Uno Dos Tres Quotes

We've searched our database for all the quotes and captions related to Uno Dos Tres. Here they are! All 100 of them:

Diez negritos se fueron a cenar; uno se asfixió y quedaron nueve. Nueve negritos estuvieron despiertos hasta muy tarde; uno se quedó dormido y entonces quedaron ocho. Ocho negritos viajaron por Devon; uno dijo que se quedaría allí y quedaron siete. Siete negritos cortaron leña; uno se cortó en dos y quedaron seis. Seis negritos jugaron con una colmena; una abeja picó a uno de ellos y quedaron cinco. Cinco negritos estudiaron Derecho; uno se hizo magistrado y quedaron cuatro. Cuatro negritos fueron al mar; un arenque rojo se tragó a uno y quedaron tres. Tres negritos pasearon por el zoo; un gran oso atacó a uno y quedaron dos. Dos negritos se sentaron al sol; uno de ellos se tostó y sólo quedó uno. Un negrito quedó sólo; se ahorcó y no quedó… ¡ninguno!
Agatha Christie (And Then There Were None)
—No hice un pastel —repitió Alec, gesticulando expresivamente con una mano—, por tres razones. Uno, porque no tengo ningún ingrediente para hacer el pastel. Dos, porque yo en realidad no sé cómo hacer un pastel. Hizo una pausa, claramente esperando. Removiendo su espada e inclinándose contra la pared de la cueva, Jace dijo con cautela: —¿Y tres? —Porque no soy tu zorra —respondió Alec, claramente complacido consigo mismo.
Cassandra Clare (City of Heavenly Fire (The Mortal Instruments, #6))
Quizas te sorprenda que me acuerde con tanto detalle de ese dia, de esas horas (...) A mi tambien me sorprende. Solo recordamos con tanta precision los dias marcados por algun acontecimiento historico del que hemos sido testigos, o por la muerte de algun familiar muy querido. Al hablar de un dia asi damos importancia capital a los detalles mas insignificantes; decimos: era martes, la una y media de la tarde, veintiocho de octubre; o bien: yo me encontraba en un rincon, alrededor de las dos y media llego el medico, unos minutos antes de las tres el enfermo pidio una limonada y, cuando murio, el reloj marcaba exactamente las tres y cuatro minutos. Los detalles no tienen ningun sentido en si, pero continuamos arrastrando su recuerdoa una escala exagerada. No hay otra forma de entender..., asi que nos agarramos a los desechos del mundo real, pues lo ocurrido es tan incomprensible que necesitamos algunos puntos de apoyo para no perder el equilibrio.
Sándor Márai (Divorce à Buda)
Escúchame ahora. Coge esta carta. Recorta las líneas. Reordénalas colocando la sección uno junto a la sección tres y la sección dos junto a la sección cuatro. Luego léelas en voz alta y oirás Mi Voz. ¿La voz de quién? Escucha. Recorta y reordena siguiendo cualquier combinación. Lee en voz alta. No puedo por menos que oírte. No lo pienses. No teorices. Pruébalo.
William S. Burroughs (The Yage Letters)
¿Os dais cuenta cabal de la cadena de crímenes tramados por la nena? Crimen número uno: la acusada comete allanamiento de morada. Crimen número dos: el personaje se queda con tres platos de potaje. Crimen número tres: la muy cochina destroza una sillita isabelina. Crimen número cuatro: va la dama y se limpia los zapatos en la cama... Un juez no dudaría ni un instante: «¡Diez años de presidio a esa tunante!». Pero en la historia, tal como se cuenta, la miserable escapa tan contenta mientras los niños gritan, encantados: «¡Qué bien; Ricitos de oro se ha salvado!».
Roald Dahl (Revolting Rhymes)
Se estuvieron mirando de ventana a ventana, de cuarto a segundo, durante tres minutos. Prueba ahora a contar hasta ciento ochenta. Uno dos tres cuatro cinco seis siete ocho nueve diez once doce trece catorce quince dieciséis diecisiete dieciocho diecinueve veinte... En tres minutos sobra tiempo para enamorarse.
Begoña Oro (Pomelo y limón)
Los Pilotos tienen un concepto muy exagerado de su propia importancia, pensó D'mahl. ¿Y en qué los convierte eso? - Tres... dos... uno... En seres humanos.
Norman Spinrad (Riding the Torch)
Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto.
Casiodoro de Reina (Reina Valera 1960)
Inhale. One, two, three, four, five, six, seven, eight, nine, ten. Exhale. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez. Inhale. Un, deux, trois, quatre, cinq, six, sept, huit, neuf, dix. Exhale.
N.R. Walker (Sixty Five Hours (Sixty Five Hours #1))
¿Y el amor de pareja? Pues ese amor no es uno sino dos, como los seres a los cuales vincula (a veces vincula a tres, pero ese es ya otro tema). El amor de pareja es un fenómeno o de la bioquímica y, por supuesto, lo menos humano de todo lo que siente el ser humano.
Josefina Barrón (Malabares en taco aguja)
Vi los años de mi vida dispuestos a lo largo de una carretera como postes telefónicos, unidos por medio de alambres. Conté uno, dos, tres... diecinueve postes telefonicos y luego los alambres pendían en el espacio y por mucho que lo intentara no podía ver un solo poste más después del decimonoveno.
Sylvia Plath (La campana de cristal (The Bell Jar): Una nueva traducción al español (Spanish Edition))
Debía comprarse unos zapatos nuevos, pagar al zapatero unas punteras que le había puesto hacía tiempo a unas botas viejas; además, era preciso encargarle a la costurera tres camisas y dos de esas prendas cuyo nombre sería indecoroso imprimir en letras de molde; en definitiva, había dispuesto ya de todo ese dinero.
Nikolai Gogol
Por ella, en recuerdo de sus cuentos de brujas que tan feliz me hicieron, puse a mi perra bruja. ... Me la regalo un amigo, Miguel Ángel, y me jodió la vida porque lo que tenía que ser para siempre resultó efímero. Buda ya lo dijo: el que tiene tres amores, tendrá tres dolores; el que tiene dos, dos; y el que tiene uno, uno. Mejor no tener ninguno.
Fernando Vallejo
ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS. 38Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha, y otro a la izquierda. 39Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza, 40y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz. 41De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los
Anonymous (Santa Biblia (Reina Valera 1960 RV60) Con índice activo por cada libro (Spanish Edition))
Este señor se compone sólo de letras. De muchísimas letras, se entiende, de un número astronómico de letras, pero al fin y al cabo sólo de letras. Aquí está su amiga. Es, como se ve, de carne y hueso. ¡Y de qué carne! Da gusto verla, ¡y no digamos tocarla! Los dos van ahora juntos a la feria. En la góndola y la noria todo va bien todavía. Pero luego llegan a una caseta de tiro al blanco; un tiro al blanco un poco extraño, esa es la verdad. ¡Pruébate a ti mismo!, puede leerse en grandes letras en la parte de arriba. Y más abajo figuran las reglas. Sólo son tres: 1. Cada tiro es un blanco garantizado. 2. Por cada blanco, un tiro gratis. 3. El primer tiro es gratuito. El señor que rodea con el brazo la cintura de su amiga estudia atentamente el letrero. Quiere seguir su camino rápidamente, pero ella insiste en que haga uso de la ventajosa oferta. Quiere ver de lo que es capaz. Pero el señor no quiere. -¿Pero por qué no, cariño? ¿Qué tiene de malo? Tiene de malo que hay que disparar sobre un blanco bastante insólito, sobre uno mismo, es decir, sobre la propia imagen reflejada en un espejo de metal. Y el señor de letras no se siente en absoluto lo bastante real para distinguir de una manera tan arriesgada entre sí y su imagen reflejada. -¡O disparas -dice la amiga, por fin, furiosa-, o te dejo! El sacude la cabeza. Entonces ella se va con otro, un carnicero que entiende de carnes y huesos. El señor se queda solo y la sigue con la mirada. Cuando desaparece de su vista en el gentío, él se deshace lentamente en un pequeño montón de diminutas minúsculas y mayúsculas que la multitud pisotea al pasar. La verdad es que para eso podría hacer disparado, ¿verdad?
Michael Ende (El espejo en el espejo)
Mi región ofrece gran número de paseos espléndidos; y aunque durante muchos años he caminado prácticamente cada día, y a veces durante varios días, aún no los he agotado. Un panorama completamente nuevo me hace muy feliz, y sigo encontrando uno cada tarde. Dos o tres horas de camino me llevan a una zona tan desconocida como siempre espero. Una granja solitaria que no haya visto antes resulta a veces tan magnífica como los dominios del rey de Dahomey.
Henry David Thoreau (Caminar (Spanish Edition))
—Los tres son sobre todo unos hijos de papá —empieza en un tono distinto, como si acabara de enfundarse un disfraz—. Unos hijos de puta también, desde luego, pero sobre todo unos hijos de papá. Nacieron así y se morirán así... La gente rica es de otra especie. ¿Nunca has oído decir eso? Bueno, pues es la verdad. Te lo digo yo. El mundo se divide en dos clases de personas: los ricos y todos los demás, incluidos aquellos que aspiran a ser ricos, que son la mayoría. Aquí donde me tienes, yo fui uno de ellos.
Javier Cercas (Independencia)
habiendo algunos fanáticos en el valle de Shah-i-Kot, en la provincia de Paktia. Una vez más la información era inexacta: no eran un puñado, sino centenares. Al ser afganos los talibanes derrotados, tenían a donde ir: sus aldeas y pueblos natales. Allí podían escabullirse sin dejar rastro. Pero los miembros de Al Qaeda eran árabes, uzbekos y, los más feroces de todos, chechenos. No hablaban pastún y la gente del pueblo afgano los odiaba, de manera que solo podían rendirse o morir peleando. Casi todos eligieron esto último. El mando estadounidense reaccionó al chivatazo con un plan a pequeña escala, la operación Anaconda, que fue asignada a los SEAL de la Armada. Tres enormes Chinook repletos de efectivos despegaron rumbo al valle, que se suponía vacío de combatientes. El helicóptero que iba en cabeza se disponía a tomar tierra, con el morro levantado y la cola baja, la rampa abierta por detrás y a solo un par de metros del suelo, cuando los emboscados de Al Qaeda dieron el primer aviso. Un lanzagranadas hizo fuego. Estaba tan cerca que el proyectil atravesó el fuselaje del helicóptero sin explotar. No había tenido tiempo de cargarse, así que lo único que hizo fue entrar por un costado y salir por el otro sin tocar a nadie, dejando un par de boquetes simétricos. Pero lo que sí hizo daño fue el incesante fuego de ametralladora desde el nido situado entre las rocas salpicadas de nieve. Tampoco hirió a nadie de a bordo, pero destrozó los controles del aparato al horadar la cubierta de vuelo. Gracias a la habilidad y la genialidad del piloto, pocos minutos después el moribundo Chinook ganaba altura y recorría cuatro kilómetros hasta encontrar un sitio más seguro donde proceder a un aterrizaje forzoso. Los otros dos helicópteros se retiraron también. Pero un SEAL, el suboficial Neil Roberts, que se había desenganchado de su cable de amarre, resbaló en un charquito de fluido hidráulico y cayó a tierra. Resultó ileso, pero inmediatamente fue rodeado por miembros de Al Qaeda. Los SEAL jamás abandonan a uno de los suyos, esté vivo o muerto. Poco después de aterrizar regresaron en busca de Roberts, al tiempo que pedían refuerzos por radio. Había empezado la batalla de Shah-i-Kot. Duró cuatro días, y se saldó con la muerte del suboficial Neil Roberts y otros seis estadounidenses. Había tres unidades lo bastante cerca como para acudir a la llamada: un pelotón de SBS británicos por un lado y la unidad de la SAD por el otro; pero el grupo más numeroso era un batallón del 75 Regimiento de Rangers. Hacía un frío endemoniado, estaban a muchos grados bajo cero. La nieve, empujada por el viento incesante, se clavaba en los ojos. Nadie entendía cómo los árabes habían podido sobrevivir en aquellas montañas; pero el caso era que allí estaban, y dispuestos a morir hasta el último hombre. Ellos no hacían prisioneros ni esperaban serlo tampoco. Según testigos presenciales, salieron de hendiduras en las rocas, de grutas invisibles y nidos de ametralladoras ocultos. Cualquier veterano puede confirmar que toda batalla degenera rápidamente en un caos, y en Shah-i-Kot eso sucedió más rápido que nunca. Las unidades se separaron de su contingente, los soldados de sus unidades. Kit Carson se encontró de repente a solas en medio de la ventisca. Vio a otro estadounidense (pudo identificarlo por lo que llevaba en la cabeza: casco, no turbante) también solo, a unos cuarenta metros. Un hombre vestido con túnica surgió del suelo y disparó contra el soldado con su lanzagranadas. Esa vez la granada sí estalló; no dio en el blanco sino que explotó a los pies del soldado.
Frederick Forsyth (La lista)
Hasta que lo viví en carne propia, siempre me pareció incomprensible que las parejas despellejadas por una convivencia desdichada no eligieran separarse. Nada parece más lógico y natural que sacudirse el yugo para respirar libre de nuevo. Y, sin embargo, muchas veces no se hace. En nuestro caso, transcurrieron cinco años, cinco meses y dos días entre el uno de octubre de 1997, fecha de mi resurrección, y la tarde del tres de marzo de 2003, cuando, ante la barra de un bar, vino rosado tú y café negro yo, surgieron de mi boca las palabras que tanto tiempo llevábamos temiendo. Yo pronunciarlas, tú escucharlas. —Debemos separarnos
Fernando Marías (Arde este libro)
La luz de la esperanza comienza hoy, cuando La Elegida ha nacido a la luz del sol. Es linda, es hermosa, como una flor, pero su belleza se entorpece, al pasar por mucho dolor. Su vida crece, su vida madura, pero no sabe que es el empiece, de su gran aventura. Alta es la traición que se comete, pues la nobleza se entromete, en la que un brujo ablandará, el corazón que ella le brindará. Pero la felicidad no perdura siempre, pues otro miedo pasa por su mente, y no sólo eso, también terribles recuerdos llegan, cuando delante de ella pasa La Muerte. Un obstáculo más, un obstáculo menos, ¿qué mas da, si es la más fuerte? Pero, ¿de dónde viene la fuerza, sino de su rival? Su propia sangre la traicionará, una vez, tal vez dos, pero luego decubrirá su mortal error, pagando así su equivocación. Fuerzas más ya no le quedan, cuando descubre la triste realidad: las personas que llenaban su corazón, una vez que se van, ya no han de regresar. Y eso se lo demuestran una vez más, cuando su verdadero amor le ha de abandonar, por el hecho de que su misma sangre lo destruirá. La Elegida sufrirá mucho más que cualquier ser, pues la tristeza y el abandono la han de poseer. En tres años, ni uno más, será cuando su amante se le dará una segunda oportunidad, la que por fin terminará, la misión que en un principio se le encomendó. Pero un problema se presentará, pues su corazón no la reconocerá, así que su sangre la ayudará, a terminar lo que empezó, a seguirel camino del que una vez se fió, y a tener dos almas más en su vida ermitaña de las cuales se percató. El bien y el mal, pelean una vez más, entre la luz y la oscuridad. Pero, que quede claro, sólo alguien puede terminar la pelea encarnizada para que todo llegue a su fin. A quien la Elegida entregó su alma, será el único que destruirá al demonio que se encuentra dentro de cada pecado, de cada mal. Y una vez más trinfará, el bien sobre el mal. La Elegida reinará, como noble, con bondad, como ella es en realidad.
