Por Pendejo Quotes

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Solamente le tengo miedo a los pendejos ¿por qué? porque... son muchos no se puede cubrir un frente tan amplio y al ser mayoría son peligrosos pueden elegir hasta al presidente.
Facundo Cabral
El amor te vuelve un pendejo. Todos los que se enamoran de veras, sufren. Por algo el 99% de las canciones de amor son canciones de dolor. De me engañaste o me dejaste o te extraño o me mato o te mato.
Anaí López (Quiereme Si Te Atreves (Quiéreme Cinco Minutos #2))
Dude, estoy aqui por loco, no por pendejo," which was the punch line to the funniest Spanish joke I knew. Okay, the only one. Google it.
Cory Doctorow (Homeland (Little Brother, #2))
... a veces hacemos cosas por amor y otras veces por pendejos.
Vanessa Bonilla (En esa Esquina del Bosque)
¿Crees que ella estará de acuerdo? - Ay, mi sabio triste, está bien que estés viejo, pero no pendejo –Dijo Rosa Cabarcas muerta de risa-. Esa pobre criatura está lela de amor por ti.
Gabriel García Márquez (Memories of My Melancholy Whores)
Ni aunque la pinche vieja le abriera la puerta en pelotas, como él fantaseaba, ni aunque ella misma le rogara que le metiera la ñonga, ni así sabría el muy pendejo por dónde empezar.
Fernanda Melchor (Páradais)
back, showed me the missing battery. "Dude, estoy aqui por loco, no por pendejo," which was the punchline to the funniest Spanish joke I knew. Okay, the only one. Google it.
Anonymous
Por más que pienso no logro entender cuál es la fascinación en observar cuadros de personas redondamente obesas y coloridas y curiosas. Creo que tanto color en sus obras es sinónimo de falta de creatividad. No veo más que payasos cuando observo esos cuadros y, francamente, no sé cuál sea su objetivo ni mensaje ni razón de ser. Inclusive lo veo como una burla, como si se estuviera mofando de la parte de El Arte que siempre termina siendo comercial y popular. Odio cuando pasa eso. Odio cuando un pendejo se pone a escupir en hojas blancas y de repente dice que sólo porque es una jalada que a otra persona no se le había ocurrido antes hacer, sólo por eso, ya es una obra de arte que vale un Marisse. Y se me hace patética esa parte, la parte en que el imbécil que hizo eso se vuelve la revelación del año y todos empiezan a hablar de él y termina siendo hasta el host en los Óscares aún cuando su rama no tenga nada que ver con el cine. El mundo está lleno de pendejos. El mundo está lleno de gente patética y por más que pienso, no entiendo por qué la gente no deja de hacer más gente y ya. Por qué no paran esta producción en masa de gente-pendeja más pendeja and so on. En serio: hay muchas cosas que la gente hace que simplemente no entiendo. Por ejemplo, un güey que estaba en la esquina pidiendo limosna, que no tenía piernas y que igual y ni nombre, él ¿por qué no mejor se avienta a la calle para que un pinche taxi lo atropelle y ya deje de sufrir y se largue a la chingada de este mundo que no hace más que burlarse en su cara de lo triste e infeliz que es su vida? No me digas que él tiene algo por qué vivir. Bueno, el homeless ese no me importa. Me importa lo que decía, de cómo se puede contaminar la esencia del arte y su razón de existir por imbéciles como esos. O también por los pinches posers que los apoyan. Porque si no fuera por esos, los otros no existirían. Pero ahí toda la gente: a aplaudir esculturas que no entienden y lienzos que no transmiten sentimiento alguno. O esos que son fanáticos de lo experimental: un obeso de cincuenta y dos años que, como no tenía nada que hacer, empezó a tomarse fotos desnudo y le gustaron tanto que las reveló y un enfermo sexual las vio y se excitó y se las compró y las subastó y ya por eso se convirtió en un