Amor De Lejos Quotes

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Y debo decir que confío plenamente en la casualidad de haberte conocido. Que nunca intentaré olvidarte, y que si lo hiciera, no lo conseguiría. Que me encanta mirarte y que te hago mío con solo verte de lejos. Que adoro tus lunares y tu pecho me parece el paraíso. Que no fuiste el amor de mi vida, ni de mis días, ni de mi momento. Pero que te quise, y que te quiero, aunque estemos destinados a no ser.
Julio Cortázar
En aquel momento comprendí que iba a ser suya para siempre, aunque fuera de lejos, aunque él no volviera a verme nunca más.
Alejandro Casona (Los árboles mueren de pie)
Y si, estás lejos. No es que no te tenga porque nada es realmente mío. Yo soy de apreciar las cosas, de encontrarle sentido o dárselo si no lo tienen. Ahora que estás lejos, sólo me queda contemplarte. Verte ser feliz con quién quieras, con lo que quieras. Agradecer que alguna vez esa sonrisa fue para mí, que esas manos han tocado las mías y que esos labios una vez hicieron el amor conmigo. Así sea en palabras. Y si, estás lejos, ¿qué importa si lo estás? De esa manera, rodeas también mi vida, a una órbita mayor por supuesto, ¿pero qué importa? Pues de esa manera te conviertes en mi paisaje. Y es así como llego amar a tu ausencia.
J. Porcupine (La vuelta al mundo para abrazarte por la espalda)
Sí los amores de lejos son de... el estarse peleando por carta es el súmmmum de la estupidez.
Jaime Sabines (Los amorosos: Cartas a Chepita)
Calla, calla, princesa —dice el hada madrina—; en caballo, con alas, hacia acá se encamina, en el cinto la espada y en la mano el azor, el feliz caballero que te adora sin verte, y que llega de lejos, vencedor de la Muerte, a encenderte los labios con un beso de amor
Rubén Darío
En griego, «regreso» se dice nostos. Algos significa “sufrimiento”. La nostalgia es, pues, el sufrimiento causado por el deseo incumplido de regresar. La mayoría de los europeos puede emplear para esta noción fundamental una palabra de origen griego (nostalgia) y, además, otras palabras con raíces en la lengua nacional: en español decimos “añoranza”; en portugués, saudade. En cada lengua estas palabras poseen un matiz semántico distinto. Con frecuencia tan sólo significan la tristeza causada por la imposibilidad de regresar a la propia tierra. Morriña del terruño. Morriña del hogar. En inglés sería homesickness, o en alemán Heimweh, o en holandés heimwee. Pero es una reducción espacial de esa gran noción. El islandés, una de las lenguas europeas más antiguas, distingue claramente dos términos: söknudur: nostalgia en su sentido general; y heimfra: morriña del terruño. Los checos, al lado de la palabra “nostalgia” tomada del griego, tienen para la misma noción su propio sustantivo: stesk, y su propio verbo; una de las frases de amor checas más conmovedoras es styska se mi po tobe: “te añoro; ya no puedo soportar el dolor de tu ausencia”. En español, “añoranza” proviene del verbo “añorar”, que proviene a su vez del catalán enyorar, derivado del verbo latino ignorare (ignorar, no saber de algo). A la luz de esta etimología, la nostalgia se nos revela como el dolor de la ignorancia. Estás lejos, y no sé qué es de ti. Mi país queda lejos, y no sé qué ocurre en él. Algunas lenguas tienen alguna dificultad con la añoranza: los franceses sólo pueden expresarla mediante la palabra de origen griego (nostalgie) y no tienen verbo; pueden decir: je m?ennuie de toi (equivalente a «te echo de menos» o “en falta”), pero esta expresión es endeble, fría, en todo caso demasiado leve para un sentimiento tan grave. Los alemanes emplean pocas veces la palabra “nostalgia” en su forma griega y prefieren decir Sehnsucht: deseo de lo que está ausente; pero Sehnsucht puede aludir tanto a lo que fue como a lo que nunca ha sido (una nueva aventura), por lo que no implica necesariamente la idea de un nostos; para incluir en la Sehnsucht la obsesión del regreso, habría que añadir un complemento: Senhsucht nach der Vergangenheit, nach der verlorenen Kindheit, o nach der ersten Liebe (deseo del pasado, de la infancia perdida o del primer amor).
Milan Kundera (Ignorance)
Me gustas cuando callas porque estás como ausente, y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. Parece que los ojos se te hubieran volado y parece que un beso te cerrara la boca. . Como todas las cosas están llenas de mi alma emerges de las cosas, llena del alma mía. Mariposa de sueño, te pareces a mi alma, y te pareces a la palabra melancolía. . Me gustas cuando callas y estás como distante. Y estás como quejándote, mariposa en arrullo. Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza: Déjame que me calle con el silencio tuyo. . Déjame que te hable también con tu silencio claro como una lámpara, simple como un anillo. Eres como la noche, callada y constelada. Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo. . Me gustas cuando callas porque estás como ausente. Distante y dolorosa como si hubieras muerto. Una palabra entonces, una sonrisa bastan. Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.
Pablo Neruda (Twenty Love Poems and a Song of Despair)
—Oh, por el amor de los bebés humanos en todas partes, eres un idiota, —Daemon salió disparado a través de la sala, poniéndose cara a cara con él—. Así que, 'llegas a conocerla' y te enamoras. —Escupió la última palabra como si se hubiera tragado las uñas—. ¿Entonces qué? ¿Vas a intentar quedarte con ella? ¿Casarse? ¿Tener una casita con una valla blanca y a demás dos-punto-cinco niños? Dios, él no había pensado tan lejos. —Tal vez. Tal vez no.
Jennifer L. Armentrout (Shadows (Lux, #0.5))
Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos". El viento de la noche gira en el cielo y canta. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Yo la quise, y a veces ella también me quiso. En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito. Ella me quiso, a veces yo también la quería. Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. Oir la noche inmensa, más inmensa sin ella. Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. La noche está estrellada y ella no está conmigo. Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. Mi alma no se contenta con haberla perdido. Como para acercarla mi mirada la busca. Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, mi alma no se contenta con haberla perdido. Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
Pablo Neruda (Veinte poemas de amor y una canción desesperada)
SAUDADE SAUDADE...-Que será...yo no sé...lo he buscado en unos diccionarios empolvados y antiguos y en otros libros que no han dado el significado de esta dulce palabra de perfiles ambiguos. Dicen que azules son las montañas como ella, que en ella se obscurecen los amores lejanos, y un nobre y buen amigo mío(y de las estrellas) la nombra en un temblor de trenzas y de manos. Y hoy en Eça de Queiroz sin mirar la adivino, su secreto se evade, su dulzura me obsede como una mariposa de cuerpo extraño y fino siempre lejos - tan lejos! - de mis tranquilas redes. Saudade...Oiga, vencido, sabe el significado de esta palabra blanca que como un pez se evade? No...Y me tiembla en la boca su temblor delicado... Saudade...
Pablo Neruda (Crepusculario)
Nunca te he sido fiel. Mi idea del amor no tiene nada que ver con el compromiso, con las ataduras, con la fidelidad. Ha habido otras mujeres, ¿Entiendes? Sin rostro, sin nombre. Para mí se trataba solamente de satisfacer una serie de necesidades físicas. Nunca te he sido fiel, ni lo seré en el futuro. Pero te soy leal. ¿Entiendes la diferencia? Lucharé por ti, a tu lado, por defender tu vida. Aunque esté lejos, pensaré en ti. Mataré y moriré por ti, si es necesario. ¿Me explico?
Laura Gallego García (Tríada (Memorias de Idhún, #2))
Nos acercaremos a Dios no con el intento de evitar los sufrimientos inherentes a todos los amores, sino aceptándolos y ofreciéndoselos a Él, arrojando lejos toda armadura defensiva. Si es necesario que nuestros corazones se rompan y si El elige el medio para que se rompan, que así sea.
C.S. Lewis (The Four Loves)
—Él quiere salvarnos, no destruirnos. No debes tener miedo de ser feliz. Dios no quiere arrebatarte esa felicidad. Él no es así. —¿Cómo puedes estar segura? —Porque cuando has conocido la bondad, te das cuenta de lo lejos que están el bien y el mal. Creo que la gente que es como Grace, como san Francisco y tantos otros, son una pequeña muestra del amor de Dios. Él no está esperando para castigar a nadie. Y, desde luego, no nos da sus bendiciones para luego arrebatárnoslas.
Sylvain Reynard (Gabriel's Redemption (Gabriel's Inferno, #3))
He llegado a la desgarradora conclusión de que Damien es demasiado bueno para alguien como yo. Él es brillante, guapo e inteligente y va a tener una vida asombrosa, muy, muy lejos de aquí, y muy, muy lejos de mí. Encontrará a una chica encantadora en la universidad. Se casarán. Tendrán una docena de hermosos bebés. Y serán la pareja envidiada que todo el mundo mira cuando imaginan como deben ser el amor y la felicidad. Serán la imagen de la perfección. Damien se merece eso. Se merece toda la maravillosa e incandescente felicidad del mundo. Y hay una sensación de malestar, que gira alrededor de mi interior, que me hace saber que él nunca encontrará ese tipo de felicidad conmigo.
Lauren Hammond (Insanity (Asylum, #1))
Esta mujer significa mucho más para mí, incluso muerta de lo que tú hayas significado, signifiques o puedas significar.
Thomas Hardy (Lejos del mundanal ruido (Clásicos de la literatura nº 22) (Spanish Edition))
La ofendía y le dolía que el amor incondicional de Gabriel, que había llegado a considerar como un derecho inalienable, se le retirase de pronto de ese modo.
Thomas Hardy (Lejos del mundanal ruido (Clásicos de la literatura nº 22) (Spanish Edition))
Esta mujer significa mucho más para mí, incluso muerta, de lo que tú hayas significado, signifiques o puedas significar.
Thomas Hardy (Lejos del mundanal ruido (Clásicos de la literatura nº 22) (Spanish Edition))
La timidez es un lazo que envuelve nuestras alas con fuerza. Sólo volarás lejos si lo deshaces. No renuncies a las cosas sólo porque podrías arrepentirte de algo. A veces basta con alargar la mano para coger lo que tienes delante. Cualquier persona podría dar un paso más largo que el tuyo y entonces ya no podrías volver atrás. Despliega tus alas, pajarillo, y vuela.
