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Un todo con su recuerdo del prolongado avasallamiento por parte del maligno. Un todo con su recuerdo, su persistente sentido, de aquel luminoso tabernáculo oculto en su alma infantil, donde la luz transformaba su agonía en valor y le permitía seguir luchando. De algún modo sabía, aunque todavía no lo comprendía, que en aquel tabernáculo interior era donde Agnes realmente vivía. Aquel centro de su existencia era un refugio intocable donde residía la fuerza, el amor y la confianza, el lugar donde la víctima sufridora, el verdadero objetivo del asalto que se perpetraba contra Agnes, había santificado para siempre la agonía de la niña unida a la suya.
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