“
Yo te he nombrado reina.
Hay más altas que tú, más altas.
Hay más puras que tú, más puras.
Hay más bellas que tú, hay más bellas.
Pero tú eres la reina.
Cuando vas por las calles
nadie te reconoce.
Nadie ve tú corona de cristal, nadie mira
la alfombra de oro rojo
que pisas cuando pasas,
la alfombra que no existe.
Y cuando asomas
suenan todos los ríos
en mi cuerpo, sacuden
el cielo las campanas,
y un himno llena el mundo
Sóló tú y yo,
sóló tú y yo, amor mío,
lo escuchamos.
”
”
Pablo Neruda (The Captain's Verses)
“
Pero el amor, esa palabra... Moralista Horacio, temeroso de pasiones sin una razón de aguas hondas, desconcertado y arisco en la ciudad donde el amor se llama con todos los nombres de todas las calles, de todas las casas, de todos los pisos, de todas las habitaciones, de todas las camas, de todos los sueños, de todos los olvidos o los recuerdos. Amor mío, no te quiero por vos ni por mí ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más profundo de la posesión no estás en mí, no te alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu risa, hay horas en que me atormenta que me ames (cómo te gusta usar el verbo amar, con qué cursilería lo vas dejando caer sobre los platos y las sábanas y los autobuses), me atormenta tu amor que no me sirve de puente porque un puente no se sostiene de un solo lado...
”
”
Julio Cortázar
“
Yo ya era así antes de que tú llegaras, caminaba por las mismas calles y comía las mismas cosas. Incluso antes de que llegaras yo ya vivía enamorado de tí y a veces, no pocas, te extrañaba como si supiera que me hacías falta.
”
”
Edel Juárez
“
¿Y para qué leer? ¿Y para qué escribir? Después de leer cien, mil, diez mil libros en la vida, ¿qué se ha leído? Nada. Decir: yo sólo sé que no he leído nada, después de leer miles de libros, no es un acto de fingida modestia: es rigurosamente exacto, hasta la primera decimal de cero por ciento. Pero ¿no es quizá eso, exactamente, socráticamente, lo que los muchos libros deberían enseñarnos? Ser ignorantes a sabiendas, con plena aceptación. Dejar de ser ignorantes, para llegar a ser ignorantes inteligentes. [...] Quizá, por eso, la medida de la lectura no debe ser el número de libros leídos, sino el estado en que nos dejan.
¿Qué demonios importa si uno es culto, está al día o ha leído todos los libros? Lo que importa es cómo se anda, cómo se ve, cómo se actúa, después de leer. Si la calle y las nubes y la existencia de los otros tienen algo que decirnos. Si leer nos hace, físicamente, más reales.
”
”
Gabriel Zaid (So Many Books: Reading and Publishing in an Age of Abundance)
“
Antes de amarte, amor, nada era mío:
vacilé por las calles y las cosas:
nada contaba ni tenía nombre:
el mundo era del aire que esperaba.
”
”
Pablo Neruda
“
Tengo hambre de tu boca, de tu voz, de tu pelo
y por las calles voy sin nutrirme, callado,
no me sostiene el pan, el alba me desquicia,
busco el sonido líquido de tus pies en el día.
Estoy hambriento de tu risa resbalada,
de tus manos color de furioso granero,
tengo hambre de la pálida piedra de tus uñas,
quiero comer tu piel como una intacta almendra.
Quiero comer el rayo quemado en tu hermosura,
la nariz soberana del arrogante rostro,
quiero comer la sombra fugaz de tus pestañas
y hambriento vengo y voy olfateando el crepúsculo
buscándote, buscando tu corazón caliente
como un puma en la soledad de Quitratúe
”
”
Pablo Neruda
“
Tienen razón las muy pendejas, pensé, es guapísimo. Y eso que ellas no lo han oído hablar, no han caminado con él por Madero ni han querido insultarlo a media calle.
”
”
Ángeles Mastretta (Arráncame la vida)
“
Pero entonces bailaban por las calles como peonzas enloquecidas, y yo vacilaba tras ellos como he estado haciendo toda mi vida mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas y entonces se ve estallar una luz azul y todo el mundo suelta un <>. [pp. 16]
”
”
Jack Kerouac (On the Road)
“
Lo tocó murmurando la letra, con el violín bañado en lágrimas, y con una inspiración tan intensa que a los primeros compases empezaron a ladrar los perros de la calle, y luego los de la ciudad, pero después se fueron callando poco a poco por el hechizo de la música, y el valse terminó con un silencio sobrenatural. El balcón no se abrió, ni nadie se asomó a la calle, ni siquiera el sereno que casi siempre acudía con su candil tratando de medrar con las migajas de las serenatas. El acto fue un conjuro de alivio para Florentino Ariza, pues cuando guardó el violin en el estuche y se alejó por las calles muertas sin mirar hacia atrás, no sentía ya que iba la mañana siguinte, sino que se había ido desde hacía muchos años con la disposición irrevocable de no volver jamás.
”
”
Gabriel García Márquez
“
Preguntaréis por qué su poesía
no nos habla del sueño, de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal?
Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles!
”
”
Pablo Neruda (Tercera Residencia)
“
¿Por qué tan lejos de los dioses? Quizá por preguntarlo. ¿Y qué? El hombre es el animal que pregunta. El día en que verdaderamente sepamos preguntar, habrá diálogo. Por ahora las preguntas nos alejan vertiginosamente de las respuestas. ¿Qué epifanía podemos esperar si nos estamos ahogando en la más falsa de las libertades, la dialéctica judeocristiana? Nos hace falta un Novum Organum de verdad, hay que abrir de par en par todas las ventanas y tirar todo a la calle, pero sobre todo hay que tirar también la ventana, y nosotros con ella. Es la muerte, o salir volando. Hay que hacerlo, de alguna manera hay que hacerlo.
”
”
Julio Cortázar
“
Amor Prohibido murmuran por las calles. Porque somos de distintas sociedades…” in perfect Spanish. She was having fun, letting loose…
”
”
Tillie Cole (Sweet Hope (Sweet Home, #3; Carillo Boys, #2))
“
El ardor de ese beso no los abandonó en muchos días y llenó de fantasmas delicados sus noches, dejando su recuerdo en la piel, como una quemadura. La alegría de ese encuentro los transportaba levitando por la calle, los impulsaba a reír sin causa aparente, los despertaba sobresaltados en la mitad de un sueño. Se tocaban los labios con las puntas de los dedos y evocaban exactamente la forma de la boca del otro.
”
”
Isabel Allende (Of Love and Shadows)
“
Walking Around
Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
navegando en un agua de origen y ceniza.
El olor de las pelquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.
Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.
Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a une monja con un golpe de oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío.
No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tripas mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.
No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos
ateridos, muriéndome de pena.
Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.
Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.
Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.
Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias.
”
”
Pablo Neruda
“
La luz es mala, no al contrario, y por eso deberíamos aprender a mantenerla apagada. La luz descubre cosas que la oscuridad esconde, como la sangre y los sentimientos; en cambio, las sombras son sabias, y si hay algo guardado en ellas probablemente es porque tiene que estar ahí.
”
”
Clara Cortés (Al final de la calle 118)
“
Los cíclopes jóvenes crece solos en las calle, por eso aprenden a hacer cosas con chatarra, aprende a sobrevivir
-¡Es una gran crueldad! Tyson meneó la cabeza con gran seriedad.
-No.Hace que apreciemos más cualquier bendición, y que no seamos glotones, mezquinos y gordos como Polifemo...
”
”
Rick Riordan (The Sea of Monsters (Percy Jackson and the Olympians, #2))
“
Uno, me aventuro, es los libros que ha leído, la pintura que ha visto, la música escuchada y olvidada, las calles recorridas. Uno es su niñez, su familia, unos cuantos amigos, algunos amores, bastantes fastidios. Uno es una suma mermada por infinitas restas
”
”
Sergio Pitol (El arte de la fuga)
“
Pero él llevaba la literatura por bandera. Solía decir que los libros le habían enseñado lo que la vida no. Que tenia mas vidas que un gato porque, tan sólo abrir un libro, un día podía ser pirata, otro, un niño de la calle y oto, un caballero presto a la batalla. Ese amor por las letras puede salvar al mundo, de verdad que sí.
”
”
Elvira Sastre (Días sin ti)
“
Ya ves qué tontería,
me gusta escribir tu nombre,
llenar papeles con tu nombre,
llenar el aire con tu nombre;
decir a los niños tu nombre,
escribir a mi padre muerto
y contarle que te llamas así.
Me creo que siempre que lo digo me oyes.
Me creo que da buena suerte.
Voy por las calles tan contenta
y no llevo encima más que tu nombre.
”
”
Gloria Fuertes (El libro de Gloria Fuertes: Antología de poemas y vida)
“
Hay muchas personas caminando por las calles que en realidad están muertas; hay muchas en sus tumbas que están en realidad vivas.
”
”
Idries Shah (Learning How to Learn: Psychology and Spirituality in the Sufi Way)
“
No te rindas, aún estás a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras, enterrar tus miedos,
liberar el lastre, retomar el vuelo.
No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros y destapar el cielo.
No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños,
porque la vida es tuya y tuyo también el deseo,
porque lo has querido y porque te quiero.
Porque existe el vino y el amor, es cierto,
porque no hay heridas que no cure el tiempo,
abrir las puertas, quitar los cerrojos,
abandonar las murallas que te protegieron.
Vivir la vida y aceptar el reto,
recuperar la risa, ensayar el canto,
bajar la guardia y extender las manos,
desplegar las alas e intentar de nuevo,
celebrar la vida y retomar los cielos,
No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se ponga y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños,
porque cada día es un comienzo,
porque esta es la hora y el mejor momento,
porque no estas sola,
porque yo te quiero.
”
”
Mario Benedetti
“
De noche, en mi cama, busqué a aquel a quien ama mi alma; lo busqué y no lo encontré. Me levantaré, pues, y rodearé la ciudad; por las calles y por las plazas buscaré a aquel a quien ama mi alma; lo busqué, y no lo encontré. Encontráronme
”
”
Paulo Coelho (La espía)
“
¡Alegría infantil en los rincones de las ciudades muertas!... ¡Y algo nuestro de ayer, que todavía vemos vagar por estas calles viejas!
”
”
Antonio Machado (Poesía completa (Spanish Edition))
“
Desde aquí no se ve el óxido, la pintura cayéndose y todo eso, pero ves lo que es realmente. Ves lo falso que es todo. Ni siquiera es duro como el plástico. Es una ciudad de papel. Mírala, Q, mira todos esos callejones, esas calles que giran sobre sí mismas, todas las casas que construyeron para que acaben desmoronándose. Toda esa gente de papel que vive en sus casas de papel y queman el futuro para calentarse. Todos los chicos de papel bebiendo cerveza que algún imbécil les ha comprado en una tienda de papel. Todo el mundo enloquecido por la manía de poseer cosas. Todas las cosas débiles y frágiles como el papel. Y todas las personas también. He vivido aquí dieciocho años y ni una sola vez en la vida me he encontrado con alguien que se preocupe por lo que de verdad importa.
”
”
John Green (Paper Towns)
“
«Las clases media y alta viven ahora tan protegidas, su existencia tan controlada, que carecen de cicatrices. Y a falta de cicatrices se tatúan. También por eso la ropa nueva que compran está rota y con desgaste simulado, como si hubiese sido usada por años en trabajos rudos. A estas generaciones les faltan heridas, calle, golpes».