Elisa S. Amore (Touched (Touched, #1))
El amor, que me indujo a preguntar. Él me dio consejo; yo mis ojos le presté. No soy piloto, pero, aunque tú estuvieras lejos, en la orilla más distante de los mares más remotos, zarparía tras un tesoro com tú.
William Shakespeare (Romeo & Juliet)
Era ya la hora en que se enternece el corazón de los navegantes y renace su deseo de abrazar a los caros amigos de quienes el mismo día se han despedido y en que el viajero recién partido se compunge de amor si oye a lo lejos una campana que parezca plañir al moribundo día.
Dante Alighieri
Todo está entre el pecho y la vagina (…) De qué manera podríamos definir el vientre. De qué manera la caja torácica esconde otra materia gris. El estómago está entre el pecho y la vagina. Más lejos o más cerca que los nervios. Más lejos o más cerca que el amor de la mascota.
Luna Miguel (Los estómagos)
El romance hablaba de cierto brujo y cierta poetisa. De cómo el brujo y la poetisa se conocieron a la orilla del mar, entre los chillidos de las gaviotas; cómo se enamoraron desde el primer momento. De cuán hermoso y fuerte era su amor. De que nada, ni siquiera la muerte, sería capaz de destruir aquel amor ni de separarlos. Jaskier sabía que pocas personas creerían la historia que contaba el romance, pero no se preocupó por ello. Sabía que los romances no se escriben para que se crea en ellos, sino para emocionar. Algunos años después, Jaskier podría haber cambiado el contenido del romance, haber escrito sobre lo que sucedió en realidad. No lo hizo. La verdadera historia no hubiera emocionado a nadie. ¿Quién querría escuchar que el brujo y Ojazos se separaron y no se volvieron a ver nunca más, ni una sola vez? ¿Que cuatro años más tarde Ojazos murió de viruela durante una epidemia que asoló Wyzima? ¿Que él, Jaskier, la sacó en sus brazos de entre los cadáveres quemados en las hogueras y la enterró lejos de la ciudad, en el bosque, sola y tranquila, y junto con ella, tal y como había pedido, dos cosas: su laúd y su perla celeste? Una perla de la que nunca se separó.
Andrzej Sapkowski (Krew elfów (Saga o Wiedźminie, #1))
Hay días en que pienso que ser de izquierdas es una especie de facultad, como la memoria. Todos la tenemos en estado de latencia. Si no la usas nunca, te mueres sin enterarte de que la tenías. La prueba de que está ahí, sin embargo, es que en determinadas situaciones aparece. Muchas veces se confunde con el orgullo. Pero hay dos clases de orgullo. Para mí, cuando esa facultad no está involucrada el orgullo es puro amor propio. Y cuando el orgullo es amor propio, lo que sale es la pataleta, el sofocón, se pone la cara roja y falta el aire. En cambio, si esa facultad interviene el orgullo se generaliza. La persona comprende que la ofensa, el abuso, lo que sea, no se lo están haciendo sólo a ella; y se le llenan los pulmones de aire; dice «no puede ser» y las tres palabras vienen de muy lejos, de muchos compañeros caídos y compañeras, de muchas personas aplastadas, humilladas; y aflora en ella un valor, una determinación con los que no soñaba.
Belén Gopegui
No, no me veo feliz, ni siquiera junto a ti. Ni siquiera en la más optimista de mis ensoñaciones me veo teniendo contigo una relación feliz, provechosa para ambos, sólida, cotidiana; burguesa, en suma. Nunca me la creería y siempre trataría de ponerla a prueba, de ir más lejos, hasta que un día terminara violentándote.
Sara Mesa (Cicatriz)
Podría dar la fórmula química de la lágrima. Pero sería una tontería. Todos sabemos que la lágrima no es nada más que unas letras mayúsculas y unos números chiquititos, un líquido que sirve para lavar el globo ocular. La lágrima lava también otras cosas. A veces es una pregunta. A veces es una respuesta. Pero siempre es un mensaje. Y nace lejos de los ojos.
Poldy Bird (Cuentos De Amor/Love Stories (Spanish Edition))
Chantal se siente a salvo, porque la voz de Jean-Marc es la voz del amor, la voz cuya existencia había olvidado en aquellos momentos de desconcierto, la voz del amor que la acaricia y la relaja, pero para la que todavía no está preparada; como si esa voz llegara de lejos, de demasiado lejos; tendrá que escucharla aún durante bastante tiempo para creer en ella.
Milan Kundera (Identity)
El temor (¿No les estaré adormeciendo con mis palabras?), no es un problema insoluble. Cuando se comprende el temor, se comprenden también todos los problemas relacionados con ese temor. Cuando no hay miedo, hay libertad. Y cuando existe esta libertad interna, psicológica, total, y no hay dependencia alguna, entonces la mente no queda tocada por ningún habito. ¿Sabe usted? El amor no es hábito, no puede cultivarse; los hábitos sí pueden cultivarse, y para la mayoría de nosotros, el amor es algo que está muy lejos; nunca hemos conocido su cualidad, ni conocemos si quiera su naturaleza. Para dar con el amor, tiene que haber libertad. Cuando la mente está en completa calma, dentro de su propia libertad, entonces surge lo «imposible», que es el amor.
J. Krishnamurti
Mi alma, está mojada en la sal de la Isla y en mis chanclas, pegada la arena del mar de mis recuerdos. El aire iluminado de mar y de sal de la voz suya, me llevó lejos en mi memoria a la alegría de mi infancia. Y me habló de todo aquello que forma en mi la alegría de mi ser. Usted supo despertar la verdad de la ternura que existe siempre, en el mar que une a las tierras eternamente.
Maria Martinez Olivares (Poemas de Amor: Selección de poemas de amor originales)
Cabalgar, cabalgar, cabalgar, de día, de noche, de día. Cabalgar, cabalgar, cabalgar. Y el corazón está tan cansado ahora, y la nostalgia es tan grande. Ya no hay montañas, apenas un árbol. Nada que ose levantarse. Cabañas extrañas se acurrucan sedientas cerca de pozos corrompidos. Ninguna torre en ninguna parte. Y siempre la misma imagen. Nos sobran dos ojos. Sólo por la noche, uno cree a veces reconocer el camino. ¿Quizá por la noche rehacemos el trayecto que hemos recorrido penosamente bajo el sol extranjero? Es posible. El sol es pesado como en nuestro país en pleno verano. Pero era verano cuando nos despedimos. Los vestidos de las mujeres brillaron largo tiempo sobre el fondo de verdor. Y hace mucho tiempo que cabalgamos. Debe de ser, pues, otoño. Al menos allá lejos, donde unas mujeres tristes nos conocen.
Rainer Maria Rilke (Canción del amor y de la muerte del corneta Cristóbal Rilke / El Blondo Eckbert / El gato con botas)
Porque es instintivo pensar que si te vas corriendo será más fácil no darte la vuelta. Porque te parece que cuanto más lejos estés, más pequeño y distante verás lo que dejas a tu espalda. Pero las leyes de la perspectiva no son válidas en el amor . Puedes alejarte mil kilómetros, meses, años, pero con solo volverte un segundo, con bajar un poco las defensas y dejarte vencer por el recuerdo, allí estarña, guapo como siempre, con sus ojos pegados a los tuyos, con sus manos intentando retenerte (...)
Giulia Carcasi (Ma le stelle quante sono)
Pecaba yo, por cuanto buscaba la verdad, la deleitación y la sublimidad no en Él, sino en mí mismo y en las demás criaturas; y por esto me precipitaba en el dolor, la confusión y el error. Porque tú siempre estabas a mi lado, ensañándote misericordiosamente conmigo y amargabas mis ilegítimas alegrías para que así aprendiera a buscar goces que no te ofendan. ¿Y dónde podía yo conseguir esto sino en ti, Señor, que finges poner dolor en tus preceptos, nos hieres para sanarnos y nos matas para que no nos muramos lejos de ti?
Augustine of Hippo (Confessions)
El hecho de haber alcanzado un grado menor de malentendido sobre lo que debe ser la inteligencia pura, no ha de hacerme llevarlo demasiado lejos. También cuenta, valga lo que valga, la resurrección de la carne. No somos capaces de entender. Puede que lo que menos entendamos sea lo mejor. ¿No se ha debatido ya, en tiempos, si la visión final de Dios era más un acto de inteligencia que de amor? Ésta es probablemente otra de esas preguntas disparatadas. ¡Qué cruel sería convocar a los muertos caso de que pudiéramos hacerlo!
C.S. Lewis (A Grief Observed)
Amor eterno, La distancia es la savia de mi vida, ella es la magia de nuestro amor, gracias a ella he logrado aprender a amarte, a distancia. Vete; pero bien lejos de mí ,tengo miedo de perderte. No te acerques por favor,no destruyas nuestro amor, no te quiero perder. La distancia nos ha devuelto el amor que ya no existía. Por favor, no vuelvas más, porque ambos acabamos de descubrir la esencia de lo nuestro. La distancia ha llevado nuestro amor a la eternidad! Amor eterno que sólo la distancia logró encender. Autor: Sergio Correia. Warrington, 24.08.2012
Sergio Figueira Correia
Cristo no enseñó ni sufrió para que llegáramos a ser, aun en los amores naturales, más cuidadosos de nuestra propia felicidad. Si el hombre no deja de hacer cálculos con los seres amados de esta tierra a quienes ha visto, es poco probable que no haga esos mismos cálculos con Dios, a quien no ha visto. Nos acercaremos a Dios no con el intento de evitar los sufrimientos inherentes a todos los amores, sino aceptándolos y ofreciéndoselos a Él, arrojando lejos toda armadura defensiva. Si es necesario que nuestros corazones se rompan y si Él elige el medio para que se rompan, que así sea.
