Estas Bien Hermosa Quotes

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Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo, y yo el más desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta, caballero, la lanza, y quítame la vida, pues me has quitado la honra.
Miguel de Cervantes Saavedra
Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo y yo el más desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta, caballero, la lanza y quítame la vida, pues me has quitado la honra.
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote de la Mancha (Spanish Edition))
—Cuando te encontré, no sabía lo que había encontrado —siguió Alec—. No se me da bien hablar sobre las cosas hermosas y preciosas para mí, ya lo sabes, me conoces mejor que nadie. —Se humedeció los secos labios—. Y cuando un día la gente me recuerde y sepa lo que mi vida significó, no quiero que digan «Alec Lightwood luchó en la Guerra Oscura», o «Alec Lightwood fue Cónsul». Quiero que piensen: «Alec Lightwood amó tanto a un hombre que cambió el mundo por él». Los ojos de Magnus brillaron como estrellas. Los clavó en los de Alec con una mirada feliz, con un sentimiento tan profundo que el nuevo Cónsul se sintió orgulloso de ser parte de él. —Ya sabes que ya has cambiado el mundo por mí. —¿Te casarás conmigo? —susurró Alec. El corazón le latía como las alas de un colibrí—. ¿Ahora mismo? ¿Esta noche? Magnus asintió sin palabras y ayudó a Alec a ponerse en pie. Se abrazaron, y Alec se irguió un poco, porque Magnus era más alto que él, lo que siempre le había encantado. Y se besaron durante un buen rato.
Cassandra Clare (Queen of Air and Darkness (The Dark Artifices, #3))
Quien sea el sustento de los suyos con su trabajo no tiene ya derecho a sacrificarse. Eso es desertar de la familia. ¡Y los que tienen hijas y los que tienen hermanas! ¿Lo habéis pensado? Dejáis que os maten, ya estáis muertos, muy bien. ¿Y mañana? Unas muchachas sin pan, ¡qué cosa tan terrible! El hombre pide limosna, la mujer se vende. (...) Pensad en vuestras hermanas, los que las tengáis. La miseria, la prostitución, los guardias, Saint-Lazare, a eso es a lo que van a ir a parar esas jóvenes delicadas y hermosas, esos frágiles prodigios de pudor, de encanto y de hermosura, más lozanos que las lilas del mes de mayo. ¡Ah, que habéis querido que os matasen! ¡Ah, que ya no estáis ahí! Muy bien; por querer sacar al pueblo de las manos de la monarquía, entregáis a vuestras hijas a la policía. Amigos, cuidado, tened compasión. Hay poca costumbre de acordarse de las mujeres, de las desdichadas mujeres. Nos fiamos de que a las mujeres no las educaron como a los hombres, les impedimos leer, les impedimos pensar, les impedimos meterse en política. Pero ¿vais a poder impedirles que vayan a la morgue esta noche para identificar vuestros cuerpos? Vamos, que quienes tengan familia se porten como buenas personas y nos den un apretón de manos y se vayan y nos dejen rematar solos este asunto. Ya sé que se necesita mucho valor para irse, es difícil; pero más que difícil es meritorio.
Victor Hugo (Les Misérables)
No había nada especialmente nuevo en la idea de la huelga general, pero normalmente no se asociaba al marxismo. Su potencial había quedado patente en la huelga general de Inglaterra en 1842, en la que participaron alrededor de medio millón de obreros. Aquello fue la respuesta a unos recortes salariales durante una época de crisis, pero luego se asociaron a las demandas políticas de los cartistas —los partidarios del cartismo, pioneros del movimiento político obrero en Inglaterra, por las peticiones de la People’s Charter (1837)—. Los líderes del cartismo también se mostraron equívocos con respecto a esa conexión, y en Gran Bretaña, como en el resto de Europa, las huelgas habían empezado a asociarse con los sindicatos y las exigencias económicas, y no tanto con las reivindicaciones políticas. Solo los anarquistas adoptaron la idea de las huelgas políticas como un reflejo de la espontaneidad de las masas que tanto celebraba Bakunin. Solo por esta razón, la táctica huelguista se observó con cierto escepticismo entre los marxistas. En 1837, Engels se había burlado de la idea