artista. Y todos lo aplauden, hasta yo, pero por los huevos de atreverse a mostrar su antiestético y marginal cuerpo al mundo, como si no tuviéramos suficiente con las imágenes desgradables que tenemos qu e ver en el día a día. Por eso me cae tan bien Andy y por eso admiro su trabajo: porque me entiende. Es el único que ha logrado burlarse de la cultura y de esa adicción de la gente por admirar estupideces. Es el único que lo hace abierta y descaradamente, sin necesidad de aparentar. Se burla de una manera tan bizarra, tan baja, tan directa, que lo convierte en elegante. Y es que es una necesidad interna de la gente —de toda la gente— por admirar a algo, a alguien, que raya en lo rídiculo. La gente puede ser fan hasta de un poste. ¿A qué se deberá eso de tener esa urgencia por alabar a alguien, sea quien sea? De comprar revistas con chismes de gente que no conocen y de vidas que nunca se cruzarán. De perseguir perfectos desconocidos y comprar su ropa interior en subastas por cantidades estúpidas de dinero. No puedo evitar sentir pena ajena. La mayor parte del tiempo me da mucha pena el mundo en el que vivimos. Ya está viejo, le hace falta una remodelación —de tapiz, de muebles, de personajes—. Por eso digo que es mejor vivir afuera de él. Pero bueno, la gente nunca va a cambiar. Eso es lo que pienso, si tanto te importaba saber lo que pienso.
Gisela Leal (El club de los abandonados)
que por cargar con tantas pendejadas, pierde la postura. jorongo. Personaje que sirve como manto protector para su grupo cercano de pendejos. joyero. Aquel que hace pendejadas invaluables.
María del Pilar Montes de Oca Sicilia (El pendejonario: Diccionario de pendejos y pendejadas)
—Nos peleamos en una fiesta. Danaan todavía está resentido. La sonrisa de Bryce era la definición de una sonrisa de satisfacción. —¿Por qué pelearon? Ruhn dijo con brusquedad: —Porque él es un pendejo arrogante. —Igual—dijo Hunt y su boca se curvó para formar una media sonrisa. Bryce miró a Lehabah. —Los chicos y su competitividad. Lehabah emitió un sonidito muy propio. —Ni de cerca tan avanzados como nosotras. Ruhn puso los ojos en blanco y se sorprendió de ver que Athalar hacía lo mismo.
Sarah J. Maas (House of Earth and Blood (Crescent City, #1))
INFANCIA ES DESTINO (1950-1968) Santiago el Rompecoches era considerado por su familia, bastante conservadora, como un niño muy muy mal hablado, propietario de un grueso lenguaje aparentemente innecesario para un niño de su edad. Me lo imagino absolutamente inocente, de pantalón corto y unos gruesos lentes de miope. No debería tener más de seis años. De tal manera, que sus progenitores (malignos e inconscientes) lo colocaron en un balcón de su casa, de esos que en la colonia Santa María la Ribera no levantan más de un par de metros de la calle, con un letrero colgado del pecho que decía: soy un lépero. Grave error, porque el infante aprovechó la semana de castigo para confirmar su perversión, diciéndole a todos aquellos que pasaban y se quedaban observándolo: ¿Qué me ves, pendejo?; A chingar a tu madre, huevón; Soy un niño, culero; Sácate a mover el fundillo a otro lado, y otras maravillas de su abundante catálogo. Años después, miembro del Consejo Nacional de Huelga por la Facultad de Química de la Universidad Nacional, el Batallón Olimpia le pegaría un tiro en la rodilla en el edificio Chihuahua durante el ataque del ejército en Tlatelolco. Pero parece que estas dos historias no están relacionadas.
Paco Ignacio Taibo II (Los alegres muchachos de la lucha de clases (Spanish Edition))
«El pendejo de Bolívar», me dijo. «¿Qué?». «Creo que Bolívar pasó por San Carlos y se dio unos coñazos. Esa es la gloria de la ciudad»
Eduardo Sánchez Rugeles (Blue Label/ Etiqueta Azul)