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Flor azul cinéfila hasta en la cocina revisa uno de sus fotogramas de la historia del cine que le habría gustado no ver nunca. No habría querido ver nunca la labor de taxidermia del Jack, imaginado por Lars von Trier, sobre los cuerpos, previamente cazados, de los hijos de una de sus enamoradas. No habría querido ver la escena final de Saló de Sade Pasolini, la coprofagia y los cueros cabelludos arrancados de las cabezas. Ni los asesinatos de Funny Games de Haneke. Ni la vagina cosida de Ornella Muti en Ordinaria Locura. Ni la escena de Tras el cristal de Agustí Villaronga en la que le inyectan una dosis de gasolina en pleno corazón a un niño mientras está cantando con su voz de tenorino. El perro apaleado hasta la muerte en Furtivos.
Y, sin embargo, esa tinta clavada en la retina es imprescindible.
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