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En la década de los veinte y treinta del siglo XIX, los colonos de Georgia se habían apoderado ilegalmente de tierras que pertenecían a los cherokees, una de las llamadas por los estadounidenses de origen europeo, las Cinco Naciones Civilizadas. Andrew Jackson, desafiando al Tribunal Supremo, entonces presidido por John Marshall que dio la razón a los indios en Worcester vs. Georgia, exigió la devolución de las tierras y rehusó imponer el cumplimiento del dictamen del Alto Tribunal. “El juez John Marshall adoptó su decisión. Que él la ponga en práctica” afirmó el presidente. Jackson estaba iniciando una práctica que le valió muchas críticas. Por un lado siempre defendió los intereses de los que los demócratas consideraban que eran su mayor apoyo: los hombres del Oeste que además eran los que rivalizaban y se enfrentaban con los indígenas. Por otro, muchas veces se opuso al poder judicial y al legislativo reforzando así mucho el poder ejecutivo. La nación cherokee era una nación asimilada. Vivía de la agricultura y también de la ganadería entre colonos europeos en el estado de Georgia. Había adoptado el alfabeto latino y se había otorgado una Constitución propia que había recogido principios de la tradición política de Estados Unidos. De hecho estaba muy influida por la Constitución federal de 1789. En 1828 apareció el primer número del Cherokee Phoenix. Sin embargo, los cherokees eran considerados extraños por el presidente Jackson. Obtuvo su apoyo de los colonos del Oeste y su actitud fue de una extrema dureza. Por el Acta de Remoción India de 1830, más de 16.000 cherokees fueron trasladados a un territorio más allá del Misisipi.
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