Blanca And Roja Quotes

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Una vida sin sueños es un jardín sin flores, pero una vida de sueños imposibles es un jardín de flores falsas...
Alessandro D'Avenia (Blanca como la nieve, roja como la sangre)
- ¿Por qué somos incapaces de reconocer a los genios?- pregunté. - Porque son diferentes. Los seres humanos normales no quieren que otros se salgan del guión. Somos una civilización de ovejitas blancas que nos seguimos unas a otras rumbo al precipicio. Y de vez en cuando surge una ovejita negra, o roja, o rosa que dice: "¡Eyyy, no es hacia allí, es para el otro lado!" Y todas las ovejitas blancas no escuchan y lo atropellan y maltratan.
Benito Taibo (Persona normal)
Las repuestas importantes están escritas entre líneas de los libros y has de ser capaz de leerlas.
Alessandro D'Avenia (Blanca como la nieve, roja como la sangre)
The story of the ugly duckling was never about the cygnet discovering he is lovely. It is not a story about realizing you have become beautiful. It is about the sudden understanding that you are something other than what you thought you were, and that what you are is more beautiful than what you once thought you had to be.
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
I was a girl who would never exist in a fairy tale, not just because of the brown of my body but because of my heart, neither pure enough to be good nor cruel enough to be evil. I was a girl lost in the deep, narrow space between the two forms girls were allowed to take.
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
La ignorancia es lo más cómodo que conozco después del sofá del salón de mi casa. - Leo
Alessandro D'Avenia (Blanca como la nieve, roja como la sangre)
The biggest lie of all is the story you think you already know.
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
We find what is beautiful in what is broken. We find what is heartening in what is terrifying. We find the stars in the woods’ deepest shadows.
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
No hay que tener miedo a las palabras. (...). Hay que llamar a las cosas por su nombre, sin miedo. (...) Yo ya no tengo miedo a las palabras, porque ya no le tengo miedo a la verdad. Cuando tu vida es lo que está en juego, no soportas los rodeos.
Alessandro D'Avenia (Blanca como la nieve, roja como la sangre)
-¿Y si no amamos nada? -Imposible. ¿Te imaginas la Tierra sin gravedad? ¿O el espacio sin gravedad? Sería un contínuo autochoque. Incluso quien cree que no ama nada, ama algo. (...) Lo importante no es si amamos o no, sino qué amamos.
Alessandro D'Avenia (Blanca como la nieve, roja como la sangre)
Remember what I always told you." I let my eyes fall shut. "I have teeth." I opened my eyes in time to catch his nod. "So use them," he said.
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
My hope for you, reader, for all of us, is two sides of the same wish: that the world gives us each the space to write our own story, and that we leave room for each other’s stories. They are where our hearts survive.
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
That was the thing neither Roja nor the señoras understood. Sometimes what a story needed was not a girl who would do what the prince told her, who would content herself with meeting him only in the dark, who would not question why she must not open her eyes. Sometimes a story needed the girl who would find him among the crumbling stones where he did pretending all o fit was a castle. It needed the girl who took the prince’s orders and crushed them between her back teeth, who bound his wrists if that was what it took to set him free.
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
The way you look at me, do you mean it?
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
—Eso es todo. Ese día mi abuelo me explicó que nosotros somos distintos de los animales, que solo hacen lo que su naturaleza les dicta. En cambio, nosotros somos libres. Es el mayor don que hemos recibido. Gracias a la libertad podemos convertirnos en algo distinto de lo que somos. La libertad nos permite soñar y los sueños son la sangre de nuestra vida, aunque a veces cuestan algún azote y un largo viaje. «Jamás renuncies a tus sueños. Nunca tengas miedo de soñar, por mucho que los demás se rían de ti», eso me dijo mi abuelo, «pues si lo haces renunciarías a ser tú mismo». Aún recuerdo los ojos brillantes con que subrayó sus palabras.
Alessandro D'Avenia (Blanca como la nieve, roja como la sangre)
Whether the woods knew my name or not, they took me. So I became blackbirds, birch trees, water. I existed as whatever part of the woods would have me, rocks or crows or fallen leaves. I spent time in whatever creek or poison red-and-white mushrooms let me in.
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
That I was a boy, but it was not as simple as me wanting to be called he. That I liked being called he and him. But that I would've liked being called she and her sometimes, too, if it didn't let everyone settle into the assumption that I was a girl. I had never been a girl, would never be a girl...
