Tu Mirada Quotes

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… El azul de tu mirada y el azul de tus cabellos que hechizaron las noches de mi adolescencia todo el tiempo en que te amé sin atreverme a vivir ese amor.
Jul Maroh (Le bleu est une couleur chaude)
en algún lugar al que nunca he viajado, gozosamente más allá de cualquier experiencia, tus ojos tienen su silencio: en tu gesto más frágil hay cosas que me abarcan, o que no puedo tocar porque están demasiado cerca tu mirada más leve me abrirá fácilmente aunque me haya cerrado como dedos, siempre me abres pétalo tras pétalo como la Primavera abre (tocando hábilmente, misteriosamente) su primera rosa o si tu deseo fuera cerrarme, yo y mi vida nos cerraremos muy bellamente, súbitamente, como cuando el corazón de esta flor imagina la nieve cayendo cuidadosa por doquier; nada que hayamos de percibir en este mundo iguala la fuerza de tu intensa fragilidad: cuya textura me domina con el color de sus campos, trayendo muerte y eternidad con cada respiro (yo no sé qué hay en ti que puede cerrar y abrir; apenas algo en mí comprende que la voz de tus ojos es más profunda que todas las rosas) nadie, ni siquiera la lluvia, tiene manos tan pequeñas
E.E. Cummings
La cabeza me daba vueltas, el odio y la ira me sacudían por igual. —Eres mi esclava. Negué con la cabeza. —A partir de hoy seré tu lobo. Y te juro por mi dios que no cejaré hasta devorarte el alma. Nos sostuvimos la mirada y nos retamos mutuamente. En la mía refulgía la venganza que pensaba cobrarme. En la suya, una determinación apabullante por conquistarme. —Ya has empezado a hacerlo —masculló.
Lola P. Nieva (Los tres nombres del lobo (Lobo, #1))
No lo creo todavía estás llegando a mi lado y la noche es un puñado de estrellas y de alegría palpo gusto escucho y veo tu rostro tu paso largo tus manos y sin embargo todavía no lo creo tu regreso tiene tanto que ver contigo y conmigo que por cábala lo digo y por las dudas lo canto nadie nunca te reemplaza y las cosas más triviales se vuelven fundamentales porque estás llegando a casa sin embargo todavía dudo de esta buena suerte porque el cielo de tenerte me parece fantasía pero venís y es seguro y venís con tu mirada y por eso tu llegada hace mágico el futuro y aunque no siempre he entendido mis culpa y mis fracasos en cambio sé que en tus brazos el mundo tiene sentido y si beso la osadía y el misterio de tus labios no habrá dudas ni resabios te querré más todavía.
Mario Benedetti
Después de todo, amamos como nos han amado en la infancia, y los amores posteriores suelen ser sólo una réplica del primer amor. Te debo, pues, todos mis amores posteriores, incluido el amor salvaje y ciego que siento por mis hijos. Ya no puedo abrir un libro sin desear ver tu cara de calma y de concentración, sin saber que no la veré más y, lo que tal vez sea incluso más grave, que no me verá más. Nunca volveré a ser mirada por tus ojos. Cuando el mundo empieza a despoblarse de la gente que nos quiere, nos convertimos, poco a poco, al ritmo de las muertes, en desconocidos. Mi lugar en el mundo estaba en tu mirada y me parecía tan incontestable y perpetuo que nunca me molesté en averiguar cuál era. No está mal, he conseguido ser una niña hasta los cuarenta años, dos hijos, dos matrimonios, varias relaciones, varios pisos, varios trabajos, esperemos que sepa hacer la transición a adulto y que no me convierta directamente en una anciana. No me gusta ser huérfana, no estoy hecha para la tristeza.
Milena Busquets (También esto pasará)
—Solo te amaré a ti. Ninguna mujer tendrá jamás poder sobre mí, ninguna. —Me alzó el rostro y me besó las lágrimas—. ¿Cómo puede una diosa compararse a una humana? ¿Acaso el sol pide permiso cuando sale? Tú, mi dulce Shahlaa, eres mi sol; no hay sombra que te oculte a mis ojos. —¡Tu belleza me estremece, pero es tu ingenio el que me atrapa, tu sensualidad la que me desespera y tu mirada la que me condena al infierno de los impíos! Ni rezar puedo sin que me asalten pensamientos impuros. Me tomó el cabello entre las manos y aspiró su perfume. Cayó de rodillas tras de mí y me abrazó.
Lola P. Nieva (Los tres nombres del lobo (Lobo, #1))
Enamorarse a solas es enamorarse del silencio, un silencio con humo y espejos. El amor, si es algo, es dos que se miran. Tú has intentado crear su mirada en tu mágico laboratorio poético. No quejarse si estás quemada y dolorida. En vez de dos ojos salió una sonrisa de desprecio. La que esperabas, sin duda. Pero como era demasiado insoportable revelarte que buscabas la desdicha pura te entregaste falsamente a lo que no buscabas.
Alejandra Pizarnik (Diarios: edición definitiva)
Le devolví la mirada sin saber muy bien qué decirle. —¿Por qué? —No quiero alejarme de ti. Mi voz bajó. —¿Por q...? —Porque te quiero.
Joana Marcús (Antes de diciembre (Meses a tu lado, #1))
Niña que duermes bajo la mirada de Dios, te deseo que no la pierdas jamás, que vayas por la vida con la paciencia como tu mejor aliada, que conozcas el placer de la generosidad y la paz de los que no esperan nada, que entiendas tus pesares y sepas acompañar los ajenos. Te deseo una mirada limpia, una boca prudente, una nariz comprensiva, unos oídos incapaces de recordar la intriga, unas lágrimas precisas y atemperadas. Te deseo la fe en una vida eterna, y el sosiego que tal fe concede. Niña, yo te deseo la locura, el valor, los anhelos, la impaciencia. Te deseo la fortuna de los amores y el delirio de la soledad. Te deseo la inteligencia y el ingenio. Te deseo una mirada curiosa, una nariz con memoria, una boca que sonría y maldiga con precisión divina, unas piernas que no envejezcan, un llanto que te devuelva la entereza. Te deseo el sentido del tiempo que tienen las estrellas, el temple de las hormigas, la duda de los templos. Te deseo la fe en los augurios, en la voz de los muertos, en la boca de los aventureros, en la paz de los hombres que olvidan su destino, en la fuerza de tus recuerdos y en el fururo como la promesa, donde cabe todo lo que aún no te sucede.
Ángeles Mastretta (Mal de amores)
Una vez busqué en un diccionario el término "hipocondríaco" y le saqué una copia. -No sé si lo sabías, pero tu biografía viene en el Diccionario de la Real Academia le anuncié. Echó un vistazo a la fotocopia y me lanzó una mirada de alcayata. -Prueba a buscar en la "i" de idiota y verás que no soy el único famoso replicó JF.
Carlos Ruiz Zafón (Marina)
No puedo evitar preguntarme cómo algo puede pasar del todo a la nada de una manera tan devastadora. Cómo puedes pasar de no poder apartar tu mirada de unos ojos a evitarlos sin ni siquiera tener que pensar en ello. Cómo puede alguien pasar de serlo todo a ser un completo desconocido.
Alina Not (Suelo Sagrado 2 (Bad Ash #5))
Si alguien lee para ti, desea tu placer; es un acto de amor y un armisticio en medio de los combates de la vida. Mientras escuchas con soñadora atención, el narrador y el libro se funden en una única presencia, en una sola voz. Y, de la misma forma que tu lector modula para ti las inflexiones, las sonrisas tenues, los silencias y las miradas, también la historia es tuya por derecho inalienable. Nunca olvidarás a quien te contó un buen cuento en la penumbra de una noche.
Irene Vallejo (El infinito en un junco: La invención de los libros en el mundo antiguo)
Pude ver un atisbo de cómo ha sido tu vida… y… —Bajo la mirada a mis enredados dedos, lágrimas todavía corriendo por mis mejillas—. Esto es sobre mí no siendo lo suficientemente buena para ti. Fue una comprensión de tu vida, y estoy tan asustada de que te aburrirás de mí, y luego te irás… y terminaré como Leila… una sombra. Porque te amo, Christian, y si me dejas, va a ser como un mundo sin luz. Estaré en la oscuridad. No quiero huir. Solo estoy tan asustada de que me dejes
E.L. James (Fifty Shades Darker (Fifty Shades, #2))
Cuántas veces, amor, te amé sin verte y tal vez sin recuerdo, sin reconocer tu mirada, sin mirarte, centaura, en regiones contrarias, en un mediodía quemante: eras sólo el aroma de los cereales que amo. Tal vez te vi, te supuse al pasar levantando una copa en Angol, a la luz de la luna de Junio, o eras tú la cintura de aquella guitarra que toqué en las tinieblas y sonó como el mar desmedido. Te amé sin que yo lo supiera, y busqué tu memoria. En las casas vacías entré con linterna a robar tu retrato. Pero yo ya sabía cómo era. De pronto mientras ibas conmigo te toqué y se detuvo mi vida: frente a mis ojos estabas, reinándome, y reinas. Como hoguera en los bosques el fuego es tu reino.
Pablo Neruda
Mientras no estás enamorada, mientras tu corazón es libre y tu mirada no es de nadie, entre todos los hombres que podrían interesarte ni uno solo se digna a prestarte atención; después, en el momento en que te sientes atrapada por una única persona y no te importan los demás absolutamente nada, todos te persiguen, pronuncian dulces palabras, te galantean.
Susanna Tamaro (Follow Your Heart)
Me atravesé en su camino como la primavera se impone ante el invierno; frenándolo despacio y en silencio.
Jackie Valand (La Luz De Tu Mirada)
Una mirada puede hacer que tu día sea completamente diferente.
Omran Omais
James se disponía a contestar el último comentario de Kelsey cuando oyó un extraño ruido en la cuneta. Se giró sobresaltado. —¿Qué ha sido eso? —preguntó señalando la maleza. —¿Un oso, un lobo, un tigre…? —Kelsey sonrió con ganas—. ¿Qué pasa, tienes miedo? James le dirigió una mirada sombría. —Tranquila, después de haberos conocido a ti y al resto de tu familia ya no tengo capacidad para temer nada más —dijo—. Con el día de hoy ha sido más que suficiente.
Silvia Hervás
La caca es lo más personal y reservado que tenemos. El resto pueden conocerlo todos, la expresión de tu cara, tu mirada, tus gestos (...) Los seres humanos aman el perfume de sus propios excrementos pero no el de los ajenos. En el fondo, forman parte de nuestro cuerpo
Umberto Eco
Muchos días contemplaba tu mirada triste a pesar de que el sol resplandecía tu rostro y sentía que moría por dentro. Ninguna mujer con las que he estado han significado nada. Solo te quiero a ti, te deseo a ti, te amo a ti. Tú eres la mujer adecuada para mí. Estás hecha para mí.
Chloe Magné (La locura de Dangelys (Trilogía Locura nº 3) (Spanish Edition))
Nuevo canal interoceánico Te propongo construir un nuevo canal sin esclusas ni excusas que comunique por fin tu mirada atlántica con mi natural pacífico.
Mario Benedetti (El amor, las mujeres y la vida)
Aunque el frío indiferente golpee con fuerza inusitada, nada me inquieta estando ante tu mirada.
David Coloma García (Fragmentos de vida)
Cuando le eches de menos, mira esta fotografía, mira tus ojos tristes y repítete a ti misma que tú no te mereces eso. Nunca vi tan poca luz en tu mirada.
