Amor De Madre Quotes

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La muerte, que un par de veces me tomó y me soltó, a menudo me llama todavía y yo la mando a la puta madre que la parió.
Eduardo Galeano (Dias e noites de amor e de guerra)
Mi madre solía que el amor nunca se malgasta, aunque no te lo devuelvan en la misma medida que te mereces o deseas. -Déjalo ir a raudales. -decía- Abre tu corazón y no tengas miedo de que te lo rompan. Los corazones rotos se curan. Los corazones protegidos acaban convertidos en piedra.
Penelope Stokes J (Heartbreak Cafe)
Mi madre fue la primera en convertirse en una casa encantada. Dentro de ella había amores muertos que aún la habitaban, y ya no sabía cómo dejarlos marchar. A veces ni siquiera quería que se fueran. No era un amor real, pero era bonito. Era cálido.
Beatriz Esteban (Las voces del lago)
Mis padres bailaron juntos; mi madre con la cabeza apoyada en el pecho de mi padre. Ambos tenían los ojos cerrados y parecían perfectamente satisfechos. Si encuentras a una persona así, alguien a quien puedas abrazar y con la que puedas cerrar los ojos a todo lo demás, puedes considerarte muy afortunado. Aunque solo dure un minuto, o un día. Después de tantos años, esa imagen de mis padres meciéndose suavemente al son de la música es, para mí, la imagen del amor.
Patrick Rothfuss (The Name of the Wind (The Kingkiller Chronicle, #1))
Pero el examen le reveló que no tenía fiebre, ni dolor en ninguna parte, y lo único concreto que sentía era una necesidad urgente de morir. Le bastó con un interrogatorio insidioso, primero a él y después a la madre, para comprobar una vez más que los síntomas del amor son los mismos del cólera.
Gabriel García Márquez (Love in the Time of Cholera)
No hay feminismo sin independencia económica. Eso lo vi claramente en mi infancia con la situación de mi madre. Las mujeres necesitamos disponer de ingresos propios y manejarlos, para eso se requiere educación, capacitación y un ambiente laboral y familiar adecuado.
Isabel Allende (Mujeres del alma mía: Sobre el amor impaciente, la vida larga y las brujas buenas (Spanish Edition))
Mi madre solía decir que el amor nunca se malgasta, aunque no te lo devuelvan en la misma medida que mereces o deseas. - Déjalo salir a raudales - decía -. Abre tu corazón y no tengas miedo de que te lo rompan. Los corazones rotos se curan. Los corazones protegidos acaban convertidos en piedra.
Penelope Stokes J (Heartbreak Cafe)
icen que a lo largo de nuestra vida tenemos dos grandes amores; uno con el que te casas o vives para siempre, puede que el padre o la madre de tus hijos, esa persona con la que consigues la compenetración máxima para estar el resto de tu vida junto a ella. Y dicen que hay un segundo gran amor, una persona que perderás siempre. Alguien con quien naciste conectado, tan conectado que las fuerzas de la química escapan a la razón y te impedirá, siempre, alcanzar un final feliz. Hasta que cierto día dejarás de intentarlo. Te rendirás y buscarás a esa otra persona que acabarás encontrando. Pero te aseguro que no pasarás una sola noche sin necesitar otro beso suyo, o tan siquiera discutir una vez más. Todos sabéis de qué estoy hablando, porque mientras estabais leyendo esto os ha venido su nombre a la cabeza. Te librarás de él o de ella, dejarás de sufrir, conseguirás encontrar la paz (le sustituirás por la calma), pero te aseguro que no pasará un día en que desees que estuviera aquí para perturbarte… Porque, a veces, se desprende más energía discutiendo con alguien a quien amas que haciendo el amor con alguien a quien aprecias.
Paulo Coelho (The Zahir)
Diferentes? Yo no creo que seamos diferentes. Todos tenemos dos manos, dos pies, una cabeza… Todos nacemos de una madre. Todos sentimos miedo, amor, odio, ingratitud, celos… ¿Quién dice que somos diferentes? Ninguno es más ni mejor que los demás. —
Julia Navarro (Dispara, yo ya estoy muerto)
No es que no me preocupe por ella. Es solo que nuestra relación es más complicada que las relaciones habituales entre madre-hija. El amor rosa, que se supone que siento por ella, ha sido acuchillado con negro y salpicado con distintos tonos de gris.
Susan Ee (Angelfall (Penryn & the End of Days, #1))
De pronto la miro y ya no está. Vuelvo a mirarla, la define su ausencia. Ha ido a unirse a lago que le da fuerza y no sé lo que es. No puedo seguirla, no entiendo hacia qué espacio invisible se ha dirigido, qué aire inefable la resguarda y la aísla; desde luego ya no está en el mundo y por más que manoteo no me ve, permanece siempre fuera de mi alcance. Sé que mi amor la sustenta, claro, pero su ausencia es sólo suya y en ella no tengo cabida.
Elena Poniatowska (La flor de lis)
He llegado a la conclusión de que no hay reglas fijas en la vida. Haz lo que tengas que hacer para sobrevivir. Si eso significa huir del amor de tu vida para preservar tu salud mental, hazlo. Si eso significa romper el corazón de alguien para no romper el tuyo; hazlo. La vida es complicada, demasiado para que haya absolutos. Estamos todos tan rotos. Escoge una persona, sacúdelos y escucharás el ruido de sus pedazos rotos. Piezas que nuestros padres rompieron, o nuestras madres o nuestros amigos, desconocidos, o nuestros amores. Olivia ha dejado de sonar tanto como solía hacerlo. El amor es una herramienta dada por Dios, me dice. Atornilla las cosas en el lugar que están sueltas, y realizas limpieza de todas las piezas rotas que no necesitas más.
Tarryn Fisher (Thief (Love Me with Lies, #3))
La madre está siempre condenada al reproche porque es el amor primero, el amor puro y el dolor sobrevenido de no poder ser el otro, de no poder ser uno con el otro, imposible siempre de satisfacer. La decepción primigenia viene,como el amor primigenio, de la madre.
Ana Iris Simón (Feria)
Ciertamente, el amor es la madre de la sabiduría, pero la pasión lo es de la estupidez.
Philipp Vandenberg (CESAR Y CLEOPATRA)
Nadie debería olvidar a sus padres, es una de las cosas más tristes que te pueden suceder en esta vida. Todos deberíamos recordar la sonrisa de una madre o la mirada orgullosa de un padre hasta el fin de nuestros días, porque esa memoria es parte fundamental de nuestra dignidad. Cuando nos sentimos mezquinos, nos recuerda que un día fuimos inocentes; cuando sólo queda el odio, nos dice que también hemos sido dignos de amor.
David B. Gil (El guerrero a la sombra del cerezo)
He sentido el amor de un desconocido, la ayuda de un enemigo, la protección de una madre, el compañerismo, la felicidad de una familia, la generosidad del que apenas tiene. He visto crecer la amistad y el amor en lugares en los que ni siquiera las plantas se atreven a asomarse... He visto las dos caras del ser humano: el amor y el odio, el respeto y la violencia, la amistad y la traición, la generosidad y la codicia... el ser humano es capaz de elegir una de esas dos caras
Eloy Moreno (Tierra)
Acomodando todas las cosas en su debido compartimiento, descubrí que todavía la amaba, quizás ese día más que nunca; quizás nunca había dejado de hacerlo, quizás siempre la amaría. Y esa era precisamente la fuerza que potenciaba mi odio: amarla mal para odiarla mejor, amarla retorcidamente para entregarle un odio más puro.
Ahtziri Lagarde (Las Cenizas de Ícaro)
La única manera en la que una madre puede dañar a sus hijos es con su falta de amor. Ya puede darle todos los cuidados, nutrirle y vestirle, proporcionarle educación; si el pequeño no recibe amor, amor bueno y generoso de madre, crecerá emocionalmente disminuido y con un concepto del amor enfermizo que no le permitirá ser feliz.
Dolores Redondo (Legado en los huesos (Trilogía del Baztán, #2))
!Oh, amigo, escúchame! La muerte no existe , no es nada. Ni si quiera se puede comprender. La vida es la vida, y sigue la ley de la vida: el progreso. Tenías ayer una madre en la tierra; hoy tienes un ángel en otra parte. Todo lo que es bueno sobrevive, con mayor potencia, a la vida terrena. Por consiguiente, también el amor de tu madre.
Edmondo de Amicis (Cuore)
Pero sí contra vosotros, maricas de las ciudades, de carne tumefacta y pensamiento inmundo. Madres de lodo. Arpías. Enemigos sin sueño del Amor que reparte coronas de alegría.
Federico García Lorca
En sus frases cortas, disfrazadas de regañinas, reconocí ese mismo tipo de amor que practica mi madre.
Begoña Oro (Croquetas y wasaps)
¡Gustarme! -replicó la madre, con una sonrisa- No puedo abrigar ningún sentimiento de aprobación inferior al amor.
Jane Austen (Sense and Sensibility)
-Si supierais lo maravilloso que es el amor de una madre -les dijo Wendy en tono de triunfo-, no tendríais miedo.
J.M. Barrie (Peter Pan)
—Supongo que el amor cae donde cae. La madre Owd levantó una ceja. —Por lo general se ve caer de lejos y da tiempo a apartarse. —Pues
Joe Abercrombie (Media guerra (El mar quebrado #3))
Mi madre me decía que el sexo era: "Un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma".
Albert Espinosa (Todo lo que podríamos haber sido tú y yo si no fuéramos tú y yo)
Ahora nos vemos recompensados por nuestra fe sublime en el amor de una madre.
J.M. Barrie (J. M. Barrie : Peter Pan)
Soy impaciente; ahora comprendo que pretendía inyectarles feminismo a mi madre contra su voluntad, sin tener en cuenta que ella venía de otra época.
Isabel Allende (Mujeres del alma mía: Sobre el amor impaciente, la vida larga y las brujas buenas)
No sólo perdía a Rosa, su madre, los amigos, el trabajo y su pasado. Perdía su patria. —Mi país..., mi país... —sollozó.