C.S. Lewis (The Four Loves)
Pero cuanto más conciencia tomaba Emma de su amor, más lo reprimía para que no se notara y para que disminuyese. Le hubiera gustado que Léon lo adivinara; e imaginaba casualidades, catástrofes que hubieran propiciado tal circunstancia. Lo que sin duda la retenía era la pereza o el miedo, y también el pudor. Pensaba que había ido demasiado lejos en su rechazo, que ya no era tiempo, que todo estaba perdido. Pero luego, el orgullo, la satisfacción de decirse a sí misma: «Soy virtuosa» y de contemplarse en el espejo con talante resignado, la consolaba en cierto modo del sacrificio que creía estar haciendo.
Gustave Flaubert (Madame Bovary)
El objetivo puede ser grande o pequeño, estar muy lejos o al lado de casa, pero va en su busca con respeto y honor. Sabe lo que significa cada paso y cuánto esfuerzo, entrenamiento e intuición le costó. No sólo se concentra en la meta que debe alcanzar, sino en todo lo que pasa a su alrededor. Muchas veces se ve obligado a parar porque ya no le quedan fuerzas. En ese momento, el Amor aparece y dice: «Piensas que caminas hacia un punto, pero la existencia de ese punto sólo está justificada porque lo amas. Descansa un poco y, en cuanto puedas, levántate y sigue adelante. Porque desde que supo que ibas hacia él, también él corre a tu encuentro.»
Paulo Coelho (El manuscrito encontrado en Accra)
«Espíritu libre», estas frías palabras son beneficiosas en este estado, reconfortadoras. Se vive sin estar ya entre los lazos del amor ni del odio, sin si y sin no, cerca o lejos, voluntariamente, gozándose sobre todo en escaparse, en evadirse, en tender el vuelo, tan pronto huyendo como remontándose por el aire; se encuentra uno en ese estado, como el hombre que ha visto debajo de él multiplicidad de objetos, y viene a ser lo contrario de aquellos que se preocupan enteramente de las cosas que ni les atañen siquiera. Efectivamente, lo que el espíritu libre contempla en lo sucesivo son solamente cosas –¡ y cuántas cosas!– que no le preocupan ya.
Friedrich Nietzsche (Humano, Demasiado Humano (Spanish Edition))
–«Algún día, cuando deje de escribirte –continuó Franz Kafka–, las dos sabremos que la una sin la otra no habríamos llegado nunca tan lejos. Viviremos cada cual en la memoria de la otra, y eso es la eternidad, Elsi, porque el tiempo no existe más allá del amor. Sé que lloraste cuando me fui. Pero yo quiero que rías y cantes y pienses siempre que el futuro no es un problema por resolver, sino un misterio por descubrir. Hay lugares en el mundo que cambian a las personas, y África es uno de ellos. Espero que las personas nunca puedan llegar a cambiar esos lugares. Desde el fondo de mi corazón, esta noche estrellada, pienso mucho en ti y envidio lo que te espera...»
Jordi Sierra i Fabra (Kafka y la muñeca viajera)
Una vez le preguntaron a una madre a cuál de sus hijos amaba más. Con sencillez, la madre respondió: «Al que está más lejos, hasta que regrese; al más triste, hasta que sonría; al más pequeño, hasta que crezca: al que se encuentra más enfermo, hasta que se recupere». Este proverbio oriental tiene que ver no solo con el amor maternal, sino también con la misericordia de Dios. Es decir, el amor se extiende a todos y a todas, pero dedica un cariño y una especial atención a aquellos que, por las más diversas circunstancias, se encuentran frágiles y vulnerables. El amor de Dios, en el nivel general, se centra en la vida en todas sus formas (biodiversidad) y, de manera particular, en la dignidad de la persona humana. De ahí su presencia amorosa donde la vida esté más amenazada.
Emilia (coord.) Robles (Aparecida: Por un nuevo tiempo de alegría y esperanza en la vida eclesial)
¿No son precisamente esos muros invisibles de cosas silenciadas uno de los elementos más habituales de la vida en común? Con los años, las parejas se van llenando de pequeñas desilusiones, de divergencias del proyecto amoroso que creyeron entrever en la primera pasión, de fallos propios y ajenos, rendiciones, aceptación acomodaticia de sus egoísmos y su cobardía. Con los años, el otro o la otra cada vez está más cerca en las rutinas pero más lejos en lo esencial. Hasta llegar a convertirse, en ocasiones, en perfectos extraños. Y los peores son los extraños bien sincronizados, aquellos que entran y salen juntos, que van de vacaciones, que cenan con los amigos y jamás discuten, pero que luego, cuando están los dos solos, ni se miran a los ojos, sideralmente separados por el telón de hierro de todo lo que han dejado de compartir y decirse.
Rosa Montero (La buena suerte)
Comienza por hacerle caso a tu sonrisa”    ...que en tu sonrisa, como en el rayo de un sol que abre los cielos, aguarda el camino que ilumina la felicidad de tu corazón.    Tu mente puede guardar extraños sortilegios para andar, puede incluso dudar de lo dulce y aún creer que dos cuerpos amantes son dos cuerpos y no uno solo, como un solo verbo que es y se promete a la vez.    Tus pasos pueden llevarte lejos, pero tu sonrisa sabe qué nombre murmura por las noches, qué nombre recita en tus sueños y qué reflejos la iluminan en esa otra sonrisa.    El amor tiene forma de dos labios felices, y el amor encontrado, el sabor de dos bocas lado a lado.    Busca en los caminos, busca el amor en la noche más sincera o el día más lejano, pero lleva siempre contigo la brújula de tu sonrisa, y será el faro de tus pasos, pues no hay amor que no se mida en largos de labios.    Comienza por hacerle caso a tu sonrisa,  y al fin hallarás otra que de la tuya sea norte y orilla.
Jacques Pierre (Declaro el estado de poesía permanente)
Como Thomas Watson lo expresó exquisitamente tiempo atrás: «El primer fruto que rinde el amor es la meditación de la mente en Dios. Los pensamientos del enamorado giran siempre en torno al objeto amado. Quien ama a Dios es arrebatado y transportado por su contemplación. “Al despertar aún estoy contigo” (Salmos 139: 18). Los pensamientos son como viajeros de la mente, los de David permanecían camino del cielo, “aún estoy contigo”. Dios es el tesoro, y donde está el tesoro allí está el corazón. Con este criterio podemos probar nuestro amor a Dios ¿En qué se centran mayormente nuestros pensamientos? ¿Podemos decir que nos entusiasmamos con deleite cuando pensamos en Dios? ¿Se elevan nuestros pensamientos en gloriosos vuelos? ¿Contemplamos a Cristo y su majestad? ¡Cuán lejos están aquellos que apenas piensan en Dios de ser sus amantes! “No hay Dios en ninguno de sus pensamientos” (Salmos 10:4 RVR 1960). El pecador aparta a Dios de sus pensamientos. Nunca piensa en Él sino con horror, como el prisionero piensa en el juez.»
Dallas Willard (Renueva tu corazón: Renueva tu corazón: Sé como Cristo)
—Tu amor por mí no vive en el mundo real. Sí, no niego que sea amor. Pero no todos los amores tienen un cauce por el que correr, y este amor no tiene ningún cauce en absoluto. Debido a lo que yo soy y a lo que viste, represento para ti un terrible objeto de fascinación. Yo soy una cabeza cortada, como las que usaban las tribus primitivas y los antiguos alquimistas, que las ungían con aceite y colocaban un pedazo de oro sobre la lengua para hacerlas pronunciar profecías. Y quién sabe si un largo trato con una cabeza cortada no puede llevar a un extraño conocimiento. Por tal conocimiento, ya se habría pagado lo suficiente. Pero está muy lejos del amor y muy lejos de la vida corriente. Como personas reales, no existimos el uno para el otro. —Al menos contigo, yo he pagado todo el tiempo —dije—. Esto es precisamente lo que te hace real para mí. Me das esperanza. —No es esa mi intención. Esto debe quedarte claro. —Pero ¿qué hace un amor que no tiene cauce? —Se convierte en otra cosa, en algo pesado o afilado que se lleva dentro y que se une con la propia esencia hasta que deja de hacer daño. Pero eso es asunto tuyo.
Iris Murdoch (A Severed Head)
Os acercáis de nuevo, figuras vacilantes, las que otrora pronto a la turbia mirada se mostraron. ¿Pretendo acaso reteneros esta vez? ¿Siento mi corazón todavía a aquella hora inclinado? ¡Os agolpáis! Pues bien, reinad entonces, así como vais subiendo por mí entre vapores y nieblas; Mi pecho se siente juvenilmente estremecido ante ese hálito mágico que a vuestro séquito anima. Con vosotras traéis las imágenes de felices días pasados, y algunas queridas sombras se levantan; como una vieja leyenda, ya casi extinguida reaparecen el primer amor y la amistad primera. El dolor se renueva; se repite la queja del alocado y laberíntico curso de la vida, evocando a los buenos, que por hermosos instantes de felicidad embaucados, desaparecieron, yéndose lejos de mí. No escucharán los cánticos que siguen aquellas almas a quienes canté los primeros. Disperso está el amistoso corro, acallado, ¡ay!, el primitivo eco. Mi canción resuena en la desconocida masa, su aplauso mismo el corazón me oprime, y quien se alegrara con mi canción antaño, si vive aún hoy, por el mundo anda errando. Me invade una nostalgia largamente olvidada de aquel apacible y grave reino del espíritu; y flota entonces con imprecisas notas mi canción susurrante, como arpa eolia; un escalofrío me sacude la lágrima va en pos de las lágrimas, el severo corazón se siente dulce y blando.. veo lejano aquello que poseo, y lo perdido se me hace realidad.
Johann Wolfgang von Goethe
Acabada la comida, el notario se fue a su estudio a dormitar en un diván, la madre salió a regar las flores. Pilar se puso a leer una revista y Valentina y yo discutimos sobre materias graves. Una de ellas —nada menos— la iglesia donde nos casaríamos un día. Estábamos de acuerdo en que el amor libre no estaba bien y era necesario el matrimonio. Así, pues, nos casaría mosén Joaquín y, puestos a elegir la iglesia, después de nombrar todas las del pueblo, propuse yo la ermita de San Cosme y San Damián, antigua y de bastante fama, que estaba precisamente cerca de la Herradura. Valentina aprobó mi idea con entusiasmo. —Estando tan lejos la ermita —decía razonable como siempre— sólo se molestarán en venir a la boda los amigos verdaderos. No gustaba ella de la gente hipócrita, como Pilar, por ejemplo. Yo tampoco. La cocinera, al oír lo de San Cosme y San Damián soltó a reír con un fondo maligno que yo no sabía cómo entender. Se asomaba a la puerta y me miraba con sorna. Yo despreciaba en todo caso el mundo de las cocineras. Pero ella volvía con sus risas. Más tarde supe que aquella ermita era la que preferían para casarse las campesinas que no habían tenido paciencia para esperar o no habían podido resistir la impaciencia del novio. Es decir, que las mujeres que se casaban allí estaban visiblemente encintas. Solía suceder entre campesinos y gente humilde. La cocinera representaba, una vez más, la procaz realidad interfiriendo en nuestro sentido angélico de las cosas.