Núria Gago (Quiéreme siempre)
Poema de un Recuerdo Dime por favor donde no estás en qué lugar puedo no ser tu ausencia dónde puedo vivir sin recordarte, y dónde recordar, sin que me duela. Dime por favor en que vacío, no está tu sombra llenando los centros; dónde mi soledad es ella misma, y no el sentir que tú te encuentras lejos. Dime por favor por qué camino, podré yo caminar, sin ser tu huella; dónde podré correr no por buscarte, y dónde descanzar de mi tristeza. Dime por favor cuál es la noche, que no tiene el color de tu mirada; cuál es el sol, que tiene luz tan solo, y no la sensación de que me llamas. Dime por favor donde hay un mar, que no susurre a mis oídos tus palabras. Dime por favor en qué rincón, nadie podrá ver mi tristeza; dime cuál es el hueco de mi almohada, que no tiene apoyada tu cabeza. Dime por favor cuál es la noche, en que vendrás, para velar tu sueño; que no puedo vivir, porque te extraño; y que no puedo morir, porque te quiero
Alejandro Castiñeiras
—¿Hope? ¿Me prometes algo? —Sí —le digo. —¿Sabes a veces, cuando tu papa te hace llorar? —¿Me prometes que cuando él te haga sentir triste, siempre pensaras en el cielo? —Pero, ¿por qué? —Porque sí. —Vuelve su rostro hacia las estrellas—. El cielo siempre es hermoso. Incluso cuando está oscuro, o lluvioso, o lleno de nubes, aún así es precioso. Es mi favorito, porque sé que si alguna vez me siento perdido, o solo, o asustado, sólo tengo que subir la mirada y el cielo estará allí, sin importar qué… y sé que siempre será hermoso. Es en lo que puedes pensar cuando tu papi te haga sentir triste, para que así no tengas que pensar en él. —Lo prometo —susurro. —Bien —dice él. Luego estira su mano sobre el concreto entre nosotros y envuelve su meñique alrededor del mío.
Colleen Hoover (Hopeless (Hopeless, #1))
—Y lo haces, ¿no? ¿Amarme aunque sea un poco? Porque lo diré otra vez. Justo ahora, en tu cara. La verdad es que yo te amo, Jess Jordan. Lo gritaré si eso ayuda a mi caso. Pero tengo que expresar por lo menos ese punto antes de que transcurra un minuto más. Mi rostro se pone caliente cuando él continúa:—Responde. Por favor. Es importante. Poniendo todo a un lado. ¿Qué hay en tu corazón… qué sientes por mí? Encuentro su mirada. —He estado enamorada de ti desde la primera vez que me hablaste de tu dormitorio de Star Wars. Y ahora te amo tanto que me aterra. ¿Está bien? —¡Sí! Estoy tan feliz justo ahora…
Anne Eliot (Almost)
Pero, si algún día no vienes a la hora del desayuno, si te sorprendo a través de algún espejo buscando otra mirada, si el teléfono repiquetea en vano en tu habitación desierta, entonces, después de indecibles angustias (pues la locura del corazón humano no tiene fin) buscaré otro ser como tú, encontraré a otro ser que se te parezca. Entretanto, tratemos de abolir de un solo golpe el tictac del tiempo. Aproxímate más a mí.
Virginia Woolf (The Waves)
Es un poco así: hay líneas de aire a los lados de tu cabeza, de tu mirada, zonas de detención de tus ojos, tu olfato tu gusto, es decir que andás con tu límite por fuera y más allá de ese límite no podés llegar cuando creés que has aprehendido plenamente cualquier cosa, la cosa lo mismo que un iceberg tiene un pedacito por fuera y te lo muestra, y el resto enorme está más allá de tu límite y así es como se hundió el Titanic.
Julio Cortázar (Hopscotch)
Cuando la luna me ciega con su fulgor eterno, tu luz tenue apacigua mi espíritu. Que no seas eterno inspira más poemas en mi piel que las mil historias que relato, puesto que al saber que prescindo de tu amor, le atesoro más que las más valiosas joyas. Nada en mi constante existencia ha significado más que tú, mi maravilloso compañero. Ningún extremo más que el ardor de tu mirada, suaviza el fruncir de mi ceño. Eres implacable certeza, exquisita quietud, divina fuente de paz. Eres todo y calmas a la nada que desea disiparme con impasividad. Mi deseo, mi lucero, mi luna extrañamente cercana a mi planeta. Te veo soñar y anhelo ser el rostro que se entremeta en tus convalecientes quimeras, para en un rato abrir esas ventanas fulgurosas de alma transparente y desear... desear que jamás nos separe un suspiro más, porque años han sido nuestros verdugos infinitos. Quien merece amor como el nuestro lo obtiene, mi dulce espíritu ambivalente. Quien desea de corazón meterse en los labios de una musa errante, obtiene lo que has tenido, un sabor de mil sabores que no se comparte. Una boca de mil bocas que cuentan historias de mil historias, pero cuya principal promesa eres tú, mi exquisito ángel caído del paraíso. Y si adorarte se vuelve mi mayor testigo, culpable del crimen soy al que me han sometido, puesto que en mi vida, mayor serenidad que en ti no hay, ni mayor anhelo que busque mi psique desazonada y sazonada por tu bello rostro. Todo y nada vale la pena de entremeterme entre tus labios. Todo y nada, mi dulce ángel de sueños entrelazados.
Mariela Villegas Rivero (Mujer de Fuego)
La sombra se endureció. Oscureció su semblante. Bajó el rostro y la mirada. Cerró los párpados con rabia y dejó de mirar el fuego. Sintió cómo las llamas seguían ardiendo dentro de él. «Huye», se decía, «corre, teme al fuego, pero no importa donde vayas, no importa lo que hagas... Nada te salvará de ti, Gryal, contigo estarás toda tu vida».
Jordi Balaguer (La maldición de Gryal (El amante de la luna, #1-2))
Tu mirada distraída me acarició sin quererlo y en el acto, en cuanto se encontró con la atención de mis ojos, se convirtió en aquella manera tuya de mirar a las mujeres —cómo me estremecieron los viejos recuerdos—, esa mirada tierna que te envuelve y a la vez te desnuda, que te rodea y casi te toca...
Stefan Zweig (CARTA DE UNA DESCONOCIDA (Spanish Edition))
Aunque moverse duela como una enfermedad. La mirada se detiene en los rostros que murmuran y no puedes oír lo que están diciendo porque en tu cabeza, el estruendo de los gritos es demasiado fuerte. Aun así, deja que te tiren del brazo y que te suban al coche, y sigues. Porque puedes cuando alguien te dice que puedes.
Kami Garcia
—¿Qué ha sido eso? —preguntó señalando la maleza. —¿Un oso, un lobo, un tigre…? —Kelsey sonrió con ganas—. ¿Qué pasa, tienes miedo? James le dirigió una mirada sombría. —Tranquila, después de haberos conocido a ti y al resto de tu familia ya no tengo capacidad para temer nada más —dijo—. Con el día de hoy ha sido más que suficiente.
Silvia Hervás (Besos de murciélago)
Porque grande eres, Señor28, y vuelves tu mirada a las cosas rastreras29; las altivas, en cambio, las conoces de lejos, y no te acercas sino a los allanados de corazón30, y no te hallan los soberbios aunque con su curiosa pericia enumeren las estrellas y la arena31, y midan las constelaciones, e investiguen los caminos de los astros.
Augustine of Hippo (Confesiones)
Compañera, cuando amábamos (for Juanita Ramos and other spik dykes) ¿Volverán, campañera, esas tardes sordas Cuando nos amábamos tiradas en las sombras bajo otoño? Mis ojos clavados en tu mirada Tu mirada que siempre retiraba al mundo Esas tardes cuando nos acostábamos en las nubes Mano en mano nos paseábamos por las calles Entre niños jugando handball Vendedores y sus sabores de carne chamuzcada. La gente mirando nuestras manos Nos pescaban los ojos y se sonreían cómplices en este asunto del aire suave. En un café u otro nos sentábamos bien cerquita. Nos gustaba todo: las bodegas tiznadas La música de Silvio, el ruido de los trenes Y habichuelas. Compañera, ¿Volverán esas tardes sordas cuando nos amábamos? ¿Te acuerdas cuando te decía ¡tócame!? ¿Cuándo ilesa carne buscaba carne y dientes labios En los laberintos de tus bocas? Esas tardes, islas no descubiertas Cuando caminábamos hasta la orilla. Mis dedos lentos andaban las lomas de tus pechos, Recorriendo la llanura de tu espalda Tus moras hinchándose en mi boca La cueva mojada y racima. Tu corazón en mi lengua hasta en mis sueños. Dos pescadoras nadando en los mares Buscando esa perla. ¿No te acuerdas como nos amábamos, compañera? ¿Volverán esas tardes cuando vacilábamos Pasos largos, manos entrelazadas en la playa? Las gaviotas y las brizas Dos manfloras vagas en una isla de mutua melodía. Tus tiernas palmas y los planetas que se caián. Esas tardes tiñadas de mojo Cuando nos entregábamos a las olas Cuando nos tirábamos En el zacate del parque Dos cuerpos de mujer bajo los árboles Mirando los barcos cruzando el río Tus pestañas barriendo mi cara Dormitando, oliendo tu piel de amapola. Dos extranjeras al borde del abismo Yo caía descabellada encima de tu cuerpo Sobre las lunas llenas de tus pechos Esas tardes cuando se mecía el mundo con mi resuello Dos mujeres que hacían una sola sombra bailarina Esas tardes andábamos hasta que las lámparas Se prendían en las avenidas. ¿Volverán, Compañera, esas tardes  cuando nos amábanos?
Gloria E. Anzaldúa (Borderlands/La Frontera: The New Mestiza)
Seré el sueño de tu mirada, de tus labios, de tu ardiente fuego; seré objeto de tu sonrisa, de tu piel, de tus caricias; seré tu eternidad de amor y tu realidad de sentir. Andreah Danielle Riviere, eres el amor de mi vida. Este lobo ya no quiere seguirle aullando a la luna en soledad. ¿Me concederías el privilegio de tomarme como esposo?
Mariela Villegas Rivero ("Luna Llena")
¡Oh, Luna! Siempre estuviste a mi lado, alumbrándome en los momentos más terribles; desde mi infancia fuiste el misterio que velaste por mi terror, fuiste el consuelo en las noches mas desesperadas, fuiste mi propia madre, bañándome en un calor que ella tal vez nunca supo brindarme; en medio del bosque, en los lugares más tenebrosos, en el mar; allí estabas tu acompañándome; eras mi consuelo, siempre fuiste la que me orientaste en los momentos más difíciles. Mi gran diosa, mi verdadera diosa, que me has protegido de tantas calamidades; hacia ti en medio del mar; hacia ti junto a la costa; hacia ti entre las costas de mi isla desolada. Elevaba la mirada y te miraba; siempre la misma; en tu rostro veía una expresión de dolor, de amargura, de compasión hacia mí; tu hijo. Y ahora, súbitamente, luna, estallas en pedazos delante de mi cama. Ya estoy solo. Es de noche.
Reinaldo Arenas
—¿Tu corazón, Poppy? Es un regalo que no merezco —puso sus manos en mis rodillas mientras levantaba la mirada hacia la mía—. Pero es uno que protegeré hasta mi último aliento.
