto por los libros. Los jóvenes creéis que todo está en Internet, que los libros son una especie en extinción. Un libro no se bloquea, ni se borra de repente, ni necesita pilas ni electricidad. Lo puedes leer en el parque, en la cama antes de dormir y hasta en el cuarto de baño. No hay goce como el de pasar las páginas, sentir su tacto y oler la fragancia de unas hojas recién impresas". No he olvidado sus palabras, fue lo más valioso que me dejó mi abuelo.
Rosa Huertas (Mala Luna)
- Minino de Cheshire -empezó Alicia tímidamente, pues no estaba del todo segura de si le gustaría este tratamiento: pero el Gato no hizo más que ensanchar su sonrisa, por lo que Alicia decidió que sí le gustaba-. Minino de Cheshire, ¿podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí? - Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar -dijo el Gato. - No me importa mucho el sitio... -dijo Alicia. - Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes -dijo el Gato. - ... siempre que llegue a alguna parte -añadió Alicia como explicación. - ¡Oh, siempre llegarás a alguna parte -aseguró el Gato-, si caminas lo suficiente! A Alicia le pareció que esto no tenía vuelta de hoja, y decidió hacer otra pregunta: - ¿Qué clase de gente vive por aquí? - En esta dirección -dijo el Gato, haciendo un gesto con la pata derecha- vive un Sombrerero. Y en esta dirección -e hizo un gesto con la otra pata- vive una Liebre de Marzo. Visita al que quieras: los dos están locos. - Pero es que a mí no me gusta tratar a gente loca -protestó Alicia. -Oh, eso no lo puedes evitar -repuso el Gato-. Aquí todos estamos locos. Yo estoy loco. Tú estás loca. - ¿Cómo sabes que yo estoy loca? -preguntó Alicia. - Tienes que estarlo afirmó el Gato-, o no habrías venido aquí. Alicia pensó que esto no demostraba nada. Sin embargo, continuó con sus preguntas: - ¿Y cómo sabes que tú estás loco? - Para empezar -repuso el Gato-, los perros no están locos. ¿De acuerdo? - Supongo que sí -concedió Alicia. - Muy bien. Pues en tal caso -siguió su razonamiento el Gato-, ya sabes que los perros gruñen cuando están enfadados, y mueven la cola cuando están contentos. Pues bien, yo gruño cuando estoy contento, y muevo la cola cuando estoy enfadado. Por lo tanto, estoy loco. - A eso yo le llamo ronronear, no gruñir -dijo Alicia. - Llámalo como quieras -dijo el Gato-. ¿Vas a jugar hoy al croquet con la Reina?
Lewis Carroll (Alicia en el Pais de las Maravillas)
HOJA DE REGISTRO (punto 7)   01. Elabora un cuadro de “opciones principales” y “acciones concretas” para Luis, el novio de Rosa, al momento de enterarse de que su novia está embarazada, similares a las opciones de ella expuestas en el artículo 8.   02. ¿Cuál es la diferencia entre informarse y visualizar?   03. Comenta la historia de alguna madre soltera a quien conozcas y la problemática que ha enfrentado.   TAREA (punto 8) - (Realización por equipos, entrega individual)   01. De las doce acciones concretas, hemos analizado la 1, 6 y 10. Evalúa objetiva y subjetivamente las nueve restantes.   02. Realiza una investigación de todos los métodos anticonceptivos que existen, su utilización, indicaciones, funcionamiento dentro del organismo, ventajas y desventajas.   03. Investiga los procedimientos para dar en adopción a un bebé en tu ciudad.
