Arturo Luz Quotes

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—¿Dios? ¿Dios? Te he oído hablar de muchos dioses. Si te refieres a Mitra... —Mitra, Apolo, Arturo, Cristo, llámalo como quieras —dije—. ¿Qué importa el nombre que le den los hombres? Es la misma luz, y los hombres deben vivir con esta luz o morir. Yo sólo sé que Dios es la fuente de toda la luz que ilumina la tierra y que su designio está en todo el mundo y pasa por cada hombre como un gran río que no podemos detener ni desviar; solo podemos beber de él mientras vivimos y encomendar nuestros cuerpos en él cuando morimos.
Mary Stewart (The Crystal Cave (Arthurian Saga, #1))
Una palabra canta en mi corazón, susurrante hoja verde sin fin cayendo. En la noche balsámica, cuando la sombra es el crecer desmesurado de los árboles, me besa un largo sueño de viajes prodigiosos y hay en mi corazón una gran luz de sol y maravilla
Aurelio Arturo (Morada al sur y otros poemas)
Pocas veces he visto, pese a que soy contumaz lector de Historia, fabricar borregos con el entusiasmo de la última década. Y no hablo sólo de borregos manipulables, sino de carne dócil para el matadero. De voluntades dispuestas a subirse al tren cuya última y única parada es un lugar donde humean chimeneas simbólicas, o no tan simbólicas. Donde se queman la inteligencia y el sentido común. Donde analfabetos borrachos de poder mediático o político liquidan tres mil años de cultura y razón. Donde, esperando turno, languidecen famélicos, esperando crematorio, Homero, Virgilio, Platón, Sócrates, Kant, Cervantes, Voltaire, Dante, Montaigne, Shakespeare y los demás. Los que convirtieron Europa en foco de luz, derechos y libertades que iluminaron el mundo. Esa Europa hoy estéril, caricatura de sí misma, contaminada del estúpido buenismo que arraigó en los campus universitarios norteamericanos hace medio siglo y que ahora, retorcido hasta el disparate, lo contamina todo y nos envenena a todos.
Arturo Pérez-Reverte
Mi hermana suspiró y dijo: -Nosotros no vivimos. -¿No? ¿Pues qué hacemos? Hablar. Nosotros hablamos y los otros viven. ¿Se refería a los acróbatas? ¿Qué tenía que ver la acrobacia con la vida? A veces, según la dirección de la luz, un ala de pa loma se proyectaba en proporciones enormes sobre la lona. Parecía que en lugar de palomas fueran aves enormes. O ángeles. Por fin, uno de los acróbatas se lanzó con su trapecio sin ver al otro que estaba separado por un gran bastidor circular de papel. Éste rompió el papel con la cabeza y cogió con sus manos las del compañero que en aquel momento llegaba. Para poder sincronizar los movimientos, el que se lanzaba sobre bastidor tenía que guiarse solamente por la voz del otro. La cosa era diabólicamente alarmante, sobre todo sin red, y cuando se encontraron y se cogieron las manos en el vacío, el público lanzó un ¡ah!, de alivio. Mi hermana aplaudía. Yo también. Los acróbatas ya en la pista saludaban juntos. Uno de ellos nos sonreía. Luego entraron corriendo pero volvieron a salir veces más a agradecer los aplausos. Se levantó mi hermana un poco angustiada: -Vámonos. Yo quer resto del programa, pero ella insistía: -Vámonos ahora mismo. -¿Qué más te da? Espera un poco. Ella se irritaba y dijo sentándose: Está bien, pero yo te juro que si ese hombre viene aquí ahora, me iré con él por el mundo a hacer volatines. Era muy capaz. Me levanté y salimos.Ya en la puerta, ella me dijo sonriente: -¿Qué pasaría si yo me fuera con los Smart Brothers? -Pues que te traería la Policía. -¿Por qué? Eso no es un crimen. Ah, porque soy menor de edad. Es una lata ser menor de edad. ¿No te parece? Me di cuenta aquel día que la atracción del hombre y la mujer está gobernada por leyes muy extrañas. Mi hermana y yo ibamos del brazo-yo llevaba pantalones largos-y ella me hablaba: -¿Sabes qué digo? Que tú eres un hombre listo. -¿Por qué? -Hombre, ya tienes tu novia. Ya sabes con quién te has de casar. ¿Que no? ¿Es que tú puedes casarte con otra sino con Valentina? ¿Y para ella no es una gloria tener ya su marido, es decir, su novio? La verdad es que hacéis buena pareja. ¿No sabes? Ella ha crecido también. Está espigadita, con una cintura como un mimbre. Y casi tan alta como tú. Suponía yo que su padre se opondría cuando llegara el mo mento. Mi hermana no podía imaginarlo. ¿Por qué iba a oponerse? Yo le dije: -¿No has visto que su padre es cada día más rico? -Bien, ¿y qué? -Pues que nosotros seremos cada día más pobres. Ella no se asustaba, ni mucho menos. Le dije que había oído a mi padre