Todo Va Estar Bien Quotes

We've searched our database for all the quotes and captions related to Todo Va Estar Bien. Here they are! All 35 of them:

No puedes estar seguro de cómo va a resultar, incluso si lo haces todo bien. Las cosas se vuelven en tu contra, la vida lo hace.
Ava Dellaira (Love Letters to the Dead)
—Todo va a salir bien —me intentó tranquilizar. —¿Cómo puedes estar tan seguro? —Aún tengo que besarte, así que tendré que asegurarme de que sobrevivimos a esto.
Anissa B. Damom (Éxodo (Éxodo, #1))
—¿Él... va a estar bien? La vaniria la miró con atención sorprendida y a la vez aliviada de que ella le preguntase algo así. —Caleb se recuperará más rápido de lo que crees, pero sólo si tú le ayudas. —Dime cómo. Estaba dispuesta a ayudarlo. Esas heridas eran horribles y se había dejado castigar por ella. ¿Por qué tenía que ser tan misericordiosa? Daanna la repasó de arriba abajo y levantó la comisura de los labios. —¿De verdad quieres ayudarle? ¿Después de todo? Aileen asintió con seguridad. —Entonces intenta escucharlo. Habla con él. Perdónalo.
Lena Valenti (El libro de Jade (Saga Vanir #1))
-Si estás esperando que todo se sienta bien y perfecto, te voy a ahorrar el suspenso y te diré que nunca va a pasar-le dije, entrelazando mis dedos con los suyos-. Pero si puedes mirarme y decir que quieres estar conmigo y puedo mirarte y saber que quiero estar contigo, entonces carpe diem, bebé. Porque eso es lo más perfecto que alguna vez conseguirás.
Nicole Williams (Crash (Crash, #1))
Le damos vueltas y vueltas a lo que sentimos. A cada vuelta que les damos, nuestras emociones crecen. Preguntarnos por qué sentimos lo que sentimos, por qué nos pasan las cosas que nos pasan, o por qué fueron como fueron las situaciones que vivimos no nos lleva a ninguna respuesta. Nos criticamos por sentir o por no sentir, nos insultamos internamente todo el tiempo. Lo que nos decimos por dentro hace crecer exponencialmente nuestras peores sensaciones, y se va formando una bola de nieve que no sabemos parar. Temas para trabajar: Mover estos pensamientos, que nos hacen daño, hacia otros diferentes, que nos ayudan y nos hacen bien, será nuestra tarea fundamental. Veremos esto con más detalle más adelante.
Anabel González (Lo bueno de tener un mal día: Cómo cuidar de nuestras emociones para estar mejor (No Ficción) (Spanish Edition))
Volteé, lo vi a los ojos y no pude evitar abrazarlo. Abrazarlo con tantas ganas, tanto miedo, tanta fuerza, tanta esperanza de que en ese abrazo encontrara la atención que estaba buscando. Él hizo lo mismo. Y entonces me di cuenta de que esa era la primera vez que nos abrazábamos, que nos decíamos. Tranquilo, todo va a estar bien, sin necesidad de palabras, que nos mostrábamos tal y como éramos: dos niños con miedo, abandonados por el mundo, huérfanos, con ganas de tener esperanza pero con la conciencia de que no la encontrarían. Hacía mucho tiempo que nadie me abrazaba y más tiempo todavía que nadie lo hacía con esa fuerza, con esa intensidad, con esa transmisión tan cargada de energía que el solo abrazo te hace revivir y creer que todavía hay algo que se puede salvar.
Gisela Leal (El club de los abandonados)
Vos creés que hay una realidad postulable porque vos y yo estamos hablando en este cuarto y en esta noche, y porque vos y yo sabemos que dentro de una hora o algo así va a suceder aquí una cosa determinada. Todo eso te da una gran seguridad ontológica, me parece; te sentís bien seguro en vos mismo, bien plantado en vos mismo y en esto que te rodea. Pero si al mismo tiempo pudieras asistir a esa realidad desde mí, o desde Babs, si te fuera dada una ubicuidad, entendés, y pudieras estar ahora mismo en esta misma pieza desde donde estoy yo y con todo lo que soy y lo que he sido yo, y con todo lo que es y lo que ha sido Babs, comprenderías tal vez que tu egocentrismo barato ono te da ninguna realidad válida. Te da solamente una creencia fundada en el error, una necesidad de afirmar lo que te rodea para no caerte dentro del embudo y salir por el otro lado vaya a saber adónde.
Julio Cortázar
A mis niños, Feliz Navidad. Lo siento si estas cartas los han tomado a ambos por sorpresa. Es sólo que hay tantas cosas más que tengo que decir. Sé que pensabas que estaba hecha para dar consejos, pero no podía irme sin reiterar algunas cosas por escrito. Puedes no estar relacionada con estas cosas ahora, pero algún día lo estarás. No era capaz de estar ahí para siempre, pero espero que mis palabras puedan. -No dejes de hacer basaña. La basaña es buena. Espera hasta un día cuando no existan malas noticias, y hornea una maldita basaña. -Encuentra un equilibrio entre la cabeza y el corazón. Espero que hayas encontrado eso, Lake, y puedas ayudar a Kel a resolverlo cuando llegue a ese punto. -Presiona tus límites, para eso están. -Estoy robando este fragmento de tu banda favorita, Lake. “Recuerda siempre que no hay nada que valga la pena compartir, como el amor que nos deja compartir nuestro nombre.” -No tomes la vida tan en serio. Dale un puñetazo en la cara cuando necesite un buen golpe. Ríete de eso. -Y ríe mucho. Nunca pases un día sin reír al menos una vez. -Nunca juzgues a otros. Ambos saben muy bien cómo acontecimientos inesperados pueden cambiar lo que una persona es. Siempre ten eso en mente. Nunca se sabe lo que otra persona está experimentando en su propia vida. -Cuestiona todo. Tu amor, tu religión, tus pasiones. Si no tienes preguntas, nunca encontraras respuestas. -Acepta. De todo. Las diferencias de las personas, sus semejanzas, sus elecciones, sus personalidades. A veces se necesita una variedad para hacer una buena colección. Lo mismo va para las personas. -Escoge tus batallas, pero no elijas muchas. -Mantén una mente abierta; es la única manera en que cosas nuevas pueden entrar. -Y por último, pero no menos importante, ni un poquito menos importante. Nunca te arrepientas. Gracias a los dos por haberme dado los mejores años de mi vida. Especialmente el último. Con amor, Mamá.