Carlos Cuauhtémoc Sánchez (Juventud en éxtasis 2)
Y así, de feuille en aiguille, pienso en esos estados excepcionales en que por un instante se adivinan las hojas y las lámparas invisibles, se las siente en un aire que está fuera del espacio. Es muy simple, toda exaltación o depresión me empuja a un estado propicio a lo llamaré paravisiones es decir (lo malo es eso, decirlo) una aptitud instantánea para salirme, para de pronto desde fuera aprehenderme, o de dentro pero en otro plano, como si fuera alguien que me está mirando (mejor todavía —porque en realidad, no me veo— : como alguien que me está viviendo). No dura nada, dos pasos a la calle, el tiempo de respirar profundamente (a veces al despertarse dura un poco más, pero entonces es fabuloso) y en ese instante sé lo que soy porque estoy exactamente sabiendo lo que no soy (eso que ignoraré luego astutamente). Pero no hay palabras para una materia palabra y visión pura, como un bloque de evidencia. Imposible objetivar, precisar ese defectividad que aprehendí en el instante y que era clara ausencia o claro error o clara insuficencia pero sin saber de qué, qué. Otra manera de tratar de decirlo: Cuando es eso, ya no estoy mirando hacia el mundo, de mí a lo otro, sino que por un segundo soy el mundo, el plano de fuera, lo demás mirándome. Me veo como pueden verme los otros. Es inapreciable: por eso dura apenas. Mido mi defectividad, advierto todo lo que por ausencia o defecto no nos vemos nunca. Veo lo que no soy. Por ejemplo (esto lo armo de vuelta, pero sale de ahí): hay enormes zonas a las que no he llegado nunca, y lo que no se ha conocido es lo que se es. Ansiedad por echar a correr, entrar en una casa, en esa tienda, saltar a un tren, devorar todo Jouhandeau, saber alemán, conocer Aurangabad... Ejemplos localizados y lamentables pero que pueden dar una idea. (¿una idea?) Otra manera de querer decirlo: Lo defectivo se siente más como una pobreza intuitiva que como una mera falta de experiencia.
Julio Cortázar (Hopscotch)
Imagínate cómo es esta vida cuando hace frío, cuando el suelo está cubierto de nieve y no encuentras nada que comer, y tienes que romper el hielo para que los caballos puedan beber. O cuando es pleno verano y la hierba está seca y no hay sombra para protegerse del sol. —Bueno, eso no suena muy bien —admití. —O cuando hay comida solo para la mitad de la tribu, y tienes que pelearte con tus propios primos para ver quién come ese día —continuó él con una mirada sombría—. Cuando se te ha quedado pequeño el abrigo y tienes que robar periódicos para ponerte las hojas dentro de la camisa y no pasar tanto frío. Cuando robas una cartera y tu madre te da una paliza por haber sido torpe. Su voz se había vuelto muy grave, y yo no dije nada mientras continuaba hablando, casi consigo mismo. —O cuando vienen los giorgios con sus perros y sus antorchas, vuelcan los vardos y tiran tu comida al fuego solo porque la ley se lo permite, y sus hijos te escupen y te insultan mientras sus madres sonríen. Eso es ser gitano
Deanna Raybourn
Son muy pocos aquellos de entre nosotros que no se han despertado a veces antes del alba, o después de una de esas noches sin sueños que casi nos hacen amar la muerte, o de una de esas noches de horror y de alegría monstruosa, cuando se agitan en las cámaras del cerebro fantasmas más terribles que la misma realidad, rebosantes de esa vida intensa, inseparable de todo lo grotesco, que da al arte gótico su imperecedera vitalidad, puesto que ese arte bien parece pertenecer sobre todo a los espíritus atormentados por la enfermedad del ensueño. Poco a poco, dedos exangües surgen de detrás de las cortinas y parecen temblar. Adoptando fantásticas formas oscuras, sombras silenciosas se apoderan, reptando, de los rincones de la habitación para agazaparse allí. Fuera, se oye el agitarse de pájaros entre las hojas, o los ruidos que hacen los hombres al dirigirse al trabajo, o los suspiros y sollozos del viento que desciende de las montañas y vaga alrededor de la casa silenciosa, como si temiera despertar a los que duermen, aunque está obligado a sacar a toda costa al sueño de su cueva de color morado. Uno tras otro se alzan los velos de delicada gasa negra, las cosas recuperan poco a poco forma y color y vemos cómo la aurora vuelve a dar al mundo su prístino aspecto. Los lívidos espejos recuperan su imitación de la vida. Las velas apagadas siguen estando donde las dejamos, y a su lado descansa el libro a medio abrir que nos proponíamos estudiar, o la flor preparada que hemos lucido en el baile, o la carta que no nos hemos atrevido a leer o que hemos leído demasiadas veces. Nada nos parece que haya cambiado. De las sombras irreales de la noche renace la vida real que conocíamos. Hemos de continuar allí donde nos habíamos visto interrumpidos, y en ese momento nos domina una terrible sensación, la de la necesidad de continuar, enérgicamente, el mismo ciclo agotador de costumbres estereotipadas, o quizá, a veces, el loco deseo de que nuestras pupilas se abran una mañana a un mundo remodelado durante la noche para agradarnos, un mundo en el que las cosas poseerían formas y colores recién inventados, y serían distintas, o esconderían otros secretos, un mundo en el que el pasado tendría muy poco o ningún valor, o sobreviviría, en cualquier caso, sin forma consciente de obligación o de remordimiento, dado que incluso el recuerdo de una alegría tiene su amargura, y la memoria de un placer, su dolor.