Isabel Allende (De amor y de sombra (Spanish Edition))
—Nuestro señor dice que dejemos de pedir milagros, —Segatashya continuó diciendo en la cinta—, porque sus vidas son milagros. Un verdadero milagro es un niño en el vientre; el amor de una madre es un milagro; un corazón misericordioso es un milagro. Sus vidas están llenas de milagros, pero ustedes están demasiado distraídos con las cosas materiales para verlos.
Immaculée Ilibagiza (Nuestra Señora de Kibeho (Spanish Edition))
No se pueden fabricar coches sin acero; y no se pueden crear tragedias sin inestabilidad social. Actualmente el mundo es estable. La gente es feliz; tiene lo que desea, y nunca desea lo que no puede obtener. Está a gusto; está a salvo; nunca está enferma; no teme la muerte; ignora la pasión y la vejez; no hay padres ni madres que estorben; no hay esposas, ni hijos, ni amores excesivamente fuertes. Nuestros hombres están condicionados de modo que apenas pueden obrar de otro modo que como deben obrar. Y si algo marcha mal, siempre queda el soma.
Aldous Huxley (Brave New World)
Porque siento que allá arriba, en el cielo, los ángeles que se hablan dulcemente al oído, no pueden encontrar entre sus radiantes palabras de amor una expresión más ferviente que la de «madre»,
Rubén Darío (Poemas)
—Mi madre se detuvo en aquel lugar y se quedó con la vista fija en la otra orilla. El arroyo había crecido tanto que sus aguas rugían ensordecedoras como una cascada. Me acuerdo de que llegué junto a ella, preguntándome si era necesario quedarse así de quieta para ver correr el agua. Mi madre se sentó en cuclillas y yo la imité. Entonces se giró hacia mí sonriendo y me acarició la mejilla. Luego me pasó la mano por la cabeza, por el hombro, por la espalda. Sentí su amor como un dolor sordo que me traspasaba la piel, se hundía hasta la médula de los huesos y me encogía el corazón... Fue entonces cuando supe lo mucho que duele amar a alguien.
Han Kang (Imposible decir adiós)
Como lo menciona Sherrie Eldridge en el libro Twenty Things Adopted Kids Wish Their Adoptive Parents Knew, los grandes villanos en los procesos de adopción son, en definitiva, la pérdida no resuelta y los duelos no efectuados.
Marisa Lacouture (En tu amor encontre mi hogar: Testimonio de una madre adoptiva (Spanish Edition))
Se ríe y yo con ella, y la abrazo más fuerte, porque siempre ocurre lo mismo, que los momentos menos buenos nos unen y no nos separan. Mi madre dice que en eso consiste el amor, y yo la creo. ¿Cómo no hacerlo teniendo lo que tengo?
Andrea Longarela (Carlota y el cactus de color rojo)
De niño aprendí a conciliar el sueño mientras le explicaba a mi madre en la penumbra de mi habitación las incidencias de la jornada, mis andanzas en el colegio, lo que había aprendido aquel día… No podía oír su voz o sentir su tacto, pero su luz y su calor ardían en cada rincón de aquella casa y yo, con la fe de los que todavía pueden contar sus años con los dedos de las manos, creía que si cerraba los ojos y le hablaba, ella podría oírme desde donde estuviese.
Carlos Ruiz Zafón (The Shadow of the Wind (The Cemetery of Forgotten Books, #1))
Para Badinter, la idea de que la maternidad debe ser “al 100%” o no ser conspira contra la maternidad, pero es además una idea mucho más sostenida por mujeres que no tuvieron hijos que por las que sí los tuvieron: las que atravesaron la experiencia, dice, saben que en el fondo es imposible ser madre al 100% y que te vas a equivocar, vas a sufrir, vas a sucumbir a la tentación de prenderles la tele para que te dejen en paz o de darles un pancho una noche que estás muerta de sueño.
Tamara Tenenbaum (El fin del amor: querer y coger en el siglo XXI)
Quedaban sus palabras, adiós, que tengáis suerte, adiós, te quiero más que nunca, adiós, me voy con la alegría de haberte conocido, adiós, habla a mis hijos de mí, de las ideas por las que voy a morir, adiós, busca a un buen hombre, cásate con éñ y sé feliz, pero no me olvides, adiós, mi amor, cuánto te he querido y qué poco tiempo hemos tenido para estar juntos, adiós, hijos míos, sed muy buenos y ayudad mucho a vuestra madre, adiós, cariño, adiós, vida mía, adiós, adiós, adiós, y todas las despedidas eran parecidas, pero todas distintas, distintas as mujeres que no podían terminar de leer en vox alta el papel que temblaba entre sus manos, idéntico el hueco que cada nueva carta abría en mi cuerpo agujereado, incapaz de abrigar tanto adioses
Almudena Grandes (Las tres bodas de Manolita (Episodios de una guerra interminable, #3))
Me gustan las telas, los colores, el maquillaje y la rutina de arreglarme cada mañana, aunque paso la mayor parte del tiempo encerrada en el ático escribiendo. «Nadie me ve, pero yo me veo a mí misma», como decía mi madre filosóficamente, sin referirse
Isabel Allende (Mujeres del alma mía: Sobre el amor impaciente, la vida larga y las brujas buenas (Spanish Edition))
Tu madre ha sido, sin la menor duda, el amor de mi vida. Jamas amare a nadie como la he amado a ella. Era una pasion devoradora. Un amor asi es muy raro de encontrar. A veces, uno se lanza, abrigando la esperanza de no encontrarse con un precipicio al otro lado
Casey McQuiston (Red, White & Royal Blue)
No hay feminismo sin independencia económica. Eso lo vi claramente en mi infancia con la situación de mi madre. Las mujeres necesitamos disponer de ingresos propios y manejarlos, para eso se requiere educación, capacitación y un ambiente laboral y familiar adecuado. No siempre es el caso.
Isabel Allende (Mujeres del alma mía: Sobre el amor impaciente, la vida larga y las brujas buenas)
EL AMENAZADO Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir. Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz. La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única. ¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras, la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad, las galerías de la Biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño? Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo. Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz. Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo. Es el amor con sus mitología, con sus pequeñas magias inútiles. Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar. Ya los ejércitos me cercan, las hordas. (Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.) El nombre de una mujer me delata. Me duele una mujer en todo el cuerpo.
Jorge Luis Borges (The Gold of the Tigers: Selected Later Poems)
Si fuera madre, no daría por hecho ni un sólo momento de la vida de mi hijo. Estaría agradecida por cada segundo que se quejaran, lloraran, se enfermaran o me respondieran. Apreciaría cada segundo que estuvieran en casa durante el verano y los extrañaría cada segundo que estuvieran en la escuela.
Colleen Hoover (All Your Perfects (Hopeless, #3))
Podía decirse que lo adoraba. Nadie sabía lo mucho que lo quería, salvo, tal vez, Ellen, su madre, que todo lo veía. Lo quería porque la había devuelto a la vida. Hasta entonces había sido como una larva, y Jack la había sacado de su capullo mostrándole que era una mariposa. Habría pasado toda su vida ajena a los gozos y sufrimientos del amor, si él no hubiera compartido con ella sus historias y no la hubiera besado con tanta suavidad, despertando luego, lenta y cariñosamente, el amor que yacía dormido en su corazón. Había sido tan impaciente y tolerante pese a su juventud… Sólo por eso lo amaría siempre.
Ken Follett (Los pilares de la Tierra)
Hija mía, tus problemas y tentaciones no han hecho más que empezar y pueden ser muchos, pero lograrás superarlos y vencerlos si aprendes a sentir la fuerza y el amor de tu Padre Celestial como sientes los de tu padre terrenal. Cuanto más le ames y confíes en Él, más unida te sentirás a Él y menos dependerás del poder y la sabiduría humanos. Él nunca se cansa de amarnos y cuidarnos, nada le aleja de nosotros y nos proporciona la paz, la felicidad y la fuerza que necesitamos en nuestra vida. Has de creer en esto y confiar a Dios todas tus cuitas y esperanzas, tus errores y penas, del mismo modo que los compartes con tu madre.
Louisa May Alcott (Mujercitas)
Me quedaba quieto igual que una vez, cuando tenía cinco años, que estábamos de visita en casa de un tío. La conversación de grandes me había dado sueño y me recosté en el sillón. Mi tío me apoyó sobre sus piernas y siguió conversando mientras me acariciaba la cabeza. Me despabiló por completo esa mano grande pasando suave por mis cabellos, pero seguí haciéndome el dormido porque, de alguna manera, supe que esos mimos eran porque creían que no me daba cuenta, curioso. Oí cuando mi madre dijo: Éste se está haciendo el dormido. Y a mi tío responderle que no, que estaba dormido en serio, sentí como su mano tocaba mis párpados y debo haberme acordado de algún perro que vi durmiendo, porque hasta los ojos para atrás puse con tal de que siguierna acariciándome la cabeza. Quien sabe cómo hace uno, a los seis años, para ya saber que hay cosas que se terminan si uno se despierta. No me pregunté entonces porqué se terminaba tanta ternura si se daban cuenta de que estaba despierto. ¿Sería posible que alguien te acariciara aunque estuvieras despierto? Eso lo aprendí de grande, como también, a oir el amor callado de los que sólo te acarician si te ven dormido, por pudor, por vergüenza, por campesina falta de costumbre de decir cuánto se quiere y también porque les gana el sentimiento.
Luis María Pescetti (El ciudadano de mis zapatos)
«¡Virgen y madre, la hija de tu hijo, alta y humilde como no hay criatura, del acuerdo eternal término fijo! »Tú ennobleciste la humanal natura, tanto, que en su grandeza el hacedor no desdeñó encarnar su propia hechura. »Se reanimó en tu vientre el santo amor, y a su calor, en paz eternamente, ha germinado esta divina flor.