hablando en su oficina con un des decia: «Estoy arruinado. Entre unos y otros va robarme hasta la camisa. ¿Es que no queda buena fé en el mundo?». Mi hermana decia que no entendía cómo l o perdía dinero. Yo le expliqué -aunque sólo por conjeturas- que todos los negocios de mi padre iban mal. Parece que no tenía condiciones de hombre de negocios, que le faltaba doblez. estábamos viviendo del magro sueldo de la compañía de seguros. Concha se quedaba un momento pensativa. De pronto decía: Pues cuanto antes. Que venga cuanto antes la ruina y entonces me casaré con el Smart Brother. Lo decía en serio. En cambio, si yo era pobre y no podía hacer una carrera brillante nunca me casaría con Valentina, al menos mientras viviera su padre don Arturo. Esa era la diferencia. Sin embargo, lo mismo que Concha, yo me veía a mí solo, pobre y sin carrera ni fortuna, con cierta romántica admiración. Todavía me quedarían muchos caminos. Y pensaba en Juan, el de la «Quinta Julieta». Me parecía que no tener nada en el mundo más que la noche y el día -y una pistola en el bolsillo- y vivir en la «Quinta Julieta» era igual que ser millonario. Yo no era ambicioso. Me bastaba con lo indispensable, es decir, con lo que tenía entonces: un lecho, una mesa donde comer, un traje. La pistola era sólo para darme a mí mismo sensación de seguridad. Sería como ser dueño del mundo.
Ramón J. Sender (Crónica del alba, 1)
... La bala retozona del 5.56, esa misma que hace zigzag y en vez de salir por ahí sale por allá o hace estallar el hígado, se comporta así porque un brillante ingeniero, hombre pacífico donde los haya, quizá católico practicante, aficionado a Mozart y a la jardinería, pasó muchas horas estudiando el asunto. Tal vez hasta le dio nombre -Bala Louise, Pequeña Eusebia- porque el día que se le ocurrió el invento era el cumpleños de su mujer o su hija. Después, una vez terminados los planos, con la conciencia tranquila y la satisfacción del deber cumplido, el asesino de manos limpias apagó la luz de la mesa de proyectos y se fue a Disneylandia con la familia.
Arturo Pérez-Reverte (Territorio comanche)
La Gamarra estaba frontera a un convento cuyas monjas tenían fama de no serlo sino contra su voluntad. Su misa de los domingos era más frecuentada que comedia nueva: hervía de gente, con tocas y manos blancas a un lado de las rejas y galanes suspirando al otro. Y referente a eso, se decía que caballeros de la mejor sociedad —incluidos forasteros ilustres, como el rey nuestro señor— llevaban su fervor hasta el extremo de acudir para sus devociones en horas de poca luz.
Arturo Pérez-Reverte (Todo Alatriste (Spanish Edition))
Imaginad el cuadro: sería vuestra merced tan amable de venir a la luz y destocarse, caballero, gracias, veo que sois el más rubio, permitid que os introduzca una cuarta de acero toledano en los higadillos.
Arturo Pérez-Reverte (Captain Alatriste (Adventures of Captain Alatriste, #1))
Llegaba hasta el Carpanta, traído por la brisa de tierra, el olor de los montes cercanos: desnudos, secos y calcinados por el sol, con tomillo, romero, palmito y chumbera entre sus peñas pardas, ramblas secas donde crecían las higueras, y almendrales escalonados por muretes de piedra. Pese al cemento y al cristal y al acero y a las excavadoras, a la sucesión interminable de luces bastardas que mancillaba sus orillas de costa a costa, todo el Mediterráneo seguía estando allí, a poca atención que se prestase al tenue rumor de la memoria: aceite y vino rojo, Islam y Talmud, cruces, pinos, cipreses, tumbas, iglesias, ponientes cárdenos como la sangre, velas blancas a lo lejos, piedras talladas por los hombres y por el tiempo, hora singular de la tarde en que todo quedaba quieto y en silencio salvo el canto de la cigarra, noches a la luz de una hoguera hecha con madera de deriva, mientras la luna se elevaba despacio sobre un mar de islas sin agua. Y también espetones de sardinas, laurel y aceitunas, cáscaras de sandía flotando quietas en el leve ondular vespertino de la playa, rumor de guijarros en la resaca del amanecer, barcas pintadas de azul, blanco y rojo, varadas en orillas con molinos en ruinas y olivos grises, y uvas que amarilleaban en los emparrados. Y a su sombra, perdidos los ojos en el azul intenso que se extendía hacia levante, hombres inmóviles mirando el mar; héroes atezados y barbudos que sabían de naufragios en calas designadas por dioses crueles, ocultos bajo la apariencia de mutiladas estatuas que dormían, con los ojos abiertos, un silencio de siglos.