”
”
Guillermo Arriaga (Salvar el fuego)
“
Siempre que llovía quería salir a mojarme y cerrar los ojos. Quería pensar que yo también podía ser agua que se deslizaba por los árboles y por las calles, que formaba charcos en las aceras y llenaba los embalses vacíos. Agua que se precipitaba sobre el mar, que empapaba mi pelo y rodaba por mis mejillas.
”
”
Laura Ferrero (Piscinas vacías (Spanish Edition))
“
Allí fuera, en los caminos del mundo, había miles de millones líneas, de recorridos de vida. Miles de millones de direcciones. Calles enfiladas, desviadas por azar, a veces interrumpidas bruscamente. Pensó que dos enamorados no eran más que dos recorridos a merced del azar. Podían dibujar los trayectos más absurdos en el mapamundi, dirigirse a cualquier parte y no encontrarse jamás. O bien cruzarse también varias veces y no reconocerse. Podían tomar el mismo autobús todas las mañanas, sin saber nada el uno del otro. Así hasta el fin de sus días, sin relacionarse. Pero bastaba muy poco: un intercambio de frases, incluso casual, y las líneas se habrían mágicamente unido. Dos grises trazos de un solitario recorrido se habrían convertido en una sola calle compartida.
”
”
Leonardo Patrignani (Multiversum (Multiversum, #1))
“
Cuanto riesgo para la integridad física acarrea ser diseñador de moda. Alguna del siglo XVIII vio peligrar su vida por crear más allá de lo socialmente aceptado. El 15 de enero de 1797 un inglés de nombre John Etherington salió a pasear por las calles de Londres con un nuevo diseño en la cabeza: el sombrero de copa. Su paseo vespertino acabó en comisaría y él detenido por extravagante. Algún diseñador contemporáneo que se empeña en que todas tengamos la talla 36 debería correr igual suerte.
”
”
Nieves Concostrina (Menudas historias de la Historia: Anécdotas, despropósitos, algaradas y mamarrachadas de la humanidad)
“
...cuando alguien muere, pensamos que ya se ha hecho tarde para cualquier cosa, para todo —más aún para esperarlo—, y nos limitamos a darlo de baja. También a nuestros allegados, aunque nos cueste mucho más y los lloremos, y su imagen nos acompañe en la mente cuando caminamos por las calles y en casa, y creamos durante mucho tiempo que no vamos a acostumbrarnos. Pero desde el principio sabemos —desde que se nos mueren— que ya no debemos contar con ellos, ni siquiera para lo más nimio, para una llamada trivial o una pregunta tonta ('¿Me he dejado ahí las llaves del coche?', ¿A qué hora salían hoy los niños?'), para nada. Nada es nada. En realidad es incomprensible, porque supone tener certidumbres y eso está reñido con nuestra naturaleza: la de que alguien no va a venir más, ni a decir más, ni a dar un paso ya nunca —para acercarse ni para apartarse—, ni a mirarnos, ni a desviar la vista. No sé cómo lo resistimos, ni cómo nos recuperamos. No sé cómo nos olvidamos a ratos, cuando el tiempo ya ha pasado y nos ha alejado de ellos, que se quedaron quietos.
”
”
Javier Marías (Los enamoramientos)
“
Su idea de cómo iban las cosas al país se medía por el tamaño de las colillas que recogía en la calle
”
”
Fannie Flagg (Fried Green Tomatoes at the Whistle Stop Cafe)
“
Tu mente se creerá las mentiras piadosas, pero conoce también las verdades que duelen y que hacen que esas mentiras sean necesarias. Y tu mente te castigará por creer ambas cosas.
”
”
Patrick Ness (A Monster Calls)
“
La gente que encontramos en las calles durante el día nos da la impresión de tener una meta precisa, que se supone razonable, pero por la noche parece caminar en sueños.
”
”
Marguerite Yourcenar (Alexis ou le Traité du vain combat / Le Coup de grâce)
“
Salí corriendo semidesnuda por las calles recién lavadas y nadie llamó a la policía porque en ese barrio todos sabían que lo que en verdad castigaba la policía era estar sin papeles, no ser violador.
”
”
María Fernanda Ampuero (Sacrificios humanos)
“
Las apariencias engañan. Un pobre puede llevar las vestiduras de un príncipe y un príncipe puede estar descalzo en la calle. Hay que juzgar a las personas por sus actos, no por la ropa que lleven. (Eleni)
”
”
Sherrilyn Kenyon (Acheron (Dark-Hunter, #14))
“
A lo lejos escuchó una vaca mugir con desesperación. En la balacera le habían matado a su becerro y ahora deambulaba por las calles mugiendo para encontrarlo. Los daños colaterales de la guerra del narco.
”
”
Guillermo Arriaga (Salvar el fuego)
“
Quería salvarme de la droga que contamina el cuerpo y las venas y no de la otra, la que entra por debajo y por los ojos, la que se enquista en el corazón y lo corroe, la maldita droga que los más ingenuos llaman amor, pero que es tan nociva y mortal como la que se consigue en las calles envuelta en paqueticos.
”
”
Jorge Franco
“
Convénzanse, uno no triunfa, uno nace en el triunfo y allí se consolida, quien en estos años quiere triunfar, será siempre un fracasado, el triunfo es cada vez más herencia genética: destreza en las finanzas, la política, el cultivo de las relaciones. Es ridículo andar por la calle musitando consejas y máximas ("el éxito es una convicción íntima"), ésas son andaderas mentales, puras pendejadas.
”
”
Carlos Monsiváis (Los rituales del caos)
“
Nuestro padre le había enseñado a analizar las cosas que temía.
Así que ir de trato o truco con él, cuando era pequeño, era como escuchar una reunión de información técnica: —Eso no es una bruja de verdad, es una figura de plástico con luces LED para los ojos y una pista pregrabada de chirridos.
Esas no son tumbas reales, sino que son de PVC moldeadas en forma de lápidas, con frases espeluznantes escritas por un escritor de bromas. Esos no son verdaderos demonios que vienen por la calle, esos son los chicos de laescuela secundaria vestidos con trajes que consiguieron en Walgreens o tal vez por medio de un pedido en línea...
Y todo el tiempo Alex había apretado mi mano, como si le ofreciera el último vínculo con la cordura. Me había gustado ser su protector, el que le hiciera sentirse seguro.
Razón por la cual me sentía aún peor por haberlo atacado.
”
”
Emmy Laybourne (Monument 14 (Monument 14, #1))
“
Hay metáforas más reales que las personas que pasan por la calle. Hay imágenes en los rincones de los libros que viven más nítidamente que muchos hombres y mujeres. Hay frases literarias que tienen una personalidad absolutamente humana. Hay fragmentos de párrafos míos que me hielan de pavor, de tal modo los siento claramente como seres humanos, tan bien perfilados contra las paredes de mi cuarto, por la noche, en la sombra. He escrito frases cuyo sonido -es imposible ocultar su sonido-, es absolutamente el de una cosa que ganó exterioridad absoluta y alma por completo.
”
”
Fernando Pessoa
“
—Ni siquiera sé si me gusta la gente, y mucho menos si soy de las que se enamoran.
Podía advertirlo en los dos: el mismo corazón amargado, impasible, herido.
—¿Es que no te gusta la gente o es que te cansas de ella y no eres capaz de acordarte de por qué te pareció interesante alguna vez?
”
”
André Aciman (Find Me (Call Me By Your Name, #2))
“
HAMBRE (HUNGER)
Anhelo tu boca, tu voz, tu pelo.
En silencio y con hambre, rodando por las calles.
El pan no me alimenta, me rompe el alba.
Tengo hambre por tu sonrisa,
Tus manos el color de una cosecha salvaje,
Con hambre de las piedras pálidas que son tus uñas,
Quiero comer tu piel como una almendra entera.
Necesito el rayo de sol que quema de tu hermosa cuerpo,
Tu nariz soberana del elegante cara,
Quiero comer la sombra fugaz de tus pestañas,
Paseo con hambre, olfateando el crepúsculo,
Buscandote, por tu corazón caliente,
Como una puma en los páramos de las montañas…
********************************
I long for your mouth, your voice, your hair.
Silent and starving, rolling through the streets.
Bread does not nourish me, The dawn breaks me.
I have a hunger for your smile.
Your hands the color of a savage harvest,
I hunger for the pale stones are your nails,
I want to eat your skin like a whole almond.
I need the sunshine that burns from your beautiful body.
Your nose,sovereign on an elegant face,
I want to eat the fleeting shade of your lashes,
I move on, hungry, sniffing the twilight,
Looking for you, for your warm heart,
As a cougar in the wilds of the mountains ...
”
”
José N. Harris (MI VIDA: A Story of Faith, Hope and Love)
“
— Estaba por aquí y punto.
—Y yo que pensaba que erais atentos y encantadores.
Frunció el ceño.
—¿De quienes hablas?
—De los caballeros de brillante armadura, esos que salvan a las damiselas en apuros. —Me calle. Creo que me había dado un golpe en la cabeza.
—Yo no soy tu caballero andante.
—Lo sé —susurré.
”
”
Jennifer L. Armentrout (Obsidian (Lux, #1))
“
En casa uno facilmente puede sentirse encerrado, agobiado por la falta de horizonte, por la excesiva familiaridad de las cosas. En el cafe se es a la vez sedentario y transeunte, y si uno tiene la suerte de ocupar una mesa junto al ventanal, la situacion es admirable, perfecta: uno es la estampa involuntaria del desconocido que mira la calle tras los cristales del cafe, y esa figura, ese anonimato, le concede una vision alejada y un poco novelesca de si mismo.
”
”
Antonio Muñoz Molina (Ventanas de Manhattan)
“
Siempre he creído que hay lugares que son imanes y te atraen si pasas por las inmediaciones. Y eso de forma imperceptible, sin que te lo malicies siquiera. Basta con una calle en cuesta, con una acera al sol, o con una acera a la sombra. O con un chaparrón. Y te llevan a ese lugar, al punto preciso en el que debías encallar.
”
”
Patrick Modiano (En el café de la juventud perdida)
“
Recuerdo la balanza entre nosotros: cuando yo solo puedo rayarme como un disco, caminar de un lado a otro y retorcer las manos, él consigue mantenerse sereno y calmar la situación. El equilibrio perfecto. Me he dado cuenta de que así funciona(mos), y me gusta, porque me tranquiliza por dentro de una manera que no me esperaba.
”
”
Clara Cortés (Al final de la calle 118)
“
Compañera, cuando amábamos
(for Juanita Ramos and other spik dykes)
¿Volverán, campañera, esas tardes sordas
Cuando nos amábamos tiradas en las sombras bajo otoño?
Mis ojos clavados en tu mirada
Tu mirada que siempre retiraba al mundo
Esas tardes cuando nos acostábamos en las nubes
Mano en mano nos paseábamos por las calles
Entre niños jugando handball
Vendedores y sus sabores de carne chamuzcada.
La gente mirando nuestras manos
Nos pescaban los ojos y se sonreían
cómplices en este asunto del aire suave.
En un café u otro nos sentábamos bien cerquita.
Nos gustaba todo: las bodegas tiznadas
La música de Silvio, el ruido de los trenes
Y habichuelas. Compañera,
¿Volverán esas tardes sordas cuando nos amábamos?