Yolanda Chapa (Lani, la princesa gitana)
Si de algo estoy convencido gracias a mi experiencia como alemán es de eso. Rathenau y Hitler fueron las dos presencias que lograron estimular al máximo la imaginación de la masa alemana: uno gracias a su increíble cultura y otro gracias a su increíble maldad. Ambos, y esto es lo decisivo, procedían de regiones inaccesibles, de algún «más allá». El uno del ámbito de la máxima espiritualidad, donde las culturas de tres milenios y dos hemisferios celebran su simposio; el otro de una jungla situada muy por debajo del nivel de la peor literatura más reciente, de un submundo en el que emergen demonios a partir del olor rancio fermentado en los cuartos interiores de pequeños burgueses, en los asilos de mendigos, en las letrinas cuarteleras y en los patios de ejecución.
Sebastian Haffner (Historia de un alemán (Áncora & Delfín) (Spanish Edition))
Gran idea la del padre del Monarca, el difunto Nikolay Platónovich, cuando decretó liquidar todos los supermercados foráneos y sustituidos por los quioscos rusos. Y que cada uno tuviera dos variedades de cada artículo para que el pueblo pudiera elegir. Sabia y profunda medida. Es mejor para la paz de espíritu de este pueblo de Dios elegir entre dos y no entre tres o treinta y tres. Eligiendo entre dos, nuestras santas gentes no sólo evitan las cuitas del alma, los innecesarios ajetreos de la duda y el deseo, sino que se reafirman en los valores permanentes, en las costumbres asentadas, disipando la inquietud de un mañana mudable y caprichoso, y acompasado de esta suerte lo que necesitan con lo que tienen a su alcance, quedan conformes. ¿Qué mejor garantía para afrontar cualquier reto que un pueblo satisfecho?
Vladimir Sorokin (Day of the Oprichnik)
Unos científicos 6 analizaron con detalle esa base de datos electrónica para comparar la crianza de los niños en 60 cul- turas humanas (por desgracia, la información es incompleta, y en muchos casos no se dispone de los datos necesarios). En 25 de las 29 culturas para las que se conocía este dato, los niños dormían con la madre o con ambos padres. En 30 de 30 eran transportados a espaldas de su madre. En ninguna, entre las 27 en que constaba el dato, dormía el bebé por la noche en una habitación separada, y sólo en una de 24 esta- ba en una habitación separada durante el día. En 28 de 29 culturas, el lactante estaba constantemente con otra persona o vigilado. En 48 de 48 se amamantaba a los niños siempre a demanda. En 35 casos había datos sobre la edad habitual del destete: antes del año en dos culturas; entre un año y dos en siete, entre dos y tres en catorce, y más de tres años en doce.
Anonymous
Todo Estado encierra tres clases distintas, los ciudadanos muy ricos, los ciudadanos muy pobres y los ciudadanos acomodados, cuya posición ocupa un término medio entre aquellos dos extremos. Puesto que se admite que la moderación y el medio es en todas las cosas lo mejor; se sigue evidentemente, que en materia de fortuna, una propiedad mediana será también la más conveniente de todas. Ésta, en efecto, sabe mejor que ninguna otra someterse a los preceptos de la razón, a los cuales se da oídos con gran dificultad, cuando se goza de alguna ventaja extraordinaria en belleza, en fuerza, en nacimiento o en riqueza; o cuando es uno extremadamente débil, oscuro o pobre. En el primer caso, el orgullo, que da una posición tan brillante, arrastra a los hombres a cometer los mayores atentados; en el segundo, la perversidad se inclina del lado de los delitos particulares; los crímenes no se cometen jamás sino por orgullo o por perversidad.
Aristotle (La Política)
No es que sea malvada, es que sencillamente no veo el tsunami que está a punto de arrastrar mi vida porque yo misma soy el tsunami. Y Bebé rock está tan enamorado del tsunami que intenta a toda costa contenerlo y su amor es tan magnánimo que lo logra por momentos. Luego vuelvo a coger impulso y quiero arrasar con todo, y él buenamente se interpone de barrera y me contiene y se ahoga conmigo a veces, tanto en mi tormenta como en el alcohol. La única manera de sobrevivir a un tsunami es estando borrachos la mayoría del tiempo. Nos enfrascamos en una relación en la que todo es euforia de noche, drama de madrugada y reconciliación y guayabo de día. Y así atravesamos uno, dos, tres años: Bebé rock conteniéndome, yo emborrachándome, y siéndole infiel porque en el fondo sé que su primer amor es su mamá y que la relación de codependencia con ella es mucho más fuerte que la que tiene conmigo, razón por la cual nunca voy a poder tenerlo solo para mí
Margarita Posada Jaramillo (Las muertes chiquitas)
Unos meses más tarde, tiene lugar otra borrachera histórica, la que reunió en secreto, en un pabellón de caza del bosque de Bieloviéjskaia, al presidente ruso Yeltsin, al presidente ucraniano Kravchuk y al presidente bielorruso Shushkiévich. Yeltsin ha abandonado Moscú sin decir a Gorbachov nada de lo que pensaba hacer, no han preparado nada, ninguno de los tres conspiradores tiene la menor idea de lo que son una federación o una confederación. Lo único que se repiten, en la sauna, soplando buenas dosis de vodka, es que sus tres repúblicas crearon la Unión en 1922 y que ello les da derecho a disolverlas. Yeltsin está tan borracho que los otros dos tienen que llevarle a la cama y, justo antes de desplomarse, llama a George Bush (padre) para darle la primicia: «George, nos hemos puesto de acuerdo con los compañeros. La Unión Soviética ya no existe.» Para que la humillación sea completa, el cometido de informar a Gorbachov recae en el más insignificante de la troika, Shushkiévich, quien asegura que Gorbachov, espantado, le habría respondido: «¿Y qué pasa conmigo?»
Emmanuel Carrère (Limonov)
— Anda, hijo —replicó don Quijote—, y no te turbes cuando te vieres ante la luz del sol de hermosura que vas a buscar. ¡Dichoso tú sobre todos los escuderos del mundo! Ten memoria, y no se te pase della cómo te recibe: si muda las colores el tiempo que la estuvieres dando mi embajada; si se desasosiega y turba oyendo mi nombre; si no cabe en la almohada, si acaso la hallas sentada en el estrado rico de su autoridad; y si está en pie, mírala si se pone ahora sobre el uno, ahora sobre el otro pie; si te repite la respuesta que te diere dos o tres veces; si la muda de blanda en áspera, de aceda en amorosa; si levanta la mano al cabello para componerle, aunque no esté desordenado; finalmente, hijo, mira todas sus acciones y movimientos; porque si tú me los relatares como ellos fueron, sacaré yo lo que ella tiene escondido en lo secreto de su corazón acerca de lo que al fecho de mis amores toca; que has de saber, Sancho, si no lo sabes, que entre los amantes, las acciones y movimientos exteriores que muestran, cuando de sus amores se trata, son certísimos correos que traen las nuevas de lo que allá en lo interior del alma pasa. Ve, amigo, y guíete otra mejor ventura que la mía, y vuélvate otro mejor suceso del que yo quedo temiendo y esperando en esta amarga soledad en que me dejas.
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote de la Mancha (Spanish Edition))
Esto ha ido ocurriendo también con las capacidades físicas, como el espacio para orientarse y navegar. La gente pide a Google que la guíe cuando conduce. Cuando llega a una intersección, su instinto puede decirle: «Gira a la izquierda», pero Google Maps le dice: «Gire a la derecha». Al principio hacen caso a su instinto, giran a la izquierda, quedan atascados en un embotellamiento de tráfico y no llegan a tiempo a una reunión importante. La próxima vez harán caso a Google, girarán a la derecha y llegarán a tiempo. Aprenden por experiencia a confiar en Google. Al cabo de uno o dos años, se basan a ciegas en lo que les dice Google Maps, y si el teléfono inteligente falla, se encuentran completamente perdidos. En marzo de 2012, tres turistas japoneses que viajaban por Australia decidieron realizar una excursión de un día a una pequeña isla situada lejos de la costa, y acabaron con su coche dentro del océano Pacífico. La conductora, Yuzu Noda, de veintiún años, dijo después que no había hecho más que seguir las instrucciones del GPS: «Nos dijo que podríamos conducir hasta allí. No dejaba de decir que nos llevaría a una carretera. Quedamos atrapados».[12] En varios incidentes parecidos, los conductores acabaron dentro de un lago, o cayeron desde lo alto de un puente demolido, aparentemente por haber seguido las instrucciones del GPS.[13] La capacidad de orientarse es como un músculo: o lo usas o lo pierdes.[14]
Yuval Noah Harari (21 lecciones para el siglo XXI)
Son muchos mis compañeros de profesión (quiero decir, mis compañeros de profesión novelística) que consideran a Galdós su maestro. Pero entendámonos, porque aquí siempre es difícil entenderse y todo se presta a malentendidos porque aquí todo el mundo piensa siempre automáticamente lo peor de todo el mundo, lo peor que puede pensarse y de la forma más retorcida y negativa posible y basándose siempre en la presuposición de que el otro no sabe, o es facha, o es tonto, o es un hipócrita, o dice lo que dice para joder, o para medrar, o para hacerse el gracioso, o para pagar una deuda secreta con quién sabe quién, presuponiendo siempre que hay motivos secretos, programas escondidos, conspiraciones, quién sabe qué, entendámonos, todos admiramos a Galdós, y yo también, y yo también considero que es un genio, y conozco, CONOZCO sus méritos, cojones, soy licenciado en filología hispánica y he leído a Galdós, mucho, mucho, no todo pero sí mucho, he tenido delante de mí a Domingo Ynduráin diciéndonos, cuando alguien le preguntó qué novelas de Galdós debíamos leer, diciéndonos: “¿cuántas novelas cree que podrá leer?”, añadiendo a continuación que, como es lógico, debíamos leerlas TODAS (yo no he leído todas), sí, soy bien consciente de la enorme importancia de Galdós, de su genio, de su habilidad como novelista (aunque eso de que es “mejor” que Dickens siempre me ha parecido una majadería) y, más aún, de lo MODERNO de su lenguaje y también, cielos, de su IMPORTANCIA como creador del moderno cursus de la novela en español y creador de la nada del estilo de los diálogos, innovaciones todavía hoy asombrosas. Y dicho esto: ¿cómo, cómo, cómo es posible considerar a Galdós el maestro, el epítome, el modelo? Galdós, del que he dicho ya suficientes maravillas, tiene sin embargo dos graves inconvenientes. El primero es quemurió en 1920. El segundo, que nació en 1843. Mil Ochocientos Cuarenta y Tres. ¡Claro!, me dice el listillo (que abunda), ¡y Cervantes nació en 1547! ¡Si nos ponemos así! Galdós no, por favor. Galdós no. Galdós no puede ser el modelo literario de nadie a no ser que uno sea muy muy muy muy muy muy muy muy muy viejo y no haya visto, oído ni leído nada interesante en todos los terrenos del arte y de las letras desde que nació. A no ser que todos los libros, películas, obras musicales, obras de teatro, espectáculos, muestras de todas las artes en todos los estilos, formatos, medios y todos los acontecimientos del mundo de la cultura, de la creación artística, de la especulación científica y filosófica con las que ha entrado en contacto a lo largo de toda su existencia, una existencia (he de añadir) llena de estímulos, de innovaciones, de medios nuevos, imágenes nuevas, lenguajes nuevos, sueños nuevos, pesadillas nuevas, descubrimientos, inventos, avances, retrocesos, avances, saltos cuánticos, cambios de paradigma, en combinaciones inesperadas y a menudo fascinantes de retro hiper post trans poli plus meta archi, si todo eso TODO eso no ha significado nada para esa persona, si todo lo que ha vivido en toda su existencia desde el momento de su nacimiento ha significado lo mismo que 0 + 0 = 0, sólo en ese caso Galdós puede ser su modelo en el año 2013 del siglo XXI. Galdós no, hombre, no. No jodas, tío. Galdós.
Andrés Ibáñez
He aquí algo sobre el honor de los poetas. Yo tenía diecisiete años y unos deseos irrefrenables de ser escritor. Me preparé. Pero no me quedé quieto mientras me preparaba, pues comprendí que si así lo hacía no triunfaría jamás. Disciplina y un cierto encanto dúctil, ésas son las claves para llegar a donde uno se proponga. Disciplina: escribir cada mañana no menos de seis horas. Escribir cada mañana y corregir por las tardes y leer como un poseso por las noches. Encanto, o encanto dúctil: visitar a los escritores en sus residencias o abordarlos en las presentaciones de libros y decirles a cada uno justo aquello que quiere oír. Aquello que quiere oír desesperadamente. Y tener paciencia, pues no siempre funciona. Hay cabrones que te dan una palmadita en la espalda y luego si te he visto no me acuerdo. Hay cabrones duros y crueles y mezquinos. Pero no todos son así. Es necesario tener paciencia y buscar. Los mejores son los homosexuales, pero, ojo, es necesario saber en qué momento detenerse, es necesario saber con precisión qué es lo que no uno quiere, de lo contrario puedes acabar enculado de balde por cualquier viejo maricón de izquierda. Con las mujeres ocurre tres cuartas partes de lo mismo: las escritoras españolas que pueden echarte un cable suelen ser mayores y feas y el sacrificio a veces no vale la pena. Los mejores son los heterosexuales ya entrados en la cincuentena o en el umbral de la ancianidad. En cualquier caso: es ineludible acercarse a ellos. Es ineludible cultivar un huerto a la sombra de sus rencores y resentimientos. Por supuesto, hay que empollar sus obras completas. Hay que citarlos dos o tres veces en cada conversación. ¡Hay que citarlos sin descanso! Un consejo: no criticar nunca a los amigos del maestro. Los amigos del maestro son sagrados y una observación a destiempo puede torcer el rumbo del destino. Un consejo: es preceptivo abominar y despacharse a gusto contra los novelistas extranjeros, sobre todo si son norteamericanos, franceses o ingleses. Los escritores españoles odian a sus contemporáneos de otras lenguas y publicar una reseña negativa de uno de ellos será siempre bien recibida. Y callar y estar al acecho. Y delimitar las áreas de trabajo. Por la mañana escribir, por la tarde corregir, por las noches leer y en las horas muertas ejercer la diplomacia, el disimulo, el encanto dúctil. A los diecisiete años quería ser escritor. A los veinte publiqué mi primer libro. Ahora tengo veinticuatro y en ocasiones, cuando miro hacia atrás, algo semejante al vértigo se instala en mi cerebro. He recorrido un largo camino, he publicado cuatro libros y vivo holgadamente de la literatura (aunque si he de ser sincero, nunca necesité mucho para vivir, sólo una mesa, un ordenador y libros). Tengo una colaboración semanal con un periódico de derechas de Madrid. Ahora pontifico y suelto tacos y le enmiendo la plana (pero sin pasarme) a algunos políticos. Los jóvenes que quieren hacer una carrera como escritor ven en mí un ejemplo a seguir. Algunos dicen que soy la versión mejorada de Aurelio Baca. No lo sé. (A los dos nos duele España, aunque creo que por el momento a él le duele más que a mí). Puede que lo digan sinceramente, pero puede que lo digan para que me confíe y afloje. Si es por esto último no les voy a dar el gusto: sigo trabajando con el mismo tesón que antes, sigo produciendo, sigo cuidando con mimo mis amistades. Aún no he cumplido los treinta y el futuro se abre como una rosa, una rosa perfecta, perfumada, única. Lo que empieza como comedia acaba como marcha triunfal, ¿no?
