Cajon Quotes

We've searched our database for all the quotes and captions related to Cajon. Here they are! All 28 of them:

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Conocer a tu alma gemela se parece a entrar en una casa que conoces bien; reconocerás los muebles, los cuadros de la pared, los libros de los estantes, el contenido de los cajones. Podrías encontrar el camino a ciegas, de ser necesario.
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Jandy Nelson (I'll Give You the Sun)
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Siempre pensé que uno muere todos los días, y que los días son como cajones. En cada uno de esos días hay un yo diferente. Alguien a quien no conoces, o no comprendes, o no quieres comprender
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Ray Bradbury
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Conocer a tu alma gemela se parece a entrar en una casa que conoces bien; reconocerás los muebles, los cuadros de la pared, los libros de los estantes, el contenido de los cajones. Podrías encontrar el camino a ciegas, de ser necesario. —Bueno,
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Jandy Nelson (Te darĂ­a el sol (Spanish Edition))
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la desgracia se manda sola. Cualquier noche la encuentras recostada en tu cama o guardando su ropa en tus cajones o amargando la cena antes siquiera de que la preparen, como un dolor de muelas inmune a los dentistas que bien puede durar el resto de tu vida.
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Xavier Velasco (La edad de la punzada)
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Allí están, en tus cajones, junto a los petardos que te sobraron de Navidad y las canicas de cristal: tus libros.
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Roald Dahl (Charlie and the Chocolate Factory (Charlie Bucket, #1))
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In sum, then a conservative tech writer offers a really attractive way of looking at viewer passivity and TV's institutionalization of irony, narcissism, nihilism, stasis. It's not our fault! It's outmoded technology's fault! If TV-dissemination were up to date, it would be impossible for it to "institutionalize" anything through its demonic "mass psychology"! Let's let Joe B., the little lonely guy, be his own manipulator or video-bits! Once all experience is finally reduced to marketable image, once the receiving user of user-friendly receivers can choose freely, Americanly, from an Americanly infinite variety of moving images hardly distinguishable from real-life images, and can then choose further just how he wishes to store, enhance, edit, recombine, and present those images to himself, in the privacy of his very own home and skull, TV's ironic, totalitarian grip on the American psychic cajones will be broken!" E Unibus Pluram: Television and U.S. Fiction" (The Review of Contemporary Fiction, 1993)
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David Foster Wallace (A Supposedly Fun Thing I'll Never Do Again: Essays and Arguments)
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How much you give is not counted by amount, but by fraction
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Sophia Cajon
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Encontré éste libro (comenzaba el manuscrito) en un cajón del viejo buró que está en el descanso. Era un día lluvioso y yo no podía salir, así que, en la tarde tomé una vela y me puse a escudriñar en el buró. Casi todos los cajones estaban llenos de vestidos viejos, pero uno de los más chicos parecía estar vacío, y ahí encontré este libro metido hasta el fondo. Yo quería un libro como éste, y por eso me lo llevé para escribir en él. Está lleno de secretos.
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Arthur Machen
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Dudé mucho antes de convencerme a mí misma de que debía seguir con aquel cometido. Reflexioné, sopesé opciones y valoré alternativas. Sabía que la decisión estaba en mi mano: sólo yo tenía la capacidad de elegir entre seguir adelante con aquella vida turbia o dejarlo todo de lado y volver a la normalidad (…) Dejarlo todo y volver a la normalidad: sí, aquélla sin duda era la mejor opción. El problema era que ya no sabía dónde encontrarla. ¿Estaba la normalidad en la calle de la Redondilla de mi juventud, entre las muchachas con las que crecí y que aún se peleaban por salir a flote tras perder la guerra? ¿Se la llevó Ignacio Montes el día en que se fue de mi plaza con una máquina de escribir a rastras y el corazón partido en dos, o quizás me la robó Ramiro Arribas cuando me dejó sola, embarazada y en la ruina entre las paredes del Continental? ¿Se encontraría la normalidad en Tetuán de los primeros meses, entre los huéspedes tristes de la pensión de Candelaria, o se disipó en los sórdidos trapicheos con los que ambas logramos salir adelante? ¿Me la dejé en la casa de Sidi Mandri, colgada de los hilos del taller que con tanto esfuerzo levanté? ¿Se la apropió tal vez Félix Aranda alguna noche de lluvia o se la llevó Rosalinda Fox cuando se marchó del almacén del Dean’s Bar para perderse como una sombra sigilosa por las calles de Tánger? ¿Estaría la normalidad junto a mi madre, en le trabajo callado de las tardes africanas? ¿Acabó con ella un ministro depuesto y arrestado, o la arrastró quizás consigo un periodista a quien no me atreví a querer por pura cobardía? ¿Dónde estaba, cuándo la perdí, qué fue de ella? La busqué por todas partes: en los bolsillos, por los armarios y en los cajones; entre los pliegues y las costuras. Aquella noche me dormí sin hallarla. Al día siguiente desperté con una lucidez distinta y apenas entreabrí los ojos, la percibí: cercana, conmigo, pegada a la piel. La normalidad no estaba en los días que quedaron atrás: tan sólo se encontraba en aquello que la suerte nos ponía delante cada mañana. En Marruecos, en España o Portugal, al mando de un taller de costura o al servicio de la inteligencia británica: en el lugar hacia el que yo quisiera dirigir el rumbo o clavar los puntales de mi vida, allí estaría ella, mi normalidad. Entre las sombras, bajo las palmeras de una plaza con olor a hierbabuena, en el fulgor de los salones iluminados por lámparas de araña o en las aguas revueltas de la guerra. La normalidad no era más que lo que mi propia voluntad, mi compromiso y mi palabra aceptaran que fuera y, por eso, siempre estaría conmigo. Buscarla en otro sitio o quererla recuperar del ayer no tenía el menor sentido.
