Alta Mar Quotes

We've searched our database for all the quotes and captions related to Alta Mar. Here they are! All 50 of them:

Cuando la realidad te golpea es como si de pronto, en alta mar, te arrojasen por la borda en plena noche
Haruki Murakami (色彩を持たない多崎つくると、彼の巡礼の年)
— Mas o homem não foi feito para a derrota — disse em voz alta. — Um homem pode ser destruído, mas nunca derrotado
Ernest Hemingway (O Velho e o Mar)
Muchos estudiosos sotienen que el mareo de un perro en alta mar se debe a que no están colocados de manera correcta los listones que equilibran las embarcaciones.
Mario Bellatin
–Pez –dijo en voz alta pero suavemente–, seguiré contigo hasta la muerte.
Ernest Hemingway (El viejo y el mar. El invicto)
en alta mar no había más ley ni justicia que la suya.
Isabel Allende (Hija de la fortuna (Trilogía involuntaria, #1))
La Historia (que, a semejanza de cierto director cinematográfico, procede por imágenes discontinuas) propone ahora la de una arriesgada taberna, que está en el todopoderoso desierto igual que en alta mar.
Jorge Luis Borges (Cuentos completos)
La gran prosperidad no es estable entre los mortales. La divinidad, al zarandearla, la rasga de arriba abajo como la vela de una nave rápida y la sumerge bajo penas terribles como bajo las rugientes olas mortíferas de alta mar.
Euripides (Orestes)
No sé si habéis visto alguna vez un mapa de la mente de una persona. A veces los médicos trazan mapas de otras partes vuestras y vuestro propio mapa puede resultar interesantísimo, pero a ver si alguna vez los pilláis trazando el mapa de la mente de un niño, que no sólo es confusa, sino que no para de dar vueltas. Tiene líneas en zigzag como las oscilaciones de la temperatura en un ráfico cuando tenéis fiebre y que probablemente son los caminos de la isla, pues el País de Nunca Jamás es siempre una isla, más o menos, con asombrosas pinceladas de color aquí y allá, con arrecifes de coral y embarcaciones de aspecto veloz en alta mar, con salvajes y guaridas solitarias y gnomos que en su mayoría son sastres, cavernas por las que corre un río, príncipes con seis hermanos mayores, una choza que se descompone rápidamente y una señora muy bajita y anciana con la nariz ganchuda. Si eso fuera todo sería un mapa sencillo, pero también está el primer día de escuela, la religión, los padres, el estanque redondo, la costura, asesinatos, ejecuciones, verbos que rigen dativo, el día de comer pastel de chocolate, ponerse tirantes, dime la tabla del nueve, tres peniques por arrancarse un diente uno mismo y muchas cosas más que son parte de la isla o, si no, constituyen otro mapa que se transparenta a través del primero y todo ello es bastante confuso, sobre todo porque nada se está quieto.
J.M. Barrie (Peter Pan)
Me apuntaré a uno de esos cruceros de pasarse el día bebiendo —uno que me lleve hasta alta mar pero no requiera identificación—, me beberé un vaso gigante de ginebra con hielo, me tragaré unos somníferos y cuando nadie esté mirando me dejaré caer en silencio por la borda con los bolsillos llenos de piedras a lo Virginia Woolf.
Gillian Flynn (Gone Girl)
A veces es mejor no expresar los deseos en voz alta, porque luego no se hacen realidad.
T.J. Klune (The House in the Cerulean Sea (Cerulean Chronicles, #1))
Ia em direção ao ferry e quando cheguei à esquina parei a ver o que ele fazia. Foi a última vez que o vi e lembro-me muito claramente. Caminhou pelo molhe e parou junto ao poste de um candeeiro, a olhar para o mar. O único ser vivo numa cidade morta das Caraíbas: uma figura alta num fato gasto de Palm Beach, o seu único fato, agora cheio de pó e manchado de relva, com os bolsos largos, sozinho num molhe no fim do mundo imerso nos seus pensamentos
Hunter S. Thompson
- Eso no debería parecer un cumplido - susurra. Pero ambos sabemos que lo ha sido. Porque sigue pareciéndome fascinante. Con sus defectos, sus errores, su capacidad de escoger la peor decisión de todas y llevarla con la cabeza bien alta. Su modo de ver la vida, tan retorcida como solo comprendemos los que la vemos igual. Alba como sinónimo de "desastre", sin darse cuenta de que a los que vivimos por y para el mar nos parecen alucinantes. Un tsunami. Una tormenta eléctrica. Las mareas rojas. Una pared de agua. Una chica que choca contra sí misma una y otra vez.
Andrea Longarela (El faro de los amores dormidos)
Há jardins imprevistos, mais subtis e complexos do que é imaginável, onde crescem altas magnólias, com grande flores brancas de pétalas profundas e largas, macias e espessas e onde a água de prata que irrompe da boca dos golfinhos de pedra cai nos pequenos tanques oitavados. (...) Jardins onde reconhecemos que a vida é um sonho do qual jamais acordamos, um sonho onde irrompem aparições prodigiosas como o lírio, a águia e o inesquecido rosto amado com paixão, mas onde tudo se transforma em esquecimento, distância, impossibilidade e detrito. Jardins onde reconhecemos que a nossa condição é não saber. É não poder jamais encontrar a unidade. E encontrar a unidade seria acordar.
Sophia de Mello Breyner Andresen (Histórias da Terra e do Mar)
Gacela de la muerte oscura Quiero dormir el sueño de las manzanas alejarme del tumulto de los cementerios. Quiero dormir el sueño de aquel niño que quería cortarse el corazón en alta mar. No quiero que me repitan que los muertos no pierden la sangre; que la boca podrida sigue pidiendo agua. No quiero enterarme de los martirios que da la hierba, ni de la luna con boca de serpiente que trabaja antes del amanecer. Quiero dormir un rato, un rato, un minuto, un siglo; pero que todos sepan que no he muerto; que haya un establo de oro en mis labios; que soy un pequeño amigo del viento Oeste; que soy la sombra inmensa de mis lágrimas. Cúbreme por la aurora con un velo, porque me arrojará puñados de hormigas, y moja con agua dura mis zapatos para que resbale la pinza de su alacrán. Porque quiero dormir el sueño de las manzanas para aprender un llanto que me limpie de tierra; porque quiero vivir con aquel niño oscuro que quería cortarse el corazón en alta mar.
Federico García Lorca (Obras de Federico García Lorca: Biblioteca de Grandes Escritores (Spanish Edition))
Hay bastantes personas de índole parecida a como era Harry; muchos artistas principalmente pertenecen a esta especie. Estos hombres tienen todos dentro de sí dos almas, dos naturalezas; en ellos existe lo divino y lo demoníaco, la sangre materna y la paterna, la capacidad de ventura y la capacidad de sufrimiento, tan hostiles y confusos lo uno junto y dentro de lo otro, como estaban en Harry el lobo y el hombre. Y estas personas, cuya existencia es muy agitada, viven a veces en sus raros momentos de felicidad algo tan fuerte y tan indeciblemente hermoso, la espuma de la dicha momentánea salta con frecuencia tan alta y deslumbrante por encima del mar del sufrimiento, que este breve relámpago de ventura alcanza y encanta radiante a otras personas. Así se producen, como preciosa y fugitiva espuma de felicidad sobre el mar de sufrimiento, todas aquellas obras de arte, en las cuales un solo hombre atormentado se eleva por un momento tan alto sobre su propio destino, que su dicha luce como una estrella, y a todos aquellos que la ven, les parece algo eterno y como su propio sueño de felicidad.