¿Te acuerdas cuando te decía ¡tócame!?
¿Cuándo ilesa carne buscaba carne y dientes labios
En los laberintos de tus bocas?
Esas tardes, islas no descubiertas
Cuando caminábamos hasta la orilla.
Mis dedos lentos andaban las lomas de tus pechos,
Recorriendo la llanura de tu espalda
Tus moras hinchándose en mi boca
La cueva mojada y racima.
Tu corazón en mi lengua hasta en mis sueños.
Dos pescadoras nadando en los mares
Buscando esa perla.
¿No te acuerdas como nos amábamos, compañera?
¿Volverán esas tardes cuando vacilábamos
Pasos largos, manos entrelazadas en la playa?
Las gaviotas y las brizas
Dos manfloras vagas en una isla de mutua melodía.
Tus tiernas palmas y los planetas que se caián.
Esas tardes tiñadas de mojo
Cuando nos entregábamos a las olas
Cuando nos tirábamos
En el zacate del parque
Dos cuerpos de mujer bajo los árboles
Mirando los barcos cruzando el río
Tus pestañas barriendo mi cara
Dormitando, oliendo tu piel de amapola.
Dos extranjeras al borde del abismo
Yo caía descabellada encima de tu cuerpo
Sobre las lunas llenas de tus pechos
Esas tardes cuando se mecía el mundo con mi resuello
Dos mujeres que hacían una sola sombra bailarina
Esas tardes andábamos hasta que las lámparas
Se prendían en las avenidas.
¿Volverán,
Compañera, esas tardes cuando nos amábanos?
”
”
Gloria E. Anzaldúa (Borderlands/La Frontera: The New Mestiza)
“
Pero el amor, esa palabra… Moralista Horacio, temeroso de pasiones sin una razón de aguas hondas, desconcertado y arisco en la ciudad donde el amor se llama con todos los nombres de todas las calles, de todas las casas, de todos los pisos, de todas las habitaciones, de todas las camas, de todos los sueños, de todos los olvidos o los recuerdos. Amor mío, no te quiero por vos ni por mí ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más profundo de la posesión no estás en mí, no te alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu risa, hay horas en que me atormenta que me ames (cómo te gusta usar el verbo amar, con qué cursilería lo vas dejando caer sobre los platos y las sábanas y los autobuses), me atormenta tu amor que no me sirve de puente porque un puente no se sostiene de un solo lado, jamás Wright ni Le Corbusier van a hacer un puente sostenido de un solo lado, y no me mires con esos ojos de pájaro, para vos la operación del amor es tan sencilla, te curarás antes que yo y eso que me querés como yo no te quiero. Claro que te curarás, porque vivís en la salud, después de mí será cualquier otro, eso se cambia como los corpiños. Tan triste oyendo al cínico Horacio que quiere un amor pasaporte, amor pasamontañas, amor llave, amor revólver, amor que le dé los mil ojos de Argos, la ubicuidad, el silencio desde donde la música es posible, la raíz desde donde se podría empezar a tejer una lengua. Y es tonto porque todo eso duerme un poco en vos, no habría más que sumergirte en un vaso de agua como una flor japonesa y poco a poco empezarían a brotar los pétalos coloreados, se hincharían las formas combadas, crecería la hermosura. Dadora de infinito, yo no sé tomar, perdoname. Me estás alcanzando una manzana y yo he dejado los dientes en la mesa de luz. Stop, ya está bien así. También puedo ser grosero, fijate. Pero fijate bien, porque no es gratuito.
¿Por qué stop? Por miedo de empezar las fabricaciones, son tan fáciles. Sacás una idea de ahí, un sentimiento del otro estante, los atás con ayuda de palabras, perras negras, y resulta que te quiero. Total parcial: te quiero. Total general: te amo. Así viven muchos amigos míos, sin hablar de un tío y dos primos, convencidos del amor-que-sienten-por-sus-esposas. De la palabra a los actos, che; en general sin verba no hay res. Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque-la-aman, yo creo que es al verse. A Beatriz no se la elige, a Julieta no se la elige. Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto.
”
”
Julio Cortázar
“
...y un viento fuerte, que venía del oeste, se fue a estrellar contra la falda de las montañas del este, levantando polvo y hojas de periódico y cartones tirados en la calle a su paso por Santa Teresa y moviendo la ropa que Rosa había colgado en el jardín trasero, como si el viento, ese viento joven y enérgico y de tan corta vida, se probara las camisas y pantalones de Amalfitano y se metiera dentro de las bragas de su hija y leyera algunas páginas del Testamento geométrico a ver si por allí había algo que le fuera a ser de utilidad, algo que le explicara el paisaje tan curioso de calles y casas a través de las cuales estaba galopando o que lo explicara a él mismo como viento.
”
”
Roberto Bolaño (2666)
“
Su piel blanca, que no me digan que el blanco es la falta de color, porque es el color más hermoso y es el color de la pureza, y por supuesto que el blanco no es la falta de color: los profesores de física han descubierto a todo el mundo que en un copo de nieve, alineados en un blanco inmaculado están ocultos sin embargo el violeta de los lirios, o sea la tristeza, la melancolía, pero también está presente el azul que significa la calma de contemplar reflejado en un charco de la calle el cielo que nos espera, porque el azul está al lado del verde que es la límpida esperanza, y después viene el amarillo de las margaritas del campo, que florecen sin que nadie las plante y se presentan sin buscarlas, como buenas noticias cuando menos se las espera, y el color de las naranjas que ya están maduras por el verano se llama muy apropiadamente anaranjado, el azahar dio un fruto que el verano madura a causa del calor, qué goce saber que germinó la semilla, creció la planta que es la adolescencia y se va a entrar en la juventud del fruto que da el goce anaranjado, el fruto jugoso y refrescante de las tardes calurosas. El rojo también está oculto en el blanco, también está en ella, en Carla, que es tan blanca.
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Manuel Puig (Betrayed by Rita Hayworth)
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Uno tiende a pensar que la realidad es generada por la propia percepción de las cosas y las personas, pero eso es solo nuestro ego haciendo el rol de protagonista principal. Lo cierto es que el mundo siguió girando, las agujas del reloj continuaron su infinita marcha y las personas ahora caminaban por las calles de la ciudad ajenas a mis problemas personales.
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Lucio Ravagnani Navarrete (Un disparo en la oscuridad (Spanish Edition))
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Pero la ciudad no cuenta su pasado, lo contiene como las líneas de una mano, escrito en las esquinas de las calles, en las rejas de las ventanas, en los pasamanos de las escaleras, en las antenas de los pararrayos, en las astas de las banderas, cada segmento surcado a su vez por arañazos, muescas, incisiones, comas.
Italo Calvino. Las ciudades invisibles
(Zaira)
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Italo Calvino
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Si ya nunca digo nada es por que de nada sirve. Sería como tirar una bengala al aire y pretender que eclipsase minimamente a las estrellas; completamente inútil. Así que no malgasto mis fuerzas en pelear, simplemente la dejo vivir, y yo hago lo mismo. Solo me guardo para mí que no me gusta llamarla como el resto de sus clientes porque eso me hace ser un poco como ellos.
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Clara Cortés (Al final de la calle 118)
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Los detectives eran como el vino, pensó Cayetano, como el vino, el ron, el tequila o la cerveza, hijos de la tierra y su clima, y quien lo olvidaba terminaba cosechando fracasos. ¿Podía alguien imaginarse a Philip Marlowe frente a la catedral de La Habana? Lo achicharraría el sol de las dos de la tarde, y lo despojarían hasta del sombrero y el impermeable sin que ni siquiera lo notara. ¿O a Miss Marple caminando con su paso lento y distinguido, de dama ya mayor, por el centro de Lima? Se intoxicaría con el primer cebiche que probara, los siniestros taxistas limeños la desviarían del aeropuerto a una casucha, donde la estarían esperando un par de facinerosos. No encontrarían ni su placa de bien montados dientes falsos. ¿Y qué decir del amanerado Hercules Poirot cruzando el mercado Cardonal de Valparaíso con el traserito erguido y las manos enguantadas de blanco? Le hurtarían el bastón de caña, el reloj de bolsillo con cadena de oro y hasta el sombrero de hongo. La gente se burlaría de ellos en sus propias narices, los perros vagos los corretearían a dentelladas y los niños de la calle los apedrearían con crueldad.
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Roberto Ampuero (The Neruda Case)
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LA CIUDAD (1910)
Dijiste: "Iré a otra tierra, iré a otro mar.
Otra ciudad ha de haber mejor que esta.
Cada esfuerzo mío es una condena dictada;
y mi corazón está -como un muerto- enterrado.
¿Hasta cuándo estará mi alma en este marasmo?
Adonde vuelva mis ojos, adonde quiera que mire
veo aquí las negras ruinas de mi vida,
donde pasé tantos años que arruiné y perdí."
No hallarás nuevas tierras, no hallarás otros mares.
La ciudad te seguirá. Vagarás por las mismas
calles. Y en los mismos barrios te harás viejo;
y entre las mismas paredes irás encaneciendo.
Siempre llegarás a esta ciudad. Para otra tierra -no lo
esperes-
no tienes barco, no hay camino.
Como arruinaste aquí tu vida,
en este pequeño rincón, así
en toda la tierra la echaste a perder.
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Konstantinos Kavafis
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Son todas líneas”, pensó y comenzó a ver a cada una de esas personas como una raya trazada sobre un hipotético mapa. Un gigantesco enredo de calles que se cruzaban, se rozaba, se unían y luego proseguían adelante. Allí afuera, en los caminos del mundo, había miles de millones de líneas, de recorridos de vida. Miles de millones de direcciones. Calles enfiladas, desviadas por azar, a veces interrumpidas bruscamente. Pensó que dos enamorados no eran más que dos recorridos a merced del azar. Podían dibujar los trayectos más absurdos en el mapamundi, dirigirse a cualquier parte y no encontrarse jamás. O bien cruzarse también varias veces y no reconocerse. Podían tomar el mismo autobús todas las mañanas, sin saber nada el uno del otro. Así hasta el fin de sus días, sin relacionarse. Pero bastaba muy poco: un intercambio de frases, incluso casual, y las líneas se abrían mágicamente unido. Dos grises trazos de un solitario recorrido se habrían convertido en una sola calle compartida.
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Leonardo Patrignani (Multiversum (Multiversum, #1))
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Los días lluviosos son el recuerdo de un castigo mayor para la ciudad. Un poco de lluvia siempre se convierte en una caótica inundación. Las calles regresan entonces a su origen: se hacen lagunas, canales, ríos pestilentes. En ellos aparece el reflejo de los edificios, de la gente, sus dobles sepultados. La pregunta que se hacen los capitalinos tarde o temprano en medio de un chubasco es la misma que obsesionaba a los europeos que deambulaban por la destruída ciudad de México: ¿qué había antes aquí? A lo largo de los siglos, la respuesta es siempre la misma: lo que quedó de una catastrofe.
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Fabrizio Mejía Madrid
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Por las mañanas, al asomarme al balcón, veo el pueblo con sus tejados rojos, negruzcos, sus chimeneas cuadradas y el humo que sale por ellas en hebras muy tenues en el cielo gris del otoño. Después de las lluvias abundantes, las casas están desteñidas, las calles limpias; la carretera descarnada, con las piedras al descubierto. El azul del cielo parece lavado cuando sale entre nubes: es más diáfano, más puro.