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María Dueñas (The Time in Between)
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Se levanta y hace la cama, luego recoge del suelo unos libros de bolsillo (novelas policíacas) y los pone en la librería. Tiene ropa que lavar antes de irse, ropa que guardar, medias que emparejar y meter en los cajones. Envuelve la basura en papel de periódico y baja tres pisos para dejarla en el cubo de la basura. Saca los calcetines de Cal de detrás de la cama y los sacude, dejándolos sobre la mesa de la cocina. Hay trapos que lavar, hollín en el alféizar de las ventanas, cacerolas en remojo por fregar, hay que poner un plato bajo el radiador por si funciona durante la semana (se sale). Oh. Aj. Que se queden las ventanas como están, aunque a Cal no le gusta verlas sucias. Esa espantosa tarea de restregar el retrete, pasarle el plumero a los muebles. Ropa para planchar. Siempre se caen cosas cuando recoges otras. Se agacha una y otra vez. La harina y el azúcar se derraman sobre los estantes que hay encima de la pila y tiene que pasar un paño; hay manchas y salpicaduras, hojas de rábano podridas, incrustaciones de hielo dentro de la vieja nevera (hay que mantener la puerta abierta con una silla, para que se descongele). Pedazos de papel, caramelos, cigarrillos y ceniza por toda la habitación. Tiene que quitarle el polvo a todo. Decide limpiar las ventanas a pesar de todo, porque quedan más bonitas. Estarán asquerosas después de una semana. Por supuesto, nadie la ayuda. Nada tiene la altura adecuada. Añade los calcetines de Cal a la ropa de ambos que tiene que llevar a la lavandería de autoservicio, hace un montón separado con la ropa de él que tiene que coser, y pone la mesa para sí misma. Raspa los restos de comida del plato del gato, y le pone agua limpia y leche. «Mr. Frosty» no parece andar por allí. Debajo de la pila encuentra un paño de cocina, lo recoge y lo cuelga sobre la pila, se recuerda a sí misma que tiene que limpiar allí abajo más tarde, y se sirve cereales, té, tostadas y zumo de naranja. (El zumo de naranja es un paquete del gobierno de naranja y pomelo en polvo y sabe a demonios.) Se levanta de un salto para buscar la fregona debajo de la pila, y el cubo, que también debe estar por allí. Es hora de fregar el suelo del cuarto de baño y el cuadrado de linóleo que hay delante de la pila y la cocina. Primero termina el té, deja la mitad del zumo de naranja y pomelo (haciendo una mueca) y algo del cereal. La leche vuelve a la nevera —no, espera un momento, tírala—, se sienta un minuto a escribir una lista de comestibles para comprarlos en el camino del autobús a casa, cuando vuelva dentro de una semana. Llena el cubo, encuentra el jabón, lo deja, friega sólo con agua. Lo guarda todo. Lava los platos del desayuno. Coge una novela policíaca y la hojea, sentada en el sofá. Se levanta, limpia la mesa, recoge la sal que ha caído en la alfombra y la barre. ¿Eso es todo? No, hay que arreglar la ropa de Cal y la suya. Oh, déjalo. Tiene que hacer la maleta y preparar la comida de Cal y la suya (aunque él no se marcha con ella). Eso significa volver a sacar las cosas de la nevera y volver a limpiar la mesa, dejar pisadas en el linóleo otra vez. Bueno, no importa. Lava el plato y el cuchillo. Ya está. Decide ir por la caja de costura para arreglar la ropa de él, cambia de opinión. Coge la novela policíaca. Cal dirá: «No has cosido mi ropa.» Va a coger la caja de costura del fondo del armario, pisando maletas, cajas, la tabla de plancha, su abrigo y ropa de invierno. Pequeñas manos salen de la espalda de Jeannine y recogen lo que ella tira. Se sienta en el sofá y arregla el desgarrón de la chaqueta de verano de él, cortando el hilo con los dientes. Vas a estropearte el esmalte. Botones. Zurce tres calcetines. (Los otros están bien.) Se frota los riñones. Cose el forro de una falda que está descosido. Limpia zapatos. Hace una pausa y mira sin ver. Luego reacciona y con aire de extraordinaria energía saca la maleta mediana del armario y empieza a meter su ropa para
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Joanna Russ (The Female Man)
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objetivo es, hoy, clasificar a todos los sujetos de esta posmodernidad encerrándolos en los cajones (pigeonholes) del espacio taxonómico regenteado por la “ciencia médica”.
