“
Me gustaba el proyector y me gustaba que girara, especialmente mientras nos mostraba las imágenes, pues me hacía pensar (sentir, quizás) que nos multiplicábamos en cuerpo y tiempo: mi padre y yo corriendo en las paredes, posando en las paredes, sonreíamos en las paredes mientras caminábamos por la sala con otra edad, viéndonos movernos en otra edad, con otro cuerpo. Convivíamos todos en la sala -los hombres que fue mi padre, los hijos que fui, Papi, yo- y podía ser doloroso verlo a él, radiante en la pared, bailando en la pared, y en la sala, sin embargo, con la cabeza gacha. Cuando peleábamos, mi padre besaba una foto de mi infancia; sin mirarme, decía: “Lo quiero a él, no a ti", y era doloroso, también, ponerme celoso de mí mismo.
”
”