Platero Y Yo Quotes

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Yo nunca he escrito ni escribiré nada para niños, porque creo que el niño puede leer los libros que lee el hombre, con determinadas excepciones que a todos se le ocurren. También habrá excepciones para hombres y para mujeres.
Juan Ramón Jiménez (Platero y yo)
Mira: todo lo fuerte se hace, con su adorno, delicado. Más rosas, más rosas, más rosas...
Juan Ramón Jiménez (Platero y yo)
Must we think of the spirit as something divine that comes from without, that makes us divine? No, it is not that, to me it seems it is not that. The divine is in us, in our own intrinsic humanity, like a diamond in a mine. (La Corriente Infinita)
Juan Ramón Jiménez (Platero y yo)
...Sólo que Judas, Platero, es el diputado, o la maestra, o el forense, o el recaudador, o el alcalde, o la comadrona; y cada hombre descarga su escopeta cobarde, hecho niño esta mañana de Sábado Santo, contra el que tiene su odio, en una superposición de vagos y absurdos simulacros primaverales.
Juan Ramón Jiménez (Platero y yo)
LA CUADRA Cuando, al mediodía, voy a ver a Platero, un transparente rayo del sol de las doce enciende un gran lunar de oro en la plata blanda de su lomo. Bajo su barriga, por el oscuro suelo, vagamente verde, que todo lo contagia de esmeralda, el techo viejo llueve claras monedas de fuego. Diana, que está echada entre las patas de Platero, viene a mí, bailarina, y me pone sus manos en el pecho, anhelando lamerme la boca con su lengua rosa. Subida en lo más alto del
Juan Ramón Jiménez (Platero y yo: Elegía Andaluza (Spanish Edition))
Asnografía Leo en un Diccionario: ASNOGRAFÍA, s.f.: Se dice, irónicamente, por descripción del asno. ¡Pobre asno! ¡Tan bueno, tan noble, tan agudo como eres ! Irónicamente... ¿Por qué? ¿Ni una descripción seria mereces, tú, cuya descripción cierta sería un cuento de primavera? ¡Si al hombre que es bueno debieran decirle asno! ¡Si al asno que es malo debieran decirle hombre! Irónicamente... De ti, tan intelectual, amigo del viejo y del niño, del arroyo y de la mariposa, del sol y del perro, de la flor y de la luna, paciente y reflexivo, melancólico y amable, Marco Aurelio de los prados... Platero, que sin duda comprende, me mira fijamente con sus ojazos lucientes, de una blanda dureza, en los que el sol brilla, pequeñito y chispeante en un breve y convexo firmamento verdinegro. ¡Ay! ¡Si su peluda cabezota idílica supiera que yo le hago justicia, que yo soy mejor que esos hombres que escriben Diccionarios, casi tan bueno como él! Y he puesto al margen del libro: ASNOGRAFÍA, sentido figurado: Se debe decir, con ironía, ¡claro está!, por descripción del hombre imbécil que escribe Diccionarios.
Juan Ramón Jiménez (Platero Y Yo)
RETORNO Veníamos los dos, cargados, de los montes: Platero, de almoraduj; yo, de lirios amarillos. Caía la tarde de abril. Todo lo que en el poniente había sido cristal de oro, era luego cristal de plata, una alegoría, lisa y luminosa, de azucenas de cristal. Después, el vasto cielo fue cual un zafiro transparente, trocado en esmeralda. Yo volvía triste... Ya en la cuesta, la torre del pueblo, coronada de refulgentes azulejos, cobraba, en el levantamiento de la hora pura, un aspecto monumental. Parecía, de cerca, como una Giralda vista de lejos, y mi nostalgia de ciudades, aguda con la primavera, encontraba en ella un consuelo melancólico. Retorno... ¿adónde?, ¿de qué?, ¿para qué?... Pero los lirios que venían conmigo olían más en la frescura tibia de la noche que se entraba; olían con un olor más penetrante y, al mismo tiempo, más vago, que salía de la flor sin verse la flor, flor de olor sólo, que embriagaba el cuerpo y el alma desde la sombra solitaria. - ¡Alma mía, lirio en la sombra! - dije. Y pensé, de pronto, en Platero, que, aunque iba debajo de mí, se me había, como si fuera mi cuerpo, olvidado.
