Vas A Estar Bien Quotes

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«que vivo adentro de tu pensamiento y así te voy a acompañar siempre, nunca vas a estar solo», claro que sí, eso es lo que nunca me tengo que olvidar, si los dos pensamos igual vamos a estar juntos, aunque no te pueda ver, «eso es», entonces cuando me despierte en la isla te vas a ir conmigo, «¿no querés quedarte para siempre en un lugar tan lindo?», no, ya está bien así, basta de descanso, una vez que me coma todo y después de dormir ya voy a estar fuerte otra vez, que me esperan mis compañeros para empezar la lucha de siempre,
Manuel Puig (El beso de la mujer araña)
Le golpeé el abdomen mientras me reía. —¿Por qué eres tan cruel? —Porque si te digo que todo estará bien, te estaría mintiendo. Es lo lógico que extrañes a alguien que quisiste tanto, con quien compartiste parte de tu vida y frente a quien te desnudaste y no me refiero solamente al cuerpo. Pero es la forma en la que tu cerebro procesa la ausencia, vas a estar triste, tendrás recuerdos, añoranzas, maldecirás y te mentirás para sentirte mejor. Debes vivirlo, dejarlo salir, gritar, llorar… sacarlo de ti. Pero, lo peor que puedes hacer es darle más importancia de la necesaria. No te encierres ni te aísles. Habla, con tus amigos, conmigo o con los gatos. —¿Quién eres? —Le puyé el brazo. —La respuesta a tu S.O.S. Tu rescatista. Vamos.
Isa Quintín (LadyKiller)
Se levanta y hace la cama, luego recoge del suelo unos libros de bolsillo (novelas policíacas) y los pone en la librería. Tiene ropa que lavar antes de irse, ropa que guardar, medias que emparejar y meter en los cajones. Envuelve la basura en papel de periódico y baja tres pisos para dejarla en el cubo de la basura. Saca los calcetines de Cal de detrás de la cama y los sacude, dejándolos sobre la mesa de la cocina. Hay trapos que lavar, hollín en el alféizar de las ventanas, cacerolas en remojo por fregar, hay que poner un plato bajo el radiador por si funciona durante la semana (se sale). Oh. Aj. Que se queden las ventanas como están, aunque a Cal no le gusta verlas sucias. Esa espantosa tarea de restregar el retrete, pasarle el plumero a los muebles. Ropa para planchar. Siempre se caen cosas cuando recoges otras. Se agacha una y otra vez. La harina y el azúcar se derraman sobre los estantes que hay encima de la pila y tiene que pasar un paño; hay manchas y salpicaduras, hojas de rábano podridas, incrustaciones de hielo dentro de la vieja nevera (hay que mantener la puerta abierta con una silla, para que se descongele). Pedazos de papel, caramelos, cigarrillos y ceniza por toda la habitación. Tiene que quitarle el polvo a todo. Decide limpiar las ventanas a pesar de todo, porque quedan más bonitas. Estarán asquerosas después de una semana. Por supuesto, nadie la ayuda. Nada tiene la altura adecuada. Añade los calcetines de Cal a la ropa de ambos que tiene que llevar a la lavandería de autoservicio, hace un montón separado con la ropa de él que tiene que coser, y pone la mesa para sí misma. Raspa los restos de comida del plato del gato, y le pone agua limpia y leche. «Mr. Frosty» no parece andar por allí. Debajo de la pila encuentra un paño de cocina, lo recoge y lo cuelga sobre la pila, se recuerda a sí misma que tiene que limpiar allí abajo más tarde, y se sirve cereales, té, tostadas y zumo de naranja. (El zumo de naranja es un paquete del gobierno de naranja y pomelo en polvo y sabe a demonios.) Se levanta de un salto para buscar la fregona debajo de la pila, y el cubo, que también debe estar por allí. Es hora de fregar el suelo del cuarto de baño y el cuadrado de linóleo que hay delante de la pila y la cocina. Primero termina el té, deja la mitad del zumo de naranja y pomelo (haciendo una mueca) y algo del cereal. La leche vuelve a la nevera —no, espera un momento, tírala—, se sienta un minuto a escribir una lista de comestibles para comprarlos en el camino del autobús a casa, cuando vuelva dentro de una semana. Llena el cubo, encuentra el jabón, lo deja, friega sólo con agua. Lo guarda todo. Lava los platos del desayuno. Coge una novela policíaca y la hojea, sentada en el sofá. Se levanta, limpia la mesa, recoge la sal que ha caído en la alfombra y la barre. ¿Eso es todo? No, hay