Olvidar Todo Quotes

We've searched our database for all the quotes and captions related to Olvidar Todo. Here they are! All 100 of them:

¿Por qué era tan difícil olvidar un amor que ni siquiera llegó a ser real, a existir? Quizá porque para mi corazón… simplemente fue.
Alice Kellen (Todo lo que nunca fuimos (Deja que ocurra, #1))
Así fue como supe que hay corazones que se rompen poco a poco, en noches eternas que olvidar, en años siendo invisible, en días imaginando un imposible.
Alice Kellen (Todo lo que nunca fuimos (Deja que ocurra, #1))
No existe futuro sin pasado. Olvidar no es superarlo. Olvidar es de cobardes.
Alice Kellen (Todo lo que somos juntos (Deja que ocurra, #2))
El olvido es una especie de animal pequeñísimo que te va royendo lentamente los recuerdos hasta que desaparecen. Hoy, por eso me fijo mucho más en todo, para no olvidar absolutamente nada.
Benito Taibo (Persona normal)
Podré olvidar muchas experiencias de la vida, pero no las de la infancia. Siempre recuerdo aquel verso que dice: ¡Oh, infancia! ¡Oh, mi amiga! Y lo que importa en él es lo que no se dice. Nuestra infancia es ciertamente nuestra amiga, pero nosotros no fuimos amigos de nuestra infancia porque entonces no existíamos como somos ahora. Aquel ser desvalido que fuimos a veces nos conmueve porque nadie pudo comprenderlo del todo, salvo nosotros... que todavía no estábamos a su lado.
Silvina Ocampo
Incluso en estos tiempos de aprender a vivir sin esperarte, todos los días tengo recaídas y aunque quiera olvidar no se me olvida que no puedo olvidarte.
Joaquín Sabina
El cuerpo de uno de los míos. Para no olvidar que todos los cuerpos sin nombre son nuestros cuerpos perdidos.
Sara Uribe (Antígona González)
Todo el mundo tiene un pasado. Cosas que te apuñalan justo entre los ojos. Viejos rencores. Antiguas vergüenzas. Remordimientos que te roban el sueño y te mantienen despierto hasta que temes por tu propia cordura. Traiciones que hacen que tu alma grite tan fuerte que te preguntas porque nadie más lo oye. Al final, estamos absolutamente solos en ese infierno privado. Pero la vida no se trata de aprender a perdonar a los que te han herido u olvidar tu pasado. Trata sobre perdonarte a ti mismo por ser humano y cometer errores. Sí, las personas nos decepcionan todo el tiempo. Pero las lecciones más duras vienen cuando nos decepcionamos a nosotros mismo.
Sherrilyn Kenyon (Time Untime (Dark-Hunter, #21))
Todo lo que puedo hacer es esperar, dejar pasar los días. El tiempo no lo cura todo, esa es una mentira que se repiten los que están desesperados por olvidar, pero sí consigue poner en espera los sentimientos y las emociones. Apartas los recuerdos y los recluyes en una zona de tu mente a la que, con suerte, solo accedes en esas noches en las que te cuesta conciliar el sueño. Al final, logras vivir y seguir adelante aunque sepas que hay una parte de ti que malvive como puede. Haces balance y llegas a la conclusión de que eres más o menos feliz, y procuras no mirar atrás.
Victoria Vilchez (No me quieres, no te quiero (Quiéreme, #1))
Nunca me olvidare de cómo me sentí cuando tomo aliento, cuando le volvió el color a la piel rápidamente. Era como si el mundo entero se hubiera partido en dos, y todo lo que yo sentía que faltaba: el sentimiento, el colorido… Todo aquello me llegara con su primer aliento. La llame Blue para acordarme siempre de aquel momento, para no olvidarlo nunca.
Lauren Oliver (Pandemonium (Delirium, #2))
Un dia, mientras escribia una carta, Otoko abrio el diccionario para consultar el ideograma 'pensar'. Al repasar los restantes significados (añorar, ser incapaz de olvidar, estar triste) sintio que el corazon se le encogia. Tuvo miedo de tocar el diccionario... Aun ahi estaba Oki. Innumerables palabras se lo recordaban. Vincular todo lo que veia y oia con su amor equivalia a estar viva. La conciencia de su propio cuerpo era inseparable del recuerdo de aquel abrazo.
Yasunari Kawabata (Lo bello y lo triste)
Salí a la terraza y me maravillaron aquellas vistas. No me había percatado al subir tantas cuestas nos habíamos situado en una elevación privilegiada. A veces en la vida pasa lo mismo, la dificultad de la pendiente te hace olvidar que no paras de progresar y subir
Albert Espinosa (Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven)
A los dieciocho años tenía todo tan claro. Creía que era valiente porque había desafiado a su familia. Creía que era inteligente porque leía a los griegos, porque aprendía latín, porque citaba a Derrida. Incluso antes, mucho antes de los dieciocho, a los diez, a los doce años, tenía un plan: hablar de otra manera, vivir de otra manera, pensar de otra manera, romper todos los espejos de la casa hasta olvidar alegremente, definitivamente su rostro.
Alejandro Zambra (Poeta chileno)
Es importante elegir correctamente el instrumento de movilización de las masas. Este instrumento debe ser de índole moral, fundamentalmente, sin olvidar una correcta utilización del estímulo material, sobre todo de naturaleza social.
Ernesto Che Guevara (انسان و سوسیالیسم در کوبا)
Pero a Thomas ya no le importaba todo lo que hasta ese momento le había importado. En el momento que encontró a Ella descubrió que tenia alguien más en quien pensar, que su destino le había puesto a ella en el camino, y que le haría olvidar todo lo que hasta ese momento le preocupaba.
Isaias Rapan
Me refiero a que cuando te tengo a mi lado es fácil olvidar. -¿Olvidar qué? -Todo -respondió, y por un instante su voz dejó de sonar alegre-. Todo lo malo de mi vida. Quién soy.
Patrick Rothfuss (The Wise Man’s Fear (The Kingkiller Chronicle, #2))
Es triste olvidar a un amigo. No todos han tenido un amigo.
Antoine de Saint-Exupéry (El Principito)
Es muy triste olvidar a un amigo. Tener un amigo no es cosa de la que puede ufanarse todo el mundo.
Antoine de Saint-Exupéry (El Principito)
Y silba, vuelve a silbar. Y no detenerse. No detenerse. Todos, absolutamente todos, siguen adelante. Y antes o después lograrán olvidar algo. O a lo mejor no. Pero también en esta duda reside una gran belleza.
Federico Moccia (Scusa ma ti chiamo amore (Scusa ma ti chiamo amore, #1))
Nos pasamos la vida deseando cosas. Unas inútiles. Otras grandes. Otras imposibles. También queriendo olvidar otras muchas. Sin embargo, lo único que de verdad olvidamos es que solo tenemos una vida. Una sola, y dejamos que transcurra sin hacer nada salvo querer y desear, como si nuestro pensamiento fuese una varita mágica, capaz de solucionarlo todo mientras permanecemos de brazos cruzados. Y convertimos la vida en una maldita espera en la que no sucede nada, porque la mayoría de las cosas importantes hay que crearlas. No nacen de los anhelos, de los lamentos, de la autocompasión y, mucho menos, de la cobardía y la pasividad. La vida no nos debe nada. Nada. Así es como me he sentido todos esos años, a la espera y desesperando. Siempre frente a una puerta que solo cruzaba cuando me invitaban a entrar. Acercándome de puntillas, llamando sin hacer ruido. Sin entender que hay puertas que no queda más remedio que derribar por nosotros mismos, que atravesar sin pedir permiso. Sin anunciarte. No basta con desear cambiar las cosas. Tienes que moverlas, darles la vuelta y transformarlas en lo que tú quieres que sean. Asumir que, hagas lo que hagas, el mundo sigue girando. No es un carrusel del que puedas subir y bajar a tu antojo, pero sí puedes elegir qué caballito quieres montar. ¿Y sabes qué? Todo parece cambiar cuando tú cambias. Esa es la verdad. Y una vez que comienzas ese tránsito, no te detienes hasta definir quién eres. Hasta aceptar tus contradicciones. Tus miedos. Tus deseos.
