“
Su voz baja y primorosa llegó hasta el último rincón de la estancia. Solo había dicho una palabra, pero sentí cómo se estremecían todos los hombres en mi derredor. Yo mismo experimenté esa sensación a pesar de mi corta edad, y me maravilló el poder de esa mujer, capaz de electrizar a todos los allí presentes. De pronto, todos recordamos haber oído hablar de su piel dorada y sus ojos negros y centelleantes como la obsidiana que trocábamos por nuestras olivas. Y en ese momento, ella valió más que todos los presentes apilados en el centro, y aún más, ella valía más que nuestras vidas.
”
”