O Silencio Quotes

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Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja. Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.
Julio Cortázar (Rayuela)
Antes o después las cosas que has dejado atrás te alcanzan. Y las cosas más estúpidas, cuando estás enamorado, las recuerdas como las más bonitas. Porque su simplicidad no tiene comparación. Y me dan ganas de gritar. En este silencio que hace daño.
Federico Moccia (Ho voglia di te)
Entre los dos se hizo silencio. Un silencio que es especial de los hospitales y que se deriva de la propia situación - uno el la cama, herido o enfermo, y el otro sano al lado - que en realidad lo explica todo. Las palabras se vuelven pequeñas, superficiales. Sólo se puede decir lo más importante.
John Ajvide Lindqvist
en algún lugar al que nunca he viajado, gozosamente más allá de cualquier experiencia, tus ojos tienen su silencio: en tu gesto más frágil hay cosas que me abarcan, o que no puedo tocar porque están demasiado cerca tu mirada más leve me abrirá fácilmente aunque me haya cerrado como dedos, siempre me abres pétalo tras pétalo como la Primavera abre (tocando hábilmente, misteriosamente) su primera rosa o si tu deseo fuera cerrarme, yo y mi vida nos cerraremos muy bellamente, súbitamente, como cuando el corazón de esta flor imagina la nieve cayendo cuidadosa por doquier; nada que hayamos de percibir en este mundo iguala la fuerza de tu intensa fragilidad: cuya textura me domina con el color de sus campos, trayendo muerte y eternidad con cada respiro (yo no sé qué hay en ti que puede cerrar y abrir; apenas algo en mí comprende que la voz de tus ojos es más profunda que todas las rosas) nadie, ni siquiera la lluvia, tiene manos tan pequeñas
E.E. Cummings
El buen compañerismo consiste muchas veces en callar, en respetar el laconismo del otro, en comprender que eso es lo que el otro necesita en esa precisa y oscura jornada, y entonces arroparlo con nuestro silencio, o dejar que él nos arrope con el suyo, pero, y este pero es fundamental, sin que ninguno de los dos lo pida ni lo exija, sino que el otro lo comprenda por sí mismo, en una espontánea solidaridad.
Mario Benedetti (Primavera con una esquina rota (Spanish Edition))
¿Que hay al otro lado de la vida?¿Es solo noche silenciosa y soledad? ¿Que queda cuando no hay deseos, recuerdos ni esperanzas? ¿Que hay en la muerte? Si pudiera permanecer inmovil, sin hablar ni pensar, sin suplicar, sin llorar, recordar o esperar, si pudiera sumergirme en el silencio mas completo, tal vez entonces pudiera oirte, hija.
Isabel Allende (Paula)
Cada cosa tiene un color. Cada emoción tiene un color. El silencio es blanco. De hecho, el blanco es un color que no soporto: no tiene límites. Pasar una noche en blanco, quedarse en blanco, levantar bandera blanca, dejar el papel en blanco, tener el pelo blanco... Es más, el blanco ni siquiera es un color, como el silencio. No es nada. Una nada sin palabras o sin música. En silencio: en blanco.
Alessandro D'Avenia (Bianca come il latte, rossa come il sangue)
Quiero esperar en silencio la séptima ola. Si, aquí cuentan la historia indómita de la séptima ola. Las primeras seis son previsibles y equilibradas. Se condicionan unas a otras, no deparan sorpresas. Mantienen la continuidad. Pero, !cuidado con la séptima ola¡ La séptima es imprevisible. Durante mucho tiempo pasa inadvertida, participa en el monótono proceso, se adapta a sus predecesoras. Pero a veces estalla. Siempre ella, siempre la séptima. Porque es despreocupada, inocente, rebelde, barre con todo, lo cambia todo. Para ella no existe el antes, solo el ahora. Y después todo es distinto. ¿Mejor o peor? Eso solo pueden decirlo quienes estuvieron arrastrados por ella, quienes tuvieron el coraje de enfrentarla, de dejarse cautivar...
Daniel Glattauer (Cada siete olas)
No hay hada que te haga sentir más sola que pasar el resto de tu vida con alguien con quien no se pueda hablar, o peor, con alguien con quien no se pueda estar en silencio.
Mary Ann Shaffer (The Guernsey Literary and Potato Peel Pie Society)
Cada quien debe guardar luto por los amores perdidos a su manera y a su modo, gritando o en el más absoluto silencio.