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
My sister and I had been born fair and dark, her looking like a girl in a fairy tale who would grow up sweet, a princess, and me like one who would grow into a cruel witch. I had seen the pictures in storybooks. I knew what I was, with my bloodstained hair. Girls like me were marked for the swans. How could they ever take a girl like Blanca?
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
Page set her hand on the small of my back. She did it like it was only to guide me around rocks or fallen pinecones. But when she did it, I was that glass jar with a candle set inside. The heart of me was as soft as the wax of the tea light.
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
Our mother always told us no to tell lies, even to ourselves, because they became truer every time you said them. But we had told ourselves lies, and they had become the truth. We had started to believe that Roja was the sister whose heart was a handful of hard red jewels, and I was the one as insubstantial as the hollow center of a cranberry. The lie of who we were had killed who we might have been. It had buried us. It stripped us down into girls uncomplicated enough to be understood.
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
Good girls had their own way of hitting back.
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
In the dark, my sister glowed, but in the dark, I was the dark itself. Blanca, bright and fair Blanca, was the moon and all its stars. I was just her background to shimmer against.
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
You two never could follow rules, could you?
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
Las razas desaparecen, los pueblos se levantan y se borran, los imperios se suceden y la gloria huye como una sombra. Pero seguid alzando vuestras murallas blancas sobre la ribera al pie de las montañas rojas...
Mika Waltari (Egipcjanin Sinuhe, tom 1)
Dentro de la bola de nieve del escritorio de mi padre había un pingüino con una bufanda a rayas rojas y blancas. Cuando yo era pequeña, mi padre me sentaba en sus rodillas y cogía la bola de nieve. La ponía al revés, dejaba que la nieve se amontonara en la parte superior y le daba rápidamente la vuelta. Los dos contemplábamos cómo caía la nieve poco a poco alrededor del pingüino. El pingüino estaba solo allí dentro, pensaba yo, y eso me preocupaba. Cuando se lo comenté a mi padre, dijo: «No te preocupes, Susie; tiene una vida agradable. Está atrapado en un mundo perfecto».
Alice Sebold (The Lovely Bones)
Al poco tiempo tuvo una hija que era tan blanca como la nieve, tan roja como la sangre y tenía los cabellos tan negros como el ébano, y por eso la llamaron Blancanieves. Y, nada más crecer la niña, murió la reina. Pasado un año, el rey tomó otra esposa. Era una mujer hermosa, pero orgullosa y arrogante, y no podía soportar que alguien la superase en belleza. Tenía un espejo maravilloso y, cuando se situaba frente a él y se miraba, decía: -Espejito, espejito de la pared, la más hermosa de todo el reino, ¿quién es? A lo que el espejo respondía: -Mi reina y señora, en el reino vos sois la más hermosa. Entonces se quedaba satisfecha, pues sabía que el espejo decía la verdad. Pero Blancanieves fue creciendo y fue haciéndose cada vez más bella, y cuando hubo cumplido siete años, era ya tan linda como la luz del día y más hermosa que la propia reina. En una ocasión le preguntó a su espejo: -Espejito, espejito de la pared, la más hermosa de todo el reino, ¿quién es? El espejo respondió: -Mi reina y señora, vos sois aquí la más hermosa, pero Blancanieves es mil veces que vos más preciosa. Entonces la reina se asustó y se puso amarilla y verde de envidia.
Jacob Grimm (Cuentos de los hermanos Grimm)
Al idioma Alemán Mi destino es la lengua castellana, El bronce de Francisco de Quevedo, Pero en la lenta noche caminada, Me exaltan otras músicas más íntimas. Alguna me fue dada por la sangre- Oh voz de Shakespeare y de la Escritura, Otras por el azar, que es dadivoso, Pero a ti, dulce lengua de Alemania, Te he elegido y buscado, solitario. A través de vigilias y gramáticas, De la jungla de las declinaciones, Del diccionario, que no acierta nunca Con el matiz preciso, fui acercándome. Mis noches están llenas de Virgilio, Dije una vez; también pude haber dicho de Hölderlin y de Angelus Silesius. Heine me dio sus altos ruiseñores; Goethe, la suerte de un amor tardío, A la vez indulgente y mercenario; Keller, la rosa que una mano deja En la mano de un muerto que la amaba Y que nunca sabrá si es blanca o roja. Tú, lengua de Alemania, eres tu obra Capital: el amor entrelazado de las voces compuestas, las vocales Abiertas, los sonidos que permiten El estudioso hexámetro del griego Y tu rumor de selvas y de noches. Te tuve alguna vez. Hoy, en la linde De los años cansados, te diviso Lejana como el álgebra y la luna.