Dante Alighieri (La Divina Comedia)
La niña y el hermano pequeño lloran el uno junto al otro, sellados por una desesperación de sangre que no pueden compartir con nadie. Thanh los mantiene abrazados, acaricia sus rostros, sus manos. Llora por sus llantos, llora también por el llanto de la madre. Por amor a la niña. La madre. Se ha girado hacia el barco. No le vemos la cara. Da media vuelta. Va hacia las rejas, se apoya en la reja al lado de los hijos que le quedan. Llora sin ruido, bajito, ya no tiene fuerzas. Ya está muerta. Al igual que Thanh acaricia el cuerpo de sus dos hijos separados del otro, su hermano mayor, ese hijo perdido por el amor de su madre, un error de Dios.
Marguerite Duras (The North China Lover (The Lover, #2))
Fui a buscar a mi madre y le pregunté por qué lo había hecho. ¿Por qué me había dejado fuera de casa? ¿Por qué no confiaba en mí? No le pregunté por qué había dejado de quererme. El amor no era una palabra que se pudiera usar ya entre nosotras. Ya no era una simple cuestión de ¿sí?, ¿no? El amor no era una emoción, sino un espacio desolado entre ambas.
Jeanette Winterson (Why Be Happy When You Could Be Normal?)
El bien no está en la naturaleza, tampoco en los sermones de los maestros religiosos ni de los profetas, no está en las doctrinas de los grandes sociólogos y líderes populares, no está en la ética de los filósofos. Son las personas corrientes las que llevan en sus corazones el amor por todo cuanto vive; aman y cuidan de la vida de modo natural y espontáneo. Al final del día prefieren el calor del hogar a encender hogueras en las plazas. Así, además de ese bien grande y amenazador, existe también la bondad cotidiana de los hombres. Es la bondad de una viejecita que lleva un mendrugo de pan a un prisionero, la bondad del soldado que da de beber de su cantimplora al enemigo herido, la bondad de los jóvenes que se apiadan de los ancianos, la bondad del campesino que oculta en el pajar a un viejo judío. Es la bondad del guardia de una prisión que, poniendo en peligro su propia libertad, entrega las cartas de prisioneros y reclusos, con cuyas ideas no congenia, a sus madres y mujeres. Es la bondad particular de un individuo hacia, otro, es una bondad sin testigos, pequeña, sin ideología. Podríamos denominarla bondad sin sentido. La bondad de los nombres al margen del bien religioso y social. Pero si nos detenemos a pensarlo, nos damos cuenta de que esa bondad sin sentido, particular, casual, es eterna. Se extiende a todo lo vivo, incluso a un ratón O a una rama quebrada que el transeúnte, parándose un instante, endereza para que cicatrice y se cure rápido. En estos tiempos terribles en que la locura reina en nombre de la gloria de los Estados, las naciones y el bien universa I, en esta época en que los hombres ya no parecen hombres y sólo se agitan como las ramas en los árboles, como piedras que arrastran a otras piedras en una avalancha que llena los barrancos y las fosas, en esta época de horror y demencia, la bondad sin sentido, compasiva, esparcida en la vida como una partícula de radio, no ha desaparecido. Vida y Destino (Galaxia Gutenberg)
Vasily Grossman
«¡Virgen y madre, la hija de tu hijo, alta y humilde como no hay criatura, del acuerdo eternal término fijo! »Tú ennobleciste la humanal natura, tanto, que en su grandeza el hacedor no desdeñó encarnar su propia hechura. »Se reanimó en tu vientre el santo amor, y a su calor, en paz eternamente, ha germinado esta divina flor. »Tú eres la meridiana refulgente de caridad aquí, y allá en el suelo
Dante Alighieri (La Divina Comedia)
—Odiar..., ¡pero si todavía no has comenzado siquiera a saber lo que es el odio, y antes de que te acuestes a descansar fíjate bien en lo que te digo, que nos vamos de este lugar pase lo que pase. Nos vamos a Florida, como habíamos pensado. Viviremos nuestras vidas lo mejor que podamos. No vamos a sentirnos avergonzados de lo que somos ni de lo que hemos hecho, porque lo que hemos hecho es poca cosa en comparación con lo que ha hecho nuestra madre. Incluso si mueres antes que yo, recordaré nuestra vida aquí arriba, y en el ático. Nos veré, bailando bajo las flores de papel, y tú tan grácil y yo tan torpe. Oleré el polvo y la madera podrida, y lo recordaré como si fuera el perfume dulce de las rosas, porque sin ti todo habría sido tan triste y tan vacío... Me has dado la primera revelación de lo que puede ser el amor.
V.C. Andrews (Flores en el ático (Dollanganger, #1))
Cuando aparecía, no decía nada acerca de mis luchas personales. Sólo a través de la oración entendí finalmente que yo no era diferente de cualquier otra persona que sufría. Nuestra Señora permanecía en silencio sobre mi situación por respeto a mi libre albedrío y por amor a todos sus hijos los que la podían ver, como los que no la podían ver. Me di cuenta que, como una buena madre, Nuestra Señora no tenía favoritos.
Mirjana Soldo (My Heart Will Triumph)
—Las personas engañan y mienten. Cuanto más hay, más planean tomar y más a menudo lo intentan. El mundo es un lugar feo, y la gente, al parecer, en su mayoría piensa que es mejor y más fácil tomar de los demás que ganárselos ellos mismos. (Kyrian) —Entonces, ¿por qué luchas para protegernos? (Nick) —Porque cada vez que pienso que no vale la pena, que la gente merece la miseria de sus vidas, me encuentro con alguien que me hace replantear eso. (Kyrian) —¿Como quién? (Nick) —Un sabihondo Cajun que besa el suelo por el que su madre camina. Uno que estaba dispuesto a dar su vida para proteger a dos extraños de sus mejores amigos, a pesar de que necesitaba el dinero para comer. Una mujer que está dispuesta a rebajarse a sí misma para alimentar a su hijo. Otra que enfrentó a un cártel de drogas con el fin de proteger a su familia y su pequeño pueblo. Esa clase de amor me recuerda al humano que una vez fui. Las personas como tú, tu madre, y Rosa se merecen a alguien que cuide sus espaldas. (Kyrian)
Sherrilyn Kenyon (Invincible (Chronicles of Nick, #2))
Llegará el día en que los barcos carecerán de tripulación, los aiones no tendrán pilotos, las fábricas serán gestionadas por robots, y los ordenadores contestarán el teléfono. ¿Qué será entonces de la gente? - Si los barcos no hubieran tenido tripulación cuando tu padre llegó a puerto, tu madre no habría sido una deshonra - Y yo no habría nacido - Y no habrías sido huérfana - Si no hubiera sido huérfana, nunca habría conocido a Pew - ¿Y eso habría supuesto algún cambio? - El cambio que establece el amor
Jeanette Winterson (Lighthousekeeping)
Esto ha reforzado mi decisión de seguir activa para siempre, de consumir hasta la última célula del cerebro y chispa del alma de modo que no quede nada cuando muera. No me voy a retirar, me voy a renovar. Y no pienso optar por la prudencia. Según Julia Child, la célebre chef, su secreto de longevidad era carne roja y ginebra. Mis excesos son de otra índole y, como Julia, no renunciaré a ellos. Mi madre decía que de lo único que uno se arrepiente en la vejez es de los pecados que no cometió y las cosas que no compró.
Isabel Allende (Mujeres del alma mía: Sobre el amor impaciente, la vida larga y las brujas buenas)
Tengo, sí, los correos amorosos dirigidos a mi mamá, que enviaba siempre con copia a mi hermana y a mí. ¿Por qué lo hacía? ¿Quería demostrarnos que aún amaba a nuestra madre? Cuánto amor debió sentir mi papá por mi madre para no intentar una vida con la otra mujer que amaba. Cuánto por su amante para no dejarla y quedarse solamente con su compañera de toda la vida. Y, también, cuánto desamor podemos dar mientras creemos estar amando. Me gusta pensar que en su corazón ambos amores no se excluían, pero cómo estar segura.
Gabriela Wiener (Huaco retrato)
Por esta floristería pasan hombres y mujeres que necesitan comunicar una emoción o enviar un mensaje para el que no encuentran las palabras: respeto, agradecimiento, admiración, desamor, pérdida, amor, celebración... Unos compran flores para un nacimiento y otros por una muerte. Unos las encargan para restar sobriedad a sus despachos, otros para dar vida a sus casas. Algunos las prefieren vivas, aún prendidas de la tierra, otros muertas o disecadas. En unos casos las prefieren a punto de abrirse para que duren más, a otros en cambio les gustan perecederas como las margaritas que empiezan a deshojarse. De una en una o de cien en cien... a veces las enviamos al camerino del teatro español, otras forman coronas en la iglesia de San Sebastián, las compras madres a sus madres, infieles a sus mujeres, amantes a sus amantes, el Palace para su retretes, las ancianas para sus balcones... Yo tengo la teoría de que a cada persona le corresponde una flor. Y a cada etapa de su vida, también. Hay mujeres que compran flores y otras que no. Eso es todo
Vanessa Montfort (Mujeres que compran flores)
A mí me gusta Willie y se lo manifiesto de variadas maneras. Me ha rogado que no traduzca al inglés las palabras de amor que le digo en español, porque suenan sospechosas. Le recuerdo siempre que nadie lo ha querido más que yo, ni su propia madre, y que si me muero él acabaría abandonado en una residencia geriátrica, así es que más vale que me mime y me celebre. Este hombre no es de los que prodigan frases románticas, pero si ha vivido conmigo durante tantos años sin estrangularme, debe de ser que también le gusto un poco.
Isabel Allende (La suma de los días)
Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whítman, contra el niño que escribe nombre de niña en su almohada, ni contra el muchacho que se viste de novia en la oscuridad del ropero, ni contra los solitarios de los casinos que beben con asco el agua de la prostitución, ni contra los hombres de mirada verde que aman al hombre y queman sus labios en silencio. Pero sí contra vosotros, maricas de las ciudades, de carne tumefacta y pensamiento inmundo, madres de lodo, arpías, enemigos sin sueño del Amor que reparte coronas de alegría.