Maria Martinez (Cuando no queden más estrellas que contar)
Me has hecho entender que es diferente ver que mirar, oír que escuchar, reír que ser feliz, perder que olvidar, atreverse que ser valiente, existir que ser. Y he comprendido que soy el resultado de todo lo que me ha sucedido, lo ganado y lo perdido, pero también de las cosas que no he vivido. Así que no puedo saber quién seré mañana, pasado o dentro de un año. Pero tengo el presentimiento de que, sea lo que sea que decida hacer, lo haré apasionadamente. He decidido que, si voy a llorar, lloraré hasta desahogarme; si río, que sea hasta que me duela la tripa; y si amo, pienso hacerlo apostándolo todo a un número y con el corazón abierto. Somos tiempo. Huesos, carne y tiempo. Y todo lo demás es solo el atrezo de esta obra de teatro llamada vida.
Alice Kellen (El mapa de los anhelos)
Y luego se besaron. Algo exploto dentro de su pecho, haciéndolo olvidar la tensión, la confusión y el miedo, borrando el dolor de unos segundos antes. Por un momento sintió que ya nada le preocupaba. Que a partir de ese momento todo estaría bien.
James Dashner (The Scorch Trials (The Maze Runner, #2))
Usted tiene todas las condiciones para concurrir a mi felicidad, pero yo tengo muy pocas para concurrir a la suya. Y no crea que me estoy mandando la parte. En otra posición (quiero decir, más bien, en otras edades) lo más correcto sería que yo le ofreciese un noviazgo serio, muy serio, quizá demasiado serio, con una clara perspectiva de casamiento al alcance de la mano. Pero si yo ahora le ofreciese algo semejante, calculo que sería muy egoísta, porque sólo pensaría en mí, y lo que yo más quiero ahora no es pensar en mí sino pensar en usted. Yo no puedo olvidar usted tampoco que dentro de diez años yo tendré sesenta. Escasamente un viejo, podrá decir un optimista o un adulón, pero el adverbio importa muy poco. Quiero que quede a salvo mi honestidad al decirle que ni ahora ni dentro de unos meses, podré juntar fuerzas como para hablar de matrimonio. Pero siempre hay un pero ¿de qué hablar entonces? Yo sé que, por más que usted entienda esto, es difícil, sin embargo, que admita otro planteo. Porque es evidente que existe otro planteo. En ese otro planteo hay cabida para el amor, pero no la hay en cambio para el matrimonio. Levantó los ojos, pero no interrogaba. Es probable que sólo haya querido ver mi cara al decir eso. Pero, a esta altura, yo ya estaba decidido a no detenerme. A ese otro planteo, la imaginación popular, que suele ser pobre en denominaciones, lo llama una Aventura o un Programa, y es bastante lógico que usted se asuste un poco. A decir verdad, yo también estoy asustado, nada más que porque tengo miedo de que usted crea que le estoy proponiendo una aventura. Tal vez no me apartaría ni un milímetro de mi centro de sinceridad, si le dijera que lo que estoy buscando denodadamente es un acuerdo, una especie de convenio entre mi amor y su libertad. Ya sé, ya sé. Usted está pensando que la realidad es precisamente la inversa; que lo que yo estoy buscando es justamente su amor y mi libertad. Tiene todo el derecho de pensarlo, pero reconozca que a mi vez tengo todo el derecho de jugármelo todo a una sola carta. Y esa sola carta es la confianza que usted pueda tener en mí.
Mario Benedetti (La tregua)
Martín piensa que es imposible olvidar los lugares en los que se ha sido feliz; quizá porque somos animales y buscamos una madriguera propia para guarecernos del dolor y de los problemas o, sencillamente, porque es más fácil idealizar todo aquello que envuelve el amor: una ciudad, unos ojos, una época, una canción, un aroma...
Alice Kellen (La teoría de los archipiélagos)
Los amores platónicos son así, se quedan contigo para siempre. Pasan los años y, mientras olvidas besos y caricias de rostros borrosos, puedes seguir recordando una sonrisa de ese chico que fue tan especial para ti. A veces pensaba que lo sentía de esa manera por eso, por ser platónico, por no llegar nunca a suceder, como una pregunta que permanece flotando en el aire: «¿Cómo serían sus besos?». Años atrás, antes de quedarme dormida solía imaginármelos. En mi cabeza, los besos de Axel eran cálidos, envolventes, intensos. Como él. Como cada uno de sus gestos, su forma sigilosa de moverse, la mirada inquieta y llena de palabras no dichas, el rostro sereno de líneas marcadas… ¿Por qué era tan difícil olvidar un amor que ni siquiera llegó a ser real, a existir? Quizá porque para mi corazón… simplemente fue" - Leah
Alice Kellen (Todo lo que nunca fuimos (Deja que ocurra, #1))
¿A ti no te parece triste que a veces dejemos de tener contacto con personas que en algún instante llegaron a significarlo todo? Es extraño. Ya sé eso que se dice de que «la vida da muchas vueltas» y «la gente va y viene», pero quizá no deberíamos verlo con tanta normalidad. Porque a mí me asusta que el ser humano sea capaz de olvidar tan rápido.
Alice Kellen (Nosotros en la luna (Planeta) (Spanish Edition))
Afuera el frío es desgarrador, pero en el interior puede olvidarlo. Olvidar el frío... olvidar la nieve. Olvidarlo todo, tal vez. No, no todo. El hielo ya es parte de ella.
Sofía Aguerre (Hilando historias)
El hombre ha nacido para la sociedad, por poco vinculado que se sienta al mundo, jamás lo puede olvidar del todo, ni soporta ser olvidado enteramente por el
Mattew Lewis
Hasta el día de hoy, tenemos dos estrellas de mar en nuestra casa para no olvidar que es realmente importante hacer todo lo que podamos».
John C. Maxwell (Cambie su mundo: Todos pueden marcar una diferencia sin importar dónde estén (Spanish Edition))
Es triste olvidar a un amigo. No todos han tenido un amigo.
Antonie Saint - Exupery (El principito (Spanish Edition))
el progreso de todo Movimiento trascendental en el mundo se ha debido, generalmente, más a grandes oradores que a grandes escritores.
Adolf Hitler (Mein Kampf (Mi Lucha): Para no olvidar)
Quiera yo, al entrar en este lugar, comprender mi transitoriedad y olvidar mi apego a todo aquello que amo.
Christopher Paolini (Eragon (Inheritance, #1))
En mi opinión, un marido inteligente debe olvidar a todos los hombres que le dan recuerdos para su mujer.
Orhan Pamuk (The Black Book)
Tuvo bastante buen sentido, para olvidar muy pronto todo lo que en el colegio había aprendido, pero como no intentó siquiera rellenar el vacío, acabó por no saber nada.
Stendhal (Rojo y Negro)
Demasiados recuerdos, demasiadas cosas que olvidar, borrar todo eso constitiye un duro trabajo, habrá que vivir muchos momentos hermosos para reemplazar los anteriores
Frédéric Beigbeder (L'amour dure trois ans (Marc Marronnier, #3))
Nuestro mundo fabrica escombros en vez de ruinas, y en cuanto puede mete un bulldozer y lo hace desaparecer todo, dispuesto a olvidar.
Arturo Pérez-Reverte (El pintor de batallas)
Fue la primera fractura en los pilares que sostenían la majestuosidad con la que yo veía a mi padre; fue la primera vez que perdía la confianza en mi padre, y que en verdad todo hombre debe perder algún día para lograr ser él mismo. Estos sucesos, aunque nadie se da cuenta de ello, son los que determinan nuestro futuro. La ruptura puede curarse y volverse a unir, es más, hasta se puede llegar a olvidar.
Hermann Hesse (Demian / Siddharta / El lobo estepario)
Es triste olvidar a un amigo. Todo el mundo debería recordar a un amigo, si uno se olvida de ellos se corre el riesgo de volverse como las personas mayores que sólo se interesan por las cifras y los números.
Antoine de Saint-Exupéry (El Principito (Spanish Edition))
Nadie debería olvidar a sus padres, es una de las cosas más tristes que te pueden suceder en esta vida. Todos deberíamos recordar la sonrisa de una madre o la mirada orgullosa de un padre hasta el fin de nuestros días, porque esa memoria es parte fundamental de nuestra dignidad. Cuando nos sentimos mezquinos, nos recuerda que un día fuimos inocentes; cuando sólo queda el odio, nos dice que también hemos sido dignos de amor.
