El Vivo Quotes

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el infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquél que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio.
Italo Calvino (Invisible Cities)
Cultivo una rosa blanca, En julio como en enero, Para el amigo sincero Que me da su mano franca. Y para el cruel que me arranca El corazon con que vivo, Cardo ni oruga cultivo Cultivo una rosa blanca. I have a white rose to tend In July as in January; I give it to the true friend Who offers his frank hand to me. And to the cruel one whose blows Break the heart by which I live, Thistle nor thorn do I give: For him, too, I have a white rose.
José Martí (Versos Sencillos: Simple Verses (Recovering the Us Hispanic Literary Heritage) (Pinata Books for Young Adults) (English, Spanish and Spanish Edition))
En 1492, los nativos descubrieron que eran indios, descubrieron que vivían en América, descubrieron que estaban desnudos, descubrieron que existía el pecado, descubrieron que debían obediencia a un rey y a una reina de otro mundo y a un dios de otro cielo, y que ese dios había inventado la culpa y el vestido y había mandado que fuera quemado vivo quien adorara al sol y a la luna y a la tierra y a la lluvia que la moja.
Eduardo Galeano (Los hijos de los días)
Habituarse a una hermosa risa humana, a un cuerpo vivo, cuesta muy poco. Dejar partir, en cambio —dominar el arte de perder—, cuesta la vida.
Leila Guerriero (Teoría de la gravedad (Libros del Asteroide nº 228) (Spanish Edition))
Es el hombre vivo lo que hay que buscar bajo el polvo de los archivos y en el silencio de los museos.
Georges Duby
Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja. Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.
Julio Cortázar (Rayuela)
¿Cómo seguimos? Como hasta ahora. ¿Si quiero que sigamos? Sin falta. ¿Hacia dónde? Hacia ninguna parte. Simplemente, seguimos. Tú vives tu vida. Yo vivo mi vida. Y el resto lo vivimos juntos.
Daniel Glattauer
Tres metros sobre el cielo es una sensación que recorre tu cuerpo a 100.000 bytes por segundo, provocando una irrigación sanguínea que nutre el corazón hasta hacerlo bombear mil por hora. ¿Cómo lo sientes? ¿Por qué lo sientes? ¿Con quién lo sientes? Todo depende: una persona, las circunstancias, la experiencia...lo que es seguro es que son tus manos las que laten, tus ojos los que hablan, tus labios los que tiemblan y tu boca la que golpea. Esto es tres metros sobre el cielo. El momento en el que te sientes vivo. Un instante en que tomes la dirección que tomes ya nada volverá a ser lo mismo. Unos lo llaman amor, otros amistad y riesgo y unos pocos peligro, pero a mi me gusta llamarlo: la sensación vertiginosa que provoca el estar a tres metros sobre el cielo.
Federico Moccia (Tre metri sopra il cielo)
Por encima de todo, hay que saber decir adiós a los vivos que no nos hacen felices y a los que no podemos hacer felices. Lo demás es hacer el imbécil. Lo demás son telarañas.
Begoña Oro (Croquetas y wasaps)
¿Por qué me lo cuentas ahora? -Porque no quiero que olvides lo distintas que son nuestras circunstancias. Si mueres y yo vivo, no quedará nada para mí en el Distrito 12. Tú lo eres todo para mí -me dice-. Nunca volvería a ser feliz. [pp. 367]
Suzanne Collins (Catching Fire (The Hunger Games, #2))
Y con un suspiro, dana la señora de la torre, la dama del dragon, la ultima kim-Shannay, abandono el mundo de los vivos
Laura Gallego García (La llamada de los muertos (Crónicas De La Torre, #3))
Detente, sombra de mi amor esquivo, imagen del hechizo que más quiero, bella ilusión por quien alegre muero, dulce ficción por quien penosa vivo.   SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ
Isabel Allende (El amante japonés)
De vez en cuando hay que hacer alguna locura para sentir que estás vivo.
Blue Jeans (No sonrías, que me enamoro (El club de los incomprendidos, #2))
La vida no te complace, te destroza. El amor es cruel, pero es bueno. Nos mantiene vivos.
Tarryn Fisher (Thief (Love Me with Lies, #3))
Cesaron los estertores y sacudidas del viejo alce. La luna, que ascendía por el firmamento, se reflejó en sus ojos, negros y sin vida. Sólo entonces soltó a su presa el macho dominante. Sentado en sus cuartos traseros, apuntó al cielo con su hocico empapado de sangre y aulló. Todos los miembros de su familia levantaron la cabeza y le imitaron, tanto los protagonistas de la caza como sus espectadores. La muerte había ocupado el lugar de la vida; y así, a través de la muerte, la vida veía garantizada su continuidad. En aquel todo sangriento, vivos y muertos quedaban unidos por un ciclo tan antiguo e inmutable como la luna que describía su órbita por encima de sus cabezas.
Nicholas Evans (The Loop)
—No me gustas, Park —dijo ella, sonando por un segundo como si lo dijera realmente en serio—. Yo… —Su voz casi desapareció—, a veces creo que vivo por ti. Él cerró los ojos y arqueó la cabeza en su almohada. —No creo que siquiera pueda respirar si no estamos juntos —susurró—. Lo que quiere decir, que cuando te vea el lunes a la mañana, habrán pasado como sesenta horas desde que he respirado. Esa es probablemente la razón por la que estoy tan gruñona, y por qué te grito. Todo lo que hago cuando estamos separados es pensar en ti, y todo lo que hago cuando estamos juntos es entrar en pánico. Porque cada segundo se siente tan importante. Y porque estoy tan fuera de control, no puedo evitarlo. Ni siquiera me pertenezco, soy tuya, ¿y qué si decides que no me quieres? ¿Cómo podrías quererme como te quiero?
Rainbow Rowell (Eleanor & Park)
Y todavía hoy, si él estuviera vivo, lloraría al recordarla, tal como mi mamá no ha dejado de llorar, ni ninguno de nosotros, si lo vuelve a pensar, porque la vida, después de casos como este, no es otra cosa que una absurda tragedia sin sentido para la que no vale ningún consuelo.
Héctor Abad Faciolince (El olvido que seremos)
-Yo te gusto- continuó ella-, por el motivo que ya te he dicho; he roto tu soledad, te he recogido precisamente ante la puerta del infierno y te he despertado de nuevo. Pero quiero de ti más, mucho más. Quiero hacer que te enamores de mí. No, no me contradigas, déjame hablar. Te gusto mucho, de eso me doy cuenta, y tú me estas agradecido, pero enamorado de mí no lo estás. Yo voy a hacer que lo estés, esto pertenece a mi profesión; como que vivo de eso, de poder hacer que los hombres se enamoren de mí. Pero entérate bien: no hago esto porque te encuentre francamente encantador. No estoy enamorada como tú de mí. Pero te necesito, como tú me necesitas. Tú me necesitas actualmente, de momento, porque estás desesperado y te hace falta un impulso que te eche el agua y te vuelva a reanimar. Me necesitas para aprender a bailar, para aprender a reír, para aprender a vivir. Yo, en cambio, también te necesito a ti, no hoy, más adelante, para algo muy importante y hermoso. Te daré mi última orden cuando estés enamorado de mí, y tú obedecerás, y ello será bueno para ti y para mi. No te ha de ser cosa fácil, pero lo harás, cumplirás mi mandato y me matarás. Eso es todo. No preguntes más nada.
Hermann Hesse
Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.
Julio Cortázar (Hopscotch)
Decían que el tiempo lo curaba todo. Y era cierto. Y era falso. Los vivos no se curan. Los vivos no olvidan. Solo se recolocan. Aprenden a vivir de otra forma, aceptando el dolor como parte del nuevo presente y el nuevo futuro.
Jordi Sierra i Fabra (Quizás mañana la palabra amor...)
Cuídate el corazón…te estás pudriendo vivo.
Gabriel García Márquez (One Hundred Years of Solitude)
Nadie puede leer dos mil libros. En los cuatro siglos que vivo no habré pasado de una media docena. Además no importa leer sino releer. La imprenta, ahora abolida, ha sido uno de los peores males del hombre, ya que tendió a multiplicar hasta el vértigo textos innecesarios".
Jorge Luis Borges
Cada uno escoge el tono para contar su propia historia; quisiera optar por la claridad durable de una impresión en platino, pero nada en mi destino posee esa luminosa cualidad. Vivo entre difusos matices, velados misterios, incertidumbres; el tono para contar mi vida se ajusta más al de un retrato en sepia...