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Pío Baroja (Las Inquietudes De Shanti Andia)
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El poeta no escoge sus palabras. Cuando se dice que un poeta busca su lenguaje, no quiere decirse que ande por bibliotecas o mercados recogiendo giros antiguos y nuevos, sino que, indeciso, vacila entre las palabras que realmente le pertenecen, que están en él desde el principio, y las otras aprendidas en los libros o en la calle. Cuando un poeta encuentra su palabra, la reconoce: ya estaba en él. Y él ya estaba en ella. La palabra del poeta se confunde con su ser mismo. Él es su palabra. En el momento de la creación, aflora a la conciencia la parte más secreta de nosotros mismos. La creación consiste en un sacar a luz ciertas palabras inseparables de nuestro ser.”
El Arco y la Lira
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Octavio Paz
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El chico del avión, pensé. El del oso de peluche. ¿Dónde estaba el último consuelo de Rudy? ¿Dónde estaba esa persona que consolarle de que le robaran la vida? ¿Quién estaba allí para tranquilizarlo cuando le arrancaron la alfombra de la vida bajo los pies dormidos?
Nadie. Allí sólo estaba yo.
Y lo de consolar a la gente no es que se me dé muy bien que digamos, sobre todo con las manos frías y estando la cama tan caliente. Cargué con él, con suavidad, por la calle destrozada, con sabor a sal en un ojo y el sepulcral corazón en un puño. Con él me esmeré un poco más. Miré un momento lo que contenía su alma y vi un niño tiznado de negro gritando el nombre de Tesse Owens mientras se llevaba por delante la cinta de llegada. Lo vi hundido hasta la cintura en el agua gélida, intentado atrapar un libro, y vi un niño tumbado en la cama imaginando el sabor que tendría un beso de su extraordinaria vecina. Este chico puede conmigo. Siempre. Es lo único malo que tiene. Me rompe el corazón. Me hace llorar.
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Markus Zusak (The Book Thief)
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Música que me conoces, música que me alientas, que me abanicas o me cobijas, el pacto está sellado. Yo soy tu difusión, la que abre las puertas e instala el paso, la que transmite por los valles la noticia de tu unión y tu anormal alegría, la mensajera de los pies ligeros, la que no descansa, la de misión terrible, recógeme en tus brazos cuando me llegue la hora de las debilidades, escóndeme, encuéntrame refugio hasta que yo me recupere, tráeme ritmos nuevos para mi convalecencia, preséntame a la calle con fuerzas renovadas en una tarde de un collar de colores, y que mis aires confundan y extravíen: yo luzco y difumino tus aires, para que pasen a ser esencia trágica de los que ya me conocen, de los que me ven y ya no me olvidan. Para los muertos.
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Andrés Caicedo (¡Que viva la música!)
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No puede estar claro, padre, porque no tiene sentido, porque es estúpido decirlo, estúpido pensarlo, porque no lo puedes evitar, nadie puede evitarlo a no ser que los matéis a todos, a todos sus hijos, a todos sus nietos, a tus hermanos, y a tus primos, y a tus sobrinos, y a los de madre. Eso tendríais que hacer, matar a tanta gente que sus cadáveres lo cubrieran todo, lo pudrieran todo, y en España no se pudiera respirar, nadie podría volver a andar por las calles ni a cultivar los campos, y cuando las aguas de los ríos tiñeran el mar de rojo, y sólo entonces, por fin estaría claro, pero de momento aquí estamos todos, ellos y nosotros, de momento, aquí vivimos todos, ellos y nosotros, aquí vives tú y aquí vivo yo, que ya no sé de quién soy, pero sé que haré lo que me parezca, lo que yo crea que tengo que hacer, porque Elena no tiene la culpa de nada, porque yo no tengo la culpa de nada y bastante he hecho cargando con la tuya, con haber renunciado a mirarte a los ojos y decirte que sé que eres un asesino, para que tú ahora conviertas una docena de churros en un delito
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Almudena Grandes (El lector de Julio Verne (Episodios de una guerra interminable #2))
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La nieve apenas cubría mis zapatos. Y después, mientras contemplaba la ciudad que se extendía ante mis ojos, desde la ventanilla del ferrocarril elevado, el nevado panorama, sobre el que aún no incidían los rayos del sol naciente, era más sórdido que bello. La nieve parecía un sucio vendaje que ocultaba las heridas abiertas de la ciudad, que ocultaba aquellos surcos formados por las calles de irregular trazado y por las tortuosas callejuelas, aquellos patios y aquellos escasos solares que constituyen la única belleza que cabe hallar en el panorama de nuestras ciudades. . P. 159
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Yukio Mishima (Confessions of a Mask)
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Sin embargo, lo dicho: esto eran sólo noticias de periódico. Con nuestros propios ojos y oídos no veíamos ni escuchábamos nada muy distinto a lo que ya de por sí nos habíamos acostumbrado a oír en los últimos años. Uniformes pardos en las calles, desfiles, gritos de Heil y, por lo demás, business as usual.
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Sebastian Haffner (Historia de un alemán (Áncora & Delfín) (Spanish Edition))
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Mirad: somos punks y skins, somos los chicos con botas, somos las ratas con botas, somos feos y pajeros y tiñosos, buscabullas y culoapretados, espitados y bocazas y chulos, botas sucias y caras brutas, los paquetes estrujados y las cabezas rapadas, rotos y descosidos en la ropa y en el alma, malas dentaduras y mal cutis, los peores empleos y barrios, somos la gente que no quieres conocer y venimos de los sitios adonde no quieres ir, nacidos para ser carn d’olla, nacidos para fracasar, el eslabón más bajo de la cadena alimenticia, pisando charcos en la ciudad podrida, carnaza de descampado y bóbila y calimocho, comiéndonos las consonantes y comiéndonos los mocos, expulsados y castigados, sin recreo pero también sin clase, sin clase de ningún tipo, esta noche hay un destroy, tienes-tienes-tienes y nosotros no tenemos nada, pero si tienes una lista negra ya nos puedes ir apuntando, si tienes una lista negra nosotros queremos estar en ella, meando por las calles, rompiendo los cristales, cantando las canciones que no salen en los libros.
Los chicos con botas, bolsillos vacíos y cojones llenos, esas canciones son lo único que tenemos. Eso, y a nosotros mismos.
Porque somos los chicos con botas, somos las ratas con botas, duros como clavos, a veces hay que agachar la cabeza para no romperse, y somos los irrompibles, somos la arrogancia original, borrachos y orgullosos, pisando cascos rotos, los culos contra la pared, sin futuro y sin modales, carne de cañón, Cornellà, Santako, L’Hospi, Bellvitge, Castefa, Viladecans, Gavà, Sant Boi, La Cope, feas las esquinas y más dura será la caída, cayendo, cayendo, siempre cayendo, cayendo y riendo, haciendo la conga en la cola del INEM, de aquellos polvos vinieron estos lodos, sólo que aquí polvos hemos visto pocos y el lodo nos llega ya hasta el cuello, de cara a la pared pero sin libros en las manos, no nos dio tiempo a querer ser alguien, nadie te cuenta nunca cómo se sale de aquí, ¿hay alguna manera de salir de aquí?, primero deletrea u-n-i-v-e-r-s-i-d-a-d si tienes huevos, oportunidades para estudiar una carrera es lo que no te van a dar (cantaban los Clash), esto es Todos Contra Todos pero nosotros estamos juntos, es lo único que tenemos.
Las canciones, y a nosotros mismos.
Caemos como piedras pero, mientras tanto, ¿echamos unas risas? Cayendo y riendo, es todo lo que nos queda. Nos vemos en la Casa de la Bomba a las diez en punto, como cada sábado, que esta noche hay un destroy. No tardes, no me jodas.
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Kiko Amat (Rompepistas)
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UNA VISTA AÉREA
Desde arriba Insurgentes es sólo una amplia avenida que corta la ciudad de México de Norte a Sur repleta de pequeños autos. Se dice que es la vía más grande del mudo porque de un lado desemboca en Acapulco y del otro en Nuevo Laredo pero, en realidad, si uniéramos en línea recta todas las calles llamadas Insurgentes en todo el país, la avenida continuaría hasta llegar a las costas de Hawaii. Insurgentes está enrollada por todo el país como un laberinto. Todos los años, alguien le pone ese nombre a alguna calle de una ciudad en construcción y se siente original. Ni siquiera la ciudad de México ha evitado esa repetición: entre 1985 y 1995, aparecieron veintitrés calles, bulevares, callejones, privadas, prolongaciones y retornos llamados Insurgentes.
En el futuro todas las rutas de México terminarán por llamarse así. Caminaremos sin rumbo, doblando a la izquierda y derecha sobre Insurgentes, preguntándonos ¿Dónde estoy?
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Fabrizio Mejía Madrid
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En una calle tranquila, en su caserón emporifollado en medio de un jardín desfallecido...tocada con su corona de plata florecida, había despertado en su sillón junto a la ventana. Pero su sueño no era muy distinto a su vigilia, tan débil estaba. .. Quedaba apenas una llamita de vida en la señora, casi, casi nada de consciencia. Sin embargo, divisó estrellas a través de los vidrios llovidos de la ventana, y como ya no era capaz de distinguir distancia ni cercanía, al ver luces remontando por los regueros de mostacillas del suelo hasta los brillos de su vestido de gran aparato, pensó que también eran estrellas del firmamento, y que la envolvían entera. Supuso que ya había muerto, y que iba subiendo entre tanta y tanta estrella, subiendo muy suavemente camino directo del cielo.
Después cerró los ojos.
Estaba tan agotada que no se dio cuenta de que sólo en ese instante moría, y no antes, cuando creyó ver todas las constelaciones rodeándola.
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José Donoso (Coronación)
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Vivo en los Estados Unidos y soy chilena, sangre, voluntad y memoria. Al llegar a este país me obligaron a llenar un formulario en el cual había una casilla referente a la raza: la primera alternativa era blanca, la cual iba a automáticamente yo a marcar, cuando leí más abajo la palabra “Hispanic”. Me pareció una enorme incultura por parte de los funcionarios gringos ya que lo hispano no se refiere a una raza, pero abismada comprendí que por primera vez en mi vida me expulsaban de mi propio nicho, de lo que creía mi identidad natural y objetiva, aunque entre una norteamericana y yo no mediase la más mínima diferencia física ( más aún en este caso específico: soy pelirroja, hasta me parezco a ellos ). Ni que decirlo, marqué con saña el segundo cuadrado y cada día transcurrido de estos seis años me he ido apegando más y más a él. Cuando camino por las calles de la ciudad, a veces me da la impresión de que todos mis antepasados están allí, en la pulcra e impersonal boca del metro, con la esperanza de llegar a alguna parte. Todo chicano o salvadoreño despreciable es mi tío, el hondureño que retira la basura es mi novio. Cuando Reina se declara a sí misma una desclasada, sé exactamente a que se refiere.
