Cuerpo Desnudo Quotes

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Y si, digo que me parecería de lo más bonito del mundo tomarnos de la mano y besarnos frente a los demás. Y comer fresas con crema de tu boca o de tus piernas en mi casa de campo mientras preparo chocolate caliente y tu enciendes la calefacción. Y estar cada noche en la azotea viendo constelaciones mientras te hago dibujos en la espalda de las mismas. Y decirte que me encantaría pasar horas dando vueltas en la cama mirandote y jugando contigo a que somos gatos que no quieren dormirse y quieren jugar hasta que se vaya la luna. Y quisiera despertar todos los días viendote despertar. Hacerte el desayuno, el amor. Compartirte mi vida. Decir que no hay peor ciego que el que no te quiera ver, y que la verdad el mundo sería bastante aburrido sin tu existencia. Y que me ha gustado un montón haberte encontrado. Y que sólo me sentiría perdido si te suelto de la cintura cuando bailemos. Que sólo en tus labios es que puedo calmar mi sed de verdad, y en tus ojos es que puedo disfrutar de un próspero amanecer. Que con nuestros cuerpos rozados uno al otro mi corazón da latidos de fuego artificial. Que la vida sin ti es un desperdicio, y que no me importa el tiempo que tenga que pasar esperandote por que te vistas a la hora de salir. Que no me importaría llegar tarde al trabajo si cada mañana despertamos, te hago el café comemos y hacemos el amor antes de despedirnos. Que sonreír es mucho más bonito cuando lo hago porque lo haces tú. Que me encantas con pijama, sin pijama, con lo que sea. Que eres tan bella que no dejas que nadie más para mí lo sea. Corretear por la cocina desnudos por estar jugando a las escondidas, aparecerme en la ducha cuando tu lo estás, abrazarte y besarte haciendote saber que eres la mejor persona del mundo y que ser feliz es sinónimo de estar contigo. Y besar tu cuello y acariciar tu vientre mientras digo que soy capaz de darle la vuelta al mundo para abrazarte por la espalda. Así te quedaría claro que eres amada por mí.
J. Porcupine (La vuelta al mundo para abrazarte por la espalda)
Todos sabían. Que el cuerpo de una chica podía romperse. Que las niñas podían perderse cuando regresaban solas a casa y la noche era oscura. Que al cura lo horrorizaba más hallar un cuerpo desnudo que uno destrozado.
Martina Antognini (El pájaro de leche y sangre)
—El combarradh es el símbolo que hace que nunca vayas desnudo. El amor de tu pareja, el respeto y la fidelidad de tu mitad harán que te sientas siempre protegido. En ella encontrarás un alma que siempre te acompañará, un cuerpo que te proveerá de lo que necesites, y un amor que nunca perecerá, aunque encuentres dificultades en el camino. No se trata de un amor perfecto, no lo es. Pero es especial. ¿Crees que en la actualidad es obsoleto? Propónselo a los humanos y serían capaces de darte lo que les pidieras a cambio de una entrega incondicional de ese tipo. Y lo firmarían a ciegas porque es algo que no encuentran. En su mundo nada es para siempre: las personas vienen y van, no permanecen, no se mantienen al lado de uno hasta que la muerte los separe. Juran unos votos ante su dios y al cabo de unos años, los rompen con mentiras, malos comportamientos, falta de respeto por sus familias y muchas cosas más… Algunos ni siquiera juran esos votos por miedo a romperlos y se excusan diciendo que no creen en ellos. Nada tiene valor aquí. Cuando algo se complica, en vez de luchar por ello, abandonan. Y no entienden que comportándose así dejan de darle valor a las cosas, incluso a sí mismos. Ya se han olvidado de cumplir sus promesas. Kenshin la escuchaba con tanta atención que bebía de ella. Sus palabras estaban llenas de coherencia y también de una pasión digna de envidiar. —El Comharradah te enseña a amar no porque esa persona sea perfecta. El nudo perenne te marca el camino a seguir para creer en la perfección de esa persona imperfecta que hay exclusivamente para ti —resumió él.
Lena Valenti (El libro de Miya (Saga Vanir, #5))
Tu cuerpo desnudo debería pertenecer sólo a aquel que se enamore de tu alma desnuda
Charlie Chaplin
Una terrible tragedia, pero ¿puedo evitar mi mortífera belleza? No. Cargo con esta cara bonita. Por no hablar de tu cuerpo. En serio, no me obliguéis a hablar de mi cuerpazo. Dave, mejor que no me veas desnudo. Verme desnudo quitó las respiración a Hazel dijo señalando con la cabeza la bombona de oxígeno.
John Green (The Fault in Our Stars)
Había momentos, sin embargo, en que la fuerza de la naturaleza ahogaba en mí todos mis prejuicios; hubiera entregado de buena gana mi alma a la perdición, ¿qué digo?, mi cuerpo a las llamas eternas, por poder huir con él a cualquier parte, a los confines de la tierra, o a un isla desierta, donde desnudo como Adán, hubiera vivido durante años con él, en pecado mortal, saciándome con fascinante belleza.
Oscar Wilde (Teleny or the Reverse of the Medal)
A un lado estaban los jugadores, sentados en butacas de cuero; al otro lado, gente de pie, hombres o mujeres según los gustos, desnudos y atados. Sandre y Berzingue llevaban ya sus cerbatanas de sangrita con sus iniciales grabadas, y Lazuli cogió dos de una bandeja, una para Wolf y otra para él, y una caja de agujas. Sandre se sentó, se llevó la cerbatana a la boca y sopló. Al otro extremo, frente a él, había una niña de quince o dieciséis años. La aguja se clavó en la carne de su pecho izquierdo, y se formó una gran gota de sangre que fue descendiendo a lo largo del cuerpo.
Boris Vian (L'herbe rouge - roman / Les lurettes fourrées - nouvelles)
Tonterías. Soy el hombre más adecuado. Nadie puede serte menos peligroso que yo. El cuerpo de obrero desnudo que se apretaba contra ella no parecía poco peligroso. _ ¿Cómo has llegado a esta conclusión? _ Nos entendemos perfectamente. Yo soy sarcástico y desagradable. Tú eres terca y manipuladora. _ Que Dios nos bendiga.
Susan Elizabeth Phillips (Ain't She Sweet?)
La pobreza no es más surreal que la riqueza; un cuerpo vestido con harapos mugrosos no es más surreal que una princesa vestida para un baile o un desnudo prístino.
Susan Sontag
Los cuerpos desnudos y mojados de las mujeres se empujaban impacientes para ver de cerca la muerte, para verla en una cara familiar, conocida.
Milan Kundera
El contento es el lado positivo de la resignación. Tiene su atractivo, pero no sirve de nada llevar abrigo, botas forradas y guantes si lo que el cuerpo quiere de verdad es estar desnudo.
Jeanette Winterson (Escrito en el cuerpo (Spanish Edition))
Camino por la playa y la luna parece congelar la arena Ha caminado tanto tiempo solo que me convertí en un alma en pena Al caer la lluvia congela mi cuerpo desnudo Dejo de caminar y me desplomo quedando a merced del destino OH Dios! Me muero de frío No sé si es porque estoy solo o porque carezco de abrigo La arena mojada hace que me hunda Aunque hubiera querido que el mar fuera mi tumba.