Isabel Allende (Portrait in Sepia)
Es tan agradable la sensación de vértigo, sentir que en cualquier momento vas a caer, pero la amenza no te produce miedo sino anticipación, el deseo ya de que la adrenalina te recorra de arriba abajo haciendo que se te erice el cabello. Ese instante antes de la aceleración definitiva, antes de estrellarte contra el fondo, ese instante en el que empiezas a estar vivo.
José Ovejero (La invención del amor)
La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos.
Karl Marx
ghost: no mames. si los quieres chingar de regreso, sigue vivo y que se jodan. La mejor venganza es ser feliz".
Lorena Amkie (El Club de los Perdedores)
Amor de mis entrañas, viva muerte, en vano espero tu palabra escrita y pienso, con la flor que se marchita, que si vivo sin mí quiero perderte. El aire es inmortal. La piedra inerte ni conoce la sombra ni la evita. Corazón interior no necesita la miel helada que la luna vierte. Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas, tigre y paloma, sobre tu cintura en duelo de mordiscos y azucenas. Llena pues de palabras mi locura o déjame vivir en mi serena noche del alma para siempre oscura.
Federico García Lorca
Escribir dio un sentido a mi vida. Por si no se ha dado cuenta todavía, la vida, en términos generales, no tiene sentido. Salvo si se esfuerza usted en dárselo y lucha cada día que Dios nos da para llegar a ese fin. Tiene usted talento, Marcus: dele sentido a su vida, que el viento de la victoria haga ondear su nombre. Ser escritor es estar vivo. —¿Y si no lo consigo? —Lo conseguirá. Será difícil, pero lo conseguirá. El día en el que escribir dé un sentido a su vida, será un verdadero escritor. Hasta entonces, sobre todo, no tenga miedo de caer.
Joël Dicker (La Vérité sur l'Affaire Harry Quebert (Marcus Goldman, #1))
-Porque el odio es la más angustiosa prisión que pueda existir-musitó caminando de espaldas, sin dejar de mirarla, de grabársela en las retinas y en el corazón-. No hay patio, no hay ventanas, no hay ni una minima esperanza de libertad.El odio te hace resistir, te mantiene vivo, pero a la vez te va dejando sin alma.-
Ángeles Ibirika (Antes y después de odiarte)
Uno no se da cuenta del vacío en el que ha dejado pasar el tiempo hasta que vive de verdad. A veces la vida, no los días quemados, es solo un instante, un día, una semana o un mes. Uno sabe que está vivo porque duele, porque de repente todo importa y porque cuando ese breve momento se acaba, el resto de su existencia se transforma en un recuerdo al que intenta regresar en vano mientras le queda aliento en el cuerpo.
Carlos Ruiz Zafón (El laberinto de los espíritus (El cementerio de los libros olvidados, #4))
Creo que perdemos la inmortalidad porque la resistencia a la muerte no ha evolucionado; sus perfeccionamientos insisten en la primera idea, rudimentaria: retener vivo todo el cuerpo. Sólo habría que buscar la conservación de lo que interesa a la conciencia.
Adolfo Bioy Casares (La invención de Morel / El gran Serafín)
Me llamo Kvothe, que se pronuncia «cuouz». Los nombres son importantes porque dicen mucho sobre la persona. He tenido más nombres de los que nadie merece. Los Adem me llaman Maedre. Que, según como se pronuncie, puede significar la Llama, el Trueno o el Árbol Partido Mi primer mentor me llamaba E’lir porque yo era listo y lo sabía. Mi primera amante me llamaba Dulator porque le gustaba cómo sonaba. Me han llamado Kvothe el Sin Sangre, Kvothe el Arcano y Kvothe el Asesino de Reyes. Todos esos nombres me los he ganado. Los he comprado y he pagado por ellos. Pero crecí siendo Kvothe. Una vez mi padre me dijo que significaba «saber». He robado princesas a reyes agónicos. Incendié la ciudad de Trebon. He pasado la noche con Felurian y he despertado vivo y cuerdo. Me expulsaron de la Universidad a una edad a la que a la mayoría todavía no los dejan entrar. He recorrido de noche caminos de los que otros no se atreven a hablar ni siquiera de día. He hablado con dioses, he amado a mujeres y he escrito canciones que hacen llorar a los bardos. Quizá hayas oído hablar de mí.
Patrick Rothfuss (The Name of the Wind (The Kingkiller Chronicle, #1))
Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo, y más la piedra dura porque esa ya no siente, pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo, ni mayor pesadumbre que la vida consciente. Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto, y el temor de haber sido y un futuro terror... Y el espanto seguro de estar mañana muerto, y sufrir por la vida y por la sombra y por lo que no conocemos y apenas sospechamos, y la carne que tienta con sus frescos racimos, y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos, ¡y no saber adónde vamos, ni de dónde venimos!...
Rubén Darío
En un mundo sin humanos, las luces rojas dejarán de parpadear al cesar las emisiones de radio y de televisión; dejarán de producirse millones de conversaciones diarias a través de teléfono móvil, y al cabo de un año habrá varios miles de millones más de pájaros vivos. Pero mientras sigamos aquí, las torres de transmisión representan solo el principio de la involuntaria matanza que la civilización humana está perpetrando con unas criaturas con plumas a las que ni siquiera nos comemos.
Alan Weisman (The World Without Us)
Vives para el teléfono móvil, y poco para mí, que vivo para ti.
Manuel Vilas (Ordesa)
Vivo entre difusos matices, velados misterios, incertidumbres; el tono para contar mi vida se ajusta mas al de un retrato en sepia.
Isabel Allende (Portrait in Sepia)
El muerto no sabe lo que es la muerte, pero los vivos tampoco
Carlos Fuentes (Instinto de Inéz (Spanish Edition))
en otro lugar brillaba vivo el color de las azules gencianas
Johanna Spyri (Heidi (Spanish Edition))
Esperaba que cada verano fuera el último, y pasaba casa vez más tiempo en el mirador, adonde apenas llegaba el rumor de los vivos, que ella sabía imitar tan bien, pero que no comprendía.
Mariana Enríquez (Los peligros de fumar en la cama)
Es un barco vivo, lleno de seres clavados o amarrados a su estructura, aullando, llorando y salmodiando sin detenerse mientras cruza el océano Pacífico. Es una pesadilla. Es el Caleuche.
Jorge Baradit (Kalfukura: El corazón de la Tierra)
-""Hay que saber decir adiós", dijo mi abuelo. Qué gran verdad. [...] es que hay que saber decir adiós, pero no solo a los muertos. Por encima de todo, hay que saber decir adiós a los vivos que no nos hacen felices y a los que no podemos hacer felices. Lo demás es hacer el imbécil.
Begoña Oro (Croquetas y wasaps)
En estos días inciertos, cuando parece que los gritos se oyen más que los susurros, los libros siguen manteniendo vivo el diálogo silencioso de un par de ojos que escuchan la voz de unas hileras de letras.
Irene Vallejo (Manifiesto por la lectura)
Ahí estaban mis amigos, vivos. No nos había pasado nada. Los estreché muy fuerte y me llevé sus manos al pecho, y me percaté de que la función evolutiva más sofisticada de las manos no es manipular una herramienta, sino lograr entrelazarse con las de otros.
Gabriela Damián Miravete (El tercer mundo después del sol)
Yo no sé ni siquiera que el agua está compuesta por oxígeno e hidrógeno, y estas [se refiere a sus hijas, sus mordaces críticos] me echan a la cara que las lunas salen del este. ¿Pero qué me importan si las lunas salen del oeste o del este, si en Marte llueve o no llueve? Yo no proporciono breviarios a los matemáticos y a los físicos. Pero un escritor de ciencia ficción, contestan, tiene que saber ciertas cosas. Bien. Toda la vida llamándome escritor de ciencia ficción, y aún no he entendido lo que significa. Desde hace algún tiempo me llaman escritor de la Era Espacial. Suena algo más respetable, pero tampoco entiendo qué significa. Solamente, el que hace 20 años todos se burlaban de mí. ‘Pero qué ridículo eres’, decían, ‘absurdo’. ‘¿Qué quiere decir astronauta? ¿Qué quiere decir cosmopuerto, ir a la Luna? ¡Eres tonto!’ Luego, de pronto, explota la Era Espacial, y se realiza lo que escribía. Pero no se arrepienten, no piden disculpas, siguen diciendo ‘No es una obra de arte la suya, es cinerama. Bien, ¿qué es el cinerama? ¿Quién inventó el cinerama sino el viejo Mike, Michelangelo en resumen? ¿No la hizo él La Capilla Sixtina? ¿Y qué otra cosa es La Capilla Sixtina sino cinerama en pintura? Y si el viejo Michelangelo pintaba en cinerama, ¿por qué yo no puedo escribir el futuro en ciencia ficción? La ciencia ficción me sirve para interpretar el tiempo en que vivo, en que vivirán los hijos de mis hijos, para describir sus amenazas.