Toda mi vida ha corrido por este lado del mundo. Mi cuna real y ficticia, el lugar donde nací y el otro que fui adquiriendo, lucen oropeles muy americanos ( ¡ no acepto que ese adjetivo se lo atribuyan los del norte! América es tanto la de arriba como la de abajo, norte y sur tan americanos uno como el otro). Trazo los dos puntos del continente para señalar los míos y agrego un tercero, éste. Dos de ellos resultan razonablemente cercanos, y luego, inevitable, la línea larga baja y baja hasta llegar al sur, hasta lo que, a mi pesar, debo reconocer como el fin del mundo. Sólo los hielos eternos más allá de esa tierra. Allí nací. Mapuches o españoles, fluidas, impredecibles, vigorosas, allí están mis raíces.
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Marcela Serrano (Lo que está en mi corazón)
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Pero él llevaba la literatura por bandera. Solía decir que los libros le habían enseñado lo que la vida no. Que tenía más vidas que un gato porque, con tan sólo abrir un libro, un día podía ser pirata, otro, un niño de la calle y otro, un caballero presto a la batalla. Ese amor por las letras, puede salvar al mundo, de verdad que sí.
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Elvira Sastre (Días sin ti)
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Por supuesto hay muchas muertes a lo largo de una vida. La mayoría de las personas no se dan cuenta. Creen que se mueren una vez y ya. Pero basta con poner un poco de atención para darse cuenta de que uno va y se muere a cada rato. No es un modo poético de hablar. No estoy diciendo que el alma esto y el alma aquello, sino que un día uno cruza una calle y lo arrolla un carro; otro día se queda dormido en la tina y hasta ahí quedó y otro, rueda por las escaleras de su edificio y se parte la cabeza. La mayoría de las muertes no importan: la película sigue corriendo. Nomás que ahí es cuando todo da un giro, aunque sea imperceptible y los resultados no sean siempre inmediatos,
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Valeria Luiselli (Los ingrávidos)
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Bogotá era entonces una ciudad de cien mil habitantes, con no más de cinco barrios y un área de quince kilómetros cuadrados. El centro era la joya arquitectónica de la capital y hacia el norte, por las vegas de un pueblo llamado Chapinero, habían sido construidos los barrios de la clase alta. Los pobres, menesterosos y campesinos desplazados vivían en los cerros y en las zonas del sur y el occidente de la capital. Había una Calle Real que comenzaba en la avenida trece y llegaba hasta el ángulo nororiental de la plaza de Bolívar, a lo largo de la cual bullía un activo comercio y se desplegaban elegantes tiendas de telas, vajillas, farmacias yjoyas, la mayoría de las cuales estaban en manos de judíos, libaneses y alemanes.
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Ecchehomo Cetina (El hombre que fue un pueblo (Spanish Edition))
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A todo esto, yo me sentía muy mal. Vivía en una orgía autodestructiva y constante; y mientras mis compañeros me consideraban un cabecilla y un jabato, un muchacho valiente y juerguista, mi alma atemorizada aleteaba llena de angustia en lo más profundo de mi ser. Recuerdo que al salir de una taberna un domingo por la mañana me brotaron las lágrimas al ver unos niños jugando en la calle, limpios y alegres, recién peinados y vestidos de domingo. Y mientras yo me divertía y a menudo, en torno a una mesa sucia en tabernas de baja estofa, asustaba a mis amigos con mi inaudito cinismo, tenía en el fondo del corazón un gran respeto por todo aquello que ridiculizaba y en mi interior me arrodillaba ante mi alma, ante mi pasado, ante mi madre.
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Hermann Hesse (Demian: Die Geschichte von Emil Sinclairs Jugend)
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Enmarcados por las ventanas de la fábrica
De plata de la calle principal, unos inmensos
Martillos alzados, varias ruedas de engranaje
Atascadas, dejaban caer su vertical
Tonelaje de madera y metal,
Golpeando la médula. Varios hombres
En camiseta blanca daban vueltas, manejando
Sin cesar aquellas máquinas engrasadas,
Manejando, sin cesar, la brutal,
Incansable realidad.
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Sylvia Plath
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Le parecía tan bella, tan seductora, tan distinta de la gente común, que no entendía por qué nadie se trastornaba como él con las castañuelas de sus tacones en los adoquines de la calle, ni se le desodernaba el corazón con el aire de los suspiros de sus volantes, ni se volvía loco de amor todo el mundo con los vientos de su trenza, el vuelo de sus manos, el oro de su risa.
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Gabriel García Márquez (Love in the Time of Cholera)
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Y Brando nunca se había reído tanto en toda su vida, al grado de verter lágrimas histéricas y de tener que sujetarse de las paredes y de sus amigos para no caer al piso, con el cerebro arrebolado por la mota y la cerveza y el vientre adolorido de tanto carcajearse del espectáculo que ofrecían las locas, la legión de maricas, vestidas y travoltas venidas de todos los rincones de la república nomás a desatarse al famoso carnaval de Villagarbosa, a jotear libremente en las calles del pueblo embutidas en apretadas mallas de ballerina, disfrazadas de hadas con alas de mariposa, de sensuales enfermeras de la Cruz Roja, de porristas y gimnastas musculosas, policías manfloras y gatúbelas ventrudas con botas de tacón de aguja; locas bien locas vestidas de novia persiguiendo a los muchachos por los callejones; locas bufonescas con nalgas y tetas gargantuescas tratando de besar a los rancheros en la boca; locas empolvadas como geishas, con antenas de alienígenas y garrotes cavernícolas, locas capuchinas y escocesas; locas disfrazadas de batos bien machines, tan hombres como cualquiera, hasta que se alzaban los lentes oscuros y les notabas la depilada de ceja, los párpados espolvoreados con brillantina de colores, la mirada braguetera; locas que pagaban las cervezas si bailabas con ellas; locas que se peleaban a puñetazo limpio por tus favores, que se arrancaban las pelucas y las tiaras y rodaban por el suelo entre alaridos, dejando sangre y lentejuelas regadas mientras la turba reía. Total
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Fernanda Melchor (Temporada de huracanes)
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Mátenme al alba. Con cuchillos [ilegible] y con cuchillas oxidadas. Estaré en cuclillas esperando. Salva tu amor. No lo salves. Desafección y mierda violenta que aprendió a expresarse en nuestros días mediante fórmulas atroces como «hacer el amor» y «asumir la responsabilidad» y «negar el pasado» y «el hombre es lo que se hace». No hay más que la memoria, maravilla sin igual, horror sin semejanza. Hace mucho que me entregué a las sombras. Y no me contenta mi destino sombrío, mi destino asombrado. Me han asolado, me han agostado. Libérame de ti pues te amo y no estás. No me hables. No te apostes en mis rincones preferidos. Estás aquí. Me deliras. Me cortas las cintas de colores que me aliaban a las niñas que fui. Me abandonas loca furiosa, comiendo sombras furiosamente, girando convulsa con las manos espantadas, revolcándome en tu huida hasta los atroces orgasmos y gritos de bestia asesinada. Pero te amo. A ti te asumo, ante ti sin pasado ni relojes ni sonidos. Sucia y susurrante, leve, ingrávida, llena de sangre y de sustancias sexuales, húmeda, mojada, reventando de calor, de sangre que pide. Me dañas la columna vertebral, tantos días despeñada sobre tu cuerpo imaginado. Me dañas la cabeza que di contra las paredes porque no sabía qué hacer salvo esto: que debía golpearme y castigarme ya que tú no venías. Con tu sonrisa de paraíso exactamente situado en el tiempo y en el espacio. Con tus ojos que sonríen antes que tus labios. En tus ojos encuentro mi persona súbitamente reconstruida. En tus ojos se acumulan mis fragmentos que se unen apenas me miras. En tus ojos vivo una vida de aire puro, de respiración fiel. En tus ojos no necesito del conocimiento, no necesito del lenguaje. En tus ojos me siento y sonrío y hay una niña azul en el jardín de un castillo. Ahora que no estás me atrae la caída, la mierda, lo abyecto, lo denigrante. Salgo a la calle y siento la suciedad, la ruina. Entro en los bares más siniestros y tomo un vino como sangre coagulada, como menstruación, y me rodean brujas negras, perros sarnosos, viejos mutilados y jóvenes putos de ambos sexos. Yo bebo y me miro en el espejo lleno de mierda de moscas. Después no me veo más. Después hablo en no sé cuál idioma. Hablo con estos desechos que no me echan, ellos me aceptan, me incorporan, me reconocen. Recito poemas. Discuto cuestiones inverosímiles. Acaricio a los perros y me chupo las manos. Sonrío a los mutilados. Me dejo tocar, palpar, manos en mi cuerpo adolescente que tanto te gustaba por ser ceñido y firme y suave. («La lisura de tu vientre, tus caderas de efebo solar, tu cintura hecha a la medida de mis manos cerrándose, tus pechos de niña salvaje que los deja desnudos aun cuando llueve, tu sexo y tus gritos rítmicos, que deshacían la ciudad y me llevaban a una selva musical en donde todo confabulaba para que los cuerpos se reconozcan y se amen con sonidos de leves tambores incesantes. Esas noches en que hacíamos el amor debajo de las grandes palabras que perdían su sentido, porque no había más que nuestros cuerpos rítmicos y esenciales… Y ahora llueve y tengo náuseas y vomito casi todo el día y siempre que hay un olor espantoso en la calle, un olor a paquete olvidado, a muerto olvidado. Y tengo miedo. Eso quería decir: que no estás y tengo miedo.»)
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Alejandra Pizarnik (Diarios)
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Las personas que me encontraba y las anécdotas que me ocurrían conduciendo por aquella carretera eran tan normales y corrientes como las que podía encontrar cualquier persona en cualquier calle. Ni tenían nada de especial ni tampoco vale la pena dejar constancia de ellas. Ahora bien, Buda dijo en una ocasión que «Dos personas tienen que vivir cien vidas para coincidir en un mismo barco; y tienen que vivir mil vidas para acabar convirtiéndose en marido y mujer». De manera que no podía olvidar así como así la mano que había dado, la sonrisa que había intercambiado, la conversación que había mantenido... No podía dejar marchar volando todo aquello, a merced del viento, como mi falda. Aprendí, incluso, a querer cada grano de arena del desierto. No puedo olvidar cada amanecer ni cada puesta de sol, y mucho menos puedo borrar los rostros de mis recuerdos.
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Sanmao
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«Querer a alguien es como mudarse a una casa —solía decir Sonja—. Al principio nos encanta la novedad, nos asombra a diario el hecho de que sea nuestro todo aquello, como si temiéramos que alguien pudiera entrar de pronto y avisarnos de que se ha cometido un grave error y que de ninguna manera podemos quedarnos a vivir en un sitio tan bonito. Pero a medida que pasan los años, se deteriora la fachada, la madera se resquebraja aquí y allá, y uno empieza a tenerle cariño a la casa no por su perfección, sino por todas las imperfecciones. Aprendemos a conocer sus ángulos y rincones. Cómo evitar que la llave se quede encajada en la cerradura cuando hace mucho frío. Qué listones del suelo son los que ceden bajo nuestro peso al pisarlos y el modo exacto en que hay que abrir las puertas del armario para que no crujan. Y son todos esos pequeños secretos los que la hacen tuya».