Federico García Lorca
Pero ¿Dónde estaban mis amigos y familiares? No había tenido un padre que cuidase de mi infancia, ni una madre que me bendijese con sus sonrisas y caricias; y si los tuve, toda mi vida pasada no era sino tiniebla, un ciego vacío que no distinguía nada. Desde el principio de mis recuerdos, había sido como era entonces en estatura y proporción. Hasta ahora, nunca había visto a un ser que se pareciese a mí ni pretendiese contacto alguno conmigo. ¿ Qué era yo? La pregunta me surgía una y otra vez, sólo para contestarla con gemidos
Mary Wollstonecraft Shelley (Frankenstein)
Querida madre: Me he enamorado. Ahora sé una cosa de mí mismo que hace años que sospechaba, si hubiera tenido la sinceridad de admitirlo. Debería sentir miedo y vergüenza, pero no es así. Puesto que no veo esperanza terrena alguna para esta relación, debería estar muy deprimido, pero no lo estoy. Ahora sé por qué nací, por qué me ha ocurrido todo lo que me ha ocurrido, por qué soy un tullido, porque ello me ha traído al lugar oportuno en el momento oportuno. De ser necesario volvería a pasarlo todo ahora que sé que era para esto.
Mary Renault (The Charioteer)
Siempre he estado convencido de que el primer mordisco de la enfermedad de mi madre se llevó lo que yo más quería: el beso de buenas noches. Yo pensé que, como el rezo juntos antes de dormir, era otra pérdida de la edad. Una más de las catástrofes de hacerte mayor. Como que dejara de ordenarme la ropa, de removerme el Cola-Cao o de preguntarme al volver del colegio si tenía muchos deberes. Un día las madres dejan de darte el beso de buenas noches, se fue el beso de buenas noches y vinieron la hipoteca del piso y las letras del coche, en mi caso una noche no llegó el beso y aguardé silencioso. La oscuridad se transformó en hostil, lúgubre, inhóspita. Puede que otras noches yo mismo la llamara, pero llega la noche en que no te sientes autorizado para gritarle mamá, ¿vienes? Y no viene nadie. Puede que cuando despiertas a la mañana siguiente seas más adulto, más independiente, pero esa noche tan sólo eres más infeliz. La segunda noche consecutiva sin beso, lloré en silencio. Sentí algo amputado adentro. Si te arrancan un brazo, dudo que duela como perder ese beso.
David Trueba (Tierra de campos)
Todavía me sorprende lo poco que sabíamos en realidad. Teníamos cohetes, satélites y nanotecnología. Teníamos brazos y manos robotizadas, robots para recorrer la superficie de Marte. Nuestros aviones no tripulados, dirigidos por control remoto, podían oír voces a cinco kilómetros de distancia. Podíamos fabricar piel artificial, clonar ovejas. Podíamos hacer que el corazón de un muerto bombeara sangre en el cuerpo de un desconocido. Estábamos dando grandes pasos en el dominio del amor y la tristeza: teníamos medicinas para despertar el deseo y para acallar el dolor. Llevábamos a cabo toda suerte de milagros: podíamos hacer que los ciegos vieran y que los sordos oyesen, y los médicos lograban extraer a diario a bebés del útero de mujeres infértiles. En la época de la ralentización, los investigadores de células madre estaban a punto de curar la parálisis: sin duda los inválidos habrían vuelto a andar. Y sin embargo lo desconocido todavía sobrepasaba a lo conocido. Nunca llegamos a determinar las causas de la ralentización. El motivo de nuestro sufrimiento continuó siendo un misterio.
Karen Thompson Walker (The Age of Miracles)
—El día que conocí a tu madre, sabía que estaría en mi vida para siempre. Había algo sobre ella y supe que me estaba enamorando ese primer día. Te hacía querer ser mejor, tratar de ser digno de su amor. Lamentablemente, tu padre pensaba lo mismo, nadie entendía por qué cambió drásticamente, excepto yo. A pesar de que ella estaba conmigo, dejó de beber, dejó de dormir con otras chicas, es como si lo hubiera hecho madurar al instante y convertido en el tipo que finalmente quería ser para que pudiera tener una oportunidad con ella. Siempre tuve miedo de perderla por él algún día, es como si me diera cuenta de que era una cuestión de cuándo, no de sí. Pero tu madre era diferente, yo había salido con muchas chicas, pero realmente no me importaba si estaban allí o no. Eran sólo alguien para tratar de llenar el dolor de perder a mi padre. Así que cuando me reuní con ella y se dio cuenta de mis sentimientos, luché por mantenerla tanto tiempo como pude. No se lo digas a tu mamá, pero Chase y yo constantemente peleábamos por ella cuando no estaba cerca. Infierno, incluso peleábamos por ella cuando estaba cerca. Sabíamos que cualquiera de nosotros podría tener a cualquier chica que quisiéramos, pero sólo queríamos a Harper. Así que, por supuesto, siendo nosotros, las palabras se utilizaron en puños y volaban cuando nos quedábamos solos. No le dije esto, pero ya sabía lo que había pasado con tu padre antes de que ella me lo dijera. Cuando llegué a casa de la rotura, y Chase no me molestó de nuevo, sabía que algo había pasado. Sólo no sabía qué todavía. Pero ¿sabes qué pequeño hombrecito? No puedo ni siquiera estar loco sobre eso más, porque si no hubiera pasado, no estarías aquí ahora. Besó suavemente a nuestro hijo de tres meses quien estaba completamente cautivado en sus historias y señaló la última foto en el libro. —Y él te amaba y a tu mamá, muchísimo. Siempre voy a recordarte eso, pero desearía que hubieras podido reunirte con él.
Molly McAdams (Taking Chances (Taking Chances, #1))
«—Ves a ese elegante joven, penetrando en la hermosa y calma mansión: se llama Duval, Dufour, Armando, Mauricio, ¿qué sé yo? Una mujer se ha consagrado a querer a ese maligno idiota: está muerta, con seguridad ahora es una santa en el cielo. Tú me matarás como él mató a esa mujer. Es nuestro destino, el destino de los corazones caritativos…» ¡Ay! algunos días se le antojaba que todos los hombres laboriosos eran juguetes de delirios grotescos; se reía largo rato, espantosamente. Luego recobraba sus modales de joven madre, de hermana querida. ¡Si fuera menos salvaje, estaríamos salvados! Pero su dulzura también es mortal. Yo estoy sometida a él. ¡Ah! ¡Si seré loca!
Arthur Rimbaud (A Season in Hell)
Te sientes sola cuando sales con un chico, y haces el amor en su piso, y él se esfuerza por ser simpático y hacerte sentir bien, pero es como si todas sus atenciones se dirigiesen a tu cuerpo y no a tu mente (te hace el amor, te hace la cena) y sientes que cada minuto que pasas con él solo contribuye a que os canséis un poco más el uno del otro, y cuando os separáis finges que es doloroso, pero en realidad lo estás deseando porque supone un alivio dejar de esforzarte por complacer al otro, y cuando llegas a casa tientes la impresión de que él ya no ha vuelto a pensar en ti desde que saliste de la suya, tienes la sensación de que has salido de su vida para siempre, aunque sepas que al día siguiente te volverá a llamar y volverás a tener sexo con él, pero esa noche, mientras te desnudas en silencio y te metes en la cama, estás segura de que él no está pensando en ti, que nadie piensa en ti, en realidad, y también estás segura de que si descuelgas el teléfono y llamas a tu madre, a tus hermanas o a alguna de tus pocas amigas, o lo llamas a él, cualquiera de ellos se sorprenderá de ver tu número y de oír tu voz, y les llevará unos segundos hacer un hueco para acomodar tu presencia en su mundo, porque solo eres algo ajeno que entra y sale a la escena de sus vidas, algo que no deja más huella que un tenue rastro de incomodidad. La soledad es algo difícil de explicar, y si no te has sentido así jamás, enhorabuena.
Adrián Dresner (LA TERCERA CHICA (Spanish Edition))
-Mi pequeña Melody, tu vida no será fácil -decía en voz baja-. Si pudiéramos intercambiar nuestros lugares, yo lo haría sin dudarlo un segundo. Lo sabes, ¿verdad? Yo solo parpadeaba, pero captaba lo que decía. A veces, su cara estaba bañada de lágrimas. De noche, me llevaba afuera y me hablaba al oído acerca de las estrellas, la luna y el viento nocturno. -Las estrellas están montando un espectáculo solamente para ti, mi amor -comentaba-. ¡Observa ese increíble despliegue de brillo! ¿Sientes el viento? Está tratando de hacerte cosquillas en los pies. Y durante el día, a menudo me quitaba todas esas mantas con que mi madre insistía en envolverme y permitía que sintiera la tibieza del sol en el rostros y en las piernas.
Sharon M. Draper (Out of My Mind (Out of My Mind, #1))
El afecto, ya lo dije, no se da importancia. La caridad —decía san Pablo— no es engreída. El afecto puede amar lo que no es atractivo: Dios y sus santos aman lo que no es amable. El afecto «no espera demasiado», hace la vista gorda ante los errores ajenos, se rehace fácilmente después de una pelea, como la caridad sufre pacientemente, y es bondadoso y perdona. El afecto nos descubre el bien que podríamos no haber visto o que, sin él, podríamos no haber apreciado. Lo mismo hace la santa humildad. Pero si nos detuviéramos sólo en estas semejanzas, podríamos llegar a creer que este afecto no es simplemente uno de los amores naturales sino el Amor en sí mismo, obrando en nuestros corazones humanos y cumpliendo su ley. ¿Tendrían razón entonces los novelistas ingleses de la época victoriana, al decir que es suficiente este tipo de amor? ¿Son «los afectos caseros», cuando están en su mejor momento y en su desarrollo más pleno, lo mismo que la vida cristiana? La respuesta a estas preguntas, lo sé con seguridad, es decididamente No. No digo solamente que esos novelistas escribieron a veces como si nunca hubieran conocido ese texto evangélico sobre el «odiar» a la esposa y a la madre y aun la propia vida —aunque, por supuesto, sea así—, sino que la enemistad entre los amores naturales y el amor de Dios es algo que un cristiano procura no olvidar. Dios es el gran Rival, que en cualquier momento me puede robar —al menos a mí me parece un robo— el corazón de mi esposa, de mi marido o de mi hija.