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NĂ©stor A. Braunstein (Clasificar en psiquiatrĂ­a (Spanish Edition))
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Pero todavía queda otro interrogante, a menudo removido por los más recónditos investigadores de Nantucket. Bien sea debido a los casi omniscientes vigías en la cofa de los balleneros, que ahora penetran incluso por el estrecho de Behring, y hasta los más remotos cajones y compartimientos secretos del mundo, o bien debido a '' los mil arpones y lanzas que se disparan a lo largo de todas las costas continentales, el punto a discutir es si Leviatán podrá aguantar mucho tiempo semejante persecución, y semejante agitación inexorable; y si no acabará por ser exterminado de las aguas, y la última ballena, como el último hombre, fumará su última pipa y luego se evaporará en la bocanada final.
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Anonymous
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3 basic things to do when you are having motorcycle locksmith in El Cajon - When you are on the road with your motorcycle and suddenly feel the need of motorcycle locksmith El Cajon you can surely contact with the experts here to resolve your problems.
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David Myzel
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How mobile locksmith providers in El Cajon can help us in distress? Are you a resident of El Cajon then sometimes life will appear to be quite miserable to you when you get to realize one fine day that you are locked out or locked inside your home, your car lock is missing, you locker inside your office is not opening as the keys are lost.
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David Myzel
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Lunar Loussia Wellgreens was born on 15th November 1979 in El Cajon. He is currently working as the chief executive officer at WORKS and is the owner of 37.5% of the total shares.
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Lunar Loussia Wellgreens
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Cajones, Iris," yia-yia would have said in terrible Greek-accented Spanish.
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Mariana Zapata (Under Locke)
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aquella operación, los cajones acabaron en una disposición diferente: la correcta. Bosch estaba convencido de que alguien los había sacado todos para registrarlos por debajo y por detrás y luego los había vuelto a colocar en el lugar equivocado. Después,
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Michael Connelly (El eco negro (Harry Bosch, #1; Harry Bosch Universe, #1))
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Años después, mientras le dictaba a uno de sus discípulos, Vijayananda, Prabhat recordó estas vacaciones en Bamunpara. Le dijo que cuando estaba acostado en el catre, supuestamente no haciendo nada por horas, estaba ocupado planeando el trabajo de su vida, que incluía su lucha contra el sistema de castas y otros males sociales. Prabhat dijo que durante estas vacaciones había diseñado la estructura de Ananda Marga, la organización socioespiritual que fundaría en 1955, más de veinticinco años después. Luego fue a su escritorio, sacó un pedazo de papel amarillento de uno de los cajones y lo desarrugó en el escritorio frente a su discípulo. La escritura borrosa, pero todavía visible, contenía un plan general de la organización que crearía más adelante.
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Devashish (Historias de un Maestro Tántrico (Spanish Edition))
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Cruising California Auto Detailing and Ceramic Coating
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Abrir los cajones es como abrir rendijas en el cerebro del otro: qué era lo que más quería, a quién había visto (según las citas de su agenda o los apuntes de un cuaderno), qué había comido o comprado (recibos de almacenes, extractos de tarjetas de crédito, facturas), qué fotos o recuerdos atesoraba, qué documentos tenía expuestos y cuáles en secreto.