Jorge Luis Borges
Pero quería volver con algo entre las manos. ¿Flores? Sí, flores, porque no se fiaba de su gusto para el oro; cualquier tipo de flores, rosas, orquídeas, para celebrar lo que era, se viera como se viera, un acontecimiento; aquello que sintió por Clarissa cuando hablaban de Peter Walsh en el almuerzo; y es que nunca hablaban de ello, nunca, desde hacía años, habían hablado de ello; cosa que, pensó, agarrando sus rosas rojas y blancas (un ramo grande envuelto en papel de seda), es el mayor error del mundo. Llega el momento en que no se puede decir; uno es demasiado tímido para decirlo, pensó, manoseando sus seis o doce peniques sueltos en el bolsillo, emprendiendo el camino hacia Westminster con su gran ramo de rosas pegado al cuerpo, para decir sencillamente, con estas palabras (pensara lo que pensara de él), entregándole las flores: 'Te quiero.' ¿Por qué no? Realmente era un milagro, si pensábamos en la guerra y en los miles de pobres muchachos, con toda la vida por delante, enterrados a tropel, medio olvidados ya; era un milagro. Aquí estaba él caminando por Londres para ir a decirle a Clarissa, con estas palabras, que la quería. Algo que no se dice nunca, pensó. En parte, es por pereza; en parte, es por timidez.
Virginia Woolf (Mrs. Dalloway)
El aliento del mar fue alejando lentamente la marea de la orilla, y dejó la arena lisa y espejeante bajo las estrellas. Las algas mojadas, enmarañadas, plagadas de insectos. Las dunas agrupadas y tranquilas, el viento frío combando la hierba. El camino asfaltado que subía de la playa en silencio ahora, cubierto por una capa de arena blanca; un brillo tenue sobre los techos curvos de las caravanas; los coches aparcados, formas oscuras y agazapadas sobre la hierba. Y luego la feria, el quiosco de helados con la persiana bajada, y siguiendo la calle, ya en el pueblo, la oficina de correos, el hotel, el restaurante. El Sailor’s Friend, con las puertas cerradas, pegatinas ilegibles en las ventanas. La estela de los faros de un único coche al pasar. Las luces traseras rojas como ascuas. Más allá, una hilera de casas, las ventanas reflejando impasibles la luz de las farolas, los cubos de basura alineados enfrente, y luego la carretera de la costa que salía del pueblo, silenciosa, desierta, los árboles alzándose por entre la oscuridad. El mar hacia el oeste, una extensión de manto negro. Y al este, cruzando la verja, la antigua rectoría, de un azul lechoso. Dentro, cuatro cuerpos durmiendo, despertando, durmiendo otra vez. De lado, o tumbados de espaldas, sacudiéndose las colchas con los pies, cruzando de sueño en sueño en silencio. Y ya por detrás de la casa empezaba a salir el sol. En los muros traseros y entre las ramas de los árboles, entre las hojas coloridas de los árboles y la hierba verde y húmeda, se filtra la luz del alba. Mañana de verano. Agua fría y clara en el hueco de la mano.
