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Quizá en el corazĂłn de cada uno de los que ahora desean nuestro mal se remuevan motivos distintos para odiarnos. Algunos serán campesinos que despuĂ©s de un mal año tienen que pagar de todas formas sus impuestos. En el fondo de su ser desearĂan maldecir al rey o incluso al cielo por su desdicha, pero tienen miedo a llegar tan lejos en sus injurias y se limitan a desear la desgracia del recaudador de impuestos que, a veces, es un judĂo. Otros son tan pobres que saben que por debajo de ellos no existe nadie a quien puedan contemplar como a alguien inferior y más desafortunado. TambiĂ©n a Ă©sos les agrada descubrir la existencia de gentes a las que mirar con desprecio por encima del hombro, de gentes como nosotros. Luego están los resentidos que se creen maltratados injustamente por la vida a la vez que piensan que otros han recibido lo que ellos debĂan poseer con más merecimientos. De buena gana se revolverĂan contra los nobles, los labradores acomodados o los comerciantes ricos para robarles lo que tienen, pero su cobardĂa se lo impide. Para ellos los judĂos somos la presa ideal porque poco o nada podemos defendernos...
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