Roberto Bolaño (The Savage Detectives)
Se vieron el sábado siguiente y todos los demás sábados de otoño, con Ferguson desplazándose en autobús desde Nueva Jersey hasta la terminal de Port Authority y cogiendo luego la línea IRT del metro hasta la calle Setenta y dos Oeste, donde se apeaba para luego caminar tres manzanas en dirección norte y otras dos en dirección oeste hasta el piso de los Schneiderman en Riverside Drive esquina con la Setenta y cinco, apartamento 4B, que se había convertido en la dirección más importante de la ciudad de Nueva York. Salidas a diversos sitios, casi siempre los dos solos, de vez en cuando con amigos de Amy, cine extranjero en el Thalia de Broadway esquina con la calle Noventa y cinco, Godard, Kurosawa, Fellini, visitas al Met, al Frick, al Museo de Arte Moderno, los Knicks en el Garden, Bach en el Carnegie Hall, Beckett, Pinter y Ionesco en pequeños teatros del Village, todo muy cerca y a mano, y Amy siempre sabía adónde ir y qué hacer, la princesa guerrera de Manhattan le enseñaba cómo orientarse por la ciudad, que rápidamente llegó a convertirse en su ciudad también. No obstante, pese a todas las cosas que hacían y todo lo que veían, lo mejor de aquellos sábados era sentarse a charlar en las cafeterías, la primera serie de incesantes diálogos que continuarían durante años, conversaciones que a veces se convertían en feroces discusiones cuando sus puntos de vista diferían, la buena o mala película que acababan de ver, la acertada o desacertada idea política que uno de ellos acababa de expresar, pero a Ferguson no le importaba discutir con ella, no le interesaban las chicas facilonas, las pánfilas llenas de mohínes que sólo perseguían imaginarios ritos amorosos, eso era amor de verdad, complejo, hondo y lo bastante flexible para albergar la discordia apasionada, y cómo no podría amar a aquella chica, con su implacable y penetrante mirada y su risa inmensa, retumbante, la excitable e intrépida Amy Schneiderman, que un día iba a ser corresponsal de guerra, revolucionaria o doctora entregada a los pobres. Tenía dieciséis años, casi diecisiete. La pizarra vacía ya no lo estaba tanto, pero aún era lo bastante joven para saber que podía borrar las palabras ya escritas, suprimirlas y empezar de nuevo siempre que su espíritu la impulsara a ello.
Paul Auster (4 3 2 1 (Biblioteca Formentor) (Spanish Edition))
Al principio de este capítulo identificamos varias amenazas prácticas al liberalismo. La primera es que los humanos pueden volverse inútiles desde los puntos de vista militar y económico. Esto no es más que una posibilidad, desde luego, no una profecía. Dificultades técnicas u objeciones políticas podrían desacelerar la invasión algorítmica del mercado laboral. Alternativamente, puesto que gran parte de la mente humana es aún territorio inexplorado, no sabemos en verdad qué talentos ocultos pueden descubrir los humanos y qué nuevas profesiones podrían crear para sustituir las pérdidas. Sin embargo, quizá esto no sea suficiente para salvar el liberalismo, porque el liberalismo no solo cree en el valor de los seres humanos: también cree en el individualismo. La segunda amenaza a la que se enfrenta el liberalismo es que en el futuro, mientras el sistema todavía pudiera necesitar humanos, podría no necesitar individuos. Los humanos continuarán componiendo música, enseñando física e invirtiendo dinero, pero el sistema comprenderá a estos humanos mejor de lo que ellos mismos se comprenden y tomará por ellos la mayor parte de las decisiones importantes. Por lo tanto, el sistema privará a los individuos de su autoridad y de su libertad. La creencia liberal en el individualismo se fundamenta en tres supuestos importantes que ya comentamos anteriormente: 1. Yo soy un in-dividuo, es decir, poseo una esencia única que no puede dividirse en ninguna parte o subsistema. Es cierto que este núcleo interno está envuelto por muchas capas externas. Pero si hago el esfuerzo de retirar esas cortezas externas, encontraré en lo más profundo de mí una voz interior clara y única, que es mi yo auténtico. 2. Mi yo auténtico es completamente libre. 3. De estos dos supuestos se infiere que puedo conocer cosas acerca de mí que nadie más puede descubrir. Porque solo yo tengo acceso a mi espacio interior de libertad y solo yo puedo sentir los susurros de mi yo auténtico. Esta es la razón por la que el liberalismo concede al individuo tanta autoridad. No puedo confiar en nadie para que elija por mí, porque nadie puede saber quién soy yo en realidad, qué siento y qué deseo. Esto explica que el votante sea quien mejor sabe lo que le conviene, por qué el cliente siempre tiene la razón y por qué la belleza está en el ojo del espectador. Sin embargo, las ciencias de la vida desafían los tres supuestos. Según las ciencias de la vida: 1. Los organismos son algoritmos, y los humanos no son individuos: son «dividuos». Es decir, los humanos son un conjunto de muchos algoritmos diferentes que carecen de una voz interior o un yo únicos. 2. Los algoritmos que conforman un humano no son libres. Están modelados por los genes y las presiones ambientales, y toman decisiones, ya sea de manera determinista, ya sea al azar, pero no libremente. 3. De ahí se infiere que un algoritmo externo puede teóricamente conocerme mucho mejor de lo que yo nunca me conoceré. Un algoritmo que supervisa cada uno de los sistemas que componen mi cuerpo y mi cerebro puede saber exactamente quién soy, qué siento y qué deseo. Una vez desarrollado, dicho algoritmo puede sustituir al votante, al cliente y al espectador. Entonces el algoritmo será quien mejor sepa lo que le conviene, el algoritmo siempre tendrá la razón y la belleza estará en los cálculos del algoritmo.
Yuval Noah Harari (Homo Deus: Breve historia del mañana)
Caminaban un día de verano un pobre hombre, ya de buena edad, y una mujer con un muchacho de pocos años. Llevaban delante consigo un jumentillo, que servía de llevarles un poco de ropa que tenían: carga tan moderada y poca, que podía ir bien a la ligera. Acertó a pasar cerca dellos un caminante, y mirando a los tres que iban por el camino y el jumento desembarazado, algo enojado les dijo: «¿Hay tan poco saber de personas, que lleven ahí una bestia holgando y sin carga, y que una mujer, de su natural para poco, delicada y flaca, vaya a pie? Tened juicio, buen viejo, que yo os ayudaré; y suba en ese jumento esa buena mujer; que mejor irá en él que no reventando por las asperezas deste monte». Pareciole bien al casado lo que el pasajero le había dicho, y llegándose a una peña, hizo que su mujer fuese caballera, y los dos siguiéndola iban a pie. Poco anduvieron, cuando otro que venía por el mismo camino les salió al encuentro, y saludándoles, les dijo: «Harto mejor fuera, padre honrado, que un hombre como vos, de tantos días, que es milagro poderos tener en pie, fuera caballero y ocupara aquel animal, y no la mujer que llevais en él, pues las de su género de suyo son inclinadas a pasearse, y esta era ocasión en que pudiera sacar los pies de mal año, habiéndosela ofrecido de caminar a pie, y como buen bailador menearlos apriesa. Bajad, hermana, y suba ese buen viejo; que sus años y canas están pidiendo lo que yo os digo». A tan buenas razones obedeció la casada: apeose y subió su marido en el jumento, prosiguiendo su viaje, adonde de allí a poco rato encontraron unos caminantes, que, mirando al hombre caballero y a la mujer y mozuelo en seguimiento suyo, con muy grandes risadas empezaron a hacer burla dél, diciendo: «¡Salvaje! Apeaos y tened vergüenza: ¿no veis que va ese niño despeado, sin aliento y con tan grande calor, y que vos, tan grande como vuestro abuelo, sin reparar en nada, vais hecho una bestia, pudiendo andar harto mejor y con más descanso que ese pobrecito que os sigue?». Confuso el padre, bajó de su jumento, poniendo en él al hijuelo, y siguiéndole los dos casados, hasta que, viniendo nueva gente, le dijeron: «Subid en esa bestia con ese muchacho; que poca carga será, y la que lleva ahora es casi nada, y a ratos iréis mudando de personas, y no reventando en seguimiento de quien camina tan sin pesadumbre por verse holgado y con tan poco peso». Cuadrole al anciano el consejo que le daban, y poniendo al muchacho delante, subió el atrás, con ánimo que de allí a un rato bajaría él y podría ir caballera su mujer, y así, con algún descanso, mudándose, acabar su jornada. Mas durole poco su sosiego, porque, como viniesen otros pasajeros y viesen al padre y al hijuelo sobre el jumento, comenzaron a darles matraca, diciendo: «¡Buen año! ¿No veis? Dos van caballeros, y ¡con qué conciencia! Alquilado debe de ser el asnillo, pues a ser propio no lo hicieran con él de la suerte que vemos ni tan mal le trataran. ¡Hideputa, buen hombre, qué buen alma tiene! ¡Buena llegará la bestia a la posada! Apostaré que del gran cansancio no puede comer bocado. Bajad enhorabuena o en la otra, que buenos cuartos tenéis y cerca está el pueblo, y no quitéis la vida a ese jumento, siquiera porque es vuestro prójimo». Estas razones le dijeron al labrador, y conociendo entonces bien a la clara los varios pareceres y natural condición que guardan los hombres en materia de su gusto y opinión, vuelto a su mujer y al hijuelo, los dijo: «No hay que reparar en lo que pueden decir de nosotros; que el qué dirán de las gentes es bobería, si no es locura. Cada uno se acomode como pudiere y alargue el pie conforme a la sabana; que, si a mí me falta, el que dice o mormura ni lo da ni lo presta, y él se queda con su dicho y yo con lo que tengo entonces o me falta. Vase él a su casa dejándome a mí en la mía. Vámonos como pudiéremos con nuestro jumento, y diga lo que le agradare cada uno».
Jerónimo de Alcalá (El Donado Hablador: Alonso, Mozo De Muchos Amos (Spanish Edition))
La primera conversación telefónica, la que hizo Pelletier, empezó de manera difícil, aunque Espinoza esperaba esa llamada, como si a ambos les costara decirse lo que tarde o temprano iban a tener que decirse. Los veinte minutos iniciales tuvieron un tono trágico en donde la palabra destino se empleó diez veces y la palabra amistad veinticuatro. El nombre de Liz Norton se pronunció cincuenta veces, nueve de ellas en vano. La palabra París se dijo en siete ocasiones. Madrid, en ocho. La palabra amor se pronunció dos veces, una cada uno. La palabra horror se pronunció en seis ocasiones y la palabra felicidad en una (la empleó Espinoza). La palabra resolución se dijo en doce ocasiones. La palabra solipsismo en siete. La palabra eufemismo en diez. La palabra categoría, en singular y en plural, en nueve. La palabra estructuralismo en una (Pelletier). El término literatura norteamericana en tres. Las palabras cena y cenamos y desayuno y sándwich en diecinueve. La palabra ojos y manos y cabellera en catorce.
Roberto Bolaño (2666)
Paso uno: Ve a una escuela para aprender cómo ser un empleado. Paso dos: Encuentra una compañía que te contrate. Paso tres: Cambia de compañía por varias razones políticas y económicas, cada tres a cinco años, durante el curso de tu carrera. Paso cuatro: Date cuenta de que no puedes jubilarte de manera confortable después de 40 años, así que continuas trabajando.
Anonymous
4.13-16 Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza. No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio. Ocúpate en estas cosas; permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos. Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren. Aquí vienen las sesiones, el entrenamiento y la dieta. Por mucho ejercicio que hagas en un día o dos, no va a ser igual a que lo hagas todos los días, poquito pero constante; así sucede en la vida espiritual. No es importante cómo comienzas tu carrera cristiana, sino cómo la terminas, y para terminarla es importante la disciplina espiritual, la práctica espiritual y el gimnasio celestial. Hay tres cosas que hacer: la lectura de la Palabra de Dios, en privado y en público; la exhortación de unos a otros para ayudarnos cuando te ocupas de los demás, Cristo dice (Mateo 10.42) que un vaso de agua que tú des en su nombre no quedará sin recompensa, y esta no va a venir del pastor o de otra persona, sino del Señor, dice que el que recibe a un pequeñito recibe a Cristo; y por último y no menos importante, la enseñanza. Por otro lado, Dios ha puesto regalos para hacer en el nombre de Jesucristo, regalos que debes ejercitar, y los cuales te van a asegurar una vida eterna en el porvenir. Ten cuidado de tu conducta y de tu enseñanza. Persevera en todo ello. No importa tanto cómo comenzamos, sino cómo permanecemos en la carrera hacia la meta que es Jesús, para que esos músculos espirituales sean vistos por todos y que verdaderamente Cristo sea nuestra meta. Así que hay dos aspectos que no deben olvidarse: primero, cuida de ti mismo, de tu corazón; cuando meditas en la Palabra de Dios estás cuidando de ti mismo y es tu mejor contribución. Segundo, cuida a los que te oyen. Muchos van a dejar la cancha, pero tú vas a ser salvo y vas a estar en el equipo celestial de Cristo.
Hector Hermosillo (El aprendiz: 1 y 2 de Timoteo. Hoy (De lo celestial a lo terrenal) (Spanish Edition))
Una columna en el periódico, o un titular de portada, a veces influye más en el estado de ánimo de los jugadores que mi propia opinión. Así que tengo que ver qué titulares han sido publicados acerca de un jugador, y si tengo dos estrellas y hay tres titulares sobre uno de ellos, tendré que hablar con el jugador al que no le han dedicado ninguno.
