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Ahora pienso que podrás entender mejor lo que últimamente preguntaba al informarme de si era operación propia de cada cosa aquello que realiza ella sola o ella mejor que las demás. Lo entiendo dijo , y me parece que ésa es, efectivamente, la operación propia de cada una. Bien dije ; ¿te parece que hay también una virtud en cada una de las cosas a que se atribuye una operación? Volvamos a los mismos ejemplos: ¿hay una operación propia de los ojos? La hay. Y así, ¿hay también una virtud en ellos? También una virtud. ¿Y qué? ¿No había también una operación propia de los oídos? Sí. ¿Y, por tanto, también una virtud? También. ¿Y no ocurrirá lo mismo con todas las otras cosas? Lo mismo. Bien está: ¿acaso los ojos podrán realizar bien su operación sin su propia virtud, con vicio en lugar de ella? ¿Qué quieres decir? preguntó . Acaso hablas de la ceguera en vez de la visión. De la virtud de ellos, sea cual sea dije yo ; porque todavía no pregunto esto, sino si se realizará bien su operación con su propia virtud y mal con el vicio contrario. Dices bien respondió. ¿Y del mismo modo los oídos privados de su virtud realizarán mal su propia operación? Bien de cierto. ¿Ponemos, en fin, todas las demás cosas en la misma cuenta? Eso creo. Vamos, pues, adelante y atiende a esto otro: ¿hay una operación propia del alma que no puedes realizar sino por ella? Pongo por caso: el dirigir, el gobernar, el deliberar y todas las cosas de esta índole, podríamos atribuírselas a algo que no sea el alma misma o diríamos que son propias de ésta? De ella sólo. ¿Y respecto de la vida? ¿No diremos que es operación del alma? Sin duda dijo. ¿No diremos, pues, que existe una virtud propia del alma? Lo diremos. ¿Y acaso, oh Trasímaco, el alma realizará bien sus operaciones privada de su propia virtud o será ello imposible? Imposible. Fuerza será, por tanto, que el alma mala dirija y gobierne mal y que la buena haga bien todas estas cosas. Fuerza será. ¿Y no convinimos en que la justicia era virtud del alma y la injusticia vicio? En eso convinimos, en efecto. Por tanto, el alma justa y el hombre justo vivirá bien; y el injusto mal. Así aparece conforme a lo argumento dijo. Y, por otra parte, el que vive bien es feliz y dichoso, y el que vive mal, lo contrario. ¿Cómo no? Y así, el justo es dichoso; y el injusto, desgraciado. Sea dijo. Por otro lado, no conviene ser desgraciado, sino dichoso. ¿Qué duda tiene? Por tanto, bendito Trasímaco, jamás es la injusticia más provechosa que la justicia. Banquetéate con todo eso, ¡oh, Sócrates!, en las fiestas Bendidias di dijo. Banquete que tú me has preparado, ¡oh, Trasímaco! observé yo , pues lo aplacaste conmigo y cesaste en lo enfado. Mezquino va a ser, sin embargo, no por lo culpa, sino por la mía; y es que, así como los golosos gustan siempre con arrebato del manjar que en cada momento se les sirve sin haber gozado debidamente del anterior, así me parece que yo, sin averiguar lo que primeramente considerábamos, qué cosa sea lo justo, me desprendí del asunto y me lancé a investigar acerca de ello, si era vicio e ignorancia o discreción y virtud; y presentándose luego un nuevo aserto, que la injusticia es más provechosa que la justicia, no me retraje de pasar a él, dejando el otro, de modo que ahora me acontece no saber nada como resultado de la discusión. Porque no sabiendo lo que es lo justo, difícil es que sepa si es virtud o no y si el que la posee es desgraciado o dichoso.
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