Hermann Hesse (Steppenwolf)
Delante de ellos se extendía el Nilo, cubierto de niebla, con un mar blanco; detrás de ellos se extendía el desierto oscuro, como un océano petrificado de color morado. Por fin, una tira de luz anaranjada apareció por el este; y poco a poco el mar blanco que tenían ante sí se convirtió en una inmensa extensión de fértil verde, mientras el océano morado de su espalda adquiría un trémulo brillo blanco. El sol naciente iluminó las piedras más altas de la pirámide, y Flaubert, bajando la vista, se fijó en una pequeña tarjeta de visita que estaba clavada a sus pies. "Humbert, Frotteur", decía, y daba unas señas de Rouen (...) -lo cotidiano entrometiéndose en lo sublime-(...)
Julian Barnes
guia, Sra. Saeki, tem cerca de 45 anos e é magra. É também alta em comparação às demais mulheres da sua geração. Usa vestido verde com um cardigã creme claro jogado sobre os ombros. Seu porte é elegante. Seus cabelos, longos, estão arrebanhados frouxamente na nuca. O rosto é delicado e inteligente. Tem olhos bonitos. E também um sorriso suave como uma sombra brincando sempre em seus lábios. Um sorriso que não sei descrever direito, mas que me parece conclusivo. Lembra uma pequena e ensolarada poça de luz, de formato único e que só se encontra em lugares secretos. No jardim de minha casa em Nogata, havia um cantinho e uma poça semelhantes, e desde muito pequeno sempre os amei. A Sra. Saeki desperta em mim uma sensação forte, mas, ao mesmo tempo, de comovente nostalgia. Como seria bom se ela fosse minha mãe, penso eu. O mesmo pensamento me ocorre toda vez que vejo uma mulher bonita (ou apenas simpática) de meia-idade. Como seria bom se ela fosse minha mãe… Mas nem é preciso dizer, a chance da Sra. Saeki ser minha mãe é praticamente nula. Mas do ponto de vista teórico a possibilidade existe, embora mínima. Afinal, não conheço nem o rosto nem o nome da minha mãe. Em outras palavras, não existe nenhuma razão para ela não ser minha mãe. Da visita guiada participamos apenas eu e um casal de meia-idade proveniente de Osaka. A mulher é rechonchuda e usa óculos de grau forte. O marido é magro e seu cabelo, duro, parece ter sido deitado à força com cerdas de ferro. Os olhos finos e as maçãs de rosto largas trazem à mente certas figuras esculpidas de ilhas meridionais, sempre a fitar o horizonte com intensa ferocidade. A mulher assume a maior parte do diálogo; o marido apenas murmura respostas automáticas. Além disso, acena a cabeça em concordância, emite exclamações admiradas e vez ou outra resmunga palavras soltas, ininteligíveis. O vestuário de ambos é mais apropriado para escalar montanhas do que para visitar bibliotecas: colete impermeável cheio de bolsos, sapatos de meio-cano fechados
Haruki Murakami (Kafka à Beira-Mar)
Hoy atravesaremos el éter, las transparentes rutas celestes, volando en derechura al occidente, al lejano país, al lejano y ubérrimo país que se extiende allende la Mar Océana, que se extiende y florece y rebosa de oro y plata y metales preciosos, el lejano país donde se alzan altas torres, las más altas de la tierra, altas y puntiagudas, desafiando al cielo, horadándolo soberbias. Torres habitadas por gentes libertinas, desvergonzadas, impías, corrompidas gentes, sin temor alguno del Supremo Hacedor, hordas impúdicas, ruines, que chapotean en su iniquidad, y en placeres pecaminosos se revuelcan, y se burlan de lo santo. Se burlan y ríen al amparo de Satán, escupiendo sus miasmas a la Santa Rusia, a la Santa y Ortodoxa Rusia, pasando entre burlas los Días de la Verdad ofendiendo a la Verdad, ensuciando el nombre divino. (...) Adivinábamos, veíamos en medio de la Mar Océana el enorme buque de seis puentes que navegaba implacable hacia el Este procedente del país infame y felón, cargado de mercancías envilecedoras, cargado de propaganda subversiva, cargado de gente impía, podridas meretrices, palomas sucias. Rezumante de jolgorios demoníacos, rezumante de placeres satánicos, rezumante de perfumes de lupanar.
Vladimir Sorokin (Day of the Oprichnik)
Creo que debería empezar a trabajar un poco, ahora que aprendo a ver. Tengo veintiocho años y no me ha ocurrido prácticamente nada. Recapitulemos: he escrito un estudio malo sobre Carpaccio, una obra de teatro que se titula Matrimonio y trata de demostrar una tesis falsa con medios ambiguos, y algunos versos. Ay, pero los versos valen tan poco, cuando se los escribe de joven. Uno debería esperar y dedicar toda una vida a atesorar sentido y dulzura, una vida larga, a ser posible, y entonces, al término de la misma, quizá fuera capaz de escribir diez versos que merecieran la pena. Y es que, contrariamente a lo que cree la gente, los versos no son sentimientos (éstos se tienen ya en la primera juventud): son vivencias. Para dar a luz un solo verso hay que haber visto muchas ciudades, hombres y cosas, hay que conocer los animales, hay que sentir cómo vuelan las aves y saber con qué ademán se abren las flores pequeñas al amanecer. Hay que ser capaz de recordar caminos de regiones desconocidas, encuentros inesperados y separaciones que se veían venir de lejos; días de infancia aún por aclarar, a los padres a los que no podíamos evitar ofender cuando nos traían una alegría que nosotros no entendíamos (era una alegría destinada a otro); las enfermedades infantiles que aparecían de un modo tan extraño y experimentaban tantas transformaciones profundas y graves, días pasados en estancias tranquilas y recogidas, y mañanas junto al mar, el mar en general, los mares, las noches de viaje que pasaban altas y como una exhalación y volaban con todas las estrellas; y ni siquiera basta con ser capaz de pensar en todo esto. Hay que haber conservado el recuerdo de muchas noches de amor, ninguna de las cuales se parece a la otra, de gritos de parturientas y de mujeres que acaban de dar a luz y, aligeradas, blancas y durmientes, se cierran. Pero también hay que haber asistido a moribundos, estado con muertos en habitaciones con la ventana abierta y ruidos esporádicos. Y tampoco basta con tener recuerdos. Hay que saber olvidarlos, si son muchos, y tener la enorme paciencia de esperar a que regresen. Porque los recuerdos en sí todavía no existen. Solo cuando se tornan sangre en nosotros, cuando se convierten en mirada y gesto, cuando se hacen indecibles y no pueden distinguirse ya de nosotros, solo entonces puede suceder que, en un momento rarísimo, brote en su centro y emane de ellos la primera palabra de un verso.