Colleen Hoover (Slammed (Slammed, #1))
- Nunca vuelvas a llamarme así - le espeté. - Es mejor que llarmarle <> a alguien, ¿no? - Salió por la puerta - Qué visita tan estimulante. La recordaré mucho tiempo. Aquello ya era suficiente. - ¿Sabes qué? Tienes toda la razón. Mira que llamarte tarado...Esa es una palabra que no te define bien - le dije sonriendo - <> te pega más. - Conque <>, ¿eh? - repitió - Eres un encanto. Levanté el dedo corazón. (pág.20) Eran más de la una, pero parecía que Daemon acabara de levantarse. Llevaba los tejanos arrugados y el pelo enmarañado. Hablaba con alguien por teléfono mientras se pasaba la mano por la mandíbula. - ¿Tu hermano no tiene camisetas o qué? - le pregunté mientras cogía la pala. - Me temo que no. No las lleva ni en invierno. Siempre va por ahí medio desnudo - refunfuñó - Es bastante incómodo tener que verlo así todo el día, enseñando tanta...carne ¡Qué grima! A ella le daría grima, pero a mí...me alteraba bastante. Me puse a cavar hoyos en lugares estratégicos mientras notaba que se me secaba la garganta. Tenia una cara perfecta, un cuerpo de ensueño y una mala leche espectacular. Las tres reglas de oro de cualquier tío macizo, vaya. (pág. 39) - Tienes una cabecita bastante sucia, gatita. Pestañeé. <> - ¿Qué has dicho? - Que tienes la cabeza sucia - repitió en voz baja. Sabía que Dee no podía oírle -, llena de tierra. ¿Qué creías que quería decir? - Nada -...Tener a Daemon tan cerca no me reconfortaba en absoluto - Es normal ensuciarse cuando plantas. Los labios le temblaron un instante. - Hay muchas maneras de ensuciarse. Aunque no tengo la intención de mostrártelas. (pág.46) - Me da a mí que te has mojado tú más que el coche. Nunca pensé que lavar un coche pudiera ser tan complicado pero, después de observarte durante los últimos quince minutos, creo que deberían convertirlo en deporte olímpico. - ¿Estabas observándome? - Qué grima. Y qué morbo. ¡No! de morboso, nada. (pág.51) - Pues sí ¿Y tú siempre te quedas mirando a los tíos cuando llamas a su puerta para preguntar por una dirección? - ¿Siempre abres la puerta medio desnudo? - Pues sí. Y no has respondido a mi pregunta. ¿Siempre pegas esos repasos? Las mejillas me ardían. (pág.53) - Hasta mañana a medio día, gatita. - Te odio - resoplé. - El sentimiento es mutuo - Me miró por encima del hombro - Me juego veinte pavos a que llevas bañador y no biquini. Era insufrible. (Pág. 62) - ¿Que no confía en mi? ¿Y qué tiene que confiarme, tu virtud? Se le escapó otra carcajada y tardó unos momentos en poder contestar. - Pues claro; no le gustan las chicas guapas que están coladitas por mi. - ¿Qué? - ... - Estás de broma, ¿no? - ¿A qué parte te refieres? - preguntó- - ¡A todas! - Venga ya. No me digas que no sabes que eres guapa. ¿No te lo ha dicho ningún chico antes? (pág.90) - Creo que estás condenada a estar conmigo un rato más. - Seguro que parezco un gato remojado. - Estás bien. La lluvia te favorece. Fruncí el ceño. - Ya me estás mintiendo otra vez. Sentí que su cuerpo se movía junto al mío y, sin mediar palabra, me rozó la barbilla con los dedos y me atrajo hacia él. En sus labios se dibujó una sonrisa torcida. - No te miento; te lo dijo en serio. (pág.101) - Bueno...Ya llegó el innombrable. A Dee le dio un ataque de risa que hizo que toda la cafetería nos mirara. - ¡Me parto! Me hundí en la butaca. Desde la mañana en que Dee y él me habían preparado el desayuno, me había evitado y a mí me daba igual. ... Seguramente Daemon era físicamente el hombre más perfecto que jamás había visto - su cara haría las delicias de cualquier retratista -, pero a la vez tenía bastantes papeletas para ser el cretino más grande sobre la faz de la Tierra. (pág.145)
Jennifer L. Armentrout (Obsidian (Lux, #1))
Cuando las energías internas empiecen a moverse, no debes irte con ellas. Por ejemplo, cuando afloren tus pensamientos, no tienes que acompañarlos. Digamos que estás dando un paseo y pasa un lindo coche por allí. Tus pensamientos dicen: «Vaya, me encantaría tener ese coche». Entonces podrías limitarte a continuar caminando sin más, pero en cambio empiezas a sentirte molesto: quieres un coche como ese, pero tu sueldo no da para tanto. Entonces empiezas a pensar en cómo conseguir un aumento o en buscar otro trabajo. Pues bien, no hace falta que hagas todo eso. El incidente también podría transcurrir así: viene el coche y se va, y viene el pensamiento y se va. Ambos se van porque simplemente tú no te has ido con ellos. A eso se le llama estar centrado.
Michalel A. Singer (La liberación del alma)
Si deseáramos estar más elevadas, nuestro anhelo estaría en desacuerdo con la voluntad de Aquel que nos reúne aquí, desacuerdo que no admiten las esferas celestes, como verás si consideras bien que aquí es condición necesaria estar unidas a Dios por medio de la caridad y que la naturaleza de la caridad es ella misma, es decir, conformarse a la voluntad del ser amado. También es necesario a nuestra existencia bienaventurada uniformar la propia voluntad a la de Dios, de modo que nuestras mismas voluntades se refundan en una. Así es que el estar como estamos distribuidas de grado en grado por este reino configura la naturaleza del mismo, porque place al Rey cuya voluntad es la nuestra. En su voluntad está nuestra paz; ella es el mar a donde va a parar todo lo que ha creado o lo que hace la Naturaleza.