Benito Taibo
A quien tal vez no veamos más, o tal vez sí, porque la vida se ríe de las perversiones y pone palabras donde imaginábamos silencios y súbitos regresos cuando pensábamos que no volveríamos a encontrarnos.
José Saramago (A Viagem do Elefante)
Me conformé con no saber nada o con saber sólo cosas falsas; porque, infantilmente, me hice el tonto, acepté mudo su desaparición y, de esa forma, evité una vez más las palabras «por qué» de modo que, al pelar la cebolla, mi silencio me atruena los oídos
Günter Grass (Peeling the Onion)
Y a veces la gente no sabe si interpretar el silencio como confianza en ti misma o como miedo. Te miran todo el rato como si fueras un bicho raro, a ver si al final consiguen que te sientas como tal.
Kiera Cass (La selección (La selección, #1))
el cuerpo que nos enferma y que acaba por matarnos, ese maldito cuerpo traidor que de repente se queda cojo, y se terminaron para siempre las montañas; o que hace crecer insidiosamente, en el laborioso silencio de las células, un tumor maligno que te va a torturar antes de asesinarte; o que resbala y se rompe tan fácilmente,
Rosa Montero (La ridícula idea de no volver a verte)
Necesitaba decirle, en silencio, que las cosas cambian, crecen o se marchitan, pero que la vida continúa. Que todos formamos parte de un ciclo superior, de un orden que solo Dios comprende.
Jojo Moyes (Yo antes de ti (Antes de ti, #1))
Elena lo espera en silencio, frente a él pero de espaldas, y antes de que responda dice, mejor no me ponga un nombre, Padre, tal vez si usted o su iglesia encuentran una palabra para nombrarme, después se arroguen el derecho de decirme cómo tengo que ser, cómo tengo que vivir. O morir.
Claudia Piñeiro (Elena sabe)
Eu queria um dia escrever um livro. Eu não queria plantar uma árvore. Não queria um filho. Queria só um livro. Queria ler um livro que eu mesmo escrevesse. Um escritor disse uma coisa um dia. Eu não sei quem ele era. Só ouvi alguém dizer o que ele teria dito. Parecia arrogância, mas não era. Era auto-suficiência. Parece que perguntaram para ele o que ele lia, ou o quê ele estava lendo. “Quando quero ler um livro, eu mesmo o escrevo”. Eu queria ter dito isso. Eu queria poder escrever. Mas em mim só encontro o silêncio. E por isso, eu não sei escrever. Escrever, é claro que eu sei. Só não sei escrever um livro. Não consigo encontrar as palavras. Não consigo encontrar as palavras nas palavras. Só encontro minha voz, no que penso. Mas o que eu penso, ninguém ouve. O que eu penso é silêncio. Então eu me calo. O silêncio é minha voz. O silencio é a voz que eu calo. O silêncio é a voz que eu guardo. O silêncio, é lá onde eu moro. O silêncio sou eu.
Lourenço Mutarelli (O Cheiro do Ralo)
Amor. No del tipo que ves en las películas o escuchas en la radio. Del tipo real. Del tipo que te derriba y te desangra, pero a pesar de todo persevera. Del tipo que tiene esperanza aun cuando la esperanza parece una tontería. Del tipo que perdona. Del tipo que cree en la curación. Del tipo que te puedes sentar en silencio y sentirte renovado. El tipo de amor real.
Chelsea Fine (Sophie & Carter)
Que frágil el universo de la palabra, figuras de cristal que se astillan; que difícil la gramática del alma. Sin embargo, tratando de ocultar, mostramos más. Quizá lo que no se dice es lo más sonoro. El silencio muchas veces es el gran sonido del miedo o del dolor.
Ángela Becerra
—¿Y de qué sirve la esperanza? No existe, no se puede tocar. Es sólo una idea, un sueño… ¡una mentira! Es un eufemismo como cualquier otro. La esperanza es únicamente una palabra bonita con la que maquillar la realidad —se defendió, recordándole a Lan la actitud derrotista de su primer encuentro. La muchacha permaneció en silencio, dejando que el Errante se calmara, y después le dijo con voz pausada: —Significa mucho más que eso. La esperanza es creer más allá de lo que podemos controlar. Es un sentimiento, como la alegría, el miedo o el odio, al que te puedes aferrar incluso en los momentos más difíciles, cuando sabes que ya no puedes hacer nada por ti mismo. Incluso cuando todo está perdido, siempre queda la esperanza.