David B. Gil (El guerrero a la sombra del cerezo)
La confianza es un camino de dos direcciones... Todas las fortunas tienen sus límites. Hay cosas más importantes en la vida que un trozo de cristal. Las palabras, por dulces que fueran, no suavizaban la pérdida. El pasado es como un mal sueño. No se llega a olvidar del todo, pero con el tiempo pierde intensidad. las cosas no te consuelan cuando tienes miedo, ni te escuchan cuando necesitas hablar con alguien. Las cosas nunca me han hecho feliz.
Mary Burton (The Perfect Wife (Harlequin Historical, No. 614))
Porque aquellos tesoros y todo cuanto él coleccionaba en su atractiva casa, servíanle como medios para olvidar, como recursos para evadirse por una temporada del temor que le parecía a veces demasiado grande para ser soportado.
Oscar Wilde (The Picture of Dorian Gray)
Nadie es completamente bueno o malo. Lo sé, por supuesto. Tuve que comprenderlo a una edad muy temprana. Pero a veces es fácil de olvidar lo cierto que es. Eso se aplica a todos. (...) Esa es Evelyn Hugo. Alguien que está entre dos extremos.
Taylor Jenkins Reid (The Seven Husbands of Evelyn Hugo)
En términos generales, tres son los grupos en que se podría dividir el público lector de periódicos: 1°. Los crédulos, que admiten todo lo que leen. 2°. Aquellos que ya no creen nada. 3°. Los espíritus críticos, que analizan lo leído y saben juzgar.
Adolf Hitler (Mein Kampf (Mi Lucha): Para no olvidar)
Durante unos segundos Lórim llega a sentirse Uno con el Fuego y comprende, aunque luego se le vaya a olvidar como si despertara de un sueño, La Verdad: que el Fuego destruye pero que en el calor y la energía está la semilla de todo lo que puede comenzar de nuevo.
Costa Alcalá (Ellos y nosotros (La segunda revolución, #2))
[...]otra arremetida de «Heil Hitler!». ¿Sabes? Lo cierto es que me sorprendería que alguien no perdiera un ojo o se hiciera daño en una mano o en una muñeca en medio de ese jaleo. Bastaba con quedarse mirando hacia el lugar equivocado en el peor momento o estar demasiado pegado a otra persona. Tal vez sí que hubo heridos. Por lo que a mí respecta, lo único que puedo decir es que nadie murió por estar allí, al menos físicamente. Es evidente que no podemos olvidar los cuarenta millones de personas que recogí cuando todo hubo acabado, pero esto se está poniendo metafórico.
Markus Zusak (The Book Thief)
Todo estaba bien. Papá había vuelto, mamá lo amaba. No había nada de malo, y no todo lo que Tony le mostraba sucedía siempre. Sin embargo, el miedo se había instalado en su corazón, profundo y terrible, y no podía olvidar esa palabra indescifrable que había visto en el espejo de su espíritu.
Stephen King (The Shining (The Shining, #1))
Todos tenemos historias que van marcando las decisiones de nuestras vidas. Desde niños percibimos por medio de la intuición más de lo que nuestra mente comprende, y el alma va arrullando experiencias imposibles de olvidar. Siempre escuché que la realidad supera a la ficción y fui testigo fiel de la verdad de esa afirmación.
Sandra D. Broemser (Palabra y omisión: Historia de mujeres)
El mayor de todos los males es el poder_ contestó el sumo pontífice_, y es nuestro deber borrar cualquier deseo de poder de los corazones y las almas de los hombres. Ésa es la mision de la Iglesia, pues es la lucha por el poder lo que hace que los hombres se enfrentan unos a otros. Ahí radica el mal de nuestro mundo; siempre será un mundo injusto, siempre será un mundo cruel para los menos afortunados. Quién sabe,,, Es posible que dentro de quinientos años los hombres dejen de matarse entre sí. Feliz día será aquel en el que ocurra. Pero el poder forma parte de la misma naturaleza del hombre. Igual que forma parte de la naturaleza de la sociedad que, para mantener unidos a sus súbditos, por el bien de su Dios y d su nación, un rey tenga que mandar ahorcar a quienes no obedezcan su ley. ¿Pues cómo, si no, podría doblegar la voluntad de su súbditos? Además, no debemos olvidar que la naturaleza humana es tan insondable como el mundo que nos acoge y que no todos los demonios temen el agua bendita.
Mario Puzo (The Family)
Con todo, no puedo olvidar mis viejas y oscuras dudas de siempre. ¿Debo consagrar mis energías y mi tiempo a un propósito tan inútil? ¿Debo ir acarreando, uno tras otro, pesados cubos de agua a un lugar embarrado tras una larga lluvia? ¿No debería dejarme de esfuerzos inútiles y abandonarme, simplemente, a la corriente? ¿colisión? ¿y esto qué es?
Haruki Murakami (Sputnik Sweetheart)
Olvidar supondría una bendición. Después de todo, ¿qué había que recordar?. Alguien a quien nunca podría haber tenido. Amigos muertos o perdidos. Un padre que no la quería. La taza se inclinó. El agua se deslizó sobre su lengua, fresca y deliciosa. Olvidó el dolor, olvidó dónde estaba, olvidó quién había sido, olvidó que una vez le había dado miedo olvidar.
Marie Rutkoski (The Winner's Kiss (The Winner's Trilogy, #3))
Después de mi muerte un día El mundo será pequeño a las gentes Plantarán continentes sobre los mares Se harán islas en el cielo Habrá un gran puente de metal en torno de la tierra Como los anillos construidos en Saturno Habrá ciudades grandes como un país Gigantescas ciudades del porvenir En donde el hombre-hormiga será una cifra Un número que se mueve y sufre y baila (Un poco de amor a veces como un arpa que hace olvidar la vida) Jardines de tomates y repollos Los parques públicos plantados de árboles frutales No hay carne que comer el planeta es estrecho Y las máquinas mataron el último animal Arboles frutales en todos los caminos Lo aprovechable sólo lo aprovechable Ah la hermosa vida que preparan las fábricas.
Vicente Huidobro (Altazor)
Su corazón recibió las enseñas que más necesitaba: la paciencia, que aprendió mediante lecciones tan dulces que era imposible no las asimilara; la caridad por todos, que un alma buena es siempre capaz de perdonar y olvidar cualquier afrenta; la lealtad hacia el deber, que hace más llevadera la tarea más dura y la fe sincera, que no conoce el miedo y confía sin albergar dudas.
Louisa May Alcott (Mujercitas)
Su corazón recibió las enseñas que más necesitaba: la paciencia, que aprendió mediante lecciones tan dulces que era imposible no las asimilara; la caridad por todos, que un alma buena es siempre capaz de perdonar y olvidar cualquier afrenta; la lealtad hacia el deber, que hace más llevadera la tarea más dura, y la fe sincera, que no conoce el miedo y confía sin albergar dudas.
Louisa May Alcott
Si aprendes a soportar el dolor, eres capaz de sobrevivir a todo. Algunas personas aprenden a aceptarlo... a amarlo. Algunos lo soportan ahogándolo en tristeza o se fuerzan a sí mismos a olvidar. Otros lo transforman en ira. Ansel, en cambio, dejó que su dolor se tornará odio, y que la consumiera hasta convertirla en alguien distinto; una persona que sin duda jamás deseó llegar a ser.
Sarah J. Maas (The Assassin and the Desert (Throne of Glass, #0.3))
¿Cómo habríamos de olvidar esos antiguos mitos que están en el comienzo de todos los pueblos, los mitos de los dragones que, en el momento supremo, se transforman en princesas? Quizás todos los dragones de nuestra vida son princesas que esperan sólo eso, vernos una vez hermosos y valientes. Quizás todo lo espantoso, en su más profunda base, es lo inerme, lo que quiere auxilio de nosotros.
Rainer Maria Rilke
—Las leyes deben ser justas, y su cumplimiento exigirse con firmeza. —Pitágoras se llevó una mano al pecho y la dejó allí apoyada—. De todos modos, no debemos olvidar que la mejor ley es la que está escrita en el corazón de las personas. En ninguna otra se depositará tanta voluntad para su cumplimiento. Por eso te digo, amigo Eshdek, educa a los niños y no tendrás que castigar a los adultos.