Sally Rooney (Beautiful World, Where Are You)
Entonces, mira, a veces una muchacha parte en bicicleta, la ves de espaldas alejándose por un camino (¿la Gran Vía, King´s Road, la Avenue de Wagran, un sendero entre álamos, un paso entre colinas?), hermosa y joven la ves de espaldas yéndose, más pequeña ya, resbalando en la tercera dimensión y yéndose, y te preguntas si llegará, si salió para llegar, si salió porque quería llegar, y tienes miedo como siempre has tenido miedo por ti mismo, la ves irse tan frágil y blanca en una bicicleta de humo, te gustaría estar con ella, alcanzarla en algún recodo y apoyar una mano en el /manubrio y decir que también tú has salido, que también tú quieres llegar al sur, y sentirte por fin acompañado porque la estás acompañando, larga será la etapa pero allí en lo alto el aire es limpio y no hay papeles y latas en el suelo, hacia el fondo del valle se dibujará por la mañana el ojo celeste de un lago. Sí, también eso lo sueñas despierto en tu oficina o en la cárcel, mientras te aplauden en un escenario o una cátedra, bruscamente ves el rumbo posible, ves la chica yéndose en su bicicleta o el marinero con su bolsa al hombro, entonces es cierto, entonces hay gente que se va, que parte para llegar, y es como un azote de palomas que te pasa por la cara, por qué no tú, hay tantas bicicletas, tantas bolsas de viaje, las puertas de la ciudad están abiertas todavía, y escondes la cabeza en la almohada, acaso lloras. Porque, son cosas que se saben, la ruta del sur lleva a la muerte, allá, como la vio un poeta, vestida de almirante espera o vestida de sátrapa o de bruja, la muerte coronel o general espera sin apuro, gentil, porque nadie se apura en los aeródromos, no hay cadalsos ni piras, nadie redobla los tambores para anunciar la pena, nadie venda los ojos de los reos ni hay sacerdotes que le den a besar el crucifijo a la mujer atada a la estaca, eso no es ni siquiera Ruán y no es Sing-Sing, no es la Santé, allá la muerte espera disfrazada de nadie, allá nadie es culpable de la muerte, y la violencia es una vacua acusación de subversivos contra la disciplina y la tranquilidad del reino, allá es tierra de paz, de conferencias internacionales, copas de fútbol, ni siquiera los niños revelarán que el rey marcha desnudo en los desfiles, los diarios hablarán de la muerte cuando la sepan lejos, cuando se pueda hablar de quienes mueren a diez mil kilómetros, entonces sí hablarán, los télex y las fotos hablarán sin mordaza, mostrarán cómo el mundo es una morgue /maloliente mientras el trigo y el ganado, mientras la paz del sur, mientras la civilización cristiana. Cosas que acaso sabe la muchacha perdiéndose a lo lejos, ya inasible silueta en el crepúsculo, y quisieras estar y preguntarle, estar con ella, estar seguro de que sabe, pero cómo alcanzarla cuando el horizonte es una sola línea roja ante la noche, cuando en cada encrucijada hay múltiples opciones engañosas y ni siquiera una esfinge para hacerte las preguntas rituales. ¿Habrá llegado al sur? ¿La alcanzarás un día? Nosotros, ¿llegaremos? (Se puede partir de cualquier cosa, una caja de fósforos, una lista de desaparecidos, un viento en el tejado - ) ¿Llegaremos un día? Ella partió en su bicicleta, la viste a la distancia, no volvió la cabeza, no se apartó del rumbo. Acaso entró en el sur, lo vio sucio y golpeado en cuarteles y calles pero sur, esperanza de sur, sur esperanza. ¿Estará sola ahora, estará hablando con gente como ella, mirarán a lo lejos por si otras bicicletas apuntaran filosas? ( - un grito allá abajo en la calle, esa foto del Newsweek - ) ¿Llegaremos un día?
Julio Cortázar
¡Ay, amor mio, mi dueña! La muerte, que ha libado la miel de tu aliento, no ha podido arrebatarte todavia la belleza. Todavia no te ha conquistado. Aun destaca en tus labios y tus mejillas la lozana enseña roja de la hermosura, no la blanca, que la muerte aun no ha podido plantar en ellos
William Shakespeare
Leukos: blanco. De ella deriva la palabra «luz». Aima: sangre. De ella deriva la palabra «hematoma» (grumo de sangre). De la unión de esas dos palabras espantosas se obtiene otra todavía más terrible: leucemia. Así se denomina el tumor de la sangre. Un nombre que procede del griego (todos los nombres de las enfermedades provienen del griego...) y significa «sangre blanca». Ya sabía yo que el blanco era un petardo. ¿Cómo puede ser la sangre blanca? La sangre es roja y punto. Las lágrimas son saladas y punto.