Javi Araguz (La estrella)
Cada uno entra en la muerte de un modo que se le parece. Algunos, en silencio, caminando en puntillas; otros, reculando; otros, pidiendo perdón o permiso. Hay quien entra discutiendo o exigiendo explicaciones y hay quien se abre paso en ella a las trompadas y puteando. Hay quien la abraza.
Eduardo Galeano (Dias e noites de amor e de guerra)
A veces el tiempo que marca el calendario no tiene nada que ver con el tiempo mental o emocional que cada uno vive por dentro.
Eva García Sáenz (El silencio de la ciudad blanca (La ciudad blanca, #1))
−¿Peor que los gritos? −Mucho peor −dijo, asintiendo con la cabeza−. Mira, en una discusión, al menos, sabes qué es lo que está pasando. O tienes una idea. El silencio es... Puede ser cualquier cosa. Es tan... −Tan ensordecedor... −terminé por él [...]. −Exactamente.
Sarah Dessen (Just Listen)
TODO ES MUY SIMPLE Todo es muy simple mucho más simple y sin embargo aún así hay momentos en que es demasiado para mí en que no entiendo y no sé si reírme a carcajadas o si llorar de miedo o estarme aquí sin llanto sin risas en silencio asumiendo mi vida mi tránsito mi tiempo.
Idea Vilariño (Poesía completa)
- Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre si, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos cómo si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura.
Julio Cortázar
Recorrí pasillos y galerías en espiral pobladas por cientos, miles de tomos que parecían saber más acerca de mí que yo de ellos. Al poco, me asaltó la idea de que tras la cubierta de cada uno de aquellos libros se abría un universo infinito por explorar y de que, más allá de aquellos muros, el mundo dejaba pasar la vida en tardes de fútbol y seriales de radio, satisfecho con ver hasta allí donde alcanza su ombligo y poco más. Quizá fue aquel pensamiento, quizá el azar o su pariente de gala, el destino, pero en aquel mismo instante supe que ya había elegido el libro que iba a adoptar. O quizá debiera decir el libro que me iba a adoptar a mí. Se asomaba tímidamente en el extremo de una estantería, encuadernado en piel de color vino y susurrando su título en letras doradas que ardían a la luz que destilaba la cúpula desde lo alto. Me acerqué hasta él y acaricié las palabras con la yema de los dedos, leyendo en silencio. La Sombra del Viento JULIÁN CARAX.
Carlos Ruiz Zafón (The Shadow of the Wind (The Cemetery of Forgotten Books, #1))
No podemos hablar de los muertos que nos han abandonado. No podemos pronunciar sus nombres. Daniel perteneció a aquellos que, una vez, condenaron el silencio, pero ahora el invierno se nos ha metido dentro de la boca a los dos, y nada huele como la lluvia o el verano.
Martina Antognini (El pájaro de leche y sangre)
Y aveces la gente no sabe si interpretar el silencio como confianza en ti misma o como miedo.
Kiera Cass (The Selection (The Selection, #1))
Llevad a un sabio a un banquete y lo perturbará o con lúgubre silencio o con preguntas fastidiosas. Introducidle en un baile y os parecerá, danzando, un camello.
Erasmus (Elogio de la locura)
Cuando el río es lento y se cuenta con una buena bicicleta o caballo sí es posible bañarse dos (y hasta tres, de acuerdo con las necesidades higiénicas de cada quién) veces en el mismo río.
Augusto Monterroso (Lo demás es silencio: La vida y la obra de Eduardo Torres)
La libertad es la posibilidad del aislamiento. Eres libre si puedes alejarte de los hombres, sin que te obligue a buscarlos la necesidad de dinero, o la necesidad gregaria, o el amor, o la gloria, o la curiosidad, que no puede encontrar alimento en el silencio y la soledad. Si te resulta imposible vivir solo, has nacido esclavo. Puedes tener toda la grandeza de espíritu, toda la grandeza del alma: eres un esclavo noble o un siervo inteligente: no eres libre. Y la tragedia no es cosa tuya, porque la tragedia de haber nacido así no es cosa tuya, sino solamente del Destino. Ay de ti, no obstante, si la opresión de la vida, ella misma te obliga a ser esclavo. Ay de ti si, habiendo nacido libre, capaz de bastarte y aislarte, la penuria te obliga a convivir. Ésa sí es tu tragedia y la que llevas contigo.