que arreglar la ropa de Cal y la suya. Oh, déjalo. Tiene que hacer la maleta y preparar la comida de Cal y la suya (aunque él no se marcha con ella). Eso significa volver a sacar las cosas de la nevera y volver a limpiar la mesa, dejar pisadas en el linóleo otra vez. Bueno, no importa. Lava el plato y el cuchillo. Ya está. Decide ir por la caja de costura para arreglar la ropa de él, cambia de opinión. Coge la novela policíaca. Cal dirá: «No has cosido mi ropa.» Va a coger la caja de costura del fondo del armario, pisando maletas, cajas, la tabla de plancha, su abrigo y ropa de invierno. Pequeñas manos salen de la espalda de Jeannine y recogen lo que ella tira. Se sienta en el sofá y arregla el desgarrón de la chaqueta de verano de él, cortando el hilo con los dientes. Vas a estropearte el esmalte. Botones. Zurce tres calcetines. (Los otros están bien.) Se frota los riñones. Cose el forro de una falda que está descosido. Limpia zapatos. Hace una pausa y mira sin ver. Luego reacciona y con aire de extraordinaria energía saca la maleta mediana del armario y empieza a meter su ropa para
Joanna Russ (The Female Man)
— ¡Oh Caballero de la Triste Figura!, no te dé afincamiento la prisión en que vas, porque así conviene para acabar más presto la aventura en que tu gran esfuerzo te puso; la cual se acabará cuando el furibundo león manchado con la blanca paloma tobosina yoguieren en uno, ya después de humilladas las altas cervices al blando yugo matrimoñesco; de cuyo inaudito consorcio saldrán a la luz del orbe los bravos cachorros, que imitarán las rumpantes garras del valeroso padre. Y esto será antes que el seguidor de la fugitiva ninfa faga dos vegadas la visita de las lucientes imágines con su rápido y natural curso. Y tú, ¡oh, el más noble y obediente escudero que tuvo espada en cinta, barbas en rostro y olfato en las narices!, no te desmaye ni descontente ver llevar ansí delante de tus ojos mesmos a la flor de la caballería andante; que presto, si al plasmador del mundo le place, te verás tan alto y tan sublimado que no te conozcas, y no saldrán defraudadas las promesas que te ha fecho tu buen señor. Y asegúrote, de parte de la sabia Mentironiana, que tu salario te sea pagado, como lo verás por la obra; y sigue las pisadas del valeroso y encantado caballero, que conviene que vayas donde paréis entrambos. Y, porque no me es lícito decir otra cosa, a Dios quedad, que yo me vuelvo adonde yo me sé. Y, al acabar de la profecía, alzó la voz de punto, y diminuyóla después, con tan tierno acento, que aun los sabidores de la burla estuvieron por creer que era verdad lo que oían. Quedó don Quijote consolado con la escuchada profecía, porque luego coligió de todo en todo la significación de ella; y vio que le prometían el verse ayuntados en santo y debido matrimonio con su querida Dulcinea del Toboso, de cuyo felice vientre saldrían los cachorros, que eran sus hijos, para gloria perpetua de la Mancha. Y, creyendo esto bien y firmemente, alzó la voz, y, dando un gran suspiro, dijo: — ¡Oh tú, quienquiera que seas, que tanto bien me has pronosticado!, ruégote que pidas de mi parte al sabio encantador que mis cosas tiene a cargo, que no me deje perecer en esta prisión donde agora me llevan, hasta ver cumplidas tan alegres e incomparables promesas como son las que aquí se me han hecho; que, como esto sea, tendré por gloria las penas de mi cárcel, y por alivio estas cadenas que me ciñen, y no por duro campo de batalla este lecho en que me acuestan, sino por cama blanda y tálamo dichoso. Y, en lo que toca a la consolación de Sancho Panza, mi escudero, yo confío de su bondad y buen proceder que no me dejará en buena ni en mala suerte; porque, cuando no suceda, por la suya o por mi corta ventura, el poderle yo dar la ínsula, o otra cosa equivalente que le tengo prometida, por lo menos su salario no podrá perderse; que en mi testamento, que ya está hecho, dejo declarado lo que se le ha de dar, no conforme a sus muchos y buenos servicios, sino a la posibilidad mía. Sancho Panza se le inclinó con mucho comedimiento, y le besó entrambas las manos, porque la una no pudiera, por estar atadas entrambas. Luego tomaron la jaula en hombros aquellas visiones, y la acomodaron en el carro de los bueyes.