Guillem Balagué (Pep Guardiola: Otra Manera de Ganar)
La despolarización comienza con uno, sigue con dos…, y luego son tres, pero educándolo de manera distinta hasta llegar a la verdadera libertad
G.G. Melies (ALGOCRACIA CUÁNTICA: Las conciencias muertas de Sagitario A* (Novela de Ciencia Ficción en español))
«Pelirroja Uno es especial porque se ha enfrentado a la muerte con mucha frecuencia con una profesionalidad consumada, pero ahora debe enfrentarse a una muerte sin diagnóstico. Pelirroja Dos es única porque está muy ansiosa por morir y ahora se enfrenta al hecho de que sus deseos más profundos se conviertan en realidad. Y pelirroja Tres es excepcional porque ha hecho tanto por desperdiciar su futuro que ahora tiene que enfrentarse al hecho de que otra persona le robe el poco futuro que le queda.»
John Katzenbach (Un final perfecto)
Al fin y al cabo, la mayordomía es llevar una vida en la que los dos mandamientos mayores, el amor a Dios y el amor a nuestro prójimo, son la motivación y la fuerza motriz de todo lo que hacemos.
John Mathews (Del egoísmo a la generosidad: Tres en uno - 1er Trimestre 2018 (Spanish Edition))
elaboración de aviones, de seis minutos cada uno. A planear cómo hacerlos se dedicará un minuto, tres a elaborarlos y probarlos y dos a revisar. En esta última fase, el equipo ve el modo de mejorar su procedimiento de elaboración de aviones. ¿Qué salió bien? ¿Qué salió mal? ¿El diseño debería cambiar? ¿En qué puede mejorar el procedimiento de elaboración? Finalmente, el equipo actúa. En el mundo de Deming, “actuar” significa cambiar la manera de trabajar con base en los resultados reales y las aportaciones reales del entorno. Esta estrategia es igual a la que siguió el robot de Brooks.
Jeff Sutherland (Scrum: El arte de hacer el doble de trabajo en la mitad de tiempo)
Recorre tres veces este ciclo y así hagas aviones de papel o naves espaciales, mejorarás, y mucho (trabajarás de dos a tres veces más rápido y con al menos el doble de calidad). El ciclo PDCA, una idea radical cuando Deming la transmitió a los japoneses, fue el medio que permitió a Toyota convertirse en la compañía automotriz número uno del mundo. Y
Jeff Sutherland (Scrum: El arte de hacer el doble de trabajo en la mitad de tiempo)
El tiempo y la mortandad en el adolescente El adolescente entra en una crisis de temporalidad, esto es, se le dificulta evaluar el tiempo, pues mezcla el tiempo infantil, que es muy limitado, con las nociones adultas de la temporalidad. Por eso, para el adolescente implica la contradicción entre la inmediatez o la postergación infinita; las urgencias son enormes y los retrasos son innecesarios, por eso estudiarán dos minutos antes del examen mientras que decidirán con tres meses de anticipación el vestido que se pondrán para la fiesta de graduación. Tienen un sentido de urgencia para resolver inmediatamente sus necesidades debido a que la dimensión del tiempo para ellos adquiere nuevas proporciones, y a que la tolerancia a la frustración es más pobre. La percepción y la distinción de lo temporal es una de las tareas más importantes de la adolescencia, para poder reconocer un pasado y formular proyectos para el futuro, y lograr a la vez la capacidad de espera y de elaboración.30 Con todas las dificultades que eso implica, dice Janin,31 quizás uno de los aspectos más importantes de la adolescencia sea la posibilidad de armar proyectos. Aunque quizás como proyecto de vida el adolescente decida elegir aquello que genere bienestar, la familia como referente nostálgico, por ejemplo. Asimismo, el adolescente carece de la noción de mortandad como proceso verdaderamente infinito e irreversible; por eso es más fácil imaginar las reacciones que podrían tener los demás ante su muerte, y ello lo hace más susceptible a la ideación suicida como una fantasía: “¿Quiénes irían a mi velorio? ¿Me extrañarían y se arrepentirían por haberme tratado mal?
Alexis Schreck Schuler (Misión imposible: cómo comunicarnos con los adolescentes (Spanish Edition))
Como me dijo Homi Kharas, de la Brookings Institution, uno de los más respetados especialistas en la nueva clase media mundial: «El tamaño de la clase media mundial se ha duplicado de alrededor de mil millones en 1980 a dos mil millones en 2012. Este segmento de la sociedad sigue creciendo muy deprisa y podría alcanzar los tres mil millones de aquí a 2020. Calculo que, para 2017, la clase media de Asia será más numerosa que las de Norteamérica y Europa juntas. Para 2021, si continúan las tendencias actuales, podría haber más de dos mil millones de asiáticos viviendo en hogares de clase media. Solo en China, podría haber más de seiscientos setenta millones de consumidores de clase media».5
Moisés Naím (El fin del poder)
Meditar antes de acostarme. «Hacia las once de la noche. Lo repetiré a diario y me llevará entre diez y quince minutos». Salir a patinar a diario. «Es algo que hago todos los días después de comer, hacia las dos y media. Le dedico una hora». Repasar los objetivos del día. «Lo haré cada mañana durante el desayuno. Hacia las siete y media. Serán unos tres o cuatro minutos».
Berto Pena (Superhábitos: Construye una Red de Hábitos duraderos que trabajen para ti (Spanish Edition))
El único con poder para derrotar al Señor de las Tinieblas se acerca... Nacido de los que lo han desafiado tres veces, vendrá al mundo al concluir el séptimo mes... Y el Señor de las Tinieblas lo señalará como su igual, pero él tendrá un poder que el Señor de las Tinieblas no conoce... Y uno de los dos deberá morir a manos del otro, pues ninguno de los dos podrá vivir mientras siga el otro con vida... El único con poder para derrotar al Señor de las Tinieblas nacerá al concluir el séptimo mes...
J.K. Rowling (Harry Potter and the Order of the Phoenix (Book 5 - Part 2))
—Vino la muerte a buscarme —suspira Villa—, pero se equivocó de hora. Los dos resucitados van a parar a una misma celda en la prisión de Tlatelolco. Conversando pasan los días y los meses. Magaña habla de Zapata y de su plan de reforma agraria y del presidente Madero, que se hace el sordo porque quiere quedar bien con los campesinos y con los terratenientes, montado en dos caballos a la vez. Un pequeño pizarrón y un par de libros llegan a la celda. Pancho Villa sabe leer personas, pero no letras. Magaña le enseña; y juntos van entrando, palabra por palabra, estocada tras estocada, en los castillos de Los tres mosqueteros. Después emprenden viaje por Don Quijote de La Mancha, locos caminos de la vieja España; y Pancho Villa, el feroz guerrero del desierto, acaricia las páginas con mano de amante. Magaña le cuenta: —Este libro… ¿Sabes? Lo escribió un preso. Uno como nosotros.
Eduardo Galeano (Memory of Fire: III: Century of the Wind: Part Three of a Trilogy)
—Vino la muerte a buscarme —suspira Villa—, pero se equivocó de hora. Los dos resucitados van a parar a una misma celda en la prisión de Tlatelolco. Conversando pasan los días y los meses. Magaña habla de Zapata y de su plan de reforma agraria y del presidente Madero, que se hace el sordo porque quiere quedar bien con los campesinos y con los terratenientes, montado en dos caballos a la vez. Un pequeño pizarrón y un par de libros llegan a la celda. Pancho Villa sabe leer personas, pero no letras. Magaña le enseña; y juntos van entrando, palabra por palabra, estocada tras estocada, en los castillos de Los tres mosqueteros. Después emprenden viaje por Don Quijote de La Mancha, locos caminos de la vieja España; y Pancho Villa, el feroz guerrero del desierto, acaricia las páginas con mano de amante. Magaña le cuenta: —Este libro… ¿Sabes? Lo escribió un preso. Uno como nosotros.
Eduardo Galeano (Memory of Fire: III: Century of the Wind: Part Three of a Trilogy)
El mundo se hunde pero nosotros seguimos buscando ese estado [el enamoramiento] en el que, uno: concedes a alguien todo el poder. Dos: le exiges que lo use para darte la absolución, para decirte que le gustas como eres, que todos tus errores y manías se disuelven en algo más grande, lo que tú eres en conjunto. Tres: eso que tú eres tiene que estar bien porque por algo le gusta no a cualquiera, sino a una persona increíble, magnífica. Por supuesto, no es que sepas que es magnífica, sino que has decidido que lo sea cuando te has enamorado.
Belén Gopegui (Existiríamos el mar)
Y pareciera que todos andamos esperando la primera lluvia para relajarnos, para decirle adiós al eterno verano y por fin asumir el año que recién comienza en marzo, cuando el país retoma su agenda de burócrata planificado, cuando de un dos por tres se pasa del febrero ocioso a las carreras por las tiendas buscando el uniforme escolar, porque los niños ahora crecen de pronto. Uno no se da ni cuenta y los pitufos te miran desde arriba, alegando por la ingeniosa ley que acorta las vacaciones y los mete de sopetón en el odiado primer día de clases. Ese latero reencuentro con la institución educadora, con esos profesores almidonados que les dan la bienvenida con la sonrisa chueca. Los profes que ahora son jóvenes, recién egresados de las universidades, que fuman pitos e igual odian dejar el carrete, los jeans y las zapatillas para entrar en su doble vida de impecables reformadores. Y quizás, ese es el único punto en que alumnos y profesores se encuentran realmente, planchando la ropa, ordenando papeles y cuadernos para comparecer en el bostezo ritual de la primera mañana escolar. Allí, alineados en el patio, separados por curso y género (porque se fomenta la fornicación adolescente, dicen los educadores). A esa hora de la mañana, tener que escuchar los interminables discursos de la directora, que con los ojos blancos, cacarea su oración por la santa patria, por el puro Chile que te educa para ser chileno (qué novedad), por las buenas costumbres, que por lo general son para los estudiantes chupamedias, que escuchan en primera fila con cara de santurrones el discurso de la señora. Mientras atrás, a puro pellizcón, los inspectores mantienen a raya a los desordenados, a los pailones de la última fila, los que no se cansan de joder con sus bromas y chistes picantes. Los que se tiran peos e inundan el ordenado aire de la mañana escolar con ese olor rebelde. Tal vez son los únicos que escuchan el discurso de la directora, los únicos que le ponen atención para imitarla, para remedarle su curso y mentirosa acogida. Y la escuchan porque la odian, porque saben que ella no los pasa, detesta su música, su ropa y sus peinados y su desfachatez de pararse en el mundo así. Y llega cada año con nuevos reglamentos e ideas y talleres lateros para que sus niños ocupen mejor el tiempo. Los estudiantes de la última fila saben que la directora nunca los pierde de vista. Y por cualquiera anotación pasarán por su oficina cabizbajos, escuchando el mismo sermoneo, la misma citación de apoderados, el mismo: «Hasta cuándo González. Hasta cuándo, Loyola. Hasta cuándo, Santibáñez. ¿Nunca se va a aburrir de hacer tanto desorden?». Y la verdad, los alumnos de la última fila seguirán con sus manotazos y pifias mientras la sagrada educación nacional no los represente. Mientras les alarguen la tortura de las clases hasta las cuatro de la tarde, ellos seguirán riéndose del tiempo extra que gasta el estado para domarlos. Si nadie les pregunto, si nadie les dijo a ellos, que son los únicos afectados. Y por eso los chicos andan a patadas con los bancos, escupiendo con rabia a espaldas del inspector que los manda a cortarse el pelo. Ese largo pelo que durante las vacaciones se lo lavaron y cuidaron como seda. Esa hermosa cascada de cabello que los péndex se sueltan femeninos cuando van a la disco. Tal vez lo único ganado de todas las revoluciones y muchas juveniles. Esa larga bandera de pelo que los chicos desatan clandestinamente y la educación se las arrebata de un zarpazo.
Pedro Lemebel (Zanjón de la Aguada)
Singular historia: pretendió saber que Judas lo señalaría con el dedo a gentes que le conocían muy bien desde hacía tiempo, y, aún sabiendo que Judas debía traicionarlo, no le previno. En fin, el pueblo empieza a gritar Barrabás, Barrabás, mueran los polis, abajo las sotanas y, crucificado entre dos chulos, uno de los cuales era chivato, exhala el último suspiro; las mujeres se revuelcan por el suelo aullando de dolor, un gallo canta y el trueno truena como de costumbre. Confortablemente instalado sobre su nube insignia, Dios padre, de la casa Dios padre hijo Espíritu Santo y Cía., lanza un inmenso suspiro de satisfacción; seguidamente dos o tres nubecillas subalternas estallan con obsequiosidad y Dios padre exclama: «Loado sea yo, bendita mi santa razón social, con mi bienamado hijo en la cruz, mi negocio está lanzado!»
Jacques Prévert
Siento un profundo rechazo a cualquier tipo de crítica artística o literaria; aumenta cuando se acerca a mi verdadero ámbito; me resulta insoportable cuando se esfuerza por ser fría y justa. Existe un ejemplo en la literatura inglesa actual, el poeta Eliot, con cuyos ensayos sobre poesía me topo de vez en cuando. Ni yo mismo acabo de comprender por qué me producen ese rechazo tan repentino y especial. No obstante, siempre aparece al cabo de una o dos páginas y, con tenso asco, atento a cada palabra que pueda acrecentarlo, termino de leer aquello que debería apartar, y días después todavía abrigo la sensación de encontrarme en una cámara de tortura fea y envejecida. En esos ensayos siempre se trata de una cuestión de lugar. Se acomete con objetividad la administración de los nombres, como un negocio bien meditado. ¿Merece este o aquel un lugar en la antología? ¿Ocupa mucho o poco espacio en ella? Se da entender claramente que, para empezar, los poetas viven de las antologías. Lo primero es el modesto resultado de alguna existencia plena y movida. Debe de ser un placer particular manejar a los muertos como bolos. Juzgar a los vivos ya es un empresa muy dudosa; más de uno preferiría que le arrancaran la lengua a usarla para pronunciar con ella una sentencia. Sin embargo, aparece alguien que no mueve ni un dedo por debajo del plano de los muertos. Coge a nueve o incluso más, preferentemente a algunos que lleven tiempo durmiendo en antologías, los coloca en su sitio y les lanza su bola de madera. Y luego explica con detalle por qué les dio precisamente a esos seis; describe a los derribados y aprueba con detenimiento su destino. Y honra con palabras contenidas a los tres que han quedado en pie. Porque, aunque su bola sea buena, sabe perfectamente que los tres le deben a él, y sólo a él, su posición; y le resultaría fácil agregarlos también a ellos a los muertos. Tal empresa es repelente por varios motivos: demuestra hasta qué punto este jugador de bolos no es aquello que finge ser, un poeta. Si lo fuera, ¿cómo podría ocuparse fríamente en la organización de la fama póstuma? ¿Cómo podría luchar por unas líneas en las antologías? Si sus manos tiraran con fuerza, iría a parar fuera de la bolera y perseguiría a hombres vivos y a dioses. Pero él está en mangas de camisa y mide los muertos que él mismo ha puesto y él mismo ha derribado. Si tuviera un corazón, no le latiría rítmicamente, como sería deseable. A decir verdad, se hizo poeta sólo porque le late menos que a otros y quiere compensar con claridad lo que en obsesión le falta. No obstante, si la claridad le importara de verdad, la dedicaría a descifrar este mundo real; pensaría en vez de limitarse a examinar, y en particular se avergonzaría de examinar siempre la fama póstuma sólo porque a él, personalmente, le interesa sobremanera. No piensa; hasta la claridad sólo es un instrumento para él. Entre los poseídos juega a ser el diáfano; entre los diáfanos, a ser el poseído. ¿Quién le tomaría a mal que saliera en pos de descubrimientos en el campo de las palabras? Sólo debería admitir su curiosidad; exponer él mismo el material; contentarse con lo que lo impresiona; alegrarse; enfadarse; asir, apartar; besar, comentar; y no instruir un juicio.