Ray Bradbury
Vivo en un mundo sin magia ni milagros. Un lugar donde no hay clarividentes o cambiaformas, ni ángeles ni chicos superhumanos que te salven. Un lugar donde la gente muere y la música se desintegra y las cosas apestan. Estoy presionada con tanta fuerza contra la tierra por el peso de la realidad que algunos días pienso cómo aún seré capaz de levantar mis pies para caminar.
Katja Millay (The Sea of Tranquility)
Ahora que no te escribo cuando me voy. Ahora que estoy más vivo de lo que estoy. Ahora que nada es urgente, que todo es presente, que hay pan para hoy. Ahora que no te pido lo que me das. Ahora que no me mido con los demás. Ahora que, todos los cuentos, parecen el cuento de nunca empezar.
Joaquín Sabina
…el libro está vivo y es poderoso, fructificador y capaz de promover el pensamiento y la discusión solamente cuando su forma, intencionalidad y plan no se comprenden, debido a que el momento de captar la forma, la intencionalidad y el plan coincide con el momento en que no queda ya nada por extraer.
Doris Lessing (The Golden Notebook)
Los días se afanan por encontrarte, las noches te buscan en el desespero del deseo, y yo te vivo en bruto, desde esta ignorancia mía de poder perderte.
Paloma Etienne (I've loved you so long (Spanish Edition))
P: ¿Cuál es el error fundamental del hombre? R: Pensar que está vivo, cuando simplemente se ha dormido en la antesala de la vida.
Idries Shah (El buscador de la verdad)
El principito no se quería morir, es solo que la rosa era su vida entera. sin ella , no estaba vivo de verdad.
Nicola Yoon (Everything, Everything)
Desde luego, no sé nada de espíritus; pero vivo en mis sueños y tú lo has notado. El resto de la gente también vive en sus sueños, pero no en los propios. Ahí está la diferencia.
Hermann Hesse (Demian)
La muerte se ha transformado en una especie de pornografía que se transmite en vivo por televisión. La masacre que en el pasado se difundía en forma de rumor, ahora se emite rápida y detalladamente vía satélite. Nadie se estremece viendo pornografía.
Young-ha Kim
A pesar de su incalculable riqueza y poder marchaba hacia la muerte con el convencimiento de que moriría sin ser amado ni respetado, y que nadie lloraría por él; que su muerte ya estaba siendo precedida por una reunión de buitres, que finalmente su vida había sido más absurda y menos satisfactoria que la de un retrasado mental congénito sin extremidades ni órganos de reproducción.
Louis de Bernières (Señor Vivo and the Coca Lord)
Los puñetazos del corazón contra el pecho. Dos golpes: estoy libre, estoy vivo. Esa necesidad de caminar en cualquier dirección y sin plazo; caminar porque sí, porque quiero, porque se me da la gana. La libertad.
Eduardo Galeano
Quiero llegar hasta donde pueda empleando todas mis fuerzas. Tomando lo que quiero, dejando lo que no quiero. Así es como vivo. Si meto la pata, me detengo y lo reconsidero. Si uno le da la vuelta a esta sociedad injusta, entiende que en el mundo puede explotar sus posibilidades. -Nagasawa
Haruki Murakami (Norwegian Wood)
Cada hora del hombre es un lugar vivo de nuestra existencia que ocurre una sola vez, irremplazable para siempre. Aquí reside la tensión de la vida, su grandeza, la posibilidad de que la inasible fugacidad del tiempo se colme de instantes absolutos, de modo que al mirar hacia atrás, el largo trayecto se nos aparece como el desgranarse de días sagrados, inscriptos en tiempos o en épocas diferentes.
Ernesto Sabato (La resistencia)
LA VIDA NO ES LA QUE VIVIMOS. LA VIDA ES EL HONOR Y EL RECUERDO. POR ESO MAS VALE MORIR CON EL PUEBLO VIVO, Y NO VIVIR CON EL PUEBLO MUERTO. Life is not as it seems, Life is pride and personal history. Thus it is better that one die and that the people should live, rahter than one live and the people should die. ~Lopitos
Oscar Zeta Acosta (The Revolt of the Cockroach People)
A pesar de que estoy en el mismo lugar, casi a la misma hora e incluso en el asiento de siempre, cada día es diferente. Cada día vivo una aventura distinta, conozco a alguien nuevo, visito ciudades en las que nunca he estado y, a veces, incluso viajo a mundo inexistentes que a mí me parecen de los más reales. Es tan extraño como mágico poder visitar otros universos pasando páginas y páginas sin dejar de leer.
Esmeralda Verdú (Besos entre líneas)
—Eres una hechicera —le dijo una noche, rendido sobre ella después del amor—. ¿Qué has hecho de mí? Estoy atus pies desde el momento en que puse los ojos sobre ti. Dependo de ti para sentirme vivo. ¿Cómo puedo amarte tanto cuando trastornaste mi vida por completo? Desearía no amarte tanto —añadió con una nota amarga—, desearía no haber caído bajo tu conjuro. Así no sería tan vulnerable. Porque si volvieras a lastimarme...
Florencia Bonelli (La vuelta del ranquel (Indias Blancas #2))
Ningún organismo vivo puede mantenerse cuerdo durante mucho tiempo en unas condiciones de realidad absoluta; incluso las alondras y las chicharras, suponen algunos, sueñan. Hill House, nada cuerda, se alzaba en soledad frente a las colinas, acumulando oscuridad en su interior; llevaba así ochenta años y así podría haber seguido otros ochenta años más. En su interior, las paredes mantenían su verticalidad, los ladrillos se entrelazaban limpiamente, los suelos aguantaban firmes y las puertas permanecían cuidadosamente cerradas; el silencio empujaba incansable contra la madera y la piedra de Hill House, y lo que fuera que caminase allí dentro, caminaba solo.
Shirley Jackson (The Haunting of Hill House)
Debo mantener vivo en mí mismo el deseo de mi verdadero país, que no encontraré hasta después de mi muerte; jamás debo dejar que se oculte o se haga a un lado; debo hacer que el principal objetivo de mi vida sea seguir el rumbo que me lleve a ese país y ayudar a los demás a hacer lo mismo.»
C.S. Lewis (Mero Cristianismo (Spanish Edition))
—¿Y tu alma? ¿Dónde crees que haya ido? —Debe andar vagando por la tierra como tantas otras; buscando vivos que recen por ella. Tal vez me odie por el mal trato que le di; pero eso ya no me preocupa. He descansado del vicio de sus remordimientos. Me amargaba hasta lo poco que comía, y me hacía insoportables las noches llenándomelas de pensamientos intranquilos con figuras de condenados y cosas de ésas. Cuando me senté a morir, ella me rogó que me levantara y que siguiera arrastrando la vida, como si esperara todavía algún milagro que me limpiara de culpas. Ni siquiera hice el intento: “Aquí se acaba el camino —le dije—. Ya no me quedan fuerzas para más.” Y abrí la boca para que se fuera. Y se fue. Sentí cuando cayó en mis manos el hilito de sangre con que estaba amarrada a mi corazón.
Juan Rulfo (Pedro Páramo)
Pues bien, existe otra cosa en la que creo, William. Creo en lo que veo. Y ésa es la razón de que sea un hombre relativamente rico. Y también es el motivo de que sea un hombre vivo. La mayoría de la gente no cree lo que ve. Yo no creo en Dios. Pero si le viese, creería. No iría por ahí diciendo: Jesús vaya un efecto especial más estupendo. La definición de imbécil es un tipo que no cree en lo que ve
Stephen King (Thinner)
La voluntad, el deseo de vivir, es tan fuerte en el animal como en el hombre. En el hombre es mayor la comprensión. A más comprender, corresponde menos desear. Esto es lógico, y además se comprueba en la realidad. La apetencia por conocer se despierta en los individuos que aparecen al final de una evolución, cuando el instinto de vivir languidece. El hombre, cuya necesidad es conocer, es como la mariposa que rompe la crisálida para morir. El individuo sano, vivo, fuerte, no ve las cosas como son, porque no le conviene. Está dentro de una alucinación. Don Quijote, a quien Cervantes quiso dar un sentido negativo, es un símbolo de la afirmación de la vida. Don Quijote vive más que todas las personas cuerdas que le rodean, vive más y con más intensidad que los otros. El individuo o el pueblo que quiere vivir se envuelve en nubes como los antiguos dioses cuando se aparecían a los mortales. El instinto vital necesita de las ficción para afirmarse. La ciencia entonces, el instinto de crítica, el instinto de averiguación, debe encontrar una verdad: la cantidad de mentira que se necesita para la vida
Pío Baroja (El árbol de la ciencia)
Cuando alguien muere, la gente parece amarlo más que nunca. Todo lo malo que hizo, lo errores que cometió, las injusticias que perpetró, todo eso se olvida. Después de que morimos, todos somos buenas personas, y los vivos fingen estar compungidos. Apenas unos pocos sienten de verdad tu falta. El resto solo aparece como si de pronto necesitáramos su presencia mientras que, antes, ellos se habían evaporado.
