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habĂa acordado en realidad de la lluvia de meteoritos desde que habĂamos salido. —Va genial —le dije. —Pásame un malvavisco, Âżquieres, cielo? Hace años que no me tomo uno. El miĂ©rcoles se me hizo eterno, sobre todo porque me pasĂ© el dĂa dándole vueltas a dos cosas. La primera era que aĂşn estaba molesta por el comentario de Wes de la noche anterior. «Realmente aquĂ no queda nada para mĂ». ÂżPor quĂ© habĂa dicho eso? ÂżDe verdad se sentĂa asĂ? AĂşn no sabĂa demasiado sobre su vida al completo, pero por alguna razĂłn, aquello hiriĂł mis sentimientos. Quizá fuera porque me lo estaba pasando muy bien conociĂ©ndolo, y habĂa pensado que Ă©l se sentirĂa de la misma manera. Pero cuando me obliguĂ© a dejar de pensar en ello, por fin pude emocionarme por lo que iba a pasar esa noche. Mientras escuchaba al señor Cooney hablar sin parar sobre trigonometrĂa, decidĂ que me pondrĂa la camiseta verde que me habĂa comprado con Wes, y me alisarĂa el pelo. De hecho, se lo habĂa contado incluso a Joss (¡bien, algo de honestidad, aunque fuera un poco embrollada!), asĂ que pude pedirle opiniĂłn sobre la ropa. Mientras la señora Adams animaba a la clase a explorar nuestros escritores internos en Literatura, me puse los auriculares y explorĂ© mis ensoñaciones internas. Puse Electric de Alina Baraz y Khalid para que se repitiera, la canciĂłn perfecta para acompañar mis planes de esa tarde. Darker than the ocean, deeper than the sea You got everything, you got what I need
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