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En contraposición con la actitud de escucha, Francisco advierte sobre el riesgo de que el pastor caiga en lo que denomina el “funcionalismo”, el volverse un funcionario o, peor, un burócrata de la religión. “Los grandes curas perdían tiempo, estaban en todo”, dice. Incluso considera que “los fieles son los dueños del tiempo del Papa. Y si no quiero que usen mi tiempo no aparezco, pero si aparezco ellos son los dueños”. No obstante, su disposición no se ciñe a los católicos, sino a toda persona más allá de su creencia o increencia o, incluso, su comportamiento en la vida. “Para mí cualquier persona tiene mucha importancia y no desprecio a nadie, ni a un sinvergüenza porque, como decía Terencio en el siglo II a. C., “nada de lo humano me es ajeno”. Es una frase que me llega mucho y la tengo siempre presente. Esta consideración del otro es un regalo de Dios, de mi familia, de la educación que recibí. Estar con una persona me enriquece siempre. Y me siento inferior, siempre, sin que ello me acompleje.
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Sergio Rubín (El pastor: Desafíos, razones y reflexiones de Francisco sobre su pontificado)