Jennifer L. Armentrout (A Kingdom of Flesh and Fire (Blood and Ash, #2))
¡Todo se apaga y se extingue menos tus hondas miradas, tus dos ojos donde arde tu alma! Y sólo veo entre sombras aquellos ojos...
Edgar Allan Poe (Poemas (Spanish Edition))
No sé tu nombre, sólo sé la mirada con que me lo dices.
Mario Benedetti
Ahora, disciplinado en la estricta silla ancestral, Te sientas, con mirada solemne, a punto de vomitar, Y el futuro es un electrodo en tu cerebro.
Sylvia Plath
Esa mirada que esta hablándote.. Gritándote... Tu siendo Ciego, sordo. Y no puedes observar lo que tu corazòn pinto en un lienzo de razón con su pincel de intuición... Firmando como la Perdición.
Natasha santana
Mi mejor amigo en el internado era un chaval de ojos penetrantes y temperamento nervioso que insistia responder a las siglas JF (...) Era de constitución débil y bastaba con mencionar la palavra microbio en un radio de 1km a la redonda para que él creyese que había pillado una infección. Una vez busqué en un diccionario el término hipocondríaco y le saqué una copia. -No sé si lo sabías, pero tu biografía viene en el diccionario de la Real Academia - le anuncié. Echó un vistazo a la fotocopia y me lanzó una mirada de alcayata. -Prueba a buscar en la "i" de idiota y verás que no soy el único famoso - replicó JF
Carlos Ruiz Zafón (Marina)
Tú me echabas una mirada con un gris signo de interrogación en tus ojos. "Oh, no, no empecemos de nuevo" (incredulidad, exasperación). Pues nunca te dignabas a creer que yo pudiera sentir el deseo -sin intenciones específicas- de hundir mi cara en tu falda tableada, amor mío. La fragilidad de tus brazos desnudos... Cómo anhelaba envolver esos brazos, y tus cuatro miembros límpidos, encantadores -un potrillo acurrucado-, y tomar tu cabeza entre mis manos indignas y estirar hacia atrás la piel de tus sienes y besar tus ojos achinados y... "Por favor, déjame en paz, ¿quieres?", decías. "Dios mío, déjame tranquila". Y yo me levantaba del suelo, mientras tú me mirabas crispando el rostro en una imitación deliberada de mi tic nerveux. Pero no importa, no importa, soy un miserable, no importa, sigamos con mi desgraciada historia.
Vladimir Nabokov (Lolita)
Simon decidió salvar la situación. -James, hoy vamos a repasar cada momento de la noche en la que te capturaron. Al parecer, el desayuno dejó de interesarle a su amigo, porque James colocó su tenedor lentamente dobre la mesa. -Tenía la impresión de que ya lo habíamos hecho. -No como vamos a hacerlo hoy. Agatha asintió. -Muy bien. Yo también quiero oírlo. James se ruborizó de la manera más sorprendente. -¡Aggie! Hubo algunos detalles muy importantes ese día. Cosas que tú no deberías oír. -Oh, ¿Te refieres al hecho de que pasaste seis horas con tu amante esa noche? Por Dios, James, ¿Qué demonios hiciste durante seis horas enteras? A mí me consta que para eso se tarda muchísimo menos. ¿No es cierto, Simon? Simon se atragantó con el último bocado que se había llevado a la boca. Esta vez le tocaba a él ruborizarse y evitar la mirada atónita de James.
Celeste Bradley
Besos Hay besos que pronuncian por sí solos la sentencia de amor condenatoria, hay besos que se dan con la mirada hay besos que se dan con la memoria. Hay besos silenciosos, besos nobles hay besos enigmáticos, sinceros hay besos que se dan sólo las almas hay besos por prohibidos, verdaderos. Hay besos que calcinan y que hieren, hay besos que arrebatan los sentidos, hay besos misteriosos que han dejado mil sueños errantes y perdidos. Hay besos problemáticos que encierran una clave que nadie ha descifrado, hay besos que engendran la tragedia cuantas rosas en broche han deshojado. Hay besos perfumados, besos tibios que palpitan en íntimos anhelos, hay besos que en los labios dejan huellas como un campo de sol entre dos hielos. Hay besos que parecen azucenas por sublimes, ingenuos y por puros, hay besos traicioneros y cobardes, hay besos maldecidos y perjuros. Judas besa a Jesús y deja impresa en su rostro de Dios, la felonía, mientras la Magdalena con sus besos fortifica piadosa su agonía. Desde entonces en los besos palpita el amor, la traición y los dolores, en las bodas humanas se parecen a la brisa que juega con las flores. Hay besos que producen desvaríos de amorosa pasión ardiente y loca, tú los conoces bien son besos míos inventados por mí, para tu boca. Besos de llama que en rastro impreso llevan los surcos de un amor vedado, besos de tempestad, salvajes besos que solo nuestros labios han probado. ¿Te acuerdas del primero...? Indefinible; cubrió tu faz de cárdenos sonrojos y en los espasmos de emoción terrible, llenáronse de lágrimas tus ojos. ¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso te vi celoso imaginando agravios, te suspendí en mis brazos... vibró un beso, y qué viste después...? Sangre en mis labios. Yo te enseñé a besar: los besos fríos son de impasible corazón de roca, yo te enseñé a besar con besos míos inventados por mí, para tu boca. Este maravilloso poema de Gabriela Mistral, nos describe de una manera muy simple y sentida, una de las grandes expresiones de amor o quizas las principal. Me he tomado el trabajo de narrarlo, asumiendo el riesgo de no ser capaz de transmitir la verdadera intensidad o altura que tienen las palabras de esta destacada artista de las letras. Lucila de María Godoy Alcayaga, conocida como Gabriela Mistral. Nacida en Vicuña, Chile el 7 de abril de 1889 y fallecida Nueva York, el 10 de enero de 1957, Poetisa, diplomática, y pedagoga. Gabriela Mistral, una de las principales figuras de la literatura chilena y latinoamericana, fue la primera persona de América Latina en ganar el Premio Nobel de Literatura,2 que recibió en 1945.
Gabriela Mistral
En cuanto a ti que nos salvas, beduino de Libia, te borrarás, sin embargo, para siempre de mi memoria. No me acordaré nunca de tu rostro. Tú eres el Hombre y te me aparecerás con la cara de todos los hombres a la vez. Nunca fijaste la mirada para examinarnos, y nos has reconocido. Eres el hermano bien amado. Y, a mi vez, yo te reconoceré en todos los hombres. ... Todos mis amigos, todo mis enemigos en marchan hacia mí, yo no tengo ya un solo enemigo en el mundo.
Ernesto Sabato (La resistencia)
Las cosas más pequeñas a menudo son las más gratificantes: un buen libro, una buena conversación, un momento silencioso de gratitud o reflexión, una mirada de afecto... No busques grandes hitos en tu vida para reconocer que eres feliz.
Ignacio Novo
Siempre hay un rey sobre un caballo en las viejas ciudades; lo custodian las fuentes y los niños y un insólito pájaro. Cuando los veo, pienso que la muerte mira de las estatuas armada hasta los dientes, con sus ojos de bronce clausurado. Si pregunto por ellos, me describen galopes y batallas. Nunca al caballo libre en las praderas ni al señor en su casa. Todos cuentan la historia por las guerras en las viejas ciudades y por más que pregunto nadie sabe describir la morada donde amasaba pan el panadero y su mujer hilaba. La historia que nos cuentan es la historia de una que otra batalla, pero jamás nos dicen que, entretanto, el labrador sembraba y que, segando el trigo de la vida, los jóvenes se amaban mirándose a los ojos, como miro la paz en tu mirada, mientras paseamos por la antigua plaza con un rey a caballo donde juegan los niños y las fuentes son catedrales de agua. La paz, amor, es ese pájaro insólito que, a veces, se posa en las estatuas.
Armando Tejada Gómez
Y de cosas así está mi vida llena. Y mi única esperanza es tu misericordia enormemente grande207. En efecto, cuando nuestro corazón se convierte en recipiente de cosas de este tipo y transporta catervas de desbordantes vanidades, a menudo sucede que, desde ahí, nuestras oraciones son interrumpidas y obstaculizadas y, mientras dirigimos la voz del corazón hacia tus oídos, queda truncada ante tu mirada una cosa tan importante por pensamientos estúpidos que me asaltan no sé de dónde.
Augustine of Hippo (Confesiones)
-Creo que otorgas demasiado crédito a nuestra relación. -Hice cuanto pude para cambiar de tema-. Yo lo irrito hasta sacar lo peor de él y Curran ha encontrado el modo de darme la lata. Eso es todo. -Quizás tengas razón. -De todos modos, Su Majestad necesita una chica- puedo. Y yo no lo soy. -¿Una chica-puedo? -Andrea enarcó las cejas y yo me incliné sobre el respaldo. -¿Puedo traerle la comida, Su Majestad? ¿Puedo decirle lo fuerte y valiente que es Su Majestad? ¿Puedo quitarle las pulgas, Su Majestad? ¿Puedo besarle el culo, Su Majestad? ¿Puedo... ? -Caí en la cuenta de que Rafael estaba sentado rígidamente, inmóvil como una estatua, con la mirada fija en algún punto sobre mi cabeza-. Está detrás de mí, ¿verdad? Andrea asintió lentamente. - Técnicamente, debería ser podría -dijo Curran, con una voz más grave de lo que recordaba-, ya que estás pidiendo permiso. (...) -Para responder a tu pregunta, sí, puedes besarme el culo. Normalmente, prefiero conservar mi espacio personal, pero tú eres una amiga de la Manada y tus servicios han demostrado ser de utilidad en una o dos ocasiones. Mi única pregunta es, ¿me besarías el culo por obediencia, por acicalamiento o como un preliminar del acto sexual?
Ilona Andrews (Magic Strikes (Kate Daniels, #3))
Y mañana, cuando tu primavera se derrumbe como la arquitectura de una flor, cuando te huyan todas las miradas y se te nieguen todas las sonrisas; cuando las noches alegres te vuelvan sus espaldas, y a puntapiés la música te arroje de su loco reinado; entonces volverás al suburbio, y será en una tarde con olor de aguas muertas, y el eco de tus pasos en la calle despertará recuerdos y exaltará fantasmas. Y cuando al fin descienda la lluvia de tus ojos una voz de muchacha cantará en algún patio: Cascabel, cascabelito, ríe, ríe y no llores
Leopoldo Marechal
Solo aquí, qué bien, me parece que estoy encima de todo. No me puede pasar nada. Yo soy el que paso. Vivo. Vivo. Fuera de tantas preocupaciones, fuera del dinero que tenía que ganar, fuera de la mujer con la que me tenía que casar, fuera de la clientela que tenía que conquistar, fuera de los amigos que me tenían que estimar, fuera del placer que tenía que perseguir, fuera del alcohol que tenía que beber. Si estuvieras así. Manténte ahí. Ahí tienes que estar. Tengo que estar aquí, en esta altura, viendo cómo estoy solo, pero así, en lo alto, mejor que antes, más tranquilo, mucho más tranquilo. No caigas. No tengo que caer. Estoy así bien, tranquilo, no me puede pasar nada, porque lo más que me puede para es seguir así, estando donde quiero estar, tranquilo, viendo todo, tranquilo, estoy bien, estoy bien, estoy muy bien así, no tengo nada que desear. Tú no la mataste. Estaba muerta. Yo la maté. ¿Por qué? ¿Por qué? Tú no la mataste. Estaba muerta. Yo no la maté. Ya estaba muerta. Yo no la maté. Ya estaba muerta. Yo no fui. No pensar. No pensar. No pienses. No pienses en nada. Tranquilo, estoy tranquilo. No me pasa nada. Estoy tranquilo así. Me quedo así quieto. Estoy esperando. No tengo que pensar. No me pasa nada. Estoy tranquilo, el tiempo pasa y yo estoy tranquilo porque no pienso en nada. Es cuestión de aprender a no pensar en nada, de fijar la mirada en la pared, de hacer que tú quieras hacer porque tu libertad sigue existiendo también ahora. Eres un ser libre para dibujar cualquier dibujo o bien para hacer una raya cada día que vaya pasando como han hecho otros, y cada siete días una raya más larga, porque eres libre de hacer las rayas todo lo largas que quieras y nadie te lo puede impedir.