Elias Canetti (Il libro contro la morte)
Gente que sí Hay gente que te la hace fácil. Que te allana el camino. Que te corre las piedras que vos no viste porque estabas demorada en otro pantano. Gente que festeja tu sonrisa. Que te pone una manta porque, como tiene frío, se adelanta al tuyo. Gente que te escucha con el corazón y mirándote a los ojos. Gente a la que no le importa gastar un minuto en discutir algo que no le suma a ninguna de las dos partes. Es gente que te cuida. Te valora y te respeta, sobre todo cuando estás ausente. Gente que sí. Es gente que te quiere sin vueltas. Sin enrosques. Sin pase de facturas ni reproches. Gente que te elige por tu compañía. Por quien sos. Porque acepta tu herida y tu belleza. Gente buena. Que acompaña tu dolor sin cuestionarlo. Tus decisiones sin juzgarlas. Gente que vuela con tu vuelo y te recuerda los tres deseos que te tocan para tu cumpleaños. Gente que alimenta tu alma. Que se alegra por tu existencia. La celebra. Gente que sana, que cura, que salva. Esa gente se vuelve imprescindible. Le da sentido a tu mundo cuando de vez en cuando se te apaga. Esa gente es necesaria. Se la cuida como oro y uno tiene que valorarla cuando está, no cuando hace falta. Es gente que sí. A esa gente se la ama. Y punto.
Lorena Pronsky (Curame (Spanish Edition))
Para describir un objeto, una habilidad o una emoción, podemos emplear tres recursos: un adjetivo, una acertada metáfora o el propio desarrollo de la narración, que sin usar ninguno de los dos elementos anteriores consiga mostrar su objetivo. Pero cuidado: ¡debemos emplear solo uno de ellos! De
Instituto Cervantes (Escribir crear contar: Las claves para convertirse en escritor (Instituto Cervantes) (Spanish Edition))
1. LOS SOMBREROS En una mesa hay tres sombreros negros y dos blancos. Tres señores en fila india se ponen un sombrero al azar cada uno y sin mirar el color. Se le pregunta al tercero de la fila, que puede ver el color del sombrero del segundo y el primero, si puede decir el color de su sombrero, a lo que responde negativamente. Se le pregunta al segundo que ve solo el sombrero del primero y tampoco puede responder a la pregunta. Por último, el primero de la fila que no ve ningún sombrero responde acertadamente de qué color es el sombrero que tenía puesto. ¿Cuál es este color y cuál es la lógica que uso para saberlo?
M.S. Collins (75 fantásticos acertijos de lógica: Explicación y respuesta con un solo click (Spanish Edition))
Una vez visto mi modo de explicar el miedo que te tengo, podrías responder: «Tú afirmas que yo simplifico las cosas cuando te doy toda la culpa de la relación que tengo contigo, pero creo que tú, pese a tus aparentes esfuerzos, simplificas cuando menos tanto como yo y además lo haces de manera mucho más ventajosa para ti. En primer lugar, tú también rechazas cualquier culpa o responsabilidad de tu parte, en eso procedemos, pues, de la misma manera. Pero mientras que yo con toda sinceridad, tal y como lo pienso, te inculpo únicamente a ti, tú quieres ser al mismo tiempo “superlisto” y “superdelicado” absolviéndome también a mí de toda culpa. Esto último, obviamente, sólo lo consigues en apariencia (y eso es lo que quieres), y a pesar de toda tu “fraseología” sobre esencia y naturaleza y contraste y desvalimiento, lo que resulta entre líneas es que yo he sido en realidad el agresor, mientras que tú, todo lo que has hecho, lo hiciste en defensa propia. Con esa falta de sinceridad, ya habrías conseguido bastante, pues has demostrado tres cosas, primero que eres inocente, segundo que yo soy culpable, y tercero que tú, por pura magnanimidad, estás dispuesto no sólo a perdonarme sino incluso -lo que es más pero también menos a probar y hasta a creer -en contra por supuesto de la verdad- que también yo soy inocente. Con eso ya te podría bastar, pero todavía no te basta. Se te ha metido en la cabeza que vives enteramente a mi costa. Admito que luchamos el uno contra el otro, pero hay dos clases de lucha. La lucha entre caballeros, en la que miden las fuerzas adversarios independientes: cada uno está solo, pierde solo, vence solo. Y la lucha del parásito, que no sólo pica sino que chupa instantáneamente la sangre que necesita para vivir. Eso es en el fondo el soldado profesional y eso eres tú también. Eres incapaz de vivir; pero con el fin de instalarte en la vida cómodamente, libre de preocupaciones y sin reprocharte nada, demuestras que yo te he quitado toda la capacidad de vivir y que me la he metido en el bolsillo. Qué te importa entonces no ser capaz de vivir, yo soy el culpable de ello, tú en cambio te tumbas tranquilamente y dejas que yo te arrastre, física y espiritualmente, por la vida. (...)». A ello respondo que la totalidad de esa objeción, que en parte puede volverse contra ti mismo, no viene de ti sino de mí, precisamente. Esa desconfianza que tú tienes hacia todo no es, sin embargo, tan grande como la que yo tengo frente a mí mismo y en la que tú me has educado.
Franz Kafka (Letter to His Father)
Marchaba el general Artigas con una división de ochocientos hombres, con el fin de sorprender una fuerza de los portugueses acampada a inmediaciones de Santa Ana, y acampamos al anochecer sobre la costa del Mataojo, en un lugar que llaman la Herrería. Empezó a llover y le hicieron a Artigas un ranchito de arcos lo bastante para cubrirlo con un cuero. Artigas acostumbraba tener siempre cuatro o seis perros cuzcos que dormían con él, y que se agazaparon debajo de su poncho cuando empezó la lluvia. Ya estaba Artigas durmiendo boca arriba cuando sintió que le olfateaban los pies, creyó que fuese algún zorro y por dos o tres veces lo espantó haciendo un movimiento con el pie; mas a poco rato siente un enorme peso sobre su cuerpo y un fuerte olfateo sobre sus costados. Entonces descubre la cabeza y ve que era un tigre el que tenía encima. Hace un esfuerzo, se incorpora y echa al tigre con rancho y todo patas arriba. Al grito de Artigas se levantan todos los que estaban a su alrededor, el tigre se fue al monte, llevándose por trofeo de su empresa uno de los cuzcos de Artigas. ¡Qué chasco si se le hubiese antojado llevarse al Jefe de los orientales y Protector de los Pueblos Libres! Pero esa fiera prefiere la raza canina y esto mismo decía Artigas, cuando hemos recordado este suceso en el Paraguay, poco antes de morir y en presencia del General Paz
Eduardo Nocera (QUIÉN ES ARTIGAS - Viajando tras sus pasos)
En la soledad del individualismo, cada uno de nosotros busca formar parte de dos o tres grupillos de pares de acuerdo a diferentes categorías, y obtiene alguna dosis de patológico placer cotidiano en agredir o ningunear a «los otros», los de otra tribu. Es una compleja ecuación existencial. En ausencia de un proyecto colectivo como nación, en el cual ya dejamos de creer, nos afiliamos a un movimiento ambientalista, una iglesia, una barra brava, una banda de delincuentes, una fracción partidaria, un sindicato irritado, una pandilla de traficantes, lo que sea, y nos identificamos con ese grupo para darnos un sentido, lo cual en muchas ocasiones puede estar muy bien, y en otras muy mal, según el caso.
Mario Waissbluth (Tejado de vidrio: Cómo recuperar la confianza en chile (Spanish Edition))
Un pequeño de cinco años, Florencio “Floro” Madero, fue testigo del cómico primer ensayo fotográfico en el Río de la Plata. El hecho tuvo lugar en Montevideo, en junio de 1845, en la casa de su padre, Juan Nepomuceno Madero. En realidad, el experimento se llevó a cabo en el jardín; adonde, por la necesidad de luz, llevaron el sofá y los dos sillones de caoba, tapizados en forro negro de crin de la sala. A cargo del aparato para tomar fotos —el daguerrotipo— estaba Florencio Varela, tío del niño. Entre los modelos que posaron también había otros dos tíos de Floro: Toribio y Jacobo Varela. Completaban el cuadro un hijo y un yerno de Mariquita, Juan Thompson y Juan Antonio Tresserra. Toribio Varela y Juan Madero se ubicaron en los sillones de los costados. Jacobo Varela (en el centro), Juan Thompson (a la derecha) y Juan Tresserra (a la izquierda) ocuparon las tres plazas del sofá. Las mujeres no fueron invitadas a la actividad (tampoco Floro por ser pequeño), pero cuando los señores se mantenían quietos, muy quietos, petrificados, para que no se tomara una imagen movida y se arruinara la placa fotográfica —era necesario permanecer inmóvil durante varios minutos— llegaron las hermanas Artigas. Al cruzar por el patio rumbo al interior de la casa, disimularon la sorpresa que les causaba ver los muebles en el jardín y los hombres inmóviles. Pero, como correspondía, saludaron: —Muy buenas tardes, señores. Las estatuas vivientes, temerosas de arruinar la foto, no respondieron. —Buenas tardes, señores —repitieron las chicas. Tampoco hubo respuesta. Indignada, Rosalía Artigas le clavó la vista al correctísimo hijo de Mariquita y, casi en tono de reprimenda, le lanzó: —¡Buenas tardes, señor Thompson! Y Juan Thompson, atrapado entre el dilema de ser un descortés, por un lado, y de arruinar la foto, por el otro, buscó una solución salomónica: intentó responder como un ventrílocuo. Tan mal le salió, que provocó la carcajada de sus compañeros. La foto se arruinó. Floro recordaría en su adultez de qué manera los caballeros se lanzaron sobre las mujeres para ofrecerles sus sentidas disculpas. Un par de décadas más tarde, Floro —hermano de Eduardo, quien ideó Puerto Madero— se convertiría en uno de los favoritos de las reuniones sociales con las ocurrencias y el ingenio para atrapar a todos. Era muy amigo de Emilio Castro, quien poseía terrenos en Almagro, una zona que comenzaba a poblarse por la llegada del ferrocarril. Antes era descampado, pero la irrupción del medio de transporte permitió que mucha gente se mudara del centro. Ya no hacía falta vivir a pocas cuadras del lugar de trabajo. Era el tiempo ideal para lotear la tierra y venderla. Castro le pidió a Madero que se encargara del remate. Floro inventó un sistema de promoción nunca antes visto. Pactó con panaderías para que, en la semana del remate, quienes desayunaran con pan encontraran adentro del mismo una tarjeta. Sí, una tarjeta adentro del pan que anunciaba: “Gratis, Tranway del señor Lacroze para el gran remate de 200 lotes en el nuevo pueblo de Almagro, el domingo próximo, por Florencio Madero”. La convocatoria fue un éxito, pero el gobernador porteño le dijo que lo multaría “por haber atentado contra la salud del vecindario”. El gobernador era el mismísimo Emilio Castro. En 1867, Daniel María Cazón reunió a los amigos en su quinta del Partido de Tigre (ubicada en la avenida Liniers al 2100) y les ofreció un picnic. ¿Qué se entendía por picnic en aquellos años? Se trataba de una comida ligera, informal y al aire libre. Además, los comensales no eran atendidos por el personal de la casa, sino que cada uno se las arreglaba por su cuenta. ¿Qué celebraba Cazón? Su reciente nombramiento como Venerable Maestro de la Logia Confraternidad Argentina. ¿Quiénes eran los invitados? Floro Madero, por empezar. Vicente Fidel López, bromista como Madero. Bernardo de Irigoyen, playboy y
Anonymous
De este modo, por un lado, el matrimonio vive de los otros sacramentos, porque en ellos se contiene el lenguaje definitivo del cuerpo, en su dimensión colmada, a partir del cuerpo eucarístico de Jesús. Por otro lado, los demás sacramentos miran al matrimonio, pues a través de él entra en la economía sacramental el cuerpo creatural e histórico[68]. Todos los sacramentos, en torno a la Eucaristía, son sacramentos del nuevo cuerpo, del cuerpo futuro que se hace ya presente en el mundo. El matrimonio, por su parte, testimonia cómo ese cuerpo nuevo asume en sí el cuerpo antiguo, preserva su lenguaje, lo lleva a consumación. Solo la circularidad entre los dos polos, salvando siempre la primacía eucarística, permite el equilibrio de todo el edificio sacramental. A esta luz, no extraña que algunos hayan visto en el matrimonio uno de los sacramentos principales, según decía en el siglo XII Hildeberto de Labardin: «Tres son por tanto los sacramentos en la ciudad de nuestro Dios, porque precedieron a los otros en el tiempo, y tienen el principado en la restauración de los Hijos de Dios»; nuestro autor alude al matrimonio, el bautismo y la Eucaristía[69]. Los medievales hablarían del triple cuerpo de Cristo: primero, el cuerpo que asumió en su vida terrena, muerto y resucitado, cuerpo que ascendió finalmente al cielo; después, el cuerpo de la Iglesia, un solo cuerpo con Jesús; por último, el cuerpo de la Eucaristía, que se ofrece sobre el altar[70]. Hemos visto que la institución del matrimonio se realiza en la conjunción de estos tres cuerpos, en cuanto asumen y no desechan el lenguaje del principio, al par que lo acendran y transfiguran.
José Granados (Una sola carne en un solo espíritu (Pelícano) (Spanish Edition))
Urdimos tramas, dibujamos caricaturas, parodiamos, para encontrar algo de vida entre los muertos. Cantamos en un idioma que ignorábamos, y dos o tres palabras y toda la melodía y el ritmo y la intensidad nos suministraron historias mucho mejores que la original, casi siempre distintas, pero no equivocadas; intuíamos la canción, y las palabras contenían legendarias resonancias, parecían estar dichas para uno. Éramos minúsculos, provincianos pero también adivinos.
