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En el extremo opuesto, también el desierto puede ser espacio para los encuentros. Cuando hablo de desierto, me refiero a esos espacios de horizontes más amplios, donde el silencio se vuelve tangible, donde las relaciones importantes, por los motivos que sean, están a distancia. Sin embargo, esto, vivido con paz y sin presión, puede ser algo elegido que, lejos de aislarte, te ayuda a profundizar en los vínculos que tienes. Hay gente que, por diversas razones, busca un poco de quietud, de silencio, de tranquilidad y lejanía. Hay quien se retira para encontrarse –y encontrar a los otros–. Hay quien vislumbra, en un paseo solitario por la ciudad, muchos más vínculos de los que podría percibir en una red incesante de interacciones y palabras. Hay quien, por carácter, necesita su espacio, su tiempo y su ritmo, sin que ello le lleve a vivirse aislado. Y hay, en fin, algunas personas con las que tienes relaciones tan sólidas, tan asentadas y tan libres que aun a distancia sabes y sientes que forman parte de tu vida, de tu presente y de tu horizonte, aunque en el momento no estén cerca.
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