Luis Nieto (Poemas (Las sombras del Corazon) (Spanish Edition))
¿Cuándo se consuma una trición urdida entre un hombre y una mujer? ¿A partir del primer cruce de miradas? ¿Durante el imperceptible estremecimiento que sacude las certezas más firmes como un sismo cuyo epicentro se origina en las entrañas? ¿En el momento en que surge el pensamiento que, con premeditación y alevosía, abre las puertas de la imaginación hacia el abismo de un futuro diferente? ¿Con el primer contacto, un mero roce de manos o, menos aún, con el aire de un susurro que acaricia la piel tras el lóbulo de la oreja? ¿A partir del primer abrazo? ¿Desde el primer beso? ¿Cuando la mano percibe las formas por encima de la ropa? ¿Con el entrelazamiento animal de los cuerpos desnudos? ¿Acaso es la aparición de la palabra que pone nombre a los hechos y a los sentimientos? ¿O la traición se consuma con la sola enunciación de un plan secreto?
Federico Andahazi (Los amantes bajo el Danubio)
Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? 15 Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, 16 y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? 17 Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.
Casiodoro de Reina (Reina Valera 1960)
Por eso precisamente se les dice a los cristianos que no juzguen. Sólo vemos los resultados que las elecciones de un hombre extraen de su material en bruto. Pero Dios no juzga en absoluto a ese hombre por su material en bruto, sino por lo que ha hecho con él. La mayor parte de la estructura psicológica de un hombre se debe probablemente a su cuerpo: cuando su cuerpo muera todo eso se desprenderá de él, y el hombre central auténtico, aquello que eligió, el mejor o el peor partido que sacó de ese material, se quedará desnudo. Toda clase de cosas buenas que creíamos eran nuestras, pero que en realidad se debían a una buena digestión, se desprenderán de nosotros, y toda clase de cosas malas que se debían a los complejos o a la mala salud de los demás se desprenderán de ellos. Y entonces, por primerísima vez, veremos a todos tal como son.
C.S. Lewis (Mere Christianity)
Pues decía que cuando uno se casa, si lo hace enamorado de veras, al principio no puede tocar el cuerpo de su mujer sin emberrenchinarse y encenderse en deseo carnal, pero que pasa tiempo, se acostumbra, y llega un día en que lo mismo le es tocar con la mano al muslo desnudo de su mujer que al propio muslo suyo; pero también entonces, si tuvieran que cortarle a su mujer el muslo, le dolería como si le cortasen el propio.
Miguel de Unamuno (Niebla)
Mátenme al alba. Con cuchillos [ilegible] y con cuchillas oxidadas. Estaré en cuclillas esperando. Salva tu amor. No lo salves. Desafección y mierda violenta que aprendió a expresarse en nuestros días mediante fórmulas atroces como «hacer el amor» y «asumir la responsabilidad» y «negar el pasado» y «el hombre es lo que se hace». No hay más que la memoria, maravilla sin igual, horror sin semejanza. Hace mucho que me entregué a las sombras. Y no me contenta mi destino sombrío, mi destino asombrado. Me han asolado, me han agostado. Libérame de ti pues te amo y no estás. No me hables. No te apostes en mis rincones preferidos. Estás aquí. Me deliras. Me cortas las cintas de colores que me aliaban a las niñas que fui. Me abandonas loca furiosa, comiendo sombras furiosamente, girando convulsa con las manos espantadas, revolcándome en tu huida hasta los atroces orgasmos y gritos de bestia asesinada. Pero te amo. A ti te asumo, ante ti sin pasado ni relojes ni sonidos. Sucia y susurrante, leve, ingrávida, llena de sangre y de sustancias sexuales, húmeda, mojada, reventando de calor, de sangre que pide. Me dañas la columna vertebral, tantos días despeñada sobre tu cuerpo imaginado. Me dañas la cabeza que di contra las paredes porque no sabía qué hacer salvo esto: que debía golpearme y castigarme ya que tú no venías. Con tu sonrisa de paraíso exactamente situado en el tiempo y en el espacio. Con tus ojos que sonríen antes que tus labios. En tus ojos encuentro mi persona súbitamente reconstruida. En tus ojos se acumulan mis fragmentos que se unen apenas me miras. En tus ojos vivo una vida de aire puro, de respiración fiel. En tus ojos no necesito del conocimiento, no necesito del lenguaje. En tus ojos me siento y sonrío y hay una niña azul en el jardín de un castillo. Ahora que no estás me atrae la caída, la mierda, lo abyecto, lo denigrante. Salgo a la calle y siento la suciedad, la ruina. Entro en los bares más siniestros y tomo un vino como sangre coagulada, como menstruación, y me rodean brujas negras, perros sarnosos, viejos mutilados y jóvenes putos de ambos sexos. Yo bebo y me miro en el espejo lleno de mierda de moscas. Después no me veo más. Después hablo en no sé cuál idioma. Hablo con estos desechos que no me echan, ellos me aceptan, me incorporan, me reconocen. Recito poemas. Discuto cuestiones inverosímiles. Acaricio a los perros y me chupo las manos. Sonrío a los mutilados. Me dejo tocar, palpar, manos en mi cuerpo adolescente que tanto te gustaba por ser ceñido y firme y suave. («La lisura de tu vientre, tus caderas de efebo solar, tu cintura hecha a la medida de mis manos cerrándose, tus pechos de niña salvaje que los deja desnudos aun cuando llueve, tu sexo y tus gritos rítmicos, que deshacían la ciudad y me llevaban a una selva musical en donde todo confabulaba para que los cuerpos se reconozcan y se amen con sonidos de leves tambores incesantes. Esas noches en que hacíamos el amor debajo de las grandes palabras que perdían su sentido, porque no había más que nuestros cuerpos rítmicos y esenciales… Y ahora llueve y tengo náuseas y vomito casi todo el día y siempre que hay un olor espantoso en la calle, un olor a paquete olvidado, a muerto olvidado. Y tengo miedo. Eso quería decir: que no estás y tengo miedo.»)
Alejandra Pizarnik (Diarios: edición definitiva)
La tía Daniela se enamoró como se enamoran siempre las mujeres inteligentes: como una idiota. [...] Era tan sabia que ningún hombre quería meterse con ella, por más que tuviera los ojos de miel y una boca brillante, por más que su cuerpo acariciara la imaginación despertando las ganas de mirarlo desnudo, por más que fuera hermosa como la virgen del Rosario. Daba temor quererla porque algo había en su inteligencia que sugería siempre un desprecio por el sexo opuesto y sus confusiones.
Ángeles Mastretta (Mujeres de ojos grandes)
La cabeza de Nicasia descansaba sobre el pecho desnudo de Locke. El pelo rojo del zorro se le pegaba a la mejilla por el sudor. Mientras Cardan los miraba, una ráfaga de sangre le calentó las mejillas y los latidos en su cabeza se hicieron tan fuertes que momentáneamente ahogó sus pensamientos. Miró sus cuerpos enredados, las brasas incandescentes de la chimenea, el trabajo a medio terminar para los tutores de palacio que todavía estaba en su escritorio, manchas descuidadas de tinta salpicando el papel. Cardan debería haber sido el chico con el corazón de piedra en la historia de Aslog, pero de alguna manera había dejado que su corazón se volviera de cristal. Podía sentir los fragmentos rotos alojados en sus pulmones, haciendo que cada respiración le doliera. Cardan había confiado en que Nicasia no lo lastimaría, lo cual era ridículo, ya que sabía bien que todos se lastiman entre sí y que las personas que amabas te lastiman más gravemente. Ya que era muy consciente de que ambos se deleitaban en hacer daño a todos los demás que podían, ¿cómo podía haberse considerado seguro?
