Soy Mexicana Quotes

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A veces es difícil para las personas ajustarse a nuevas ideas, en especial si vienen de una cultura muy diferente.
Erika L. Sánchez (Yo no soy tu perfecta hija mexicana)
A veces las pequeñas cosas son símbolos o detonantes de problemas mucho más grandes en nuestras vidas. Piensa en por qué ese momento en particular te causó tanta aflicción.
Erika L. Sánchez (Yo no soy tu perfecta hija mexicana)
Cuando me vienen estos recuerdos, siento como si alguien me sacara el alma y la pisoteara
Erika L. Sánchez (Yo no soy tu perfecta hija mexicana)
La muerte del ser querido es doblemente un duelo si está vivo. La hipocondría es la peor de las enfermedades: ficticia, las genera reales. Casi siempre, las películas mexicanas de horror son cómicas y las cómicas de horror. Se habla sobre clima por incomunicación, por soledad: el clima es, a veces, lo único entre dos personas. Cuando alguien dice: Yo soy una persona íntera, veo cómo empieza a desintegrarse su cara. Es tan difícil a veces decir las cosas o escribirlas, o tan fácil, sin alcanzar de cualquier manera lo que se siente. ¿Puede ser un error enamorarse? Lo más parecido a estar enamorado es el hallazgo de una música bellísima que nos fascina. Y pensar que dormimos cientos de noches con una mujer que nos odia profundamente, que quizás ya nos odiaba en secreto. Hay días en que nada pasa y días en que todo ocurre. Cada momento lleva su melodía. Such is life such is chess. BAGATELAS
Ignacio Helguera
No soy pesimista pero tengo la convicción de que la sociedad mexicana se mueve lentamente, marcha poco a poco, no da saltos. Si los idealistas creyeron que la Revolución Mexicana iba a cambiar todo el país, siguen latentes los desequilibrios sociales, el reparto injusto de bienes, un terremoto no va a cambiar a un país. Incluso los que ahora descubren que son "cristianos" y hacen tortas, al rato volverán a acomodar sus bienes, a esconderlos o a enviarlos a los Estados Unidos. No es cierto, como tú lo crees ilusamente, que cambian los valores. El heroísmo es momentáneo; el heroísmo de la burguesía, porque el pueblo mexicano es heroico todos los días: el comer mal, vivir mal, dormir mal, ése es su heroísmo cotidiano; lo tienen todo el tiempo, son héroes que están soportando la situación crítica económica mientras los patrones siguen ganando dinero a montones. Ahora mismo los restaurantes de lujo están llenos, los aviones están llenos, eso quiere decir que hay mucha gente ganando mucho dinero. En cambio los trabajadores se limitan a sus ingresos y es la gran mayoría la que equilibra a este país. Es ése el heroísmo de todos los días, no solo el del terremoto, y es mayor porque es un heroísmo en frío, consciente. La crisis económica no la están cargando parejo todos sino los sectores de menos ingresos.
Elena Poniatowska (Nothing, Nobody: The Voices Of the Mexico City Earthquake)
Huele ligeramente a perfume, que es una mezcla de ropa limpia, peras y lluvia de primavera.
Erika L. Sánchez (Yo no soy tu perfecta hija mexicana)
antes de que el invierno suelte su mierda helada y gris sobre la ciudad y nos haga sentir miserables otra vez.
Erika L. Sánchez (Yo no soy tu perfecta hija mexicana)
Todo es tan perfecto que quisiera conservarlo en un frasco.
Erika L. Sánchez (Yo no soy tu perfecta hija mexicana)
¿Cómo nos reímos y sentimos alegría pese a las cosas enterradas que crecen en nuestro interior?
Erika L. Sánchez (Yo no soy tu perfecta hija mexicana)
Adoro el olor de las librerías de viejo: papel, conocimiento y moho, probablemente.
Erika L. Sánchez (Yo no soy tu perfecta hija mexicana)
Más cosas: hubo épocas en que llegué a saber bastante de la revolución mexicana, del conde-duque de Olivares, de la Primera Guerra Mundial, del formalismo ruso, de la caída y decadencia del Imperio Romano, del zen, del erasmismo, del darwinismo, de las brujas en la Edad Media, de los transportes de personas y mercancías en los siglos XVIII y XIX en España, de la navegación a vela... y de muchas más cosas, algunas ya olvidadas del todo. Salvo algunas generalidades, apenas ha sobrevivido nada de lo que llegué a saber, pero entiendo que el empeño no fue en vano, y que, misteriosamente, todo lo que ahora sé, el grueso de mis experiencias, se lo debo al poso que ha ido dejando en mi memoria, en mi espíritu y en mi carácter todo ese cúmulo de pálidas lecturas, de idilios intelectuales casi desvanecidos. En mis lecturas además no ha habido un plan ni un orden sino el apasionado y gustoso amontonamiento de lo que iba encontrando al paso, como el chamarilero al que no hay cachivache que no le sirva para su negocio, porque nunca he leído para ser un gran profesor, o para construir un edificio de conocimiento, y si algo perseguía en mis lecturas, además del placer y la curiosidad, era ensanchar mi imaginación y mi horizonte de escritor. No soy especialista en nada, y más que un profesor que escribe, he sido un escritor que en sus horas libres se ganaba la vida dando clases, por aquello de la maldición bíblica del pan y del sudor.
Luis Landero (El huerto de Emerson)
En mi experiencia, los hombres les temen a las mujeres fuertes. No saben enfrentarlas. Están tan acostumbrados a tener el poder, que cuando reconocen la fuerza en un cuerpo femenino, su alma se estremece. Yo soy una mujer mexicana como cualquier otra, con olores de mujer, con pensamientos de mujer, y con fortalezas de mujer. Algún día se nos reconocerá por ello.