Ramón J. Sender (Crónica del alba, 2)
Joan era dura en el exterior, pero tenía una verdadera vulnerabilidad cuando llegabas a conocerla. Casi desde el momento en que me uní a The Runaways, había habido un lazo especial entre nosotras. La gente nos había comenzado a llamar “Sal y Pimienta”, no sólo por los contrastantes colores de cabello, sino porque siempre parecíamos estar juntas. En Joan, encontré una amistad mucho más intensa, y mucho más profunda, de lo que había conocido hasta ese punto en mi vida. Éramos niñas: Joan sólo era un año mayor que yo, y me aferraba más a ella que a cualquiera en la banda, y ella hacía lo mismo conmigo. Cuando pienso en Joan y nuestra relación, todavía puedo sentir un distante temblor por dentro. Nuestra amistad fue un regalo de Dios para mí. Era profunda, y por momentos ella era la única que me mantenía cuerda. Joan era perceptiva. Casi como si pudiera leer mi mente. Dios, cómo necesitaba esa clase de conexión. Especialmente cuando me sentía tan desconectada. Creía en ella, y en el sueño que la había conducido tan lejos. Me sentía segura cuando me quedaba cerca de ella, como si fuera arrastrada por la red de seguridad de su resuelta visión de lo que estábamos haciendo. A veces nos mirábamos y yo sentía un cosquilleo en mi estómago. Su sonrisa era tibia y su actitud de amor a la diversión me hacía olvidar cuán extraño y bizarro este mundo nuevo y loco realmente era. Ella era mi ancla. ¿Cómo explico a una persona que era mi mejor amiga, alguien en quien podía confiar como una hermana, alguien que para mí se volvió una fuerte atracción sexual? Bueno, es fácil. Tan fácil como era estar con ella. Podría dejarlo en que tuve momentos con una amiga que aún hoy me hacen temblar. Y fueron algunos de los momentos más satisfactorios de mi joven vida.
Cherie Currie (Neon Angel: A Memoir of a Runaway)
Lesbos Madre de los juegos latinos y los deleites griegos, Lesbos, donde los besos, lánguidos o gozosos, cálidos como soles, frescos como las sandías, son el adorno de noches y días gloriosos; madre de los juegos latinos y los deleites griegos. Lesbos, donde los besos son como cascadas que se arrojan sin miedo en las simas sin fondo, y fluyen, entrecortados de sollozos y risas, tormentosos y secretos, hormigueantes y profundos; ¡Lesbos, donde los besos son como las cascadas! Lesbos, donde las Frinés se atraen entre sí, donde nunca un suspiro dejó de hallar un eco, las estrellas te admiran tanto como a Pafos, ¡y Venus con razón puede envidiar a Safo! Lesbos, donde las Frinés se atraen entre sí, Lesbos, tierra de noches cálidas y lánguidas, que hacen que en sus espejos, ¡infecundo deleite! las niñas de ojos hundidos, enamoradas de sus cuerpos, acaricien los frutos ya maduros de su nubilidad; Lesbos, tierra de noches cálidas y lánguidas, deja al viejo Platón fruncir su ceño austero; obtienes tu perdón del exceso de besos, reina del dulce imperio, tierra noble y amable, y de refinamientos siempre sin agotar, deja al viejo Platón fruncir su ceño austero. Obtienes tu perdón del eterno martirio, infligido sin tregua a los corazones ambiciosos, que atrae lejos de nosotros la radiante sonrisa, ¡vagamente entrevista al borde de otros cielos! ¡Obtienes tu perdón del eterno martirio! ¿Qué Dios se atreverá a ser tu juez, oh Lesbos?, y a condenar tu frente pálida por penosas labores, si sus balanzas de oro no han pesado el diluvio, de lágrimas que en el mar vertieron tus arroyos? ¿Qué Dios se atreverá a ser tu juez, oh Lesbos? ¿Qué quieren de nosotros las leyes de lo justo y lo injusto? Vírgenes de corazón sublime, honra del Archipiélago, vuestra religión es augusta como cualquiera, ¡y el amor se reirá del Infierno y del Cielo! ¿Qué quieren de nosotros las leyes de lo justo y lo injusto? Pues Lesbos me ha elegido en la tierra entre todos, para cantar el secreto de sus floridas vírgenes, y desde la infancia que inicié en el negro misterio, de las risas sin freno mezcladas con los llantos sombríos; pues Lesbos me ha elegido en la tierra entre todos y desde entonces velo en la cumbre del Léucato, igual que un centinela de mirada segura y penetrante, que vigila noche y día, brick, tartana o fragata, cuyas formas a lo lejos se agitan en el azul; y desde entonces velo en la cumbre del Léucato, para saber si el mar es indulgente y bueno, y si entre los sollozos que en la roca resuenan, un día llevará a Lesbos, que perdona, el cadáver adorado de Safo, que partió, ¡para saber si el mar es indulgente y bueno! De Safo la viril, la amante y la poetisa, ¡por su palidez triste más hermosa que Venus! —Al ojo azul venció el negro que mancilla el tenebroso círculo trazado por las penas ¡de Safo la viril, la amante y la poetisa! Presentándose al mundo más hermosa que Venus y vertiendo el tesoro de su serenidad y el brillo de su rubia juventud, sobre el viejo Océano prendado de su hija; ¡presentándose al mundo más hermosa que Venus! —De Safo, que murió el día de su blasfemia, cuando, insultando el rito y el culto establecido, convirtió su hermoso cuerpo en pasto supremo de un bruto cuyo el orgullo castigó la impiedad de aquella que murió el día de su blasfemia, y desde entonces Lesbos lanza lamentaciones, y, pese a los honores que le tributa el mundo, cada noche le embriaga la voz de la tormenta, ¡que elevan hacia el cielo sus orillas desiertas! ¡y desde entonces Lesbos lanza lamentaciones!
Charles Baudelaire (Les Fleurs du Mal)
Hay en griego una palabra que ahora podrá parecer chocante, y que se lo parecía sin duda a los griegos, aunque no formulasen mayores interrogantes al respecto: la “philautía”, el “amor a sí mismo”. Pues bien, de eso se trata, de hallar en el amor a sí mismo el verdadero fundamento y condición de cualquier tipo de vinculación con otros y de vinculatividad para uno mismo (Gadamer, 2002, p. 82) » [...] ¿Es, pues, eso la verdadera amistad? No, tampoco es eso aún. La tesis más audaz es la que reza: la primera amistad que se necesita es la uno consigo mismo. Si no la hay, ni se está para el otro ni se llega a estar realmente vinculado con él. ¡Pero que lejos queda eso de lo que llamamos “vinculante”! (Gadamer, 2002, p. 83). »[...] Evidentemente es amistad lo que añade Aristóteles: reconocerse en el otro y que el otro se reconozca en uno. Pero no sólo en el sentido de “así es ese”, sino también en el de concedernos recíprocamente el ser diferentes, más aún, por decirlo en palabras de Droysen: “Así tienes que ser, pues es así como te quiero” (Gadamer, 2002, p. 84). »[...] De modo que, tal vez, el sentido más genuino y profundo de ese conocerse a sí mismo no sea otro que la certidumbre de que uno nunca percibe del todo hasta que qué punto está involucrado en su amor a sí mismo, incluso allí donde se piensa que es auténticamente amigo de otro. Pero si un auténtico acuerdo consigo mismo es condición previa para la amistad con otro, ¿qué es realmente esa amistad? (Gadamer, 2002, p. 84). »[...] En la solidaridad que uno declara, ya sea libremente o a la fuerza, hay siempre, en cualquier caso, una renuncia a los intereses y preferencias más propios. La solidaridad nos hace renunciar a ciertas cosas en una cierta dirección, en un cierto momento, al servició de algún objetivo. (Gadamer, 2002, p. 86). »[...] Desde luego la convivencia entre las personas sería imposible si no hubiese entre ellas algo así como una camaradería. (Gadamer, 2002, 87). Esto nos sitúa ante la tarea tanto de estar de acuerdo con nosotros mismos como de mantenernos de acuerdo con otros. No existe ninguna fuerza de la naturaleza que pueda lograr eso en nuestro lugar» (Gadamer, 2002, p. 88).
Hans-Georg Gadamer (Philosophical Hermeneutics)
Es indudable y evidente que no son cristianos si creemos lo que ha dicho el Señor: los cristianos viven en santidad, ellos viven en iniquidad; los cristianos aman a Dios, ellos aman al mundo; los cristianos son humildes, ellos son orgullosos; los cristianos son amables, ellos son impulsivos; los cristianos tienen el sentir que hubo también en Cristo Jesús,19 ellos están muy lejos de alcanzarlo. Por lo tanto son tan cristianos como son arcángeles. Sin embargo, creen que lo son y pueden presentar numerosas razones para probarlo. En primer lugar, durante toda su vida los han llamado así, y fueron bautizados hace muchos años; han adoptado «las ideas cristianas», comúnmente llamadas fe cristiana o católica; usan «formas de culto cristianas», como lo hicieron sus padres antes que ellos, y, finalmente, viven una «buena vida cristiana» al igual que el resto de sus vecinos. ¿Quién, entonces, se atreverá a pensar o decir que estas personas no son cristianas? Sin embargo, no tienen un ápice de auténtica fe en Cristo o de verdadera santidad interior. ¡Jamás han experimentado el amor de Dios o fueron hechos partícipes del Espíritu Santo!20 17. ¡Pobre gente! No hacen otra cosa que engañarse a sí mismos. Ustedes no son cristianos; son entusiastas en grado sumo. Me podrán decir: «Médico, cúrate a ti mismo».21 De acuerdo, pero primero deben conocer qué enfermedad tienen. Toda su vida se reduce al entusiasmo, en el sentido de que viven imaginando que recibieron la gracia de Dios cuando no es así. Como consecuencia de este tremendo error, continúan equivocándose día tras día, hablando y actuando bajo una apariencia que en verdad no les pertenece. De aquí surge esa incoherencia tan palpable y visible que atraviesa todas sus acciones, y que es una extraña mezcla de paganismo real y cristianismo imaginario. Sin embargo, como tienen a la gran mayoría de su lado, guiándose por los números siempre podrán argumentar que son las únicas personas en su sano juicio, y que son dementes quienes no compartan sus ideas. Pero esto no altera la verdadera naturaleza de las cosas. Ante los ojos de Dios y de sus ángeles, y aun ante los hijos de Dios en la tierra, ustedes no son otra cosa que dementes, entusiastas nada más.