Fernando Pessoa
—A la gente —Geralt volvió la cabeza— le gusta inventarse monstruos y monstruosidades. Entonces se parecen menos monstruosos a sí mismos. Cuando beben como una esponja, engañan, roban, le dan de palos a su mujer. matan de hambre a su vieja abuelilla, golpean con un hacha a la raposa atrapada en el cepo o acribillan a flechazos al último unicornio del mundo, les gusta pensar que sin embargo todavía es más monstruosa que ellos la Muaré que entra en las casas a la aurora. Entonces, como que se les quita un peso de encima. Y les resulta más fácil vivir. —Lo recordaré —dijo Jaskier al cabo de un rato de silencio— Sacaré unas rimas y compondré un romance sobre ello. —Componlo. Pero no cuentes con grandes aplausos.
Andrzej Sapkowski
Por Cristo sabemos que no somos caminantes hacia el abismo, hacia el silencio de la nada o de la muerte, sino viajeros hacia una tierra de promisión, hacia Él que es nuestra meta y también nuestro principio.
Pope Benedict XVI (Discursos en la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid)
En cada ocasión debía acomodar su estado de ánimo a las exigencias del momento, pero al terminar la jornada, en el silencio de su habitación, pasaba revista a los acontecimientos y concluía que en medio del diario desafío lo más conveniente era no pensar demasiado para evitar que el miedo o la ira lo paralizaran.
Isabel Allende (Of Love and Shadows)
No quiero estar casada sólo por estar casada. No hay nada que te haga sentir más sola que pasa el resto de la vida con alguien con quien no se pueda hablar, o peor, con alguien con quien no se pueda estar en silencio.
Mary Ann Shaffer
—¿Por qué? —Porque el amor no te hace dudar de ti misma. No te obliga a ser alguien que no eres. No es solo sentir mariposas, sino que esos nervios den paso a la calma. Es querer lo mejor para la otra persona. Desear verla triunfando y logrando sus objetivos. Siendo libre. Es escucharla hablar durante horas sin cansarte. Preocuparte por sus intereses. Disfrutar de pasar tiempo a solas, sin hacer nada, en silencio. Es que incluso las cosas más simples adquieran sentido, como una sonrisa. O como una estrella con una inscripción. O como tumbarse a ver el cielo de noche. Es saber que estás completa por ti misma, que no necesitas a nadie y que, aun así, quieres estar a su lado. El amor es pensar en la otra persona cada vez que te ocurre algo bueno. Querer contárselo. Es ser consciente de los riesgos y, aun así, entregarse con los ojos cerrados. Y es que haya canciones que, da igual cuándo las escuche, siempre me recordarán a ti. —El corazón me late a toda velocidad. Vuelvo a clavar mis ojos en los suyos—. Liam, no tengo ni idea de lo que es el amor. Creo que nunca antes lo había sentido. Lo único que tengo claro es que, cada vez que pienso en él, eres tú quien se me viene a la cabeza.
Inma Rubiales (Hasta que nos quedemos sin estrellas)
Sería muy interesante que alguien investigara en qué medida los sistemas de comunicación de masas trabajan al servicios de la información y hasta qué punto al servicio del silencio. ¿Qué abunda más, lo que se dice o lo que se calla?
Ryszard Kapuściński
Lo único sensato por parte de un crítico es permanecer en silencio frente a las obras que considera francamente malas, mientras defiende vigorosamente las que cree buenas, sobre todo si estas son ignoradas o menospreciadas por el público.
W.H. Auden
DESPEDIDA DE UN PAISAJE No le reprocho a la primavera que llegue de nuevo. No me quejo de que cumpla como todos los años con sus obligaciones. Comprendo que mi tristeza no frenara la hierba. Si los tallos vacilan será sólo por el viento. No me causa dolor que los sotos de alisos recuperen su murmullo. Me doy por enterada de que, como si vivieras, la orilla de cierto lago es tan bella como era. No le guardo rencor a la vista por la vista de una bahía deslumbrante. Puedo incluso imaginarme que otros, no nosotros, están sentados ahora mismo sobre el abedul derribado. Respeto su derecho a reír, a susurrar y a quedarse felices en silencio. Supongo incluso que los une el amor y que él la abraza a ella con brazos llenos de vida. Algo nuevo, como un trino, comienza a gorgotear entre los juncos. De veras los deseo que lo oigan. No exijo ningún cambio de las olas a la orilla, ligeras o perezosas, pero no obedientes. Nada le pido a las aguas junto al bosque, a veces esmeralda, a veces zafiro, a veces negras. Una cosa no acepto. Volver a ese lugar. Renuncio al privilegio de la presencia.