Marcos Chicot (La Hermandad (El asesinato de Pitágoras #2))
tres o cuatro reglas fundamentales: no beber alcohol si conduces, no llamar la atención en tu manera de vestir o comportarte cuando no estás en tu casa o en casa de algún amigo, mantener la educación en todo momento y huir de cualquier tipo de confrontación, especialmente si se trata de locales, que no hay que olvidar en ningún momento (y ellos te aseguro que no lo hacen) que este es su país.
Asunta López (Cartas desde Dubai)
En oposición a ese parlamentarismo democrático está la genuina democracia germánica de la libre elección del Führer, que se obliga a asumir toda la responsabilidad de sus actos. Una democracia tal no supone el voto de la mayoría para resolver cada cuestión en particular, sino llanamente la voluntad de uno solo, dispuesto a responder de sus decisiones con su propia vida y haciendo entrega de sus propios bienes. Si se hiciese la objeción de que bajo tales condiciones difícilmente podrá hallarse al hombre resuelto a sacrificarlo personalmente todo en pro de tan arriesgada empresa, habría que responder: "Gracias a Dios, el verdadero sentido de una democracia germánica radica justamente en el hecho de que no puede llegar al gobierno de sus conciudadanos por medios vedados cualquier indigno arribista o emboscado moral, sino que la magnitud
Adolf Hitler (Mein Kampf (Mi Lucha): Para no olvidar)
Las personas que me encontraba y las anécdotas que me ocurrían conduciendo por aquella carretera eran tan normales y corrientes como las que podía encontrar cualquier persona en cualquier calle. Ni tenían nada de especial ni tampoco vale la pena dejar constancia de ellas. Ahora bien, Buda dijo en una ocasión que «Dos personas tienen que vivir cien vidas para coincidir en un mismo barco; y tienen que vivir mil vidas para acabar convirtiéndose en marido y mujer». De manera que no podía olvidar así como así la mano que había dado, la sonrisa que había intercambiado, la conversación que había mantenido... No podía dejar marchar volando todo aquello, a merced del viento, como mi falda. Aprendí, incluso, a querer cada grano de arena del desierto. No puedo olvidar cada amanecer ni cada puesta de sol, y mucho menos puedo borrar los rostros de mis recuerdos.
Sanmao
Pero nunca debemos olvidar que una experiencia espiritual es sobre todo una experiencia práctica del Amor. Y en el amor no existen reglas. Podemos intentar guiarnos por un manual, controlar el corazón, tener una estrategia de comportamiento… Pero todo eso es una tontería. Quien decide es el corazón, y lo que él decide es lo que vale. Todos hemos experimentado eso en la vida. Todos, en algún momento, hemos dicho entre lágrimas: «Estoy sufriendo por un amor que no vale la pe-na.» Sufrimos porque descubrimos que damos más de lo que recibimos. Sufrimos porque nuestro amor no es reconocido. Sufrimos porque no conseguimos imponer nuestras reglas. Sufrimos impensadamente, porque en el amor está la semilla de nuestro crecimiento. Cuando más amamos, más cerca estamos de la experiencia espiritual. Los verdaderos iluminados, con las almas encendidas por el Amor, vencían todos los prejuicios de la época.
Paulo Coelho (By the River Piedra I Sat Down and Wept)
Nunca hubiera creído que ninguno de vosotros dos tuviera tanta imaginación. ¿O es que soy yo quien lo está imaginando? Lo mismo que estoy soñando que me encuentro en un árbol mojado en una noche de tormenta. Pero nunca tengo sueños, o quizá sea que los olvido. Y este es uno que sugiero que todos debemos olvidar. - Sería mejor que esto fuera un sueño, Verena. Porque una persona que no sueña es como una que no suda: conserva en sí gran cantidad de veneno.
Truman Capote (The Grass Harp)
De pronto sus ojos rompieron en lágrimas, y todo su cuerpo tembló estremecido por la rabia y la impotencia. Maldito mundo en el que el desvalido es objeto de burla y escarnio. Maldito mundo que se deleita en atormentar al sufriente. ¿Por qué se han dirigido a él, al que tiene el corazón agarrotado? ¿Por qué exigirle a él una obra, a él, cuya alma está paralizada y cuyos sentidos ya no tienen fuerzas para percibir? Dormir. Ahora solo dormir. Como un animal, apático. Olvidar y quizás dejar de existir.
Stefan Zweig (Momentos estelares de la humanidad (Opera Magna) (Spanish Edition))
Si alguna facultad de nuestra naturaleza puede considerarse más sorprendente que las demás, creo que es la memoria. Los poderes, los fallos, las desigualdades de la memoria parecen más manifiestamente incomprensibles que los de ninguna otra de nuestras inteligencias. La memoria es unas veces retenedora, servicial, obediente; otras, aturrullada y endeble, otras… ¡incontrolable y tiránica! Por supuesto, somos un milagro en todos los sentidos… Pero el poder de recordar y olvidar parece un misterio especialmente inalcanzable.
Jane Austen (Mansfield Park)
«que vivo adentro de tu pensamiento y así te voy a acompañar siempre, nunca vas a estar solo», claro que sí, eso es lo que nunca me tengo que olvidar, si los dos pensamos igual vamos a estar juntos, aunque no te pueda ver, «eso es», entonces cuando me despierte en la isla te vas a ir conmigo, «¿no querés quedarte para siempre en un lugar tan lindo?», no, ya está bien así, basta de descanso, una vez que me coma todo y después de dormir ya voy a estar fuerte otra vez, que me esperan mis compañeros para empezar la lucha de siempre,
Manuel Puig (El beso de la mujer araña)
La muerte era de una naturaleza piadosa, significativa y tristemente bella, es decir, espiritual; pero, al mismo tiempo, también poseía una segunda naturaleza, casi contraria, muy física y material que, desde luego, no se podía considerar bella, ni significativa, ni piadosa, ni siquiera triste. La naturaleza solemne y espiritual se expresaba en la suntuosa mortaja y ataúd del difunto, las magníficas flores y las palmas que, como se sabe, significan la paz celestial (...) Todas aquellas disposiciones claramente hallaban su sentido y su buen fin en la idea de que el abuelo había adoptado su forma definitiva y verdadera para siempre. Pero además, como muy bien captó el pequeño Hans Castorp, aunque no quiso reconocerlo, todo aquello, y especialmente a su vez, la enorme cantidad de flores (y, entre éstas, en particular de nardos) tenía otro sentido y otro fin más prosaico: mitigar ese otro aspecto de la muete que no es ni bello ni realmente triste, sino más bien casi indecente, bajo, indignamente físico; hacer olvidar o impedir tomar conciencia de la muerte (pp.43-44)
Thomas Mann
¿Y quién podría hacerlo? Preocuparse por las vidas de todos menos de la propia. Entregarse, ser olvidada por los otros y agradecer. Yo no iba a agradecer, con diecisiete años decidí que debía preocuparme por mí. Pensaba que podía abandonar a mi familia, abandonar a quien fuera necesario, arrancar para siempre y deshacerme de las consecuencias. Tenía la esperanza de poder olvidar. Ansiaba la libertad de una heroína, una vida propia, feliz. En esa época me erguía ridículamente frente al mundo, creyendo que podría vencerlo y salir ilesa.
Paulina Flores (Qué vergüenza)
Olvidamos todo al final. No recuerdo la primera vez que respiré, pero sí cuando estuve a punto de dejar de hacerlo. No recuerdo a la última persona a la que mentí ni a la última que le dije un atisbo de verdad. No recuerdo los sueños esperanzadores ni las pesadillas desoladoras. No recuerdo las veces que he llorado y mucho menos las que he reído. No recuerdo cuándo las cosas perdieron el sentido ni si alguna vez lo tuvieron. No recuerdo nada de lo que ocurrió después del verano de 2008. Solo hay algo que nunca podré olvidar: Hollow Hallows, el lugar que desapareció. Ahora, nadie sabe nada de esa isla condenada. Yo sí y esta es su historia
Carlos J. Eguren (Hollow Hallows)
Quando as coisas ao nosso redor perdem o sentido, é mais fácil atribuí-lo a absurdos. Foi o que acabei compreendendo. O problema de justificar insanidades é que nelas sempre encontramos o prazer mais sombrio de nossos primórdios esquecidos, aquele tempo em que não era permitido se iludir, em que não se devia olvidar por um instante sequer do que éramos: que éramos animais selvagens, violentos e traiçoeiros. Ainda somos, todos. Infelizmente, menos sob o véu da razão, que poderia melhor entender a natureza da criatura e mantê-la acorrentada, do que debaixo desse moralismo hipócrita e cínico da civilidade cotidiana. Sim, eu entendi. No final.