Alessandro D'Avenia (Bianca come il latte, rossa come il sangue)
Pero vamos a comer primero -dijo. Y así, con batiente de puertas, empezó un exquisito vaivén silencioso de doncellas con delantales y cofias blancas, doncellas no por necesidad sino porque forman parte del misterio o mejor del gran engaño que las damas de Mayfair practican de una y media a dos cuando, con un gesto de la mano, cesa el tráfico y surge en su lugar esta profunda mentira, la comida en primer lugar, que nadie paga; y luego la mesa que parece cubrirse como por voluntad propia de vidrio y de plata, de manteles individuales, de cuencos de fruta roja, de filetes de rodaballo cubiertos de salsa oscura, de pollos troceados nadando en sus cazuelas; el fuego arde todo color y fiesta y con el vino y el café (que nadie ha pagado) nacen visiones alegres en ojos preocupados; ojos ante los que ahora la vida es musical y misteriosa; ojos encendidos ahora para observar animados los claveles rojos que Lady Bruton (cuyos gestos eran siempre duros) había depositado junto a su plato, de forma que Hugh Whitbread, en paz con el universo entero y al mismo tiempo completamente seguro de su categoría, dejó su tenedor y dijo: -¿No crees que resultarían encantadores sobre tu encaje?
Virginia Woolf
I wasn’t anyone close enough to Page to feel what I felt now, all of me breaking open like I was a pomegranate. All of me spilling everywhere like red-jewel seeds.
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
It wasn’t that I hadn’t thought of it since the day I went into the woods. But then, I was part of the woods. I was birch trees. I was a yearling bear. I did not have to remember this in my own body. And when I was something other than what I was, the memory didn’t have to be mine. It could belong to anyone. Now I was me again. The memory wove through the body I’d been in when it happened, and I couldn’t get away from it.
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
You can scream and cry if you want,” he said. “But what you have in you is power.
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
To boys like this, the world was there to offer them things. But I had said this corner of the world was not his.
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
(...) Even if there is no retracing your path, no unbreaking what has been broken, the heart of you, the heart of everything, can still knit back together.
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
Durante la violación, llevaba en el bolsillo de mi cazadora Teddy blanca y roja una navaja, mango negro brillante, mecánica impecable, cuchilla fina pero larga, afilada, perfecta, radiante. Una navaja que yo sacaba con bastante facilidad en esa época globalmente confusa. Me había acostumbrado a ella; a mi manera, había aprendido a usarla. Esa noche, la navaja se quedó escondida en mi bolsillo y la única idea que me vino a la cabeza fue: sobre todo que no la encuentren, que no decidan jugar con ella. Ni siquiera pensé en utilizarla.
Virginie Despentes (Teoría King Kong (Spanish Edition))
El amor es como tropezarse con una semilla desconocida. Algunas ni siquiera llegan a germinar por mucho abono que les tires, por mucho que las riegues y las cuides; pero otras, las que sí lo hacen y brotan, lo hacen cada una a su ritmo. La magia del amor es que no sabes de qué color serán sus flores y quizá quieras que salgan rojas, pero acaben siendo blancas; tampoco puedes adivinar si ese tallo que ahora es pequeño terminará lleno de espinas afiladas o, si un día, de repente, se marchitará.
Alice Kellen (13 Locuras que regalarte (Volver a ti #3))
¿Llevan ropa de magos como tú y Ariel? —¡Acabo de ponérselas! —replico emocionado—. Yo mismo decidí ponerles ropa de magos para que no sean más esferas. Y así también son magos… de túnica verde, de túnica azul, de túnica amarillo oro, de túnica roja, de túnica blanca… La de Ariel es verde. La mía es azul claro. Está bien así… una reunión de magos. Todos tienen barba,
Juan Carlos Torres (Soy Búho)
UNA ROSA BLANCA POR EL AMOR, UNA ROSA ROJA POR LA PASIÓN Y UNA ROSA NEGRA POR EL LUTO ETERNO…
Nathalie Alvarez Ricartes (Reencarnación: Tierra (Saga Elementales nº 1))
Cuanto mayor sea la tasa base —el porcentaje de fichas rojas en comparación con las blancas—, más rápido pueden cambiar las probabilidades. Si las primeras tres fichas que extraemos son rojas, y sabemos que en la bolsa un 75 por ciento de las fichas son rojas o blancas, hay una probabilidad de 27:1, o un poco superior al 96 por ciento, de que tengamos en las manos una bolsa llena sobre todo de fichas rojas.