Rainer Maria Rilke (Los apuntes de Malte Laurids Brigge (Alba Clásica) (Spanish Edition))
Una ráfaga de aire helado pasó entre los presentes, haciendo una pequeña espiral y levantando hojas a su paso. Tan solo los sollozos desgarradores de Adèle rompían el silencio que reinaba en aquel claro del bosque. Recorrí con la mirada los rostros desconocidos de aquellas personas, sus caras reflejaban emociones que iban desde el dolor más profundo por la pérdida de un ser amado a la impotencia. Reconocí al moreno Ray que permanecía impertérrito con la mirada perdida cargada de dolor, de vez en cuando desviaba la vista hacia la pelirroja que lloraba desconsolada en brazos de su padre. A su lado, dos figuras imponentes captaron mi atención; me sorprendió lo diferentes y parecidos a la vez que me resultaron. La figura oscura y salvaje de Erwan se hallaba al lado de un hombre de su edad aproximada e idéntica complexión. Su cabello rubio llegaba casi a la altura de los hombros y una mueca de dolor atravesaba su bien parecido rostro. Gruesas lágrimas se derramaban por sus ojos anegados de la más profunda tristeza. A su lado, Erwan miraba un punto que quedaba frente a él con la mandíbula apretada. Había mucho dolor en su rostro, sus ojos azules estaban oscuros como el mar en plena tormenta y reflejaban una furia salvaje que apenas podía mantener controlada. En el centro del claro, sobre un lecho de ramas se hallaba un cuerpo sin vida. Me acerqué para observarlo de cerca, nadie reparó en mi presencia, era como si fuese un fantasma, como si realmente no estuviese allí. Pude adivinar mientras me acercaba que se trataba de una mujer. Su cuerpo menudo estaba bellamente vestido de blanco haciéndola parecer un hada con su magnífica melena azabache desparramada a su alrededor. Una gota de lluvia cayó en su pecosa nariz. Levanté la vista al cielo: las negras nubes habían acabado por cubrirlo todo. Una mujer alta, bastante mayor, y de porte solemne, hizo una señal de asentimiento con la cabeza a un hombre que sostenía una antorcha. El hombre la acercó al lecho de la joven y éste empezó a arder. Adèle finalmente se derrumbó sin poder aguantar más aquella tortura. El hombre rubio avanzó con decisión hacia la joven sin vida que ahora yacía entre las llamas. Fue interceptado antes de llegar al fuego por Erwan que lo agarró con fuerza desde detrás envolviéndolo con sus fuertes brazos. El hombre lanzó un gritó desgarrador al aire; estaba roto por el dolor. Sentí una gruesa lágrima resbalando por mi mejilla ante aquella desoladora escena, compartía su dolor, yo también acababa de perder una parte de mí misma. Antes de que las llamas envolvieran totalmente el cuerpo de la joven, dirigí la mirada hacia su rostro. Un escalofrío me recorrió desde la columna vertebral. Di un paso atrás totalmente conmocionada. ¿Quién era aquella gente?, ¿por qué mi cuerpo yacía sin vida en medio de las llamas? Desperté de golpe con un fuerte dolor en el pecho. Me incorporé en la cama intentado recuperar la respiración, mi corazón latía descontrolado a punto de salirse por la boca. Era yo. La mujer de la pira era yo.
Elisabet Castany (El eterno legado (La hija de la sacerdotisa, #1))
As dimensões do universo medieval não são tão facilmente percebidas, ainda hoje, quanto a sua estrutura; em meu próprio tempo de vida, um cientista distinto ajudou a disseminar um erro. 14 O leitor deste livro já deve estar sabendo que a Terra era, a julgar por padrões cósmicos, um pontinho - de nenhuma magnitude significativa. E como o Somnium Scipionis nos ensinou, as estrelas eram maiores do que ela. Isidoro já sabia no século VI que o Sol é maior, e a Lua, menor do que a Terra. (Etymologies, III, xlvii-xl- viii); Maimônides,15 no século XII, sustenta que cada estrela é noventa vezes maior; Roger Bacon, no século XIII, declara que a menor estrela é "maior" do que ela. 16 Quanto às estimativas da distância, contamos com a sorte de ter o testemunho de uma obra completamente popular, Lendas do Sul da Inglaterra, uma prova melhor do que qualquer produção pesquisada, em favor do Modelo, como ele existia no imaginário de pessoas comuns. Diz-se ali que se um homem fosse capaz de viajar para o alto, numa velocidade de quarenta milhas17 e um pouco mais por dia, ele ainda assim não conseguiria alcançar o Stellatum ("o mais alto céu que jamais se viu") em oito mil anos. 18 Esses fatos são em si curiosidades de interesse medíocre. Eles se tornam acessíveis, apenas à medida que nos permitem penetrar mais fundo na consciência dos nossos ancestrais, dando-nos conta de como um universo assim deve ter afetado aqueles que acreditavam nele. A receita para tal compreensão não é o estudo de livros. Você terá de sair numa noite estrelada e caminhar por aproximadamente meia hora, tentando examinar o céu em termos da velha cosmologia. Lembre-se de que agora você tem um "para cima" e um "para baixo" absolutos. A Terra é, de fato, o centro, o lugar mais baixo; o movimento para chegar a ela, de qualquer direção que seja, é um movimento para baixo. Como homem moderno, você localizava as estrelas a uma grande distância. Agora terá de substituir essa distância por um tipo de distância muito especial e muito menos abstrata chamada altura; Os Céus 1 103 que fala imediatamente aos nossos músculos e nervos. O Modelo Medieval é vertiginoso. E o fato de que a altura das estrelas na astronomia medieval é muito pequena comparada às distâncias modernas acabará se manifestando como não tendo o tipo de importância que você supunha. Para o pensamento e a imaginação, dez milhões de milhas e um bilhão são a mesma coisa. Ambas podem ser concebidas (isto é, podemos fazer contas com ambas) e nenhuma delas pode ser imaginada; e quanto mais imaginação tivermos, melhor deveríamos saber disso. A diferença realmente importante é que o universo medieval, ao mesmo tempo que era inimaginavelmente grande, também era indubitavelmente finito. E um resultado inesperado disso foi o de fazer com que a pequenez da Terra fosse sentida com mais vivacidade. Em nosso Universo ela é pequena, sem dúvida; mas as galáxias e tudo o mais também são - e daí? Mas para eles havia um padrão finito de comparação. A esfera celeste mais alta, o maggior corpo de Dante, era tão simples e finalmente o maior objeto existente. A palavra "pequeno" aplicada à Terra assume, então, uma significância bem mais absoluta. Repito, pelo fato de o universo medieval ser finito, ele adquire uma forma, a forma perfeitamente esférica, que contém em si uma diversidade ordenada. Consequentemente, olhar para fora numa noite escura com olhos modernos é como olhar para o mar, que vai minguando num dia de nevoeiro; ou olhar para uma floresta virgem - infindáveis árvores sem nenhum horizonte. Vislumbrar o universo medieval altaneiro é mais como visualizar um prédio bem alto. O "espaço" da astronomia moderna pode infligir terror, espanto ou um vago devaneio; as esferas celestes dos medievais nos apresentam um objeto no qual a mente pode repousar, impressionando por sua grandeza, mas satisfazendo por sua harmonia. Esse é o sentido pelo qual o nosso universo é romântico, e o deles era clássico.
C.S. Lewis (The Discarded Image: An Introduction to Medieval and Renaissance Literature)
Una ráfaga de aire helado pasó entre los presentes, haciendo una pequeña espiral y levantando hojas a su paso. Tan solo los sollozos desgarradores de Adèle rompían el silencio que reinaba en aquel claro del bosque. Recorrí con la mirada los rostros desconocidos de aquellas personas, sus caras reflejaban emociones que iban desde el dolor más profundo por la pérdida de un ser amado a la impotencia. Reconocí al moreno Ray que permanecía impertérrito con la mirada perdida cargada de dolor, de vez en cuando desviaba la vista hacia la pelirroja que lloraba desconsolada en brazos de su padre. A su lado, dos figuras imponentes captaron mi atención; me sorprendió lo diferentes y parecidos a la vez que me resultaron. La figura oscura y salvaje de Erwan se hallaba al lado de un hombre de su edad aproximada e idéntica complexión. Su cabello rubio llegaba casi a la altura de los hombros y una mueca de dolor atravesaba su bien parecido rostro. Gruesas lágrimas se derramaban por sus ojos anegados de la más profunda tristeza. A su lado, Erwan miraba un punto que quedaba frente a él con la mandíbula apretada. Había mucho dolor en su rostro, sus ojos azules estaban oscuros como el mar en plena tormenta y reflejaban una furia salvaje que apenas podía mantener controlada. En el centro del claro, sobre un lecho de ramas se hallaba un cuerpo sin vida. Me acerqué para observarlo de cerca, nadie reparó en mi presencia, era como si fuese un fantasma, como si realmente no estuviese allí. Pude adivinar mientras me acercaba que se trataba de una mujer. Su cuerpo menudo estaba bellamente vestido de blanco haciéndola parecer un hada con su magnífica melena azabache desparramada a su alrededor. Una gota de lluvia cayó en su pecosa nariz. Levanté la vista al cielo: las negras nubes habían acabado por cubrirlo todo. Una mujer alta, bastante mayor, y de porte solemne, hizo una señal de asentimiento con la cabeza a un hombre que sostenía una antorcha. El hombre la acercó al lecho de la joven y éste empezó a arder. Adèle finalmente se derrumbó sin poder aguantar más aquella tortura. El hombre rubio avanzó con decisión hacia la joven sin vida que ahora yacía entre las llamas. Fue interceptado antes de llegar al fuego por Erwan que lo agarró con fuerza desde detrás envolviéndolo con sus fuertes brazos. El hombre lanzó un gritó desgarrador al aire; estaba roto por el dolor. Sentí una gruesa lágrima resbalando por mi mejilla ante aquella desoladora escena, compartía su dolor, yo también acababa de perder una parte de mí misma. Antes de que las llamas envolvieran totalmente el cuerpo de la joven, dirigí la mirada hacia su rostro. Un escalofrío me recorrió desde la columna vertebral. Di un paso atrás totalmente conmocionada. ¿Quién era aquella gente?, ¿por qué mi cuerpo yacía sin vida en medio de las llamas? Desperté de golpe con un fuerte dolor en el pecho. Me incorporé en la cama intentado recuperar la respiración, mi corazón latía descontrolado a punto de salirse por la boca. Era yo. La mujer de la pira era yo.
