Corona Cerveza Quotes

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La gran divergencia entre los problemas del teorizante y los del político es uno de los motivos por los que casi nunca se encuentra una unión entre los dos, en una misma persona. Esto se aplica sobre todo al llamado político de "éxito", de pequeño porte, cuya actividad de facto no es nada más que el "arte de lo posible", como modestamente Bismarck denominaba a la política. Cuanto más libre se mantiene el político de grandes ideas, tanto más fáciles, comunes, rápidos y también visibles serán sus éxitos. Aunque es verdad también que éstos están destinados al olvido de los hombres y, a veces, no llegan ni a sobrevivir a la muerte de sus creadores. La obra de tales políticos es, de modo general, sin valor alguno para la posteridad, pues su éxito eventual reposa en el alejamiento de todos los problemas e ideas grandiosas que como tales hubieran sido de gran importancia para las generaciones venideras. La realización de ideas destinadas a tener influencia sobre el futuro es poco lucrativa y sí muy raramente comprendida por la gran masa, a la que interesan más las reducciones de precio en la cerveza y en la leche que los grandes planes de futuro, de realización tardía y cuyo beneficio, al final, sólo será usufructuado por la posteridad. Es así como, por una cierta vanidad, la que está siempre asociada a la política, la mayoría de los políticos se apartan de los proyectos realmente difíciles, para no perder la simpatía de la gran masa. El éxito y la importancia de ese político residen exclusivamente en el presente, y son inexistentes para la posteridad. Esos microcéfalos poco se enfadan por eso; ellos se contentan con poco. Diferentes son las condiciones del teorizante. Su importancia casi siempre está en el futuro, por eso no es raro que se le considere lunático. Si el arte del político era considerado el arte de lo posible, se puede decir del idealista que él pertenece a aquellos que sólo agradan a los dioses cuando exigen o quieren lo imposible. Él tendrá casi siempre que renunciar al reconocimiento del presente; adquiere, por ello, en el caso de que sus ideas sean inmortales, la gloria de la posteridad. En períodos raros de la historia de la Humanidad puede acontecer que el político y el idealista se reúnan en la misma persona. Cuanto más íntima fuese esa unión, tanto mayores serán las resistencias opuestas a la acción del político. Él no trabaja ya más para las necesidades al alcance del primer burgués, y sí por los ideales que sólo pocos comprenden. Es por eso que su vida es blanco del amor y del odio. La protesta del presente, que no comprende al hombre, lucha con el reconocimiento de la posteridad por la cual él trabaja. Cuanto mayores fueran las obras de un hombre para el futuro, tanto menos serán éstas comprendidas por el presente; cuanto más dura sea la lucha, tanto más raro el éxito. Si en años nada le sonríe, es posible que en sus últimos días le circunde un tenue halo de gloria venidera. Es cierto que esos grandes hombres son los corredores del maratón de la Historia. La corona de laurel del presente se pone más comúnmente en las sienes del héroe moribundo. Entre éstos se encuentran los grandes luchadores que, incomprendidos por el presente, están decididos a luchar por sus ideas y sus ideales. Son éstos los que, tarde o temprano, tocarán el corazón del pueblo. Hasta parece que cada uno siente el deber de, en el presente, redimir el pecado cometido en el pasado. Su vida y acción están acompañadas de cerca por la admiración conmovedoramente grata, lo que consigue, sobre todo en los días de tristeza, levantar corazones destrozados y almas desesperadas. Pertenecen a esta clase no sólo los grandes estadistas, sino también los grandes reformadores.
Adolf Hitler (Mi Lucha)