Holly Black (How the King of Elfhame Learned to Hate Stories (The Folk of the Air, #3.5))
—Ella no significa nada para mí. —La voz de Dank envió un hormigueo por mi cuello y en mi pecho—. Nunca te mentiría, Pagan. —dijo, con urgencia, contra mi oreja. Abrí los ojos para mirar hacia él, con ganas de ver el azul de sus ojos. Sus labios rozaron la punta de mi oreja e hizo un sendero hasta mi cara. Ambas manos se apoderaron de mi cintura tirando de mí con fuerza, contra su cuerpo—. Tú me tientas. No puedo caer en la tentación.No estoy hecho para ser tentado pero, Pagan Moore, me tientas. Desde el momento en que vine por ti me atrajiste. Todo acerca de ti... —Una de sus manos que se posaba en la parte izquierda de mi cintura, se trasladó hasta acariciar suavemente mi brazo—. Tú me vuelves loco de necesidad. De deseo. No lo entendía al principio. Pero ahora lo sé. Es tu alma llamándome. Las almas no significan nada para mí. No se supone que deban. Pero la tuya se ha convertido en mi obsesión. —Bajó la cabeza a mi hombro y me besó en la curva de mi cuello. Su mano se movió por debajo de mi camisa y el calor de la palma de su mano descansaba sobre mi vientre desnudo. Un pulso de calor se apoderó de mí y me apretó fuertemente contra él para que no me cayera—. Quiero matar a ese chico cada vez que veo sus manos sobre ti. —Besó el camino hasta mi cuello y arqueé mi cuello en respuesta a darle un mejor acceso. Nada se había sentido así. Su tacto era como una droga—. Quiero arrancar los brazos de su cuerpo para que no te pueda tocar de nuevo. —Un gruñido bajo, familiar vibraba en mi espalda—. Pero no puedo tenerte, Pagan. No estás hecha para mí. —Su voz sonaba torturada. Quería consolarlo. Él me reclamó también. De alguna manera, había entrado en mi mundo y se había convertido en el centro del mismo.
Abbi Glines (Existence (Existence, #1))
El júbilo de ver de nuevo su rostro, de volver a abrazarla, de escuchar su risa, de verla comer, de mirar sus manos otra vez, la dicha de contemplar su cuerpo desnudo, de besar su cuerpo desnudo, de ver cómo frunce el ceño, cómo se cepilla el pelo, se pinta las uñas, la alegría de estar otra vez con ella en la ducha, de hablar de libros con ella otra vez, de ver cómo se le llenan los ojos de lágrimas, de ver cómo camina, de oír cómo insulta a Ángela, el regocijo de leerle en voz alta, de oírla eructar, de ver cómo se cepilla los dientes, el gozo de desnudarla de nuevo, de juntar otra vez la boca con la suya, de mirarle la nuca, el placer de andar por la calle con ella, de ponerle el brazo sobre los hombros, de lamerle los pechos de nuevo, de penetrar en su cuerpo, de volver a despertarse a su lado, de hablar de matemáticas con ella, de comprarle ropa, de darle y recibir masajes en la espalda, de volver a hablar de su porvenir, la alegría de vivir otra vez con ella en el presente, de oírla decir que lo quiere, de decirle que la quiere, de volver a sentir la mirada de sus intensos ojos negros, y luego la tortura de verla abordar el autobús en la terminal de Port Authority en la tarde del 3 de enero con la plena conciencia de que hasta abril, dentro de más de tres meses, no tendrá ocasión de volver a estar con ella.
Paul Auster (Sunset Park)
—Demostrando un punto. —Me desvestí hasta que estuve completamente desnudo—. No puedo ocultarme de ti. —Levanté los brazos en el aire—. Sería imposible ocultar la reacción de mi cuerpo... con sólo mirar... estoy así. Con sólo mirarte, cada músculo individual en mi cuerpo se tensa. Sólo viendo tu sonrisa, concentrándome en aquellos ojos azules, lo olvido todo menos a ti. Tu sabor, tus labios, tu boca. —Me moví hacia el piso—. Mi cuerpo no puede mentir... —La besé suavemente—. Y créeme cuando digo que no te miento con mis palabras. Aquí... —Toqué su pecho—, eres hermosa. Aquí... —acaricié su mejilla—, es imposible no mirarte. Para mí eres perfecta. •capítulo 42
Rachel Van Dyken (Shame (Ruin, #3))
- Nunca vuelvas a llamarme así - le espeté. - Es mejor que llarmarle <> a alguien, ¿no? - Salió por la puerta - Qué visita tan estimulante. La recordaré mucho tiempo. Aquello ya era suficiente. - ¿Sabes qué? Tienes toda la razón. Mira que llamarte tarado...Esa es una palabra que no te define bien - le dije sonriendo - <> te pega más. - Conque <>, ¿eh? - repitió - Eres un encanto. Levanté el dedo corazón. (pág.20) Eran más de la una, pero parecía que Daemon acabara de levantarse. Llevaba los tejanos arrugados y el pelo enmarañado. Hablaba con alguien por teléfono mientras se pasaba la mano por la mandíbula. - ¿Tu hermano no tiene camisetas o qué? - le pregunté mientras cogía la pala. - Me temo que no. No las lleva ni en invierno. Siempre va por ahí medio desnudo - refunfuñó - Es bastante incómodo tener que verlo así todo el día, enseñando tanta...carne ¡Qué grima! A ella le daría grima, pero a mí...me alteraba bastante. Me puse a cavar hoyos en lugares estratégicos mientras notaba que se me secaba la garganta. Tenia una cara perfecta, un cuerpo de ensueño y una mala leche espectacular. Las tres reglas de oro de cualquier tío macizo, vaya. (pág. 39) - Tienes una cabecita bastante sucia, gatita. Pestañeé. <> - ¿Qué has dicho? - Que tienes la cabeza sucia - repitió en voz baja. Sabía que Dee no podía oírle -, llena de tierra. ¿Qué creías que quería decir? - Nada -...Tener a Daemon tan cerca no me reconfortaba en absoluto - Es normal ensuciarse cuando plantas. Los labios le temblaron un instante. - Hay muchas maneras de ensuciarse. Aunque no tengo la intención de mostrártelas. (pág.46) - Me da a mí que te has mojado tú más que el coche. Nunca pensé que lavar un coche pudiera ser tan complicado pero, después de observarte durante los últimos quince minutos, creo que deberían convertirlo en deporte olímpico. - ¿Estabas observándome? - Qué grima. Y qué morbo. ¡No! de morboso, nada. (pág.51) - Pues sí ¿Y tú siempre te quedas mirando a los tíos cuando llamas a su puerta para preguntar por una dirección? - ¿Siempre abres la puerta medio desnudo? - Pues sí. Y no has respondido a mi pregunta. ¿Siempre pegas esos repasos? Las mejillas me ardían. (pág.53) - Hasta mañana a medio día, gatita. - Te odio - resoplé. - El sentimiento es mutuo - Me miró por encima del hombro - Me juego veinte pavos a que llevas bañador y no biquini. Era insufrible. (Pág. 62) - ¿Que no confía en mi? ¿Y qué tiene que confiarme, tu virtud? Se le escapó otra carcajada y tardó unos momentos en poder contestar. - Pues claro; no le gustan las chicas guapas que están coladitas por mi. - ¿Qué? - ... - Estás de broma, ¿no? - ¿A qué parte te refieres? - preguntó- - ¡A todas! - Venga ya. No me digas que no sabes que eres guapa. ¿No te lo ha dicho ningún chico antes? (pág.90) - Creo que estás condenada a estar conmigo un rato más. - Seguro que parezco un gato remojado. - Estás bien. La lluvia te favorece. Fruncí el ceño. - Ya me estás mintiendo otra vez. Sentí que su cuerpo se movía junto al mío y, sin mediar palabra, me rozó la barbilla con los dedos y me atrajo hacia él. En sus labios se dibujó una sonrisa torcida. - No te miento; te lo dijo en serio. (pág.101) - Bueno...Ya llegó el innombrable. A Dee le dio un ataque de risa que hizo que toda la cafetería nos mirara. - ¡Me parto! Me hundí en la butaca. Desde la mañana en que Dee y él me habían preparado el desayuno, me había evitado y a mí me daba igual. ... Seguramente Daemon era físicamente el hombre más perfecto que jamás había visto - su cara haría las delicias de cualquier retratista -, pero a la vez tenía bastantes papeletas para ser el cretino más grande sobre la faz de la Tierra. (pág.145)
Jennifer L. Armentrout (Obsidian (Lux, #1))