bakuninista, según la cual una hermosa mañana todos los trabajadores de todas las fábricas de un país, e incluso del mundo entero, dejarán de trabajar, y así obligarán a los poderosos a humillarse en el plazo de cuatro semanas, como mucho, o a agredir a los trabajadores, que entonces tendrían todo el derecho a defenderse y a aprovechar la ocasión para destruir el edificio de la vieja sociedad. Según Engels, una huelga general precisaba «una buena organización de la clase trabajadora y muchos fondos». Antes de que se consiguiera todo esto, los trabajadores habrían alcanzado el poder por otros medios. Y si tenían la organización y los fondos, «no necesitarían utilizar el rodeo de una huelga general para conseguir su objetivo».[10] Así pues, Luxemburgo tuvo que explicar cómo su idea podía afrontar las objeciones de Engels. Dijo que 1905 había demostrado algo nuevo respecto de las tácticas obreras y que las huelgas no tenían nada que ver con el anarquismo. Sin embargo, su entusiasmo ante la idea del cambio surgiendo como algo natural, una respuesta orgánica de las clases trabajadoras frente a sus condiciones de vida más que como un instrumento de la estrategia partidista, no estaba muy lejos de Bakunin. En su tratado, Luxemburgo llegó a apartarse de su objetivo para intentar demostrar su desprecio por el anarquismo. Sin embargo, su desconfianza hacia los burócratas del partido era evidente en las polémicas contra todos aquellos que hablaban de las tácticas como si un «comité de sabios» pudiera decidir al respecto y señalar un día concreto para su ejecución, y contra todos aquellos que respetaban solo las luchas «bien ordenaditas y bien disciplinadas» que se ejecutan «de acuerdo con un plan y un modelo».
Lawrence Freedman (Estrategia (Historia) (Spanish Edition))
Y al recordar los instantes vividos, se sintió vieja, muy vieja, y tuvo una revelación que, aunque no se la dijo a Adela, actuó en consecuencia. Porque, así como su sobrina tenía un presentimiento sobre el nacimiento de su hija, ella tenía uno más triste y más acorde a su edad: sentía que su existencia estaba llegando al fin y que su despedida sería en breve. Le dio pena, la vida era linda, pero también era hermosa para vivirla a pleno y ella ya no podía. Qué lástima no tener piernas ágiles para correr por el puente Vecchio como cuando era niña, qué pena no tener un cuerpo bello y ardiente para amar de nuevo a un hombre, ni tener el estómago fuerte para poder comer todas las delicias que se preparaban en la cocina de La Mamma. Si todos los que disfrutan estas cosas supieran el tesoro que tienen entre manos, no desperdiciarían su tiempo llorando por los rincones porque algo no salió bien, ni como ellos esperaban, sino que correrían por los lugares más lindos de la ciudad donde viven, amarían con fuerza a quien tienen al lado y comerían cada delicia con la pasión que se merece. Terminó su pensamiento mirando a Adela, y la vio tan joven e inexperta, que se lo dijo. Su sobrina, seguramente, no lo tenía siquiera en cuenta: —Mi niña, la vida es linda más allá de lo que nos toque vivir, existe una felicidad por simplemente vivir y no hay que perderla nunca. Nadie debe quitártela. Disfruta de tus sentidos, que para eso están, ama con fuerza. Acuérdate de esto, trasmíteselo a tu hijo… perdón a tu hija —dijo sonriendo al recordar que Adela creía que sería una niña. —Sí, tía, se lo prometo: se lo enseñaré a mi hija. Rosa sonrió.
Anonymous
Nunca olvidaré el momento en que su belleza apareció ante mi vista por primera vez. Sabe bien que el paso del tiempo jamás podrá borrarlo de mi memoria. ¿Qué sentí cuando la encantadora criatura entró en la habitación? Su visión fue como la visión de algo maravilloso. Me levanté, la miré con admiración. Adorable Henrietta, ¡qué hermosa es estes! ¡Declaro que es usted divina! Es usted más que mortal. Es usted un ángel. Es usted la misma Venus. En resumen, señora, es usted la muchacha más hermosa que he visto en mi vida. ¿Habías leído alguna vez una obra maestra de la escritura como esta? ¿Alguna vez tal inteligencia, tal sufrimiento, tal pureza de pensamiento, tal fluidez de lenguaje y un amor genuino semejante en una sola página?