Luis Martín-Santos (Tiempo de silencio)
—¿Te das cuenta de cómo hemos cambiado, Kenneth? reflexionó en voz alta—. ¿La oyes? —señaló con la cabeza hacia su derecha—. El primer día en el hospital esa risa me robó el corazón y ahora es suyo para siempre. —Mañana regresarás a tu mundo —dijo él enfrentando su mirada. —Mi mundo es éste también. —No —contradijo tomándola por los hombros—. Ésta es tu fantasía. Y no te das cuenta que la escapada que tú vives como una ilusión, es mi vida real. Cuando estés en Boston, lo verás todo con otros ojos. (...) —Tú eres una poderosa razón para volver. La única que me importa.
Olivia Ardey (Delicias y secretos en Manhattan (Delicias y secretos en Manhattan, #1))
―Bueno ―dije en voz baja―. Haré lo que digas. Sólo recuerda no hablarme de forma condescendiente ahora. No soy una estudiante más. Soy tu igual ahora. Él miró hacia el lado de la carretera justo con el tiempo suficiente como para darme cuenta de su mirada de sorpresa. ―Tú siempre has sido mi igual, Roza. • capítulo 5
Richelle Mead (Last Sacrifice (Vampire Academy, #6))
A base de tropezar, espero, aprenderé a caminar de nuevo, y cuanto más camine más me alejaré de ti, hasta llegar a un momento en que tu recuerdo no sea más que una pequeña mota en el horizonte, a punto de fundirse con el amanecer de un sol radiante que me lleve a entornar los ojos en la última mirada que, al fin, te concederé.
Alejandro Ordóñez Perales
—Pero ¿por qué te has hecho esa marca? En esa ocasión no se ruborizó ni apartó la mirada. —Es una promesa de ser mejor de lo que era —explicó—. Es un juramento de que, si no puedo ser nada más para ti, al menos puedo ser un arma en tu mano. —Se encogió de hombros—. Y supongo que es un recordatorio de que querer algo y merecerlo no son lo mismo.
Leigh Bardugo (Ruin and Rising (The Shadow and Bone Trilogy, #3))
Si hay un lugar en el que puedes estar solo, serás dichoso; si conoces a alguien como la palma de tu mano, serás dichoso; si sientes la ternura en su mirada, sabrás que te ama; pero... Nunca se está solo en realidad, siempre queda la conciencia; no conoces a nadie tanto como para apostar tu vida y aún lo más importante, no hay amor que valga la pena, si la ternura en su mirada no te hace dichoso.
Yra Reybel (Tú eres mi Vanilla (Spanish Edition))
Después comprendí que esa mirada que atrae, que te envuelve y te desnuda a la vez, esa mirada de seductor consumado, era tu modo de mirar a todas las mujeres que se cruzaban en tu camino, a cualquier vendedora que te atendía, a cualquier criada que te abría la puerta. No eres consciente de la fuerza de esa mirada que tu ternura hacia las mujeres hace parecer más dulce y afectuosa en su insistencia.
Stefan Zweig (CARTA DE UNA DESCONOCIDA (Spanish Edition))
En la noche de insomnio de tu paciente, has probado ese vino que es la recompensa de todos nuestros esfuerzos —la angustia y el desconcierto de un alma humana. ¿Respondió el paciente a alguna de tus terroríficas visiones del futuro? ¿Le hiciste echar unas cuantas miradas autocompasivas al feliz pasado? Que ninguna excitación temporal te distraiga del verdadero asunto de minar la fe e impedir la formación de virtudes.
C.S. Lewis (The Screwtape Letters)
—Entiendo por qué no has dicho nada, pero ahora me siento un poco egoísta. —Kai apretó la mandíbula y en su rostro se dibujó un ceño cargado de culpabilidad—. Sé que debería haberlo imaginado, después de decirme que estaba enferma, pero entre la coronación, la visita de la reina Levana y el baile… Supongo que lo olvidé. Ya sé que eso me convierte en el mayor imbécil del mundo, que tendría que haberme figurado que tu hermana había… y que por eso ignorabas mis coms. Ahora todo tiene sentido. —La atrajo hacia sí, tan cerca que Cinder hubiera podido reposar la cabeza en su hombro, aunque no lo hizo. El cuerpo de la joven había recuperado su rigidez anterior y parecía haber olvidado los pasos de baile—. En cualquier caso, me habría gustado que me lo hubieras dicho. Cinder bajó la vista hacia el hombro de Kai, con la mirada perdida. —Lo sé —murmuró—. Tendría que habértelo dicho.
Marissa Meyer (Cinder (The Lunar Chronicles, #1))
mantener en secreto la homosexualidad durante toda tu vida, desviando la mirada cada vez que veías un hombre guapo, y rezando, de rodillas, cada vez que un pensamiento sexual se apoderaba de tu mente o cada vez que te comportabas de manera remotamente femenina, te hacía avergonzarte de unos pecados por los que sentías una necesidad constante de excusarte, de arrepentirte, de suplicar perdón. No podía ni contar la cantidad de veces que había pecado contra Dios.
Garrard Conley (Boy Erased: A Memoir of Identity, Faith, and Family)
Si te acuerdas de todo, quise decirle, y de verdad eres como yo, entonces antes de que te vayas mañana. o cuando estés a punto de cerrar la puerta del taxi, te hayas despedido de todos los demás y no quede nada que decir en esta vida, entonces y solo entonces, vuélvete hacia mí, aunque sea en broma o como una última ocurrencia que hubiese significado todo para mí cuando estábamos juntos, y, al igual que hiciste en aquel entonces, mírame a la cara, aguántame la mirada y llámame por tu nombre.
André Aciman (Call Me By Your Name (Call Me By Your Name, #1))
Si te acuerdas de todo, quise decirle, y de verdad eres como yo, entonces antes de que te vayas mañana, o cuando estés a punto de cerrar la puerta del taxi, te hayas despedido de todos los demás y no quede nada que decir en esta vida, entonces y solo entonces, vuélvete hacia mí, aunque sea en broma o como una última ocurrencia que hubiese significado todo para mí cuando estábamos juntos, y, al igual que hiciste en aquel entonces, mírame a la cara, aguántame la mirada y llámame por tu nombre.
André Aciman (Llámame por tu nombre)
A veces basta con una mirada o un silencio compartido. Puede que lo único que necesitemos sea aprender a dejar de perder el tiempo ya no sentirnos culpables. ¿Por qué en ocasiones cuesta tanto coger la felicidad cuando la tienes al alcance de tu mano? ¿Por qué damos vueltas, buscamos recovecos, atajos o bifurcaciones si la respuesta la tenemos delante de nuestras narices? ¿Acaso nos da tanto miedo fracasar que nos rendimos incluso antes de ir a por aquello que tanto deseamos? ¿Somos tan irónicamente previsibles?.
Alice Kellen (Las alas de Sophie)
«Me detuve un instante. Si te acuerdas de todo, quise decirle, y de verdad eres como yo, entonces antes de que te vayas mañana, o cuando estés a punto de cerrar la puerta del taxi, te hayas despedido de todos los demás y no queda nada que decir en esta vida, entonces y solo entonces, vuélvete hacía mí, aunque sea en broma o como una última ocurrencia que hubiese significado todo para mí cuando estábamos juntos y, al igual que hiciste en aquel entonces, mírame a la cara, aguántame la mirada y llámame por tu nombre. »
André Aciman (Call Me By Your Name (Call Me By Your Name, #1))
Alec y yo nos miramos, desolados. Me arrojo a su cuello y mientras me abraza susurro entrecortadamente: - Te quiero. - Y yo a ti. - Y yo estoy orgullosa de resistir a tu lado, pase lo que pase. -Con los ojos empañados, levanto el rostro hacia él. La ternura que veo en su mirada me conmueve. Toma mi cara entre sus manos mientras dice: - Tess, solo tú podrías ser lo bastante valiente para morir conmigo. Pero quiero que vivas por mí. Nos besamos con la misma desesperación que si estuviéramos ahogándonos. Cuando nuestros labios se separan, dice: - Perdóname.
Claudia Gray (Fateful)
Me apresure hacia adelante hasta que otro baño de chicas apareció. Abrí la puerta, planeando dejar a Noah afuera mientras me recomponía. Pero me siguió dentro. Dos chicas menores estaban paradas en el espejo aplicándose brillo labial. - Salgan-Noah les dijo, su voz con aburrimiento. Como si fueran las que no pertenecieran al baño de chicas. Pero no esperaron a que se lo dijeran dos veces. Salieron tan rápido que me habría reído si no estuviera tan impactada. Noah dirigió su mirada a mi, y algo centello detrás de sus ojos - ¿Cuál es tu problema?- pregunto en una voz baja. Lo mire. Se había ido la indiferencia casual. Pero no estaba enojado. O incluso molesto. Más bien…curioso. Su expresión callada era ruinosa. - No tengo un problema- dije confiadamente. Avance, mis ojos estrechándose hacia él-. Estoy libre de problemas. Su cuerpo largo, acentuado por la línea de su camisa no metida y pantalones de corte bajo parecían tan fuera de lugar contra los feos azulejos amarillos. Mi respiración se aceleró. – No soy tu tipo – fui capaz de decir. Entonces Noah dio un paso hacia mí, y una anormal sonrisa burlándose en la esquina de su boca. Demonios. – No tengo un tipo. - Eso es aun peor-dije, y juro que trate de sonar malvada cuando lo dije-. Eres tan sin criterio como dicen. Pero lo quería cerca. - He sido difamado.- Su voz era apenas más que un susurro. Dio otro paso, tan cerca que sentí la caliente aura de su pecho. Miro abajo hacia mí, todo sincero y abierto y con ese caótico cabello en sus ojos como que quería y no quería decir algo. - Lo dudo- fue lo mejor que pude hacer. Su rostro estaba a centímetros del mio. Iba a besarlo, e iba a arrepentirme. Pero en ese momento, no me importaba.
Michelle Hodkin (The Unbecoming of Mara Dyer (Mara Dyer, #1))
Nadie que haya vivido en Nueva York más de unos cuantos meses comprenderá por qué una chica podría decir en serio que le gusta el metro. Han olvidado la novedad de caminar por pasillos subterráneos y aparecer de pronto en la otra punta de la ciudad, el consuelo de saber que, incluso si te toca tragarte una hora de retraso o te topas con un exhibicionista, has resuelto el mayor enigma lógico de la ciudad. Formar parte del ajetreo, intercambiar una mirada con otro pasajero horrorizado cuando una banda de mariachis se monta en tu vagón. En el metro, August es una neoyorquina más, así de sencillo.