Del ovillo enmarañado de la memoria, de la oscuridad, de los nudos ciegos, tiro de un hilo que me aparece suelto. Lo libero poco a poco, con miedo de que se deshaga entre mis dedos. Es un hilo largo, verde y azul, con olor a cieno, y tiene la blandura caliente del lodo vivo. Es un río. Me corre entre las manos, ahora mojadas. Toda el agua me pasa por entre las palmas abiertas, y de pronto no sé si las aguas nacen de mí o hacia mí fluyen. Sigo tirando, no ya sólo memoria, sino el propio cuerpo del río. Sobre mi piel navegan barcos, y soy también los barcos y el cielo que los cubre y los altos chopos que lentamente se deslizan sobre la película luminosa de los ojos. Nadan peces en mi sangre y oscilan entre dos aguas como las llamadas imprecisas de la memoria. Siento la fuerza de los brazos y la vara que los prolonga. Al fondo del río y de mí, baja como un lento y firme latir del corazón. Ahora el cielo está más cerca y cambió de color. Y todo él es verde y sonoro porque de rama en rama despierta el canto de las aves. Y cuando en un ancho espacio el barco se detiene, mi cuerpo desnudo brilla bajo el sol, entre el esplendor mayor que enciende la superficie de las aguas. Allí se funden en una sola verdad los recuerdos confusos de la memoria y el bulto súbitamente anunciado del futuro. Un ave sin nombre baja de no sé dónde y va a posarse callada sobre la proa rigurosa del barco. Inmóvil, espero que toda el agua se bañe de azul y que las aves digan en las ramas por qué son altos los chopos y rumorosas sus hojas. Entonces, cuerpo de barco y de río en la dimensión del hombre, sigo adelante hasta el dorado remanso que las espadas verticales circundan. Allí, tres palmos enterraré mi vara hasta la piedra viva. Habrá un gran silencio primordial cuando las manos se junten con las manos. Después lo sabré todo.
José Saramago (Las pequeñas memorias)
Se distinguían ya entre el polvo, pintados en el manto de los ponis, galones y manos y soles nacientes y pájaros y peces de todas clases como una obra vieja descubierta bajo el apresto de un lienzo y ahora se podía oír también sobre el retumbo de los cascos sin herrar el sonido de las quenas, esas flautas hechas con huesos humanos, y en la compañía algunos habían empezado a recular en sus monturas y otros a girar desorientados cuando del lado izquierdo de los ponis surgió una horda de lanceros y arqueros a caballo cuyos escudos adornados con añicos de espejos arrojaban a los ojos de sus enemigos un millar de pequeños soles enteros. Una legión de horribles, cientos de ellos, medio desnudos o ataviados con trajes áticos o bíblicos o de un vestuario de pesadilla, con pieles de animales y con sedas y trozos de uniforme que aún tenían rastros de la sangre de sus anteriores dueños, capas de dragones asesinados, casacas del cuerpo de caballería con galones y alamares, uno con sombrero de copa y uno con un paraguas y uno más con medias blancas y un velo de novia sucio de sangre y varios con tocados de plumas de grulla o cascos de cuero en verde que lucían cornamentas de toro o de búfalo y uno con una levita puesta del revés y aparte de eso desnudo y uno con armadura de conquistador español, muy mellados el peto y las hombreras por antiguos golpes de maza o sable hechos en otro país por hombres cuyos huesos eran ya puro polvo, y muchos con sus trenzas empalmadas con pelo de otras bestias y arrastrando por el suelo y las orejas y colas de sus caballos adornadas con pedazos de tela de vistosos colores y uno que montaba un caballo con la cabeza pintada totalmente de escarlata y todos los jinetes grotescos y chillones con la cara embadurnada como un grupo de payasos a caballo, cómicos y letales, aullando en una lengua bárbara y lanzándose sobre ellos como una horda venida de un infierno más terrible aún que la tierra de azufre de cristiana creencia, dando alaridos y envueltos en humo como esos seres vaporosos de las regiones incognoscibles donde el ojo se extravía y el labio vibra y babea. Oh Dios, dijo el sargento.
Cormac McCarthy (Blood Meridian, or, the Evening Redness in the West)
Casi siempre tuve que abrir los ojos a la ceniza de un amanecer, buscar una bata fría y ver llegar la fatiga anterior a todo esfuerzo, el sabor a pizarra de un día interminable. No sé vivir sin cansancio, sin dormir; no sé por qué la noche odia mi sueño y lo combate, murciélagos afrontados sobre mi cuerpo desnudo.
Julio Cortázar (Save Twilight: Selected Poems)
Le puso las manos sobre el pecho, y él tensó los músculos de los brazos, cerrando las manos y apretando los puños, mientras apartaba la mirada de ella. Erinni deslizó las manos hacia arriba hasta llegar a sus hombros, y siguió, ahuecándole el rostro entre sus palmas y obligándolo a enfrentar su mirada y sus palabras. –Me casé contigo porque ya estaba enamorada de ti, y pensé que, aunque fuera una farsa de matrimonio, aunque tú no me amaras, sería una experiencia maravillosa sentir que te pertenecía. Tú me has demostrado que mis miedos eran infundados, y conseguiste que confiara en ti, en cuerpo y alma. –Negó con la cabeza y bajó la mirada mientras sus manos abandonaban el rostro del hombre que amaba, deslizándolas por el pecho hasta la cintura, rodeándola y abrazándose a él, apoyando la frente sobre sus pectorales–. Tenía la esperanza de demostrarte que yo también soy de fiar, que no soy mujer que traicione a las personas que le importan. Y soñaba con que pudieras llegar a amarme, aunque fuese solo un poco. Poco a poco, la rigidez en los músculos de Dayan fue cediendo, y sus brazos, que había mantenido apartados de ella, la abrazaron. Su corazón saltaba de alegría, pero su desconfiada mente lo advertía que aquella confesión podía ser una forma de manipularlo. Al fin ganó el corazón, que acalló los gritos desconfiados, y la apretó con fuerza contra su cuerpo. La agarró por el culo con sus grandes manos. Su pecho vibraba contra la nariz de Erinni, que aspiró profundamente, inhalando su masculino aroma almizclado. Su polla estaba presionada contra el suave vientre, y odió llevar tanta ropa encima. Quería que estuviera desnudo para poder disfrutar de su musculoso cuerpo, sentirlo piel contra piel, emborracharse de su olor, embriagarse de su presencia, hartarse de su fuerza. –Mírame –susurró él. Alzó la cabeza para encontrarse con sus extraordinarios e intensos ojos fijos en ella. Sus miradas permanecieron unidas hasta que Erinni bajó la mirada hacia sus increíbles labios, que poco a poco se separaron. Abrió la boca lentamente, invitándolo a besarla. Dayan empezó a inclinar la cabeza con lentitud y ella cerró los ojos en el último momento, unos segundos antes que los dulces labios acariciaran los suyos. Cada vez que la besaba, se sorprendía preguntándose cómo alguien tan fuerte podía ser tan tierno. Erinni abrió la boca totalmente y sus lenguas se encontraron. Las manos de Dayan subieron para aprisionarle las mejillas y después perderse en su alborotado pelo, aprisionándola, como si temiera que en cualquier momento ella pudiese apartarse. Fue un beso dulce que rápidamente los abrasó. Él gimió al intensificar el beso, y ella se agarró de los anchos hombros, tirando de él hacia abajo. Erinni también gimió, animándolo a apretarla aún más contra él hasta que casi no pudo ni respirar. Pero no importaba. La estaba besando y sosteniendo entre los brazos. (Capítulo 15)
Alaine Scott (La hechicera rebelde (Cuentos eróticos de Kargul #2))
Tu viente sabe más que tu cabeza y tanto como tus muslos. Ésa es la fuerte gracia negra de tu cuerpo desnudo. Signo de selva el tuyo, con tus collares rojos, tus brazaletes de oro curvo, y ese caimán oscuro nadando en el Zambeze de tus ojos.