Francisco Casavella (El idioma imposible)
Dios ama y valora a las personas en forma incondicional, a los fieles y a los rebeldes. En lugar de imponerles jérem cuando se rebelan, él celebra cuando vuelven a él (Luc. 15: 7). Cada persona es valiosa para Dios por dos razones por lo menos: Primera, Dios creó a la humanidad (y él no hace trastos viejos); después de todo, él nos creó a su imagen (Gén. 1: 26, 27; 2: 7). La segunda razón es que él pagó un alto precio para redimirnos (Juan 3: 16). Como él nos ama, «Dios... estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)» (Efe. 2: 4, 5). ¡Qué contraste! «Nos dio vida», en lugar de considerarnos muertos, como en jérem. El
May-Ellen Netten (La luz del mundo: Tres en uno - 3er Trimestre 2016 (Spanish Edition))
Cuando se enteren en mi Buenos aires querido no va a faltar el iluminado que sume dos más dos y dé cuatro. Tres muertos y uno vivo, el muy hijo de puta nos cagó. Pero Lucas Chevieux todavía tiene tiempo, lleva buena ventaja y hay tanta gente que no sabe sumar.
Rodrigo Fresán
Cuando unos ladrones con pasamontañas entraron al apartamento de enfrente, donde vivía doña Cecilia (a la que dejaron atada y amordazada en el baño: la descubrieron dos días después los hijos, que vinieron a visitarla), tus padres hicieron las maletas, pusieron su propiedad en venta y regresaron a su tierra. Allá te tocó enterrarlos, primero a él; luego a ella: la última vez que fuiste al cementerio te sentaste sobre un sepulcro muy blanco y te quedaste mirando por horas el Mediterráneo, pensando, curiosamente, no en tus padres o su vida; no en tus hijos o su vida -ni en la de tu mujer o la tuya-, sino simplemente en lo lejos que estaba Caracas; lo desperdigadas que van quedando las ciudades donde crecemos o creemos que somos únicos y existimos; la luz porosa que las recubre cuando las recordamos o soñamos que vamos a volver a ellas. Pero en realidad no hay manera de volver: las ciudades van borrándose a medida que las vivimos; se transforman en leyenda en cuanto sacamos de sus inmediaciones las dos o tres ausencias que llevamos en el equipaje. Una memoria entre dos crepúsculos, y enseguida la tiniebla en la bóveda del cielo: millones de estrellas en una espiral barrada, fulgor de leche en el firmamento oscuro.
Miguel Gomes
A Mexican magician promised the crowd that he had a great new trick.” Porter felt the heat of the blade growing close, and preemptively started biting into the stick again. Red continued, “He waved his wand and said, ‘Uno, dos…’ Poof! He disappeared without a tres.” The
A.R. Wise (Survive: Day Two (Survive #2))
Se espera mucho de los presidentes pero se les deja hacer muy poco. Das dos pasos adelante y tienes que desandar uno porque la opinión pública se te vino encima, porque la oposición te paraliza, porque las Cámaras se toman tres veces el tiempo para deliberar un presupuesto o una ley, a pesar de que sea impecable.
Jorge Zepeda Patterson (Los usurpadores)
ÑOQUIS DE PAPA Estas bolitas de papa tan ligeras como el aire son un plato básico de la cocina italiana. La papa o patatas proporcionan la combinación perfecta de almidón y humedad. INGREDIENTES: 1 kg de papa. 2 huevos. 1 cucharadita de sal. 3 tazas de harina de trigo más la necesaria para espolvorear. PROCEDIMIENTO: 1) Colocar las papas a cocinar o llevarla al horno con su piel. 2) tritura las papas cuando las papas estén bien frías pasarla por un pasapuré o rallarla. 3) Añade la mezcla los huevos casca los huevos y añada sal y bate con un tenedor hasta que se mezcle vierte los huevos batidos, de manera uniforme sobre las papas completamente frías. Luego, espolvorea una taza de harina de modo homogéneo. Con un rascador, mezcla levanta y dale vuelta a las papas para mezclarlas bien con los huevos y la harina hasta que se forme una masa grumosa y desigual. 4) Incorpora la harina espolvorea un cuarto de taza de harina restante sobre la superficie de trabajo. Reparte la mezcla de las papas encima y espolvorea con otro cuarto de taza de harina. Con un rascador y luego con las manos, mezcla, levanta y dale vueltas a la mezcla, presionando ligeramente mientras trabajas, hasta que la harina se haya incorporado totalmente a la masa. 5) Dale forma a la masa forma una bola con la masa y tápala con un bol invertido. Espolvorea dos bandejas de horno grandes con la harina con el rascador rasca la superficie de trabajo hasta que quede limpia y luego espolvorearla de nuevo la harina. 6) Divide la mano en ocho trozos con el rascador, corta la masa en ocho trozo iguales. Deja siete bajo el bol y colca uno sobre la superficie de trabajo forma un cilindro corto. 7) Forma un cilindro con la masa con los dedos de ambas manos sobre el cilindro muévelo hacia adelante y hacia atrás sobre la superficie de trabajo, deslizando las manos gradualmente hacia los extremos para formar lentamente un cilindro estrecho de unos doce milímetros de diámetro. 8) Corta el cilindro en trozos corta el rulo en trozos de 2 cm con forma de almohada, coloca los trozos sin que se toquen, sobre las bandejas de horno preparadas. Enrolla y corta el resto de la masa del mismo modo, cubre las bandejas con papel de aluminio y guárdalas en nevera como mínimo una hora y como máximo toda la noche. 9) Para cocer los ñoquis, échalos por tandas en una olla con agua salada hirviendo y déjalos cocer unos tres minutos. Hasta que floten. Escúrrelos y cúbrelos con tu salsa favorita pesto, tomate o mezcle con mantequilla y queso parmesano.
Jamie Ramsay (Escuela del Chef de Jamie Ramsay: Las Guarniciones (Spanish Edition))
Luego, un plan tras otro comenzaron a brincar por mi cabeza como una familia de conejos dispersa. Vi los años de mi vida dispuestos a lo largo de una carretera como postes telefónicos, unidos por medio de alambres. Conté uno, dos, tres... diecinueve postes telefónicos, y luego los alambres pendían en el espacio y por mucho que lo intentara no podía ver un solo poste más después del decimonoveno
Anonymous
El pueblo de Cerro Chato nunca tuvo ningún cerro, ni chato ni puntiagudo. Pero Javier Zeballos recuerda que Cerro Chato sí tenía, en los tiempos de su infancia, tres comisarios, tres jueces y tres doctores. Uno de los doctores, que vivía en el centro, era la brújula de los mandados. La mamá de Javier lo orientaba así: –De la casa del Doctor Galarza, vas dos cuadras para abajo. –Esto queda en la esquina del Doctor Galarza. –Anda a la farmacia que está a la vuelta del Doctor Galarza. Y allá marchaba Javier. A cualquier hora que pasara por allí, con sol o con luna, el Doctor Galarza estaba siempre sentado en el zaguán de su casa, mate en mano, dando cumplida respuesta a los saludos del vecindario, buenos días, Doctor; buenas tardes, Doctor; buenas noches, Doctor. Ya Javier era hombre crecido, cuando se le ocurrió preguntar por qué el Doctor Galarza no tenía consultorio médico ni estudio jurídico. Y entonces se enteró. Doctor no era: se llamaba. Así había sido anotado en el Registro Civil: Doctor de nombre, Galarza de apellido. El papá quería un hijo con diploma, y aquel bebé no le pareció digno de confianza.
Anonymous
El coronel Aureliano Buendía promovió treinta y dos levantamientos armados y los perdió todos. Tuvo diecisiete hijos varones de diecisiete mujeres distintas, que fueron exterminados uno tras otro en una sola noche, antes de que el mayor cumpliera treinta y cinco años. Escapó a catorce atentados, a setenta y tres emboscadas y a un pelotón de fusilamiento. Sobrevivió a una carga de estricnina en el café que habría bastado para matar un caballo. Rechazó la Orden del Mérito que le otorgó el presidente de la república. Llegó a ser comandante general de las fuerzas revolucionarias, con jurisdicción y mando de una frontera a la otra, y el hombre más temido por el gobierno, pero nunca permitió que le tomaran una fotografía. Declinó la pensión vitalicia que le ofrecieron después de la guerra y vivió hasta la vejez de los pescaditos de oro que fabricaba en su taller de Macondo. Aunque peleó siempre al frente de sus hombres, la única herida que recibió se la produjo él mismo después de firmar la capitulación de Neerlandia que puso término a casi veinte años de guerras civiles. Se disparó un tiro de pistola en el pecho y el proyectil le salió por la espalda sin lastimar ningún centro vital. Lo único que quedó de todo eso fue una calle con su nombre en Macondo.
Gabriel García Márquez
No hace mucho una madre, preocupada, me preguntaba cuándo dejaría su hija de año y medio de ser tan egoísta; cuándo aprendería a compartir. ¿Por qué el aprender a compartir obsesiona tanto a algunos padres y educado- res? ¿De qué les va a servir a los niños aprender una cosa así? Los adultos no compartimos casi nada. Un ejemplo. Isabel, no llega a dos añitos, juega en el parque con su cubo, su palita y su pelota, bajo la atenta y cariñosa mirada de mamá. Claro, como le faltan manos, en ese momento solo la pala está bajo su posesión directa, y el cubo y la pelota yacen a cierta distancia. Se acerca un niño desconocido, más o menos del mismo tamaño, se sienta al lado de Isabel y sin mediar palabra agarra la pelota. Isabel llevaba diez minutos sin hacer ningún caso de la pelota, y en un principio sigue tan tranquila dando golpes en el suelo con su pala. ¿Tan tranquila? Un observador atento habrá notado que los golpes son un poco más fuertes, y que Isabel vigila la pelota por el rabillo del ojo. El recién llegado, por su parte, parece plenamente consciente de que pisa terreno resbaladizo; apar- ta la pelota, observa el efecto, la vuelve a acercar... Para que no haya lugar a malentendidos, Isabel advierte: «¡É mía!»; y al poco se cree obligada a especi- ficar: «¡Pelota é mía!». El intruso, que aparentemente todavía no domina las frases de tres palabras (o tal vez, simplemente, prefiere no comprometerse), se limita a repetir: «¡Pelota, peloooota, pota!». Temerosa sin duda de que estas palabras equivalgan a una reclamación de propiedad, Isabel decide recuperar la plena posesión de su pelotita verde. El intruso no ofrece demasiada resis- tencia, pero en un descuido logra hacerse con el cubo. Isabel juega unos minu- tos, satisfecha con la pelota recién recuperada, pero de pronto parece inquieta. ¿Y el cubo? ¡Pero adónde vamos a llegar! Y así podemos pasar media tarde. Unas veces, Isabel cederá de buen grado, durante unos minutos, el disfrute de alguna de sus posesiones. Otras veces lo tolerará de mal grado. Otras no lo tolerará en absoluto. En ocasiones, ella misma ofrecerá al otro niño su propia pala a cambio de su propio cubo. Puede haber algunos llantos y gritos por ambas partes; pero, en todo caso, es proba- ble que su nuevo «amigo» consiga bastantes minutos de juego relativamente pacífico. Es muy posible también que ambas madres intervengan. Y aquí se produce un hecho que nunca deja de sorprenderme: en vez de defender como una leona a su cría, cada madre se pone de parte del otro niño. «Venga, Isabel, déjale la pala a este niño.» «Vamos, Pedrito, devuélvele a esta niña su pala.» En el me- jor de los casos, la cosa quedará en suaves exhortaciones; pero no pocas ve- ces las madres compiten en una loca carrera de generosidad (¡qué fácil es ser generoso con la pala de otro!): «¡Ya está bien, Isabel, si te vas a portar así, mamá se enfada!». «¡Pedrito, pide perdón ahora mismo, o nos vamos!» «¡Dé- jelo, señora, que juegue, que juegue con la pala! Es que esta niña es una egoísta...» «¡Huy, pues el mío es tremendo! Tengo que estar todo el día detrás, porque siempre está chinchando a otros niños y quitándoles las cosas...» Y así acaban los dos castigados, como pequeños países en conflicto que podrían haber llegado fácilmente a un acuerdo amistoso si no hubieran intervenido las dos superpotencias. Escenas como esta, mil veces repetidas, hacen que a veces consideremos egoístas a nuestros hijos. Nosotros compartiríamos sin dudarlo una pala de plástico y una pelota de goma. Pero ¿realmente somos más generosos que ellos, o es que los juguetes nos traen sin cuidado? Es preciso poner las cosas en perspectiva. Imagine que es usted la que está sentada en un banco del parque escuchando música. A su lado, sobre el ban- co, su bolso sobre un periódico doblado. En esto se acerca un desconocido, se sienta a su lado y sin mediar palabra se pone a
Anonymous
Veréis, mi espectacular llegada a la Universidad había causado un revuelo considerable. Había entrado en el Arcano en tres días en lugar de en tres bimestres, que era lo habitual. Era el miembro más joven, con casi dos años de diferencia. Había desafiado abiertamente a un maestro delante de toda la clase y me había salvado de la expulsión. Me habían azotado y no había llorado ni sangrado. Por si eso fuera poco, había conseguido enfurecer al maestro Elodin hasta el punto de que él me había empujado desde el tejado de las Gavias. Dejé que esa historia circulara sin corregirla, pues era preferible a la bochornosa verdad. Todo eso era suficiente para generar un constante flujo de rumores sobre mí, y decidí aprovecharme de ello. La reputación es como una especie de armadura, o un arma que puedes blandir en caso de necesidad. Decidí que, ya que iba a ser arcanista, ¿por qué no ser un arcanista famoso? Así que solté unas cuantas informaciones: me habían admitido sin carta de recomendación. Los maestros me habían dado tres talentos en lugar de cobrarme la matrícula. Había sobrevivido varios años en las calles de Tarbean, viviendo de mi ingenio. Incluso lancé unos cuantos rumores que eran auténticas sandeces, mentiras descaradas que la gente repetía pese a que resultaba evidente que no eran ciertas. Tenía sangre de demonio en las venas. Veía en la oscuridad. Solo dormía una hora todas las noches. Cuando había luna llena, hablaba en sueños, en un idioma extraño que nadie entendía. Basil, mi antiguo compañero de litera de las Dependencias, me ayudó a propagar esos rumores. Yo me inventaba la historia, él se la contaba a unos cuantos, y juntos veíamos cómo se extendían como el fuego por un campo. Era un pasatiempo muy entretenido.