C.S. Lewis (The Four Loves)
Una vez le preguntaron a una madre a cuál de sus hijos amaba más. Con sencillez, la madre respondió: «Al que está más lejos, hasta que regrese; al más triste, hasta que sonría; al más pequeño, hasta que crezca: al que se encuentra más enfermo, hasta que se recupere». Este proverbio oriental tiene que ver no solo con el amor maternal, sino también con la misericordia de Dios. Es decir, el amor se extiende a todos y a todas, pero dedica un cariño y una especial atención a aquellos que, por las más diversas circunstancias, se encuentran frágiles y vulnerables. El amor de Dios, en el nivel general, se centra en la vida en todas sus formas (biodiversidad) y, de manera particular, en la dignidad de la persona humana. De ahí su presencia amorosa donde la vida esté más amenazada.
Emilia (coord.) Robles (Aparecida: Por un nuevo tiempo de alegría y esperanza en la vida eclesial)
Estoy convencido de que casi todas las mujeres enamoradas son capaces de llevar a cabo los actos más heroicos. ¿Lo entiendes? Ella besa, abraza, se entrega... y se convierte en madre. Para ella, si ama, ¡el amor se convierte en el sentido de toda su vida, en el universo entero! No es culpa suya que el amor entre las personas haya adquirido formas tan triviales y haya quedado reducido a un tipo de comodidad cotidiana, a un pasatiempo cualquiera. La culpa la tienen los hombres que, saciados a los veinte años, con los cuerpos ya encogidos y el espíritu medroso, son incapaces de desear algo de verdad, realizar algún tipo de proeza, o querer con ternura y devoción. Dicen que antes sí que había amores así. Y, aunque no los hubiera, ¿acaso no los soñaron y anhelaron las mejores mentes y almas de la humanidad: poetas, novelistas, músicos, artistas?
Aleksandr Kuprin (La pulsera de granates)
Ser amado de veras por una cortesana constituye una victoria difícil bajo otro aspecto muy distinto. En ellas el cuerpo ha gastado el alma, los sentidos han quemado el corazón y el desenfreno ha acorazado los sentimientos. De mucho tiempo atrás se saben de memoria las palabras que se les dicen, conocen los medios que se emplean para lograrlas, han vendido el amor mismo que inspiran. Aman por oficio y no por impulso. Están mejor guardadas por su cálculo que una virgen por su madre o su convento; de modo que han inventado la palabra capricho para definir esos amores sin tráfico que se otorgan de vez en vez como descanso, como excusa o como consuelo, al igual que esos usureros que despluman a mil individuos y creen rescatarlo todo prestando un día veinte francos a cualquier pobre diablo que se muere de hambre, sin exigirle réditos y sin pedirle recibo.
Alexandre Dumas fils (La Dama de Las Camelias)
Nunca la había visto así por la sencilla razón de que nunca había sido así. Mi madre me miraba con amor. Esa mirada suya -que yo había esperado y mendigado toda mi infancia y por la que me habría desprendido voluntariamente de todo mi capital de niño ahorrador- la recibía ahora gratis. [...] Habría querido tirarla de la silla de una patada, como había hecho ella conmigo a lo largo de aquellos siete meses. Me habría gustado meterle aquel amor por los ojos a puñetazos y decirle que se lo guardara para el otro mundo, en el que, si tenía suerte, conseguiría engatusar a alguien y convencerle de que era capaz de amar. Me habría gustado arrancarle en aquel segundo, con unas tenazas al rojo vivo, todos los cuentos no contados, todas las nanas no cantadas, todas las caricias en el pelo que me correspondían, pero que ella me había escamoteado como una roñosa.
Tatiana Țîbuleac (Lato, gdy mama miała zielone oczy)
Las grandes palabras, le parecía a Connie, habían perdido valor para su generación: amor, alegría, felicidad, casa, madre, padre, esposo, todas aquellas palabras grandes y dinámicas se habían medio muerto y agonizaban de día en día. Casa era un sitio donde se vivía, amor era una cosa sobre la que no había que hacerse ilusiones, alegría era una palabra que se aplicaba a un buen charlestón, felicidad era una expresión de hipocresía utilizada para engañar a otros, un padre era un individuo que disfrutaba de su propia existencia, un marido era un hombre con el que se vivía y al que se mantenía de buen humor. En cuanto al sexo, la última de las grandes palabras, era una ensalada de expresión utilizada para una sensación que te daba ánimos un momento y luego te dejaba más hecha cisco que nunca. ¡Gastado! Era como si el paño de que uno está hecho fuera del más barato y se fuera deshilachando hasta desaparecer.
D.H. Lawrence (Lady Chatterley's Lover)
que no conmovieran, especialmente entre las enviadas a casa de los padres. En esta carta se decía poco de las molestias sufridas, de los peligros afrontados o de la nostalgia a la cual había que sobreponerse; era una carta alegre, llena de descripciones de la vida del soldado, de las marchas y de noticias militares; y sólo hacia el final el autor de la carta dejó brotar el amor paternal de su corazón y su deseo de ver a las niñas que había dejado en casa. "Mi cariño y un beso a cada una. Diles que pienso en ellas durante el día, y por la noche oro por ellas, y siempre encuentro en su cariño el mejor consuelo. Un año de espera para verlas parece interminable, pero recuérdales que, mientras esperamos, podemos todos trabajar, de manera que estos días tan duros no se desperdicien. Sé que ellas recordarán todo lo que les dije, que serán niñas cariñosas para ti, que cuando vuelva podré enorgullecerme de mis mujercitas más que nunca.” Todas se conmovían algo al llegar a esta parte, Jo no se avergonzó de la gruesa lágrima que caía sobre el papel blanco, y Amy no se preocupó de que iba a desarreglar sus bucles al esconder la cara en el seno de su madre y dijo sollozando: -¡Soy egoísta! Pero trataré de ser mejor para que no se lleve un chasco conmigo. - ¡Trataremos todas! -exclamó Meg -. Pienso demasiado en mi apariencia y detesto trabajar, pero no lo haré más si puedo remediarlo. -Trataré de ser lo que le gusta a él llamarme "una mujercita", y no ser brusca y atolondrada; cumpliré aquí con mi deber en vez de desear estar en otra parte -dijo Jo, pensando que dominarse a sí misma era obra más difícil que hacer frente a unos rebeldes. Beth no dijo nada, pero secó sus lágrimas con el calcetín del ejército y se puso a trabajar con todas sus fuerzas, no perdiendo tiempo en hacer lo que tenía más cerca de ella, mientras decidía en su corazón ser como su padre lo deseaba cuando al cabo de un
Louisa May Alcott (Mujercitas / Buenas esposas / Hombrecitos / Los muchachos de Joe)
¿Sería posible que su madre hubiese adivinado por fin el agotamiento que derrotaba su espíritu? Y de pronto Stephen se sintió, sin un ápice de vergüenza, completamente infantil y replicó como un niño que necesita consuelo: -Sí, estoy cansadísima y con voz temblorosa reiteró : Estoy agotada, mamá; estoy muerta de cansancio. Asombrada de sí misma, pero sin poderse dominar, se oía formular esa apagada súplica con que imploraba piedad. Si Anna en aquel momento le hubiera tendido las manos, en breves instantes hubiese conocido la verdad sobre Angela Crossby. Pero, en cambio, bostezó: -Es este aire; es demasiado opresivo. No sabes las ganas que tengo de regresar a Morton. ¿Qué hora es? Estoy medio muerta de sueño. Vayámonos a acostar, ¿quieres, Stephen? Fue una ducha de agua fría y el más eficaz remedio para el maltrecho amor propio de la joven. -Sí, vamos -contestó recobrando la compostura-. Son más de las diez. A mí tampoco me va este ambiente tan húmedo y se sonrojó al recordar la apagada súplica con que imploraba piedad.
Radclyffe Hall (El Pozo de la Soledad (Spanish))
Había escuchado tantas teorías para explicarlo todo. Porque sí, porque no había nada para hacer, porque estaban aburridos, porque no se llevaban bien con sus padres, porque no tenían padres o porque tenían demasiados, porque les pegaban, porque los hacían abortar, porque tomaban tanto alcohol y tantas drogas, porque les habían hecho un daño, porque salían de noche, porque robaban, porque salían con mujeres, porque salían con mujeres de la noche, porque tenían traumas de infancia, traumas de adolescencia, traumas de primera juventud, porque hubieran querido nacer en otro lado, porque no los dejaban ver al padre, porque la madre los había abandonado, porque hubieran preferido que la madre los hubiera abandonado, porque los habían violado, porque eran solteros, porque tenían amores pero desgraciados, porque habían dejado de ir a misa, porque eran católicos, satánicos, evangelistas, aficionados al dibujo, punks, sentimentales, raros, estudiosos, coquetos, vagos, petroleros, porque tenían problemas, porque no los tenían en absoluto. Teorías. Y las cosas, que se empeñaban en no tener respuesta.
Leila Guerriero (Los suicidas del fin del mundo: Crónica de un pueblo patagónico)
—Yo me reí con él, al principio, pero acabé pensando igual que tu madre, presentí que eras una pequeña viciosa, una perdida potencial. La imagen se me quedó grabada en la cabeza, tú, desnuda, oliendo el camisón y repitiendo en voz baja, me ha cambiado el olor, aquella noche me masturbé con eso, fui construyendo una fantasía sólida, enloquecida, alrededor de esa imagen, una noche detrás de otra, me quedaba colgado de aquella imagen, tú escondiéndote por los rincones, despistando a todos tus hermanos y hermanas, para desnudarte y olerte, barriendo con la nariz la cama de tus padres para tocarte después, eras encantadora, claro que te imaginaba más mayor, cuando salí y te volví a ver, me asombré de que fueras todavía tan pequeña, pero ya había decidido que merecía la pena esperar, para intervenir en tu perdición, y esperé... Los ojos se me habían llenado de lágrimas. Como no quería que me viera, me di media vuelta, me arrebujé debajo de las sábanas y procuré no hacer ningún ruido. Fue inútil. Él se dio cuenta de todo, se acercó a mí, me abrazó, me besó en la frente y apagó la luz, para que pudiera llorar a gusto.