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote de la Mancha (Spanish Edition))
Despertate. Es la hora. Despertate. Tenés muchas cosas que hacer. Muchísimas. Si no te despertás ahora vas a estar todo el día corriendo, te va a salir todo mal y te vas a odiar por no haberte levantado a tiempo. Si lo hacés ahora vas a tener tiempo para ducharte y desayunar tranquilo leyendo el diario, y después te vas a sentir re bien caminando por las veredas soleadas, viendo gente, todo el día por delante para aprovechar. Si te levantás tarde como todos los días vas a salir sucio y con hambre, el resto del día te va a picar la barba y molestar el cuello de la camisa, afuera va a estar lluvioso y los colectivos van a seguir de largo cuando saques la mano para pararlos. Vas a tener que tomar un taxi y gastar plata para llegar tarde igual, a donde sea; los clientes te van a recibir con cara de orto y te van a discutir el precio, o van a haber llamado a otro. A última hora, después de un día de mierda, tenso y con dolor de cabeza de no almorzar, vas a tener que llamar a los restantes y avisarles que hoy no vas a poder llegar, les vas a dar turno para mañana que entonces va a estar atestado y no vas a poder cumplir tampoco, aunque te levantes tempranísimo, que por supuesto no vas a hacer porque si no lo hiciste hoy, que por ahora es más o menos tranquilo, ¿cómo vas a hacerlo mañana, que va a ser un día de locos por no levantarte a tiempo hoy? Tranquilo es un decir, ya es menos tranquilo que hace diez minutos, cuando deberías haberte levantado. Y cada día peor, en progresión geométrica; es increíble cómo sabiendo que estás arruinando tu vida por quedarte en la cama no saltás de ella ya mismo. Si por lo menos disfrutaras con seguir durmiendo, pero estás padeciendo cada minuto, y este padecimiento no es nada comparado con el que te espera cuando te levantes tarde, los ojos hinchados de dormir de más, la boca pastosa, los dientes doloridos de rechinar en sueños; el día arruinado aun antes de empezar.
Carlos Gamerro (Las islas)
No hace mucho una madre, preocupada, me preguntaba cuándo dejaría su hija de año y medio de ser tan egoísta; cuándo aprendería a compartir. ¿Por qué el aprender a compartir obsesiona tanto a algunos padres y educado- res? ¿De qué les va a servir a los niños aprender una cosa así? Los adultos no compartimos casi nada. Un ejemplo. Isabel, no llega a dos añitos, juega en el parque con su cubo, su palita y su pelota, bajo la atenta y cariñosa mirada de mamá. Claro, como le faltan manos, en ese momento solo la pala está bajo su posesión directa, y el cubo y la pelota yacen a cierta distancia. Se acerca un niño desconocido, más o menos del mismo tamaño, se sienta al lado de Isabel y sin mediar palabra agarra la pelota. Isabel llevaba diez minutos sin hacer ningún caso de la pelota, y en un principio sigue tan tranquila dando golpes en el suelo con su pala. ¿Tan tranquila? Un observador atento habrá notado que los golpes son un poco más fuertes, y que Isabel vigila la pelota por el rabillo del ojo. El recién llegado, por su parte, parece plenamente consciente de que pisa terreno resbaladizo; apar- ta la pelota, observa el efecto, la vuelve a acercar... Para que no haya lugar a malentendidos, Isabel advierte: «¡É mía!»; y al poco se cree obligada a especi- ficar: «¡Pelota é mía!». El intruso, que aparentemente todavía no domina las frases de tres palabras (o tal