Nicolás Guillén (Sóngoro cosongo y otros poemas)
cuando hizo su descubrimiento fundamental de que un cuerpo que flota pierde de peso una cantidad igual a la del líquido que desaloja, salió del baño, en el cual había hecho el descubrimiento al observar su propio cuerpo flotante, y corrió por las calles de Siracusa, completamente desnudo, gritando: "Eureka, eureka" (lo encontré, lo encontré) Lo que había encontrado era la primera ley de la hidrostática.
Anonymous
Por más que pienso no logro entender cuál es la fascinación en observar cuadros de personas redondamente obesas y coloridas y curiosas. Creo que tanto color en sus obras es sinónimo de falta de creatividad. No veo más que payasos cuando observo esos cuadros y, francamente, no sé cuál sea su objetivo ni mensaje ni razón de ser. Inclusive lo veo como una burla, como si se estuviera mofando de la parte de El Arte que siempre termina siendo comercial y popular. Odio cuando pasa eso. Odio cuando un pendejo se pone a escupir en hojas blancas y de repente dice que sólo porque es una jalada que a otra persona no se le había ocurrido antes hacer, sólo por eso, ya es una obra de arte que vale un Marisse. Y se me hace patética esa parte, la parte en que el imbécil que hizo eso se vuelve la revelación del año y todos empiezan a hablar de él y termina siendo hasta el host en los Óscares aún cuando su rama no tenga nada que ver con el cine. El mundo está lleno de pendejos. El mundo está lleno de gente patética y por más que pienso, no entiendo por qué la gente no deja de hacer más gente y ya. Por qué no paran esta producción en masa de gente-pendeja más pendeja and so on. En serio: hay muchas cosas que la gente hace que simplemente no entiendo. Por ejemplo, un güey que estaba en la esquina pidiendo limosna, que no tenía piernas y que igual y ni nombre, él ¿por qué no mejor se avienta a la calle para que un pinche taxi lo atropelle y ya deje de sufrir y se largue a la chingada de este mundo que no hace más que burlarse en su cara de lo triste e infeliz que es su vida? No me digas que él tiene algo por qué vivir. Bueno, el homeless ese no me importa. Me importa lo que decía, de cómo se puede contaminar la esencia del arte y su razón de existir por imbéciles como esos. O también por los pinches posers que los apoyan. Porque si no fuera por esos, los otros no existirían. Pero ahí toda la gente: a aplaudir esculturas que no entienden y lienzos que no transmiten sentimiento alguno. O esos que son fanáticos de lo experimental: un obeso de cincuenta y dos años que, como no tenía nada que hacer, empezó a tomarse fotos desnudo y le gustaron tanto que las reveló y un enfermo sexual las vio y se excitó y se las compró y las subastó y ya por eso se convirtió en un artista. Y todos lo aplauden, hasta yo, pero por los huevos de atreverse a mostrar su antiestético y marginal cuerpo al mundo, como si no tuviéramos suficiente con las imágenes desgradables que tenemos qu e ver en el día a día. Por eso me cae tan bien Andy y por eso admiro su trabajo: porque me entiende. Es el único que ha logrado burlarse de la cultura y de esa adicción de la gente por admirar estupideces. Es el único que lo hace abierta y descaradamente, sin necesidad de aparentar. Se burla de una manera tan bizarra, tan baja, tan directa, que lo convierte en elegante. Y es que es una necesidad interna de la gente —de toda la gente— por admirar a algo, a alguien, que raya en lo rídiculo. La gente puede ser fan hasta de un poste. ¿A qué se deberá eso de tener esa urgencia por alabar a alguien, sea quien sea? De comprar revistas con chismes de gente que no conocen y de vidas que nunca se cruzarán. De perseguir perfectos desconocidos y comprar su ropa interior en subastas por cantidades estúpidas de dinero. No puedo evitar sentir pena ajena. La mayor parte del tiempo me da mucha pena el mundo en el que vivimos. Ya está viejo, le hace falta una remodelación —de tapiz, de muebles, de personajes—. Por eso digo que es mejor vivir afuera de él. Pero bueno, la gente nunca va a cambiar. Eso es lo que pienso, si tanto te importaba saber lo que pienso.
Gisela Leal (El club de los abandonados)
Nada retrata tanto la desesperanza como decir: así transcurrieron días, meses, años. Indefensos, delegamos en la sucesión fatal del tiempo, que es idéntica para todos, el avance de una corrupción que allana toda resistencia y sólo nos afecta a nosotros, recortándose contra el fondo del tiempo como una silueta a contraluz sobre una pantalla quieta. ¿Era el transcurso de los días lo que yo padecía, o más bien el privilegio de ser contemporáneo de mi propia degradación, el testigo de la evidencias que con el correr de las horas iban apartándome de lo humano? Que fueran sólo días no me consolaba; la crueldad vuelve irrisoria cualquier medida de tiempo. Así, pues, transcurrieron días, y a cada minuto sentía adelgazarse la diferencia que había entre mi cuerpo y su herida. El espacio, la ciudad, las distancias se desfiguraban a mi alrededor, se contraían en nudos álgidos y terminaban volatilizándose en el aire como si nunca hubieran sido otra cosa que ilusiones. Es probable que eso sea el Infierno: ese aire que sobrevive, intacto, a la desaparición de todas las cosas, y que envuelve como una esfera diáfana el espectáculo del derrumbe personal. Cada día que pasaba mi sufrimiento dividía el mundo por alguno de sus componentes. Un día eran las calles, otro el cielo, después eran los rostros, la luz, el idioma, y así seguido. El transcurso del tiempo no era más que esa obstinada voluntad de dividir; el resultado, como es previsible, iba decreciendo progresivamente. ¿Llegaría alguna vez a cero? Esa esperanza fue la última en abandonarme. El mundo, en efecto, es infinitamente divisible; tiende a cero, pero la cifra ínfima a la que esas divisiones lo acercan refleja menos un decrecimiento que una depuración, como si del otro lado de tanta resta no acechara el vacío sino la falta absoluta de estilo: el infierno desnudo.