Pedro J. Fernández (Querido don Benito)
Cuando la veo y la tengo a mi lado estoy feliz, pero hay como una espina clavada en alguna parte de mí que me recuerda que ella no soy yo… es otro ser… puede irse, dejar de amarme, morirse o simplemente cansarse… Siempre me falta algo, aun cuando la hago mía…
Walter Riso (Ama y no sufras (Edición mexicana) (Crecimiento personal) (Spanish Edition))
Soy mexicana se dijo, pero también soy parte del Reino de las Hadas.
Nora Cayetano (Legendme: La Guerrera de los Vientos (Legendme, #2))
Lo único que tiene sentido para mí es lo que Walt Whitman dijo sobre la muerte: «Búscame bajo las suelas de tus botas».
Erika L. Sánchez (Yo no soy tu perfecta hija mexicana)
Ateísmo burgués del siglo XIX, llamó Hugo Hiriart a la religiosidad en la que imagino vivir. No sé cómo apareció esta terminante descripción en el espléndido discurso en torno a la Ilíada, con el que entró a formar parte de la Academia Mexicana de la Lengua. Pero me sentí cómoda arropándome en semejante categoría. Hasta cuando me creo moderna soy anticuada. Esto de ser ateo viene del siglo XIX. Hasta del tardío XVIII. Mi bisabuelo liberal ya era obsoleto. Con todo, yo tengo mi fe. Creo en la madre naturaleza y en los seres humanos que son generosos y buenos. Ahí está el dios de esta atea. Creo en Elizabeth Bennet, en Úrsula Iguarán, en Isaac Dinesen. Creo en la Maga y en la valentía de Leonor. Creo que tiene razón Mateo cuando lo aflige que haya guerra en Ucrania, cuando dilucida que si aletea una mariposa en África, tiembla en México. Creo en Verónica cuando se niega a heredarles a nuestros hijos la mugre del río Atoyac. Creo en los trabajadores obsesivos, como Roberto, Kathya, Héctor y Catalina. Creo en los misterios del fondo del mar, en el cine, en la poesía del Siglo de Oro y en la del siglo XX. Creo en la memoria, en la escuela primaria, en el amor de los quince años y en el sexo de los cincuenta. Creo en las comedias musicales, las jacarandas y los rascacielos. Creo en el caldo de frijoles y el arroz blanco, creo en el horizonte y en que un día tendré más nietos. Creo en la música de Rosario, en las películas de Catalina, en el libro que me cuenta Mateo. Creo en las historias que Virginia trae del Metro, creo que tenemos remedio, creo en los lápices del número tres, en la punta de las plumas Mont Blanc, en la ciencia del doctor Goldberg, en la incredulidad del doctor Estañol, en los barcos con que soñaba una mujer frente a la bahía de Cozumel, en el perro volando que vió doña Emma en un ciclón, en la frente lúcida y la nariz perfecta de la antropóloga Guzmán, en la Sierra Negra cuando la recorre Daniela, en las mujeres que han llamado a su grupo “Los varitas de nardo” y son diez gordas reunidas para cambiar sus hornos de leña por unos que contaminen menos. Creo en el hipo con que mi perro anuncia que está soñando un vuelo alrededor del mundo, creo en el diccionario de la RAE y en las cartas que mandan mis amigos. Creo que aún camina bien mi camioneta vieja y que mis hermanos hicieron una empresa en donde había un sueño. Creo, ingenua yo, en que les irá mal a los malos. Creo en la luz de mi iPhone, en la cocina de mi abuela, en la esperanza de quienes, a pesar del miedo, siguen viviendo en Michoacán. Bendigo el correo electrónico, las orquídeas y los zapatos cómodos. Les rezo a las puestas de sol, a la vitamina B12, a mis rodillas y a las fotos de mis antepasados. Comulgo con quienes saben conversar, oigo misa en las sobremesas de mi casa. Soy una atea con varios dioses. Tantos y de tan buen grado que ahora, presa de la aflicción que es la desmemoria, voy a acudir al único dios de la trilogía de mi madre que me sigue pareciendo confiable: Espíritu Santo, fuente de luz: ilumíname. ¿A qué horas tiré el trébol y cómo es que olvidé tan memorable catástrofe?
Ángeles Mastretta (El viento de las horas)
cuestión de principios y de estética. No solo quiero mejorar, quiero hacerlo con la inspiración del artista, como una obra de la cual me sienta satisfecho. ¡Qué pesado es hacerse cargo de la dicha de otro! ¡Qué tarea tan difícil, por no decir imposible! Prefiero respirar por mí mismo, andar sin muletas y ser como soy. No quiero pertenecerle, ni que usted me pertenezca. Andemos juntos, si nos apetece, pero no seamos “el uno para el otro”, por favor. El bienestar psicológico o el intento de ser feliz requiere un compromiso personal e intransferible. No es algo que nos regalen, se compre o se posea por decreto: es intransferible. Y como yo no estoy en venta, y espero que usted tampoco lo esté, tenemos la oportunidad de ser libres. Usted no define mi existencia ni yo la suya, de ser así, no podríamos vivir el uno sin el otro. Usted no es mi felicidad, afortunadamente, ni yo soy su amo y señor. La mejor relación que podemos tener es no pertenecernos. El que no posee al otro lo respeta, y eso es belleza, ternura y desapego.
Walter Riso (Desapegarse sin anestesia (Edición mexicana): Cómo fortalecer la independencia emocional (Spanish Edition))