Patrick Rothfuss (The Name of the Wind (The Kingkiller Chronicle, #1))
(Fregmento de El socialismo triunfante, o lo que sera de mi país dentro de 200 años, Francisco Piria, 1898) Durante el día, las calles centrales sólo están destinadas al movimiento de personas con sus respectivos carruajes, si así puede llamarse a una especie de canastos de alambre, niquelados uno y dorados otros, forrados de fina seda, sostenidos por un eje de aluminio que descansa sobre dos ruedas del mismo metal, con llantas de goma, movidos eléctricamente algunos, mientras los más eran impulsados por el aire comprimido, que tantos beneficios ha reportado en la vida actual, según el invento hecho por el célebre Oscar Rossini á mediados de este siglo. Gracias al invento de Rossini se ha podido resolver fácilmente la vialidad aérea,y últimamente,basado en el mismo invento,el ingeniero Roberto Ascasio,de la facultad de Bahía Blanca, ha inventado el volador, osea un pequeño carruaje aéreo, que remontándose a la altura que uno quiere, recorre el espacio con la velocidad de tres kilómetros por minuto.
Ezequiel de Rosso (Relatos de Montevideo)
Cuentan que… Un día, a comienzos del invierno, llega al correo una carta muy especial dirigida a Dios. El empleado que clasifica la correspondencia se sorprende y busca el remitente: "Pucho, casilla verde, calle sin nombre, Villa de Emergencia Sur, sin número." Intrigado, abre la carta y lee: Querido Dios: Nunca supe si era cierto que existías o no, pero si existes, esta carta va a llegar a ti de alguna manera. Te escribo porque tengo problemas. Estoy sin trabajo, me van a echar de la casucha donde vivo porque hace dos meses que no pago y hace mucho que mis cuatro hijos no comen un plato de comida caliente. Pero lo peor de todo es que mi hijo menor está con fiebre y debe tomar un antibiótico con urgencia. Me da vergüenza pedirte esto pero quiero rogarte que me mandes 100 pesos. Estoy tratando de conseguir un trabajo que me prometieron, pero no llega. Y como estoy desesperado y no sé qué hacer, te estoy mandando esta carta. Si me haces llegar el dinero, ten la seguridad de que nunca me voy a olvidar de ti y que les voy a enseñar a mis hijos que sigan tu camino. Pucho El empleado del correo termina de leer esto y siente una congoja tremenda, una ternura infinita, un dolor incomparable... Mete la mano en el bolsillo y ve que tiene 5 pesos. Es fin de mes. Calcula que necesita 80 centavos para volver a la casa. ..Y piensa: 4.20... ¡No sabe qué hacer! Entonces empieza a recorrer toda la oficina con la carta en la mano, pidiéndole a cada uno lo que quiera dar. Cada empleado, conmovido, pone todo lo que puede, que no es mucho porque estamos a fin de mes. Un peso, cincuenta centavos, tres pesos...
Anonymous
Había una vez, en un pueblo, dos hombres que se llamaban Joaquín González. Uno era sacerdote de la parroquia y el otro era taxista. Quiere el destino que los dos mueran el mismo día. Entonces llegan al cielo, donde los espera san Pedro. -¿Tu nombre? —pregunta san Pedro al primero. -Joaquín González. -¿El sacerdote? -No, no, el taxista. San Pedro consulta su planilla y dice: -Bien, te has ganado el paraíso. Te corresponden estas túnicas labradas con hilos de oro y esta vara de platino con incrustaciones de rubíes. Puedes ingresar... -Gracias. Gracias... —dice el taxista. Pasan dos o tres personas más, hasta que le toca el turno al otro. -¿Tu nombre? Joaquín González. -El sacerdote... -Sí. -Muy bien, hijo mío. Te has ganado el paraíso. Te corresponde esta bata de lino y esta vara de roble con incrustaciones de granito. El sacerdote dice: -Perdón, no es por desmerecer, pero... debe haber un error. ¡Yo soy Joaquín González, el sacerdote! -Sí, hijo mío, te has ganado el paraíso, te corresponde la bata de lino... -¡No, no puede ser! Yo conozco al otro señor, era un taxista, vivía en mi pueblo, ¡era un desastre como taxista! Se subía a las veredas, chocaba todos los días, una vez se estrelló contra una casa, manejaba muy mal, tiraba los postes de alumbrado, se llevaba todo por delante...Y yo me pasé setenta y cinco años de mi vida predicando todos los domingos en la parroquia, ¿cómo puede ser que a él le den la túnica con hilos de oro y la vara de platino y a mí esto? ¡Debe haber un error! -No, no es ningún error —dice san Pedro. Lo que pasa es que aquí, en el cielo, nosotros nos hemos acostumbrado a hacer evaluaciones como las que hacen ustedes en la vida terrenal. -¿Cómo? No entiendo... -Claro... ahora nos manejamos por resultados... Mira, te lo voy a explicar en tu caso y lo entenderás enseguida. Durante los últimos veinticinco años, cada vez que tú predicabas, la gente dormía; pero cada vez que él manejaba, la gente rezaba. ¡Resultados! ¿Entiendes ahora?
Anonymous
Había comenzado por pasar revista á los tres pucheros, cuidadosamente tapados con gruesas telas amarradas á la boca. ¿Cuál sería el primero?... Escogió á la ventura, y abriendo uno se dilató su hocico voluptuosamente con el perfume del bacalao con tomate. Aquello era guisar. El bacalao estaba deshecho entre la pasta roja del tomate, tan suave, tan apetitoso, que al tragar Sangonera el primer bocado creyó que le bajaba por la garganta un néctar más dulce que el líquido de las vinajeras que tanto le tentaba en sus tiempos de sacristán. ¡Con aquello se quedaba! No había por qué pasar adelante. Quiso respetar el misterio de los otros dos pucheros; no desvanecer las ilusiones que despertaban sus bocas cerradas, tras las cuales presentía grandes sorpresas. ¡Ahora á lo que estábamos! Y metiendo entre sus piernas el oloroso puchero, comenzó á tragar con sabia cal- ma, como quien tiene todo el día por delante y sabe que no puede faltarle ocupación. Mojaba len* tamente, pero con tal pericia, que al introducir en el perol su mano armada de un pedazo de pan, bajaba considerablemente el nivel. El enorme bocado ocupaba su boca, hinchándole los carrillos. Trabajaban las mandíbulas con la fuerza y la regularidad de una rueda de molino, y mientras tanto, sus ojos fijos en el puchero exploraban las profundidades, calculando los viajes que aun tendría que realizar la mano para trasladarlo todo á su boca.
Vicente Blasco Ibáñez (Cañas y barro)
En uno de sus poemas –Contribución a la estadística- Wislawa Szymborska enumera cuántas de cada cien personas son las dispuestas a admirar sin envidia –dieciocho-, las capaces de ser felices –como mucho, ventitantas-, las que de la vida no quieren más que cosas –cuarenta, aunque quisiera equivocarse-, las inofensivas de una en una pero salvajes en grupo –más de la mitad seguro-, las dignas de compasión –noventa y nueve- y acaba: “Las mortales: cien de cien. Cifra que por ahora no sufre ningún cambio”. Y sigue sin cambiar porque ayer la propia autora del poema acaba de confirmar la estadística con su fallecimiento. En otros muchos aspectos, por el contrario, fue la excepción que desafía lo probable y rutinario. Su poesía es reflexiva sin engolamiento ni altisonancia, de forma ligera y fondo grave, directa al sentimiento pero sin chantaje emocional. Breve y precisa, escapa a ese adjetivo alarmante que tanto satisface a los partidarios de que importe el tamaño: torrencial. Sobre todo nos hace a menudo sonreír, sin incurrir en caricaturas ni ceder a la simpleza satírica. Lo más trágico de la poesía contemporánea no es lo atroz de la vida que deplora o celebra, sino la falta de sentido del humor de los poetas. Se les nota especialmente a los que quieren ser festivos y son sólo grotescos o lúgubres (aunque los entierros también son fiestas, claro y más precisamente fiestas de guardar). De esta frecuente maldición escapa, risueña y agónica, Szymborska: ¿cómo podría uno renunciar a ella? Hija –y luego, con los años, algo así como hada madrina poética- de un país europeo que apuró el siglo XX hasta las heces y padeció dos totalitarismos sucesivos, en su caso la duradera atrocidad jugó a favor de su carácter: le dio modestia, le dio recato, le dio perspicacia y le permitió distinguir entre lo que cuenta y lo que nos cuentan. Carece de retórica enfática pero eso no disminuye su expresividad, sino que la hace más intensa por inesperada. Cuando comenzamos a leer uno de sus diáfanos poemas nos ponemos a favor del viento, para recibir la emoción de cara, pero nos llega por la tangente y no para derribarnos sino para mantenernos en pié. Confirma nuestros temores sin pretender desalentarnos: sabe por experiencia que todo puede ser política pero también nos hace experimentar que la política no lo es todo. Se mantiene fiel, aunque con ironía y hasta con sarcasmo, a la pretendida salvación por la palabra y sin embargo nunca pretende decir la última palabra: porque en ese definitivo miramiento estriba lo que nos salva. Nadie ha sabido conmemorar con menos romanticismo y con mayor eficacia el primer amor, cuya lección inolvidable se debe a no ser ya recordado…y por tanto acostumbrarnos a la muerte. Se dedicó a las palabras con delicadeza lúdica, jugando con ellas y contra ellas pero sin complacerse en hacerlas rechinar. Como todo buen poeta, fue especialmente consciente de su extrañeza y hasta detalló las tres más raras de todas, las que se niegan a sí mismas al afirmar: “Cuando pronuncio la palabra Futuro, la primera sílaba pertenece ya al pasado. / Cuando pronuncio la palabra Silencio, lo destruyo. / Cuando pronuncio la palabra Nada, creo algo que no cabe en ninguna no-existencia”.
Fernando Savater
(...) en mui breve tiempo se alcanzó esa disposición increíblemente benéfica en la cual dos o tres personas dan tan por hecho que se van a encontrar a diario que la primera pregunta de la jornada tiene más que ver con un ¿cómo hacemos? que con un ¿qué vas a hacer hoy?. Este estado, propio de los adolescentes y de los enamorados recientes, tiene sus exigencias, y una de ellas, por contradictorio que parezca con esta asunción de otro o de otros como prolongaciones de uno mismo y por tanto de su libertad, es el establecimiento inmediato de una rutina lo más férrea posible, que no deje hueco al desconcierto de una improvisación di permita catastróficos vacíos que pongan en entredicho esa incorporación y den que pensar.
Javier Marías (The Man of Feeling)
Ya no llamo a mi madre, pero todavía cuento mis respiraciones antes de dormirme. ¿Cuántas veces he respirado desde que nací? Si respiramos ochocientos millones de veces a lo largo de 80 años, como yo tengo doce años debo haber respirado unos ciento veinte millones de veces. Ciento veinte millones de veces que el aire ha entrado y salido de mis pulmones. ¿Cuánto tiempo durará esto? Algún día se parará, como si alguien desconectara un un interruptor. Y entonces ... ¿A dónde iré? Quizá no haya ningún sitio al que ir. A veces intento dejar de respirar. Hundo la cara en la almohada y cuento uno, dos, tres, ... trece, catorce, quince, dieciséis, ... treinta, treinta y uno, treinta y dos, treinta y tres, treinta y cuatro, cierro los ojos con fuerza y veo luces amarillas en la oscuridad. Luego las luces amarillas forman flores, un campo de flores amarillas. Mi cuerpo empieza a flotar y me convierto en un pájaro que lo sobrevuela. Entonces, el campo de flores amarillas se transforma en un campo de fuego. Cada flor es una pequeña llama que se une a las otras y me rodean . Hay alguien mas. Las llamas le cubren los pies y los mueve para saludarme, ¿quién es? peor se acaba allí. No aguanto más y tengo que volver a respirar . Un tío me dijo que hace mucho, mucho tiempo que morirse es dejar de respirar. En aquel entonces le creí. Pero ahora se que no es verdad. Vivir es algo más que respirar, supongo.
Kazumi Yumoto (The Friends)
Cada cual recibió del padre su anillo: pues crea cada cual con seguridad que su anillo es el auténtico. —Otra posibilidad cabe: ¡que no haya querido tolerar ya en adelante el padre, en su propia casa, la tiranía del anillo único!—Y una cosa es segura: que os amaba a los tres, y os amaba igual, por cuanto no quiso postergar a dos para favorecer a uno. —¡Pues bien! ¡Imite cada cual el ejemplo de su amor incorruptible libre de prejuicios! ¡Esfuércese a porfía cada uno de vosotros por manifestar la fuerza de la piedra de su anillo!
Nuccio Ordine (La utilidad de lo inútil: Manifiesto)
Ecc 4:12 Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto.
Anonymous (Biblia Reina Valera: 1960)
Cuando se alimenta a dos grupos de ratas con dietas compuestas respectivamente de alimentos crudos y alimentos cocidos, el grupo alimentado en crudo alcanza una longevidad media de tres años, mientras que el grupo que consume alimentos cocidos rara vez supera los dos años de edad. En términos humanos, eso equivaldría a unos 20 o 30 años adicionales.
Daniel Reid (El tao de la salud, el sexo y la larga vida)
Me quedé inmóvil, traspasado por la sensación de que nos convertíamos en los personajes de una pintura, condenados a que el tiempo se perpetuara en uno, dos, tres segundos…
Ángela Arcade (Dorian (Dorian, #1))
–Hay que liberar a la gente del pesado trabajo físico –sostuve–. Hay que aliviar el yugo, darles un respiro, para que no pasen toda su vida junto a los hornos, las artesas y en el campo, sino que tengan también tiempo de pensar en su alma, en Dios, y que puedan manifestar en forma más amplia sus condiciones espirituales. La vocación de todo hombre está en la actividad espiritual, en la constante búsqueda de la verdad y del sentido de la vida. Hagan, pues, que les sea innecesario el brutal trabajo de bestias; permítanles sentirse en libertad y verán entonces que estos libritos y botiquines son, en realidad, una burla. Una vez que el hombre sea consciente de su auténtica vocación, sólo podrán satisfacerle la religión, las ciencias, las artes y no estas menudencias. –¡Liberarlos del trabajo! –sonrió Lida–. ¿Acaso ello es posible? –Sí. Encárguense de una parte del trabajo de ellos. Si todos los habitantes de la ciudad y del campo, todos sin excepción, consintiéramos en dividir entre nosotros el trabajo que en general realiza la humanidad para la satisfacción de sus necesidades físicas, a cada uno no le correspondería quizá más de dos o tres horas por día.