Dante Alighieri (Divina Comedia)
Se levanta y hace la cama, luego recoge del suelo unos libros de bolsillo (novelas policíacas) y los pone en la librería. Tiene ropa que lavar antes de irse, ropa que guardar, medias que emparejar y meter en los cajones. Envuelve la basura en papel de periódico y baja tres pisos para dejarla en el cubo de la basura. Saca los calcetines de Cal de detrás de la cama y los sacude, dejándolos sobre la mesa de la cocina. Hay trapos que lavar, hollín en el alféizar de las ventanas, cacerolas en remojo por fregar, hay que poner un plato bajo el radiador por si funciona durante la semana (se sale). Oh. Aj. Que se queden las ventanas como están, aunque a Cal no le gusta verlas sucias. Esa espantosa tarea de restregar el retrete, pasarle el plumero a los muebles. Ropa para planchar. Siempre se caen cosas cuando recoges otras. Se agacha una y otra vez. La harina y el azúcar se derraman sobre los estantes que hay encima de la pila y tiene que pasar un paño; hay manchas y salpicaduras, hojas de rábano podridas, incrustaciones de hielo dentro de la vieja nevera (hay que mantener la puerta abierta con una silla, para que se descongele). Pedazos de papel, caramelos, cigarrillos y ceniza por toda la habitación. Tiene que quitarle el polvo a todo. Decide limpiar las ventanas a pesar de todo, porque quedan más bonitas. Estarán asquerosas después de una semana. Por supuesto, nadie la ayuda. Nada tiene la altura adecuada. Añade los calcetines de Cal a la ropa de ambos que tiene que llevar a la lavandería de autoservicio, hace un montón separado con la ropa de él que tiene que coser, y pone la mesa para sí misma. Raspa los restos de comida del plato del gato, y le pone agua limpia y leche. «Mr. Frosty» no parece andar por allí. Debajo de la pila encuentra un paño de cocina, lo recoge y lo cuelga sobre la pila, se recuerda a sí misma que tiene que limpiar allí abajo más tarde, y se sirve cereales, té, tostadas y zumo de naranja. (El zumo de naranja es un paquete del gobierno de naranja y pomelo en polvo y sabe a demonios.) Se levanta de un salto para buscar la fregona debajo de la pila, y el cubo, que también debe estar por allí. Es hora de fregar el suelo del cuarto de baño y el cuadrado de linóleo que hay delante de la pila y la cocina. Primero termina el té, deja la mitad del zumo de naranja y pomelo (haciendo una mueca) y algo del cereal. La leche vuelve a la nevera —no, espera un momento, tírala—, se sienta un minuto a escribir una lista de comestibles para comprarlos en el camino del autobús a casa, cuando vuelva dentro de una semana. Llena el cubo, encuentra el jabón, lo deja, friega sólo con agua. Lo guarda todo. Lava los platos del desayuno. Coge una novela policíaca y la hojea, sentada en el sofá. Se levanta, limpia la mesa, recoge la sal que ha caído en la alfombra y la barre. ¿Eso es todo? No, hay que arreglar la ropa de Cal y la suya. Oh, déjalo. Tiene que hacer la maleta y preparar la comida de Cal y la suya (aunque él no se marcha con ella). Eso significa volver a sacar las cosas de la nevera y volver a limpiar la mesa, dejar pisadas en el linóleo otra vez. Bueno, no importa. Lava el plato y el cuchillo. Ya está. Decide ir por la caja de costura para arreglar la ropa de él, cambia de opinión. Coge la novela policíaca. Cal dirá: «No has cosido mi ropa.» Va a coger la caja de costura del fondo del armario, pisando maletas, cajas, la tabla de plancha, su abrigo y ropa de invierno. Pequeñas manos salen de la espalda de Jeannine y recogen lo que ella tira. Se sienta en el sofá y arregla el desgarrón de la chaqueta de verano de él, cortando el hilo con los dientes. Vas a estropearte el esmalte. Botones. Zurce tres calcetines. (Los otros están bien.) Se frota los riñones. Cose el forro de una falda que está descosido. Limpia zapatos. Hace una pausa y mira sin ver. Luego reacciona y con aire de extraordinaria energía saca la maleta mediana del armario y empieza a meter su ropa para
Joanna Russ (The Female Man)
1.Que sepamos vivir el presente. 2.Que no perdamos el tiempo pensando en el futuro. 3.Que dejemos de creer en la suerte y creamos en nosotros mismos. 4.Que dejemos de hacer montañas de granitos de arena. 5.Que la tristeza nos dé ganas de reír. Que nos riamos mucho. 6.Que cantemos en la ducha, en los bares, en las bodas, en las cenas con los amigos o donde nos apetezca cuando nos venga en gana. 7.Que aprendamos a decirnos «te quiero» sin que nos dé vergüenza. 8.Que nos besemos, nos toquemos y nos achuchemos mucho. 9.Que nos escuchemos tanto como sepamos compartirnos en silencio. 10.Que nos queramos, a los demás y sobre todo a nosotros mismos. 11.Que nos peleemos lo menos posible. Estar enfadado es una gran y estúpida pérdida de tiempo. ¡A la mierda el ego y el orgullo! 12.Que nos dejemos de rollos, de chorradas, de hacer ver lo que no somos, que eso no sirve pa’ ná. 13.Que le perdamos el miedo a la muerte, pero también le perdamos el miedo a vivir. 14.Que decidamos por nosotros mismos. Que nunca dejemos que los demás decidan por nosotros. 15.Que cuando la vida nos cierre una ventana sea cuando más abramos las alas para romper el cristal y salir volando. 16.Que las cosas nos lleven adonde sea, pero que nos vayan bien. 17.Que los cerebros de zafios, hipócritas, memos, mamelucos, corruptos, pesaos, estúpidos, tocapelotas, mentirosos, gilipollas… se reprogramen y entiendan que en la vida no hace falta ser así, que la vida va de otra cosa. 18.Que a las penas, puñaladas y al mal tiempo, buena cara. O mala, que tampoco pasa nada. 19.Que la vida sea siempre un sueño. 20.Y, en fin, que a la vida le demos calidad, porque belleza sobra.