Casey McQuiston (One Last Stop)
Te sorprendes echando una mirada hacia atrás y preguntándote cuándo comenzaste a no permitir que nadie se te acercara, a decidir que en el fondo la gente no te importa nada. Y sorpresa: todo lo que logras recordar es una cadena de pequeños sinsabores. Ningún terremoto, ningún gigantesco acontecimiento traumático, como en las películas, donde un evento significativo explica toda una personalidad. Ningún papá o mamá que se largó de casa, ningún ex marido sorprendido en la cama con tu mejor amiga. Más bien: nimiedades de niños, si acaso. Minucias, algo que casi es motivo de risa. Pequeñísimos movimientos de indiferencia, de deriva continental, que en realidad no te movieron para nada el piso, pero que, milímetro tras milímetro, grabaron en tu interior la certeza de que es mejor no apoyarse nunca totalmente, porque el piso no es estable, y debes estar siempre lista para saltar antes de que se abra una grieta en el suelo. Y sólo ahora que, por una sola noche, te concediste una tregua, te dejaste llevar y te relajaste, sólo ahora que finalmente permitiste que alguien se acercara y -¡Qué increíble!- no sólo no te moriste, sino que te agradó más de lo que podías imaginar, sólo ahora que te das cuenta de que hasta este momento todo fue terriblemente agotador.
Alice Basso (L'imprevedibile piano della scrittrice senza nome)
Todo para ser más organizada, más ordenada, más buena. Todo para dejar atrás la angustia que me causaba el enredo de caminos prohibidos que se cruzaban en mí, en mi cuerpo. Si, de eso se trataba: el lunes volvería a ser la buena chica que fui, sin el latido constante que serpenteaba en mis carnes, sin deseo, y así, solamente así, podría ser aceptada, querida. ¿Tu también empezaste así o te dieron tiempo a tener miedo a desbocarte como un caballo salvaje? ¿También tu sentiste que ya no eras digna de ser amada porque te habías convertido en un cuerpo peligroso que se estremecía bajo la mirada de los hombres que te repasaban de arriba abajo?
Najat El Hachmi (El lunes nos querrán)
Veinte años fue ayer, y ayer era esta mañana, y esta mañana parece estar a años luz. -Soy como tú -dijo-. Me acuerdo de todo. Me detuve un instante. Si te acuerdas de todo, quise decirle, y de verdad eres como yo, entonces antes de que te vayas mañana, o cuando estés a punto de cerrar la puerta del taxi, te hayas despedido de todos los demás y no quede nada que decir en esta vida, entonces y solo entonces, vuélvete hacia mí, aunque sea en broma o como una última ocurrencia que hubiese significado todo para mí cuando estábamos juntos, y, al igual que hiciste en aquel entonces, mírame a la cara, aguántame la mirada, y llámame por tu nombre.
André Aciman (Call Me By Your Name (Call Me By Your Name, #1))
Tú, haz aún más intensos los años de niñez recargándolos con la experiencia del adulto. Liga la corrupción a tu frescura de niño. Atraviesa verticalmente todas las posibilidades de la precocidad. Ya pagarás el precio: a los 19 años no tendrás sino cansancio en la mirada, agotada la capacidad de emoción y disminuida la fuerza del trabajo. Entonces bienvenida sea la dulce muerte fijada de antemano. Adelántate a la muerte, precísale una cita. Nadie quiere a los niños envejecidos. Sólo tú comprendes que enredaste los años para malgastar y los años de la reflexión en una sola torcida actividad intensa. Viviste al mismo tiempo el avance y la reversa.
Andrés Caicedo (¡Que viva la música!)
A lo largo de nuestras vidas todos nos hemos sentido alguna vez Mofetas. Ese día extraño en que nadie quiere sentarse a tu lado, esas horas en las que la gente te evita y las miradas en tu ciudad resultan algo amenazantes. (...) Esos momentos en los que sospechas que tu equipo ha caído eliminado de la Champions League porque has acudido al estadio para animarlos. Pero esos días son equiparables en la gent normal a transitorias menstruaciones de energías negativas. Sin embargo, el aso de las Mofetas es mucho más triste. La vida de las Mofetas Psíquicas es un constante terremoto de despropósitos emocionales. De hecho, son personas acostumbradas a la soledad. De pequeños, ningún niño les invitó a su fiesta de cumpleaños. Y de mayores, no se percatan de que nadie los llama por teléfono y que sus amigos son simplemente compañeros de oficina.
Santi Balmes (La doble vida de las hadas)
No siento mi cuerpo, no siento mi alma, ¿la habré extraviado?... Solo veo rojo a mí alrededor. Rojo sangre que cubre mi cielo, que recubre mis heridas y las escose como fuego. Las serpientes rojas se deslizan por todo mi cuerpo, puedo sentirlas reptando y sujetando mi carne, sin embargo ya no siento dolor, no siento nada. Ojos de color venganza se adentran en mi mente, apoderándose de mi voluntad. Rompen poco a poco un lazo que se empezaba a formar. Ocultan la felicidad y me hunden en la oscuridad. Antes no entendía el por qué de mi existencia, ahora sé que siempre hubo un propósito. Y por más que quiero negarlo sé que es este. Solo hubiera querido que mi propósito hubieras sido tú. En verdad trate de protegerte. Pero al final no pude hacerlo, fui yo quien te hirió. Nuestro destino es odiarnos, siempre fue ese. Quisimos negarlo, la atracción era inmensa y eso es lo que nos llevara a terminar lo que empezamos. Poco a poco estoy empezando a olvidarte. Ya no recuerdo tus labios, ni el sonar de tu voz, el color de tu cabello se deshizo como hilos de humo en el aire y tu perfume se mezclo con el olor a sangre. Te estoy olvidando y me asusta pensar que pronto ya no te recordaré. Mi mente te expulsa y mi corazón terco te aferra, o al menos recupera los fragmentos destrozados de ti. Solo un constante hay…uno que no puedo quitar, por el cual aun vives en mi. Tu mirada. Tengo frío. Y no son paredes de piedra las cuales me aprisionan, el frío proviene de muy dentro de mí. Mi sed aumenta y mi hambre también. Ya no puedo reconocerme. Pronto acabare con todo, todo se vendrá a mis pies y por fin ella podrá liberarme. Ella es mi salvación. La luna de rojo se teñirá muy pronto. Y cuando eso ocurra… ¡Tú serás la siguiente Cuentista!
Brizz Briseira
«No nos pasábamos el día mirándonos a los ojos. Nos mirábamos así cuando hacíamos el amor o cuando uno de los dos tenía problemas, pero la mayoría de las veces nuestras miradas se encontraban y se entrelazaban mirando una tercera cosa. Las terceras cosas son básicas para los matrimonios, objetos, prácticas, hábitos, artes, instituciones, juegos o seres humanos que proporcionan un lugar de arrebato o satisfacción conjunta. Cada miembro de una pareja está separado del otro; los dos se unen observando juntos». Hall dice a continuación que las terceras cosas podrían ser John Keats, la Orquesta Sinfónica de Boston, los interiores holandeses o sus hijos. Nuestros hijos son lugares fundamentales de arrebato conjunto para Sarah y para mí, pero también tenemos otras terceras cosas: el crucigrama del domingo del New York Times, los libros que leemos juntos, la serie de televisión The Americans, etc.
John Green (Tu mundo y el mío: Postales del Antropoceno (Spanish Edition))
Imagínate cómo es esta vida cuando hace frío, cuando el suelo está cubierto de nieve y no encuentras nada que comer, y tienes que romper el hielo para que los caballos puedan beber. O cuando es pleno verano y la hierba está seca y no hay sombra para protegerse del sol. —Bueno, eso no suena muy bien —admití. —O cuando hay comida solo para la mitad de la tribu, y tienes que pelearte con tus propios primos para ver quién come ese día —continuó él con una mirada sombría—. Cuando se te ha quedado pequeño el abrigo y tienes que robar periódicos para ponerte las hojas dentro de la camisa y no pasar tanto frío. Cuando robas una cartera y tu madre te da una paliza por haber sido torpe. Su voz se había vuelto muy grave, y yo no dije nada mientras continuaba hablando, casi consigo mismo. —O cuando vienen los giorgios con sus perros y sus antorchas, vuelcan los vardos y tiran tu comida al fuego solo porque la ley se lo permite, y sus hijos te escupen y te insultan mientras sus madres sonríen. Eso es ser gitano
Deanna Raybourn
¿Cuándo cambié a tus ojos? Adam me miró con otro «tú estás loca». —No pienso contártelo. —¿Por qué no? —Porque es una de esas cosas de tíos que no entenderías y que probablemente te cabreará. Genial. Ahora estaba definitivamente intrigada. —No me enfadaré. Solo dímelo por favor —le supliqué con dulzura. —Vale. —Me miró con cautela—. Fue la mañana siguiente a tu decimoctavo cumpleaños. Mis ojos se agrandaron al recordarlo. «¿En serio?» —Sí, la mañana en la que tú… oh, casualmente, me dijiste que habías perdido la virginidad. ¿Fue ese el momento en que se dio cuenta de que sentía algo por mí? Dios… Joss tenía razón, los hombres era trogloditas. (...) Adam había estado celoso. No fue lo que me pareció en aquel momento. —Supe que estabas enojado conmigo, pero creí que era otro de esos episodios de «hermano mayor sobreprotector». —¡No! —Adam movió la cabeza sombríamente, se echó hacia atrás y se apoyó en las palmas de las manos—. Fue uno de esos episodios «estoy buscando a la hermana pequeña de mi mejor amigo, que me acaba de decir que se ha acostado con un tío por primera vez y lo único que veo son sus labios hinchados y su pelo revuelto recién salido de la cama y me he puesto jodidamente cachondo». —Sus ojos se detuvieron en mi boca conforme recordaba—. Mi cuerpo reaccionó a lo que habías dicho antes de que pudiera hacerlo mi cabeza. De repente me encontré preguntándome cómo sería ser acariciado por tus labios, a qué sabrías, cómo me sentiría al tener tus largas piernas alrededor de mi espalda mientras empujaba dentro de ti... —Me sacudí, notando cómo se me calentaba la piel ante el conocimiento de que Adam había estado teniendo pensamientos lascivos sobre mí durante mucho tiempo sin que yo tuviera ni idea—. Así que me cabreé. Conmigo por desearte así. Y también contigo… por dejarle probarte… Nuestras miradas se encontraron y mi respiración se tornó pesada. Supe que si no decía nada terminaríamos haciendo el amor en la segunda habitación antes de que pudiéramos acabar nuestro paseo por el sendero de la memoria.
Samantha Young (Until Fountain Bridge (On Dublin Street, #1.5))
¿Quién soy yo y qué clase de persona? ¿Qué no hubo de maldad… o en mis hechos o, si no en mis hechos, en mis dichos o, si no en mis dichos, en mi voluntad? Tú, en cambio, Señor, has sido bueno y misericorde4, que con tu diestra volvías la mirada a la profundidad de mi mente y evacuabas del fondo de mi corazón un abismo de corrupción. Y esto consistía en que no quisiera yo todo lo que quería y quisiera lo que Tú querías5. Pero ¿dónde estaba a lo largo de tantos años…? ¡Y de qué bajo y profundo escondrijo en un instante se hizo salir mi libre decisión, la de entregarte mi cerviz a tu grato yugo y mis hombros a tu ligera carga6, Cristo Jesús, protector mío y redentor mío7! ¡Cuán deleitoso me resultó de pronto carecer de los deleites de tantas bobadas, esas que había temido desaprovechar y era ya un gozo despachar. La verdad era que de mí las expulsabas Tú, verdadero y sumo deleite, y entrabas en su lugar, más dulce que todo placer —pero no para la carne y la sangre8—, más brillante que toda luz —pero más íntimo que todo secreto—, más sobresaliente que todo honor —pero no para los que sobresalen en sus personas—. Ya estaba mi espíritu libre de las devoradoras preocupaciones de ambicionar, y de adquirir, y de revolcarme, y de raspar la sarna de las pasiones. Y charlaba contigo, luminosidad mía, y riqueza mía, y salvación mía, Señor Dios mío.