Camilo Gomes Jr. (Sombra)
—Recuerda todo lo que has visto en tu vida. Los olores, los sonidos, las luces y las sombras de todo lo que alguna vez tocaste. Recuerda los paisajes que has visitado. Recuerda todo eso, hija, porque ya forman parte de tu pasado. Nunca debes olvidar que vienes de aquí, de este planeta maravilloso. Que fuiste criada con amor bajo un techo azul y diste tus primeros pasos en el verde. No olvides que tus alimentos fueron frutas que cayeron de los árboles y vegetales que crecieron en nuestros suelos —el ascensor se detuvo—. Recuerda el calor del sol en tu frente y el sonido de las cigarras por la noche. Recuerda a la tierra de los insectos y animales más maravillosos que puedas ver jamás. —Papá hizo una pausa. —Tan solo recuerda todo esto.
TOMAS ANDREI
–Todos soñamos con volver. Es difícil de explicar. Yo no volvería ni loco. Pero sueño con volver –hice una pausa–. Ustedes también. –¿Nosotros? –Los que nunca estuvieron. ¿Para qué nos buscan, si no? Nos buscan y nos tienen miedo. Suponen que sabemos algo, que no les queremos decir, y que ustedes no quieren saber; nos envidian porque conocemos el camino y temen que se los revelemos. Dejamos un espacio preciso cuando nos fuimos, pero allá cambiamos de forma, y al volver ya no encajábamos, por más vueltas que nos dieran, en el rompecabezas; volvimos diez mil iluminados, locos, profetas malditos, y ahí andamos, sueltos por las cuatro puntas del país, hablando un idioma que nadie entiende, haciendo como que trabajamos, jugamos al fútbol, cogemos, pero nunca del todo, en algún lugar sabiendo siempre que algo nuestro valioso e indefinible quedó enterrado allá. En sueños, al menos, todos volvemos a buscarlo. ¿Entendés? No es el criminal el que vuelve al lugar del crimen. Es la víctima, bajo la tiránica esperanza de cambiar ese resultado injusto que la dañó. Andá a preguntarle a los ingleses. ¿Cuántos te crees que quieren volver? Somos nosotros, los perdedores, los triturados, los que gritamos “volveremos volveremos” cada vez que hay alguien que quiera escuchar. ¿Qué puede interesarle la revancha al ganador? El infierno nos marcó de tal manera que creemos que volviendo lo haremos paraíso, y a la noche nos despertamos llamando papá a los demonios que nos clavaban arpones riendo. ¿Sabés por qué todavía, diez años después, seguimos disfrazándonos de esta manera, reuniéndonos para organizar expediciones imposibles, reconstruyendo hasta el segundo cada uno de aquellos días que lo mejor sería olvidar? Estamos infectados, entendés, las llevamos en la sangre y nos morimos de a poco, como los chagásicos. ¿No las viste, que son iguales a pólipos? Cada año que pasa, se extienden un poco más, como esas manchas en la pared. Trauma de guerra, trauma de guerra, no es tan fácil. Estamos enamorados hasta la médula, y las odiamos. Fetichistas, adoramos una foto, una silueta, una bota vieja. No es verdad que hubo sobrevivientes. En el corazón de cada uno hay dos pedazos arrancados, y cada mordisco tiene la forma exacta de Las Islas. Tratamos de llenarlos con las cosas de acá, pero es como taparlos con estopa. ¿Sabés cuántos de nosotros nos suicidamos por ese amor?
Carlos Gamerro (Las islas)
Recordar lo que para mí han sido los primero libros me exige olvidar desde el principio todo lo que sé de libros. Ciertamente toda mi actual sabiduría se basa en la disposición con la que ya entonces me enfrentaba al libro. Pero así como en el día de hoy tema y contenido, objeto y materia, se enfrentan al libro como algo exterior, entonces se encontraba todo fundido en él, no era algo independiente de él. El mundo abierto en el libro y el libro mismo no podían separarse bajo ningún concepto: formaban un todo perfecto. De esta forma, junto al libro, también podían cogerse con la mano su contenido, su mundo, como si tuvieran asas. Y este mundo, el contenido, glorificaban a su vez al libro en todas sus partes: palpitando en él, iluminado desde él. Y no sólo anidaban en la portada o en los grabados. Su casa estaba también en los títulos de los capítulos, en las letras especiales con que empezaban, en los puntos y aparte, en las columnas, etc. Los libros no se leían sin más, no; se vivían, se moraba entre sus líneas...
Walter Benjamin
Se preguntó con desconsuelo en qué mundo estaban viviendo. Un mundo donde la gente joven intentaba quitarse la vida de algún modo. Decidió que en ese momento estaban sumergidos en una época que se podría llamar el tiempo de los fracasos. Las ilusiones que se habían forjado resultaron ser menos sólidas de lo esperado. Creían edificar una casa y lo que hacían en realidad era erigir un monumento sobre algo ya pasado y casi olvidado. Suecia se derrumbaba alrededor de él, como un sistema político de estantes gigantescos que se viniera abajo. Nadie sabía quiénes serían los carpinteros que estaban en el recibidor esperando entrar para colocar las nuevas estanterías. Tampoco sabía nadie cómo serían éstas. Todo era muy confuso, aparte de que era verano y hacía calor. La gente joven se suicidaba, o al menos intentaba hacerlo. La gente vivía para olvidar, no para recordar. Las viviendas eran escondites más que hogares acogedores. Y los policías estaban callados esperando el momento en el que vigilasen sus celdas de arresto unos hombres con otros uniformes, los hombres de las empresas privadas de seguridad.
Henning Mankell (Sidetracked (Kurt Wallander, #5))
(...) Lo que este tipo de autores pretende es un capitalismo funcionante, pletórico, en su mejor momento, acumulando a todo gas, sometiendo a nuevos sectores y quehaceres humanos bajo su férula y destruyéndolo todo, desde la naturaleza hasta la condición humana misma, sin olvidar el bien más preciado, la libertad (de conciencia, política y civil). Con él logran un máximo de consumo. Por el contrario, el capitalismo declinante, en crisis y decreciente, les indigna y subleva. Ese es su "anticapitalismo": constituir un orden neo-burgués tan perfeccionado que jamás conozca la crisis, que nunca deje de proporcionar a sus neo-esclavos más y más recursos consumibles, más y más goces del tubo digestivo, más y más barbarie hedonista, más renuncia a ser lo que son, o deberían ser y les gustaría ser, humanos. No es ocioso recordar que una revolución anticapitalista y antiestatal es necesaria también para poner fin a la sociedad de consumo, para reducir de manera drástica el derroche ilimitado, nihilismo consumista y destructividad patológica del actual orden económico y sistema de dominación. Esta es una diferencia sustantiva con los "anticapitalistas" pro-consumo, que se proponen construir "otro" capitalismo que permita consumir aún más, si ello es posible. Con hiper-consumo o con escasez extrema, el capitalismo ha de ser desarticulado y eliminado al completo.
Félix Rodrigo Mora (El giro estatolátrico: Repudio experiencial del Estado de bienestar)
EL DESTINO, UN REGALO El talante con el que un hombre acepta su ineludible destino y todo el sufrimiento que le acompaña, la forma en que carga con su cruz, le ofrece una singular oportunidad incluso bajo las circunstancias más adversas para dotar a su vida de un sentido más profundo. Aun en esas situaciones se le permite conservar su valor, su dignidad, su generosidad. En cambio, si se zambulle en la amarga lucha por la supervivencia, es capaz de olvidar su humana dignidad y se comporta poco más allá a como lo haría un animal, igual que nos recuerda la psicología de los internados en un campo de concentración. En esa decisión personal reside la posibilidad de atesorar o despreciar la dignidad moral que cualquier situación difícil ofrece al hombre para su enriquecimiento interior. Y ello determina si es o no merecedor de sus sufrimientos. No piensen que estas consideraciones son ilusorias o muy alejadas de la vida real. Alcanzar metas tan excelsas está reservado a unas cuantas personas. En efecto, sólo unos pocos prisioneros conservaron esa fortaleza de la libertad y aprovecharon los atroces sufrimientos para una madurez interior. Ahora bien, aunque sólo se diese un caso bastaría para demostrar que la libertad interior puede elevar al hombre muy por encima de su destino adverso. Y este tipo de hombres no surge, además, únicamente en los campos de concentración. Cualquier hombre, en toda existencia, se verá cara a cara con su destino y siempre tendrá la oportunidad de conquistar algún valor por vía del sufrimiento, por vía de su propio sacrificio.