Elisabet Castany
Who has anguish? Who has sorrow?    Who is always fighting? Who is always complaining?    Who has unnecessary bruises? Who has bloodshot eyes? 29 ¿Quién tiene angustia? ¿Quién siente tristeza?    ¿Quién es el que siempre pelea? ¿Quién está siempre quejándose?    ¿Quién tiene moretones sin motivo? ¿Quién tiene los ojos rojos? 30 It is the one who spends long hours in the taverns,    trying out new drinks. 30 Es el que pasa muchas horas en las tabernas,    probando nuevos tragos. 31 Don’t gaze at the wine, seeing how red it is,    how it sparkles in the cup, how smoothly it goes down. 31 No te fijes en lo rojo que es el vino,    ni en cómo burbujea en la copa, ni en lo suave que se desliza. 32 For in the end it bites like a poisonous snake;    it stings like a viper. 32 Pues al final muerde como serpiente venenosa;    pica como una víbora. 33 You will see hallucinations,    and you will say crazy things. 33 Tendrás alucinaciones    y dirás disparates. 34 You will stagger like a sailor tossed at sea,    clinging to a swaying mast. 34 Te tambalearás como un marinero en alta mar,    aferrado a un mástil que se mueve. 35 And you will say, “They hit me, but I didn’t feel it.    I didn’t even know it when they beat me up.   When will I wake up    so I can look for another drink?” 35 Y entonces dirás: «Me golpearon pero no lo sentí.    Ni siquiera me di cuenta cuando me dieron la paliza.   ¿Cuándo despertaré    para ir en busca de otro trago?».
Anonymous (Biblia bilingüe / Bilingual Bible NTV/NLT (Spanish Edition))
Había una luna terciada, decreciente, que esmerilaba el mar negro y plateado frente a la playa, entre los destellos del faro situado a la derecha y la parte alta de la ciudad vieja, débilmente iluminada, a la izquierda.
Arturo Pérez-Reverte (Sabotaje (Falcó #3))
A fines de agosto nuestra delegación, junto con la portorriqueña, que era más numerosa, subió a bordo de un carguero cubano en el que habríamos de cubrir la primera etapa de nuestro regreso, hasta las Antillas francesas, adonde el barco llevaba una carga de cemento. Al atardecer zarpamos de la bahía de Santiago. Cuando nos alejamos de la isla era ya noche cerrada, y no se veía la tierra ni el mar, pues no había luna. Nos instalamos y empezamos a orientarnos en el barco y, al igual que los portorriqueños que venían con nosotros, trabamos conversación con la tripulación. El capitán era un antiguo estudiante de Filosofía de veintiséis años, con quien me apresuré a hablar de nuestro común tema de estudio. Era su primer viaje al mando de aquel barco y, como nosotros, debía familiarizarse con él y con la tripulación. De pronto, cuando estábamos en alta mar, en plena oscuridad, un avión sobrevoló el barco a muy baja altitud y a gran velocidad. Antes de enterarme de lo que ocurría, el avión cruzó otra vez por encima de nosotros. Cuando Kendra y yo corríamos al puente para preguntar al capitán qué pasaba, un miembro de la tripulación nos explicó tranquilamente que se trataba de un acto hostil por parte de un portaaviones norteamericano de los que controlaban el bloqueo económico. Con sus luces, el portaaviones empezó a hacer señales a nuestro barco pidiéndole que se identificara y explicase su misión. Naturalmente, podían ver la bandera cubana; todo aquello no era más que el rutinario hostigamiento que habían de soportar los barcos cubanos cada vez que salían de sus aguas territoriales. Mediante señales, el barco cubano comunicó que, antes de identificarse, quería saber el nombre y la misión de quienes deseaban aquella información. Durante aquellos momentos una cierta diversión había acompañado al nerviosismo. Pero después, de pronto, no lejos del barco, un extraño y silencioso estallido de luz rompió la oscuridad de la noche. Al principio semejaba una nubecilla en forma de hongo, pero un segundo después pareció desplazarse directamente hacia nosotros. Yo me asusté tanto que no pregunté lo que ocurría; pensé que, si aquello era gas letal, no podríamos escapar. La nube de luz inundó el barco e iluminó toda la zona circundante como un sol de mediodía. Un miembro de la tripulación dijo entonces que seguramente se trataba de un nuevo proyectil luminoso que estaba siendo experimentado por Estados Unidos aprovechando el bloqueo. Por fin nos libramos de los militares norteamericanos y pudimos disfrutar durante unos días de la legendaria belleza del Caribe. Pasamos junto a Haití y Santo Domingo, países no tan hermosos desde el punto de vista político, y después el barco recibió instrucciones de atracar en Guadalupe. Aunque no me gustaba la idea de encargarme de las relaciones con los nativos de la isla, yo era la única persona a bordo que sabía francés, de modo que no tuve alternativa. Nuestra delegación llevaba muy poco equipaje, pero los portorriqueños traían varias cajas de libros que les habían regalado los cubanos para su librería de San Juan. Tuve la precaución de preguntar a los funcionarios de la aduana si se proponían inspeccionar todos los equipajes
Angela Y. Davis (Angela Davis: Autobiografía)
Las personas son como las olas en el mar. Algunas apenas las sientes y otras te golpean hasta revolcarte en la arena y sacarte la mayor de tus sonrisas
Susanna Herrero (Quiero vivir en voz alta (CAR, #1))
Pero ni el más recalcitrante de aquellos cascarrabias con ganas de protestar habría entendido nuestros conceptos modernos de «inmigrantes ilegales» o «sin papeles». Es un hecho que la población se movía a lo largo y ancho de los territorios romanos como nunca antes: comerciantes, militares, administradores y burócratas, traficantes de esclavos, provinciales ricos con sueños de éxito en la capital. Había ciudadanos de clase alta en Britania procedentes del norte de África. Cada año, gobernadores y altos funcionarios eran enviados a destinos lejanos. Las legiones se formaban con soldados de todas las procedencias. Incluso los más desposeídos se sumaban al flujo de las migraciones. La moraleja de una fábula decía: «los pobres, al ser más ligeros de equipaje, con facilidad pasan de una ciudad a otra». Los emperadores estaban obsesionados con la iconografía global, de la que hacían propaganda. Se proclamaba que Roma no era solo la dominadora del mundo, sino también la patria común de toda la humanidad; la gran ciudad mundial, la cosmópolis realizada, capaz de ofrecer acogida en su interior a todas las gentes dispersas por geografías lejanas. Este ideal encontró tal vez su expresión más característica en el pomposo y adulador Encomio del rétor Elio Arístides: «Ni el mar ni todas las distancias de la tierra impiden obtener la ciudadanía, y aquí no hay distinción entre Asia y Europa. Todo está abierto para todos. En Roma, nadie que sea digno de confianza es extranjero». Los filósofos de la época insistieron en que el imperio realizaba el sueño cosmopolita heredado del helenismo. Con su Constitutio antoniniana, del año 212, Caracalla dio culminación jurídica a estas ideas. Por lo demás, no ha dejado un gran recuerdo como gobernante. Caprichoso y homicida, acabó asesinado a los veintinueve años por uno de sus guardaespaldas mientras meaba en la cuneta de una calzada en Mesopotamia
Irene Vallejo (El infinito en un junco)
Las personas son como las olas en el mar. Algunas apenas las sientes y otras te golpean hasta revolcarte en la arena y sacarte la mayor de tus sonrisas.