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HĂ©ctor Abad Faciolince (El olvido que seremos)
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En este país se vive entre la esperanza y la desesperanza perpetuas, entre la acción y la inacción. Nosotros, ahogándonos en un mar de palabras. Las palabras son cajones en los que nos metemos para protegernos, para evadir lo que sucede alrededor. ¿Qué relación tiene lo que espetó doctoral y parsimoniosamente Guarochi con nuestra realidad inmediata? Pareciera que nos sintiéramos en el mundo del desarrollo y tuviéramos la posibilidad de un foro para discutir las ideas filosóficas, estéticas y literarias de moda a lo Sartre, en la Sorbona o en los cafés parisienses. Por no ver que al nomás ponerse a hablar difícil la policía le echa a uno el ojo y lo tilda de subversivo o comunista. ¿Qué querremos expresar o encontrar al reunirnos aquí a discutir las corrientes nuevas de la literatura en el mundo capitalista desarrollado, si no podemos expresarnos frente a la máquina porque lo primero que hacemos es autocensurarnos para que no nos vayás a perseguir o a matar por lo que escribimos? ¿De qué queremos hablar, de quién queremos hablar? ¿De nosotros? ¿Y qué somos nosotros, los escritores, en este mar de sangre, tortura, persecución y guerra social sin fin? ¿Cómo podemos interpretar nuestra realidad sin ponernos en peligro de persecución o muerte?
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Marco Antonio Flores (Los muchachos de antes (Spanish Edition))
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La mesa consumida por el fuego Las marcas en el cuerpo de mi padre La rápida confianza en los escombros Las frases en el muro de la infancia El ruido de mos dedos vacilando Tu ropa en los cajones de otra casa El ruido interminable de los autos La cálida esperanza de volver Sin pasos sin camino de memoria La larga convicción de que esperamos Que nadie reconozca en nuestra cara La cara que perdimos hace tiempo
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Alejandro Zambra (Ways of Going Home)
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In her mind she was calm, unaware her body was going through some seriously fucked up shit on a dingy couch in an old strip mall in the middle of El Cajon, California.
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Robert Essig (Tweaker Creatures)
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Sencillamente algunas personas llegan a ti para revolverlo todo, abrir los cajones llenos de miedos y obligarte a ser mejor, más humano, más real.
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Alice Kellen (Todo lo que somos juntos (Deja que ocurra, #2))
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He cometido el error típico de principiante, el 101, «uan o uan», del que siempre me he burlado entre lesbianas. En parrilladas o entre tragos siempre comentamos: «fulana se ha mudado con mengana, horror, solo llevan dos meses». Y apostamos cuánto tiempo durarán. Yo voy una semana y me he enganchado a una extraña, he vaciado la mitad de mis cajones y mi clóset para que se instale. En el baño ahora hay dos toallas y dos cepillos de dientes. A esta situación, en los monólogos queer o en shows cómicos norteamericanos, le llaman el síndrome U-Haul, haciendo alusión a los camiones de mudanzas de dicha empresa. Conoces a una chica con la que parece que tendrás la relación perfecta y quieres mudarte a los dos días con ella, porque no quieres perder tiempo, cuando en realidad tiempo es lo que dos personas necesitan para conocerse. Por separado. Ahora yo soy la broma.
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Karen Luy de Aliaga (Compórtense como señoritas)
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Were You born Head First or Feet First ? . . . Sorry I was born Cajones First
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Kevin Kolenda
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para ese 1997 también era frecuente: el secuestro de hombres, que había ocurrido a cientos de familias —varias de clase media—, cuyos miembros un día simplemente llegaron a sus casas y las encontraron revueltas, con los cajones abiertos, la ropa en el suelo y rastros de que alguien se había llevado por la fuerza al hijo, al padre, al esposo o al hermano, a quienes jamás volverían a ver. Se trataba del “levantón”, en el que una persona era privada de su libertad a punta de pistola, casi en silencio y al estar en su casa o en cualquier otra parte.
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Sandra Rodriguez (La fábrica del crimen (Spanish Edition))
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PACE stands for Program of All-inclusive Care for the Elderly. St. Pauls PACE is a managed care health plan exclusively for seniors. Every staff member from our drivers to nurses and doctors, specialize in senior care. You could say we are senior care experts! PACE is specifically designed for seniors 55 years and older who have chronic medical conditions and are struggling to live at home independently. St. Paul's PACE is located in San Diego, Chula Vista and El Cajon.
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St. Paul's PACE San Diego