vez, simplemente, prefiere no comprometerse), se limita a repetir: «¡Pelota, peloooota, pota!». Temerosa sin duda de que estas palabras equivalgan a una reclamación de propiedad, Isabel decide recuperar la plena posesión de su pelotita verde. El intruso no ofrece demasiada resis- tencia, pero en un descuido logra hacerse con el cubo. Isabel juega unos minu- tos, satisfecha con la pelota recién recuperada, pero de pronto parece inquieta. ¿Y el cubo? ¡Pero adónde vamos a llegar! Y así podemos pasar media tarde. Unas veces, Isabel cederá de buen grado, durante unos minutos, el disfrute de alguna de sus posesiones. Otras veces lo tolerará de mal grado. Otras no lo tolerará en absoluto. En ocasiones, ella misma ofrecerá al otro niño su propia pala a cambio de su propio cubo. Puede haber algunos llantos y gritos por ambas partes; pero, en todo caso, es proba- ble que su nuevo «amigo» consiga bastantes minutos de juego relativamente pacífico. Es muy posible también que ambas madres intervengan. Y aquí se produce un hecho que nunca deja de sorprenderme: en vez de defender como una leona a su cría, cada madre se pone de parte del otro niño. «Venga, Isabel, déjale la pala a este niño.» «Vamos, Pedrito, devuélvele a esta niña su pala.» En el me- jor de los casos, la cosa quedará en suaves exhortaciones; pero no pocas ve- ces las madres compiten en una loca carrera de generosidad (¡qué fácil es ser generoso con la pala de otro!): «¡Ya está bien, Isabel, si te vas a portar así, mamá se enfada!». «¡Pedrito, pide perdón ahora mismo, o nos vamos!» «¡Dé- jelo, señora, que juegue, que juegue con la pala! Es que esta niña es una egoísta...» «¡Huy, pues el mío es tremendo! Tengo que estar todo el día detrás, porque siempre está chinchando a otros niños y quitándoles las cosas...» Y así acaban los dos castigados, como pequeños países en conflicto que podrían haber llegado fácilmente a un acuerdo amistoso si no hubieran intervenido las dos superpotencias. Escenas como esta, mil veces repetidas, hacen que a veces consideremos egoístas a nuestros hijos. Nosotros compartiríamos sin dudarlo una pala de plástico y una pelota de goma. Pero ¿realmente somos más generosos que ellos, o es que los juguetes nos traen sin cuidado? Es preciso poner las cosas en perspectiva. Imagine que es usted la que está sentada en un banco del parque escuchando música. A su lado, sobre el ban- co, su bolso sobre un periódico doblado. En esto se acerca un desconocido, se sienta a su lado y sin mediar palabra se pone a
Anonymous
Después de cenar me puse a hacerle un poco de cosquillas y empezó a llorar. En otras ocasiones le había pedido que no llorara, pero esta vez le dije: - Llora, te hará bien, a mí también me relaja. Después le pedí que cuando volviera a nacer, si existía la posibilidad de que me encontrara, no me buscara en occidente porque prefiero estar en el Tíbet y no tener nada que ver con esta sociedad occidental a la que tanto le importa el físico. Yo misma siempre me he preocupado en exceso por ese físico y en estos momentos me encantaría poder mirar sólo al interior, a la esencia de las cosas, y no quedarme en lo superficial como hacemos aquí. Entonces me dijo algo muy bonito, aunque me parece que no llegó a entender del todo mis palabras. - Tú sola no te vas-me dijo-. Me iré contigo y los niños también. Si quieres pueden estar sin ir al colegio durante un año, yo dejaré de trabajar y nos vamos todos al Tíbet.