Justo L. González (Obras de Wesley, Tomo I-II)
Creo que debería empezar a trabajar un poco, ahora que aprendo a ver. Tengo veintiocho años y no me ha ocurrido prácticamente nada. Recapitulemos: he escrito un estudio malo sobre Carpaccio, una obra de teatro que se titula Matrimonio y trata de demostrar una tesis falsa con medios ambiguos, y algunos versos. Ay, pero los versos valen tan poco, cuando se los escribe de joven. Uno debería esperar y dedicar toda una vida a atesorar sentido y dulzura, una vida larga, a ser posible, y entonces, al término de la misma, quizá fuera capaz de escribir diez versos que merecieran la pena. Y es que, contrariamente a lo que cree la gente, los versos no son sentimientos (éstos se tienen ya en la primera juventud): son vivencias. Para dar a luz un solo verso hay que haber visto muchas ciudades, hombres y cosas, hay que conocer los animales, hay que sentir cómo vuelan las aves y saber con qué ademán se abren las flores pequeñas al amanecer. Hay que ser capaz de recordar caminos de regiones desconocidas, encuentros inesperados y separaciones que se veían venir de lejos; días de infancia aún por aclarar, a los padres a los que no podíamos evitar ofender cuando nos traían una alegría que nosotros no entendíamos (era una alegría destinada a otro); las enfermedades infantiles que aparecían de un modo tan extraño y experimentaban tantas transformaciones profundas y graves, días pasados en estancias tranquilas y recogidas, y mañanas junto al mar, el mar en general, los mares, las noches de viaje que pasaban altas y como una exhalación y volaban con todas las estrellas; y ni siquiera basta con ser capaz de pensar en todo esto. Hay que haber conservado el recuerdo de muchas noches de amor, ninguna de las cuales se parece a la otra, de gritos de parturientas y de mujeres que acaban de dar a luz y, aligeradas, blancas y durmientes, se cierran. Pero también hay que haber asistido a moribundos, estado con muertos en habitaciones con la ventana abierta y ruidos esporádicos. Y tampoco basta con tener recuerdos. Hay que saber olvidarlos, si son muchos, y tener la enorme paciencia de esperar a que regresen. Porque los recuerdos en sí todavía no existen. Solo cuando se tornan sangre en nosotros, cuando se convierten en mirada y gesto, cuando se hacen indecibles y no pueden distinguirse ya de nosotros, solo entonces puede suceder que, en un momento rarísimo, brote en su centro y emane de ellos la primera palabra de un verso.
Rainer Maria Rilke (Los apuntes de Malte Laurids Brigge (Alba Clásica) (Spanish Edition))
Ícaro ¿Será, entonces, que pertenezco a los cielos? ¿Por qué, si no, persistirían los cielos en clavar en mí su azul mirada, instándome, y a mi mente, a subir cada vez más, a penetrar en la bóveda celeste, tirando de mí sin cesar hacia unas alturas muy por encima de los humanos? ¿Por qué, cuando se ha estudiado a fondo el equilibrio y se ha calculado el vuelo hasta sus últimos detalles de manera a eliminar todo elemento aberrante: por qué, con todo, este afán de remontarse ha de parecer, en sí mismo, tan próximo a la locura? Nada hay que pueda satisfacerme; toda novedad terrena pierde en seguida su encanto; me siento atraído hacia arriba sin cesar, más inestable, cada vez más cerca de la refulgencia del sol. ¿Por qué me abrasan, estos rayos de razón, por qué me destruyen estos rayos? Pueblos y sinuosos ríos allá abajo me parecen tolerables a medida que aumenta la distancia. ¿Por qué suplican, consienten, me tientan con la promesa de que puedo amar lo humanoviéndolo únicamente, así, a lo lejos, aunque la meta nunca pudo ser el amor, ni, de haberlo sido, podría yo haber pertenecido jamás a los cielos? No he envidiado al ave su libertad, ni anhelado nunca la comodidad de la naturaleza, impulsado no por otra cosa que por el extraño anhelo de subir y subir, más cerca cada vez, para zambullirme en el profundo azul del cielo, tan opuesto a toda alegría de los órganos, tan alejado de los placeres de la superioridad, pero siempre hacia arriba, aturdido, tal vez, por la vertiginosa incandescencia de unas alas de cera. ¿O es que yo, al fin y al cabo, pertenezco a la tierra? ¿Por qué, si no, habría de darse la tierra tanta prisa en abarcar mi caída? Sin conceder espacio para pensar o sentir, ¿por qué la blanda, indolente tierra me saludaba con una sacudida de chapa de acero? La tierra blanda ¿se habrá vuelto de acero sólo para hacerme ver mi propia blandura?, ¿para que la naturaleza pueda hacerme comprender que caer —no volar— está en el orden de las cosas, algo mucho más natural que esa pasión imponderable? El azul del cielo ¿será un sueño y nada más? ¿Era un invento de la tierra a que yo pertenecía, por causa de la provisoria, candente embriaguez alcanzada brevemente por unas alas de cera? ¿Instigaron los cielos ese plan de castigarme por no creer en mí mismo o por creer demasiado; ansioso de saber a quién debía yo lealtad o suponiendo, vanidosamente, que ya lo sabía todo; por querer volar hacia lo desconocido o lo conocido; ambos una misma mota, azul, de idea?
Yukio Mishima (El sol y el acero (El libro de bolsillo - Bibliotecas de autor - Biblioteca Mishima nº 1))
Ícaro ¿Será, entonces, que pertenezco a los cielos? ¿Por qué, si no, persistirían los cielos en clavar en mí su azul mirada, instándome, y a mi mente, a subir cada vez más, a penetrar en la bóveda celeste, tirando de mí sin cesar hacia unas alturas muy por encima de los humanos? ¿Por qué, cuando se ha estudiado a fondo el equilibrio y se ha calculado el vuelo hasta sus últimos detalles de manera a eliminar todo elemento aberrante: por qué, con todo, este afán de remontarse ha de parecer, en sí mismo, tan próximo a la locura? Nada hay que pueda satisfacerme; toda novedad terrena pierde en seguida su encanto; me siento atraído hacia arriba sin cesar, más inestable, cada vez más cerca de la refulgencia del sol. ¿Por qué me abrasan, estos rayos de razón, por qué me destruyen estos rayos? Pueblos y sinuosos ríos allá abajo me parecen tolerables a medida que aumenta la distancia. ¿Por qué suplican, consienten, me tientan con la promesa de que puedo amar lo humanoviéndolo únicamente, así, a lo lejos, aunque la meta nunca pudo ser el amor, ni, de haberlo sido, podría yo haber pertenecido jamás a los cielos? No he envidiado al ave su libertad, ni anhelado nunca la comodidad de la naturaleza, impulsado no por otra cosa que por el extraño anhelo de subir y subir, más cerca cada vez, para zambullirme en el profundo azul del cielo, tan opuesto a toda alegría de los órganos, tan alejado de los placeres de la superioridad, pero siempre hacia arriba, aturdido, tal vez, por la vertiginosa incandescencia de unas alas de cera. ¿O es que yo, al fin y al cabo, pertenezco a la tierra? ¿Por qué, si no, habría de darse la tierra tanta prisa en abarcar mi caída? Sin conceder espacio para pensar o sentir, ¿por qué la blanda, indolente tierra me saludaba con una sacudida de chapa de acero? La tierra blanda ¿se habrá vuelto de acero sólo para hacerme ver mi propia blandura?, ¿para que la naturaleza pueda hacerme comprender que caer —no volar— está en el orden de las cosas, algo mucho más natural que esa pasión imponderable? El azul del cielo ¿será un sueño y nada más? ¿Era un invento de la tierra a que yo pertenecía, por causa de la provisoria, candente embriaguez alcanzada brevemente por unas alas de cera? ¿Instigaron los cielos ese plan de castigarme por no creer en mí mismo o por creer demasiado; ansioso de saber a quién debía yo lealtad o suponiendo, vanidosamente, que ya lo sabía todo; por querer volar hacia lo desconocido o lo conocido; ambos una misma mota, azul, de idea?
Yukio Mishima (El sol y el acero (El libro de bolsillo - Bibliotecas de autor - Biblioteca Mishima nº 1))
Mas si así era, no era acaso renovar el error del primer pecador querer violar la virginidad de la Isla? Justamente, quizá la Providencia habíale querido casto testigo de una belleza que no habría debido turbar jamás. No era ésta la manifestación del amor más cabal, tal y como se lo profesaba a su Señora, amar de lejos renunciando al orgullo del dominio? Es amor el que aspira a la conquista? Si la Isla debía aparecérsele como una cosa sola con el objeto de su amor, a la Isla debía el mismo recato que a éste había donado." Capítulo 10. Geografía La Más Curiosa
Umberto Eco (A Ilha do Dia Antes)
Queridos hermanos y hermanas, miremos a Cristo traspasado en la cruz. Él es la revelación más impresionante del amor de Dios, un amor en el que eros y agapé, lejos de contraponerse, se iluminan mutuamente. En la cruz Dios mismo mendiga el amor de su criatura: tiene sed del amor de cada uno de nosotros. El apóstol Tomás reconoció a Jesús como «Señor y Dios» cuando metió la mano en la herida de su costado. No es de extrañar que, entre los santos, muchos hayan encontrado en el Corazón de Jesús la expresión
Anonymous
Había tomado el hacha y salió con dirección al bosque. Ella le oyó poco después en la labor de abatir los árboles, pues no estaba muy lejos, y conocía por el crujir que los troncos eran muy grandes. Después de escuchar un rato, salió, y se puso a entrecavar el campo de patatas. El amor hace sabio al necio.
