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- Nunca vuelvas a llamarme asà - le espeté.
- Es mejor que llarmarle <> a alguien, ¿no? - Salió por la puerta - Qué visita tan estimulante. La recordaré mucho tiempo.
Aquello ya era suficiente.
- ¿Sabes qué? Tienes toda la razón. Mira que llamarte tarado...Esa es una palabra que no te define bien - le dije sonriendo - <> te pega más.
- Conque <>, Âżeh? - repitiĂł - Eres un encanto.
Levanté el dedo corazón.
(pág.20)
Eran más de la una, pero parecĂa que Daemon acabara de levantarse. Llevaba los tejanos arrugados y el pelo enmarañado. Hablaba con alguien por telĂ©fono mientras se pasaba la mano por la mandĂbula.
- ÂżTu hermano no tiene camisetas o quĂ©? - le preguntĂ© mientras cogĂa la pala.
- Me temo que no. No las lleva ni en invierno. Siempre va por ahĂ medio desnudo - refunfuñó - Es bastante incĂłmodo tener que verlo asĂ todo el dĂa, enseñando tanta...carne ¡QuĂ© grima!
A ella le darĂa grima, pero a mĂ...me alteraba bastante. Me puse a cavar hoyos en lugares estratĂ©gicos mientras notaba que se me secaba la garganta. Tenia una cara perfecta, un cuerpo de ensueño y una mala leche espectacular. Las tres reglas de oro de cualquier tĂo macizo, vaya.
(pág. 39)
- Tienes una cabecita bastante sucia, gatita.
Pestañeé. <>
- ¿Qué has dicho?
- Que tienes la cabeza sucia - repitiĂł en voz baja. SabĂa que Dee no podĂa oĂrle -, llena de tierra. ÂżQuĂ© creĂas que querĂa decir?
- Nada -...Tener a Daemon tan cerca no me reconfortaba en absoluto - Es normal ensuciarse cuando plantas.
Los labios le temblaron un instante.
- Hay muchas maneras de ensuciarse. Aunque no tengo la intención de mostrártelas.
(pág.46)
- Me da a mĂ que te has mojado tĂş más que el coche. Nunca pensĂ© que lavar un coche pudiera ser tan complicado pero, despuĂ©s de observarte durante los Ăşltimos quince minutos, creo que deberĂan convertirlo en deporte olĂmpico.
- ¿Estabas observándome? - Qué grima. Y qué morbo. ¡No! de morboso, nada.
(pág.51)
- Pues sĂ ÂżY tĂş siempre te quedas mirando a los tĂos cuando llamas a su puerta para preguntar por una direcciĂłn?
- ÂżSiempre abres la puerta medio desnudo?
- Pues sĂ. Y no has respondido a mi pregunta. ÂżSiempre pegas esos repasos?
Las mejillas me ardĂan.
(pág.53)
- Hasta mañana a medio dĂa, gatita.
- Te odio - resoplé.
- El sentimiento es mutuo - Me miró por encima del hombro - Me juego veinte pavos a que llevas bañador y no biquini.
Era insufrible.
(Pág. 62)
- ÂżQue no confĂa en mi? ÂżY quĂ© tiene que confiarme, tu virtud?
Se le escapĂł otra carcajada y tardĂł unos momentos en poder contestar.
- Pues claro; no le gustan las chicas guapas que están coladitas por mi.
- ¿Qué? - ... - Estás de broma, ¿no?
- ¿A qué parte te refieres? - preguntó-
- ¡A todas!
- Venga ya. No me digas que no sabes que eres guapa. ÂżNo te lo ha dicho ningĂşn chico antes?
(pág.90)
- Creo que estás condenada a estar conmigo un rato más.
- Seguro que parezco un gato remojado.
- Estás bien. La lluvia te favorece.
Fruncà el ceño.
- Ya me estás mintiendo otra vez.
SentĂ que su cuerpo se movĂa junto al mĂo y, sin mediar palabra, me rozĂł la barbilla con los dedos y me atrajo hacia Ă©l. En sus labios se dibujĂł una sonrisa torcida.
- No te miento; te lo dijo en serio.
(pág.101)
- Bueno...Ya llegĂł el innombrable.
A Dee le dio un ataque de risa que hizo que toda la cafeterĂa nos mirara.
- ¡Me parto!
Me hundĂ en la butaca. Desde la mañana en que Dee y Ă©l me habĂan preparado el desayuno, me habĂa evitado y a mĂ me daba igual.
...
Seguramente Daemon era fĂsicamente el hombre más perfecto que jamás habĂa visto - su cara harĂa las delicias de cualquier retratista -, pero a la vez tenĂa bastantes papeletas para ser el cretino más grande sobre la faz de la Tierra.
(pág.145)
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Jennifer L. Armentrout (Obsidian (Lux, #1))