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Fredrik Backman (A Man Called Ove)
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Dudé mucho antes de convencerme a mí misma de que debía seguir con aquel cometido. Reflexioné, sopesé opciones y valoré alternativas. Sabía que la decisión estaba en mi mano: sólo yo tenía la capacidad de elegir entre seguir adelante con aquella vida turbia o dejarlo todo de lado y volver a la normalidad (…)
Dejarlo todo y volver a la normalidad: sí, aquélla sin duda era la mejor opción. El problema era que ya no sabía dónde encontrarla. ¿Estaba la normalidad en la calle de la Redondilla de mi juventud, entre las muchachas con las que crecí y que aún se peleaban por salir a flote tras perder la guerra? ¿Se la llevó Ignacio Montes el día en que se fue de mi plaza con una máquina de escribir a rastras y el corazón partido en dos, o quizás me la robó Ramiro Arribas cuando me dejó sola, embarazada y en la ruina entre las paredes del Continental? ¿Se encontraría la normalidad en Tetuán de los primeros meses, entre los huéspedes tristes de la pensión de Candelaria, o se disipó en los sórdidos trapicheos con los que ambas logramos salir adelante? ¿Me la dejé en la casa de Sidi Mandri, colgada de los hilos del taller que con tanto esfuerzo levanté? ¿Se la apropió tal vez Félix Aranda alguna noche de lluvia o se la llevó Rosalinda Fox cuando se marchó del almacén del Dean’s Bar para perderse como una sombra sigilosa por las calles de Tánger? ¿Estaría la normalidad junto a mi madre, en le trabajo callado de las tardes africanas? ¿Acabó con ella un ministro depuesto y arrestado, o la arrastró quizás consigo un periodista a quien no me atreví a querer por pura cobardía? ¿Dónde estaba, cuándo la perdí, qué fue de ella? La busqué por todas partes: en los bolsillos, por los armarios y en los cajones; entre los pliegues y las costuras. Aquella noche me dormí sin hallarla.
Al día siguiente desperté con una lucidez distinta y apenas entreabrí los ojos, la percibí: cercana, conmigo, pegada a la piel. La normalidad no estaba en los días que quedaron atrás: tan sólo se encontraba en aquello que la suerte nos ponía delante cada mañana. En Marruecos, en España o Portugal, al mando de un taller de costura o al servicio de la inteligencia británica: en el lugar hacia el que yo quisiera dirigir el rumbo o clavar los puntales de mi vida, allí estaría ella, mi normalidad. Entre las sombras, bajo las palmeras de una plaza con olor a hierbabuena, en el fulgor de los salones iluminados por lámparas de araña o en las aguas revueltas de la guerra. La normalidad no era más que lo que mi propia voluntad, mi compromiso y mi palabra aceptaran que fuera y, por eso, siempre estaría conmigo. Buscarla en otro sitio o quererla recuperar del ayer no tenía el menor sentido.
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María Dueñas (The Time in Between)
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De Emanuel Swedenborg, al que Kant llamó “visionario”, cuenta Borges que “hablaba con los ángeles por las calles de Londres”. Aunque fue un científico notable (hizo los planos de un avión y un submarino, descubrió el funcionamiento de las glándulas endocrinas, lanzó la hipótesis de la formación nebulosa del Sistema Solar, etcétera...), su verdadera especialidad fue el Mas Allá, la posvida en el Cielo y el Infierno. Explicó que al comienzo los condenados no son conscientes de su muerte y creen que continúan en su esfera cotidiana: les rodean los muebles y utensilios familiares, los paisajes conocidos. Poco a poco, van produciéndose desapariciones —la butaca favorita, el piano, una ventana, las flores del jardín...— y luego surgen en lugar de lo desvanecido formas equivocadas o amenazadoras. Por fin se dan cuenta de que no están en casa sino en el Infierno y empieza su eterna condena.
Creo poder confirmar esta tesis de Swedenborg. Hace tiempo que las cosas de mi mundo se van difuminando, pierden sustancia. Los libros siguen presentes y tentadores, pero al abrirlos algo ha drenado su savia hasta dejarlos huecos, exánimes. Las películas nuevas son peores que las antiguas, las antiguas peores de lo que las recordaba: sentado ante el televisor con desasosiego ya no siento la expectativa feliz porque ahora nadie apoya sus pies en mi regazo. Se fue el disfrute... Y los sitios que recorrimos juntos están hoy cubiertos de sudarios, como esas sábanas que tapan las formas incómodas de los muebles en una casa abandonada. Los platos más sabrosos, crujientes, aromáticos... comienzan a deleitarme la boca pero luego adquieren insipidez y amargura de ceniza. Llega el infierno y se revela mi condena, la más atroz: creer que estoy vivo y que es ella la que ha muerto. Hoy hace ya dos años.
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Fernando Savater
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Me encontré una vez más en la ciudad sepulcral, sin poder tolerar la contemplación de la gente que se apresuraba por las calles para extraer unos de otros un poco de dinero, para devorar su infame comida, para tragar su cerveza malsana, para soñar sus sueños insignificantes y torpes. Eran una infracción a mis pensamientos. Eran intrusos cuyo conocimiento de la vida constituía para mí una pretensión irritante, porque estaba seguro de que no era posible que supieran las cosas que yo sabía. Su comportamiento, que era sencillamente el comportamiento de los individuos comunes que iban a sus negocios con la afirmación de una seguridad perfecta, me resultaba tan ofensivo como las ultrajantes ostentaciones de insensatez ante un peligro que no se logra comprender. No sentía ningún deseo de demostrárselo, pero tenía a veces dificultades para contenerme y no reírme en sus caras, tan llenas de estúpida importancia.
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Joseph Conrad (ADAPTED CLSCS HEART OF DARKNESS SE 95)
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Las tardes de verano se alargaron y sentí deseos de salir con ella al patio, para que el sol le diera en la cara, y ver aparecer, una vez más, sus pecas bronceadas. Quería llevarla de nuevo a mi piso, detrás de la calle Cloth Fair, el piso que me aconsejó que me quedara cinco minutos después de verlo por primera vez, el noviembre pasado. Deseaba sentarme con ella en el tejado y contemplar el barrio de Smithfield al amanecer, y ver cómo abrían el mercado de carne, como si se tratara de una floración gigante y nocturna. Quería que volviéramos a escuchar juntas las campanas de Bartholomew, mientras comíamos cruasanes, leíamos los periódicos del domingo y cotilleábamos sobre las personas que conocíamos. Pero, sobre todo, quería que volviera a estar bien y que se incorporara enseguida a la colorida vida londinense. Pero Ginger nunca volvió a salir al exterior y, al final, le dije que no se perdía gran cosa, porque lo habíamos hecho todo, lo habíamos vivido todo, ¿no? Así que no hacía falta.
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Sarah Winman (When God Was a Rabbit)
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—A esta hora la ciudad no está tan mal.
—No lo está.
—Se siente casi como si pudieras tomar las riendas y controlarla toda. A esta hora, el silencio se lleva al miedo.
—¿Miedo?
—No sé. Esta misma calle en cualquier hora del día está repleta de cientos de personas. Eres un grano de arena más en esta playa gigante. A veces es abrumador. Tanto que el miedo me paraliza. Pero en este momento, eres tú, la calle y la noche. Por solo este momento, dejas de ser un grano de arena y te vuelves la playa misma.
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Jean Paul Vizuete (Arena)
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NACEN también estorninos inmundos
Alrededor de las letrinas llenas;
Nacen sobre los muertos, sobre las gangrenas
Como sobre todo lo que se pudre en el mundo.
Por todos sitios los gusanos, en la máquina redonda,
Salen como estorninos muy obscenos
Y todos los días vienen al Sena
Por las alcantarillas, en el agua nauseabunda.
Nadie los ve. Bullen en silencio.
Como el hierro leproso muere bajo la herrumbre
El globo entero se va roído por ellos.
Si una noche un estornino me mata,
No arrojéis mi cadáver a la calle
Destruidme, seré más dichoso…
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Boris Vian
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Amanece en México. Millones de ciudadanos se preparan para otra ardua jornada laboral. Un controlados aéreo de la torre del Aeropuerto Internacional Benito Juárez de la Ciudad de México entrega su turno después de una noche más de eficaz trabajo cumplido. Un agricultor del valle de Culiacán, granero de México, prepara su sistema de riego con tecnología de punta. Una ingeniera atómica controla impolutamente los desechos de uranio altamente enriquecidos de la central nuclear de Laguna Verde. Un empresario de Monterrey termina una conference call con sus socios del Lejano Oriente. En un hotel del Caribe, la recepcionista despierta puntualmente a los turistas de las habitaciones que así se lo han pedido. Los hospitales trabajan. Las escuelas inician labores. La basura se recoge. El agua corre por las cañerías. La luz se enciende. Los teatros dan la tercera llamada. En el campo, millones de manos ya están sobre el surco y los empleados de la periferia de las grandes ciudades se desplazan hacia sus centros de trabajo. Una monumental energía humana echa a andar un día más la undécima potencia económica del planeta.
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Ricardo Cayuela Gally
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En la época que nos ocupa reinaba en las ciudades un hedor apenas concebible para el hombre moderno. Las calles apestaban a estiércol, los patios interiores apestaban a orina, los huecos de las escaleras apestaban a madera podrida y excremento de rata; las cocinas, a col podrida y grasa de carnero; los aposentos sin ventilación apestaban a polvo enmohecido; los dormitorios, a sábanas grasientas, a edredones húmedos y al penetrante olor dulzón de los orinales. Las chimeneas apestaban a azufre; las curtidurías, a lejías cáusticas; los mataderos, a sangre coagulada. Hombres y mujeres apestaban a sudor y a ropa sucia; en sus bocas apestaban los dientes infectados, los alientos olían a cebolla y los cuerpos, cuando ya no eran jóvenes, a queso rancio, a leche agria y a tumores malignos. Apestaban los ríos, apestaban las plazas, apestaban las igelsias y el hedor se respiraba por igual bajo los puentes y en los palacios. El campesino apestaba como el clérigo; el official de artesano, como la esposa del maestro; apestaba la nobleza entera y, sí, incluso el rey apestaba como un animal carnicero y la reina como una cabra vieja, tanto en verano como en invierno.
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Patrick Süskind (Perfume: The Story of a Murderer)
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Viví con poco sufrimiento los tres años de Segunda. No porque quisiera distanciarme de un equipo fracasado; de hecho, iba a Anoeta siempre que podía y mastiqué por la tele un montón de partidos tóxicos sin pestañear. En el fondo le veía cierto encanto: mientras las radios y las teles nos metían por un embudo el Barça y el Madrid y Schuster y Guardiola y los partidos del siglo a todas horas, nosotros jugábamos en otro universo menos histriónico contra el Racing de Ferrol, el Huesca o el Girona. Disfruté de una alegría de esas que en el momento no se pueden confesar a nadie: en diciembre de 2008 me escapé de dos amigas navarras en Nueva York con alguna excusa, entré a un locutorio para mirar los resultados en internet y me enteré de que la Real había ganado 1-0 al líder Salamanca con un cabezazo de Ansotegi en el minuto 92. Salí a la calle, correteé por las aceras nevadas, di algún saltito y algún remate de cabeza en el aire y luego caminé normal para reunirme otra vez con mis amigas. Ellas no hubieran entendido nada así que me callé. Seguimos andando los tres y yo pensé que era la única persona de todo el barrio de Harlem, quizá de todo Nueva York, que en ese momento caminaba contento por un gol de Ansotegi. Fue un momento de felicidad intensa y secreta.