Maria Eugenia Carmona
Marzo 22 Deja el papel de víctima Está bien tener un buen día. Realmente está bien. Está bien que te esté yendo bien y que sientas que tu vida es gobernable y que vas por buen camino. Muchos de nosotros hemos aprendido, como parte de nuestra conducta de supervivencia, que la manera de obtener la atención y la aprobación que queremos es siendo víctimas. Si la vida es espantosa, difícil, ingobernable, demasiado dura, injusta, entonces, pensamos, los otros nos aceptarán, les agradaremos, nos aprobarán. Podemos haber aprendido esto por haber vivido y habernos relacionado con gente que también aprendió a sobrevivir siendo víctima. Nosotros no somos víctimas. No necesitamos ser victimados. No necesitamos estar desvalidos y fuera de control para obtener la atención y el amor que anhelamos. De hecho, el tipo de amor que buscamos no se puede obtener de otra manera. Podemos conseguir el amor que realmente queremos y necesitamos sólo cuando nos adueñamos de nuestro poder. Aprendemos que podemos pararnos sobre nuestros pies, aunque a veces nos sintamos bien al
Anonymous
Bolo de Tilichera: Ya tenés seis años de andar haciéndote la bestia hippie. Ya es hora de que te pongás claro. Vení morite echando verga o morite en un buen patín de demerol, pero dejá de chingar con esas cartas lloronazas que nos hacés la campaña de mandar. Como si aquí estuvieramos en un lecho de rosas, como dijo aquel indio cerote mexicano. Shumo y poeta. Aquí hay muerte a carretadas. Ahora esa mierda se da en matas, como el chichicaste o como la ruda. De los compas ya quedamos muy pocos. Mataron a Efi. Le quebraron el culo el siete de septiembre del año pasado. Como no había compuesto tus pedazos no te había contado. La cosa está color de hormiga. Andamos a salto de mata, en estampida. En cualquier momento nos dan candela. El rompimiento se produjo al fin, las FAR y el Partido se echaron verga, todo se hizo una bola de mierda. Los más culpables son esos viejos cerotes de la dirección del Partido, pues al principio dejaron que los patojos chingamuzas les bailaran las pelotas en la cara y no hincharon los huevos agarrando la mashinga. Esperaron a que todos los cuates chingones se murieran para seguir partiendo el pastel. Cuando vieron que la cosa estaba jodida dieron el vergazo para seguir administrando su agencia de viajes. Todo el mundo se está yendo a la mierda. La consigna general es sálvese el que pueda. Así que 'olvídate mi viejo', como dice Capulina. Tú tranquilo, machete en tu vaina. ¿Qué son esas chingaderas de estar planeando regresar para reincorporarte? ¿Qué vas a venir a hacer? ¿A que te den negra? Mejor hacé cogezones de madrileñas blancotas y hediondas, dejá sembrada semilla de la topada en ese continente viejo y hecho mierda y dejá ya de somatarte el pecho. Esa onda no es así. Esta nota no es religión ni chingadera ninguna. Yo de aquí no voy a salir si no es con las patas padelante. No les voy a dar gusto a esos gringos hijos de puta de que me agarren vivo para que después me deshagan los coyoles a vergazos. Así que ésta puede ser la última que te escribo (parezco el marido de Ufemia, el de la rancherada mexicana cuando recibas esta carta sin razón). Pero así es la bola y ya escogí mi vida y mi muerte. No me hago bolas con la nota esa. Estoy claro. Desde que nos ensartamos en esta movidic ya no me hago ningún problema. Ni estoy chingado a nadie por sus vacilaciones. Vos nunca estuviste claro, siempre te lo dije. Así que olvidate del asunto, ya no le hagás cráneo a esta nota y agarrá tu propia onda. Escribí y dejate de babosadas y dar facha de revolucionario. Vos solamente sos escritor, el mico de la selva como dice el Popol Vuh. Dejá de dar espejo de otra cosa. Dejanos a nosotros los vergazos, la muerte violenta y las chingamuzas. Vos morite de viejo, de cirrosis crónica, bolote de tilichera, cerote, soñador empedernido. La revolución no es un sueño, sabelo, entendelo de una vez, metételo en en la cabezota pelona que debés tener ahora, hacele coco de una vez por todas. La revolución son vergazos y muerte, no carbúrex ni palabras. Sólo el ue está convencido de esa movida puede estar claro en la onda. Vos no. Sabelo dialtiro, deunavez. Si sos chingón chingón terminá la novela que decís que estás escribiendo. Ai cuando nosotros terminemos la revolución te mandamos a llamar, ¿oíste? Te paso al costo el dato que Chucha Flaca se juyó, se fue de juida, se bailón con el pisto de su Sección y exiló a México. La organización lo condenó a muerte por desfalco y deserción. Te lo cuento para que veas que no todos son de a huevo a la hora de rajar ocote que la cosa no es de soplar y hacer botellas. Así que pies de plomo, pisado. Viajá, pisá, chupá, tirá tu conciencia a la mierda, que aquí estamos nosotros muriéndonos para que vos podás escribir, para que todos aprendan a escribir y a comer bien, y a tener casa y trabajo y estar alegres, sin miedo. Quedá con Dios que no hay, así que quedate solo pero contento y pachangero como siempre, LOS COMPAS