Almudena Grandes (Las edades de Lulú)
La tradición del islam místico comparte esta misma convicción. Me gustaría relatarle algo tomado de la leyenda dorada de los santos musulmanes. Un día, Suturá, una buena mujer, fue a visitar a Tierno Bokar, el sabio de Bandiagara: esta aldea de Mali está situada en la meseta del mismo nombre, rodeada de altos acantilados al pie de los cuales viven los dogon, pueblo famoso por su arte austero, su compleja cosmogonía y su hondo sentido de la trascendencia. «Tierno –le dijo Suturá–, estoy muy irritable. Me molesta hasta lo más insignificante. Querría recibir de ti una bendición o una oración que me haga dulce, amable y paciente». No había acabado de hablar cuando su hijo, un niño de tres años que estaba esperándola en el patio, agarró una tabla y le dio un golpe en la espalda. Ella miró al niño, sonrió y, atrayéndolo hacia ella, dijo dándole un cachete cariñoso: «¡Qué niño más malo! Mira cómo trata a su madre…». «Si tan irritable estás, ¿por qué no te enfadas con tu hijo?», le preguntó Tierno Bokar. «Si no es más que un niño –contestó Suturá–. No sabe lo que hace. Con un niño de esta edad no hay quien se enfade». «Vete a casa, querida Suturá –le dijo Tierno– y, cuando alguien te irrite, acuérdate de la tabla y piensa: “Tenga los años que tenga, esta persona está actuando como un niño de tres años”. Sé indulgente: puedes hacerlo, ya que acabas de serlo con tu hijo cuando te ha dado ese golpe. Obra así y no volverás a enfadarte. Vivirás feliz y te sentirás mejor. Las bendiciones que desciendan sobre ti serán mucho mayores que las que puedas recibir de mí: serán las bendiciones de Dios y del propio Profeta. Quien soporta y perdona una ofensa –continuó– se parece a una de esas grandes ceibas que ensucian los buitres al posarse en sus ramas. El aspecto repugnante del árbol solo dura una parte del año. Todos los inviernos Dios envía unos cuantos chaparrones que lo limpian de la copa a las raíces y lo revisten de un nuevo follaje. Procura prodigar el amor que sientes por tu hijo a todas las criaturas de Dios. Porque Dios quiere a sus criaturas como un padre a sus hijos. Entonces llegarás a lo más alto de la escala, allí donde, gracias al amor y la caridad, el alma solo ve y valora la ofensa para perdonarla mejor». Las palabras de Tierno supusieron tanto para Suturá que, a partir de ese día, consideró hijos suyos a todos los que la ofendían y no les respondió más que con dulzura, amor y una paciencia silenciosa y sonriente. Tanto cambió que, al final de su vida, la gente decía: «Paciente como Suturá». Nunca más hubo nada capaz de enfadarla. Cuando murió, se la consideraba prácticamente una santa.
Robert Sarah (La fuerza del silencio)
Acabada la comida, el notario se fue a su estudio a dormitar en un diván, la madre salió a regar las flores. Pilar se puso a leer una revista y Valentina y yo discutimos sobre materias graves. Una de ellas —nada menos— la iglesia donde nos casaríamos un día. Estábamos de acuerdo en que el amor libre no estaba bien y era necesario el matrimonio. Así, pues, nos casaría mosén Joaquín y, puestos a elegir la iglesia, después de nombrar todas las del pueblo, propuse yo la ermita de San Cosme y San Damián, antigua y de bastante fama, que estaba precisamente cerca de la Herradura. Valentina aprobó mi idea con entusiasmo. —Estando tan lejos la ermita —decía razonable como siempre— sólo se molestarán en venir a la boda los amigos verdaderos. No gustaba ella de la gente hipócrita, como Pilar, por ejemplo. Yo tampoco. La cocinera, al oír lo de San Cosme y San Damián soltó a reír con un fondo maligno que yo no sabía cómo entender. Se asomaba a la puerta y me miraba con sorna. Yo despreciaba en todo caso el mundo de las cocineras. Pero ella volvía con sus risas. Más tarde supe que aquella ermita era la que preferían para casarse las campesinas que no habían tenido paciencia para esperar o no habían podido resistir la impaciencia del novio. Es decir, que las mujeres que se casaban allí estaban visiblemente encintas. Solía suceder entre campesinos y gente humilde. La cocinera representaba, una vez más, la procaz realidad interfiriendo en nuestro sentido angélico de las cosas.
Ramón J. Sender (Crónica del alba, 2)
Tu infancia en Menton Sí, tu niñez ya fábula de fuentes. El tren y la mujer que llena el cielo. Tu soledad esquiva en los hoteles y tu máscara pura de otro signo. Es la niñez del mar y tu silencio donde los sabios vidrios se quebraban. Es tu yerta ignorancia donde estuvo mi torso limitado por el fuego. Norma de amor te di, hombre de Apolo, llanto con ruiseñor enajenado, pero, pasto de ruina, te afilabas para los breves sueños indecisos. Pensamiento de enfrente, luz de ayer, índices y señales del acaso. Tu cintura de arena sin sosiego atiende sólo rastros que no escalan. Pero yo he de buscar por los rincones tu alma tibia sin ti que no te entiende, con el dolor de Apolo detenido con que he roto la máscara que llevas. Allí, león, allí, furia del cielo, te dejaré pacer en mis mejillas; allí, caballo azul de mi locura, pulso de nebulosa y minutero, he de buscar las piedras de alacranes y los vestidos de tu madre niña, llanto de medianoche y paño roto que quitó luna de la sien del muerto. Sí, tu niñez ya fábula de fuentes. Alma extraña de mi hueco de venas, te he de buscar pequeña y sin raíces. ¡Amor de siempre, amor, amor de nunca! ¡Oh, sí! Yo quiero. ¡Amor, amor! Dejadme. No me tapen la boca los que buscan espigas de Saturno por la nieve o castran animales por un cielo, clínica y selva de la anatomía. Amor, amor, amor. Niñez del mar. Tu alma tibia sin ti que no te entiende. Amor, amor, un vuelo de la corza por el pecho sin fin de la blancura. Y tu niñez, amor, y tu niñez. El tren y la mujer que llena el cielo. Ni tú, ni yo, ni el aire, ni las hojas. Sí, tu niñez ya fábula de fuentes.
Federico García Lorca (Poeta en Nueva York)
No pudo seguir hablando. Sacudió la cabeza y siguió caminando, alejándose de todos. Necesitaba ir a su casa, comprobar por sí mismo que aquello no era una maldita pesadilla, y después buscar un rincón lo suficientemente oscuro para hacerse un ovillo y llorar como un niño. Pasó varios días completamente hundido. Comía porque su madre se preocupaba de llevarle una bandeja, y se quedaba allí hasta que él terminaba. No salía para nada. Se pasaba las horas sentado, con la espalda apoyada contra la pared, con la cadena que Rura había llevado alrededor de su cuello asida con fuerza entre sus manos. Era lo único que le quedaba de ella. A veces, cuando el sueño lo vencía y se hundía en ese estado de duermevela en que uno no está ni dormido ni despierto, le parecía oír su voz, fustigándolo con algún comentario mordaz. Entonces se levantaba como un resorte y apartaba la cortina de un manotazo, con el corazón latiéndole como timbal desenfrenado y el estómago burbujeando de ansiedad. Pero la otra habitación seguía estando tan vacía como cuando llegó, y volvía a su rincón, hundido y desesperado. Otras veces, cuando sucumbía al cansancio y acababa durmiendo profundamente, soñaba con ella. La veía tumbada y sonriente, con los brazos extendidos, invitándolo a unirse con ella. En esos sueños le hacía el amor con una ternura que lo hacía llorar, y siempre le susurraba al oído aquellas palabras que nunca se había atrevido a decir en voz alta. ¡Cómo la echaba de menos! Nunca hubiese creído posible que algo así le sucediera. Ahora comprendía cuando su padre le decía a veces, medio en broma medio en serio, que no era nada sin su madre. Porque él no era nada sin Rura.