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Ander Izagirre (Mi abuela y diez más)
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Y así, de feuille en aiguille, pienso en esos estados excepcionales en que por un instante se adivinan las hojas y las lámparas invisibles, se las siente en un aire que está fuera del espacio. Es muy simple, toda exaltación o depresión me empuja a un estado propicio a
lo llamaré paravisiones
es decir (lo malo es eso, decirlo)
una aptitud instantánea para salirme, para de pronto desde fuera aprehenderme, o de dentro pero en otro plano,
como si fuera alguien que me está mirando
(mejor todavía —porque en realidad, no me veo— : como alguien que me está viviendo).
No dura nada, dos pasos a la calle, el tiempo de respirar profundamente (a veces al despertarse dura un poco más, pero entonces es fabuloso)
y en ese instante sé lo que soy porque estoy exactamente sabiendo lo que no soy (eso que ignoraré luego astutamente). Pero no hay palabras para una materia palabra y visión pura, como un bloque de evidencia. Imposible objetivar, precisar ese defectividad que aprehendí en el instante y que era clara ausencia o claro error o clara insuficencia pero
sin saber de qué, qué.
Otra manera de tratar de decirlo: Cuando es eso, ya no estoy mirando hacia el mundo, de mí a lo otro, sino que por un segundo soy el mundo, el plano de fuera, lo demás mirándome. Me veo como pueden verme los otros. Es inapreciable: por eso dura apenas. Mido mi defectividad, advierto todo lo que por ausencia o defecto no nos vemos nunca. Veo lo que no soy. Por ejemplo (esto lo armo de vuelta, pero sale de ahí): hay enormes zonas a las que no he llegado nunca, y lo que no se ha conocido es lo que se es. Ansiedad por echar a correr, entrar en una casa, en esa tienda, saltar a un tren, devorar todo Jouhandeau, saber alemán, conocer Aurangabad... Ejemplos localizados y lamentables pero que pueden dar una idea. (¿una idea?)
Otra manera de querer decirlo: Lo defectivo se siente más como una pobreza intuitiva que como una mera falta de experiencia.
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Julio Cortázar (Hopscotch)
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Los finales, no importa cuán cantados estén, nunca portan la calidad de lo terminal, cuando menos no para quien los va remontando. La última hora de intimidad con el otro siempre parece otra en la línea: un episodio repetible y sin consecuencias. Nunca nadie piensa que esa fue la última vez que se bebió esa saliva ni que lo que sigue es extrañar hasta la muerte el olor de la piel que se arremolina tras el lóbulo de una oreja. No registramos la última ocasión en que nuestros hijos nos dieron la mano para cruzar una calle. Cuando cambiamos de ciudad, de país, siempre pensamos que vamos a volver, que los demás se van a quedar fijos, como encantados, y que a la próxima los vamos a abrazar y van a seguir oliendo a la misma loción, tabaco y café quemado. Pero los amigos cambian, progresan y se compran lociones caras, dejan de fumar, dejan el café, huelen a té verde cuando volvemos. O se vuelven locos, los meten a hospitales psiquiátricos y tienen muertes horribles de las que nos enteramos por correo electrónico. Hay una última conversación lúcida viendo un partido de futbol con el abuelo y un último plato preparado por la mano maestra de la abuela, una última llamada telefónica con el profesor que nos hizo lo que somos y que una madrugada se resbala en la bañera y se muere.
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Álvaro Enrigue (Ahora me rindo y eso es todo)
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P.D. MAYORITARIA QUE SE DISFRAZA DE MINORÍA INTOLERADA.
A todo esto de que si Marcos es homosexual: Marcos es gay en San Francisco, negro en Sudáfrica, asiático en Europa, chicano en San Isidro, anarquista en España, palestino en Israel, indígena en las calles de San Cristóbal, chavo banda en Neza, rockero en cu, judío en Alemania, ombusdman en la Sedena, feminista en los partidos políticos, comunista en la post guerra fría, preso en Cintalapa, pacifista en Bosnia, mapuche en los Andes, maestro en la CNTE, artista sin galería ni portafolios, ama de casa un sábado por la noche en cualquier colonia de cualquier ciudad de cualquier México, guerrillero en el México de fin del siglo XX, huelguista en la CTM, reportero de nota de relleno en interiores, machista en el movimiento feminista, mujer sola en el metro a las 10 p.m., jubilado en plantón en el Zócalo, campesino sin tierra, editor marginal, obrero desempleado, médico sin plaza, estudiante inconforme, disidente en el neoliberalismo, escritor sin libros ni lectores, y, es seguro, zapatista en el sureste mexicano. En fin, Marcos es un ser humano, cualquiera, en este mundo. Marcos es todas las minorías intoleradas, oprimidas, resistiendo, explotando, diciendo "¡Ya basta!". Todas las minorías a la hora de hablar y mayorías a la hora de callar y aguantar. Todos los intolerados buscando una palabra, su palabra, lo que devuelva la mayoría a los eternos fragmentados, nosotros. Todo lo que incomoda al poder y a las buenas conciencias, eso es Marcos.
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Subcomandante Marcos
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A Leopoldo Lugones
Los rumores de la plaza quedan atrás y entro en la Biblioteca. De una manera casi física siento la gravitación de los libros, el ámbito sereno de un orden, el tiempo disecado y conservado mágicamente. A izquierda y a derecha, absortos en su lúcido sueño, se perfilan los rostros momentáneos de los lectores, a la luz de las lámparas estudiosas, como en la hipálage de Milton. Recuerdo haber recordado ya esa figura, en este lugar, y después aquel otro epíteto que también define por el contorno, el árido camello del Lunario, y después aquel hexámetro de la Eneida, que maneja y supera el mismo artificio:
Ibant obscuri sola sub nocte per umbram.
Estas reflexiones me dejan en la puerta de su despacho. Entro; cambiamos unas cuantas convencionales y cordiales palabras y le doy este libro. Si no me engaño, usted no me malquería, Lugones, y le hubiera gustado que le gustara algún trabajo mío. Ello no ocurrió nunca, pero esta vez usted vuelve las páginas y lee con aprobación algún verso, acaso porque en él ha reconocido su propia voz, acaso porque la práctica deficiente le importa menos que la sana teoría.
En este punto se deshace mi sueño, como el agua en el agua. La vasta biblioteca que me rodea está en la calle México, no en la calle Rodríguez Peña, y usted, Lugones, se mató a principios del treinta y ocho. Mi vanidad y mi nostalgia han armado una escena imposible. Así será (me digo) pero mañana yo también habré muerto y se confundirán nuestros tiempos y la cronología se perderá en un orbe de símbolos y de algún modo será justo afirmar que yo le he traído este libro y que usted lo ha aceptado.
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Jorge Luis Borges
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Me preguntas cómo me volví loco. Ocurrió así: Un día, mucho antes de que nacieran los dioses, desperté de un profundo sueño y descubrí que se habían robado todas mis máscaras, las siete máscaras que había modelado y usado en siete vidas. Hui sin la máscara por las atestadas calles gritando: “¡Ladrones! ¡Ladrones! ¡Malditos ladrones!” Hombres y mujeres se reían de mí, y algunos corrieron a sus casas temerosos de mí. Y cuando llegué a la plaza del mercado, un muchacho de pie sobre el techo de una casa, gritó: “¡Es un loco!” Alcé la vista para mirarlo y por primera vez el sol besó mi rostro desnudo. Por primera vez el sol besó mi rostro desnudo, y mi alma se inflamó de amor por el sol y ya no deseé más mis máscaras. Como en éxtasis grité “¡Benditos, benditos sean los ladrones que me han robado mis máscaras!” Así fue como me volví loco.
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Molière (50 Obras Maestras que Debes Leer Antes de Morir: Vol.8 (Los Más Vendidos en Español) (Spanish Edition))
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deben entregar sus bicicletas; no les está permitido viajar en tranvía; no les está permitido viajar en coche, tampoco en coches particulares; los judíos solo pueden hacer la compra desde las tres hasta las cinco de la tarde; solo pueden ir a una peluquería judía; no pueden salir a la calle desde las ocho de la noche hasta las seis de la madrugada; no les está permitida la entrada en los teatros, cines y otros lugares de esparcimiento público; no les está permitida la entrada en las piscinas ni en las pistas de tenis, de hockey ni de ningún otro deporte; no les está permitido practicar remo; no les está permitido practicar ningún deporte en público; no les está permitido estar sentados en sus jardines después de las ocho de la noche, tampoco en los jardines de sus amigos; los judíos no pueden entrar en casa de cristianos; tienen que ir a colegios judíos, y otras cosas por el estilo.
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Anne Frank (Diario de Anne Frank)
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Mientras uno va y viene por la tierra natal, se imagina que le son indiferentes esas calles, que esas ventanas, esos tejados y esas puertas le dan lo mismo, que esas paredes le son ajenas, que esos árboles son unos árboles cualesquiera, que esas casas en que no entra no le valen para nada, que esos adoquines que pisa son sólo piedras. Más adelante, cuando ya no está allí, se da cuenta de que esas calles le son queridas, de que echa de menos esos tejados, esas ventanas y esas puertas, de que necesita esas paredes, de que esos árboles son dilectos para él, de que en esas casas donde no entraba sí entraba a diario y de que en esos adoquines se ha dejado las entrañas, la sangre y el corazón. Todos esos sitios que ya no ve, que a lo mejor no volverá a ver ya, y cuya imagen conserva, adquieren un encanto doloroso, regresan a la memoria con la melancolía de una aparición, vuelven visible esa tierra santa y son, por así decirlo, la mismísima forma de Francia, y uno las quieres y las evoca tal y como son, tal y como eran, y se empecina, y no quiere cambiar nada, porque le tenemos el mismo apego al rostro de la patria que al rostro de nuestra madre.
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Victor Hugo (Les Misérables)
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[Stephen Dedalus] Entraba y salía de interminables capillas en las que algún anciano dormitaba, algún empleado limpiaba el polvo o alguna mujer se arrodillaba. Mientras caminaba a paso lento por el laberinto de calles, devolvía con orgullo las miradas de tonta maravilla que recibía y observaba de soslayo los grandes torsos vacunos de los policías que se volvían para analizarlo una vez los había pasado. Estos vagabundeos endurecían las raíces de su ira ya bien arraigada, y cada vez que se topaba con un grueso cura sudado bajo sus ropas negras haciendo su ronda matinal por esas colmenas de piadosos reptantes para atestiguar la estabilidad de su parálisis, maldecía con ira la farsa del Catolicismo, la farsa de su isla: una isla donde los habitantes confían y venden su espíritu al mejor postor, una isla en la que todo el poder y la riqueza están en manos de los guardianes de las llaves del otro mundo, una isla en la que César confiesa a Cristo y Cristo confiesa a César, engordando ambos de la mano su tripa y su bolsillo como puercos a costa del hambre de una plebe a la que consuela fácilmente con palabras y frases vulgares como: el Reino de Dios está en cada uno de vosotros.
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James Joyce (Stephen Hero)
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En el día de hoy el pronostico del tiempo ha sido de cielos despejados. Para variar, han vuelto a equivocarse.
En el día de hoy nacieron 362.421 niños. Seguramente alguno llevará tu nombre. 115.032 parejas se casaron. 101.222 se han divorciado.
En el día de hoy se enviaron 358.158.012 tweets y se publicaron 22.533 libros. 98.466 cartas de amor han sido escritas. No, espera... 98.467. Y sí, al menos una lleva tu nombre.