Anna K. Franco (Brillarás)
¿La historia se repite? ¿O se repite sólo como penitencia de quienes son incapaces de escucharla? No hay historia muda. Por mucho que la quemen, por mucho que la rompan, por mucho que la mientan, la historia humana se niega a callarse la boca. El tiempo que fue sigue latiendo, vivo, dentro del tiempo que es, aunque el tiempo que es no lo quiera o no lo sepa. El derecho de recordar no figura entre los derechos humanos consagrados por las Naciones Unidas, pero hoy es más que nunca necesario reivindicarlo y ponerlo en práctica: no para repetir el pasado, sino para evitar que se repita; no para que los vivos seamos ventrílocuos de los muertos, sino para que seamos capaces de hablar con voces no condenadas al eco perpetuo de la estupidez y la desgracia. Cuando está de veras viva, la memoria no contempla la historia, sino que invita a hacerla. Más que en los museos, donde la pobre se aburre, la memoria está en el aire que respiramos; y ella, desde el aire, nos respira.
Eduardo Galeano (Upside Down: A Primer for the Looking-Glass World)
Los fisiólogos deberían pensárselo bien antes de afirmar que el instinto de autoconservación es el instinto cardinal de un ser orgánico. Algo vivo quiere, antes que nada, dar libre curso a su fuerza — la vida misma es voluntad de poder —: la autoconservación es tan sólo una de las consecuencias indirectas y más frecuentes de esto.
Friedrich Nietzsche (Más allá del bien y del mal)
Cuando te endureces nada puede tocarte así que nada te hace daño, no sientes ni padeces y durante un tiempo está bien, ser invulnerable, impenetrable, un cactus al sol. Tarde o temprano descubres que estar vivo implica exponerse a una serie de dolores y desengaños, no porque uno sea masoquista y quiera sufrir, sino porque lo contrario es la muerte.
Meryem El Mehdati (Supersaurio)
...¿No es eso todo lo que somos? Un cerebro que es mantenido con vida por una compleja y vulnerable máquina llamada cuerpo. El cerebro no puede seguir vivo si parte de la máquina es destruida, o por lo menos privada de algunos elementos básicos como comida y oxígeno. Esa es la única diferencia considerable entre nosotros y “los muertos vivientes.” Sus cerebros no necesitan de todo ese sistema de soporte para vivir, así que es necesario atacar el órgano directamente...
Max Brooks (World War Z: An Oral History of the Zombie War)
Ni soy una persona serena, ni siempre vivo impertérrito y a mi ritmo. Sólo es cuestión de mantener el equilibrio. De acostumbrarse a repartir debidamente el peso a ambos lados del fulcro. Puede que los demás me tengan por una persona fría. Pero mantener ese equilibrio es más arduo de lo que parece: el peso que las balanzas soportan no se aligera ni una pizca.
Haruki Murakami (色彩を持たない多崎つくると、彼の巡礼の年)
No es necesario haber muerto para convertirse en fantasma. Es simplemente cuestión de tiempo. Las personas que dejamos atrás se van alejando en el recuerdo hasta volverse borrosas y espectrales. Al final, llegamos a dudar de que hayan existido. El pasado se confunde con los sueños, los muertos con los vivos, lo visible con lo invisible, y se hace imposible saber si fue real o no.
Inés Macpherson (El secreto de Lucía Morke)
—Escúchame, Ari. —Jem habló despacio, cuidando cada una de las palabras que elegía—. Tienes que recordar que, pase lo que pase, vendrán tiempos mejores, y aferrarte a la idea de que lo mejor que te ha pasado todavía no lo has vivido. Recuerda a todas las personas que aún no conoces, todos los lugares que aún no has visto, las risas que no has oído, los besos que no has dado, las baladas que aún te quedan por escuchar. —Cogió aire—. Eres la esperanza de alguien, Arielle. —Se le quebró la voz mientras me acariciaba el rostro—. La promesa de todo lo que todavía está por llegar. Y, como habrás oído miles de veces, es la esperanza lo que nos mantiene vivos.
Beatriz Esteban (Aunque llueva fuego)
Estar vivos es nuestro mayor miedo. No es la muerte nuestro mayor miedo, es arriesgarnos a vivir: correr el riesgo de estar vivos y de expresar realmente lo que somos. Hemos aprendido a vivir intentando satisfacer las exigencias de otras personas. Hemos aprendido a vivir según los puntos de vista de los demás por miedo a no ser aceptados y de no ser lo suficientemente bueno para otras personas.
Guadalupe Loaeza (Debo, luego sufro)
Por lo general, sólo se mantenían vivos aquellos prisioneros que tras varios años de dar tumbos de campo en campo, habían perdido todos sus escrúpulos en la lucha por la existencia; los que estaban dispuestos a recurrir a cualquier medio, fuera honrado o de otro tipo, incluidos la fuerza bruta, el robo la traición o lo que fuera con tal de salvarse. Los que hemos vuelto de allí, gracias a multitud de casualidades fortuitas o milagros -como cada cual prefiera llamarlos- lo sabemos bien: los mejores de entre nosotros no regresaron.
Viktor E. Frankl (Man’s Search for Meaning)
Porque no vivo ni en mi pasado ni en mi futuro. Tengo sólo el presente, y él es el que me interesa. Si puedes permanecer siempre en el presente, serás un hombre feliz. Percibirás que en el desierto existe vida, que el cielo tiene estrellas, y que los guerreros luchan porque esto forma parte de la raza humana. La vida será una fiesta, un gran festival, porque ella es siempre sólo el momento que estamos viviendo.
Paulo Coelho (El Alquimista)
«Lo siento Nate. Sé que te aburro, sé que necesito madurar y dejar de vivir en pos de la fantasía, pero no puedo. No puedo enfrentarme a la realidad, no quiero abrir los ojos. El mundo de afuera es demasiado cruel, demasiado frío, demasiado vivo. Necesito de esto y necesito de ti, porque mientras te tenga a mi lado, los relojes de mi vida dejan de marcar las pautas del tiempo y el resto del mundo puede esperar»
Lissa D'Angelo (Anatema)
Tienes que recordar que, pase lo que pase, vendrán tiempos mejores, Y aferrarte la idea de que lo mejor que te ha pasado todavía no lo has vivido. Recuerda a todas las personas que aún no conoces, todos los lugares que aún no has visto, las risas que no has oído, los besos que no has dado, las baladas que aun te quedan por escuchar. ―Cogió aire―. Eres la esperanza de alguien, Arielle. ―Se le quebró la voz mientras me acariciaba el rostro―. La promesa de que todo lo que todavía está por llegar. Y, como habrás oído miles de veces, es la esperanza lo que nos mantiene vivos.
Beatriz Esteban (Aunque llueva fuego)
La gente desaparece cuando muere. La voz, la risa, el calor de su aliento, la carne y finalmente los huesos. Todo recuerdo vivo de ella termina. Es algo terrible y natural al mismo tiempo. Sin embargo, hay individuos que se salvan de esa aniquilación, pues siguen existiendo en los libros que escribieron. Podemos volver a descubrirlos. Su humor,el tono de su voz, su estado de ánimo. A través de la palabra escrita pueden enojarte o alegrarte. Pueden consolarte, pueden desconcertarte, pueden cambiarte. Y todo eso pese a estar muertos. Como moscas en ámbar, como cadáveres congelados en el hielo, eso que según las leyes de la naturaleza debería desaparecer se conserva por el milagro de la tinta sobre el papel. Es una suerte de magia.