Anonymous
Por la misma ventana rasgada, rasgada por los años que han transcurrido observo por uno de los orificios que tiene el vidrio el cual pareciera que llora por las gotas que ha dejado la noche de lluvia. Veo el sendero, vacío y frío lleno de hojas marchitas a los lejos escucho un grito de dos amantes, que se gritan uno al otro ¡amor mío cúbrete que viene el frío! parpadeo, vuelvo a mirar impávida y lo único que veo son dos hojas caídas que se ha llevado el olvido.
Ivonne Yáñez Saba
El amor no es estar parado como el desierto, ni recorrer el mundo como el viento, ni verlo todo de lejos, como tú. El Amor es la fuerza que transforma y mejora el Alma del Mundo.
Paulo Coelho (The Alchemist)
Nunca estamos infinitamente lejos de aquellos a quienes odiamos. Por la misma razón, pues, podríamos creer que nunca estaremos absolutamente cerca de aquellos a quienes amamos. Cuando me embarqué ya conocía este principio atroz. Pero hay verdades que merecen nuestra atención, y hay otras con las que no conviene mantener diálogos.
Albert Sánchez Piñol
Pero lo que quizás algún día sea posible para muchos, el solitario puede prepararlo y construirlo con sus manos, que se equivocan, sí, pero menos. Por eso, querido señor, ame su soledad y soporte el dolor que causa. Que su queja resuene con belleza. Pues los que están cerca, dice usted, en realidad están lejos, lo cual demuestra que empieza a abrírsele una gran amplitud a su alrededor. Y cuando a sus seres próximos los sienta lejos, su amplitud lindará ya con las estrellas y será grande; alégrese de su propio crecimiento: en él no podrá llevar a nadie consigo, y sea tolerante con los que quedan rezagados. Muéstrese tranquilo y seguro ante ellos. No les atormente con sus dudas y no les asuste con su confianza o con su inmensa alegría. No las pueden entender. Busque compartir con ellos algún tipo de camaradería sencilla y sincera, que no cambiará forzosamente cuando usted se transforme. Ame en ellos la vida que se le presenta en forma extraña y sea indulgente con los que envejecen y temen la soledad, en la que justamente usted confía. Evite incrementar el drama siempre tenso entre padres e hijos. Les roba mucha fuerza a los hijos y agota el amor de los padres, que es eficaz y cálido, aunque no comprenda. No les exija ningún consejo y no cuente con ninguna comprensión de su parte, pero crea en su amor que le ha sido reservado como una herencia: en ese amor hay una fuerza y una bendición, de las que no tendrá necesidad de salirse para ir muy lejos.
Anonymous
Una vez saciado le bastaba con la ilusión de seguir sintiéndose de ellas en el recuerdo, entregándose a ellas desde lejos en cartas arrebatadas, mandándoles regalos abrumadores para defenderse del olvido, pero sin comprometer ni un ápice de su vida en un sentimiento que más se parecía a la vanidad que al amor.
Anonymous
Todo lo contrario Colecciono pronósticos anuncios y matices y signos              y sospechas                                 y señales   imagino proyectos de promesas quisiera no perderme un solo indicio   ayer sin ir más lejos ese ayer que empezó siendo aciago se convirtió en buen día a las nueve y catorce cuando vos inocente dijiste así al pasar que no hallabas factible la pareja la pareja de amor naturalmente   no vacilé un segundo me aferré a ese dictamen   porque vos y yo somos                                      la despareja.
Mario Benedetti (El amor, las mujeres y la vida)
Siempre supue que cambiarias mi vida." miro lejos, brevemente y sacudio su cabeza a algún desconocido recuerdo. "Sabes una psiquica una vez me dijo que no tendría ninguna otra pérdida después de ti. Que serías la última. A la vez, me premití creer que esto era el destino, que podríamos terminar juntos, gobernando el mundo, Y si esto era destino, ¿por qué luchar contra esto? Me dio licencia para hacer cualquier cosa que necesitara para conservarte. Pero inlcuo entonces sabía. En el fondo sabía que serías mi principio y mi fin. Mi consiencia moral empezó a tomar forma al momento que te conocí. De esa manera, comenzó mi propia alma. Y entoncces cuando me enamoré de ti, mi corazón.
Brodi Ashton (Evertrue (Everneath, #3))
Desde el día 21 hemos tenido un continuo vendaval del oeste-suroeste y del suroeste. El día 20 nos quedaba combustible para hacer dos tazas de té por cabeza y comida para apenas dos días. Todos los días hemos estado preparados para salir hacia nuestro depósito a 11 millas, pero detrás de la puerta de la tienda tan solo hay un remolino de nieve. Creo que ya no podemos esperar que mejoren las cosas de ninguna manera. Resistiremos hasta el final, pero estamos cada vez más débiles, por supuesto, y el final no puede estar lejos. Es una pena, pero no creo que pueda escribir más.  R. Scott. Última anotación: Por el amor de Dios, cuidad de los nuestros”. 118
Manuel Fernando Fernández Martínez (La última marcha. El capitán Scott en el Polo Sur (Spanish Edition))
—Supongo que el amor cae donde cae. La madre Owd levantó una ceja. —Por lo general se ve caer de lejos y da tiempo a apartarse. —Pues
Joe Abercrombie (Media guerra (El mar quebrado #3))
-Mucho temo que me hayáis olvidado, pues parece que el corazón de la gente de este mundo olvida en cuanto alguien se aleja. -Que de mis ojos estéis lejos Ni siquiera lo imagino Puesto que el olvido Ni un instante roza mi espíritu Vuestra imagen se halla siempre ante mí.
Ariwara no Narihira
Nos acercaremos a Dios no con el intento de evitar los sufrimientos inherentes a todos los amores, sino aceptándolos y ofreciéndoselos a Él, arrojando lejos toda armadura defensiva. Si es necesario que nuestros corazones se rompan y si Él elige el medio para que se rompan, que así sea.
C.S. Lewis
¡Qué lejos estamos!", suspiró. "¿De qué?" "De nosotros mismos", dijo el obispo.
Gabriel García Márquez (De amor y otros demonios)
No, no hablo del amor, cuando me refiero al patriotismo. Hablo del miedo. El miedo del otro. Y las expresiones de ese miedo son políticas, no poéticas: odio, rivalidad, agresión. Crece en nosotros, ese miedo, crece en nosotros año a año. Nuestro camino nos llevó demasiado lejos.
Ursula K. Le Guin (The Left Hand of Darkness)
En cuanto a la vaga intuición que tiene él al respecto —la idea de que, lejos de faltarle pasión, su alma bulle de anhelo por algo que desconoce—, se la toma con escepticismo, y la considera la clase de relato que alguien provisto de un alma seca, racional y deficiente se cuenta a sí mismo para conservar su amor propio.
J.M. Coetzee (Los días de Jesús en la escuela)
A menos que fueran horrendos o sin gracia alguna, los ‘nuevos’ solían arrasar entre los del sexo opuesto, precisamente por novedosos, y Berta se enamoró muy rápido del joven Nevinson, primitiva y obcecadamente. Hay mucho de decisión elemental y arbitraria, también esteticista o presumida (uno mira alrededor y se dice: ‘Quedo bien con este’), en esos amores que por fuerza empiezan con timidez, con miradas no sostenidas, sonrisas y conversaciones leves que disimulan el apasionamiento, el cual sin embargo arraiga en seguida y parece inamovible hasta el fin de los tiempos. Claro que es un apasionamiento teórico y en absoluto sometido a prueba, aprendido de las novelas y las películas, una proyección fantaseada en la que predomina una imagen estática: la muchacha se figura a sí misma casada con el elegido y él con ella, como un cuadro sin desarrollo ni variación ni historia, la visión se acaba ahí, los dos carecen de capacidad para ir más lejos, para verse a unas edades remotas que no les conciernen y se les antojan inalcanzables, para representarse otra cosa que la culminación, tras la que todo es impreciso y se frena; o es consecución, en los más clarividentes u obstinados.
Javier Marías (Berta Isla (Spanish Edition))
Hubiese querido llevar luto esos meses, pero el luto ya no se lleva. Vestirme de un color distintivo, de amarillo canario, de naranja butano, de un tono deslumbrante que me marcase de lejos, que la gente dijese a mi paso: ¡cuidado! ahí viene una sufriente, ahí viene alguien que ha perdido un cachito de sí. Y que se hicieron para mí una alfombra de silencio solemne, una quietud compasiva. Hubiese querido llevar una letra escarlata que dijese al mundo que debía parar... porque a mí el mundo se me había parado.
Brigitte Vasallo (Pensamiento monógamo, terror poliamoroso)
20 Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos». El viento de la noche gira en el cielo y canta. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Yo la quise, y a veces ella también me quiso. En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito. Ella me quiso, a veces yo también la quería. Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. La noche está estrellada y ella no está conmigo. Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. Mi alma no se contenta con haberla perdido. Como para acercarla mi mirada la busca. Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, mi alma no se contenta con haberla perdido. Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
Pablo Neruda (Veinte poemas de amor y una canción desesperada)
Pecola pensó en Dewey Prince y en cómo había amado a Miss Marie. ¿A qué se parecería la sensación de amar?, se preguntó. ¿Cómo actuaban dos adultos que se amaban uno a otro? ¿Comían pescado juntos? Acudió a su mente la imagen de Cholly y la señora Breedlove en la cama. Él hacía ruidos como si le doliese algo, como si algo le tuviese asido por la garganta y no quisiera soltarle. Por terribles que fueran sus ruidos, sin embargo, no eran ni de lejos tan malos como el silencio total de su madre. Se habría dicho que ella ni siquiera estaba allí. Quizá aquello era el amor. Ruidos estrangulados y silencio.
Toni Morrison (Ojos azules)
Estoy enamorada de un emperador, un caballero misterioso, elegante e inteligente. Sus ojos tímidos me aman desde lejos, y mi corazón canta cada vez que lo veo.