Augustine of Hippo (Confesiones)
Te extraño, anhelo lo que aún no hemos dicho y hecho, las palabras no pronunciadas, las miradas no vistas, la piel no tocada, el labio no besado. Echo de menos los paseos que todavía no hemos dado, los libros que no te he leído al oído, las películas que no hemos visto, ver cómo te desvistes y mirar cómo te vistes, tus ronquidos en mi nuca. Lamento la distancia que se cuenta en kilómetros y separa lo que parece unido por secretos lazos invisibles, que sostienen nuestras vidas de forma sutil y aparentemente efímera. Quiero que pase el tiempo como leopardos dopados que recorren en milésimas de segundo distancias insalvables. Pero cuando pienso no estas lejos, y siento tu voz en mí oído, casi puedo tocar las palabras pronunciadas por tu boca, el calor de tu aliento dirigiéndose a mí. Entonces mi bajo cerebro palpita y cada poro de mi piel pide a gritos tu presencia, vuelvo a echarte de menos y a medir tu ausencia en cualquier tipo de unidad de medida posible, pensando en kilómetros, metros, centímetros, en días, horas, meses, minutos.... Me haces falta, contigo mis pulmones respiran mejor y mi corazón late con mayor fulgor, sonrió, río, sobrevivo con facilidad a la lucha diaria. ¿Me anhelas como yo? Y sigo pensando en acariciar tu pelo y en aprenderme de memoria cada lunar, cada arruga, cada doblez de tu piel, cada vello. Añórame y espérame, cercano se encuentra el día que intente alcanzar tu boca lejana para probar la ambrosía de tus labios. Mientras espérame en tus sueños lugar donde pretendo habitar hasta el final encuentro.
Ainhoa Escarti (Todas las cosas que escribi cuando ninguno de ellos miraba (Spanish Edition))
Lesbos Madre de los juegos latinos y los deleites griegos, Lesbos, donde los besos, lánguidos o gozosos, cálidos como soles, frescos como las sandías, son el adorno de noches y días gloriosos; madre de los juegos latinos y los deleites griegos. Lesbos, donde los besos son como cascadas que se arrojan sin miedo en las simas sin fondo, y fluyen, entrecortados de sollozos y risas, tormentosos y secretos, hormigueantes y profundos; ¡Lesbos, donde los besos son como las cascadas! Lesbos, donde las Frinés se atraen entre sí, donde nunca un suspiro dejó de hallar un eco, las estrellas te admiran tanto como a Pafos, ¡y Venus con razón puede envidiar a Safo! Lesbos, donde las Frinés se atraen entre sí, Lesbos, tierra de noches cálidas y lánguidas, que hacen que en sus espejos, ¡infecundo deleite! las niñas de ojos hundidos, enamoradas de sus cuerpos, acaricien los frutos ya maduros de su nubilidad; Lesbos, tierra de noches cálidas y lánguidas, deja al viejo Platón fruncir su ceño austero; obtienes tu perdón del exceso de besos, reina del dulce imperio, tierra noble y amable, y de refinamientos siempre sin agotar, deja al viejo Platón fruncir su ceño austero. Obtienes tu perdón del eterno martirio, infligido sin tregua a los corazones ambiciosos, que atrae lejos de nosotros la radiante sonrisa, ¡vagamente entrevista al borde de otros cielos! ¡Obtienes tu perdón del eterno martirio! ¿Qué Dios se atreverá a ser tu juez, oh Lesbos?, y a condenar tu frente pálida por penosas labores, si sus balanzas de oro no han pesado el diluvio, de lágrimas que en el mar vertieron tus arroyos? ¿Qué Dios se atreverá a ser tu juez, oh Lesbos? ¿Qué quieren de nosotros las leyes de lo justo y lo injusto? Vírgenes de corazón sublime, honra del Archipiélago, vuestra religión es augusta como cualquiera, ¡y el amor se reirá del Infierno y del Cielo! ¿Qué quieren de nosotros las leyes de lo justo y lo injusto? Pues Lesbos me ha elegido en la tierra entre todos, para cantar el secreto de sus floridas vírgenes, y desde la infancia que inicié en el negro misterio, de las risas sin freno mezcladas con los llantos sombríos; pues Lesbos me ha elegido en la tierra entre todos y desde entonces velo en la cumbre del Léucato, igual que un centinela de mirada segura y penetrante, que vigila noche y día, brick, tartana o fragata, cuyas formas a lo lejos se agitan en el azul; y desde entonces velo en la cumbre del Léucato, para saber si el mar es indulgente y bueno, y si entre los sollozos que en la roca resuenan, un día llevará a Lesbos, que perdona, el cadáver adorado de Safo, que partió, ¡para saber si el mar es indulgente y bueno! De Safo la viril, la amante y la poetisa, ¡por su palidez triste más hermosa que Venus! —Al ojo azul venció el negro que mancilla el tenebroso círculo trazado por las penas ¡de Safo la viril, la amante y la poetisa! Presentándose al mundo más hermosa que Venus y vertiendo el tesoro de su serenidad y el brillo de su rubia juventud, sobre el viejo Océano prendado de su hija; ¡presentándose al mundo más hermosa que Venus! —De Safo, que murió el día de su blasfemia, cuando, insultando el rito y el culto establecido, convirtió su hermoso cuerpo en pasto supremo de un bruto cuyo el orgullo castigó la impiedad de aquella que murió el día de su blasfemia, y desde entonces Lesbos lanza lamentaciones, y, pese a los honores que le tributa el mundo, cada noche le embriaga la voz de la tormenta, ¡que elevan hacia el cielo sus orillas desiertas! ¡y desde entonces Lesbos lanza lamentaciones!
Charles Baudelaire (Les Fleurs du Mal)
—Dios mío, qué guapa eres. Y qué valiente. Es un crimen no poder tocarte. Levanto el taco de billar, y deseo más que nunca que fueran las yemas de sus dedos las que tocaran mi piel. Con suavidad resigo su brazo con la punta, por encima del ángulo puntiagudo de su hombro, y lo acerco lentamente hacia su cuerpo. Ella tiembla ante mi «contacto», sin dejar de mirarme, y a medida que el taco de billar va subiendo, un ligero rubor le tiñe las mejillas. —Tu pelo —digo, tocando el punto donde cae sobre sus hombros—. Tu cuello —digo, y la luz de la piscina le ilumina la piel—. Tus labios —continúo, y noto que la gravedad se desploma peligrosamente entre nosotros, instándome a besarla. Ella desvía la mirada, tímida de pronto. —El día en que nos conocimos te mentí. Nunca he hecho el amor con nadie. —Respira con dificultad y se toca el costado mientras habla—. No quiero que nadie me vea. Las cicatrices. El tubo. No hay nada de sexi en… —Todo en ti es sexi —la interrumpo. Ella me mira y quiero que lo vea en mi rostro. Qué guapa es—. Eres perfecta. La observo cuando retira el taco de billar y se pone de pie, temblando. Lentamente, con los ojos fijos en los míos, se quita la camiseta sin mangas y deja al descubierto un sujetador negro de encaje. Tira la camiseta al suelo, y mi mandíbula se derrumba también. Luego se baja los shorts, los pasa por debajo de los pies y se endereza. Me invita a mirarla. Me ha dejado sin aliento. Intento tomármelo con calma, pero contemplo su cuerpo con ansiedad, miro sus piernas, su pecho y sus caderas. La luz baila sobre las cicatrices de guerra que le cruzan el pecho y el vientre. —Dios mío —consigo musitar apenas. Nunca creí que podría sentir celos de un taco de billar, pero deseo desesperadamente notar su piel contra la mía.
Rachael Lippincott (Five Feet Apart)
Las letanías de Satán Oh, tú, el más sabio y bello de los ángeles, Dios traicionado por el destino y de alabanzas privado, ¡oh, Satán, apiádate de mi enorme miseria! Oh, Príncipe del exilio, a quien se ha agraviado, y que, vencido, siempre más poderoso vuelves a levantarte, ¡oh, Satán, apiádate de mi enorme miseria! Tú que todo lo sabes, gran Rey de las cosas subterráneas, tú, familiar sanador de las angustias humanas, ¡oh, Satán, apiádate de mi enorme miseria! Tú que, hasta a los leprosos y los parias malditos, enseñas mediante el amor el sabor del Paraíso, ¡oh, Satán, apiádate de mi enorme miseria! Oh tú que de la Muerte, esa amante vieja y poderosa, engendras la Esperanza, esa adorable loca, ¡oh, Satán, apiádate de mi enorme miseria! Tú que das al condenado esa mirada en torno al cadalso que, arrogante y serena, a todo un pueblo condena, ¡oh, Satán, apiádate de mi enorme miseria! Tú que sabes en qué rincón de las tierras ansiosas el celosos Dios ocultó sus piedras preciosas, ¡oh, Satán, apiádate de mi enorme miseria! Tú cuya clara mirada conoce los profundos arsenales en donde duerme amortajado el pueblo de los metales, ¡oh, Satán, apiádate de mi enorme miseria! Tú cuya extendida mano oculta los precipicios al sonámbulo que vaga al borde de los edificios, ¡oh, Satán, apiádate de mi enorme miseria! Tú que, mágicamente, haces flexibles los viejos huesos del borracho rezagado al que los caballos atropellaron, ¡oh, Satán, apiádate de mi enorme miseria! Tú que, para consolar al frágil que sufre, nos enseñas a mezclar el salitre y el azufre, ¡oh, Satán, apiádate de mi enorme miseria! Tú que pones tu marca, oh cómplice sutil, en la frente del Creso despiadado y vil, ¡oh, Satán, apiádate de mi enorme miseria! Tú que pones en el corazón de las muchachas el culto a las heridas y el amor a los harapos, ¡oh, Satán, apiádate de mi enorme miseria! Báculo del desterrado, lámpara del inventor, confesor del ahorcado y del conspirador, ¡oh, Satán, apiádate de mi enorme miseria! Padre adoptivo de aquellos a quienes, en su negra cólera, Dios padre del Paraíso terrenal expulsó, ¡oh, Satán, apiádate de mi enorme miseria! Oración ¡Gloria y alabanza a ti, Satán, en las alturas del Cielo, donde reinas, y en las profundidades del Infierno, donde, vencido, en silencio sueñas! ¡Haz que mi alma un día, bajo el árbol de la Ciencia, cerca de ti descanse, en la hora en que sobre tu frente como un Templo nuevo sus ramas se extiendan!
Charles Baudelaire (Les Fleurs du Mal)
Si hay un lugar en el que puedes estar solo, serás dihoso; si conoces a alguien como la palma de tu mano, serás dichoso; si sientes la ternura en su mirada, sabrás que te ama; pero... Nunca se está solo en realidad, siempre queda la conciencia; no conoces a nadie tanto, como para apostar tu vida y aún lo más importante, no hay amor que valga la pena, si la ternura en su mirada no te hace dichoso.
