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—Tú también me trajiste de vuelta —dijo él—. Te he amado toda mi vida, Emma. Y cuando no sentía nada, me di cuenta de que, sin ese amor, yo no era nada. Eres la razón por la que quise salir de la jaula. Me hiciste comprender que el amor da más alegría que cualquier pena que pueda causar. —Echó la cabeza atrás para mirarla, con sus ojos verde azulado brillando—. He amado a mi familia desde el día en que nací, pero tú eres el amor que elijo, Emma. Entre todo el mundo, entre todas las personas que he conocido, te elijo a ti. Siempre he tenido fe en esa elección. Y en el último extremo, ese amor y esa fe siempre me han traído de vuelta, de vuelta a ti.
«En el último extremo, ese amor y esa fe siempre me han traído de vuelta, de vuelta a ti». Emma no tenía que preguntar, sabía en qué estaba pensando Julian: sus amigos y su familia en fila ante ellos en los Campos Imperecederos, el amor que los había recuperado de una maldición tan poderosa que todos los cazadores de sombras temían.
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