Diane Setterfield (The Thirteenth Tale)
Funes discernía continuamente los tranquilos avances de la corrupción, de las caries, de la fatiga. Notaba los progresos de la muerte, de la humedad. Era el solitario y lúcido espectador de un mundo multiforme, instantáneo y casi intolerablemente preciso. Babilonia, Londres y Nueva York han abrumado con feroz esplendor la imaginación de los hombres; nadie, en sus torres populosas o en sus avenidas urgentes, ha sentido el calor y la presión de una realidad tan infatigable como la que día y noche convergía sobre el infeliz Ireneo, en su pobre arrabal sudamericano. Le era muy difícil dormir. Dormir es distraerse del mundo; Funes, de espaldas en el catre, en la sombra, se figuraba cada grieta y cada moldura de las casas precisas que lo rodeaban. (Repito que el menos importante de sus recuerdos era más minucioso y más vivo que nuestra percepción de un goce físico o de un tormento físico.) Hacia el Este, en un trecho no amanzanado, había casas nuevas, desconocidas. Funes las imaginaba negras, compactas, hechas de tiniebla homogénea; en esa dirección volvía la cara para dormir. También solía imaginarse en el fondo del río, mecido y anulado por la corriente.
Jorge Luis Borges (Ficciones)
Lo que esto significa, un ser vivo, se sabe hoy menos que nunca, y por eso se destruye a montones de seres humanos, cada uno de los cuales es una creación valiosa y única de la naturaleza. Si no fuéramos algo más que seres únicos, sería fácil hacernos desaparecer del mundo con una bala de fusil, y entonces no tendría sentido contar historias. Pero cada hombre no es solamente él; también es el punto único y especial, en todo caso importante y curioso, donde, una vez y nunca más, se cruzan los fenómenos del mundo de una manera singular. Por eso la historia de cada hombre, mientras viva y cumpla la voluntad de la naturaleza, es admirable y digna de toda atención.
Hermann Hesse (Demian)
-Imagínese lo que es un hombre de su edad arriesgando la poca vida que le queda por algo tan absurdo como una patria. -Nately volvió a alzarse en son de guerra. -¡No tiene nada de absurdo arriesgar la vida por la patria!- declaró. -¿Ah, no? -preguntó el viejo-. ¿Qué es un país, al fin y al cabo? Un trozo de tierra rodeado por todas partes de fronteras, por lo general antinaturales. Los ingleses mueren por Inglaterra, los americanos por América, los alemanes por Alemania, los rusos por Rusia. Hay unos cincuenta o sesenta países luchando en esta guerra. No es posible que merezca la pena morir por todos ellos. -Cualquier cosa por la que valga la pena vivir también vale la pena morir por ella -dijo Nately. -Y cualquier cosa por la que valga la pena morir -replicó el viejo blasfemo- vale la pena vivir por ella. Es usted tan puro y tan inocente que casi me da lástima. ¿Cuántos años tiene? ¿Veinticinco? ¿Veintiséis? -Diecinueve -respondió Nately-. Cumpliré veinte en enero. -Si sigue usted vivo.
Joseph Heller (Catch-22)
- Las reses son ciegas porque no necesitan ojos, puesto que viven en la oscuridad. ¿Y sabes por qué? Porque no hay nada ahí fuera que pueda interesarles. Porque si salen de los túneles morirán de hambre y de frío. Porque en el pasado los animales que salían, atraídos por la luz, jamás regresaban, y al final los que quedaron vivos fueron aquellos que no necesitaban ver, aquellos que sabían apretujarse unos contra otros para mantener el calor. Prefiero ser una res ciega viva que un idiota muerto -concluyó, ceñuda.
Laura Gallego García (La emperatriz de los etéreos)
Si estás leyendo esto, el aviso va dirigido a ti. Cada palabra que leas de esta letra pequeña inútil, es un segundo menos de vida para ti. ¿No tienes otras cosas que hacer? ¿Tu vida esta tan vacia que no se te ocurre otra forma de pasar estos momentos? ¿o te impresiona tanto la autoridad que concedes credito y respeto a todos los que dicen ostentarla? ¿lees todo lo que te dicen que leas? ¿Piensas todo lo que te dicen que pienses? ¿Compras todo lo que te dicen que necesistas? Sal de tu casa, Busca a alguien del sexo opuesto. Basta ya de tantas compras y masturbaciones. Deja tu trabajo. Empieza a luchar. Demuestra que estás vivo. Si no reivindicas tu humanidad te convertirás en una estadística. Estás avisado...
Chuck Palahniuk (Fight Club)
Quizás te diga un día que dejé de quererte, aunque siga queriéndote más allá de la muerte; y acaso no comprendas, en esa despedida, que, aunque el amor nos une, nos separa la vida. Quizás te diga un día que se me fue el amor, y cerraré los ojos para amarte mejor, porque el amor nos ciega, pero, vivos o muertos, nuestros ojos cerrados ven más que estando abiertos. Quizás te diga un día que dejé de quererte, aunque siga queriéndote más allá de la muerte; y acaso no comprendas, en esa despedida, que nos quedamos juntos para toda la vida.
José Angel Buesa
De la nostalgia humana por el amor ha brotado al fin y al cabo toda la parte de la cultura que no se orienta directamente a calmar el hambre o a luchar contra los enemigos. El sentimiento de la belleza no mana de otra fuente. Todo el arte, toda la poesía, toda la música han bebido de ella. El más soso cuadro de historia moderno, las madonas de Rafael, y las obreritas parisinas de Steinlen, el 'Ángel de la Muerte' como el Cantar de los Cantares y el Buch der Lieder, oratorios y valses vieneses, incluso toda moldura de yeso en esta casa horrenda donde vivo, todo dibujo de la alfombra, la forma de aquel jarrón de porcelana y el diseño de mi bufanda, todo lo que pretende gustar y embellecer, tanto si lo logra como sino, viene de allí, aunque sea por caminos largos y tortuosos.
Hjalmar Söderberg (Doctor Glas)
-Simplemente pensé… no lo se. Pensé que me odiarías. La diversión desapareció de su rostro. Se acerco a mí y apoyo las manos en mis hombros, sus ojos color verde oscuro estaban serios. ―Rose, nada en este mundo podría hacer que te odiara. ―¿Ni siquiera intentar traer a mi exnovio de vuelta de la muerte? Adrian me acerco, y incluso en sueños, pude oler su piel y su colonia. ―Si soy honesto. Si Belikov volviera aquí en este momento, ¿vivo como solía estar? Habría algunos problemas. No quiero pensar que pasaría entre nosotros si… bien, no vale la pena perder el tiempo. Él no esta aquí. ―Yo todavía… todavía querría intentarlo - le dije humildemente. ―Todavía lo intentaría, incluso si estuviera de vuelta. Simplemente estoy teniendo un tiempo difícil para dejar ir a alguien que me importa. ―Lo se. Hiciste lo que hiciste por amor. No puedo estar enfadado contigo por esto. Fue una estupidez, pero por amor. ¿Tienes alguna idea de lo que haría por ti? ¿Por mantenerte a salvo?
Richelle Mead (Spirit Bound (Vampire Academy, #5))
—Cada uno de nosotros sigue perdiendo algo muy preciado —dice cuando el teléfono deja de sonar—. Oportunidades importantes, posibilidades, sentimientos que no podrán recuperarse jamás. Esto es parte de lo que significa estar vivo. Pero dentro de nuestra cabeza, porque creo que es ahí donde debe de estar, hay un pequeño cuarto donde vamos dejando todo esto en forma de recuerdos. Seguro que es algo parecido a las estanterías de esta biblioteca. Y nosotros, para localizar dónde se esconde algo de nuestro corazón, tenemos que ir haciendo siempre fichas catalográficas. Hay que limpiar, ventilar la habitación, cambiar el agua de los jarrones de flores. Dicho de otro modo, tú deberás vivir hasta el fin de tus días en tu propia biblioteca.
