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[...] Sé que no tengo el apoyo de los dioses y que a ustedes ya no se les agolpa la angustia cuando clamo por le Desaparecido.
Pero debo insistir. Porque la muerte todavía no me llega al alma, y porque si estoy equivocada en lo que pregono, esa sería la más espléndida equivocación de todos los tiempos.
Sí, sí, ya sé que no fueron días de vino y rosas los que dejamos atrás. Sé muy bien que esta vida de zombis locos que llevamos, es productor de dos seres antagónicos puestos a convivir en nuestro pecho: el horro y el futuro.
[...] Este tema me asusta, me desmoraliza. No sé qué cresta tienen en las venas los escritores de este país que no lo tocan. Será que no es comercial, será que no es políticamente correcto, no sé. Pero alguien debe tomar este caso, antes que mueran los únicos jueces posibles, nosotros.
Ya lo ven, no tengo un pelo de tonta, no pueden negar que en pleno corazón del oscurantismo, me he mandado unas verdades de la putamadre.
[...] Lo que sucede, queridos apaleados, es, que como el peruanísimo César Vallejos, los odio con ternura.
Es por eso que les pido más respeto por ustedes mismos, un mínimo de dignidad, cabrones. No puede ser humano que con tanta desgracia encima, vengan aquí con el único propósito de verme mostrar las pechugas, y si hay suerte, todo lo que viene más abajo.
Pero a estos pechos, a este corazón, y a este pubis, ya no los visita nadie que yo espere con la vida abierta. La mesa puesta, la palabra hermosa, el hondo sosiego, todo eso ya no existe. Es cierto que suceden hechos que se niegan terminantemente a ser pasado. Pero esto ya no existe.
[...] Quizás sea tiempo de proclamar el triunfo rotundo del mal, y dejarnos caer definitivamente al hondo y hospitalario fracaso.
Pero que quieren que le haga, me niego a aceptarlo.
La verdad es que no sé si me niego.
Este tema me violenta, me angustia.
[...] Bergson se equivocó, la expresión última de la desesperación no es la risa, es la chuchá.
[...] pero al Amor, me lo traen de vuelta a este país, cueste lo que cueste
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