Susanna Herrero (Quiero vivir en voz alta (Car #1))
I, Déu meu, segur que temps després ell la va trobar, lluny de les costes pàtries, sota un cel estrany, meridional, càlid, a la ciutat eterna i divinal, en l'esplendor d'un ball, mentre la música sonava alta, en un palazzo (ha de ser en un palazzo) inundat sota un mar de llums, en un balcó cobert de roses i de murtra on ella, en reconèixer-lo, es va treure la màscara, va xiuxiuejar «Soc lliure», es va posar a tremolar i se li va llançar als braços i, xisclant d'èxtasi, estrenyent-se l'un contra l'altra, en un batre d'ulls van oblidar el dolor, la separació, els patiments, la casa ombriva, el vell, el jardí fosc a la pàtria llunyana i el banc on ella, amb la passió d'un últim petó, havia aconseguit alliberar-se d'entre els braços d'ell, embalbits per un turment desesperat...
Fyodor Dostoyevsky (White Nights)
Se ha comprobado que a solo cien metros del mar, la cantidad de iones negativos que hay en el aire es de 50.000 por metro cúbico, una cifra muy alta en comparación con los 500 por metro cúbico que hallamos en los ambientes urbanos.
Cecilia Nova (Cómo cura el agua de mar (SALUD) (Spanish Edition))
- "Você está falando como se existisse um "mar de rosas". - "Sim! Como é "um mar de rosas" para você?
Carlos Messa (Laços e Nós - A Construção de um Relacionamento de Alta Qualidade)
Mujer negra Todavía huelo la espuma del mar que me hicieron atravesar. La noche, no puedo recordarla. Ni el mismo océano podría recordarla. Pero no olvido el primer alcatraz que divisé. Altas, las nubes, como inocentes testigos presenciales. Acaso no he olvidado ni mi costa perdida, ni mi lengua ancestral Me dejaron aquí y aquí he vivido. Y porque trabajé como una bestia, aquí volví a nacer. A cuanta epopeya mandinga intenté recurrir. Me rebelé. Su Merced me compró en una plaza. Bordé la casaca de su Merced y un hijo macho le parí. Mi hijo no tuvo nombre. Y su Merced murió a manos de un impecable lord inglés. Anduve. Esta es la tierra donde padecí bocabajos y azotes. Bogué a lo largo de todos sus ríos. Bajo su sol sembré, recolecté y las cosechas no comí. Por casa tuve un barracón. Yo misma traje piedras para edificarlo, pero canté al natural compás de los pájaros nacionales. Me sublevé. En esta tierra toqué la sangre húmeda y los huesos podridos de muchos otros, traídos a ella, o no, igual que yo. Ya nunca más imaginé el camin a Guinea. ¿Era a Guinea? ¿A Benín? ¿Era a Madagascar? ¿O a Cabo Verde? Trabajé mucho más. Fundé mejor mi canto milenario y mi esperanza. Aquí construí mi mundo. Me fui al monte. Mi real independencia fue el palenque y cabalgué entre las tropas de Maceo. Sólo un siglo más tarde, junto a mis descendientes, desde una azul montaña. Bajé de la Sierra Para acabar con capitales y usureros, con generales y burgueses. Ahora soy: sólo hoy tenemos y creamos. Nada nos es ajeno. Nuestra la tierra. Nuestros el mar y el cielo. Nuestras la magia y la quimera. Iguales míos, aquí los veo bailar alrededor del árbol que plantamos para el comunismo. Su pródiga madera ya resuena.
Nancy Morejón
Allí va Isak atravesando el campo. Sembrando. Un coloso, un tronco. Va vestido con la lana que le proporcionan sus rebaños, y calza zapatos de la piel de sus propios terneros y vacas. Conforme al uso piadoso, va con la cabeza descubierta mientras siembra. Es calvo en la parte superior del cráneo, pero una corona que forman sus cabellos y su barba encuadra su cabeza. Es Isak, el margrave. Rara vez sabía la fecha exacta en que vivía. ¿Para qué? Holgaba el acordarse de plazos ni apremios. En su calendario había unas cruces que señalaban cuándo había de parir una vaca. Sabía que para San Olaf, en el otoño, convenía haber entrado el heno; sabía cuándo tenía lugar, por primavera, la feria de ganados; y que tres semanas después el oso salía de su cueva; y que la semilla había de estar ya en la tierra. Sabía lo indispensable. Es campesino de las tierras solitarias hasta la médula y agricultor de pies a cabeza. Un resucitado de tiempos remotos que señala hacia el futuro, un hombre de los primeros tiempos de la agricultura, un labriego de novecientos años de edad y, pese a ello, el hombre del día. No; ya no le quedaba nada del dinero de la venta del terreno del cobre; el viento se lo había llevado. Y una vez abandonada de nuevo la mina, ¿a quién le quedaba algo? Pero lo que fue un día tierra de nadie subsiste y tiene diez granjas, y espera centenares de ellas. ¿Qué es lo que aquí no crece y prospera? Aquí crece y prospera todo: hombres, y bestias y los frutos de la tierra. Isak estaba sembrando. El sol de la tarde ilumina el grano que la mano desparrama y cae en los surcos como una lluvia de oro. Llega Sivert y se pone a rastrillar, y luego apisona con el cilindro, y luego vuelve a rastrillar. Allí están el bosque y las montañas, contemplando. Todo es potencia y grandeza. Aquí todo se relaciona y encuentra una finalidad. Clin, clin... clin, dicen las esquilas de las vacas en las laderas. Se van acercando los rebaños, camino del establo. Son quince vacas y cuarenta y cinco cabezas de ganado menor: sesenta en total. Andan las mujeres con los ordeñaderos, que llevan colgados sobre los hombros por medio de un yugo; Leopoldine, Jensine y la pequeña Rebecca. Las tres van con los pies desnudos. No se ve entre ellas a la mujer del margrave, Inger; permanece en la casa cuidando de la cena. Alta, augusta, anda por la casa, como una vestal que guarda el fuego sagrado en un sencillo fogón de cocina. Inger hizo un día un viaje por el ancho mar, y estuvo en la ciudad. Ahora está de nuevo en el hogar. Vasto es el mundo y lleno de puntitos inquietos. Inger tomó parte en esa inquietud. Y cuando estuvo entre la multitud humana no fue casi nada; sólo un ser humano entre muchos... Y cae la tarde.