Jane Austen (Love and Friendship)
[...] Sé que no tengo el apoyo de los dioses y que a ustedes ya no se les agolpa la angustia cuando clamo por le Desaparecido. Pero debo insistir. Porque la muerte todavía no me llega al alma, y porque si estoy equivocada en lo que pregono, esa sería la más espléndida equivocación de todos los tiempos. Sí, sí, ya sé que no fueron días de vino y rosas los que dejamos atrás. Sé muy bien que esta vida de zombis locos que llevamos, es productor de dos seres antagónicos puestos a convivir en nuestro pecho: el horro y el futuro. [...] Este tema me asusta, me desmoraliza. No sé qué cresta tienen en las venas los escritores de este país que no lo tocan. Será que no es comercial, será que no es políticamente correcto, no sé. Pero alguien debe tomar este caso, antes que mueran los únicos jueces posibles, nosotros. Ya lo ven, no tengo un pelo de tonta, no pueden negar que en pleno corazón del oscurantismo, me he mandado unas verdades de la putamadre. [...] Lo que sucede, queridos apaleados, es, que como el peruanísimo César Vallejos, los odio con ternura. Es por eso que les pido más respeto por ustedes mismos, un mínimo de dignidad, cabrones. No puede ser humano que con tanta desgracia encima, vengan aquí con el único propósito de verme mostrar las pechugas, y si hay suerte, todo lo que viene más abajo. Pero a estos pechos, a este corazón, y a este pubis, ya no los visita nadie que yo espere con la vida abierta. La mesa puesta, la palabra hermosa, el hondo sosiego, todo eso ya no existe. Es cierto que suceden hechos que se niegan terminantemente a ser pasado. Pero esto ya no existe. [...] Quizás sea tiempo de proclamar el triunfo rotundo del mal, y dejarnos caer definitivamente al hondo y hospitalario fracaso. Pero que quieren que le haga, me niego a aceptarlo. La verdad es que no sé si me niego. Este tema me violenta, me angustia. [...] Bergson se equivocó, la expresión última de la desesperación no es la risa, es la chuchá. [...] pero al Amor, me lo traen de vuelta a este país, cueste lo que cueste
Juan Radrigán (Teatro de Juan Radrigán (11 obras))
Decir puede este río, si hay quien diga en favor de un desdichado, el tierno llanto mío; decirlo puede el prado, Aminta rigurosa, más por mí mal que por tu bien hermosa. Oyendo [aqu]estos cerros tu injusto agravio a mis querellas justas, dulcísimos destierros, pues de mis penas gustas, acabaráme olvido, y antes muerto estaré que arrepentido. Dulce imposible adoro: ¡ay del que sin ventura quiere tanto! Pierdo el tiempo si lloro, las palabras si canto, y la vida si quiero: piérdome en todo, y por perderme muero. ¡Qué de veces previne quejas para decirte, y al instante que a ver tu rostro vine, (propio temor de amante), un mover de tus labios me trujo olvido a infinidad de agravios! ¡Qué de veces tus ojos, de tanta voluntad dueños injustos, me trujeron enojos y me robaron gustos, trayendo con sus rayos al alma julios y a la orilla mayos! Flacas van mis manadas, que sienten el dolor que tú no sientes; buscando van cansadas: buscan agua en las fuentes, sin ver que están secretas agua en mis ojos, yerba en tus saetas. Viéronme estas arenas en otro tiempo, cuando Dios quería, libre de las cadenas que tienen en prisión el alma mía. ¡Oh libertad sagrada!, quien te perdió no tema perder nada.
Francisco de Quevedo (Obras Completas de Francisco de Quevedo (Spanish Edition))
La Regenta, vista a lo lejos parecía una mulata clara, muy buena hembra. Vista a pocos metros, de medio perfil y sentada en un banco o a una mesa, daba una asiática muy hermosa. Y cuando se la miraba de cerca, cara a cara, surgía de ella una rubia hechicera. Pero era todo eso y más recién salida de la ducha y frente a un espejo. Vista en plano medio, envuelto el torso en una toalla de hotel, con una segunda toalla en turbante coronándole la testa, diríase una diosa pagana. O una amazona. O una valquiria. O una diosa indostánica, alrededor de la cual debía organizarse alguna secta de adoradores sangrientos, suicidas, fundamentalistas. Un thug capaz de cualquier cosa por ella. Pero ninguna de estas apreciaciones pasaba por la cabeza de Amado Mariano Ruiz-Cadalso, como no fuera el hecho de que, en efecto, se sabía y se sentía sectario con relación a ella. Se ponía taquicárdico y se le desordenaba el Gran Simpático al verla parada delante de él y frente al ancho espejo del tocador de una habitación de hotel medio iluminada… HORNO PARA BOLLOS CAP. 5 –VETUSTA PASIÓN
Vicente Monzon Ambou (Cuentos sin Edad: Más allá del Bien y del Mal)