Marco Antonio Flores (Los Compañeros)
—Hasley, eres tú, y no es egoísmo, es bienestar propio, tú vas a decidir, ellos no van a arreglar tus problemas, ¿entiendes? Deja de pensar en los demás, deja de pensar en Matthew y Zev, al diablo con ellos igual, y si quieres, al diablo conmigo también, solo tú tienes la decisión, y la tienes que tomar lo antes posible. Nunca sabes en qué momento podría ser demasiado tarde, y cuando te des cuenta de la realidad, te vas a lamentar. Si tú eres feliz, hazlo, si eso te llevará a tu bien, tómalo, pero haz lo que tú creas que es correcto, y recuerda que hagas lo que hagas va a estar bien si así tú lo deseas. No puedes vivir atada a los susurros de los demás, a las suposiciones o a las acusaciones que te ponen, no puedes. Sí quieres algo, levántate, búscalo y consíguelo. —Él se acercó hasta mí y tomó mis manos entre las suyas haciendo que nuestras miradas se profundizaran aún más—. Porque Hasley, lo único que cae del cielo es la lluvia, el granizo y los rayos.
Flor M. Salvador (Boulevard)
-Hoy he sentido la necesidad imperiosa de abrazar a mamá, y me he dado cuenta, por primera vez en todo este año, de que ya no está; y de que nunca vas a volver. Quiero decir, ya sé que está muerta, lo sabía ya asimilé desde el primer momento. Pero hoy lo he sentido. ¿Has pensado que somos huérfanas? Somos tan huérfanas como un treinta de febrero o el desgraciado Oliver Twist. Y crees que con cincuenta años, una casa y dos hijos, ya la vida te dice que tu rol es otro, el del adulto que ampara y protege, que ahora te toca a ti. Y sin saber cómo, aprendes y todo tu amor y energía se quedan ahí, lo prometo. Pero a veces, a veces, Nines, necesito ser hija; y que una figura de amor, un halo de protección por encima de mi misma me diga que todo va a estar bien. Y ya no está. No ser hija nunca más.
Paula Reyes Morillas (Lo que la abuela nos dejó: o la herencia de los nombres olvidados (Spanish Edition))
Cambiar es aceptar que no siempre vas a estar bien, ni siempre vas a tener razón, ni siempre vas a querer lo mismo para tu vida porque, por suerte, vamos evolucionando. EnCambio
Estanislao Bachrach (EnCambio: Aprendé a modificar tu cerebro para cambiar tu vida y sentirte mejor (Caballo de fuego) (Spanish Edition))
Pues eso es, querido Augusto, que tu repuesto de amor dormía inerte en el fondo de tu alma, sin tener donde meterse; llegó Eugenia, la pianista, te sacudió y re- mejió con sus ojos esa charca en que tu amor dormía: se despertó este, brotó de ella, y como es tan grande se extiende a todas partes. Cuando uno como tú se enamora de veras de una mujer se enamora a la vez de todas las demás. —Pues yo creí que sería todo lo contrario... Pero, entre paréntesis, ¡mira qué morena!, ¡es la noche luminosa! ¡Bien dicen que lo negro es lo que más absorbe la luz! ¿No ves qué luz oculta se siente bajo su pelo, bajo el azabache de sus ojos? Vamos a seguirla... —Como quieras... —Pues sí, yo creí que sería todo lo contrario; que cuando uno se enamora de veras es que concentra su amor, antes desparramado entre todas, en una sola, y que todas las demás han de parecerle como si nada fuesen ni valiesen... Pero ¡mira!, ¡mira ese golpe de sol en la negrura de su pelo! —No; verás, verás si logro explicártelo. Tú estabas enamorado, sin saberlo por supuesto, de la mujer, del abstracto, no de esta ni de aquella; al ver a Eugenia, ese abstracto se concretó y la mujer se hizo una mujer y te enamoraste de ella, y ahora vas de ella, sin dejarla, a casi todas las mujeres, y te enamoras de la colectividad, del género. Has pasado, pues, de lo abstracto a lo concreto y de lo concreto a lo genérico, de la mujer a una mujer y de una mujer a las mujeres. —¡Vaya una metafísica! —Y ¿qué es el amor sino metafísica? —¡Hombre! —Sobre todo en ti. Porque todo tu enamoramiento no es sino cerebral, o como suele decirse, de cabeza. —Eso lo creerás tú... —exclamó Augusto un poco picado y de mal humor, pues aquello de que su enamoramiento no era sino de cabeza le había llegado, doliéndole, al fondo del alma. —Y si me apuras mucho te digo que tú mismo no eres sino una pura idea, un ente de ficción... —¿Es que no me crees capaz de enamorarme de veras, como los demás...? —De veras estás enamorado, ya lo creo, pero de cabeza sólo. Crees que estás enamorado... —Y ¿qué es estar uno enamorado sino creer que lo está? —¡Ay, ay, ay, chico, eso es más complicado de lo que te figuras!...