Pau Donés (50 palos: ... y sigo soñando (No Ficción) (Spanish Edition))
Cosas detestables Cuando uno tiene prisa por salir, llega alguien de visita y se queda hablando un largo tiempo. Si es una persona de poca importancia, uno puede deshacerse de ella diciendo que podrán hablar en otra ocasión; pero si se trata de alguien a quien se le debe respeto, la situación se vuelve realmente detestable. Uno encuentra un pelo sobre el suzuri, o el mismo sumi contiene un grano de piedra que, al frotar, produce un chirrito destemplado. Un hombre que no se destaca en nada, discute toda clase de temas, riéndose, como si supiera algo de ello. Envidiar la suerte de los demas y quejarse de la propia, hablar mal de la gente, interesarse por lo superficial, querer saberlo todo y estar resentido y vilipediar a los que no nos han informado de los hechos, o bien, cuando sólo se ha tenido una noticia parcial, hablar de ella con lujo de detalles como si se tratase de algo que conoce desde el principio: todo esto es odioso. Se está por escuchar alguna noticia interesante cuando un niño empieza a llorar. Un hombre nos viene a ver en secreto; un perro lo ve y se pone a ladrar: dan ganas de matarlo. Ya es bastante tontería el invitar a un hombre a pasar la noche, ocultándolo donde no debería estar, y he aquí que ronca. Uno va a la cama y está a punto de quedar dormido cuando un mosquito anuncia su presencia con voz aguda cerca de nuestra cara; hasta se siente el aire que mueve con sus alas a pesar de su pequeñez, y esto es en extremo odioso. Estamos en medio de un relato cuando otra persona se inmiscuye, nos interrumpe, y trata de demostrar que es el único ser inteligente de la reunión. Tales personas son odiosas, se trate de niños o mayores. Un hombre con el que tenemos relaciones amorosas, se pone a alabar a una mujer que conoció en el pasado, y aunque sea una cosa lejana no puede resultar menos horrible. ¡Cuánto más si se trata de alguien a quien él sigue visitando! No soporto a las personas que salen sin cerrar la puerta tras de sí.
Sei Shōnagon (The Pillow Book)
DOCTEUR JOUVE AND MÍSTER MAC TITULAR Aquí está el extraño caso que conmocionó al país, los crímenes más terribles de Mister Mac en París. NOTICIA El docteur Jouve nació en el corazón de Europa, cosa que se traslucía en sus modos y en su ropa. De niño fue algo precoz, si bien su primera cita no fue una cuestión de amor sino, más bien, erudita. Por la mañana se tomaba un tostón de Thomas Mann, un vaso de Joyce de frutas y un milhojas de Renan. Llamó a su perro Lacan, llamó a su gato Goethe, el benjamín era Walter y su esposa La Feyette. Tenía un chale en la Pleyáde una casa en la Montaigne y un Nietzsche en el cementerio con un busto de Verlaine. Cuando estaba en la Camus su esposa era Simenon porque le cogía un Sófocles si él quería un Fenelón. Como estaba Debussy, ella se sentía sola, por eso empezó un diario y al final se sentió Zola. Los años van Maupassant, se va quedando Calvino, se siente un poco Stravinski, y muy poco cervantino. Pero el docteur Jouve esconde un secreto terrorífico tras las botellas de Evian que inundan su frigorífico. Tiene oculta entre el burdeos, en gruyère y el gorgonzola, una pócima secreta que se llama coca cola. Cada vez que se la bebe se le altera el mecanismo y se transforma en un monstruo de contumaz consumismo. Se arranca entre convulsiones la americana pana, los pantalones a cuadros y la bufanda de lana. Luego se pone sus levis, sus adidas y su custo y sale con ganas de consumir con sumo gasto. De este modo transformando docteur Jouve en míster Mac se va directo de compras sin pasar por el FNAC. De golpe adora a los USA compras nikis de la NASA le pone Pamela Anderson y su cultura de masas. Después de haberse comprado un doble de Britney Spears, va a depilarse la espalda pues no es un lobo en París. Tiene una serie de Friends que invita siempre a su House para mirar la MTV y en los highlights pone pause. Por la mañana volvía a ser el gran europeo que viste ropa de Sartre y es -gracias a Dios- ateo. Era tan grande su Ovidio que desde una estantería <<¡Qué vedo!>>, exclamaba Góngora y <<¡Te Virgilio!>>, Marías. Pero una noche quemó su nutrida biblioteca, y no se salvó del fuego ni el penúltimo planeta. Otra noche mató a un hombre que parecía Balzac y luego entró en un McDonalds y se pidió un big mac. Por estar leyendo un libro de un tal Jünger Habermás dicen que a un colega suyo nadie lo volvió a-ver-más. Con su Northface y sus RayBan y su jerga angloparlante Míster Mac se llevó a muchos al infierno por peDantes. CIERRE No hace falta que escojáis entre Pamela y Balzac que todos somos a ratos docteur Jouve y míster Mac.