Yafreisy Carrero
886 Cuando un alma de niño hace presentes al Señor sus deseos de indulto, debe estar segura de que verá pronto cumplidos esos deseos: Jesús arrancará del alma la cola inmunda, que arrastra por sus miserias pasadas; quitará el peso muerto, resto de todas las impurezas, que le hace pegarse al suelo; echará lejos del niño todo el lastre terreno de su corazón para que suba hasta la Majestad de Dios, a fundirse en la llamarada viva de Amor, que es El.
Josemaría Escrivá (Camino)
No te culpes. no lo hagas jamás. Se trata de sentir la responsabilidad, de creer que puedes intervenir en tus días, se trata de dejarte traspasar por la hegemonía y el poder íntimo. Se trata de amontonar el amor propio, de hacerlo grande, extenso. De saber que es el primero, el único, el esencial. Y una vez ahí, cuando puedas, cuando aprendas, cuando sepas, entonces, mil millones de los de daños de los que antes sufrías, no podrán alcanzarte. Porque ya estarás lejos, lejísimos de eso, infinitamente pegado a ti. - Me hiciste tanto daño... - El que te dejaste hacer
Ana B. López García (La vida es ahora... después)
Van incluso más lejos: Elizabeth cree tener una voluntad inagotable. Hasta cuando grita de rabia e impotencia en su cuarto piensa que tiene una voluntad inagotable. Hasta cuando tiembla y llora piensa que tiene una voluntad inagotable. Hasta cuando no se permite las lágrimas piensa que tiene una voluntad inagotable. Hasta cuando nadie le satisface piensa que tiene una voluntad inagotable. Hasta cuando nada le satisface piensa que tiene una voluntad inagotable. Elizabeth siempre se ha concebido como alguien con una voluntad inagotable. Tiene miedo de no ser capaz de amar a nadie. Sí, esto es así: teme que el amor no aguante la prueba de la razón. Elizabeth escucha un maullido de su gata y se va al baño a sentarse en el inodoro mientras sufre una crisis de ansiedad. No puede sacarse de la cabeza este pensamiento: que es incapaz de querer, que tan solo quiere explotar a las personas y extraer su esencia, alimentarse, consumir, ser más y más y más. […] «Yo creo que eres bastante totalitaria», le dice María. «Yo creo que eres muy autoritaria», le dice María. «Eres amoral», le dice María. Por estas cosas y por otras más Elizabeth va al psicólogo, pero no sabe muy bien el motivo. Sabe que no va a estar del todo bien nunca.
Elizabeth Duval (Reina)
Esa noche, mientras Verónica estaba en su cama intentando conciliar el sueño, se dio cuenta de que el verdadero amor no se trata de regalos suntuosos, flores delicadas, cenas sorprendentes ni barbacoas de lujo, sino que se trata de vencer las dificultades juntos, ayudándose los unos a los otros a ser una mejor persona, más fuerte cada día y estar ahí para el otro, incluso si estás lejos. Y esa fue una lección que sabía que recordaría toda su vida.
Alicia García (El Amor Romántico: Cómo mantener encendida la llama del amor en todas sus etapas (Spanish Edition))
Los alquimistas hacen esto. Muestran que cuando buscamos ser mejores de lo que somos, todo a nuestro alrededor se vuelve mejor también. (...) Porque el amor no es estar parado como el desierto, ni correr por el mundo como el viento, ni ver todo de lejos, como tú. El Amor es la fuerza que transforma y mejora el Alma del Mundo. Cuando penetré en ella por primera vez, la encontré perfecta. Pero después vi que ella era un reflejo de todas las criaturas, y tenía sus guerras y sus pasiones. Somos nosotros quienes alimentamos el Alma del Mundo y la tierra donde vivimos será mejor o peor, según seamos mejores o peores. Ahí es que entra la fuerza del Amor, porque cuando amamos, siempre deseamos ser mejores de lo que somos.
Paulo Coelho (El Alquimista)
Las circunstancias me hicieron no tenerte. ¡A mi nadie me dio a escoger! No se me presentaron las opciones para que yo eligiera rechazarte. Simplemente no te tuve, ni tu pudiste tenerme. Y estando lejos, fuimos felices para siempre.
Carlos Cuauhtémoc Sánchez (Sheccid: Cuando el amor duele (Los ojos de mi princesa, #4))
La complejidad de las emociones nos lleva a tramar todo tipo de artimañas para salvarnos, liberarnos de lo que nos pueda doler, alejarnos a toda costa de los peligros de la existencia, del rechazo, de la falta de amor y de aprobación. Siendo una estrategia digna de una gran inteligencia como la humana, no es perfecta, en algún momento fallará, ya que los únicos que realmente nos hacemos daño somos nosotros mismos y no hay por donde escapar. Por muy lejos que te vayas y por mucho que intentes camuflarte y disimular no puedes huir de ti. No hay nada ahí fuera que pueda dañarnos más que nuestras creencias y pensamientos.
Bárbara del Amo (ADELGAZA SIN DIETAS: El Poder de la Conciencia Corporal (Spanish Edition))
El reducido espacio detrás del mostrador era para Tonet un paraíso. Recordaba con Neleta los tiempos de la infancia; le relataba sus aventuras de allá lejos, y cuando callaban sentía una dulce embriaguez (la misma de la noche en que se perdieron en la selva, pero más intensa, más ardiente) con la proximidad de aquel cuerpo cuyo calor parecía acariciarle á través de las ropas. Por las noches, después de cenar con Cañamél y BU mujer, Tonet sacaba de su barraca un acordeón, único equipaje que con los sombreros de jipijapa había traído de Cuba, y asombraba á todos los de la taberna con las lánguidas habaneras que hacía ganguear al instrumento. Cantaba guajiras de una poesía dulzona, en las que se hablaba de auras, arpas y corazones tiernos como la guayaba; y el acento meloso de cubano con que entonaba sus canciones hacía entornar los ojos á Neleta, echando el cuerpo atrás como para desahogar BU pecho, estremecido por ardorosa opresión. Al día siguiente de estas serenatas, Neleta, con loa ojos húmedos, seguía á Tonet en todas sas evoluciones por la taberna, de grupo en grupo. El Cubano adivinaba esta emoción. Habia so- ñado con él, ¿verdad? Lo mismo le había ocurrido & Tonet en su barraca. Toda la noche viéndola en la obscuridad, extendiendo sus manos como si realmente fuese á tocarla. Y después de esta mutua confesión quedaban tranquilos; seguros de una posesión moral de la que no se daban exacta cuenta; ciertos de que al fin hablan de ser uno del otro fatalmente, por más obstáculos que se levantasea entre los dos. En el pueblo no había que pensar en otra intimidad que las conversaciones de la taberna. Todo el Palmar los rodeaba durante el día, y Gaña mil, enfermizo y quejumbroso, no salía de casa. Algunas veces, conmovido por un relámpago pasajero de actividad, el tabernero silbaba á la Centella, una perra vieja de cabeza enorme, famosa en todo el lago por su olfato, y metiéndola en sm barquito iba á los carrizales más próximos para tirar á las pollas de agua. Pero á las pocas ho* ras volvía tosiendo, quejándose de la humedad^ con las piernas hinchadas como un elefante^ se- gún él decía; y no cesaba de gemir en un rincóni hasta que Neleta le hacía sorber algunas tazae de líquidos calientes, anudándole en cabeza y cuello varios pañuelos. Los ojos de Neleta iban hacia el Cubano con una expresión reveladora del desprecio que sentía por su marido.
Vicente Blasco Ibáñez (Cañas y barro)
Surge de entre las tinieblas y Fausto la ve, a lo lejos. Acompasa su respiración, puñaladas en los pulmones, y grita cuando está suficientemente cerca. ¿Me esperarás en Bormio, en el hotel?, pregunta el campeón. Lo haré, dice la Dama. Todos los que acompañan la carrera lo han oído con claridad. Nada será igual a partir de entonces. Se llama Giulia Occhini, pero en ese momento su nombre legal es Giulia Locatelli, tras haber contraído matrimonio con Enrico Locatteli, un médico loco por el ciclismo. Ella, muchacha napolitana de ojos oscuros, de miradas insinuantes y caminares sinuosos. Criada en un convento de monjas, arrancada de allí por la pasión, por, sí, el amor. Él, joven doctor de gran futuro, apasionado de las dos ruedas, rendido admirador de Fausto Coppi.
Marcos Pereda Herrera (Bucle)
Puede el amor leer lo escrito en las más distantes estrellas, pero te cegó el odio de tal manera, que llegaste a no poder ver más lejos del diminuto jardín cercado y marchito ya por el placer.
Oscar Wilde
—Los cazadores de sombras somos lentos para amar —explicó—. Pero cuando amamos, lo hacemos para siempre. Era algo que recordaba haberle oído a Helen una vez, quizá en su boda. Kieran parpadeó y la miró fijamente, como si hubiera dicho algo muy sabio. —Sí —repuso—. Sí, eso es cierto. Debo confiar en el amor de Mark. Pero Cristina... nunca ha dicho que me ame. Y ahora los noto a ambos tan lejos... —Todo el mundo parece estar lejos ahora —dijo Dru, pensando en lo solitarios que habían sido los últimos días—. Pero es porque están preocupados. Cuando se preocupan, se meten dentro de sí mismos y a veces se olvidan de que estás ahí. —Miró sus palomitas—. Pero eso no significa que no les importes. Kieran apoyó un codo en la rodilla. —Entonces ¿qué debo hacer, Drusilla? —Umm —reflexionó Drusilla—. No te calles lo que quieres, o puede que nunca lo consigas. —Eres muy sabia —afirmó Kieran muy serio. —Bueno —repuso Dru—. Lo cierto es que lo vi en una taza. —Las tazas de este mundo son muy sabias.
Cassandra Clare (Queen of Air and Darkness (The Dark Artifices, #3))
La confianza madurando en cada renglón de un diario. Un revivir de momentos, una experiencia, un fracaso. Soñar estando despiertas y entrecerrando los ojos, volver a jurar en vano... por un amor pasajero o tal vez por el más grande, por sentir que está tan lejos, por un olvido forzado. Tiempo de amistad (extracto)
Romina Paganelli (Margaritas Azules (Spanish Edition))
nuestras frecuencias individuales, ya sean de amor o de miedo, fluyen constantemente hacia el exterior, afectando por igual a los seres espirituales como a otras personas que pueden estar en cualquier parte, incluso lejos de nosotros.