Antón Chéjov (Cuentos)
La invención permanente de nuevas normalidades que glosan, sustituyen o amplían las normalidades existentes fue una constante en la música de tradición popular del siglo XX, sin importar qué entienda uno, o qué quiera entender, por “música de tradición popular del siglo XX”. Incontables compositores e intérpretes preservaron, negaron y reinventaron esas nuevas normalidades. A veces lo hicieron para públicos masivos, otras veces frente a dos o tres borrachos arrumbados en una mesa de bar. En ocasiones fue mediante una nota de más o de menos en una canción, perdida o ganada por un error, un malentendido, una distracción; en otras, a través de grandes obras autoconscientes que pusieron en duda hasta el último retazo de su propia legitimidad. La premisa de que las realidades naturalizadas por una combinación de sonidos y silencios podían discutirse, que debían discutirse, colocó al riesgo en el centro de la maquinaria de fabricación de artefactos musicales de las industrias culturales del siglo XX. Los desvíos y los quiebres empezaron a pasar desapercibidos, a darse por sentados, a ignorarse porque eran las normas y no sus excepciones.
Marcelo Pisarro (Nosotros, los normales: GG Allin en el infierno punk)
sesenta constituían, junto a los dieciséis, una de las mejores etapas de la vida: alcanzada esa edad, uno se liberaba de las cargas y responsabilidades que había soportado durante las dos décadas anteriores y, al mismo tiempo, todavía estaba lejos del deterioro que sufriría al llegar a la siguiente.
Liu Cixin (Trilogía de los Tres Cuerpos: Pack con: El problema de los tres cuerpos | El bosque oscuro | El fin de la muerte (Spanish Edition))
Éste es en resumen el contenido del Timeo, que difiere notablemente de todos los demás diálogos por muchos conceptos. Por lo pronto, nos presenta, en el discurso de Timeo, una verdadera exposición didáctica, extraña absolutamente a los hábitos de Platón, y que convierte este escrito, uno de los últimos que compuso,[2] en un tratado a la manera de los de Aristóteles. Este cambio en la forma lleva consigo otro en el fondo. Las ideas se ligan aquí con un rigor, se encadenan con un método, que en vano se buscarían en las otras partes de la obra platoniana. El desorden de que habla M. Martin,[3] es más aparente que real. Si Platón parece volver al mismo asunto dos y tres veces, en realidad no es así. Su objeto es el universo. Le estudia sucesivamente bajo el punto de vista de la inteligencia que le ha formado, de la materia de que ha sido hecho, y de los seres que comprende. Este plan no puede ser rechazado por la lógica más exigente. Y si Platón describe por extenso al hombre, alma y cuerpo, uniendo a ello lo que creyó oportuno decir de los vegetales y de los animales inferiores, no olvidemos que el Timeo no es en su pensamiento más que una transición de la República al Critias, y que en él se propone principalmente, remontándose al origen del mundo, explicar el origen de la especie humana.
Plato (Obras Completas de Platón (Spanish Edition))
Rumi, el célebre poeta y filósofo sufí, pidió en una ocasión a sus alumnos que hicieran una lista de las tres cosas que más anhelaban en la vida. Si alguno de los elementos de la lista no armoniza con uno de los demás, les advirtió Rumi, les espera la infelicidad. Lo mejor es llevar una vida orientada en una única dirección, les explicó. Entonces, ¿qué hay de los beneficios de vivir armónicamente entre dos extremos? Mi verdad era exactamente la que había contado al curandero en Bali... es decir, quería experimentar ambas cosas. Quería los placeres mundanos y la trascendencia divina..., la gloria dual de una vida humana. Quería lo que los griegos llamaban el kalos kai agathos, el extraordinario equilibrio entre la bondad y la belleza.
Elizabeth Gilbert (Eat, Pray, Love)
ofreciera 100 dólares ahora mismo o 110 dólares dentro de una semana, ¿qué escogería? Casi todos los sujetos escogieron los 100 dólares de inmediato. Al parecer no valía la pena esperar toda una semana para obtener otros 10 dólares. Entonces los investigadores transformaron ligeramente la cuestión: si le ofreciera 100 dólares dentro de cincuenta y dos semanas, o 110 dólares dentro de cincuenta y tres, ¿qué escogería? Aquí la gente solía cambiar de preferencia, y decidía esperar las cincuenta y tres semanas. Obsérvese que los dos escenarios son idénticos en el sentido de que esperar una semana más te permite obtener 10 dólares adicionales. ¿Por qué entonces se invertía la preferencia?17 Debido a que la gente «descuenta» el futuro, un término económico que significa que las recompensas más próximas al presente se valoran más que las recompensas de un futuro lejano. Demorar la gratificación es difícil, y hay algo muy especial en el ahora mismo que siempre posee el máximo valor. La inversión de la preferencia en el experimento de Kahneman y Tversky obedece a que ese descuento adquiere una forma peculiar: una semana parece mucho tiempo si contamos desde hoy, pero mucho menos si separa dos momentos lejanos en el tiempo, pues entonces parecen casi el mismo. Es lo mismo que si combinara dos procesos más sencillos: uno se preocupa por la recompensa a corto plazo y otro se preocupa más por el futuro.
David Eagleman (Incognito: The Secret Lives of the Brain)
Una amplia población controlada por una pequeña pero poderosa fuerza es una situación común en nuestro universo. Y conocemos las condiciones básicas con las que esa población puede volverse contra sus guardianes: Uno: cuando encuentra un líder. Es la amenaza más terrible contra el poder; hay que mantener el control de todos los posibles líderes. Dos: cuando la población descubre sus cadenas. Hay que mantener a la población ciega y sin que se haga preguntas. Tres: cuando la población percibe una esperanza de escapar de esas cadenas. ¡Hay que evitar a toda costa que crean que pueden escapar!
Frank Herbert (Hijos de Dune (Dune, #3))
Los videos de sos hombres convertidos en escudos daban ganas de llorar. Me pregunté por su valentía, por su fe. Me pregunté si creían que sus hábitos los protegerían de las balas. Dos de cada tres nicaragüenses apoyan el papel de la Iglesia, dice una encuesta que incluyó ateos y feligreses de otras religiones. Aún no pasaba un mes desde el inicio de las protestas y ya habían muerto en las calles 52 personas. Ninguno de ellos era sacerdote. Al día siguiente comenzaría el diálogo nacional, mediado por los obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua. Pero no sería la última vez que vería sotanas enfrentarse a las balas. Después de años de ateísmo uno termina convenciéndose de la relevancia remanente de la Iglesia en tiempos de barbarie.
Sabrina Duque (Volcánica: Crónica desde un país en erupción)
1) Adoptar una dieta vegana añadiendo pescado, pero sin abusar del que contiene mucho mercurio. Limitar el pescado a dos o tres comidas semanales. 2) Reducir al mínimo las grasas saturadas animales y los azúcares. 3) Consumir judías, garbanzos, guisantes y otras legumbres como principales fuentes de proteínas. 4) Hasta los sesenta y cinco-setenta años, mantener bajo el consumo de proteínas (0,7-0,8 gramos por kilo de peso, es decir, 35-40 gramos diarios para una persona de 50 kg y 60 gramos diarios para una persona de 100 kg si más o menos un tercio del peso es de grasa). Pasada esa edad, aumentar un poco el consumo de proteínas para no perder masa muscular. 5) Consumir grandes cantidades de carbohidratos complejos (tomates, brécoles, zanahorias, legumbres, etcétera). (Véase el Programa alimentario bisemanal del apartado final del libro.) 6) Consumir cantidades relativamente altas de aceite de oliva (50-100 ml diarios) y un puñado de nueces, almendras o avellanas. 7) Comer pescado y marisco con alto contenido de omega-3/6 y/o vitamina B12 (salmón, boquerones, sardinas, bacalao, dorada, trucha, almejas, gambas) al menos dos veces por semana (véanse la Tablas del apartado final del libro). 8) Seguir una dieta rica en vitaminas y minerales pero completarla dos o tres veces por semana con un suplemento multivitamínico/multimineral de alta calidad. 9) Comer en un intervalo de doce horas diarias (empezar después de las 8 y acabar antes de las 20, o después de las 9 y antes de las 21). 10) No comer durante tres o cuatro horas antes de acostarse. 11) Hacer periódicamente ciclos de cinco días de Dieta que Imita el Ayuno (véase el capítulo 6) cada uno a seis meses, según las necesidades y el consejo del médico o el nutricionista (véase el capítulo 6). 12) Para personas con sobrepeso o que tienden a ganar kilos es aconsejable hacer dos comidas diarias: desayuno y comida o cena, y dos meriendas de 100 calorías con bajo contenido de azúcares (menos de 3-5 gramos), una de las cuales sustituye a una comida. Consulte a un nutricionista para prevenir la malnutrición. 13) Tener bajo control el peso corporal y el perímetro abdominal para decidir el número de comidas diarias (dos o tres) (véase también el capítulo 8, sobre la diabetes). 14) Para las personas con peso normal y/o que tienden a perder peso es aconsejable hacer tres comidas normales, además de una merienda de 100 calorías con bajo contenido de azúcares (menos de 35 gramos) (véase el Programa alimentario bisemanal). 15) Comer escogiendo los ingredientes de entre los que comían nuestros antepasados.
Valter Longo (La dieta de la longevidad: Comer bien para vivir sano hasta los 110 años (Spanish Edition))
Uno de los primeros estudios documentados sobre las permutaciones no se desarrolla en un libro de matemáticas, sino en uno de mística judía que se remonta a alguna fecha entre los siglos III y VI. El Sefer Yetzira (Libro de la Creación) es un breve y enigmático libro que propone resolver el misterio de la creación analizando las combinaciones de las letras del alfabeto hebreo. La premisa general del libro (que la leyenda cabalística atribuye al antepasado judío Abraham) es que las diferentes categorías de letras forman bloques de construcción divinos con los cuales se pueden construir todas las cosas. En este contexto, el libro afirma que: «Dos letras forman dos palabras, tres forman seis, cuatro forman 24, cinco forman 120, seis forman 720, siete forman 5.040.»
Mario Livio (La ecuación jamás resuelta: Como dos genios matemáticos descubrieron el lenguaje de la simetría (Popular Science) (Spanish Edition))
Ella se llamaba Marlene. Hasta hace tres meses habría escrito: se llama Marlene. Hoy, se llamaba. Después de cinco años de presente sin futuro, por fin me he resignado al pretérito imperfecto. Te ahorraré los detalles de nuestra relación. Lo mejor de todo siempre era volver a empezar. Como a los dos nos apasionaba tanto volver a empezar, lo hacíamos cada dos meses. Cada uno era para el otro «el gran amor de su vida», pero nunca cuando estábamos juntos, sólo mientras nos esforzábamos por volver a estarlo.
Daniel Glattauer (Gut gegen Nordwind (Gut gegen Nordwind, #1))
El método que empleamos en Control Mental consiste en decir mentalmente: «Saldré lentamente mientras cuento del uno al cinco, y me sentiré completamente despierto y mejor que antes. Uno... dos... prepárate para abrir los ojos... tres... cuatro... cinco... ojos abiertos, estoy completamente despierto y me siento mejor que antes.»
José Silva (El método Silva de control mental (Spanish Edition))
Siéntese en una silla cómoda o en la cama con los pies apoyados en el suelo. Deje que sus manos le caigan sobre el regazo. Si lo prefiere, siéntese con las piernas cruzadas, en la posición de la flor de loto. Mantenga la cabeza bien erguida, no baja. Ahora concéntrese, primero en una parte del cuerpo y, después, en otra para relajarlas de forma consciente. Empiece con el pie izquierdo, después pase a la pierna izquierda, al pie derecho y así sucesivamente, hasta llegar a la garganta, el rostro, los ojos y, por último, el cuero cabelludo. La primera vez que lo haga se sorprenderá de lo tenso que estaba su cuerpo. Ahora elija un punto localizado a unos 45 grados por encima de los ojos, en el techo o en la pared, que le quede justo enfrente. Fije la vista en este punto hasta que empiece a notar los párpados un poco pesados, y entonces deje que se le cierren. Empiece la cuenta atrás del cincuenta al uno. Repita este ejercicio durante diez días; después cuente del diez al uno durante otros diez días, luego del cinco al uno y así sucesivamente. Como ya no estará limitado a las mañanas para llevar a cabo esta práctica, establezca una rutina para meditar dos o tres veces al día, y dedique aproximadamente quince minutos a cada sesión.
José Silva (El método Silva de control mental (Spanish Edition))
Contar es enumerar y referir. Tú cuentas: uno, dos, tres… Él cuenta: un cuento, dos cuentos, tres cuentos… Cuentas… cuentos… ¡Todos sabéis contar! Pero al final de cuentas sólo contáis un cuento: el dulce cuento de la rosquilla nada más Porque la serpiente se chupa el caramelo de la cola
León Felipe (Nueva Antología Rota)
Ocho segundos. LeMond entra en meta y espera. Su tiempo es fastuoso, con la media de velocidad más alta de la historia del Tour de Francia en una crono. Espera, espera. Ya está Lo ha hecho. Salta de alegría, no se lo cree. Grita. Retumban sus alaridos en el cielo azul parisino. Acaba de protagonizar el retorno más increíble de la historia del deporte. El hombre que dos años antes estaba luchando en un hospital por su vida ha ganado el Tour de Francia. Enrolado en un equipo modesto que ni siquiera estaba invitado a esa carrera. Corriendo sin compañeros. Remontando una distancia aparentemente insalvable en la última etapa. Por tan sólo ocho segundos. Ocho segundos. Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco. Seis. Siete. Ocho. Fignon llora en silencio, intentando hundirse en la multitud, diluirse en el aire de la ciudad que ya jamás podrá sentir, no del todo, suya. LeMond lo ha logrado. Solloza él también, lágrimas tan diferentes de las del francés. Al fondo, Perico mira todo con gesto de tranquilidad. Subirá al pódium, en tercer lugar. Ha sido el más fuerte. El más regular. Ha marcado a todos en la montaña con su pedalada imposible, ha recuperado más puestos en la clasificación general que cualquiera antes que él en esa carrera. Pero no ha sido posible. Luxemburgo. Fue en Luxemburgo. LeMond llora. Fignon Llora. Perico sonríe. Se termina una época. Antes y después La irrealidad de la mirada
Marcos Pereda (Periquismo: Crónica de una pasión (Spanish Edition))
Divide las parejas en dos juegos de cinco parejas cada uno. Muestra cada juego tres veces al día durante cinco días (o menos). Después de cinco días, retira una pareja de cada juego y añade una nueva pareja a cada juego. Sigue añadiendo una pareja nueva a cada juego y retira una antigua cada día.
Glenn Doman (Cómo enseñar a leer a su bebé)
Cada fenómeno planetario tiene por lo menos dos caras: en el norte se llama derroche y en el sur se llama indigencia, en el norte se llama drogadicción y en el sur se llama narcotráfico, en el norte puede llamarse industria militar y en el sur puede llamarse guerra de guerrillas. Pero por lo menos ya es evidente que no hay dos mundos y mucho menos tres sino uno solo, y que todo esfuerzo por resolver los problemas de unos sin pensar en los problemas de otros sólo será estupidez o mala intención.
William Ospina (Es tarde para el hombre (Literatura y ensayo) (Spanish Edition))