Dino Lanti (Cuentos cruentos (Spanish Edition))
El profesor se detuvo junto a unos alumnos mayores, que estaban reparando el tejado de una casa. —Construir un poema puede ser como construir esta casa. Hay una puerta de entrada y una de salida. Con la rima interna levantaréis sus pilares. Cada palabra es una piedra bien cortada que se va alineando junto a otra, sin fisuras, sin permitir que entre el frío o el viento a través. El poema debe ser sólido. Después les llevó al taller de carpintería y cestería, donde se estaba construyendo una carreta. —El poema también debe estar bien ensamblado, como este carro. Las partes deben ser adecuadas entra sí, ni muy largas ni muy cortas. Su madera no debe ser frágil y quebradiza, sino robusta, resistente al tiempo. Así debe ser también el poema. Debéis ser carpinteros de la canción. La aliteración es, para el verso, como el eje entre estas ruedas: lo estructura, os ayuda a recorrerlo. Y no olvidemos las ligaduras. —Tomó las cuerdas que el artesano utilizaba para hacer nudos—. Aquí aprenderéis la rima de sauce, que os ayudará a mantenerlo todo en su lugar. Por último les llevó a un taller de tejido de lanas, donde otros alumnos y alumnas hilaban, teñían y manejaban el telar. —Fijaos en cómo el huso gira y el hilador va dando forma a la hebra entre sus dedos. No debe ser demasiado gruesa ni tan fina como para romperse. Y al trenzarla no deben dejarse huecos, pero tampoco nudos. El tejido no es ni demasiado prieto ni demasiado suelto. Así debe ser también vuestro poema. Flexible, pero resistente. Cada línea se añade naturalmente a la anterior, paralelas como urdimbres, verso tras verso. Perfecto. Pidió entonces a los alumnos que se distribuyeran en los talleres, según se identificaran con un tipo de poesía u otra.
Ana B. Nieto (Los hijos del caballo)
Los dos aspectos, por consiguiente, el místico y el ascético, deben estar presentes en un proyecto formativo, de una forma circularmente recíproca. Ascética sin mística sería una elección voluntarista-moralista del yo ideal no suficientemente apoyada por la pasión de quien ha descubierto un tesoro en el campo y «lleno de alegría va y vende todos sus bienes para comprar ese campo» (Mt 13,44). Mística sin ascética, en cambio, sería una atracción por un ideal que se mantiene débil e inestable, carente de la valentía de traducirse en elecciones y renuncias correspondientes. Y en el caso de una tercera alternativa, es decir, de la ausencia de la mística y de la ascética, la vida del individuo sería simple y tristemente mediocre, «ni fría ni caliente», con los resultados «apocalípticos» que conocemos[7]
Amedeo Cencini (DESDE LA AURORA TE BUSCO. Evangelizar la sensibilidad para aprender a discernir (Servidores y Testigos nº 165) (Spanish Edition))
La ironía de nuestra época es que si bien a nivel material nunca antes hemos sido tan ricos, a nivel espiritual nunca antes hemos sido tan pobres. Al estar tan poco desarrollados espiritualmente, seguimos enfermizamente obsesionados con el crecimiento económico. Y como antídoto contra la monotonía, el hastío y el aburrimiento que provoca llevar una existencia sin sentido, el culto al ego se ha convertido en la nueva religión. De ahí que inconscientemente creamos que para ser felices debemos satisfacer nuestras necesidades, hacer realidad nuestros deseos y cumplir nuestras expectativas egoicas. Parece que tengamos que llegar a ser alguien, en vez de ser simplemente quienes somos. A su vez, cuanto más infelices somos, mayor es también nuestro consumo de bienes materiales. Así, en vez de resolver la raíz del problema interno —la identificación con el ego—, seguimos mirando y buscando fuera, creando nuevos conflictos cada vez más sofisticados. Movidos por un hedonismo frívolo y trivial nos estamos perdiendo en el laberinto del materialismo, comprando todo tipo de cosas que no necesitamos con la intención de tapar el dolor que nos causa vivir tan desconectados de nosotros mismos, de los demás y de la vida. Y como consecuencia nos estamos ahogando en el hiperconsumismo, convirtiendo el planeta en un gran vertedero. No en vano, nuestro malestar y nuestra voracidad existencial es cómplice de la destrucción de la naturaleza que posibilita nuestra supervivencia como especie. De hecho, ya estamos en deuda con la madre Tierra y pronto empezará a pasarnos factura. Sea como fuere, la realidad es que nada nunca es suficiente. Siempre necesitamos, queremos y esperamos algo más. El ego es insaciable por naturaleza. No importa lo que tengamos o consigamos: siempre va a sentirse insatisfecho.
Borja Vilaseca (Las casualidades no existen: Espiritualidad para escépticos)
a estar bien, respira, he hecho que llamen a Hakim y a tu hermano cuando hemos oído los gritos. —Gr… Gracias —balbuceé, forzando la voz. —No hay de qué. Todo va a arreglarse, ya lo verás. Ahora, descansa un poco mientras llegan y no te preocupes de nada, no vamos a movernos de aquí hasta que aparezcan. —Asentí y cerré los ojos llena de alivio. ⏳���� Paula —¿Estás nervioso? —le pregunté a Brau sentados en la apartada sala de espera de la clínica del doctor Chapman.
Rose Gate (Hermano de arena (Los hermanos Miller, #3))
La relación entre conocimiento e información es asimétrica. Muy bien lo ha expresado Fernando Savater18: «La suposición de que lo racional es estar bien informado es uno de los problemas de nuestra época, en la que se considera que tener acceso a mucha información va a desarrollar la razón. La información es útil precisamente para quien tiene una razón desarrollada. El conocimiento es reflexión sobre la información, es capacidad de discernimiento y de discriminación respecto a la información que se tiene, es capacidad de jerarquizar, de ordenar, de maximizar, etcétera, la información que se recibe. Y esa capacidad no se recibe como información. Es decir, todo es información menos el conocimiento que nos permite aprovechar la información
Daniel Roberto Altschuler (Contra la simpleza (Spanish Edition))
Todo va a salir bien —le prometí. Entonces tomé su cara entre mis manos y contemplé su hermoso rostro. La cara con la que empezaba y terminaba mi día— Nos queda toda una vida de magia. —¿Cómo puedes estar tan seguro? —Porque nunca fue el pastel. —Roce mis labios con los suyos— La magia somos nosotros
Devney Perry (Tragic (Lark Cove, #3))
CAPÍTULO 5. EL ARTE DE DELEGAR   “Ningún hombre es una isla.” Puede que hayan muchas personas que piensen que esto es una equivocación y que, inclusive, estén diciendo que pueden vivir felices dependiendo e ellos mismos y sin pedir ni necesitar la ayuda de alguien más. Mientras que algunos pueden adoptar la filosofía “Si quieres que salga bien, debes hacerlo tú mismo”, todavía es cierto que necesitamos la ayuda de otras personas tarde o temprano. Y cuando se trata de la Gestión Efectiva del Tiempo, delegar o asignar tareas a otros componentes del equipo es esencial. Se podría pensar que, hacer todo tú mismo, te va a convertir en un héroe. Pero si lo piensas mejor, esto solo consume una gran porción de tu tiempo, tiempo que podrías estar invirtiendo en hacer otras cosas que te pueden hacer sentir más satisfecho y más efectivo. Además, ¿por qué no dejar a otros hacer las cosas que a ti no te gusten?