Juan Ramón Jiménez (Platero y yo: Elegía Andaluza (Spanish Edition))
LI LORD No sé si tú, Platero, sabrás ver una fotografía. Yo se las he enseñado a algunos hombres del campo y no veían nada en ella. Pues éste es Lord, Platero, el perrillo foxterrier de que a veces te he hablado. Míralo. Está ¿lo ves? en un cojín de los del patio de mármol, tomando, entre las macetas de geranios, el sol de invierno. ¡Pobre Lord! Vino de Sevilla cuando yo estaba allí pintando. Era blanco, casi incoloro de tanta luz, pleno como un muslo de dama, redondo e impetuoso como el agua en la boca de la caño. Aquí y allá, mariposas posadas, unos toques negros. Sus ojos brillantes eran dos breves inmensidades de sentimientos de nobleza. Tenían vena de loco. A veces, sin razón, se ponía a dar vueltas vertiginosas entre las azucenas del patio de mármol, que en mayo lo adornan todo, hojas, azules, amarillas de los cristales traspasados del sol de la montera, como los palomos que pinta don Camilo... Otras se subía a los tejados y promovía un alboroto piador en los nidos de los aviones... La Macaria lo enjabonaba cada mañana y estaba tan radiante siempre como las almenas de la azotea sobre el cielo azul, Platero. Cuando se murió mi padre, pasó toda la noche velándolo junto a la caja. Una vez que mi madre se puso mala, se echó a los pies de su cama y allí se pasó un mes sin comer ni beber... Vinieron a decir un día mi casa que un perro rabioso lo había mordido... Hubo que llevarlo a la bodega del Castillo y atarlo allí al naranjo, fuera de la gente. La mirada que dejó atrás por la callejilla cuando se lo llevaban sigue agujereando mi corazón como entonces, Platero, igual que la luz de una estrella muerta, viva siempre, sobre pasando su nada con la exaltada intensidad de su doloroso sentimiento... Cada vez que un sufrimiento material me punza el corazón, surge ante mí, larga como la vereda de la vida a la eternidad, digo, del arroyo al pino de la Corona, la mirada que Lord dejó en él para siempre cual una huella macerada.
Juan Ramón Jiménez (Platero y yo: Elegía Andaluza (Spanish Edition))
pesebre, la cabra me mira curiosa, doblando la fina cabeza de un lado y de otro, con una femenina distinción. Entre tanto, Platero, que, antes de entrar yo, me había ya saludado con un levantado rebuzno, quiere romper su cuerda, duro y alegre al mismo tiempo. Por el tragaluz, que trae el irisado tesoro del cenit, me voy un momento, rayo de sol arriba, al cielo, desde aquel idilio. Luego, subiéndome a una piedra, miro al campo. El paisaje verde nada en la lumbrarada florida y soñolienta, y en el azul limpio que encuadra el muro astroso, suena, dejada y dulce, una campana.
Juan Ramón Jiménez (Platero y yo: Elegía Andaluza (Spanish Edition))
IDILIO DE ABRIL Los niños han ido con Platero al arroyo de los chopos, y ahora lo traen trotando, entre juegos sin razón y risas desproporcionadas, todo cargado de flores amarillas. Allá abajo les ha llovido - aquella nube fugaz que veló el prado verde con sus hilos de oro y plata, en los que tembló, como en una lira de llanto, el arco iris-. Y sobre la empapada lana del asnucho, las campanillas mojadas gotean todavía. ¡Idilio fresco, alegre, sentimental! ¡Hasta el rebuzno de Platero se hace tierno bajo la dulce carga llovida! De cuando en cuando, vuelve la cabeza y arranca las flores a que su bocota alcanza. Las campanillas, níveas y gualdas, le cuelgan, un momento, entre el blanco babear verdoso y luego se le van a la barrigota cinchada. ¡Quién, como tú, Platero, pudiera comer flores..., y que no le hicieran daño! ¡Tarde equívoca de abril!... Los ojos brillantes y vivos de Platero copian toda la hora de sol y lluvia en cuyo ocaso, sobre el campo de San Juan, se ve llover, deshilachada, otra nube rosa.
Juan Ramón Jiménez (Platero y yo: Elegía Andaluza (Spanish Edition))
Era uno de esos pobres niños a quienes no llega nunca el don de la palabra ni el regalo de la gracia; niño alegre él y triste de ver, todo para su madre, nada para los demás
Juan Ramón Jiménez (Platero y yo)
Dulce Platero trotón, burrillo mío, que llevaste mi alma tantas veces - ¡sólo mi alma !- por aquellos hondos caminos nopales, de malvas y de madreselvas; a ti este libro que habla de ti, ahora que puedes entenderlo. Va a tu alma, que ya pace en el Paraíso, por el alma de nuestros paisajes moguereños, que también habrá subido al cielo con la tuya; lleva montada en su lomo de papel a mi alma, que, caminando entre zarzas en flor a su ascensión, se hace más buena, más pacífica, más pura cada día. Sí. Yo sé que, a la caída de la tarde , cuando, entre las oropéndolas y los azahares, llego, lento y pensativo, por el naranjal solitario, al pino que arrulla tu muerte, tú, Platero, feliz en tu prado de rosas eternas, me verás detenerme ante los lirios amarillos que ha brotado tu descompuesto corazón.
Juan Ramón Jiménez (Platero Y Yo.)
Y pensé, de pronto, en Platero, que, aunque iba debajo de mí, se me había olvidado.
Juan Ramón Jiménez (Platero y yo)
Platero acababa de beberse dos cubos de agua con estrellas en el pozo del corral, y volvía a la cuadra, lento y distraído entre los altos girasoles. Yo le aguardaba en la puerta, echado en el quicio de cal y envuelto en la tibia fragancia de los heliotropos
Juan Ramón Jiménez (Platero y yo)
¡El pozo! Platero, ¡qué palabra tan honda, tan verdinegra, tan fresca, tan sonora! Parece que es la palabra la que taladra girando, la tierra oscura, hasta llegar al agua fría".
Juan Ramón Jiménez (Platero y yo)