Anonymous
Cual de todas soy…! Soy una mujer, una niña interna, una abuela sabionda. El mar embravecido pidiendo amor a gritos. La lengua que no tiene descanso en su andar diario guiando a sus hijos. Aquella que con el tiempo aprendió que la prudencia es necesaria para sobrevivir en estos campos. Soy esa mujer que no deja de soñar, ni de sentir. Soy el Tocororo enamorado que aunque pasen muchos años sigue allí sin perder su raíz. Soy una mujer que se equivoca. Que se ha caído mil veces y aun alza su frente con orgullo. Haciendo más fuerte su andar. Sirviendo de ejemplo a los hijos que supo engendrar. Soy una mujer que ha llorado hasta derramar su alma en un canto. Que ha perdido su nido en un torbellino y lo ha vuelto a armar porque ha tenido fuerzas para luchar. Soy un vientre de mujer, soy el ovulo fecundado. El esperma que ha llegado para engendrar lo más bello que existe y que se crea dentro de mí. Soy un pujo en el ocaso dando al mundo un nuevo ser. Soy una mujer, un papalote de sueños. El mes de marzo lleno de amor. Una barca en alta mar luchando con las olas en su vaivén peculiar. Hasta podría ser una princesa, un hada encantada, una gaviota extraviada. Soy una mujer en un beso una luciérnaga que vuela sobre mares y montañas buscando el amor entre tanta soledad. Y me preguntas tú, cual de todas soy….? Soy una mujer, una niña interna, una abuela sabionda. Soy la mujer, la amiga, la hermana, la madre, una fragancia empedernida. Unos pechos que amantan el sabor del nuevo día.
Melba Merced Almeida
En alta mar el aire era fresco, las heridas cicatrizaban antes, y el silencio se tornaba lo bastante intenso como para hacer soportables las preguntas sin respuesta y justificar los propios silencios.
Arturo Pérez-Reverte (La carta esférica)
Ó boi da paciência, que fazes tu aqui? Quis tornar-te amável ser teu familiar [...] Há tanta coisa que eu ignoro e é tão irremediável este tempo perdido Ó boi da paciência sê meu amigo! ::: ::: Estou como se não houvesse mais para dizer que uma palavra uma interminável palavra no interminável silêncio Estou como um cavalo esquelético à beira dum horizonte perdidos todos os caminhos Estou no entanto familiar e rodeado de presenças Escarvo no chão absurdo e uma pedra dá-me confiança Na solidão da terra encontro como o vestígio dum segredo ::: Agora estou entre sombras e sombras deitado sobre a minha sombra fresca Já não recordo o abandonado Durmo no centro vazio do mundo na estéril matriz Da entranha da terra saí e como pálida evidência vivi Desertei da biografia e dos relógios Há uma sombra fresca há um olhar que me vê um olhar que procura na sombra centrar-se nos meus olhos Eu sou o fugitivo incerto desse olhar sobre a linha do mar sobre o cimo das ondas sobre a alta distância das estrelas Porque ando e ando esperando em quê com indecisões de um lado e com pedras do outro com os involuntários gestos que nada significam com esperas e encontros que atraiçoei no mais íntimo com um coração soterrado há muito sob mil Primaveras? Quem ouviu tal silêncio quem viu tal deserto quem dormiu nesta cama só poderá desejar o súbito milagre do mundo muito para além dos olhos sujos dos homens ::: [...] A vida continua. Certas coisas que pareciam mortas estão agora vivas ou, pelo menos, mexem-se. Ausentes, dominam-nos. Não é para nós que utilizam palavras, que insistem, não é para nós! Estes grandes ornamentos, estes sábios discursos fluem em visões, em ondas, como se não no presente. Ter-se-á o presente extinguido? A vida continua tão improvavelmente. Na grama um passarinho canta. Canta por cantar, ou não, canta [...]
Mário Cesariny de Vasconcelos (Poesia: 1944-1955)
-Dumneavoastră sunteți însă incapabil să aveți vreo pasiune, a continuat Nora. Și nu doar dumneavoastră. Nici un om din civilizația dumneavoastră nu e în stare să aibă vreo pasiune. Dragostea, această pasiune supremă, nu poate exista decât într-o societate care consideră că fiecare ființă omenească e unică și de neînlocuit. Societatea din care faceți parte crede chiar că fiecare om este perfect înlocuibil. Nu vedeți în ființa umană și, în consecință, în femeia pe care pretindeți că o iubiți, un exemplar unic, creat de Dumnezeu ori de natură, într-o singură ediție. La dumneavoastră, fiecare om este creat în serie. În ochii dumneavoastră, o femeie este egală cu o alta. Având această concepție, nu puteți iubi. Amanții din societatea mea știu că dacă nu reușesc să cucerească inima femeii iubite n-o vor putea înlocui cu nici o altă femeie din lume. De aceea cel mai adesea își iau viața pentru această femeie iubită. Dragostea lor refuzată nu poate fi înlocuită cu o alta. Un bărbat care m-ar iubi cu adevărat mi-ar da impresia că sunt singura femeie care l-ar putea face fericit. Singura. Mi-ar demonstra că sunt exemplarul unic ce nu poate avea egal pe toată fața pământului. Și aș fi convinsă de acest fapt. Un bărbat care nu mă face să simt că sunt unică și inegalabilă nu mă iubește. Și o femeie care nu primește această confirmare de la cel pe care îl iubește nu este iubită. Iar dacă eu nu sunt iubită de un bărbat, nu mă căsătoresc cu el.
Gheorghiu, Constantin Virgil
¿Por qué el espectáculo del mar es tan infinita y eternamente agradable? Porque el mar ofrece a la vez la idea de la inmensidad y el movimiento. Seis o siete leguas representan para el hombre el radio del infinito. He aquí un infinito diminuto. ¿Qué importa si basta para sugerir la idea del infinito total? Doce o catorce leguas de líquido en movimiento bastan para dar la más alta idea de belleza que puede ofrecérsele al hombre en su habitáculo transitorio.
Baudelaire, Charles
Cuando Isabel dio a luz al futuro Alfonso XII algunos cardenales romanos se resistían a que el papa lo bautizara, como era costumbre, dado que era hijo adulterino, pero el Santo Padre, magnánimo como requiere el cargo, dijo pelillos a la mar y, comprendiendo que la monarquía era un firme apoyo de la Iglesia, no vaciló en apuntalar a Isabel, y hasta la condecoró con la más alta distinción vaticana, la Rosa de Oro. —Pero... ¡es una puttana, Santidad! —objetó el cardenal secretario. A lo que Pío IX replicó con una sonrisa seráfica: —Puttana, ma pia (Puta, pero piadosa).
Juan Eslava Galán (Historia de España contada para escépticos (Historia para escépticos) (Spanish Edition))
Los Viajes Es menester lanzarnos al descubrimiento de nuevas ciudades. Generosas razas nos esperan. Los pigmeos meticulosos. Los gracientos y lampiños indios de la selva, asexuados y blandos como las serpientes de los pantanos. Los habitantes de las más altas mesetas del mundo, asombrados ante el temblor de la nieve. Los débiles habitantes de las heladas extensiones. Los conductores de rebaños. Los que viven en mitad del mar desde hace siglos y que nadie conoce porque siempre viajan en dirección contraria a la nuestra. de ellos depende la última gota de esplendor. Falta un por descubrir importantes sitios de la tierra: los grandes tubos por donde respira el océano, las playas en donde mueren los ríos que van a ninguna parte, los bosques en donde nace la madera de qué está hecha la garganta de los grillos, el sitio donde van a morir las mariposas oscuras de grandes alas lanuas con el color ocre de la hierba seca del pecado. Buscar e inventar de nuevo punto aún queda tiempo. Bien poco, es cierto, pero es menester aprovecharlo.