Viktor E. Frankl (El hombre en busca de sentido)
mantienen41 Así pues, un príncipe que tenga una ciudad así de reforzada y que no se haga odiar, no puede ser atacado, y si hubiera alguien que lo atacara, se tendría que replegar avergonzado, porque las cosas del mundo son tan cambiantes que es casi imposible que alguien con sus ejércitos pueda permanecer un año entero, ocioso, en un asedio. Y a quien replique que si el pueblo tiene sus posesiones fuera y las ve arder, no tendrá paciencia, que el largo asedio y la caridad para consigo mismo le harán olvidar al príncipe, le respondo que un príncipe prudente y animoso superará siempre todas esas dificultades, ora dando esperanzas a los súbditos de que el mal no será largo, ora atemorizándolos con la crueldad del enemigo, ora protegiéndose con destreza de los que le parezcan demasiado atrevidos. Además, lógicamente el enemigo incendiará y destruirá el país nada más llegar, cuando los ánimos de los hombres todavía están enardecidos y dispuestos a la defensa; y por eso mismo el príncipe no debe temer nada, porque después de algunos días, con los ánimos enfriados, el daño ya está hecho, son asumidos los males y ya no hay remedio. Y entonces es cuando más se une el pueblo a su príncipe, pareciéndole que éste le está más obligado al haber sido incendiadas sus casas y destruidas sus posesiones por defenderle a él. Es propio de la naturaleza de los hombres el contraer obligaciones tanto por los beneficios que se hacen como por los que se reciben. De aquí que, si se considera bien todo, no le será difícil a un príncipe prudente mantener firmes los ánimos de sus ciudadanos de principio a fin del asedio, siempre y cuando no les falten los medios de subsistencia y de defensa.
Niccolò Machiavelli (EL PRÍNCIPE (Clásicos del pensamiento nº 31) (Spanish Edition))
El axioma de la igualdad afirma que x siempre es igual a x; parte de la premisa de que si tienes un objeto conceptual llamado x, siempre debe ser equivalente a sí mismo, hay una singularidad en él y está en posesión de algo tan irreducible que debemos dar por hecho que es absoluta e inalterablemente equivalente a sí mismo todo el tiempo, que su elementalidad no se puede alterar. Sin embargo, es imposible demostrarlo. «Siempre», «absolutos», «nunca»; estos son los términos que, como los números, componen el mundo de las matemáticas. No a todo el mundo le gusta el axioma de la igualdad […], pero él apreciaba cuán elusivo era, cómo la belleza de la ecuación siempre se vería quebrantada por los intentos de demostrarla. Era la clase de axiomas que podía hacerte enloquecer o consumirte, que con facilidad podía absorber tu vida entera. Sin embargo, ahora sabe hasta qué punto es cierto el axioma, porque él ha experimentado la demostración consigo mismo, con su propia vida. Ahora comprende que la persona que fue siempre será la persona que es. Tal vez haya cambiado el contexto. Sí, ahora vive en ese piso, tiene un trabajo bien remunerado que le gusta, tiene padres y amigos a los que quiere. Tal vez sea respetado y, en el juzgado, incluso temido. Pero, en esencia, es la misma persona, una persona que inspira aversión, una persona que ha nacido para ser aborrecida. Y en ese microsegundo en el que se encuentra suspendido entre el éxtasis de volar y la expectativa del aterrizaje, que le consta que será terrible, sabe que x siempre será igual a x, con independencia de lo que haga, de los años que hayan transcurrido desde que dejó el monasterio y al hermano Luke, de todo el dinero que gane o del esfuerzo que haga por olvidar el pasado. Esto es lo último que piensa al caer sobre el hormigón y fracturarse el hombro. Por un instante el mundo le ha sido felizmente arrebatado: x = x, piensa, x = x, x = x.
Hanya Yanagihara (A Little Life)
Control de la mente. Vaya estupidez. Lo cierto era que todo el mundo tenía la mente controlada, y todo el mundo se congratulaba por ello. Los controladores de mente más poderosos del mundo eran los padres, y eran ellos los que causaban más daños. Los teóricos solían olvidar que nadie nacía convencional, neurótico o con prejuicios; estas cualidades requerían ayuda ajena. Naturalmente, los padres no tenían intención de causar daño a sus hijos; se limitaban a inculcarles actitudes que consideraban importantes y útiles para ellos. Los niños recién nacidos eran pequeños computadores en espera de ser programados. Podían aprender todo cuanto les fuera enseñado, desde mala ortografía a actitudes equivocadas. Como los computadores, no sabían discriminar; carecían de elementos para diferenciar las ideas buenas de las malas. La analogía era absolutamente exacta: mucha gente había comentado el infantilismo y la fidelidad literal de los computadores. Por ejemplo, si se ordenaba a un computador <>, el computadores respondería inmediatamente que no podía ponerse los calcetines por encima de los zapatos. Toda la programación importante había terminado a la edad de siete años. Las actitudes raciales, sexuales, éticas, religiosas, nacionales. El giróscopo estaba en marcha, y los niños ya podían empezar su progreso por los cauces señalados de antemano. Control de la mente. ¿Cómo llamar a algo tan sencillo como los convencionalismos sociales? ¿Estrecharse mutuamente las manos al saludarse? ¿No dar nunca la espalda en un ascensor? ¿Servir la comida por la izquierda? ¿Colocar la copa de vino a la derecha? Cientos de pequeños convencionalismos que la gente necesitaba para estereotipar las relaciones sociales; la supresión de una sola de ellas acarrearía una ansiedad insoportable. Las personas necesitaban el control de la mente. Les gustaba sujetarse a él. Sin él se sentían irremediablemente perdidas. Pero si un pequeño grupo de gente intentaba resolver el mayor problema del mundo en la actualidad –la violencia incontrolada-, de todas partes llegaban las exclamaciones: control de la mente, ¡control de la mente! ¿Qué era mejor, control o caos?
Michael Crichton (The Terminal Man)
Control de la mente. Vaya estupidez. Lo cierto era que todo el mundo tenía la mente controlada, y todo el mundo se congratulaba por ello. Los controladores de mente más poderosos del mundo eran los padres, y eran ellos los que causaban más daños. Los teóricos solían olvidar que nadie nacía convencional, neurótico o con prejuicios; estas cualidades requerían ayuda ajena. Naturalmente, los padres no tenían intención de causar daño a sus hijos; se limitaban a inculcarles actitudes que consideraban importantes y útiles para ellos. Los niños recién nacidos eran pequeños computadores en espera de ser programados. Podían aprender todo cuanto les fuera enseñado, desde mala ortografía a actitudes equivocadas. Como los computadores, no sabían discriminar; carecían de elementos para diferenciar las ideas buenas de las malas. La analogía era absolutamente exacta: mucha gente había comentado el infantilismo y la fidelidad literal de los computadores. Por ejemplo, si se ordenaba a un computador "Ponte los zapatos y los calcetines", el computadores respondería inmediatamente que no podía ponerse los calcetines por encima de los zapatos. Toda la programación importante había terminado a la edad de siete años. Las actitudes raciales, sexuales, éticas, religiosas, nacionales. El giróscopo estaba en marcha, y los niños ya podían empezar su progreso por los cauces señalados de antemano. Control de la mente. ¿Cómo llamar a algo tan sencillo como los convencionalismos sociales? ¿Estrecharse mutuamente las manos al saludarse? ¿No dar nunca la espalda en un ascensor? ¿Servir la comida por la izquierda? ¿Colocar la copa de vino a la derecha? Cientos de pequeños convencionalismos que la gente necesitaba para estereotipar las relaciones sociales; la supresión de una sola de ellas acarrearía una ansiedad insoportable. Las personas necesitaban el control de la mente. Les gustaba sujetarse a él. Sin él se sentían irremediablemente perdidas. Pero si un pequeño grupo de gente intentaba resolver el mayor problema del mundo en la actualidad –la violencia incontrolada-, de todas partes llegaban las exclamaciones: control de la mente, ¡control de la mente! ¿Qué era mejor, control o caos?