Alan Pauls
El licor, la música, la pintura y la poesía de nuestros cuerpos desnudos, tenían la prioridad,
Jesús Rodríguez (Escribir para Aprender: Cuentos Que Cuento (Spanish Edition))
La mujer está concluida. El cuerpo muerto muestra la sonrisa de la realización, en los rollos de la túnica fluye la ilusión de una necesidad griega. Los pies desnudos parecen decir: hasta aquí hemos llegado, se acabó. Cada niño muerto se enroscaba, serpiente blanca, ante una jarrita de leche, que ahora está vacía. Ella los ha plegado de nuevo a su cuerpo como pétalos de una rosa cerrada cuando el jardín se tensa y las hondas gargantas dulces de las flores nocturnas sangran aromas. La luna, que mira desde su capucha de hueso, no tiene por qué entristecerse. Está acostumbrada a estas cosas. Sus moretones crujen y se arrastran.
Al Álvarez (Dios salvaje: Estudio sobre el suicidio)
«Hola. Por si he sido tan torpe de no haberte llamado aún, quiero que sepas que no es porque no te eche de menos. Sí te echo de menos. Seguramente, el retraso tendrá que ver con Griffin… El muy idiota dará problemas durante toda la gira, lo sé, pero por lo menos dejará de desnudarte con la mirada una temporada… Eso es cosa mía. Y por si nunca te lo había dicho, lo hago siempre. Cuando pasas a mi lado, imagino tus caderas desnudas bajo mis dedos. Cuando te inclinas para darme una cerveza, imagino tus pechos firmes, tus pezones duros pidiendo mi boca a gritos. Te preguntas por qué estoy siempre tan excitado, y te lo voy a decir. Tu cuerpo me quema. La caricia de tus dedos sobre mi piel enciende mi deseo. Tu aliento me cubre de una pasión abrasadora. Todo en ti es sensual, y tú no lo sabes en absoluto. Cuando me miras con esos ojos ahumados, desnudándome como te desnudo yo a ti, haces que mi sangre fluya como un torrente, y te deseo tanto… Sé que, esté donde esté en este momento, estaré muriéndome de deseo y que albergaré una profunda ansia, casi dolorosa… porque estaré pensando en ti. Los días no merecen la pena hasta que no estoy dentro de ti. Sólo me siento completo con tu cuerpo rodeando el mío. Pero no pienses que lo que siento por ti se limita sólo al sexo y a una reacción física. No… Es mucho más. Te has metido dentro de mí de tal forma que me has dejado herido y vulnerable. Estar contigo, hacerte el amor sólo es la muestra tangible de lo que siento por ti. Sé que me he convertido en uno de esos idiotas enamorados y balbuceantes, pero al fin y al cabo todo se reduce a dos palabras que apenas logran expresar lo que siento… Te amo.»
S.C. Stephens (Effortless (Thoughtless, #2))
Una carta rumbo a Gales Me pregunta usted dulce señora qué veo en estos días a este lado del mar. Me habitan las calles de este país para usted desconocido, estas calles donde pasear es hacer un largo viaje por la llaga, donde ir a limpia luz es llenarse los ojos de vendas y murmullos. Me pregunta qué siento en estos días a este lado del mar. Un alfileteo en el cuerpo, la luz de un frenocomio que llega serena a entibiar las más profundas heridas nacidas de un poblado de días incoloros. ¿Y el sol? El sol, un viejo drogo que ha lamido esas heridas. Porque sabe usted, dulce señora, es este país una confusión de calles y de heridas. La entero a usted: aquí hay palmeras cantoras pero también hay hombres torturados. Aquí hay cielos absolutamente desnudos y mujeres encorvadas al pedal de la Singer que hubieran podido llegar en su loco pedaleo hasta Java y Burdeos, hasta el Nepal y su pueblito de Gales, donde supongo que bebía sombras su querido Dylan Thomas. Las mujeres de este país son capaces de coserle un botón al viento, de vestirlo de organista. Aquí crecen la rabia y las orquídeas por parejo, no sospecha usted lo que es un país como un viejo animal conservado en los más variados alcoholes, no sospecha usted lo que es vivir entre lunas de ayer, muertos y despojos.
Juan Manuel Roca
Mínima alma mía, tierna y flotante, huésped y compañera de m cuerpo, descenderás a esos parajes pálidos, rígidos y desnudos, donde habrás de renunciar a los juegos de antaño. Todavía un instante miraremos juntos las riberas familiares, los objetos que sin duda no volveremos a ver... Tratemos de entrar en la muerte con los ojos abiertos...
Adriano
Nadie se acordó de desatar a las dos mulas que trotaban desesperadamente, y siempre en círculo, alrededor del trapiche. El aire sollamado les chicoteaba las ancas. Y aquel olor irrespirable de jugo de caña que se combustiona les hacía toser torpemente, ahogándolas. Una dobló las patas delanteras antes que la otra. Cayó, con los belfos crispados, y los enormes dientes desnudos. Y la otra siguió corriendo, arrastrando aquel peso muerto al que estaba uncida, todavía una vuelta más. La humareda se alzó ahora espesa del hedor de carne achicharrada. La llanura cedió con un leve crujido, con la docilidad, con la rapidez del papel. Lo rastrero del fuego devoró primero a la hierba. Luego se quebró el zacatón alto, porque su tallo carece de fuerza. Y por último los grandes árboles de los que salieron volando multitud de pájaros. Las ramas se descuajaron estrepitosamente llenando de chispas el aire de su caída. El incendio resollaba en esta gran extensión como una roja bestia de exterminio. El tropel de las reses se detenía ante las alambradas para embestirlas. Los postes, carcomidos ya por la catástrofe, oponían sólo una breve resistencia y después se desmoronaban esparciendo, hasta lejos, pequeños trozos de carbón. Pero algún ternero quiso escurrir su cuerpo entre una hilada de alambre y otra y se quedó allí, trabado entre las púas, arrancándose la piel en cada esfuerzo por libertarse, mugiendo, con los ojos desorbitados, hasta que un llamear súbito vino a poner fin a su agonía. Las vacas de vientres cargados, los bueyes con la lentitud de su condición, se desplazaban dejando en el barro chicloso la huella de su pezuña hendida. Y el fuego venía detrás, borrando aquella huella. Los otros, los que podían escapar con su ligereza, se despeñaron en los barrancos y allí se quedaron, con los huesos rotos, gimiendo, hasta que el fuego también bajó a la hondura y se posesionó de ella. Los que pudieron llegar a los aguajes se lanzaron al río y nadaron corriente abajo. Muchas reses se salvaron. Otras, cogidas en los remolinos, golpeadas contra las piedras, vencidas por la fatiga, fueron vistas pasar, por otros hombres, en otras playas, hinchadas de agua, rígidas, picoteadas al vuelo por los zopilotes. En la montaña resonaron aullidos. El batz balanceándose de una rama a otra. El tigre que hizo temblar a la oveja en su aprisco. Los pájaros que enloquecen de terror. Y las hormigas que se desparramaron sobre la tierra, con una fiebre inútil, con una diligencia sin concierto, con una desesperada agitación.
Rosario Castellanos (Balún Canán)
es evidente que tanto tener como no tener sexo genera muchísima ansiedad en las mujeres de mi generación. Nos dicen que debemos ser sexualmente asertivas y amar nuestro cuerpo mientras nos obligan a seguir estrictas rutinas para que ese mismo cuerpo sea “deseable” cuando está desnudo.