Ricardo Rodríguez Sánchez (Maneja Tu Tiempo Efectivamente: Estrategias Comprobadas Para Gestionar Tu Tiempo y Alcanzar Tus Metas Personales (Spanish Edition))
Despertate. Es la hora. Despertate. Tenés muchas cosas que hacer. Muchísimas. Si no te despertás ahora vas a estar todo el día corriendo, te va a salir todo mal y te vas a odiar por no haberte levantado a tiempo. Si lo hacés ahora vas a tener tiempo para ducharte y desayunar tranquilo leyendo el diario, y después te vas a sentir re bien caminando por las veredas soleadas, viendo gente, todo el día por delante para aprovechar. Si te levantás tarde como todos los días vas a salir sucio y con hambre, el resto del día te va a picar la barba y molestar el cuello de la camisa, afuera va a estar lluvioso y los colectivos van a seguir de largo cuando saques la mano para pararlos. Vas a tener que tomar un taxi y gastar plata para llegar tarde igual, a donde sea; los clientes te van a recibir con cara de orto y te van a discutir el precio, o van a haber llamado a otro. A última hora, después de un día de mierda, tenso y con dolor de cabeza de no almorzar, vas a tener que llamar a los restantes y avisarles que hoy no vas a poder llegar, les vas a dar turno para mañana que entonces va a estar atestado y no vas a poder cumplir tampoco, aunque te levantes tempranísimo, que por supuesto no vas a hacer porque si no lo hiciste hoy, que por ahora es más o menos tranquilo, ¿cómo vas a hacerlo mañana, que va a ser un día de locos por no levantarte a tiempo hoy? Tranquilo es un decir, ya es menos tranquilo que hace diez minutos, cuando deberías haberte levantado. Y cada día peor, en progresión geométrica; es increíble cómo sabiendo que estás arruinando tu vida por quedarte en la cama no saltás de ella ya mismo. Si por lo menos disfrutaras con seguir durmiendo, pero estás padeciendo cada minuto, y este padecimiento no es nada comparado con el que te espera cuando te levantes tarde, los ojos hinchados de dormir de más, la boca pastosa, los dientes doloridos de rechinar en sueños; el día arruinado aun antes de empezar.
Carlos Gamerro (Las islas)
No hace mucho una madre, preocupada, me preguntaba cuándo dejaría su hija de año y medio de ser tan egoísta; cuándo aprendería a compartir. ¿Por qué el aprender a compartir obsesiona tanto a algunos padres y educado- res? ¿De qué les va a servir a los niños aprender una cosa así? Los adultos no compartimos casi nada. Un ejemplo. Isabel, no llega a dos añitos, juega en el parque con su cubo, su palita y su pelota, bajo la atenta y cariñosa mirada de mamá. Claro, como le faltan manos, en ese momento solo la pala está bajo su posesión directa, y el cubo y la pelota yacen a cierta distancia. Se acerca un niño desconocido, más o menos del mismo tamaño, se sienta al lado de Isabel y sin mediar palabra agarra la pelota. Isabel llevaba diez minutos sin hacer ningún caso de la pelota, y en un principio sigue tan tranquila dando golpes en el suelo con su pala. ¿Tan tranquila? Un observador atento habrá notado que los golpes son un poco más fuertes, y que Isabel vigila la pelota por el rabillo del ojo. El recién llegado, por su parte, parece plenamente consciente de que pisa terreno resbaladizo; apar- ta la pelota, observa el efecto, la vuelve a acercar... Para que no haya lugar a malentendidos, Isabel advierte: «¡É mía!»; y al poco se cree obligada a especi- ficar: «¡Pelota é mía!». El intruso, que aparentemente todavía no domina las frases de tres palabras (o tal vez, simplemente, prefiere no comprometerse), se limita a repetir: «¡Pelota, peloooota, pota!». Temerosa sin duda de que estas palabras equivalgan a una reclamación de propiedad, Isabel decide recuperar la plena posesión de su pelotita verde. El intruso no ofrece demasiada resis- tencia, pero en un descuido logra hacerse con el cubo. Isabel juega unos minu- tos, satisfecha con la pelota recién recuperada, pero de pronto parece inquieta. ¿Y el cubo? ¡Pero adónde vamos a llegar! Y así podemos pasar media tarde. Unas veces, Isabel cederá de buen grado, durante unos minutos, el disfrute de alguna de sus posesiones. Otras veces lo tolerará de mal grado. Otras no lo tolerará en absoluto. En ocasiones, ella misma ofrecerá al otro niño su propia pala a cambio de su propio cubo. Puede haber algunos llantos y gritos por ambas partes; pero, en todo caso, es proba- ble que su nuevo «amigo» consiga bastantes minutos de juego relativamente pacífico. Es muy posible también que ambas madres intervengan. Y aquí se produce un hecho que nunca deja de sorprenderme: en vez de defender como una leona a su cría, cada madre se pone de parte del otro niño. «Venga, Isabel, déjale la pala a este niño.» «Vamos, Pedrito, devuélvele a esta niña su pala.» En el me- jor de los casos, la cosa quedará en suaves exhortaciones; pero no pocas ve- ces las madres compiten en una loca carrera de generosidad (¡qué fácil es ser