En el último minuto han caído sobre el planeta Tierra 362 rayos y 7158.555.013 corazones... han latido. En esta comunidad hay unos cuantos al parecer. Esta bien que lo celebremos.
En este último minuto 83.311 parejas han hecho el amor y nuestro corazón ha latido 81 veces.
En el día de hoy, 4 personas de entre todas las que se están leyendo la misma edición del libro que tienes entre las manos, se enamoraron. A 3 de ellas le rompieron el corazón, y otras 2... ambas cosas.
En el siguiente minuto tú, el aire que respiras, el amor de tu vida, la persona a la que odias, la persona que te sonríe todas las mañanas al verte por la calle, la persona que siempre le da "me gusta" a tus reseñas, tu mejor amigo, tu mejor amiga, yo... todos viajaremos a 107.280 km/h, girando en torno al corazón de la galaxia, y 32 supernovas nacerán en el universo visible.
En definitiva, familiares y amigos, en el día de hoy... Todo es posible.
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Anonymous
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—Espera un momento, Irene. Es que están aquí mis nietecitas pasando el día —dijo Santa y gritó—: ¡Sal de una vez de la cocina, niña, y vete a jugar a la acera o te rompo los morros!
Una voz de niña respondió algo.
—Señor, señor —continuó Santa, tranquilamente, dirigiéndose ya a la señora Reilly—. Son unas niñas muy buenas, pero a veces, ya sabes... ¡Niña! Como no te vayas ahora mismo a jugar a la calle con tu bici te rompo la cara de un bofetón. No cuelgues, Irene, un momento.
La señora Reilly oyó a Santa dejar el teléfono. Luego, una niña gritó, se oyó un portazo y Santa volvió a coger el teléfono.
—Ay, Dios. Sabes, Irene, ¡esa niña no obedece a nadie! Estoy preparando unos spaghetti con salsa y no hace más que jugar con la cazuela. Ojalá las hermanas le zurrasen un poco en el colegio. Mira a Angelo. Tendrías que ver cómo le pegaban las hermanas en el colegio cuando era pequeño. Una hermana le tiró una vez contra el encerado. Por eso Angelo es hoy un hombre tan dulce y tan considerado.
—A Ignatius las hermanas le querían con locura. Era un niño tan rico. Ganaba todas las estampitas porque era el que mejor se sabía el catecismo.
—Pues deberían haberle roto la cabeza a coscorrones.
—Ay, cuando volvía a casa con todas aquellas estampitas —sollozó la señora Reilly—. Nunca pensé que acabaría vendiendo salchichas por la calle a plena luz del día.
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John Kennedy Toole
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El aliento del mar fue alejando lentamente la marea de la orilla, y dejó la arena lisa y espejeante bajo las estrellas. Las algas mojadas, enmarañadas, plagadas de insectos. Las dunas agrupadas y tranquilas, el viento frío combando la hierba. El camino asfaltado que subía de la playa en silencio ahora, cubierto por una capa de arena blanca; un brillo tenue sobre los techos curvos de las caravanas; los coches aparcados, formas oscuras y agazapadas sobre la hierba. Y luego la feria, el quiosco de helados con la persiana bajada, y siguiendo la calle, ya en el pueblo, la oficina de correos, el hotel, el restaurante. El Sailor’s Friend, con las puertas cerradas, pegatinas ilegibles en las ventanas. La estela de los faros de un único coche al pasar. Las luces traseras rojas como ascuas. Más allá, una hilera de casas, las ventanas reflejando impasibles la luz de las farolas, los cubos de basura alineados enfrente, y luego la carretera de la costa que salía del pueblo, silenciosa, desierta, los árboles alzándose por entre la oscuridad. El mar hacia el oeste, una extensión de manto negro. Y al este, cruzando la verja, la antigua rectoría, de un azul lechoso. Dentro, cuatro cuerpos durmiendo, despertando, durmiendo otra vez. De lado, o tumbados de espaldas, sacudiéndose las colchas con los pies, cruzando de sueño en sueño en silencio. Y ya por detrás de la casa empezaba a salir el sol. En los muros traseros y entre las ramas de los árboles, entre las hojas coloridas de los árboles y la hierba verde y húmeda, se filtra la luz del alba. Mañana de verano. Agua fría y clara en el hueco de la mano.
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Sally Rooney (Beautiful World, Where Are You)
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Bingo Junio-Julio-Agosto
Lord Voldemort (un libro que trate sobre la muerte): Un mosntruo viene a verme de Patrick Ness. Conor tiene que lidiar con el temor constante de que su madre muera a causa del cancer y es ahí cuando aparece el monstruo que le hace ver la realidad
Regulus Black (libro que el protagonista tenga un familia rara/malvada/numerosa): La tempestad de Shakespeare. Prospero es traicionado por su hermano y es mandando a una isla en el medio de la nada; Prospero jura venganza mediante sus poderes mágicos.
Barty Crouch Jr (libro que el/la protagonista participe en una secta o investigue sobre las mismas): Las chicas de Emma Cline. Evie se ve envuelta en una secta cuando es abandonada por su mejor amiga y su unica amiga en el mundo.
Fenrir Breyback (libro que tenga licántropos): Luna Nueva de Stephenie Meyer. Bella es abandonada por Edward, se acerca mas a jacob y descubre que el es un hombre lobo
Bellatrix Lestrange (libro en el que el romance tóxico sea lo principal) La selección de Kiera Cass. America Singer se ve envuelta en un triangulo amoroso entre el principe de Íllea, Maxon, y su amor de la ciudad, Aspen.
Draco Malfoy (libro que el/la protagonista sea desertor): Tres espejos; espada de Sebastián Vargas. Jian era un campesino que perdió al amor de su vida y se convierte en un pirata perseguido por el pueblo por ser desertor y huir de luchar en la guerra.
Lucius Malfoy (libro con puterio de ricos) Mansfield Park de Jane Auste. Fanny es adoptada por sus tios ricos y la llevan a vivir a Mansfield Park, ella se ve envuelta en todos los lios, complicaciones y preocupaciones de los ricos, donde cada acción tiene que ser friamente calculada
Petter Pettigrew (libro con animales como protagonistas): El principito de Antoine de Saint-Exupéry. El principito, un hombrecito de traje azul y pelo rubio se hace amigo de un zorro que lo aconseja sobre la vida.
Marietta (libro en que el/la protagonista tenga una doble vida/vida oculta): Heartsong de T.J Klune. Robbie se encuentra en otra manada, con sueño recurrente sobre unos lobos corriendo... Con el paso del tiempo, descubre que la vida que esta viviendo no era su vida.
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Patrick Ness (A Monster Calls)
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Se vieron el sábado siguiente y todos los demás sábados de otoño, con Ferguson desplazándose en autobús desde Nueva Jersey hasta la terminal de Port Authority y cogiendo luego la línea IRT del metro hasta la calle Setenta y dos Oeste, donde se apeaba para luego caminar tres manzanas en dirección norte y otras dos en dirección oeste hasta el piso de los Schneiderman en Riverside Drive esquina con la Setenta y cinco, apartamento 4B, que se había convertido en la dirección más importante de la ciudad de Nueva York. Salidas a diversos sitios, casi siempre los dos solos, de vez en cuando con amigos de Amy, cine extranjero en el Thalia de Broadway esquina con la calle Noventa y cinco, Godard, Kurosawa, Fellini, visitas al Met, al Frick, al Museo de Arte Moderno, los Knicks en el Garden, Bach en el Carnegie Hall, Beckett, Pinter y Ionesco en pequeños teatros del Village, todo muy cerca y a mano, y Amy siempre sabía adónde ir y qué hacer, la princesa guerrera de Manhattan le enseñaba cómo orientarse por la ciudad, que rápidamente llegó a convertirse en su ciudad también. No obstante, pese a todas las cosas que hacían y todo lo que veían, lo mejor de aquellos sábados era sentarse a charlar en las cafeterías, la primera serie de incesantes diálogos que continuarían durante años, conversaciones que a veces se convertían en feroces discusiones cuando sus puntos de vista diferían, la buena o mala película que acababan de ver, la acertada o desacertada idea política que uno de ellos acababa de expresar, pero a Ferguson no le importaba discutir con ella, no le interesaban las chicas facilonas, las pánfilas llenas de mohínes que sólo perseguían imaginarios ritos amorosos, eso era amor de verdad, complejo, hondo y lo bastante flexible para albergar la discordia apasionada, y cómo no podría amar a aquella chica, con su implacable y penetrante mirada y su risa inmensa, retumbante, la excitable e intrépida Amy Schneiderman, que un día iba a ser corresponsal de guerra, revolucionaria o doctora entregada a los pobres. Tenía dieciséis años, casi diecisiete. La pizarra vacía ya no lo estaba tanto, pero aún era lo bastante joven para saber que podía borrar las palabras ya escritas, suprimirlas y empezar de nuevo siempre que su espíritu la impulsara a ello.
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Paul Auster (4 3 2 1)
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El coche se había ido, pero había dejado tras él una tenue onda que fluía por las tiendas de guantes, las sombrererías y sastrerías a ambos lados de Bond Street. Durante treinta segundos todas las cabezas apuntaron en la misma dirección - la ventanilla. Mientras escogían un par de guantes - ¿hasta el codo o más arriba, color limón o gris pálido? - las señoras se interrumpieron; al terminar la frase algo había ocurrido. En algunos casos algo tan nimio que su vibración no la podía registrar ningún instrumento matemático, por muy capaz que éste fuera de transmitir sacudidas y terremotos hasta China; y eso que era impresionantemente rotundo y a la vez emotivo por cuanto que su efecto se dejaba sentir en todo el mundo; porque en todas las sombrererías y sastrerías los clientes, extraños entre sí, se miraron y pensaron en los muertos; en la bandera; en el Imperio. En la taberna de una callejuela un alguien de las colonias profirió insultos contra la Casa de Windsor, lo cual derivó en improperios, jarras de cerveza rotas y una algarabía general que, singularmente, resonó como un eco al otro lado de la calle, hasta llegar a los oídos de las chicas que estaban comprando lencería blanca, de lazos de seda pura, para sus bodas. Porque la agitación superficial que el coche provocaba a su paso, tocaba y rasgaba algo muy profundo.
Deslizándose por Piccadilly el coche dobló por St. James's Street. Unos hombres altos, de físico robusto, hombres trajeados, con sus chaqués y levitas, sus pañuelos blancos y pelo peinado hacia atrás, que por razones difíciles de dilucidar, estaban de pie en el mirador de White, las manos tras la cola del chaqué, vigilando, percibieron instintivamente que la grandeza pasaba ante ellos, y la pálida luz de la presencia inmortal descendió sobre ellos, como había descendido sobre Clarissa Dalloway. Inmediatamente se irguieron más si cabe, retiraron sus manos de la espalda, y parecía que estuviesen en disposición de acatar las órdenes de su Soberano, hasta la misma boca del cañón, si fuera necesario, igual que sus antepasados lo hicieran en otros tiempos. Parecía que los bustos blancos y las mesitas, en segundo plano, con algunas botellas de soda encima y cubiertas de ejemplares del 'Tatler', asentían; parecía que señalaban la abundancia del trigo y las casas de campo de Inglaterra; y que devolvían el tenue murmullo de las ruedas de coche, como los muros de una galería humilde devuelven el eco de un susurro convertido en voz sonora debido a la fuerza de toda una catedral.
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Virginia Woolf (Mrs. Dalloway)