Catalina Ruiz-Navarro (Las mujeres que luchan se encuentran: Manual de feminismo pop latinoamericano)
Unos cuerpos son como flores, otros como puñales, otros como cintas de agua; pero todos, temprano o tarde, serán quemaduras que en otro cuerpo se agranden, convirtiendo por virtud del fuego a una piedra en un hombre. Pero el hombre se agita en todas direcciones, sueña con libertades, compite con el viento, hasta que un día la quemadura se borra, volviendo a ser piedra en el camino de nadie. Yo, que no soy piedra, sino camino que cruzan al pasar los pies desnudos, muero de amor por todos ellos; les doy mi cuerpo para que lo pisen, aunque les lleve a una ambición o a una nube, sin que ninguno comprenda que ambiciones o nubes no valen un amor que se entrega.
Luis Cernuda (Los placeres prohibidos)
No pensaste jamás que ese espejo eran mis ojos, que esa puerta que el viento abate era mi corazón, latiendo, puesto al desnudo por la habilidad de un cirujano que llega en la noche a ejercitar su destreza en la carroña ansiosa de nuestros cuerpos, un corazón que late ante un espejo, imagen de una puerta que golpea contra el quicio mientras afuera, más allá de sí misma, la lluvia incesante golpea en la noche contra la ventana como tratando de impedir que tu última mirada escape, para que nuestro sueño no huya de nosotros, y se quede, para siempre, fijo en la actitud de esos personajes representados en el cuadro: un cuadro que por la ebriedad de nuestro deseo creímos que era real y que sólo ahora sabemos que no era un cuadro, sino un espejo en cuya superficie nos estamos viendo morir.
Salvador Elizondo (Farabeuf (Spanish Edition))
¿Recuerdas, Mellie? ¿La cabaña junto al estanque, el agua fría, helada, nuestros cuerpos desnudos calentándose al amor del fuego? Vimos el sol ocultarse tras el estanque. Los árboles oto- ñales se reflejaban en las aguas. Crecían boca abajo, los troncos titilantes descendiendo hacia las ramas. Dijiste: —Es un mundo de hadas. ¿Tú crees que sigue habiendo ninfas y ondinas ahí abajo? —Es fácil entender por qué la gente creía en ellas —dije yo. —Sí —dijiste tú—. Eran jóvenes e insensatos. Ahora, hasta las ondinas son viejas y sabias. Miran hacia arriba, hacia el reflejo de los árboles en el cielo, y dicen: «Es fácil entender por qué una vez creímos en seres terrenales».
Hillel Halkin (Melisande! What Are Dreams?)
Llámate cuerpo a secas, no te esmeres en ser de otras palabras el reflejo, la oscura huella, su inasible sombra. Quédate cuerpo a solas y no esperes ser otra cosa que el desnudo espejo de la sola palabra que te nombra.
Fernando del Paso (Sonetos del amor y de lo diario)
Pasaron junto a un gigante, caído inconsciente en el suelo. Sobre su enorme cuerpo había cientos de pixies, corriendo y bailando, como un mar en movimiento. No, se dio cuenta Cristina, no estaban bailando, estaban... Apartó la mirada. Notaba las mejillas como si las tuviera en llamas. —Esto es cosa de mi hermano —dijo Kieran mientras miraba torvamente al pabellón más grande, el que mostraba el escudo de la corte noseelie—. El príncipe Oban. Sus fiestas son famosas por su duración y libertinaje. —Frunció el ceño cuando un grupo de acróbatas desnudos ulularon desde un árbol cercano—. Hace que el propio Magnus Bane parezca una monja mojigata.
Cassandra Clare (Queen of Air and Darkness (The Dark Artifices, #3))
No entiendo que os dé miedo un cuerpo desnudo cuando es el único que no puede esconder armas.
Albanta San Román (Una primavera permanente)
No sabían que las armas más poderosas que les había dado su Dios no eran los caballos obedientes ni los perros fornidos y sanguinarios ni los cañones que escupen el trueno, sino sus propios estornudos esparciendo la gripa y sus abrazos enfermos que hacían despertar en llagas a los cuerpos desnudos. Mucho antes de su llegada a las aldeas ya la pulmonía que trajeron había arrasado provincias enteras y la viruela negra volvía podredumbre viviente los cuerpos de los indios. Por eso su llegada fue vista con terror antes de que se conocieran sus intenciones, antes que la maldad de las almas confirmara la pestilencia de los cuerpos
William Ospina (La serpiente sin ojos)
La vanidad es, por mucho, mi pecado favorito, y la lente de la cámara es un espejo. La cámara capta todos los estados de ánimo y los matices; inmortaliza el continuo suave y sedoso que es la humanidad. Esos momentos capturados parecen tan fluidos, tan representativos de la continuidad. Representan la captura de un único momento y, sin embargo, la expresión de una eternidad. Toda tu juventud; todas tus edades, capturadas y expresadas en un solo clic. De todos los caprichos, el de la vanidad es sin duda mi favorito, al que deberíamos resistirnos, pero al que nos sentimos inexplicablemente cautivados y adictos. ¿Qué otro animal pasaría tanto tiempo haciendo pucheros y acicalándose frente a su reflejo? Sólo la humanidad participaría en tal auto-adoración. Se podría pensar que tenemos las plumas más coloridas o las melenas más suaves. En cambio, somos un bípedo desnudo que se siente incompleto sin algún elemento decorativo, accesorio o adorno del yo. Nos embriaga la imagen del cuerpo, de la misma manera que nos seducen los buenos vinos, las comidas o los elementos que alteran la mente. Devoramos la piel, y nos despojamos de la ropa como si fuera la piel de alguna fruta tropical, que oculta un interior colorido y jugoso. Cazamos placeres corporales, y los coleccionamos como premios; los exhibimos en situaciones sociales como si nuestros compañeros fueran una especie de adorno añadido a nosotros mismos. Nos revelamos en nuestra sensualidad. Tocar debajo de la superficie; conectar más allá de las fachadas, ese discurso inalcanzable entre individuos se pone tímidamente al alcance en la intimidad. Capturar esos momentos es captar la esencia de lo que nos hace humanos, y lo que en última instancia nos coloca por encima y al margen del resto de la naturaleza. Capturar la humanidad en sus expresiones más extravagantes es embriagador. La vanidad es, por mucho, mi pecado favorito, y es un cuento interminable tan infinito como la humanidad. Cada persona no es más que una puntada en un gigantesco tapiz.
A.E. Samaan (Shades of Vanity - Shades and Shadows of Eroticism)
Florentino Ariza se había preguntado cuál de los dos estados sería el amor, el de la cama turbulenta o el de las tardes apacibles de los domingos, y Sara Noriega lo tranquilizó con el argumento sencillo de que todo lo que hicieran desnudos era amor. Dijo: Amor del alma de la cintura para arriba y amor del cuerpo de la cintura para abajo.
Gabriel García Márquez (Love in the Time of Cholera)
El deseo no está en el vestido, tampoco en el cuerpo. Está en el intervalo. En la apertura y en el cierre cuando todavía no es vestido ni desnudo. El erotismo no está en el cuerpo, está en los ojos del que mira y se sabe visto.
Melisa Mauriño (El fondo del mar: La trilogía de lo perdido II (Spanish Edition))
De tiempo a espacio Naciste desde el fondo de la noche, del sueño donde el tiempo comienza a ser raíz y la mirada sólo tibio aire, cuando aún no era ojo, sino apenas un viento suave, un aroma erigido sin mano que lo toque. Eras la flor ahogada flotando sobre el cuerpo en nuestro amanecer hacia la luz; destrozabas la noche con tus ojos, hundida en mi desnudo tal un vivo rumor de brisa que al oído volcara la virtud de su marea, y mi aliento en tu savia navegaba, y tu voz en mi pulso se moría como sombra de ave agonizante, transformando mi cuerpo en sueño tuyo, en vivo espejo abandonado o silencio que cruza los espacios.