generoso con la pala de otro!): «¡Ya está bien, Isabel, si te vas a portar así, mamá se enfada!». «¡Pedrito, pide perdón ahora mismo, o nos vamos!» «¡Dé- jelo, señora, que juegue, que juegue con la pala! Es que esta niña es una egoísta...» «¡Huy, pues el mío es tremendo! Tengo que estar todo el día detrás, porque siempre está chinchando a otros niños y quitándoles las cosas...» Y así acaban los dos castigados, como pequeños países en conflicto que podrían haber llegado fácilmente a un acuerdo amistoso si no hubieran intervenido las dos superpotencias. Escenas como esta, mil veces repetidas, hacen que a veces consideremos egoístas a nuestros hijos. Nosotros compartiríamos sin dudarlo una pala de plástico y una pelota de goma. Pero ¿realmente somos más generosos que ellos, o es que los juguetes nos traen sin cuidado? Es preciso poner las cosas en perspectiva. Imagine que es usted la que está sentada en un banco del parque escuchando música. A su lado, sobre el ban- co, su bolso sobre un periódico doblado. En esto se acerca un desconocido, se sienta a su lado y sin mediar palabra se pone a
Anonymous
El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará. JUAN 12.25 En Lucas 14.26 se nos dice que una gran multitud lo seguía y que él se volvió y les dijo: «Si alguno viene a mí», es decir, el que quiera ser un verdadero seguidor, «y no aborrece a su padre y madre, mujer e hijos, hermanos y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo». ¿Aborrecerse uno mismo? ¡Qué verdad más tremenda! Esta no es salvación por buenas obras, sino todo lo opuesto: salvación al rechazar toda esperanza de agradar a Dios por nuestras fuerzas. Seguir a Jesús no es asunto que dependa de usted o de mí. Ser creyente no es cuestión de nosotros, no es cuestión de estima propia. Más bien es cuestión de estar hastiados de nuestro pecado y de nuestra desesperación por el perdón. Es cuestión de ver a Cristo como el invaluable Salvador del pecado, la muerte y el infierno, para que voluntariamente dejemos a un lado lo que sea necesario, aun si nos cuesta nuestra familia, nuestro matrimonio y lo que sea que atesoramos y poseemos. Hasta nos puede costar la vida, como Jesús dijo en Lucas 9.24 y lo reafirmó en 14.27: «Y el que no lleva su cruz», es decir, el que no está dispuesto a morir y dar su vida, «y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo». No puede ser más claro que esto. Si usted trata de aferrarse a sí mismo, a su plan, a su agenda, a su triunfo, a su autoestima, pierde el perdón y el cielo. La senda que Jesús seguía era la senda de la persecución y de la muerte (vea Juan 12.24–25). Así que quiere seguir a Jesús, ¿verdad? Le va a costar absolutamente todo.
John F. MacArthur Jr. (Las lecturas diarias de MacArthur: Desatando la verdad de Dios un día a la vez (Spanish Edition))
Creo que uno en el fondo sabe cuándo permanece en una historia por compasión o dependencia, y creo también que a todos nos da miedo estar solos, y acabar solos, y ante eso preferimos sumergirnos en un sucedáneo de vida y hacer como que todo va bien.
Anonymous
FERNANDO.—(Asombrado.) ¡Tío Ezequiel! FERMÍN.—¡El señor Ojeda! MICAELA.—(Yendo de un lado a otro.) ¡Ya ha caído uno! ¡Ya ha caído uno! CLOTILDE.—¡Calla, Micaela, calla! (A Luisa.) Tú, trae árnica y algodón, que el señor debe de tener mordeduras. LUISA.—Sí, señora. (Se va por la escalera.) EZEQUIEL.—¡Y agua! CLOTILDE.—¡Y agua! Un vaso de agua para el susto. PRÁXEDES.—Agua, hay aquí. ¿Qué dice? ¿Qué no? ¡Ah! Bueno, por eso… (Le sirve un vaso de la mesa a Ezequiel.) EZEQUIEL.—Yo debo de estar malísimo, porque veo la habitación llena de muebles. FERNANDO.—Y lo está realmente, tío Ezequiel. EZEQUIEL.—¡Vaya! Menos mal. Eso me tranquiliza. CLOTILDE.—¡Qué cosa tan desagradable, Dios mío! Tiene usted mordeduras, ¿verdad? EZEQUIEL.—Sí. Tengo de todo. CLOTILDE.—¡Claro! Si Micaela le echó encima a Caín y a Abel… FERNANDO.—¿Te han mordido los perros, tío? EZEQUIEL.—¿Los perros? No. Aquella señora. (Señala a Micaela.). Los perros no hacían más que ladrar los animalitos. Pero aquella señora… Sujetadla bien, que no vuelva.
Enrique Jardiel Poncela (Eloísa está debajo de un almendro)
Pero esa dureza viene a ser algo así como una premisa para los deportes de esta índole. Si el sufrimiento no formara parte de ellos, ¿quién iba a tomarse la molestia de afrontar desafíos como un maratón o un triatlón, con la inversión de tiempo y esfuerzo que conllevan? Precisamente porque son duros, y precisamente porque nos atrevemos a arrostrar esa dureza, es por lo que podemos experimentar la sensación de estar vivos; y si no experimentamos esa sensación plenamente, sí al menos de manera parcial. Y, a veces (si todo va bien), podemos aprender que lo que de veras da calidad a la vida no se encuentra en cosas fijas e inmóviles, como los resultados, las cifras o las clasificaciones, sino que se halla, inestable, en nuestros propios actos.