Alaine Scott (La princesa sometida (Cuentos eróticos de Kargul #3))
Lesbos Madre de los juegos latinos y los deleites griegos, Lesbos, donde los besos, lánguidos o gozosos, cálidos como soles, frescos como las sandías, son el adorno de noches y días gloriosos; madre de los juegos latinos y los deleites griegos. Lesbos, donde los besos son como cascadas que se arrojan sin miedo en las simas sin fondo, y fluyen, entrecortados de sollozos y risas, tormentosos y secretos, hormigueantes y profundos; ¡Lesbos, donde los besos son como las cascadas! Lesbos, donde las Frinés se atraen entre sí, donde nunca un suspiro dejó de hallar un eco, las estrellas te admiran tanto como a Pafos, ¡y Venus con razón puede envidiar a Safo! Lesbos, donde las Frinés se atraen entre sí, Lesbos, tierra de noches cálidas y lánguidas, que hacen que en sus espejos, ¡infecundo deleite! las niñas de ojos hundidos, enamoradas de sus cuerpos, acaricien los frutos ya maduros de su nubilidad; Lesbos, tierra de noches cálidas y lánguidas, deja al viejo Platón fruncir su ceño austero; obtienes tu perdón del exceso de besos, reina del dulce imperio, tierra noble y amable, y de refinamientos siempre sin agotar, deja al viejo Platón fruncir su ceño austero. Obtienes tu perdón del eterno martirio, infligido sin tregua a los corazones ambiciosos, que atrae lejos de nosotros la radiante sonrisa, ¡vagamente entrevista al borde de otros cielos! ¡Obtienes tu perdón del eterno martirio! ¿Qué Dios se atreverá a ser tu juez, oh Lesbos?, y a condenar tu frente pálida por penosas labores, si sus balanzas de oro no han pesado el diluvio, de lágrimas que en el mar vertieron tus arroyos? ¿Qué Dios se atreverá a ser tu juez, oh Lesbos? ¿Qué quieren de nosotros las leyes de lo justo y lo injusto? Vírgenes de corazón sublime, honra del Archipiélago, vuestra religión es augusta como cualquiera, ¡y el amor se reirá del Infierno y del Cielo! ¿Qué quieren de nosotros las leyes de lo justo y lo injusto? Pues Lesbos me ha elegido en la tierra entre todos, para cantar el secreto de sus floridas vírgenes, y desde la infancia que inicié en el negro misterio, de las risas sin freno mezcladas con los llantos sombríos; pues Lesbos me ha elegido en la tierra entre todos y desde entonces velo en la cumbre del Léucato, igual que un centinela de mirada segura y penetrante, que vigila noche y día, brick, tartana o fragata, cuyas formas a lo lejos se agitan en el azul; y desde entonces velo en la cumbre del Léucato, para saber si el mar es indulgente y bueno, y si entre los sollozos que en la roca resuenan, un día llevará a Lesbos, que perdona, el cadáver adorado de Safo, que partió, ¡para saber si el mar es indulgente y bueno! De Safo la viril, la amante y la poetisa, ¡por su palidez triste más hermosa que Venus! —Al ojo azul venció el negro que mancilla el tenebroso círculo trazado por las penas ¡de Safo la viril, la amante y la poetisa! Presentándose al mundo más hermosa que Venus y vertiendo el tesoro de su serenidad y el brillo de su rubia juventud, sobre el viejo Océano prendado de su hija; ¡presentándose al mundo más hermosa que Venus! —De Safo, que murió el día de su blasfemia, cuando, insultando el rito y el culto establecido, convirtió su hermoso cuerpo en pasto supremo de un bruto cuyo el orgullo castigó la impiedad de aquella que murió el día de su blasfemia, y desde entonces Lesbos lanza lamentaciones, y, pese a los honores que le tributa el mundo, cada noche le embriaga la voz de la tormenta, ¡que elevan hacia el cielo sus orillas desiertas! ¡y desde entonces Lesbos lanza lamentaciones!
Charles Baudelaire (Les Fleurs du Mal)
La vida empezó a hacerse dura para Marius. Comerse la ropa y el reloj no significaba nada. Se vio reducido a esa situación inexplicable que se llama comerse los codos, algo terrible que se traduce en días sin pan, noches sin sueños y sin luz, hogar sin fuego, semanas sin trabajo, porvenir sin esperanza; la levita rota en los codos, el sombrero viejo y raído, que hace reír a las jóvenes; la puerta cerrada de noche, porque no se paga a la patrona; la insolencia del portero y del bodegonero, la burla de los vecinos, las humillaciones, la dignidad ultrajada; el trabajo de cualquier clase, aceptado; los disgustos, la amargura, el abatimiento. Marius aprendió a devorarlo todo, y a no tener para devorar más que estas cosas. En ese momento de la existencia en que el hombre tiene necesidad de orgullo, porque tiene necesidad de amor, se vio despreciado, porque iba mal vestido, y se sintió ridículo, porque era pobre. A la edad en que la juventud hincha el corazón con imperial altivez, posó más de una vez los ojos en las botas agujereadas y conoció las injustas afrentas, el punzante bochorno de la miseria. Admirable y terrible prueba, de la cual los débiles salen infames y los fuertes, sublimes. Crisol donde el destino arroja a un hombre muchas veces, cuando quiere hacer de él un ser despreciable o un semidiós. Porque hay muchas acciones grandes en estas pequeñas luchas. El valor tenaz e ignorado, que se defiende palmo a palmo en la sombra, contra la fatal invasión de las necesidades y de la ignominia. Nobles y misteriosos triunfos que ninguna mirada ve, que ninguna fama recompensa, que ningún aplauso saluda. La vida, la desgracia, el aislamiento, el abandono, y la pobreza son campos de batalla que tienen sus héroes, héroes oscuros, es verdad, pero a veces más grandes que los héroes ilustres. Hay naturalezas firmes y raras, que han sido creadas así; la miseria, casi siempre madrastra, es algunas veces madre, la desnudez engendra en ocasiones el vigor del alma y del corazón; la miseria suele ser nodriza de la grandeza; la desgracia es una buena leche para los magnánimos.
Victor Hugo (Les Misérables)
Bingo Junio-Julio-Agosto  Lord Voldemort (un libro que trate sobre la muerte): Un mosntruo viene a verme de Patrick Ness. Conor tiene que lidiar con el temor constante de que su madre muera a causa del cancer y es ahí cuando aparece el monstruo que le hace ver la realidad  Regulus Black (libro que el protagonista tenga un familia rara/malvada/numerosa): La tempestad de Shakespeare. Prospero es traicionado por su hermano y es mandando a una isla en el medio de la nada; Prospero jura venganza mediante sus poderes mágicos.  Barty Crouch Jr (libro que el/la protagonista participe en una secta o investigue sobre las mismas): Las chicas de Emma Cline. Evie se ve envuelta en una secta cuando es abandonada por su mejor amiga y su unica amiga en el mundo.  Fenrir Breyback (libro que tenga licántropos): Luna Nueva de Stephenie Meyer. Bella es abandonada por Edward, se acerca mas a jacob y descubre que el es un hombre lobo  Bellatrix Lestrange (libro en el que el romance tóxico sea lo principal) La selección de Kiera Cass. America Singer se ve envuelta en un triangulo amoroso entre el principe de Íllea, Maxon, y su amor de la ciudad, Aspen.  Draco Malfoy (libro que el/la protagonista sea desertor): Tres espejos; espada de Sebastián Vargas. Jian era un campesino que perdió al amor de su vida y se convierte en un pirata perseguido por el pueblo por ser desertor y huir de luchar en la guerra.  Lucius Malfoy (libro con puterio de ricos) Mansfield Park de Jane Auste. Fanny es adoptada por sus tios ricos y la llevan a vivir a Mansfield Park, ella se ve envuelta en todos los lios, complicaciones y preocupaciones de los ricos, donde cada acción tiene que ser friamente calculada  Petter Pettigrew (libro con animales como protagonistas): El principito de Antoine de Saint-Exupéry. El principito, un hombrecito de traje azul y pelo rubio se hace amigo de un zorro que lo aconseja sobre la vida.  Marietta (libro en que el/la protagonista tenga una doble vida/vida oculta): Heartsong de T.J Klune. Robbie se encuentra en otra manada, con sueño recurrente sobre unos lobos corriendo... Con el paso del tiempo, descubre que la vida que esta viviendo no era su vida.
Patrick Ness (A Monster Calls)
SAINT-ANGE: Ascoltami dunque, Eugénie. È assurdo affermare che appena una figlia esce dal ventre di sua madre deve, da quel momento, diventare vittima della volontà dei suoi genitori, per vivere così fino all’ultimo respiro. Non è certo in un secolo come l’attuale, con la personalità e i diritti dell’uomo approfonditi da poco con tanta cura, che le ragazze debbano continuare a credersi schiave delle loro famiglie, quando è risaputo che i poteri di queste famiglie su di loro sono assolutamente chimerici. Ora io mi domando se è giusto che una ragazza che comincia a capire e ragionare si sottometta a tali imposizioni. Non è insomma soltanto un pregiudizio che rinnova queste catene? Esiste nulla di più ridicolo del vedere una ragazza di quindici o sedici anni, bruciata dai desideri che è obbligata a dominare, tra tormenti peggiori di quelli dell’inferno, attendere che i suoi genitori, dopo aver reso la sua giovinezza disgraziata, si compiacciono di sacrificare anche la sua età matura, immolandola alla loro perfida cupidità e dandola sposa, suo malgrado, a uno che o non ha nulla per meritarsi il suo amore o ha tutto per meritarsi il suo odio? E no, no Eugénie! certe catene saranno presto spezzate! Una volta raggiunta l’età della ragione, una ragazza deve essere libera di andar via di casa, dove avrà ricevuto un’educazione razionale, ed essere padrona, a quindici anni, di divenire quello che vuole! Si darà al vizio? E che importa? I servizi resi da una ragazza che acconsenta a fare la felicità di tutti quelli che si rivolgano a lei, non sono infinitamente più importanti di quelli che offre al suo sposo stando segregata? Il destino d’una donna è essere come una cagna o una lupa; deve appartenere a tutti quelli che la vogliono. Unirla a un solo uomo con l’assurda schiavitù d’un matrimonio significa andare chiaramente contro il destino che la natura le impone. Speriamo che si aprano bene gli occhi e che, assicurando la libertà a tutti gli individui, non venga dimenticata quella delle infelici ragazze; ma se saranno tanto sfortunate da essere dimenticate, si mettano esse stesse al di sopra di ogni usanza e pregiudizio e spezzino coraggiosamente le ignominiose catene con cui si pretende di tenerle schiave! Allora sì che trionferanno sui costumi e le opinioni!
Marquis de Sade (La Philosophie dans le boudoir)
A veces me pregunto cómo es posible sentirse solo en este dichoso planeta que alberga millones de especies, tan lleno de vida, de animales y plantas, insectos y personas. Y en cambio es así, todos seguimos en busca de alguien que nos acompañe en nuestro camino, empujados por el deseo de encontrar el amor eterno, bien sea el de un hijo, una pareja o una madre; y ni siquiera nos damos cuenta de que, a veces, basta con un amigo que te tenga puesta la mesa, un mensaje en la puerta de casa o los ojos brillantes de tu perro que te miran sin un porqué.