Yra Reybel
Escucha, hijo: voy a decirte esto mientras duermes, una manecita metida bajo la mejilla y los rubios rizos pegados a tu frente humedecida. He entrado solo a tu cuarto. Hace unos minutos, mientras leía mi diario en la biblioteca, sentí una ola de remordimiento que me ahogaba. Culpable, vine junto a tu cama. Esto es lo que pensaba, hijo: me enojé contigo. Te regañé cuando te vestías para ir a la escuela, porque apenas te mojaste la cara con una toalla. Te regañé porque no te limpiaste los zapatos. Te grité porque dejaste caer algo al suelo. Durante el desayuno te regañé también. Volcaste las cosas. Tragaste la comida sin cuidado. Pusiste los codos sobre la mesa. Untaste demasiado el pan con mantequilla. Y cuando te ibas a jugar y yo salía a tomar el tren, te volviste y me saludaste con la mano y dijiste: " ¡Adiós, papito!" y yo fruncí el entrecejo y te respondí: "¡Ten erguidos los hombros!" Al caer la tarde todo empezó de nuevo. Al acercarme a casa te vi, de rodillas, jugando en la calle. Tenías agujeros en las medias. Te humillé ante tus amiguitos al hacerte marchar a casa delante de mí. Las medias son caras, y si tuvieras que comprarlas tú, serías más cuidadoso. Pensar, hijo, que un padre diga eso. ¿Recuerdas, más tarde, cuando yo leía en la biblioteca y entraste tímidamente, con una mirada de perseguido? Cuando levanté la vista del diario, impaciente por la interrupción, vacilaste en la puerta. "¿Qué quieres ahora?" te dije bruscamente. Nada respondiste, pero te lanzaste en tempestuosa carrera y me echaste los brazos al cuello y me besaste, y tus bracitos me apretaron con un cariño que Dios había hecho florecer en tu corazón y que ni aun el descuido ajeno puede agotar. Y luego te fuiste a dormir, con breves pasitos ruidosos por la escalera. Bien, hijo; poco después fue cuando se me cayó el diario de las manos y entró en mí un terrible temor. ¿Qué estaba haciendo de mí la costumbre? La costumbre de encontrar defectos, de reprender; esta era mi recompensa a ti por ser un niño. No era que yo no te amara; era que esperaba demasiado de ti. Y medía según la vara de mis años maduros. Y hay tanto de bueno y de bello y de recto en tu carácter. Ese corazoncito tuyo es grande como el sol que nace entre las colinas. Así lo demostraste con tu espontáneo impulso de correr a besarme esta noche. Nada más que eso importa esta noche, hijo. He llegado hasta tu camita en la oscuridad, y me he arrodillado, lleno de vergüenza. Es una pobre explicación; sé que no comprenderías estas cosas si te las dijera cuando estás despierto. Pero mañana seré un verdadero papito. Seré tu compañero, y sufriré cuando sufras, y reiré cuando rías. Me morderé la lengua cuando esté por pronunciar palabras impacientes. No haré más que decirme, como si fuera un ritual: "No es más que un niño, un niño pequeñito". Temo haberte imaginado hombre. Pero al verte ahora, hijo, acurrucado, fatigado en tu camita, veo que eres un bebé todavía. Ayer estabas en los brazos de tu madre, con la cabeza en su hombro. He pedido demasiado, demasiado. ==========
Anonymous
—Nunca he contado esta historia, y dudo mucho que vuelva a contarla. —Se inclinó hacia delante—. Antes de empezar, debes recordar que soy del Edena Ruh. Nosotros ya contábamos historias antes de que ardiera Caluptena. Antes de que hubiera libros donde escribir. Antes de que hubiera música que tocar. Cuando prendió el primer fuego, nosotros, los Ruh, estábamos allí contando historias en el círculo de su parpadeante luz. Kvothe miró al escribano, asintió y prosiguió: —Conozco tu reputación de gran coleccionista de historias y cronista de sucesos. —La mirada de Kvothe se endureció, se volvió dura como el pedernal y afilada como un trozo de cristal roto—. Ahora bien, ni se te ocurra cambiar ni una sola palabra de lo que voy a decir. Si te parece que me voy por las ramas, si te parece que divago, recuerda que las historias reales pocas veces toman el camino más recto.
Patrick Rothfuss (The Name of the Wind (The Kingkiller Chronicle, #1))
—Eres joven… —Rick la miró y le habló casi en susurros, seductoramente la estaba tuteando—. Eres bonita, se nota la pasión en tu carácter, no finjas timidez, describe más erotismo, sé más explícita—. Rozó su brazo con su dedo por encima de la chaqueta, su mirada se desvió a sus pechos, deseaba rozarlos también—. ¿Necesitas inspiración? Si no tienes la suficiente yo puedo ayudarte con gusto.
Itxamany Bustillo (Minerva: Arte, Pasión y Seducción (Arte, Pasión y Seducción (APS)) (Spanish Edition))
rechazamos lo nuevo, no estamos dispuestos a escuchar. Pero si lo aceptamos sin discriminar, tampoco estamos escuchando. No nosgustalo nuevo; es demasiado molesto,demasiado liberador. Sirechazamoslo nuevo, noestamosdispuestosa escuchar. Perosi lo aceptamos sin discriminar, tampoco estamosescuchando. Buda lo dijo de una maneramuy hermosa: “Monjesy discípulos nodeben aceptarmis palabras por respeto,sino que deben analizarlas, de la misma manera que un orfebre trabaja el oro: seccionando, raspando, frotando, fundiendo. ” Así debe sertambiénconmis palabras. La vida estádonde menossele espera ¿Quéesesoquellamamos “nuestravida”? Echa una mirada al mundo y luegoteinvitaré a echar una mirada a tu propia vida. Echa una mirada al mundo y luego teinvitaréa echar una mirada a tu propia vida. Echa una mirada al mundo: pobrezapor doquier. Leí en elNew York Times que los obispos de los EstadosUnidos afirman que hay 33millones de personas en el país que viven por debajo del umbral de pobreza, trazado por el propio gobierno. Si crees que eso es pobreza, deberías ir a otros países a ver la consunción, la suciedad, la miseria.¿A esosepuede llamar vida? Pero hay algo asombroso. Te mostraré que la vida existe aun en esas condiciones. Alrededor de 12 años atrás me presentaron, en Calcuta, a un hombre que arrastraba un ricksha, un vehículo de tres ruedas de tracción humana...¡Es terrible! Se trata de un ser humano; no es un caballo el que tira, sino un ser humano. Estos pobres seres no duran mucho tiempo; viven 10 a 12 años después de que comienzan a tirar del ricksha, pues enferman de tuberculosis. Pese a su trabajo, Ramchandra –que así se llamaba estehombretenía esposa e hijos, e incluso televisión. En ese entonces había un pequeño grupo de personas dedicadas a una actividad ilegal llamada “exportación de esqueletos”, que finalmentefueronapresadas.¿Sabes qué hacían? Si una persona era muy pobre, ellos se le acercaban y le compraban el esqueletopor el equivalentede unos10 dólares. Así fuecomole preguntarona Ramchandra: -¿Desde cuántotiempo atrástrabajasenla calle? -Desde hace diez años...-respondióRamchandra. Entoncesellos pensaron: “No va a vivir mucho más... ” Y dijeron: 5
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LA GESTIÓN DE LA REPUTACIÓN PERSONAL «Una onza de reputación vale más que mil libras de oro». Proverbio italiano La Real Academia Española nos proporciona dos acepciones del término «reputación»: «opinión o consideración en que se tiene a alguien o algo» y «prestigio o estima en que son tenidos alguien o algo». Estos significados aluden a dos puntos fuertes del concepto: 1) La reputación es una opinión vinculada al prestigio (o a su ausencia, lo que se consideraría «mala reputación»).  2) La reputación es una mirada externa sobre el sujeto. 
Neus Arques (Y tú, ¿qué marca eres? 14 claves para gestionar tu reputación personal. Edición actualizada: 2012)
Así como los vientos invernales ensucian Londres con corazones rotos. Oh, la calidez en tu mirada me arrastró hacia tus brazos ¿Fue amor o el miedo del frío lo que nos condujo a través de la noche? Por cada beso, tu belleza triunfó sobre mi duda Mumford & Sons ~ Winter Winds
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Tienes en tu mirada una luz celestial que me hace creer. . . Ver una irradiación de estrellas brillando en el espacio sideral. Juro hasta por Dios que ni siquiera allá en los cielos puede haber Ojos que seduzcan tanto como los tuyos. . . ¡Oh! Deja que tus ojos miren bien los míos para recordar La historia triste de un amor nacido en ola lunar. . . Ojos que bien dicen y sin poder hablar qué desdichado es amar. . .
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Los miserables (Colección Sepan Cuantos: 077) (Spanish Edition) (Hugo, Victor) - Tu subrayado en la posición 4516-4517 | Añadido el jueves, 8 de enero de 2015 13:12:38 Hay muchas de estas virtudes, hoy humilladas, que un día estarán en lo alto. Esta vida tiene un día siguiente. ========== Los miserables (Colección Sepan Cuantos: 077) (Spanish Edition) (Hugo, Victor) - Tu subrayado en la posición 4609-4609 | Añadido el jueves, 8 de enero de 2015 13:25:39 El pobre no puede penetrar en el fondo de su cuarto, como en el fondo de su destino, sino encorvándose más y más. ========== Los miserables (Colección Sepan Cuantos: 077) (Spanish Edition) (Hugo, Victor) - Tu subrayado en la posición 4630-4631 | Añadido el jueves, 8 de enero de 2015 13:28:44 Un alma por un pedazo de pan: la miseria ofrece, la sociedad acepta. ========== Los miserables (Colección Sepan Cuantos: 077) (Spanish Edition) (Hugo, Victor) - Tu subrayado en la posición 4845-4846 | Añadido el jueves, 8 de enero de 2015 13:51:40 Volveréis a ser honrada siendo feliz. Además de que, y os lo digo desde ahora, si todo ha pasado como decís y yo lo creo, no habéis dejado de ser virtuosa y santa delante de Dios. ¡Pobre mujer! ========== Los miserables (Colección Sepan Cuantos: 077) (Spanish Edition) (Hugo, Victor) - Tu subrayado en la posición 4889-4893 | Añadido el jueves, 8 de enero de 2015 13:57:14 —He sido pecadora; pero cuando tenga a mi hija conmigo, será señal de que Dios me ha perdonado. Mientras he sido mala, no he querido tener a Cosette a mi lado; porque no hubiera podido sufrir su triste mirada. Y, sin embargo, por ella era mala; por esto creo que me perdonará Dios. Recibiré la bendición de Dios cuando Cosette esté a mi lado. La miraré, y me consolará ver su inocencia. Es un ángel; nada sabe, hermanas mías. A su edad no se han perdido aún las alas. ========== Los miserables (Colección Sepan Cuantos: 077) (Spanish Edition) (Hugo, Victor) - Tu subrayado en la posición 5058-5058 | Añadido el jueves, 8 de enero de 2015 14:14:39 ¿Por qué he de ser bueno para castigar a otros, y no para castigarme a mí mismo? Sería un miserable ========== Los miserables (Colección Sepan Cuantos: 077) (Spanish Edition) (Hugo, Victor) - Tu subrayado en la posición 5061-5062 | Añadido el jueves, 8 de enero de 2015 14:15:39 ¡Dios mío! ¡cuán fácil es ser bueno; pero cuán difícil es ser justo! ========== Los miserables (Colección Sepan Cuantos: 077) (Spanish Edition) (Hugo, Victor) - Tu subrayado en la posición 5095-5098 | Añadido el jueves, 8 de enero de 2015 14:20:33 San Vicente de Paúl ha descrito perfectamente la hermana de la Caridad en estas admirables palabras, en que mezcla tanta libertad con tanta esclavitud: “Tendrán por monasterio la casa del enfermo; por celda un cuarto alquilado; por capilla la iglesia de su parroquia; por claustro las calles de la ciudad o las salas de los hospitales; por reclusión la obediencia; por celosías y rejas el temor de Dios; por velo la modestia”. ========== Los miserables (Colección Sepan Cuantos: 077) (Spanish Edition) (Hugo, Victor) - Tu subrayado en la posición 5219-5220 | Añadido el jueves, 8 de enero de 2015 15:41:59 Hay un espectáculo más grande que el del mar, y es el del cielo; hay un espectáculo más grande que el del cielo, y es el del interior del alma. ========== Los miserables (Colección Sepan Cuantos: 077) (Spanish Edition) (Hugo, Victor) - Tu subrayado en la posición 5222-5224 | Añadido el jueves, 8 de enero de 2015 15:42:51 La conciencia es el caos de las quimeras, de las ambiciones, de las tentativas, el horno de los delirios, el antro de las ideas vergonzosas, el pandemónium de los sofismas, el campo de batalla de las pasiones. ========== Los miserables (Colección Sepan Cuantos: 077) (Spanish Edition) (Hugo, Victor) - Tu subrayado en la posición 5325-5326 | Añadido el jueves, 8 de enero de 2015 15:59:05 Querer prohibir a la imaginación que vuelva a una idea
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La mejor venganza (Joe Abercrombie) - Tu subrayado en la página 149 | posición 2273-2274 | Añadido el lunes, 16 de febrero de 2015 22:53:19 No quería que siquiera sospechase el sentimiento que encerraba su mirada, porque siempre que había expresado sus auténticos sentimientos, la gente le había traicionado.