Robert Schwartz (El plan de tu alma)
Para ilustrar hasta qué punto habitamos este nuevo mundo, he solido atribuir a Charles Péguy la siguiente fábula.8 Yendo en dirección a Chartres, Péguy ve en un costado de la carretera a un hombre que parte piedras golpeándolas con un mazo. Su rostro expresa desdicha y sus gestos rabia. Péguy se detiene y pregunta: «Señor, ¿qué hace?». «Ya lo ve usted», le responde el hombre, «no he encontrado más que este oficio estúpido y doloroso». Un poco más adelante, Péguy ve a otro hombre que también se dedica a partir piedras, pero su rostro está sereno y sus gestos son armoniosos. «¿Qué hace usted?, señor», le pregunta Péguy. «Pues ya ve, me gano la vida gracias a este cansado oficio, pero cuento con la ventaja de estar al aire libre», le responde el hombre. Algo más lejos, un tercer picapedrero aparece radiante de felicidad. Sonríe al demoler la masa pétrea y mira placenteramente las lascas de piedra. «¿Qué hace usted?», le interroga Péguy. «Yo», responde el hombre, «¡construyo una catedral!».
Boris Cyrulnik (El amor que nos cura (Spanish Edition))
Para ilustrar hasta qué punto habitamos este nuevo mundo, he solido atribuir a Charles Péguy la siguiente fábula.8 Yendo en dirección a Chartres, Péguy ve en un costado de la carretera a un hombre que parte piedras golpeándolas con un mazo. Su rostro expresa desdicha y sus gestos rabia. Péguy se detiene y pregunta: «Señor, ¿qué hace?». «Ya lo ve usted», le responde el hombre, «no he encontrado más que este oficio estúpido y doloroso». Un poco más adelante, Péguy ve a otro hombre que también se dedica a partir piedras, pero su rostro está sereno y sus gestos son armoniosos. «¿Qué hace usted?, señor», le pregunta Péguy. «Pues ya ve, me gano la vida gracias a este cansado oficio, pero cuento con la ventaja de estar al aire libre», le responde el hombre. Algo más lejos, un tercer picapedrero aparece radiante de felicidad. Sonríe al demoler la masa pétrea y mira placenteramente las lascas de piedra. «¿Qué hace usted?», le interroga Péguy. «Yo», responde el hombre, «¡construyo una catedral!». La piedra desprovista de sentido somete al desdichado a lo real, a lo inmediato, que no permite comprender otra cosa más que el peso del mazo y el dolor del golpe. Por el contrario, quien tiene una catedral en la cabeza transfigura la piedra y experimenta la sensación de elevación y de belleza que provoca la imagen de la catedral, de la que ya se siente orgulloso. Sin embargo, se esconde un misterio en el mundo íntimo de los picapedreros: ¿por qué algunos tienen una catedral en la cabeza mientras otros no ven más que piedras?
Boris Cyrulnik (El amor que nos cura (Spanish Edition))
A las palabras que nos habría gustado olvidar nada más escucharlas, cógeme la polla, chúpamela, superponíamos las de una canción de amor de Henri Salvador, era ayer aquella mañana era ayer qué lejos ya, embellecer, construir la ficción de «la primera vez» en modo sentimental, envolver de melancolía el recuerdo de una desfloración completamente fallida. Si no lo conseguíamos, nos comprábamos relámpagos y caramelos, ahogábamos las penas en la nata y el azúcar o nos purgábamos con la anorexia.
Annie Ernaux (Los años)
–«Algún día, cuando deje de escribirte -continuó Franz Kafka–, las dos sabremos que la una sin la otra no habríamos llegado nunca tan lejos. Viviremos cada cual en la memoria de la otra, y eso es la eternidad, Elsi, porque el tiempo no existe más allá del amor. Sé que lloraste cuando me fui. Pero yo quiero que rías y cantes y pienses siempre que el futuro no es un problema por resolver, sino un misterio por descubrir. Hay lugares en el mundo que cambian a las personas, y África es uno de ellos. Espero que las personas nunca puedan llegar a cambiar esos lugares. Desde el fondo de mi corazón, esta noche estrellada, pienso mucho en ti y envidio lo que te espera...»
Jordi Sierra i Fabra (Kafka y la muñeca viajera)
Espantapajaros No se me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible – no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme! Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase, tan locamente, de María Luisa. ¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos? ¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado? ¡María Luisa era una verdadera pluma! Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba del comedor a la despensa. Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres… ¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algún paseo por los alrededores! Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado. «¡María Luisa! ¡María Luisa!»… y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte. Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo. ¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera…, aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! ¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes… la de pasarse las noches de un solo vuelo! Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que no hay diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo? Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.
Oliverio Girondo
O tal vez lo que le pasaba realmente era que se sentía sola. Tal vez se mentía a sí misma cuando decía que no necesitaba a nadie a su lado. Tal vez echaba de menos una caricia, unas palabras de ánimo, una conversación hasta altas horas de la madrugada… Su matrimonio no podía haber estado más lejos de ser perfecto; sin embargo, a veces se le hacía duro pensar que no volvería a compartir su vida con nadie.
Irenea Morales (Una visita inesperada)
Conocí a mi novio lejos Siento no haber podido querer a alguien de aquí para venir a veros más a menudo. Me hubiera gustado salir todos juntos a almorzar los domingos, después de levantarnos temprano para hacer rutas por las montañas y que esto hubiera sido bastante.
Paula Melchor (Amor y pan)
amor de lejos es amor de pendejos,” which is an old, slightly off-color Spanish expression meaning “love from afar is love for fools.” This neatly summed up
Dan Bongino (Why a Top-Ranked Secret Service Agent Walked Away from It All Life Inside the Bubble)
«El diamante llevado en la mano derecha neutraliza toda suerte de devenires». Por eso, en prueba de amor, los hombres afortunados tomaron la costumbre de regalar un diamante a sus prometidas para protegerlas de la plaga.
Fred Vargas (Huye rápido, vete lejos)
Vacía tu mente, tu alma y tu corazón si deseas ser libre de los fantasmas que te atormentan y no te dejan avanzar para ser feliz y comenzar desde cero.  Porque la distancia es tan solo una prueba más para ver que tan lejos el amor puede viajar.
Andrea Valenzuela Araya (Treinta Días: Cuando el amor duele (Spanish Edition))
Leer cambia a las personas. El paisaje de los libros es más real, en ciertos sentidos, que el que se ve más allá de la ventana. No se experimenta de lejos; es interno, vital. Un muchacho confinado en la cama durante un año por culpa de unas piernas que se negaban a obedecerle y una joven al otro lado del planeta, enviada a un internado porque habían fallecido sus padres, habían vivido vidas que no podían ser más diferentes… y, sin embargo, gracias al amor compartido por la lectura, habían habitado el mismo mundo.
Kate Morton (De vuelta a casa)
¿Por qué se alegró tanto el conde de oír que en aquella cena de Estado no habría asignación de asientos? Desde siempre, y en todas las civilizaciones del mundo, la cabecera de la mesa es una posición privilegiada. Al ver una mesa preparada para un encuentro formal, uno sabe instintivamente que el asiento de la cabecera es más codiciado que los dispuestos a ambos lados, porque le confiere de forma inevitable poder, importancia y legitimidad a su ocupante. Por extensión, uno también sabe que, cuanto más lejos se siente de la cabecera, menos poderoso, importante y legítimo lo considerarán. De modo que invitar a cuarenta y seis líderes de un partido político a cenar alrededor de la periferia de una gran U sin programar la asignación de los asientos equivalía a arriesgarse a que se produjera un desorden considerable. Thomas Hobbes, sin duda, habría comparado la situación con «hombre en estado de naturaleza», y habría aconsejado dar por hecho que se produciría algún tipo de refriega. Nacidos con facultades similares y motivados por deseos parecidos, los cuarenta y seis hombres que iban a asistir tenían el mismo derecho a ocupar cualquier asiento de la mesa. De modo que lo más probable era que hubiese una melé animada, con acusaciones, recriminaciones, tortazos e incluso disparos. John Locke, en cambio, habría argumentado que, una vez que se abrieran las puertas del comedor, tras un breve momento de confusión se impondrían las mejores virtudes de los cuarenta y seis asistentes, y su predisposición a razonar los llevaría a establecer un proceso justo y ordenado para repartirse los asientos. Lo más probable era que los asistentes echaran a suertes la distribución de los asientos, o que sencillamente colocaran las mesas en círculo, como había hecho el rey Arturo para asegurar la equidad entre sus caballeros. Jean- Jacques Rousseau habría metido baza desde mediados del siglo XVIII y habría informado a los señores Locke y Hobbes de que los cuarenta y seis invitados (libres por fin de la tiranía de las convenciones sociales) apartarían las mesas de cualquier manera, tomarían con las manos los frutos de la tierra ¡y los compartirían libremente en un estado de gozo natural! Pero el Partido Comunista no era ningún «estado natural». Más bien todo lo contrario: era una de las construcciones más intrincadas y determinadas jamás concebidas por el hombre. En pocas palabras: la madre de todas las jerarquías. Así pues, cuando llegaron los invitados, el conde estaba convencido de que no habría puñetazos ni monedas lanzadas al aire ni frutos compartidos libremente. Con los mínimos empujones y las mínimas maniobras, cada uno de los cuarenta y seis asistentes encontraría su sitio en la mesa; y esa distribución «espontánea» le aportaría al observador externo cuanto necesitara saber sobre cómo iba a ser el gobierno de Rusia durante los veinte años siguientes.
Amor Towles (A Gentleman in Moscow)
- Sí - le dije en voz baja -, este es el máximo mal: que hasta podemos llegar tan lejos como amarnos, tú y yo ¿Quién más nos podría mostrar una partícula de amor, una pizca de compasión o misericordia?¿Quién más, conociéndonos como nosotros nos conocemos, podría hacer algo más que destruirnos? Y, sin embargo, nos podemos amar.
Anne Rice (Ashes to Ashes (Anne Rice's Interview With the Vampire #11))