Oscar Wilde (El Retrato de Dorian Gray)
Se levanta y hace la cama, luego recoge del suelo unos libros de bolsillo (novelas policíacas) y los pone en la librería. Tiene ropa que lavar antes de irse, ropa que guardar, medias que emparejar y meter en los cajones. Envuelve la basura en papel de periódico y baja tres pisos para dejarla en el cubo de la basura. Saca los calcetines de Cal de detrás de la cama y los sacude, dejándolos sobre la mesa de la cocina. Hay trapos que lavar, hollín en el alféizar de las ventanas, cacerolas en remojo por fregar, hay que poner un plato bajo el radiador por si funciona durante la semana (se sale). Oh. Aj. Que se queden las ventanas como están, aunque a Cal no le gusta verlas sucias. Esa espantosa tarea de restregar el retrete, pasarle el plumero a los muebles. Ropa para planchar. Siempre se caen cosas cuando recoges otras. Se agacha una y otra vez. La harina y el azúcar se derraman sobre los estantes que hay encima de la pila y tiene que pasar un paño; hay manchas y salpicaduras, hojas de rábano podridas, incrustaciones de hielo dentro de la vieja nevera (hay que mantener la puerta abierta con una silla, para que se descongele). Pedazos de papel, caramelos, cigarrillos y ceniza por toda la habitación. Tiene que quitarle el polvo a todo. Decide limpiar las ventanas a pesar de todo, porque quedan más bonitas. Estarán asquerosas después de una semana. Por supuesto, nadie la ayuda. Nada tiene la altura adecuada. Añade los calcetines de Cal a la ropa de ambos que tiene que llevar a la lavandería de autoservicio, hace un montón separado con la ropa de él que tiene que coser, y pone la mesa para sí misma. Raspa los restos de comida del plato del gato, y le pone agua limpia y leche. «Mr. Frosty» no parece andar por allí. Debajo de la pila encuentra un paño de cocina, lo recoge y lo cuelga sobre la pila, se recuerda a sí misma que tiene que limpiar allí abajo más tarde, y se sirve cereales, té, tostadas y zumo de naranja. (El zumo de naranja es un paquete del gobierno de naranja y pomelo en polvo y sabe a demonios.) Se levanta de un salto para buscar la fregona debajo de la pila, y el cubo, que también debe estar por allí. Es hora de fregar el suelo del cuarto de baño y el cuadrado de linóleo que hay delante de la pila y la cocina. Primero termina el té, deja la mitad del zumo de naranja y pomelo (haciendo una mueca) y algo del cereal. La leche vuelve a la nevera —no, espera un momento, tírala—, se sienta un minuto a escribir una lista de comestibles para comprarlos en el camino del autobús a casa, cuando vuelva dentro de una semana. Llena el cubo, encuentra el jabón, lo deja, friega sólo con agua. Lo guarda todo. Lava los platos del desayuno. Coge una novela policíaca y la hojea, sentada en el sofá. Se levanta, limpia la mesa, recoge la sal que ha caído en la alfombra y la barre. ¿Eso es todo? No, hay que arreglar la ropa de Cal y la suya. Oh, déjalo. Tiene que hacer la maleta y preparar la comida de Cal y la suya (aunque él no se marcha con ella). Eso significa volver a sacar las cosas de la nevera y volver a limpiar la mesa, dejar pisadas en el linóleo otra vez. Bueno, no importa. Lava el plato y el cuchillo. Ya está. Decide ir por la caja de costura para arreglar la ropa de él, cambia de opinión. Coge la novela policíaca. Cal dirá: «No has cosido mi ropa.» Va a coger la caja de costura del fondo del armario, pisando maletas, cajas, la tabla de plancha, su abrigo y ropa de invierno. Pequeñas manos salen de la espalda de Jeannine y recogen lo que ella tira. Se sienta en el sofá y arregla el desgarrón de la chaqueta de verano de él, cortando el hilo con los dientes. Vas a estropearte el esmalte. Botones. Zurce tres calcetines. (Los otros están bien.) Se frota los riñones. Cose el forro de una falda que está descosido. Limpia zapatos. Hace una pausa y mira sin ver. Luego reacciona y con aire de extraordinaria energía saca la maleta mediana del armario y empieza a meter su ropa para