Michael Crichton (The Terminal Man)
Hay ciudades tan descabaladas, tan faltas de sustancia histórica, tan traídas y llevadas por gobernantes arbitrarios, tan caprichosamente edificadas en desiertos, tan parcamente pobladas por una continuidad aprehensible de familias, tan lejanas de un mar o de un río, tan ostentosas en el reparto de su menguada pobreza, tan favorecidas por un cielo espléndido que hace olvidar casi todos sus defectos, tan ingenuamente contentas de sí mismas al modo de las mozas quinceañeras, tan globalmente adquiridas para el prestigio de una dinastía, tan dotadas de tesoros -por otra parte- que puedan ser olvidados los no realizados a su tiempo, tan proyectadas sin pasión pero con concupiscencia hacia el futuro, tan desasidas de una auténtica nobleza, tan pobladas de un pueblo achulapado, tan heroicas en ocasiones sin que se sepa a ciencia cierta por qué sino de un modo elemental y físico como el del campesino joven que de un salto cruza el río, tan abigarradas de sí mismas aunque en verdad el licor de que están ahítas no tenga nada de embriagador, tan insospechadamente en otro tiempo prepotentes sobre capitales extranjeras dotadas de dos catedrales y de varias colegiatas y de varios palacios encantados -un palacio encantado al menos para cada siglo-, tan incapaces para hablar su idioma con la recta entonación llana que le dan los pueblos situados hacia el norte a doscientos kilómetros de ella, tan sorprendidas por la llegada de un oro que puede convertirse en piedra, pero que tal vez se convierta en carrozas y troncos de caballos con gualdrapas doradas sobre fondo negro, tan carentes de una auténtica judería, tan llenas de hombres serios cuando son importantes y simpáticos cuando no son importantes, tan vueltas de espaldas a toda naturaleza -por lo menos hasta que en otro sitio se inventaron el tren eléctrico y la telesilla-, tan agitadas por tribunales eclesiásticos con relajación al brazo secular, tan poco visitadas por individuos auténticos de la raza nórdica, tan abundante de torpes teólogos y faltas de excelentes místicos, tan llenas de tonadilleras y de autores de comedias de costumbres, de comedias de enredo, de comedias de capa y espada, de comedias de café, de comedias de punto de honor, de comedias de linda tapada, de comedias de bajo coturno, de comedias de salón francés, de comedias del café no de comedia dell'arte, tan abufaradas de autobuses de dos pisos que echan humo cuanto más negro mejor sobre aceras donde va la gente con gabardina los días de sol frío, que no tienen catedral.
Luis Martín-Santos (Tiempo de silencio)
Se sentía cansado. Más cansado de lo que se había sentido nunca, y solo deseaba poder olvidar y que todos le olvidaran.
Berta Tabor (La Pértiga del Funambulista)
ALAN: (…) Lo que realmente somos es la longitud total de nosotros mismos, nuestro entero tiempo, y cuando llegamos al fin de esta vida, todos esos seres, todo nuestro tiempo serán nosotros… el verdadero tú, el verdadero yo (…). KAY: (…) Olvidar que el tiempo no está devorando nuestras vidas… destrozando, arruinándolo todo… para siempre… ALAN: No, todo está muy bien, Kay. Te buscaré ese libro. (Va hacia la puerta, pero se vuelve). Sabes, me parece que gran parte de nuestra preocupación nace de que consideramos al tiempo como el devorador de nuestras vidas. Por eso nos precipitamos los unos sobre los otros, y nos lastimamos mutuamente. KAY: Como una escena de pánico en un barco que se hunde. ALAN: Sí, exactamente así. KAY (sonriéndole): Pero tú no haces esas cosas… ¡Tú eres tan bueno! ALAN: Pienso que es más fácil no hacerlas, una vez que se ha adoptado un punto de vista más ámplio. KAY: ¿Como si fueramos seres… inmortales? ALAN (sonriendo): Sí, y lanzados a una magnífica aventura.
J.B. Priestley
Busquemos puntos de convergencia en lugar de desunión, tratemos de entendernos en lugar de reprocharnos, de apoyar al otro en lugar de dejarlo en evidencia. Olvidar rencores, reproches y agravios para buscar besos, risas, complicidad y todo lo que nos une.
Patricia Ramírez (¿Por qué ellos sueñan con ser futbolistas y ellas princesas? (ESPASA HOY) (Spanish Edition))
Cuentan que… Un día, a comienzos del invierno, llega al correo una carta muy especial dirigida a Dios. El empleado que clasifica la correspondencia se sorprende y busca el remitente: "Pucho, casilla verde, calle sin nombre, Villa de Emergencia Sur, sin número." Intrigado, abre la carta y lee: Querido Dios: Nunca supe si era cierto que existías o no, pero si existes, esta carta va a llegar a ti de alguna manera. Te escribo porque tengo problemas. Estoy sin trabajo, me van a echar de la casucha donde vivo porque hace dos meses que no pago y hace mucho que mis cuatro hijos no comen un plato de comida caliente. Pero lo peor de todo es que mi hijo menor está con fiebre y debe tomar un antibiótico con urgencia. Me da vergüenza pedirte esto pero quiero rogarte que me mandes 100 pesos. Estoy tratando de conseguir un trabajo que me prometieron, pero no llega. Y como estoy desesperado y no sé qué hacer, te estoy mandando esta carta. Si me haces llegar el dinero, ten la seguridad de que nunca me voy a olvidar de ti y que les voy a enseñar a mis hijos que sigan tu camino. Pucho El empleado del correo termina de leer esto y siente una congoja tremenda, una ternura infinita, un dolor incomparable... Mete la mano en el bolsillo y ve que tiene 5 pesos. Es fin de mes. Calcula que necesita 80 centavos para volver a la casa. ..Y piensa: 4.20... ¡No sabe qué hacer! Entonces empieza a recorrer toda la oficina con la carta en la mano, pidiéndole a cada uno lo que quiera dar. Cada empleado, conmovido, pone todo lo que puede, que no es mucho porque estamos a fin de mes. Un peso, cincuenta centavos, tres pesos...
Anonymous
Saber y no saber, hallarse consciente de lo que es realmente verdad mientras se dicen mentiras cuidadosamente elaboradas, sostener simultáneamente dos opiniones sabiendo que son contradictorias y creer sin embargo en ambas; emplear la lógica contra la lógica, repudiar la moralidad mientras se recurre a ella, creer que la democracia es imposible y que el Partido es el guardián de la democracia; olvidar cuanto fuera necesario olvidar y, no obstante, recurrir a ello, volverlo a traer a la memoria en cuanto se necesitara y luego olvidarlo de nuevo, y, sobre todo, aplicar el mismo proceso al procedimiento mismo.
Anonymous
Con todo, conviene no olvidar, que la realización noble exige tres requisitos fundamentales a saber: primero, desear; segundo, saber desear; y tercero, merecer; o en otros términos, voluntad activa, trabajo persistente y merecimiento justo
Anonymous
La suerte es para los mediocres. Quienes saben a dónde van no necesitan suerte sino paciencia para prepararse, para esperar, para cultivar el espíritu, y sobre todo para no olvidar sus sueños.
Alfonso Baella Herrera (Yo Quiero Ser Presidente ¿Cómo usar internet para ganar una elección? La estrategia electrónica de Barack Obama)
Cuando vamos a la cama, es necesario olvidar las preocupaciones, dejar todo para el día de mañana y dedicarnos a descansar, nada más. Es necesario seguir el consejo del Señor Jesús: “bástale a cada día su propio afán”.
Jaime Antonio Marizán (Meditación en el silencio: El espacio entre dos pensamientos (Spanish Edition))
Porque memorizar no es acordarse de todo, sino saber lo que hay que olvidar, lo que hay que filtrar y lo que conviene dejar de lado.