Miguel de Unamuno (Niebla)
—Es un poco injusto haber mandado a un niño solo a la sierra, ¿no te parece? —No soy mucho menor que tú —contestó Oliver, molesto. —Sí, pero a mí sólo me piden que haga arpas que gritan, y eso en realidad no es peligroso. Oliver suspiró. —No sabían que habría ghules —dijo. No sabía bien por qué estaba defendiendo a los de su aldea, pero no podía darle a entender a Trebastion que eran un puñado de monstruos—. Y en realidad no me mandaron a hacerlo sino que estaban asustados, sólo eso. El armadillo se mantuvo en silencio. —Yo estoy asustado, todo el tiempo con miedo —dijo Trebastion—. Me aterra que el alcalde Stern vaya a aparecerse y a abrirme de arriba abajo y sacarme las vísceras como si yo fuera un pescado. Y no por eso hago que alguien se largue a conseguirme la lluvia. Oliver puso los ojos en blanco. —Sí, pero tú eres sólo una persona. Trebastion dio un traspiés en una raíz. —Seguro que eso tiene mucha lógica —dijo cuando recuperó el equilibrio—, pero creo que no entiendo qué tiene que ver. Oliver hizo una pausa. El armadillo levantó la cabeza y olfateó el aire. —Tú eres sólo una persona —explicó Oliver—, y yo soy sólo una persona. Pero los aldeanos eran treinta o cuarenta —trató de encontrar una buena manera de expresarlo para que Trebastion comprendiera—. Y se reunieron y entre ellos fueron atizándose el enojo y con eso fue más difícil pensar individualmente. Ninguno de ellos lo hubiera hecho por sí solo, a excepción de Harold, tal vez. Continuaron unos minutos en silencio, o al menos en el máximo de silencio posible con Trebastion. —Pero al final lo hicieron —observó Trebastion—. Quiero decir que sucedió. Oliver suspiró. —Sí, pero no lo estoy haciendo por todos ellos en conjunto, sino por cada uno por separado. Por Vezzo y Matty… y por todos. Nuestros vecinos —los podía ver a cada uno en su imaginación. Matty probablemente estaba llorando junto a sus pollos en ese momento. Vezzo podía estar incluso mirando hacia el oeste, con sus grandes manos apretadas a los costados de su cuerpo, pensando si Oliver estaría bien o no. —Suena muy complicado —dijo Trebastion. Oliver se encogió de hombros. Luego de unos momentos preguntó: —¿Conoces alguna vaca? —Me he topado con una o dos en la vida —concedió Trebastion—, cuernos, ubre… esas cosas. —Bien, pues son vacas y sólo eso, ¿cierto? Son importantes para sus dueños, pero son simplemente… vacas. Y cuando reúnes una buena cantidad y de repente se asustan y forman una estampida pueden llegar a derribarte. No es que tengan intención de hacerte daño, sino que están asustadas. Siguen siendo importantes para sus dueños. No porque te hayan hecho eso vas a rechazar a todas las vacas de ahí en adelante. —Sí, pero eso no te quita el hecho de que estés muerto —siguió Trebastion—, luego de que te pisotearon. Oliver suspiró. —Ajá —había pensado que la analogía de las vacas le ayudaría a Trebastion a entender, pero tal vez él comprendía mejor de lo que Oliver se imaginaba—. Sí, eso no te quita lo muerto.
T. Kingfisher (Minor Mage)