Mario Mendoza (Satanás)
La guerra había entrado en su fase final. Durante el año 1918, el esfuerzo de Gran Bretaña y de todo el Imperio británico alcanzó su grado máximo; las fuerzas imperiales en campaña contra el enemigo en todos los teatros de operaciones ascendían a 4.500.000 de hombres, y el conjunto de los llamados a filas llegaba a cerca de 6.000.000. La fuerza de la flota británica en navíos de todas clases alcanzó su máximo, y los alemanes no podían siquiera salir a alta mar; la guerra submarina estaba vencida y dominada por las operaciones de cerca de 4.000 embarcaciones armadas que arbolaban el pabellón del Imperio. Bajo esta protección se transportaron más de dos millones de soldados americanos a través del Atlántico, siendo más de la mitad llevados en buques británicos y desembarcados durante ese año en Francia. La Marina Mercante británica, con sus 20.000 navíos, sostenía el suministro de todos los ejércitos británicos y transportaba sin agobio apreciable todas las materias y alimentos necesarios para la vida de las islas Británicas, para sus industrias de guerra e incluso para todo el comercio no comprendido en la producción bélica. El dominio del mar contra el enemigo era absoluto en todos los rincones del globo y este resultado se obtuvo con el empleo de más de 1.200.000 hombres en las escuadras y flotillas de combate, en la Marina Mercante, en los arsenales y factorías navales y en los talleres de construcción. Las instalaciones de municiones absorbían en Gran Bretaña el trabajo de cerca de 2.500.000 de personas y producían en creciente progresión todos los cañones y proyectiles que podían usar los ejércitos británicos en unión de todos los demás accesorios. Además, se suministraba acero, carbón y otros materiales de guerra a Francia e Italia en inmensas cantidades, y se estaba preparando, sin perjuicio de todas sus demás obligaciones, para suministrar a Estados Unidos la totalidad de artillería de mediano calibre, necesaria para un ejército de 80 divisiones en la campaña de 1919. Se habían hecho todos los preparativos y se había adelantado considerablemente la labor de proveer a los ejércitos británicos, para 1919, de equipo técnico de todas clases en una escala, calidad y novedad muy superior a todos los rendimientos logrados hasta entonces. En total, se hallaban empleados en los ejércitos, las flotas y las fábricas de guerra, y sin contar a los que trabajaban en la obtención de alimentos, combustibles y efectos civiles, cerca de 8.000.000 de hombres y 750.000 mujeres. Las medidas financieras necesarias para desarrollar y sostener este prodigioso esfuerzo habían requerido solo para el año 1918 más de 3.000 millones de libras esterlinas, de las que 1.000 millones se habían obtenido elevando los impuestos de 45 millones de habitantes de las islas Británicas, 1.600 millones por empréstitos en la metrópoli, cubiertos por las mismas personas, y 400 millones por empréstitos en el extranjero, principalmente en Estados Unidos y sobre la garantía del Gobierno británico.
Winston S. Churchill (La crisis mundial. Su historia definitiva de la Primera Guerra mundial 1911-1918)
Tu lugar está entre las flores silvestres. Tu lugar está en un barco en alta mar. Tu lugar está con tu amor de tu brazo. Tu lugar está en donde te sientas libre. Wildflowers [Flores silvestres], TOM PETTY
John Eldredge (Cautivante: Revelando el misterio del alma de una mujer)
Higrômetros singulares Não observamos a secura da atmosfera através do rigorismo de processos clássicos, mas graças a higrômetros inesperados e bizarros. Percorrendo certa vez, nos fins de setembro, as cercanias de Canudos, fugindo à monotonia de um canhoneio frouxo de tiros espaçados e soturnos, encontramos, no descer de uma encosta, anfiteatro irregular, onde as colinas se dispunham circulando a um vale único. Pequenos arbustos, icozeiros virentes viçando em tufos intermeados de palmatórias de flores rutilantes, davam ao lugar a aparência exata de algum velho jardim em abandono. Ao lado uma árvore única, uma quixabeira alta, sobranceando a vegetação franzina. O sol poente desatava, longa, a sua sombra pelo chão, e protegido por ela — braços largamente abertos, face volvida para os céus, — um soldado descansava. Descansava… havia três meses. Morrera no assalto de 18 de julho. A coronha da mannlicher estrondada, o cinturão e o boné jogados a uma banda, e a farda em tiras, diziam que sucumbira em luta corpo a corpo com adversário possante. Caíra, certo, derreando-se à violenta pancada que lhe sulcara a fronte, manchada de uma escara preta. E ao enterrar-se, dias depois, os mortos, não fora percebido. Não compartira, por isto, à vala comum de menos de um côvado de fundo em que eram jogados, formando pela última vez juntos, os companheiros abatidos na batalha. O destino que o removera do lar desprotegido fizera-lhe afinal uma concessão: livrara-o da promiscuidade lúgubre de um fosso repugnante; e deixara-o ali há três meses — braços largamente abertos, rosto voltado para os céus, para os sóis ardentes, para os luares claros, para as estrelas fulgurantes... E estava intacto. Murchara apenas. Mumificara conservando os traços fisionômicos, de modo a incutir a ilusão exata de um lutador cansado, retemperando-se em tranqüilo sono, à sombra daquela árvore benfazeja. Nem um verme — o mais vulgar dos trágicos analistas da matéria — lhe maculara os tecidos. Volvia ao turbilhão da vida sem decomposição repugnante, numa exaustão imperceptível. Era um aparelho revelando de modo absoluto, mas sugestivo, a secura extrema dos ares. Os cavalos mortos naquele mesmo dia semelhavam espécimens empalhados, de museus. O pescoço apenas mais alongado e fino, as pernas ressequidas e o arcabouço engelhado e duro. [...] Quando aquelas lufadas, caindo a súbitas, se compunham com as colunas ascendentes, em remoinhos turbilhonantes, à maneira de minúsculos ciclones, sentia-se, maior, a exsicação do ambiente adusto: cada partícula de areia suspensa do solo gretado e duro irradiava em todos os sentidos, feito um foco calorífico, a surda combustão da terra. Fora disto — nas longas calmarias, fenômenos óticos bizarros. Do topo da Favela, se a prumo dardejava o sol e a atmosfera estagnada imobilizava a natureza em torno, atentando-se para os descambados, ao longe, não se distinguia o solo. O olhar fascinado perturbava-se no desequilíbrio das camadas desigualmente aquecidas, parecendo varar através de um prisma desmedido e intáctil, e não distinguia a base das montanhas, como que suspensas. Então, ao norte da Canabrava, via-se um ondular estonteador; estranho palpitar de vagas longínquas; a ilusão maravilhosa de um seio de mar, largo, irisado, sobre que caísse, e refrangesse e ressaltasse a luz esparsa em cintilações ofuscantes.
Euclides da Cunha
ninguna acción consecuente contra los traficantes de migrantes en el mar, ningún control ni registro intensivo en nuestras fronteras interiores, ninguna valla alta ni larga habría podido, como algunos querían hacernos creer, reducir de manera permanente y sostenible el número de personas que cruzaban
Angela Merkel (Libertad: Memorias (1954 – 2021) (Spanish Edition))
Qual o touro cioso, que se ensaia Pera a crua peleja, os cornos tenta No tronco dum carvalho ou alta faia E, o ar ferindo, as forças experimenta: Tal, antes que no seio de Cambaia Entre Francisco irado, na opulenta Cidade de Dabul a espada afia, Abaxando-lhe a túmida ousadia. E logo, entrando fero na enseada De Dio, ilustre em cercos e batalhas, Fará espalhar a fraca e grande armada De Calecu, que remos tem por malhas. A de Melique Iaz, acautelada, Cos pelouros que tu, Vulcano, espalhas, Fará ir ver o frio e fundo assento, Secreto leito do húmido elemento. Mas a de Mir Hocém, que, abalroando, A fúria esperará dos vingadores, Verá braços e pernas ir nadando Sem corpos, pelo mar, de seus senhores. Raios de fogo irão representando, No cego ardor, os bravos domadores. Quanto ali sentirão olhos e ouvidos É fumo, ferro, flamas e alaridos. Mas ah, que desta próspera vitória, Com que despois virá ao pátrio Tejo, Quási lhe roubará a famosa glória Um sucesso, que triste e negro vejo! O Cabo Tormentório, que a memória Cos ossos guardará, não terá pejo De tirar deste mundo aquele esprito, Que não tiraram toda a Índia e Egipto. Ali, Cafres selvagens poderão O que destros amigos não puderam; E rudos paus tostados sós farão O que arcos e pelouros não fizeram. Ocultos os juízos de Deus são; As gentes vãs, que não nos entenderam, Chamam-lhe fado mau, fortuna escura, Sendo só providência de Deus pura.