Lorenzo Marone (Magari domani resto)
Invocación: Señor Dios Todopoderoso, aquí estamos en la Tierra. Invocamos tu presencia con nosotros. Oh, Señor Dios, que tu manto descienda sobre nosotros ahora. Restaura en nosotros la promesa interior que te hicimos a Ti, a nuestra llama gemela, a nuestro Yo Superior. Llévanos a unirnos contigo por medio de las huestes angélicas a quienes desde el principio ordenaste como nuestros cuidadores en el viaje por este lejano planeta llamado Tierra. En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y de la Madre Divina, llamo ahora al Arcángel Miguel, al Arcángel Jofiel, al Arcángel Chamuel, al Arcángel Gabriel, al Arcángel Rafael, al Arcángel Uriel, al Arcángel Zadquiel, a todas las arcangelinas y a todos los serafines y querubines de Dios. Recorred ahora esta ciudad. Recorred todas las ciudades de la Tierra. Que vuestra luz —la luz de Dios que en vosotros está— sea llevada ahora a todos aquéllos que desean corregir las cosas. Ayuda a todos los que desean acercarse a Ti, oh Dios, para poder razonar juntos, para que juntos podamos ser parte de la resolución de los problemas del planeta. Oh, Dios, envía Tus legiones para la conversión de nuestro corazón al Amor Divino, a la Luz interior, al Atmán que mora en nuestro pecho. Oh, Dios, pedimos el cese de la guerra. Pedimos el cese del hambre en todas partes. Que no haya un solo niño con hambre en la Tierra, un niño abandonado. Oh, santos ángeles de Dios, os pedimos que cuidéis de ellos. Por lo tanto, en este momento en que nuestro corazón está en contacto contigo con el más puro Amor Divino, te pedimos que recibas nuestras oraciones muy personales, que ahora ofrecemos [por favor, ofrece tus oraciones personales en este momento
Elizabeth Clare Prophet (Angeles de la guia (Spanish Edition))
El bien no está en la naturaleza, tampoco en los sermones de los maestros religiosos ni de los profetas, no está en las doctrinas de los grandes sociólogos y líderes populares, no está en la ética de los filósofos. Son las personas corrientes las que llevan en sus corazones el amor por todo cuanto vive; aman y cuidan de la vida de modo natural y espontáneo. Al final del día prefieren el calor del hogar a encender hogueras en las plazas. Así, además de ese bien grande y amenazador, existe también la bondad cotidiana de los hombres. Es la bondad de una viejecita que lleva un mendrugo de pan a un prisionero, la bondad del soldado que da de beber de su cantimplora al enemigo herido, la bondad de los jóvenes que se apiadan de los ancianos, la bondad del campesino que oculta en el pajar a un viejo judío. Es la bondad del guardia de una prisión que, poniendo en peligro su propia libertad, entrega las cartas de prisioneros y reclusos, con cuyas ideas no congenia, a sus madres y mujeres. Es la bondad particular de un individuo hacia, otro, es una bondad sin testigos, pequeña, sin ideología. Podríamos denominarla bondad sin sentido. La bondad de los nombres al margen del bien religioso y social. Pero si nos detenemos a pensarlo, nos damos cuenta de que esa bondad sin sentido, particular, casual, es eterna. Se extiende a todo lo vivo, incluso a un ratón O a una rama quebrada que el transeúnte, parándose un instante, endereza para que cicatrice y se cure rápido. En estos tiempos terribles en que la locura reina en nombre de la gloria de los Estados, las naciones y el bien universa I, en esta época en que los hombres ya no parecen hombres y sólo se agitan como las ramas en los árboles, como piedras que arrastran a otras piedras en una avalancha que llena los barrancos y las fosas, en esta época de horror y demencia, la bondad sin sentido, compasiva, esparcida en la vida como una partícula de radio, no ha desaparecido.
Vasili Grossman (Life and Fate)
«Atiendan a esto los prelados que prefieren hacerse temer que aprovechar a aquellos que les están sujetos; consideren atentamente que han de ser más bien madres que amos y señores de los que están bajo su dirección y obediencia; procuren antes hacerse amar que temer. Si alguna vez os veis obligados a usar de la severidad, que esta vaya siempre acompañada de la ternura de un padre, no de la crueldad de un tirano. Manifestad que sois madres por vuestro amor y padres por vuestras correcciones. Mostraos mansos y bondadosos dejando a un lado toda dureza. Economizad los latigazos y derramad a raudales la caridad de vuestro pecho. Que vuestro corazón esté bien repleto de caridad, no hinchado de soberbia. ¿Por qué hacéis sentir el peso de vuestro yugo sobre los hombros de aquellos cuyas cargas deberíais más bien llevar? Si sois espirituales, reprended con espíritu de mansedumbre, examinándoos a vosotros mismos, no sea que también vuestro súbdito se vea tentado con vuestra manera de proceder».
Javier Fernández Aguado (2000 años liderando equipos: Enseñanzas del management más exitoso (Spanish Edition))
Mi madre me leyó el pensamiento. Llevó al Monte de Piedad, como había hecho otras veces, su brazalete de metal blanco y amarillo, después de haberlo lustrado a conciencia con un paño para que brillara, y su abrigo de piel, probablemente de conejo, muy gastado. Esto le permitió comprarme una falda acampanada y un conjunto formado por una rebeca y un jersey de cuello redondo, de orlón color verde Nilo. Guardé aquel conjunto durante años, con celo, a pesar de que el tejido de fibra sintética, con los lavados, se volvió cada vez más largo y más ancho, hasta deformarse del todo. También verde agua se llamaba aquel color, que para mí es aún hoy el color del amor.
Marisa Madieri (Verde agua)
He aprendido que de los hijos solo podemos esperar lo que hicimos con nuestros padres. Si recibimos menos que eso, habrá sido nuestra culpa por mala crianza. En cambio, si recibimos más, debemos considerarnos sencillamente afortunados.
Jasmina Alexander (MI VIDA ENTRE COMILLAS)
«las emociones de la madre, como el miedo, la ira, el amor y la esperanza, entre otras, pueden alterar bioquímicamente la expresión genética de sus hijos»
Mark Wolynn (Este dolor no es mío)
Para mí, no existe ejemplo más claro de esa unión práctica de la justicia con la caridad, que el comportamiento de las madres. Aman con idéntico cariño a todos sus hijos, y precisamente ese amor les impulsa a tratarlos de modo distinto —con una justicia desigual—, ya que cada uno es diverso de los otros. Pues, también con nuestros semejantes, la caridad perfecciona y completa la justicia, porque nos mueve a conducirnos de manera desigual con los desiguales, adaptándonos a sus circunstancias concretas, con el fin de comunicar alegría al que está triste, ciencia al que carece de formación, afecto al que se siente solo… La justicia establece que se dé a cada uno lo suyo, que no es igual que dar a todos lo mismo. El igualitarismo utópico es fuente de las más grandes injusticias.
Josemaría Escrivá (San Josemaría: Sus libros (Libros de Josemaría Escrivá de Balaguer) (Spanish Edition))
»La llaman capilla privada del General. ¡Es cátedra y santuario, Tabor y Getsemaní, Belén y Gólgota, Manresa y la Storta! Siempre la misma, siempre diversa. ¡Si sus paredes pudieran hablar! Cuatro paredes que encierran un altar, un sagrario, un crucifijo, un icono mariano, un zabutón (cojín japonés), un cuadro japonés, una lámpara. No se necesita más… Eso es todo: una víctima, una mesa sacrificial, el vexillum crucis, una Madre, una llama ardiente que se consume lentamente iluminando y dando calor, el amor expresado en un par de caracteres japoneses: Dios-amor…
Pedro Miguel Lamet (ARRUPE. Testigo del siglo XX, profeta del XXI (Jesuitas) (Spanish Edition))
«Si alguno viene a mí y no odia a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío»
Anthony de Mello (Una llamada al amor: Consciencia - libertad - felicidad El Pozo de Siquem())
Marisa Lacouture nos enseña, a los varones y damas que andamos dando vueltas por el mundo, una lección no solo maravillosa sino inolvidable: ¿quién ha dicho que el amor por un hijo depende de la cremallera del pantalón? ¿Acaso el semen es el amor? ¿Habita el amor en la entrepierna?
Marisa Lacouture (En tu amor encontre mi hogar: Testimonio de una madre adoptiva (Spanish Edition))
Así que, ante la falta de un testimonio de este tipo, cuya necesidad comprobé con mi experiencia, quise escribir el mío.
Marisa Lacouture (En tu amor encontre mi hogar: Testimonio de una madre adoptiva (Spanish Edition))
Las cifras de violencia contra nuestros niños, niñas y adolescentes nos ponen en el penoso tercer puesto entre 175 países de homicidios de niños y niñas, según cifras de la ONG Save The Children. Solo en 2017, en Colombia fueron asesinados 715 niños, niñas y adolescentes indefensos. Las cifras siguen en aumento, por lo cual la preocupación es inmensa. En 2018, fueron 673 homicidios, y en 2019, 708 niños fueron víctimas de este flagelo.
Marisa Lacouture (En tu amor encontre mi hogar: Testimonio de una madre adoptiva (Spanish Edition))
El embarazo adolescente y no deseado es un factor que incide bastante en la violencia intrafamiliar: niños y niñas que llegan a madres u hogares que no están preparados ni emocional ni económicamente para acogerlos con amor están en altísimo riesgo de ser víctimas. Por eso es tan importante la adopción.
Marisa Lacouture (En tu amor encontre mi hogar: Testimonio de una madre adoptiva (Spanish Edition))
Ningún niño debería jamás crecer sin una familia o en un entorno violento, en una casa de adopción u orfanato. Nadie que quiera formar una familia debería renunciar a ella por no poder concebir naturalmente. Nadie que quiera adoptar debería dejar de cumplir ese deseo por falta de información o por temor a lo desconocido. Y si una madre o padre biológicos no pueden ofrecerle a su hijo o hija la vida que merecen y necesitan, deberían poder considerar siempre la adopción.
Marisa Lacouture (En tu amor encontre mi hogar: Testimonio de una madre adoptiva (Spanish Edition))