Alí Chumacero (Poesía (Coleccion Letras Mexicanas: Poesia) (Spanish Edition))
El apartamento está totalmente vacío. Nunca me gustan tanto los espacios como cuando están desnudos. Solo antes de que lleguen las convenciones y los muebles es posible tener un cuerpo a cuerpo con la arquitectura. Los muebles son dispositivos de captura que codifican el cuerpo en el espacio y determinan su movimiento, proponiendo un plan de acción en el tiempo: la cama, la mesa, el sofá, la silla del despacho... introducen disciplinas y usos específicos del cuerpo. Amueblar un apartamento es predecir una vida.
Paul B. Preciado (Dysphoria Mundi)
En cambio, por ser Paraguay tierra caliente, “los que están desnudos podrán mejor vivir lo que les durase la vida”. Lo de “caliente” no sería solo una referencia climática: “Estas mujeres son muy lindas y grandes amantes, afectuosas y muy ardientes de cuerpo, según mi parecer”, se exaltaría Ruy Díaz de Guzmán.
Pacho O'Donnell (Breve historia argentina. De la Conquista a los Kirchner (Spanish Edition))
Dame un cuerpo tibio y desnudo para abrazar mientras sueño.
Catón (Ya no salimos)
Cuando se dictó irrevocablemente la sentencia, fueron a Csejthe unos albañiles. Una tras otra, tapiaron con piedras y mortero las ventanas del cuarto en que Erzsébet iba viendo disminuir progresivamente la luz. La prisión iba creciendo a su alrededor. Solo dejaron, en todo lo alto, una delgada ranura de claridad y de aire por la que podía vislumbrar el cielo en el que ya iban alargándose los días. Después de haber tapiado las ventanas en forma que desde fuera no se viera más que una fachada ciega tras la cual había un ser vivo, los obreros empezaron a levantar un grueso muro delante de la puerta de la habitación, dejando solo una ventanilla que permitiera pasar un poco de comida y agua. Y cuando todo quedó terminado, se levantaron en las cuatro esquinas del castillo cuatro cadalsos para poner de manifiesto que dentro vivía una condenada a muerte. [...] Día y noche, no había más que esta enorme alimaña negra de brillante pelaje erizado con inmensos ojos negros siempre obsesionados en medio de un rostro de cera gris: siempre esos mismos ojos obsesionados que tenía cuando llegó a Csejthe, niña aún, pero ya cruel, esta criatura de complicada y loca lujuria, que todo lo dominaba con su gran belleza sombría. Acaso volvía a ver lo que habían reflejado esos espejos ahora empañados, las veladas, los candelabros encima de las mesas, tantas fiestas, tanta gente alrededor, las damas de honor que se acercaban con objetos en las manos, vestidos del color de las rosas oscuras; y todo para ella. Y abajo, en el reino subterráneo, viejas encapuchadas y rebaños de sirvientas desnudas. Después, ¿qué más sabía?, ¿quién estaba allí sentada, contemplando en trance dedos cortados, cuerpos desnudos lacerados, venas abiertas y sangre envolvente que por fin se liberaba? ¿Quién era ese personaje que poseía los derechos de Erzsébet, la última Báthory, y que yo no he sido nunca? ¿Por qué estoy aquí, duramente acusada, para expiar lo que han hecho mis deseos, pero cuya realización jamás he sentido yo? Mis deseos se han realizado fuera de mí, sin mí; mis deseos no me han dado alcance.
Valentine Penrose (La Condesa Sangrienta)
Y, mientras siento que me voy quedando dormida sobre su pecho, mientras ella peina mi melena entre sus dedos, tapando cariñosamente mi cuerpo desnudo con el edredón, sé que, a veces, la felicidad está en los pequeños detalles.
Clara Ann Simons (Destinos cruzados (Spanish Edition))
Pero había algo seguro, no volvería a ser posible acordarse de cómo era el mundo antes de haber sentido contra el cuerpo otro cuerpo desnudo.
Annie Ernaux
Ventana sobre una mujer (III) Nadie podrá matar aquel tiempo, nadie nunca podrá: ni siquiera nosotros. Digo: mientras estés, donde estés, o mientras esté yo. Dice el almanaque que aquel tiempo, aquel tiempito, ya no es; pero esta noche mi cuerpo desnudo te está transpirando.
Eduardo Galeano (Mujeres)
En alguna ocasión te habrá llamado la atención una fotografía que se encuentra con gran parte de su motivo principal en sombra, y la razón es precisamente que lo oculto siempre se vuelve interesante a nuestros ojos. Las luces siempre muestran, y la curiosidad acaba ahí; pero cuando no hay luz, el misterio hace que cualquier cosa se vuelva interesante. "Las sombras son parte de la luz que te abraza", dijo un señor sabio (creo que del norte) en una ocasión, y aunque en tus fotos, por costumbre o por instinto, vas a querer levantar esas sombras con reflectores o luces de relleno, yo te recomiendo que no lo hagas. Aprende a buscar sombras, a darles un sentido. Si encontramos belleza en un cuerpo, quizás sea porque no se muestra del todo, y se mantiene en la esfera de los tesoros que merecen la pena guardar en secreto. El espectador percibe ese secreto, quiere revelarlo, y disfruta del esfuerzo al descubrirlo.
Antonio Garci (Arte y Desnudo. Fotografía para vestir de luz, elegancia y libertad)
¡No hay nada de particular en los cuerpos desnudos! ¡Son normales! ¡Todo lo que es normal, es bello!
Milan Kundera (The Unbearable Lightness of Being)
Todo lo que nos rodea desde la cuna es un espectáculo pero la conciencia de ser espectáculo sólo se produce tras observar aquel cuerpo desnudo que por primera vez es observado desde el lado de la desnudez.
Rafael Argullol
Cuando llegó la noche y nuestros cuerpos se hablaron desnudos, ya se conocían más que nosotros. Se dijeron cosas que no imaginábamos, se tocaron a fondo, en carne viva, y nos obligaron a hacer de la noche, de aquella noche y de todas las que seguirían, una piel compartida.
Alberto Ruy-Sánchez (El expediente Anna Ajmátova (Spanish Edition))
¡Au soleil de la Côte d'Azur, au soleil de la Côte d'Azur! Me resultarías mil veces más divertido, más brillante y más humano, tú, sol de la Côte d'Azur, si hicieras como en el cuento de la apuesta entre el Viento y el Sol, que e elemento masculino se dejara estudiar también. Las aguas de tu Mar Mediterráneo me resultarían más salerosas, su quietud haría calmado contraste con el torbellino que a mis ojos desatarías. Pero ahora parece que los hombres de este lado del mundo son más recatados que sus mujeres. ¿Quién tuvo vergüenza primero de la desnudez de su cuerpo? ¿Fue Adán o fue Eva? Como quiera que haya sido, adonde fueres haz lo que vieres: me desnudo. De pronto, otras ideas me invaden. La anatomía no hace sino comprobarnos la pobre realidad de que el ser humano no ve más allá de la tercera dimensión y llama 'avance' a cuanto más y mejor logra ver objetivamente. Somos pudorosos; incapaces de desnudar nuestros corazones para ---solo sintiéndolo--- decir 'esto existe' ".
Ofelia Huamanchumo de la Cuba (Dias de un viaje. Fotorrelatos de una limeña)