Haruki Murakami (Kafka on the Shore)
habiendo algunos fanáticos en el valle de Shah-i-Kot, en la provincia de Paktia. Una vez más la información era inexacta: no eran un puñado, sino centenares. Al ser afganos los talibanes derrotados, tenían a donde ir: sus aldeas y pueblos natales. Allí podían escabullirse sin dejar rastro. Pero los miembros de Al Qaeda eran árabes, uzbekos y, los más feroces de todos, chechenos. No hablaban pastún y la gente del pueblo afgano los odiaba, de manera que solo podían rendirse o morir peleando. Casi todos eligieron esto último. El mando estadounidense reaccionó al chivatazo con un plan a pequeña escala, la operación Anaconda, que fue asignada a los SEAL de la Armada. Tres enormes Chinook repletos de efectivos despegaron rumbo al valle, que se suponía vacío de combatientes. El helicóptero que iba en cabeza se disponía a tomar tierra, con el morro levantado y la cola baja, la rampa abierta por detrás y a solo un par de metros del suelo, cuando los emboscados de Al Qaeda dieron el primer aviso. Un lanzagranadas hizo fuego. Estaba tan cerca que el proyectil atravesó el fuselaje del helicóptero sin explotar. No había tenido tiempo de cargarse, así que lo único que hizo fue entrar por un costado y salir por el otro sin tocar a nadie, dejando un par de boquetes simétricos. Pero lo que sí hizo daño fue el incesante fuego de ametralladora desde el nido situado entre las rocas salpicadas de nieve. Tampoco hirió a nadie de a bordo, pero destrozó los controles del aparato al horadar la cubierta de vuelo. Gracias a la habilidad y la genialidad del piloto, pocos minutos después el moribundo Chinook ganaba altura y recorría cuatro kilómetros hasta encontrar un sitio más seguro donde proceder a un aterrizaje forzoso. Los otros dos helicópteros se retiraron también. Pero un SEAL, el suboficial Neil Roberts, que se había desenganchado de su cable de amarre, resbaló en un charquito de fluido hidráulico y cayó a tierra. Resultó ileso, pero inmediatamente fue rodeado por miembros de Al Qaeda. Los SEAL jamás abandonan a uno de los suyos, esté vivo o muerto. Poco después de aterrizar regresaron en busca de Roberts, al tiempo que pedían refuerzos por radio. Había empezado la batalla de Shah-i-Kot. Duró cuatro días, y se saldó con la muerte del suboficial Neil Roberts y otros seis estadounidenses. Había tres unidades lo bastante cerca como para acudir a la llamada: un pelotón de SBS británicos por un lado y la unidad de la SAD por el otro; pero el grupo más numeroso era un batallón del 75 Regimiento de Rangers. Hacía un frío endemoniado, estaban a muchos grados bajo cero. La nieve, empujada por el viento incesante, se clavaba en los ojos. Nadie entendía cómo los árabes habían podido sobrevivir en aquellas montañas; pero el caso era que allí estaban, y dispuestos a morir hasta el último hombre. Ellos no hacían prisioneros ni esperaban serlo tampoco. Según testigos presenciales, salieron de hendiduras en las rocas, de grutas invisibles y nidos de ametralladoras ocultos. Cualquier veterano puede confirmar que toda batalla degenera rápidamente en un caos, y en Shah-i-Kot eso sucedió más rápido que nunca. Las unidades se separaron de su contingente, los soldados de sus unidades. Kit Carson se encontró de repente a solas en medio de la ventisca. Vio a otro estadounidense (pudo identificarlo por lo que llevaba en la cabeza: casco, no turbante) también solo, a unos cuarenta metros. Un hombre vestido con túnica surgió del suelo y disparó contra el soldado con su lanzagranadas. Esa vez la granada sí estalló; no dio en el blanco sino que explotó a los pies del soldado.
Frederick Forsyth (La lista)
Está oscuro. Oigo el bosque, el silencio: los conozco bien. Pero ningún sonido vivo; ni siquiera a él. Era como si la oscuridad lo sacara de su integridad convirtiéndose en una dispersión inconexa de elementos: mucosidades y pataleos, olor a carne tibia y pelo apestando a amoniaco; una ilusión de un conjunto coordinado de piel con manchas y huesos poderosos dentro de la cual, disperso y secreto y familiar, hay un ser diferente de mi ser. Le veo disolverse ―las patas, un ojo muy abierto, manchas alegres como llamas frías― y flotar en la oscuridad en solución que se desvanece; todo uno y sin embargo ninguno; todos los dos pero ninguno. Veo con el oído que se enrosca hacia él, le acaricia, le da su forma definitiva: cernejas, lomo, brazuelo y cabeza. Olor y sonido. No estoy asustado.
William Faulkner (As I Lay Dying)
Lo que ocupa a todos los seres vivos y los mantiene en movimiento es el afán de existir. Con la existencia, sin embargo, cuando se tiene por segura, los hombres ya no saben qué hacer; por ello, la segunda cosa que los mantiene en movimiento estriba en el afán de librarse del peso de la existencia, hacer que no se note, «matar el tiempo», es decir, escapar al tedio. Y de acuerdo con ello, vemos que casi todos los hombres que se hallan a salvo de la miseria y las preocupaciones, ahora que se han librado por fin de todas las demás cargas, se vuelven una carga para sí mismos y toman por una ganancia cada hora pasada con alguna ocupación, es decir, cada pizca que se sustrae precisamente de esa vida, para la conservación de la cual hasta ese momento habían empleado todas las fuerzas disponibles.
Arthur Schopenhauer (El arte de sobrevivir)
Solo aquí, qué bien, me parece que estoy encima de todo. No me puede pasar nada. Yo soy el que paso. Vivo. Vivo. Fuera de tantas preocupaciones, fuera del dinero que tenía que ganar, fuera de la mujer con la que me tenía que casar, fuera de la clientela que tenía que conquistar, fuera de los amigos que me tenían que estimar, fuera del placer que tenía que perseguir, fuera del alcohol que tenía que beber. Si estuvieras así. Manténte ahí. Ahí tienes que estar. Tengo que estar aquí, en esta altura, viendo cómo estoy solo, pero así, en lo alto, mejor que antes, más tranquilo, mucho más tranquilo. No caigas. No tengo que caer. Estoy así bien, tranquilo, no me puede pasar nada, porque lo más que me puede para es seguir así, estando donde quiero estar, tranquilo, viendo todo, tranquilo, estoy bien, estoy bien, estoy muy bien así, no tengo nada que desear. Tú no la mataste. Estaba muerta. Yo la maté. ¿Por qué? ¿Por qué? Tú no la mataste. Estaba muerta. Yo no la maté. Ya estaba muerta. Yo no la maté. Ya estaba muerta. Yo no fui. No pensar. No pensar. No pienses. No pienses en nada. Tranquilo, estoy tranquilo. No me pasa nada. Estoy tranquilo así. Me quedo así quieto. Estoy esperando. No tengo que pensar. No me pasa nada. Estoy tranquilo, el tiempo pasa y yo estoy tranquilo porque no pienso en nada. Es cuestión de aprender a no pensar en nada, de fijar la mirada en la pared, de hacer que tú quieras hacer porque tu libertad sigue existiendo también ahora. Eres un ser libre para dibujar cualquier dibujo o bien para hacer una raya cada día que vaya pasando como han hecho otros, y cada siete días una raya más larga, porque eres libre de hacer las rayas todo lo largas que quieras y nadie te lo puede impedir.
Luis Martín-Santos (Tiempo de silencio)
Dos cosas lo rondan, sin embargo: una, la imagen de los dedos de ella abriéndose paso por entre los rulos de su mejor amigo, el contoneo de esa patrulla de soldaditos voluptuosos que exploran cada recodo de esa selva oscura y de pronto, lánguidos, se abandonan al roce de los mechones espiralados, ceden a la resistencia que le oponen las matas espesas y por fin, exhaustos, se quedan quietos, como camuflados en la maraña de pelo, a la espera de la próxima batalla; dos, la intensidad, la energía con que se besan, y sobre todo la duración de los besos, tan dilatada que a veces él, que desde ese primer día de clases ya no puede dar un paso en el colegio sin encontrárselos, sin sorprenderlos uno en brazos del otro, trenzados en una de esas ceremonias de succión mutua que los raptan del mundo, tiene la impresión de que van dejando de moverse, aplacan la respiración, se dejan mecer por el ritmo de lo único que sigue vivo en ellos, la danza muda de sus lenguas, y terminan por dormirse.
