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Afortunadamente, los británicos, al retirarse, se encontraron en la región cubierta y abrupta del oeste de Reims, que favorecía la defensa en un combate en retirada. Por fortuna, la división 19 británica acababa también de llegar a Chalons, para descansar y recuperarse, y desde el cuarto día pudo apoyar a la línea británica. En aquel momento, la división 21 estaba prácticamente destruida y, para el 1 de junio, el conjunto de las cinco divisiones británicas era apenas equivalente a una sola completa. Todas las tropas se aguantaron como el mes anterior en el Lys, mientras eran exterminados batallones enteros y perecía gran parte de la artillería con sus cañones en el campo. Los campesinos franceses, en su ignorancia y terror, hicieron objeto a las tropas en retirada de demostraciones hostiles. Entretanto, sobre la izquierda británica, el golpe alemán había logrado la ruptura completa. El Estado Mayor del general Duchêne retardó tanto tiempo la destrucción de los puentes sobre el Aisne que la mayor parte de ellos cayeron intactos en manos del invasor. El 2 de junio, había caído Soissons, y los alemanes habían llegado al Marne en Château-Thierry. La sorpresa del Camino de las Damas Pierrefeu ha descrito el episodio siguiente en un pasaje emocionante. De pronto, las carreteras entre Provins y el frente hacia Meaux y hacia Coulommiers empezaron a llenarse de interminables columnas de americanos. La impresión que causó sobre los apurados franceses este torrente, al parecer inagotable, de brillante juventud en su primera plenitud de salud y de vigor, fue prodigiosa. Ninguno tenía menos de veinte años y muy pocos más de treinta. Cuando los vio pasar apretados en sus camiones, alborotando las carreteras, cantando a voz en grito las canciones de un mundo nuevo y ansiosos de llegar al campo de batalla, el Cuartel General francés se sintió estremecido por la impulsión de una nueva vida. «Todos sintieron —dice— que estaban presenciando la operación mágica de una transfusión de sangre. Llegaba la vida a torrentes para reanimar el cuerpo exhausto de una Francia desangrada por las innumerables heridas de cuatro años.» Y, realmente, esta imagen se ajusta a la realidad con una exactitud particular. A medio instruir, a medio organizar, solo con su valor, su número y su juventud magnífica junto a sus armas, iban a comprar la experiencia a un amargo precio. Pero estaban plenamente dispuestos a ello.
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Winston S. Churchill (La crisis mundial. Su historia definitiva de la Primera Guerra mundial 1911-1918)