Michael Lewis (Deshaciendo errores: Kahneman, Tversky y la amistad que nos enseñó cómo funciona la mente)
La dieta de las montañas antioqueñas era, en efecto, sencilla y frugal, pero completa y balanceada: todas las noches, en todas las casas, igual en las de las mujeres de pañolón que en las de ruana, se servían frisoles, una fuente segura de proteína, que cuida las neuronas, Nunca faltaba la mazamorra de sobremesa, a veces con bocadillo de guayaba o al menos con panela en trocitos, que daban la energía del azúcar. La carne de res y de cerdo, con las nuevas fincas abiertas, empezó a abundar, y no toda se exportaba a las minas del sur. Lo difícil era conservarla, pero para eso se usaba la sal traída de El Retiro en mulas, y se la secaba al sol en forma de tasajo que luego se molía entre dos piedras. La carne molida, o carne en polvo como siempre le hemos dicho, espolvoreada sobre los frisoles, a veces coronada por un huevo frito en manteca de cerdo, era el playo más apetitoso del mundo, sobre todo si se complementaba con plátano maduro, asado o en tajadas, que le daban un toque dulce a toda la comida. Al medio día podía agregarse esa misma carne en polvo a la sopa de arroz, que llevaba algo de papa picada, y en un platico aparte tomates maduros en cuadritos, con repollo rallado, cebolla roja, cilantro y jugo de limón, y aguacates maduros si estaban en cosecha. Y siempre una arepa blanca o amarilla al lado, al estilo del pan en el viejo mundo, porque, como decía un viajero alemán, “donde no se da el maíz, tampoco se da el antioqueño
Héctor Abad Faciolince (La oculta)
Pero sintió que estas palabras eran muy hermosas, como rosas rojas rojas como el fuego y rosas blancas tan blancas como la nieve, las buenas personas son amables hasta la médula, y el corazón de Lin Chen se rompió en este momento.
长洱 (犯罪心理)
Cuando quieres volar de verdad primero sientes miedo. Y el miedo te da frío, mucho frío, porque no sabes si vas a regresar. Para que se te quite el miedo tienes que imaginar el mundo. Un mundo donde nadie habla. Y luego tienes que escuchar el viento. Es como una música que apenas y se oye. Entonces debes pensar en las nubes. Nubes como camino, nubes de muchos colores, rojas, amarillas, azules, verdes. Nubes que te empujan y te llevan alto, muy alto, cada vez más alto. Y cuando crees que ya estás en el cielo debes imaginar el silencio. Como si fuera una luz, una inmensa luz blanca que te invade, te llena todo: los ojos, el cuerpo, los pensamientos. Y entonces, sólo entonces, puedes volar.
María Baranda (Marte y las princesas voladoras)
Cipriano, ni de su sombrero mexicano. Había desaparecido como por arte de magia. El que apareció, también como por arte de magia, fue su padre, agitando la gorra roja para que lo vieran. —¡Lástima de tormenta! Ya las teníais casi ganadas, ¿eh? —dijo Manu. —¡Papá! Nos estaban dando una paliza. Si no llega a ser porque se ha puesto a diluviar, ya habríamos perdido —dijo Sofía. —Pero no es justo —protestó Irene—. Nosotras llevamos entrenando duro todo el año, y ellas han fichado a una rusa gigante para el último partido. Parece un rascacielos. —Bueno, no os preocupéis. El próximo sábado nos traemos la escalera de mano y todo arreglado. O, quién sabe, a lo mejor esta semana pegáis el estirón y os hacéis más altas que la tal Irina —dijo Manu, cogiéndose el cuello con las dos manos y tirando hacia arriba. Las niñas se rieron con las tonterías de su padre y se olvidaron por un momento del partido de baloncesto. Manu y sus hijas salieron del polideportivo y se dirigieron paseando a su coche. Charlaban animadamente sobre el partido cuando, despistados, estuvieron a punto de chocarse de bruces contra un hombre que llevaba dos perros enormes. Al fijarse en él, Manu y las niñas se quedaron helados. El hombre llevaba un sombrero como los de Indiana Jones, del que sobresalía una melena blanca y desordenada que le llegaba hasta los hombros. Llevaba un parche en el ojo derecho y una cicatriz larga y roja le cruzaba la mejilla izquierda hasta la comisura de los labios. El ojo que le quedaba sano era de color negro, tanto como los dos enormes perros que lo escoltaban. Los animales llevaban un collar de pinchos en torno al cuello y estaban sujetos a su dueño por una cadena de metal. El hombre llevaba dos pistolas de agua colgadas del cinturón, y un arco de madera asomaba detrás de su espalda. —Perdone. Mis hijas y yo no le habíamos visto —se disculpó Manu con