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Esas cajas que contienen mi biblioteca constituyen mi biografía. Hay muchas maneras de narrar una vida. Es posible decir, como suele hacerse, la fecha de nacimiento, la nacionalidad, el estado civil, la profesión..., pero, en muchos casos, sería más pertinente hacer una lista de libros [...]. Una biblioteca es una biografía escrita con las palabras de otros, hecha de la acumulación y el orden de los diferentes libros que alguien ha leído durante su vida, un puzle textual que permite reconstruir la vida del lectore. Además, y aunque eso pueda resultar paradójico o pueda enfadar a aquellos que se dedican profesionalmente a la escritura, al mismo tiempo que alegrar a los libreros, para constituir una biblioteca como biografía, a los libros leídos habría que añadir los libros que poseemos sin haberlos leído, aquellos que reposan en las estanterías o esperan sobre las mesas sin haber sido nunca abiertos y recorridos con la mirada, ni total ni parcialmente. En una biografía, los libros no leídos son un indicador de anhelos frustrados, deseos pasajeros, amistades rotas, vocaciones no realizadas, depresiones secretas que se disimulan bajo la apariencia de la sobrecarga de trabajo o la falta de tiempo, son, a veces, máscaras que le false lectore lleva para emitir señales literarias, buscando suscitar la simpatía o la complicidad de otres lectores. Otras veces, como en una página de Instagram, solo cuenta la portada, el nombre del autor o incluso el título. Otras, los libros todavía no leídos son una reserva de futuro, trozos de tiempo contenido, indican una dirección que la vida podría tomar en cualquier momento. Hecha de ese cúmulo de palabras leídas, recordadas, olvidadas y no leídas, una biblioteca es una prótesis textual del lectore, un cuerpo de ficción externalizado y público.
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Paul B. Preciado (Dysphoria Mundi)