Alan Pauls
RECUERDE LA FLOR DE LOTO Las grandes personas siempre se burlaban de los que se sienten más pequeños que ellos. Un león no se inmuta a la risa que viene de una hiena. Un gorila no se mueve de un plátano lanzado en ello por un mono. Un ruiseñor no para cantar su canción hermosa por la intrusión de un pájaro carpintero molesto. Siempre que usted debe dudar de su autoestima, recuerda la flor de loto. A pesar de que se sumerge a la vida de debajo del lodo, que no permite que la suciedad que lo rodea para afectar a su crecimiento o la belleza. Sé que la flor de loto siempre. No permita que cualquier negatividad o la fealdad en su entorno destruyan su confianza, afectan su crecimiento, o te hacen la pregunta de su autoestima. Es muy normal que uno de malezas feo no quiere estar solo. Recuerda esto siempre. si usted fuera feo, o simplemente tan pequeño como ellos sienten que son, entonces ellos no se sienten tan amargo y envidioso cada vez que se ven obligados a mirar hacia magníficamente Divina USTED ". SUZY KASSEM : filósofo, poeta de la Verdad
Suzy Kassem (Rise Up and Salute the Sun: The Writings of Suzy Kassem)
La sensación que más me ha acompañado desde niña es la del hervor. Me siento como una langosta a la que han arrojado consciente a la olla al rojo vivo que significa existir. A diario me pregunto cuándo estaré cocinada y me podré poner a enfriar. Pensaba que al aprender a saltar a la comba soplaría brisa fresca pero todavía estoy esperando. Dominé la comba, dominé el idioma, aproveché las vacaciones para leer libros hasta el amanecer, aprobé todo tipo de exámenes, saqué buena nota en Selectividad sin el apoyo de ninguna academia, salí a la calle con maquillaje, tacones y ligueros de encaje y volví a casa sorteando ejércitos de obstáculos y monstruos con el rímel sin correr, me depilé las ingles, las piernas completas, los sobacos, me decoloré el bigote, limpié el cuarto de baño doscientas mil veces, hice espaguetis y mermelada de moras, digerí semen espeso y amargo con buena cara, me acordé de llevar siempre cortaúñas, líquido desinfectante, pañuelos y estuche de lentillas a todas partes, de apagar el gas antes de salir de casa, de sacar al perro al amanecer y al sol de agosto, de tender la ropa a tiempo para que no cogiese olor a humedad, de comprar el café que le gusta a mi madre porque no quería que sus mañanas fuesen aún más difíciles. Cuánto falta. Cuándo llega el punto en el que deja de quemar la vida. ¿Ocurrirá al terminar la carrera, al conseguir un trabajo digno? Cada vez quema más, quema más que nunca. Estoy al rojo vivo.
Elisa Victoria (El evangelio)
El bien no está en la naturaleza, tampoco en los sermones de los maestros religiosos ni de los profetas, no está en las doctrinas de los grandes sociólogos y líderes populares, no está en la ética de los filósofos. Son las personas corrientes las que llevan en sus corazones el amor por todo cuanto vive; aman y cuidan de la vida de modo natural y espontáneo. Al final del día prefieren el calor del hogar a encender hogueras en las plazas. Así, además de ese bien grande y amenazador, existe también la bondad cotidiana de los hombres. Es la bondad de una viejecita que lleva un mendrugo de pan a un prisionero, la bondad del soldado que da de beber de su cantimplora al enemigo herido, la bondad de los jóvenes que se apiadan de los ancianos, la bondad del campesino que oculta en el pajar a un viejo judío. Es la bondad del guardia de una prisión que, poniendo en peligro su propia libertad, entrega las cartas de prisioneros y reclusos, con cuyas ideas no congenia, a sus madres y mujeres. Es la bondad particular de un individuo hacia, otro, es una bondad sin testigos, pequeña, sin ideología. Podríamos denominarla bondad sin sentido. La bondad de los nombres al margen del bien religioso y social. Pero si nos detenemos a pensarlo, nos damos cuenta de que esa bondad sin sentido, particular, casual, es eterna. Se extiende a todo lo vivo, incluso a un ratón O a una rama quebrada que el transeúnte, parándose un instante, endereza para que cicatrice y se cure rápido. En estos tiempos terribles en que la locura reina en nombre de la gloria de los Estados, las naciones y el bien universa I, en esta época en que los hombres ya no parecen hombres y sólo se agitan como las ramas en los árboles, como piedras que arrastran a otras piedras en una avalancha que llena los barrancos y las fosas, en esta época de horror y demencia, la bondad sin sentido, compasiva, esparcida en la vida como una partícula de radio, no ha desaparecido. Vida y Destino (Galaxia Gutenberg)
Vasily Grossman
Mátenme al alba. Con cuchillos [ilegible] y con cuchillas oxidadas. Estaré en cuclillas esperando. Salva tu amor. No lo salves. Desafección y mierda violenta que aprendió a expresarse en nuestros días mediante fórmulas atroces como «hacer el amor» y «asumir la responsabilidad» y «negar el pasado» y «el hombre es lo que se hace». No hay más que la memoria, maravilla sin igual, horror sin semejanza. Hace mucho que me entregué a las sombras. Y no me contenta mi destino sombrío, mi destino asombrado. Me han asolado, me han agostado. Libérame de ti pues te amo y no estás. No me hables. No te apostes en mis rincones preferidos. Estás aquí. Me deliras. Me cortas las cintas de colores que me aliaban a las niñas que fui. Me abandonas loca furiosa, comiendo sombras furiosamente, girando convulsa con las manos espantadas, revolcándome en tu huida hasta los atroces orgasmos y gritos de bestia asesinada. Pero te amo. A ti te asumo, ante ti sin pasado ni relojes ni sonidos. Sucia y susurrante, leve, ingrávida, llena de sangre y de sustancias sexuales, húmeda, mojada, reventando de calor, de sangre que pide. Me dañas la columna vertebral, tantos días despeñada sobre tu cuerpo imaginado. Me dañas la cabeza que di contra las paredes porque no sabía qué hacer salvo esto: que debía golpearme y castigarme ya que tú no venías. Con tu sonrisa de paraíso exactamente situado en el tiempo y en el espacio. Con tus ojos que sonríen antes que tus labios. En tus ojos encuentro mi persona súbitamente reconstruida. En tus ojos se acumulan mis fragmentos que se unen apenas me miras. En tus ojos vivo una vida de aire puro, de respiración fiel. En tus ojos no necesito del conocimiento, no necesito del lenguaje. En tus ojos me siento y sonrío y hay una niña azul en el jardín de un castillo. Ahora que no estás me atrae la caída, la mierda, lo abyecto, lo denigrante. Salgo a la calle y siento la suciedad, la ruina. Entro en los bares más siniestros y tomo un vino como sangre coagulada, como menstruación, y me rodean brujas negras, perros sarnosos, viejos mutilados y jóvenes putos de ambos sexos. Yo bebo y me miro en el espejo lleno de mierda de moscas. Después no me veo más. Después hablo en no sé cuál idioma. Hablo con estos desechos que no me echan, ellos me aceptan, me incorporan, me reconocen. Recito poemas. Discuto cuestiones inverosímiles. Acaricio a los perros y me chupo las manos. Sonrío a los mutilados. Me dejo tocar, palpar, manos en mi cuerpo adolescente que tanto te gustaba por ser ceñido y firme y suave. («La lisura de tu vientre, tus caderas de efebo solar, tu cintura hecha a la medida de mis manos cerrándose, tus pechos de niña salvaje que los deja desnudos aun cuando llueve, tu sexo y tus gritos rítmicos, que deshacían la ciudad y me llevaban a una selva musical en donde todo confabulaba para que los cuerpos se reconozcan y se amen con sonidos de leves tambores incesantes. Esas noches en que hacíamos el amor debajo de las grandes palabras que perdían su sentido, porque no había más que nuestros cuerpos rítmicos y esenciales… Y ahora llueve y tengo náuseas y vomito casi todo el día y siempre que hay un olor espantoso en la calle, un olor a paquete olvidado, a muerto olvidado. Y tengo miedo. Eso quería decir: que no estás y tengo miedo.»)
Alejandra Pizarnik (Diarios)
La superficie no resiste. Huyo hacia delante llevando el dolor cosido a los talones. Ninguna acequia en la que ahogarlo, ninguna huella en la que perderlo. Decido enfrentarlo como se enfrenta al cielo la llanuera: a descubierto. Habré de perderme a mí ya que en el mí se aloja todo dolor. Digo dolor para nombrarlo, exorcizar al mí. Escribo el mí para que ruede hacia la página, pero se me pega a los dedos y no acierto, no acierto a diluir en la tinta el llanto. A sacudidas me digo, a sacudidas la letra y luego contra lo irremediable me alzo. Alzo el grito. Contra lo irremediable. Vago por el mundo dejando un rastro de gritos. Cada saludo es un frito, cada sonrisa un grito. Mi sonrisa oculta el primer grito del mundo, el único, el mismo, aquel que brota en el final, cuando ya nada importa. Intrusa de mi mundo y del ajeno, no hallo lugar para el descanso. La fe de los comienzos, no El perdón no. Sólo el balbuce. La salvación no. Sólo el balbuceo. Después del grito el balbuceo. Asolada el balbuceo. Mis pasos doblándose hacia dentro. La mente desposeída de estrategias. Sólo el balbuceo. Dolor, ni tan siquiera -palabra sin sentido-. No abro las cortinas. Ninguna cortina. La habitación oscura. Málagra, Damasco, Delhi, en todas las ciudades la vida me es ajena, Todas las ventanas son la misma ventana. Todas las aceras reciben el mismo cuerpo. La misma soledad cayendo, excesiva. Morir es un exceso. Me ex- cedo. Balbuceo. Sigo alimentándome tan sólo para poder decir el exceso. A contra-vida. Abajo. Y a nadie que esté vivo ha de importarle lo que digo. No es más que un murmullo soterrado, apenas inquietante.