Arturo Pérez-Reverte (La Carta Esf�rica / The Nautical Chart)
Esta es la última vez que vengo donde el médico de los ojos. Es la última vez que como mazorcas asadas y me siento bajo el sol en el Parque Nacional. Muchas cosas verán la luz siempre en mi corazón: este parque; el Central Park; el Jardín Botánico de Brooklyn; as esculturas de Rodin del Museo de Brooklyn; el mar de Coney Island; la luz de La Guajira; la luz de Islamorada, en Los Cayos; la luz del Medellín de mi infancia; los cerros orientales de Bogotá; el mar de El Farito, en Miami, cuando el huracán aún no le había arrancado los bellísimos pinos australianos que allí había; los cormoranes que se posaban en esos pinos; la sonrisa de Sara; la sonrisa de Venus y de los hijos de Venus; los bancos de peces verdes del East River; los ojos brillantes, inteligentísimos, de Jacobo; la voz musical de James; Debrah toda (es pequeña); los tatuajes de Pablo, nuestro hombrón ilustrado, que es estable como una roca; y los dedos largos de Arturo, tan parecidos a los míos. Todo eso, con todo detalle, aquí conmigo.
Tomás González (La luz difícil)
MIRANDA: La gente de mi tierra no busca cambiar de amo. La gente de mi tierra no busca cambiar de imperio. Lo que queremos es hacer el Nuevo Mundo. Hacer un Nuevo Mundo. Una cosa son los imperios y otra cosa distinta es el Nuevo Mundo. Mi lucha no es de imperio contra imperio. Mi lucha no es para cambiar el amarillo de España por el azul de los ingleses. En la lucha de imperio contra imperio busco el Nuevo Mundo. En la lucha de las viejas piedras, los viejos hierros, las viejas maderas, las viejas mercancías de los viejos imperios, espero que salte la chispa que ha de encender la gran luz del Mundo.
Arturo Uslar Pietri (Chúo Gil y otras obras)
MIRANDA: Tengo hijos sin tierra. Tengo tierra sin hijos. Quiero la tierra y los hijos reunidos. Quiero los colores reunidos. Eso es Colombeia. TODOS: ¿Qué es Colombeia? MIRANDA: Esto es Colombeia. Para todos luz. Para todos ley. Para todos fe. Para todos paz. Para todos pan. Callad ahora. Es la noche de irme. Es la noche de salir.
Arturo Uslar Pietri
Sus ojos seguían fijos en la luz declinante y en la creciente oscuridad. Esa negrura preternatural que parece decir a la más luminosa y sublime obra de Dios: «Déjame el sitio; acaba ya de brillar».
Arturo Pérez-Reverte (El club Dumas)
—Ya sabe usted que, según la Cábala, Dios posee un nombre terrible y secreto... —El Tetragrammaton. —Eso es. En sus cuatro letras se apoyan la armonía y el equilibrio del universo... Se lo adivirtió el arcángel Gabriel a Mahoma: Dios está oculto por setenta mil velos de luz y tiniebla. Y si esos velos se alzaran, hasta yo sería aniquilado... Pero Dios no es el único en tener un nombre así. También el diablo tiene el suyo: una combinación de letras espantosa, maléfica, cuya pronunciación lo convoca... Y desencadena terribles consecuencias.
Arturo Pérez-Reverte (El club Dumas)
... El hombre salió de un puñado de barro y agua. ¿Por qué una mujer no habría de estar hecha de rocío, vapores terrestres y rayos de luz, de los condensados residuos de un arco iris? ¿Dónde reside lo posible...? ¿Dónde lo imposible?
Arturo Pérez-Reverte (El club Dumas)
Y así, la vida: las estrellas mintiendo amores con su luz, cuando muy bien pudiera que ellas sean los clavos de una cruz.
Arturo Borja (La flauta de ónix (Spanish Edition))
¿Sabés a qué conclusión he llegado con todo lo que me ha pasado, Arturo, con todas las cosas que le pasan a este país? A una idea muy pobre del ser humano. Pareciera que en el fondo de todos nosotros hubiese un monstruo. Que sólo espera el momento propicio para salir a la luz y causar estragos. Claro que me cuesta mucho imaginar que Marta pudiera estar involucrada en algo tan terrible. Como, por su situación, era odiada por mucha gente, que así quería congraciarse con Odilia, la mujer de Castillo Armas, todo eso podría ser una calumnia nacida en esos círculos. O, también, una manera de apartar la atención sobre los verdaderos culpables. En fin, no lo sé. Perdoname, pero no te puedo dar una respuesta.
Mario Vargas Llosa (Tiempos recios)