Luís de Camões (Os Lusiadas)
Mas eis outro (cantava) intitulado Vem com nome real e traz consigo O filho, que no mar será ilustrado, Tanto como qualquer Romano antigo. Ambos darão com braço forte, armado, A Quíloa fértil, áspero castigo, Fazendo nela Rei leal e humano, Deitado fora o pérfido tirano. Também farão Mombaça, que se arreia De casas sumptuosas e edifícios, Co ferro e fogo seu queimada e feia, Em pago dos passados malefícios. Despois, na costa da Índia, andando cheia De lenhos inimigos e artificios Contra os Lusos, com velas e com remos O mancebo Lourenço fará extremos. Das grandes naus do Samorim potente, Que encherão todo o mar, co a férrea pela, Que sai com trovão do cobre ardente, Fará pedaços leme, masto, vela. Despois, lançando arpéus ousadamente Na capitaina imiga, dentro nela Saltando o fará só com lança e espada De quatrocentos Mouros despejada. Mas de Deus a escondida providência (Que ela só sabe o bem de que se serve) O porá onde esforço nem prudência Poderá haver que a vida lhe reserve. Em Chaúl, onde em sangue e resistência O mar todo com fogo e ferro ferve, Lhe farão que com vida se não saia As armadas de Egipto e de Cambaia. Ali o poder de muitos inimigos (Que o grande esforço só com força rende), Os ventos que faltaram, e os perigos Do mar, que sobejaram, tudo o ofende. Aqui ressurjam todos os Antigos, A ver o nobre ardor que aqui se aprende: Outro Ceva verão, que, espedaçado, Não sabe ser rendido nem domado. Com toda ũa coxa fora, que em pedaços Lhe leva um cego tiro que passara, Se serve inda dos animosos braços E do grão coração que lhe ficara. Até que outro pelouro quebra os laços Com que co alma o corpo se liara: Ela, solta, voou da prisão fora Onde súbito se acha vencedora. Vai-te, alma, em paz, da guerra turbulenta, Na qual tu mereceste paz serena! Que o corpo, que em pedaços se apresenta, Quem o gerou, vingança já lhe ordena: Que eu ouço retumbar a grão tormenta, Que vem já dar a dura e eterna pena, De esperas, basiliscos e trabucos, A Cambaicos cruéis e Mamelucos. Eis vem o pai, com ânimo estupendo, Trazendo fúria e mágoa por antolhos, Com que o paterno amor lhe está movendo Fogo no coração, água nos olhos. A nobre ira lhe vinha prometendo Que o sangue fará dar pelos giolhos Nas inimigas naus; senti-lo-á o Nilo, Podê-lo-á o Indo ver e o Gange ouvi-lo. Qual o touro cioso, que se ensaia Pera a crua peleja, os cornos tenta No tronco dum carvalho ou alta faia E, o ar ferindo, as forças experimenta: Tal, antes que no seio de Cambaia Entre Francisco irado, na opulenta Cidade de Dabul a espada afia, Abaxando-lhe a túmida ousadia. E logo, entrando fero na enseada De Dio, ilustre em cercos e batalhas, Fará espalhar a fraca e grande armada De Calecu, que remos tem por malhas. A de Melique Iaz, acautelada, Cos pelouros que tu, Vulcano, espalhas, Fará ir ver o frio e fundo assento, Secreto leito do húmido elemento. Mas a de Mir Hocém, que, abalroando, A fúria esperará dos vingadores, Verá braços e pernas ir nadando Sem corpos, pelo mar, de seus senhores. Raios de fogo irão representando, No cego ardor, os bravos domadores. Quanto ali sentirão olhos e ouvidos É fumo, ferro, flamas e alaridos. Mas ah, que desta próspera vitória, Com que despois virá ao pátrio Tejo, Quási lhe roubará a famosa glória Um sucesso, que triste e negro vejo! O Cabo Tormentório, que a memória Cos ossos guardará, não terá pejo De tirar deste mundo aquele esprito, Que não tiraram toda a Índia e Egipto. Ali, Cafres selvagens poderão O que destros amigos não puderam; E rudos paus tostados sós farão O que arcos e pelouros não fizeram. Ocultos os juízos de Deus são; As gentes vãs, que não nos entenderam, Chamam-lhe fado mau, fortuna escura, Sendo só providência de Deus pura.
Luís de Camões (Os Lusiadas)
Às vezes saímos para fazer visitas. Eu gostava das da zona sul e nascente Copacabana. O mar era entrevisto de longe, logo que se desembocava nos altos do Túnel Velho. Lá íamos visitar a grande amiga de tia Alice, solteirona e rica, que a todos impressionava pela dignidade de sua presença, pela miopia e pela peruca que usava aberta no meio da testa e esculpindo dois bandós simétricos de cabeleira de santo de pau. Sua vida era austera e piedosa: sempre condenava as fraquezas e escorregões da carne. Assim atravessou mocidade, a segunda mocidade, ficou madura, mas ao galope dos quatro cavaleiros do apocalipse da menopausa — arranjou seu Landru. Não a matou — mas foi roendo aos poucos seus prédios, suas apólices, suas joias, suas ações, suas pratas, seus cristais, suas porcelanas e quando já não havia o que cardar, plantou a noiva de tantos anos. Morreu abandonada pelo moço (que ela achava a cara de George Walsh), curtida de paixão e marginalizada pela família. Sua pobreza tornava-a mais culpada aos olhos dos sobrinhos. Eu gostava de sua casa, de seu beijo estalado, do seu sempiterno bolo de aipim e do seu convite sugestão amplidão azul. Vamos menino! tire os sapatos e vá brincar na areia! Ia e pasmava. As ondas vinham altas, empinadas, lisas, oscilantes, como que hesitantes, como se se fossem cristalizar naquele bisel ou coagular-se naquele dorso redondo da serpente marinha coleando do Leme à Igrejinha; paravam um instante de instante, suspensas um instante, decidiam de repente e deflagravam quebrando num estrondo barulhos luzes marulhos espumas — se procurando nos leques se sobreabrindo sobre as areias. Era mais ou menos no Posto 5 e ainda havia conchas para apanhar, tatuís para desentocar no praiol deserto e impoluído. Ou simplesmente andar, sentindo nas solas nuas a frescura da praia molhada e seu derrobamento sob os pés inseguros, ao retorno das águas. …
Pedro Nava (Chão de ferro (Memórias, #3))
Mas ¿dónde tu ribera, tu porvenir en dónde; y el del mar y las rocas y las altas estrellas, si tras el sueño humano la soledad no esconde más que un rumor vacío y un desierto sin huellas?
Coleridge Samuel Taylor
Mas ¿dónde tu ribera, tu porvenir en dónde; y el del mar y las rocas y las altas estrellas, si tras el sueño humano la soledad no esconde más que un rumor vacío y un desierto sin huellas?
Shelley Percy Bysshe
En el cuadro "Tormenta de Nieve", Turner no pintó una tormenta de nueve, sino un estado del espíritu. Sus palabras me parecen la confesión de un gran descubrimiento. Dice Turner: no lo pinté para que fuera entendido, sino porque quería mostrar cómo luce semejante espectáculo. Hice que los marineros me ataran al mástil para poder observarlo. Cuatro horas seguidas me mantuvieron atado. Creí que iba a morir. Pero yo quería fijar su imagen en caso de sobrevivir". Al final, creo que lo que Turner pintó no fue ese espectáculo exterior, sino el espectáculo interior, lo que le pasó a su cerebro después de estar cuatro horas enteras soportando los embates de una tormenta en alta mar. Lo que hay en la pintura no son objetos, cosas, materia, sino la psique durante un estado alterado de consciencia. Así me siento yo. No soy más que fuerzas desplegadas en un caos cuyo centro escasamente se sostiene.
Mario Mendoza (La melancolía de los feos)