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- A veces tengo la impresión de que todas las personas que he conocido desde que vine a Japón, incluyendo a Otohiko, son un poco insustanciales. No me siento identificada con ellas. Siempre he pensando que las personas eran más extrañas, deshonestas, desordenadas, viles, nobles, en fin, que tenían muchas más facetas. Que la vida era fantástica, y el amor, algo maravilloso. Yo soy, según la ocasión, femenina, fuerte y frágil, capaz de pelearme con alguien, gritando hasta quedarme ronca, y, acto seguido, de mirar juntos la luna cogidos de la mano. De experimentar cada día sensaciones diferentes haciendo las mismas cosas. De llorar y de dar miedo. Pero sigo siendo siempre la misma.
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