Haruki Murakami
El segundo pecado es el de la impostura, el de la falsedad y el simulacro, muy extendido en un mundo tan desconectado de lo natural y lo instintivo, que nos hipnotiza con su marketing vano, grosero y pusilánime, con sus valores superficiales de usar y tirar. Tiene que ver con el hecho de no confiar en que uno, siendo como es, va a estar bien; en que uno, estando en su propia verdad, va a recibir y dar el amor y la seguridad que necesita. Falta la que debería ser natural autoestima. Se incurre así en una falta al debido amor y al merecido respeto hacia uno mismo. Se desconfía de lo espontáneo y natural que hay en uno mismo y se piensa que el amor y el reconocimiento únicamente se obtendrán con el tener y el desempeñar un rol, más que con el ser y el fluir. De ahí deviene el camuflaje que, por desgracia, acaba siendo autoengaño. Las personas que se impostan creen que pueden compensar el amor que no sienten hacia sí mismas logrando que otros las amen gracias a su camuflaje. Se inventan un personaje con la esperanza de que serán más reconocidas y de que con el amor del otro les irá mejor. Pero, en el fondo, el problema persiste, y ese problema es la falta de amor a sí mismas. Ojalá la educación familiar y social incorporara una aceptación más grande del ser genuino y espontáneo de cada uno; ojalá no exigiera que el alma de los niños tuviera que adaptarse a modelos culturales sin corazón o de mercado sin fraternidad; ojalá no sedujera a muchos con el tentador anzuelo de ser lo que no son, hasta tal punto que a menudo se falsean no sólo ante el mundo, sino también ante sí mismos. Como expresaba Pessoa: «El poeta es un fingidor. Finge tan completamente que hasta finge que es dolor el dolor que en verdad siente». En el intrincado teatro de nuestra personalidad, corremos el riesgo de tomarlo todo como ficción, de encerrarnos en un complejo laberinto de rostros superficiales y perder de vista nuestra honda autenticidad. Si en el pecado de cobardía no entregamos a la vida lo que tenemos para entregar, en la falsedad y en la impostura pretendemos darle a la vida lo que no tenemos.
Joan Garriga (La llave de la buena vida)
Es la frase más triste de todas las lenguas: “todo va a estar bien”. Describe la esperanza y el anhelo, claro que sí, pero al mismo tiempo reconoce la crisis, la tempestad, el mal momento: todo va a estar bien, señoras y señores, porque ahora mismo no lo está, porque esto que estamos viviendo es un terrible inconveniente, un triste aprieto.
Ricardo Silva Romero (Todo va a estar bien)
¿Por qué nos ponemos ansiosos? La ansiedad es una respuesta a una interpretación equivocada de aquello que pensamos y creemos que es la verdad absoluta. Si creemos y pensamos que algo malo nos va a pasar, nuestra cabeza, y todo nuestro cuerpo, reaccionará en consecuencia. Aprendamos diariamente a hacer una limpieza de toda la basura mental que no nos hace ningún bien. Al hacerlo, puedo asegurarte que serás mucho más feliz. Seamos flexibles con los demás y con nosotros mismos. A veces, ver la vida solo en blanco y negro nos coloca en un lugar de exigencia, en un pedestal del cual será difícil bajar cuando no toleremos estar siempre allí arriba. En cambio, ver los grises nos ayuda a aflojarnos y trae un poco de alegría y recreo a nuestra vida, nos ayuda a aceptar y a encontrar nuevos matices.
Tuti Furlan (Vivir a Colores: Disfruta la grandeza de las cosas simples de la vida (Spanish Edition))
Van incluso más lejos: Elizabeth cree tener una voluntad inagotable. Hasta cuando grita de rabia e impotencia en su cuarto piensa que tiene una voluntad inagotable. Hasta cuando tiembla y llora piensa que tiene una voluntad inagotable. Hasta cuando no se permite las lágrimas piensa que tiene una voluntad inagotable. Hasta cuando nadie le satisface piensa que tiene una voluntad inagotable. Hasta cuando nada le satisface piensa que tiene una voluntad inagotable. Elizabeth siempre se ha concebido como alguien con una voluntad inagotable. Tiene miedo de no ser capaz de amar a nadie. Sí, esto es así: teme que el amor no aguante la prueba de la razón. Elizabeth escucha un maullido de su gata y se va al baño a sentarse en el inodoro mientras sufre una crisis de ansiedad. No puede sacarse de la cabeza este pensamiento: que es incapaz de querer, que tan solo quiere explotar a las personas y extraer su esencia, alimentarse, consumir, ser más y más y más. […] «Yo creo que eres bastante totalitaria», le dice María. «Yo creo que eres muy autoritaria», le dice María. «Eres amoral», le dice María. Por estas cosas y por otras más Elizabeth va al psicólogo, pero no sabe muy bien el motivo. Sabe que no va a estar del todo bien nunca.
Elizabeth Duval (Reina)
-Hoy he sentido la necesidad imperiosa de abrazar a mamá, y me he dado cuenta, por primera vez en todo este año, de que ya no está; y de que nunca vas a volver. Quiero decir, ya sé que está muerta, lo sabía ya asimilé desde el primer momento. Pero hoy lo he sentido. ¿Has pensado que somos huérfanas? Somos tan huérfanas como un treinta de febrero o el desgraciado Oliver Twist. Y crees que con cincuenta años, una casa y dos hijos, ya la vida te dice que tu rol es otro, el del adulto que ampara y protege, que ahora te toca a ti. Y sin saber cómo, aprendes y todo tu amor y energía se quedan ahí, lo prometo. Pero a veces, a veces, Nines, necesito ser hija; y que una figura de amor, un halo de protección por encima de mi misma me diga que todo va a estar bien. Y ya no está. No ser hija nunca más.
Paula Reyes Morillas (Lo que la abuela nos dejó: o la herencia de los nombres olvidados (Spanish Edition))
Si buscamos la paz como la da el mundo, si esperamos nuestra paz por las razones del mundo, motivos por los que, según la mentalidad que nos rodea, se puede estar en paz (porque todo va bien, no tenemos contrariedades, nuestros deseos están absolutamente satisfechos, etc.), es seguro que nunca la encontraremos, o que nuestra paz será extremadamente frágil y de corta duración.
Jacques Philippe (La paz interior)
—Tiene razón —asegura Macy con una sonrisilla—. Lo que va a estar en boca de todos esta noche es que tu novio echaba humo al ir corriendo hasta ti en el campo. Tendríamos un vampiro asado y bien crujiente entre manos si Jaxon y Flint no lo hubieran arrastrado hasta las sombras en cuanto se ha asegurado de que ibas a sobrevivir.
Tracy Wolff (Fulgor (Anhelo, #4))