prudencia, pensando que se habían cruzado con un loco. El hombre permaneció en silencio, mirando a Sofía fijamente. Uno de los perros olfateó el ambiente y lanzó una dentellada al aire en dirección a la niña. El desconocido también olisqueó, imitando a su perro, y dio un paso hacia delante. —Niña ese balón que llevas… ñiiick… Es muy bonito y huele muy bien —dijo el hombre en voz baja. Al hablar rechinaba los dientes y emitía un sonido parecido al que hace un tenedor al rasgar un plato. Ñiiick. —Pues sí, es muy bonito —dijo su padre, poniéndose delante de la niñas—. Sujete bien a sus perros, parecen peligrosos. —Les compro el balón… ñiiick… A mi perro parece que le gusta mucho… ñiiick —dijo el hombre, sin hacer caso a la amenaza de Manu. —Es de mis hijas y no está en venta —dijo Manu—. Vámonos, chicas, se nos hace tarde. Manu y las niñas dieron un pequeño rodeo y se alejaron del hombre, que no paraba de mirar el balón fijamente mientras movía las aletas de la nariz. —¡Como está el barrio, chicas! —dijo Manu cuando se habían alejado un poco del extraño desconocido. —Qué tío más raro. Llevaba unas pistolas de agua en el cinturón. ¿Y por qué querría la pelota? —dijo Sofía. —Ni idea. Me recordaba un poco al director del «cole», solo que todavía más feo —dijo Irene, sintiendo un escalofrío. —¡Hala!
César García Muñoz (Cipriano, el vampiro vegetariano. (Cipriano, el vampiro vegetariano, #1))
Si sólo te pudiera hacer un regalo para el resto de tu vida, sería esto: confianza. Sería el regalo de la Confianza. O eso, o una vela aromatizada. (....) Me ha dado por pensar en ti, en qué lástima que no esté Em para verlo, y vivirlo, y he tenido una revelación. Es la siguiente. Deberías estar conmigo. Aquí, en la India. (...) A las doce en punto del mediodía, ponte justo debajo del centro de la cúpula, con una rosa roja en una mano y una edición de Nicholas Nickleby en la otra. Iré a buscarte, Em. Yo llevaré una rosa blanca, y mi edición de Howards End, y cuando te vea, te la tiraré a la cabeza. ¿A que es el mejor plan que has oído en tu vida?
David Nicholls (One Day)
Según algunos mitos, las rosas rojas se crearon de la sangre de Adonis y el dolor de Afrodita al perder a su amante después de ser asesinado por Ares transformado en jabali. Supuestamente la combinación de la sangre derramada por las heridas de Adonis y las lágrimas de Afrodita transformaron las rosas blancas a su alrededor en unas rojas, las cuales desde ese momento en adelante conservaron ese tono. Así que tal vez, de alguna forma, podrían funcionar para ambas cosas, pérdida o pasión.
Raiza Revelles (El reflejo de la bruja)
My mother used to tell Blanca and me stories about nahuales. She said they lived among humans but at night became wolves or owls, flying on the wind like la llorona. Sometimes they made children sick and sucked the blood of their parents. Sometimes they withered crops with the touch of their wasted fingers. They drew souls halfway from their sleeping bodies and then dropped them like handfuls of water.
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
Do you need somewhere to stay?” I asked. “I’ll figure it out.” “Want to stay here?” “Why?” he asked. “Good point. We’re the del Cisne girls.” I gave him the widened eyes of a vengeful witch. “Who knows what we might turn you into?
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
My grandmother says real men know their way around a kitchen.
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
There will always be two daughters. But we will always take one back
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
But the only one I could grab hold of was the one that held on to me, the one that had been written so deep into me that the woods turned me into part of it. "Snow-White and Rose-Red.
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
Don’t give up. You’re not a swan yet.
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
-¿Por qué somos incapaces de reconocer a los genios?-pregunté -Porque son diferentes. Los seres humanos normales no quieren que otros se salgan del guión. Somos una civilización de ovejitas blancas que nos seguimos unas a otras rumbo al precipicio. Y de vez en cuando surge una ovejita negra, roja o rosa que dice: <¡Eyyy, no es hacia allí, es para el otro lado!> Y todas las ovejitas blancas no escuchan y lo atropellan y maltratan. -Yo no quiero ser una persona normal-digo. -No te preocupes. No lo eres.
Benito Taibo (Persona normal)