Anonymous
Mientras estés buscando, tu mirada se ancla en los límites de tus expectativas. Por eso, mientras busques, no encontrarás nada realmente importante. Para encontrar debes dejarte llevar. Mientras vayas con ideas preconcebidas, serás incapaz de ver lo que pasa ante tus narices.
Francesc Miralles
Cuando entiendas... Cuando entiendas que la pasión no es lo mismo que el amor, que hay cosas que la cabeza no puede sacar del corazón, y que por mucho que lo intentes el tiempo no siempre tiene una explicación. Cuando entiendas que a veces las personas que más te quieren también te pueden partir el corazón, que hay daños que nunca se olvidan… aunque te pidan Perdón. Cuando entiendas que la única belleza esta en el interior, que hay personas que en un principio te atraían poco, pero cuanto más las conoces acaban volviéndote loco. Cuando entiendas que hay heridas que nunca cicatrizan, que por mucho que se intente jamás se olvidan, y que no pararan de sangrar hasta que otros labios las alivian. Cuando entiendas que la felicidad no es algo que haya que esperar a que llame a tu puerta, si no que hay que ir a por ella, a buscarla, porque es la única manera de poder alcanzarla. Cuando entiendas que el amor no es buscar en otra persona lo que a ti te falta, si no alguien que te complemente, que te entienda, que te haga sentir, encontrar esa mirada donde quedarse a vivir. Cuando entiendas que los sueños solo están al alcance de aquellos que luchan por ellos, los que no temen fracasar, los que a pesar de las adversidades, están dispuestos a luchar. Cuando finalmente entiendas que la vida pasa muy deprisa y es un continuo aprendizaje, que cometer errores es algo inevitable, y que los años lo único que te han de enseñar…. es a reírte de la tristeza y a llorar de felicidad.
Sergio de Sa
No son más silenciosas las miradas ni más furtivo el amor; eres, tras el armario, esos ojos que encierran espejos en el desván. Por dictamen de una reina que no reina y por miedo a perder la cabeza, te busqué sin buscar; más remoto que una estrella en un jardín, que un beso que es dedal, tuyo es mi temor, tuya soy yo. Tu sonrisa condesciende a lo absurdo de mi orilla sin mar. Has admitido desde la cordura que amas a la locura. En otro lugar estás. Eres el dueño de un país que no es país, de alguien que solo te tiene a ti.
Wendy Davies (Una estrella en mi jardín)
Tú y Yo ¡Todo empezó con sólo una llamada! Un sólo encuentro, tan sólo una palabra. Se pasa el tiempo, aunque no quiera, Pienso en ti… Y sin tus ojos recuerdo tu mirada, Todas las noches te espero En mi ventana… Aunque prohibido tu sabor Se queda en mí. Quédate aquí De mi mente no te vayas, Vives en mí, Mi alma no se calla, No diré nada, tu secreto guardaré. Tú y yo ¡Sólo somos, tú y yo! Pase lo que pase, Esto queda entre los dos. Tú y yo ¡Sólo somos, tú y yo! Pase lo que pase, Esto queda entre los dos, Entre los dos. Voy a guardarme toda ésta mañana, Para entregarte mi alma De Gitana… Sólo tú tienes la llave Para entrar en mí. Quédate aquí De mi mente no te vayas. Vives en mí. Mi alma no se calla. No diré nada, tu secreto guardaré. Tú y yo ¡Sólo somos, tú y yo! Pase lo que pase, Esto queda entre los dos. Tú y yo ¡Sólo somos, tú y yo! Pase lo que pase, Esto queda entre los dos, Entre los dos.
Natalia Jimenez
PAPÁ OLVIDA W. Livingston Larned. Escucha, hijo: voy a decirte esto mientras duermes, una manecita metida bajo la mejilla y los rubios rizos pegados a tu frente humedecida. He entrado solo a tu cuarto. Hace unos minutos, mientras leía mi diario en la biblioteca, sentí una ola de remordimiento que me ahogaba. Culpable, vine junto a tu cama. Esto es lo que pensaba, hijo: me enojé contigo. Te regañé cuando te vestías para ir a la escuela, porque apenas te mojaste la cara con una toalla. Te regañé porque no te limpiaste los zapatos. Te grité porque dejaste caer algo al suelo. Durante el desayuno te regañé también. Volcaste las cosas. Tragaste la comida sin cuidado. Pusiste los codos sobre la mesa. Untaste demasiado el pan con mantequilla. Y cuando te ibas a jugar y yo salía a tomar el tren, te volviste y me saludaste con la mano y dijiste: «¡Adiós, papito!» y yo fruncí el entrecejo y te respondí: «¡Ten erguidos los hombros!» Al caer la tarde todo empezó de nuevo. Al acercarme a casa te vi, de rodillas, jugando en la calle. Tenías agujeros en las medias. Te humillé ante tus amiguitos al hacerte marchar a casa delante de mí. Las medias son caras, y si tuvieras que comprarlas tú, serías más cuidadoso. Pensar, hijo, que un padre diga eso. ¿Recuerdas, más tarde, cuando yo leía en la biblioteca y entraste tímidamente, con una mirada de perseguido? Cuando levanté la vista del diario, impaciente por la interrupción, vacilaste en la puerta. «¿Qué quieres ahora?» te dije bruscamente. Nada respondiste, pero te lanzaste en tempestuosa carrera y me echaste los brazos al cuello y me besaste, y tus bracitos me apretaron con un cariño que Dios había hecho florecer en tu corazón y que ni aun el descuido ajeno puede agotar. Y luego te fuiste a dormir, con breves pasitos ruidosos por la escalera. Bien, hijo; poco después fue cuando se me cayó el diario de las manos y entró en mí un terrible temor. ¿Qué estaba haciendo de mí la costumbre? La costumbre de encontrar defectos, de reprender; esta era mi recompensa a ti por ser un niño. No era que yo no te amara; era que esperaba demasiado de ti. Y medía según la vara de mis años maduros. Y hay tanto de bueno y de bello y de recto en tu carácter. Ese corazoncito tuyo es grande como el sol que nace entre las colinas. Así lo demostraste con tu espontáneo impulso de correr a besarme esta noche. Nada más que eso importa esta noche, hijo. He llegado hasta tu camita en la oscuridad, y me he arrodillado, lleno de vergüenza. Es una pobre explicación; sé que no comprenderías estas cosas si te las dijera cuando estás despierto. Pero mañana seré un verdadero papito. Seré tu compañero, y sufriré cuando sufras, y reiré cuando rías. Me morderé la lengua cuando esté por pronunciar palabras impacientes. No haré más que decirme, como si fuera un ritual: «No es más que un niño, un niño pequeñito». Temo haberte imaginado hombre. Pero al verte ahora, hijo, acurrucado, fatigado en tu camita, veo que eres un bebé todavía. Ayer estabas en los brazos de tu madre, con la cabeza en su hombro.
Anonymous
«Hola. Por si he sido tan torpe de no haberte llamado aún, quiero que sepas que no es porque no te eche de menos. Sí te echo de menos. Seguramente, el retraso tendrá que ver con Griffin… El muy idiota dará problemas durante toda la gira, lo sé, pero por lo menos dejará de desnudarte con la mirada una temporada… Eso es cosa mía. Y por si nunca te lo había dicho, lo hago siempre. Cuando pasas a mi lado, imagino tus caderas desnudas bajo mis dedos. Cuando te inclinas para darme una cerveza, imagino tus pechos firmes, tus pezones duros pidiendo mi boca a gritos. Te preguntas por qué estoy siempre tan excitado, y te lo voy a decir. Tu cuerpo me quema. La caricia de tus dedos sobre mi piel enciende mi deseo. Tu aliento me cubre de una pasión abrasadora. Todo en ti es sensual, y tú no lo sabes en absoluto. Cuando me miras con esos ojos ahumados, desnudándome como te desnudo yo a ti, haces que mi sangre fluya como un torrente, y te deseo tanto… Sé que, esté donde esté en este momento, estaré muriéndome de deseo y que albergaré una profunda ansia, casi dolorosa… porque estaré pensando en ti. Los días no merecen la pena hasta que no estoy dentro de ti. Sólo me siento completo con tu cuerpo rodeando el mío. Pero no pienses que lo que siento por ti se limita sólo al sexo y a una reacción física. No… Es mucho más. Te has metido dentro de mí de tal forma que me has dejado herido y vulnerable. Estar contigo, hacerte el amor sólo es la muestra tangible de lo que siento por ti. Sé que me he convertido en uno de esos idiotas enamorados y balbuceantes, pero al fin y al cabo todo se reduce a dos palabras que apenas logran expresar lo que siento… Te amo.»
S.C. Stephens (Effortless (Thoughtless, #2))
Era hermoso, su mirada azul me estremecía y su boca mmmm… no me cansaba de verlo, ah… Camilo Sesto, Camilo Sesto...” —suspiraba al ver a tan bello hombre en la revista que tenía en mano, mientras en la radio escuchaba “Amor, Amar” la cual tarareaba junto con él: “Amor, si tu dolor fuera mío y el mío tuyo, qué bonito sería... amor... amar
Itxamany Bustillo (Nieblas del Pasado (primera parte))