Chantal Maillard (La herida en la lengua)
A VECES LA MAÑANA AYUDA Hace tiempo que ando escribiendo una crónica que llevaría el título "No siempre la mañana ayuda". Y hasta tenía el comienzo apuntado en un papel por ahí, a toda prisa, sobre la mesa del despacho. Empieza así: "Al salir de la casa y tropezar con el rostro del sol(antiguamente lo representábamos así, con una amplia sonrisa y los ojos alegres, con una cabellera de rayos resplandecientes), deberíamos caer de rodillas, ofrecer cualquier cosa al culto pagano de la luz y sentir después el mundo conquistado. Pero todos tenemos otra cosa que hacer". Y saldría uno por ahí fuera a ahuyentar la melancolía, a justificar el título, en definitiva. Algo me ha impedido continuar. Y sé que hoy no voy a concluir una prosa que me enfrentaría al lector. Y es que, sin esperarlo, se despertó en mi memoria un caso acontecido entre dos hombres, un caso que viene a demostrar que, a veces, la mañana ayuda, sí señor. Vamos, pues, con la historia. Imagine el lector un vagón de tren. Lleno. El día no es ni feo ni bonito: tiene algo de sol, unas nubes que lo cubren, y hay una brisa cortante allá afuera. Los viajeros van callados, hacen todos unos gestos involuntarios al albur del traqueteo. Unos leen periódicos, otros se ausentan hacia un país silencioso y sólo habitado por pensamientos ocultos e indefinidos. Hay una gran indiferencia en la atmósfera, y el sol, al descubrirse, ilumina un escenario de rostros apagados. Entonces, el hombre más(pero muy lejos deser un adolescente), que está sentado junto a la ventanilla, empieza a tararear en sordina una vaga canción. Quizá no tenga motivos especiales de contento, pero, en aquella hora, la necesidad de cantar es irresistible. Todo cuanto acude a su memoria sirve. Y va tan absorto en su pura y gratuita alegría que ni siquiera repara en que el vecino de asiento se muestra ofendido y esboza esos movimientos elocuentes que sustituyen a las palabras cuando no hay valor para pronunciarlas. Frente al hombre que canta, hay un viejo. Éste desde que salió anda rumiando problemas que lo atormentan. Es muy viejo, y está enfermo. Ha dormido mal. Sabe que va a tener un día difícil. Y detrás de él una voz deshilacha canciones, badabádabá, notas de música, de un modo impreciso pero obstinadamente vivo y afirmativo. El sol sique jugando al escondite. Y el mar, que súbitamente aparece se puebla de islas de sombra entre grandes lagos de plata fundida. A lo lejos, la ciudad se diluye en humo y niebla seca. Silenciosa, a aquella distancia, tiene un aire de fatalidad y resignación, como un cuerpo que ha renunciado a vivir y se extingue lentamente. Es grande el peligro de que la melancolía triunfe definitivamente. Pero el hombre insiste. Ya no es posible identificar al que canta. Ahora sale de su boca un flujo de armonía, un lenguaje que ha desistido de la articulación coherente para penetrarse mejor de la sustancia de la música. Esto acabrá sin duda con un grito irreprimible de alegría, con indignación y escandalo de los viajeros. Ocurrió, sin embargo, que la ciudad llegó de repente. Se abrieron las puertas, la gente se precipitó, empujándose, olvidándose unos de otros. El hombre se levanta, murmurando aún algo. Sigue a lo largo del andén, va a lo suyo, con su música. Y, de pronto, alguien lo coge del brazo. El viejo está a su lado, se juraría que tiene los ojos húmedos, y dice: "Gracias. Yo venía preocupado y triste. Cuando lo oí cantar sentí una gran paz, y durante todo el camino vine pidiéndole a Dios que siguiera usted cantando. Muchas gracias". El hombre de las canciones sonrió, primero con embarazo, luego como si fuera el amo del mundo. Se separaron. Y fue cada uno a su trabajo, con la música que era de los dos.
José Saramago (Las maletas del viajero)
Vivo en los Estados Unidos y soy chilena, sangre, voluntad y memoria. Al llegar a este país me obligaron a llenar un formulario en el cual había una casilla referente a la raza: la primera alternativa era blanca, la cual iba a automáticamente yo a marcar, cuando leí más abajo la palabra “Hispanic”. Me pareció una enorme incultura por parte de los funcionarios gringos ya que lo hispano no se refiere a una raza, pero abismada comprendí que por primera vez en mi vida me expulsaban de mi propio nicho, de lo que creía mi identidad natural y objetiva, aunque entre una norteamericana y yo no mediase la más mínima diferencia física ( más aún en este caso específico: soy pelirroja, hasta me parezco a ellos ). Ni que decirlo, marqué con saña el segundo cuadrado y cada día transcurrido de estos seis años me he ido apegando más y más a él. Cuando camino por las calles de la ciudad, a veces me da la impresión de que todos mis antepasados están allí, en la pulcra e impersonal boca del metro, con la esperanza de llegar a alguna parte. Todo chicano o salvadoreño despreciable es mi tío, el hondureño que retira la basura es mi novio. Cuando Reina se declara a sí misma una desclasada, sé exactamente a que se refiere. Toda mi vida ha corrido por este lado del mundo. Mi cuna real y ficticia, el lugar donde nací y el otro que fui adquiriendo, lucen oropeles muy americanos ( ¡ no acepto que ese adjetivo se lo atribuyan los del norte! América es tanto la de arriba como la de abajo, norte y sur tan americanos uno como el otro). Trazo los dos puntos del continente para señalar los míos y agrego un tercero, éste. Dos de ellos resultan razonablemente cercanos, y luego, inevitable, la línea larga baja y baja hasta llegar al sur, hasta lo que, a mi pesar, debo reconocer como el fin del mundo. Sólo los hielos eternos más allá de esa tierra. Allí nací. Mapuches o españoles, fluidas, impredecibles, vigorosas, allí están mis raíces.
Marcela Serrano (Lo que está en mi corazón)
Comprendí al punto: era la lucha entre los hombres y las máquinas, preparada, esperada y temida desde hace mucho tiempo, la que por fin había estallado. Por todas partes yacían muertos y mutilados, por todas partes también automóviles apedreados, retorcidos, medio quemados; sobre la espantosa confusión volaban aeroplanos, y también a éstos se les tiraba desde muchos tejados y ventanas con fusiles y con ametralladoras. En todas las paredes anuncios fieros y magníficamente llamativos invitaban a toda la nación, en letras gigantescas que ardían como antorchas, a ponerse al fin al lado de los hombres contra las máquinas, a asesinar por fin a los ricos opulentos, bien vestidos y perfumados, que con ayuda de las máquinas sacaban el jugo a los demás y hacer polvo a la vez sus grandes automóviles, que no cesaban de toser, de gruñir con mala intención y de hacer un ruido infernal, a incendiar por último las fábricas y barrer y despoblar un poco la tierra profanada, para que pudiera volver a salir la hierba y surgir otra vez del polvoriento mundo de cemento algo así como bosques, praderas, pastos, arroyos y marismas. Otros anuncios, en cambio, en colores más finos y menos infantiles, redactados en una forma muy inteligente y espiritual, prevenían con afán a todos los propietarios y a todos los circunspectos contra el caos amenazador de la anarquía, cantaban con verdadera emoción la bendición del orden, del trabajo, de la propiedad, de la cultura, del derecho, y ensalzaban las máquinas como la más alta y última conquista del hombre, con cuya ayuda habríamos de convertirnos en dioses. Pensativo y admirado leí los anuncios, los rojos y los verdes; de un modo extraño me impresionó su inflamada oratoria, su lógica aplastante; tenían razón, y, hondamente convencido, me quedé parado ya ante uno, ya ante el otro, y, sin embargo, un tanto inquieto por el tiroteo bastante vivo. El caso es que lo principal estaba claro: había guerra, una guerra violenta, racial y altamente simpática, en donde no se trataba de emperadores, repúblicas, fronteras, ni de banderas y colores y otras cosas por el estilo, más bien decorativas y teatrales, de fruslerías en el fondo, sino en donde todo aquel a quien le faltaba aire para respirar y a quien ya no le sabia bien la vida, daba persuasiva expresión a su malestar y trataba de preparar la destrucción general del mundo civilizado de hojalata. Vi cómo a todos les salía risueño a los ojos, claro y sincero, el afán de destrucción y de exterminio, y dentro de mí mismo florecían estas salvajes flores rojas, grandes y lozanas, y no reían menos. Con alegría me incorporé a la lucha.
Hermann Hesse (Der Steppenwolf.)