Jorge Dezcallar (Valió la pena: Una vida entre diplomáticos y espías (HUELLAS) (Spanish Edition))
El Partido dijo que Oceanía nunca había sido aliada de Eurasia. Él, Wiston Smith, sabía que Oceanía había estado aliada con Eurasia cuatro años antes. Pero, ¿dónde constaba ese conocimiento? Sólo en su propia conciencia, la cual, en todo caso, iba a ser aniquilada muy pronto. Y si todos los demás aceptaban la mentira que impuso el Partido, si todos los testimonios decían lo mismo, entonces la mentira pasaba a la Historia y se convertía en verdad. "El que controla el pasado - decía el slogan del Partido - , controla también el futuro. El que controla el presente, controla el pasado. " Y, sin embargo, el pasado, alterable por su misma naturaleza, nunca había sido alterado. Todo lo que ahora era verdad, había sido verdad eternamente y lo seguiría siendo. Era muy sencillo. Lo único que se necesitaba era una interminable serie de victorias que cada persona debía lograr sobre su propia memoria. A esto le llamaban "control de la realidad". Pero en neolengua había una palabra especial para ello: doblepensar. - ¡Descansen! - ladró la instructora, cuya voz parecía ahora menos malhumorada. Wiston dejó caer los brazos de sus costados y volvió a llenar de aire sus pulmones. Su mente se deslizó por el laberíntico mundo del doblepensar. Saber y no saber, hallarse consciente de lo que es realmente verdad mientras se dicen mentiras cuidadosamente elaboradas., sostener simultáneamente dos opiniones sabiendo que son contradictorias y creer sin embargo en ambas; emplear la lógica contra la lógica, repudiar la moralidad mientras se recurre a ella, creer que la democracia es imposible y que el Partido es el guardián de la democracia; olvidar cuanto fuera necesario olvidar y, no obstante, recurrir a ello, volverlo a traer a la memoria en cuanto se necesitara y luego olvidarlo de nuevo; y, sobre todo, aplicar el mismo proceso al procedimiento mismo.
George Orwell (1984)
Quería a alguien que la hiciera olvidar todos los labios que había conocido.
Kate Perry (Perfecto Para Ti (Laurel Heights, #1))
Los ciegos no podemos olvidar nada porque no tenemos la oportunidad de volver a vivir. No es como la vista que olvida todo, pero que tiene la posibilidad de volver a ver las cosas y refrescar su recuerdo. Nosotros tenemos que grabar los detalles y conservarlos frescos en la imaginación por toda la vida
Fernando Ponce de León (Matías)
Somos un milagro en todos los aspectos, pero nuestra facultad de recordar y de olvidar me parece algo particularmente insondable.
Jane Austen
-[...] -[...] -Siempre existe un modo e obedecer.Esto es lo que los cerebros occidentales deberían comprender. -Quizás el cerebro nipón sea capaz de obligarse a sí mismo a olvidar un idioma. El cerebro occidental carece de ese recurso. [...] -Inténtelo de todos modos. O, por los menos, hago como que lo intenta. He recibido órdenes al respecto. ¿Me ha comprendido?
Amélie Nothomb (Stupeur et tremblements)
Pero yo, incluso mucho antes de haber tenido tiempo de meditar detenidamente, comprendí que no debíamos olvidar. SI todos nosotros olvidábamos, podía volver a ocurrir lo mismo al cabo de veinte, cincuenta o cien años
Simon Wiesenthal (The Murderers Among Us)
Difícil escribir te quiero con locura. Hasta la misma médula. ¿Que será de mis manos si le robas la magia sonora de tu cuerpo? Difícil. Muy difícil un poema de amor en estos tiempos. Resulta que tú estás. Feroz en tu evidencia. Resulta que yo estoy. Contrahecha. Acechante. Y resulta que estamos. La ley de gravedad no nos perdona. Difícil es decir te quiero en estos tiempos. Te quiero con urgencia. Quiero hacer un aparte. Sin dudas y sin trampas. Para decir te quiero. Así. Sencillamente. Y que tu amor me salva del aullido nocturno cuando loba demente la fiebre me arrebata. No quiero me duela la falta de ternura. Pero amor. Que difícil escribir que te quiero. Así. Entre tanto gris. Tanta concorva junta. Cómo puedo aspirar la transparencia. Retomar esta voz tan desgastada. Esta costumbre antigua para decir te quiero. Así. Sencillamente. Antiguamente. Digo. Si todo es tan difícil. Si duele tanto todo. Si un hombre. Y otro hombre. Destrozan los espacios donde el amor se guarda. Si no fuera difícil. Difícil y tremendo. Si no fuera imposible olvidar esta rabia. Mi reloj. Su tic-tac. La ruta hacia el cadalso. Mi sentencia ridícula con esta cuerda falsa. Si no fuera difícil. Difícil y tremendo. Plasmaria este verso con su cadencia cursi. Si fuera a´si de simple escribir que te quiero
María Elena Cruz Varela
No hay que olvidar que la inmensa mayoría de los crímenes colectivos fueron cometidos en nombre del bien, la justicia y la felicidad para todos. Las causas nobles no disculpan los actos innobles”.
Ceferino Reato (Los 70, la década que siempre vuelve: Toda la verdad sobre Perón, la guerrilla, la dictadura, los desaparecidos y las otras víctimas (Spanish Edition))
—Quiero olvidar. —Pero necesitas sentir para hacer eso. Necesitas reemplazar ese miedo con otra cosa. Por eso solías explorar la ciudad de noche —dijo, apartando mis manos de mi cara—. Pero no hay ciudad a la que puedas huir. Todo lo que tienes es a mí.
Jennifer L. Armentrout (A Kingdom of Flesh and Fire (Blood and Ash, #2))
Es muy importante no olvidar el tono de voz de alguien que uno no va a ver más.
Alejandro Hosne (Todo lo demás es mentira)
Se ha hecho poco hincapié en la curiosa y radical transformación que experimentan nuestros prohombres y «promujeres» de izquierda cuando viajan a Francia, como si se contagiaran o se curaran de una rara enfermedad, un verdadero «virus francés». Entonces olvidan todos sus apoyos a las reivindicaciones nacionalistas y regionalistas, se instalan contentos a vivir en París o en la campiña y se deshacen en halagos hacia el modelo francés, pasando por alto su carácter claramente centralista; el propio Picasso podría ser un buen ejemplo de ello. Sólo cuando están en España consideran fascista o de extrema derecha defender a la nación o sentir el himno nacional. Pasan la frontera, el aire les cambia y empiezan a entonar la Marsellesa, aunque no sea su himno; un pequeño detalle… sin importancia. Entonces no les importa incluso que dictadores como Napoleón también la hubieran cantado. Antes al contrario, muestran una extraordinaria habilidad en olvidar pasados errores de éstas y otras figuras del pasado, quedándose sólo con lo que interesa a la mayor grandeur de Francia. Vuelven a viajar al sur de los Pirineos y entonces se pasan los días dándose golpes de pecho sobre lo malos que son «los españolistas». África no empieza en los Pirineos pero ciertas contradicciones tal vez sí. Aquí, aliado del nacionalismo, amante de la diferencia y de los privilegios para los territorios más ricos (impuestos por cupo=privilegios por cupo), acomplejado de sentirse español, contrario a cualquier actividad de la policía que suene mínimamente a represora aunque sea contra terroristas, muy preocupado de los derechos de los delincuentes y poco de los de las víctimas, contrario a cualquier limitación de la inmigración, amante de la multiculturalidad y de la inmersión
Alberto Gil Ibáñez (La leyenda negra: Historia del odio a España (Spanish Edition))
Se ha hecho poco hincapié en la curiosa y radical transformación que experimentan nuestros prohombres y «promujeres» de izquierda cuando viajan a Francia, como si se contagiaran o se curaran de una rara enfermedad, un verdadero «virus francés». Entonces olvidan todos sus apoyos a las reivindicaciones nacionalistas y regionalistas, se instalan contentos a vivir en París o en la campiña y se deshacen en halagos hacia el modelo francés, pasando por alto su carácter claramente centralista; el propio Picasso podría ser un buen ejemplo de ello. Sólo cuando están en España consideran fascista o de extrema derecha defender a la nación o sentir el himno nacional. Pasan la frontera, el aire les cambia y empiezan a entonar la Marsellesa, aunque no sea su himno; un pequeño detalle… sin importancia. Entonces no les importa incluso que dictadores como Napoleón también la hubieran cantado. Antes al contrario, muestran una extraordinaria habilidad en olvidar pasados errores de éstas y otras figuras del pasado, quedándose sólo con lo que interesa a la mayor grandeur de Francia. Vuelven a viajar al sur de los Pirineos y entonces se pasan los días dándose golpes de pecho sobre lo malos que son «los españolistas».
Alberto Gil Ibáñez (La leyenda negra: Historia del odio a España (Spanish Edition))