Joanna Russ (The Female Man)
Una ráfaga de aire helado pasó entre los presentes, haciendo una pequeña espiral y levantando hojas a su paso. Tan solo los sollozos desgarradores de Adèle rompían el silencio que reinaba en aquel claro del bosque. Recorrí con la mirada los rostros desconocidos de aquellas personas, sus caras reflejaban emociones que iban desde el dolor más profundo por la pérdida de un ser amado a la impotencia. Reconocí al moreno Ray que permanecía impertérrito con la mirada perdida cargada de dolor, de vez en cuando desviaba la vista hacia la pelirroja que lloraba desconsolada en brazos de su padre. A su lado, dos figuras imponentes captaron mi atención; me sorprendió lo diferentes y parecidos a la vez que me resultaron. La figura oscura y salvaje de Erwan se hallaba al lado de un hombre de su edad aproximada e idéntica complexión. Su cabello rubio llegaba casi a la altura de los hombros y una mueca de dolor atravesaba su bien parecido rostro. Gruesas lágrimas se derramaban por sus ojos anegados de la más profunda tristeza. A su lado, Erwan miraba un punto que quedaba frente a él con la mandíbula apretada. Había mucho dolor en su rostro, sus ojos azules estaban oscuros como el mar en plena tormenta y reflejaban una furia salvaje que apenas podía mantener controlada. En el centro del claro, sobre un lecho de ramas se hallaba un cuerpo sin vida. Me acerqué para observarlo de cerca, nadie reparó en mi presencia, era como si fuese un fantasma, como si realmente no estuviese allí. Pude adivinar mientras me acercaba que se trataba de una mujer. Su cuerpo menudo estaba bellamente vestido de blanco haciéndola parecer un hada con su magnífica melena azabache desparramada a su alrededor. Una gota de lluvia cayó en su pecosa nariz. Levanté la vista al cielo: las negras nubes habían acabado por cubrirlo todo. Una mujer alta, bastante mayor, y de porte solemne, hizo una señal de asentimiento con la cabeza a un hombre que sostenía una antorcha. El hombre la acercó al lecho de la joven y éste empezó a arder. Adèle finalmente se derrumbó sin poder aguantar más aquella tortura. El hombre rubio avanzó con decisión hacia la joven sin vida que ahora yacía entre las llamas. Fue interceptado antes de llegar al fuego por Erwan que lo agarró con fuerza desde detrás envolviéndolo con sus fuertes brazos. El hombre lanzó un gritó desgarrador al aire; estaba roto por el dolor. Sentí una gruesa lágrima resbalando por mi mejilla ante aquella desoladora escena, compartía su dolor, yo también acababa de perder una parte de mí misma. Antes de que las llamas envolvieran totalmente el cuerpo de la joven, dirigí la mirada hacia su rostro. Un escalofrío me recorrió desde la columna vertebral. Di un paso atrás totalmente conmocionada. ¿Quién era aquella gente?, ¿por qué mi cuerpo yacía sin vida en medio de las llamas? Desperté de golpe con un fuerte dolor en el pecho. Me incorporé en la cama intentado recuperar la respiración, mi corazón latía descontrolado a punto de salirse por la boca. Era yo. La mujer de la pira era yo.
Elisabet Castany (El eterno legado (La hija de la sacerdotisa, #1))