Wisława Szymborska (El gran número, Fin y principio y otros poemas)
Tu ritual matutino podría verse así: Levántate a las 5.30 am Camina o corre durante 20 minutos Gratitud durante 5 minutos (escribe lo que agradeces) Medita por 5 minutos (tiempo en silencio, respira) Lee durante 20 minutos Escribe en tu diario por 5 minutos
Marc Reklau (Quiérete ¡y mucho!: 30 días para aumentar tu autoestima)
Lo que yo deseo, la fuerza que yo busco, no es aquella que te lleva a ganar o a perder. Tampoco quiero una muralla para repeler las fuerzas que lleguen del exterior. Lo que yo deseo es una fuerza que me permita ser capaz de recibir todo cuanto proceda del exterior y resistirlo. Fortaleza para resistir en silencio cosas como la injusticia, el infortunio, la tristeza, los equívocos, las incomprensiones.
Haruki Murakami (Kafka en la orilla)
Pero ni rastro de fiera ni de perros que te hubieran arrastrado para destrozarte. Donde antes tú ahora el vacío. Nadie llamó para pedir rescate o amedrentarnos. Nadie dijo una sola palabra: como si quisieran deshacerte aún más en el silencio. Yo les hubiera agradecido que a donde se lo hubieran llevado, mejor lo hubieran dejado muerto, porque al menos sabría yo dónde quedó, dónde llorarle, dónde rezar. A lo mejor ya me hubiera resignado.
Sara Uribe (Antígona González)
El silencio me deprimió. No era el silencio del silencio. Era mi propio silencio. Sabía perfectamente que los coches hacían ruido, y que la gente que iba dentro o la que estaba detrás de las ventanas iluminadas de los edificios hacía ruido, y que el río hacía ruido, y sin embargo no podía escuchar nada.
Sylvia Plath (The Bell Jar)
A veces el dolor es eléctrico. Como una descarga que atraviesa la carne. Cuánto de cero a diez, pregunta su médico en cada consulta. A veces cinco, a veces siete, a veces nueve, responde ella, pero lo que quisiera decir es nunca uno, nunca dos, nunca menos de cinco. Dolor siempre. Otras veces el dolor quemante, agudo. Como un clavo caliente. O profundo,como una espátula que raspa el hueso. Pero ella hace rato que abolió la queja. Porque esta pide un oído, palabras, compasión. Y en cambio puede encontrar sólo silencio, un gesto fastidiado, una acusación. Cuando es insoportable o constante el dolor nos aísla.
Piedad Bonnett (Qué hacer con estos pedazos)
La lectura silenciosa es en cierto modo una conquista; quienes leemos en silencio y en soledad aprendemos, justamente, a estar solos, o mejor dicho reconquistamos una soledad menos agresiva, una soledad vaciada de angustia; nos sentimos poblados, multiplicados, acompañados mientras leemos en silenciosa soledad sonora.
Alejandro Zambra (Literatura infantil)
Ven a dormir conmigo, no haremos el amor, él nos hará”* …una tormenta de suspiros y sábanas, un amanecer de besos y calores.    Ven a dormir conmigo, tú que de mis sueños no te quitas, (¿y cómo habrías de hacerlo si eres el sueño de mi vida?), ven a dormir conmigo, tú que conviertes las noches en soles.    Yo no te amo porque eres tú, ni te amo porque seas mía, no te amo por ser tuyo, ni por tus cabellos ni por tus besos de caricia.    Te amo porque es cielo el cielo, te amo porque son ciertas las estrellas,  te amo porque el mar besa la orilla, te amo como la flor que besa al viento, te beso como besa al agua el sediento.    ¿Cómo no he de amarte, amada mía, si es en tu lecho que he conocido la vida?    Nací, como muchos antes, quizás incluso tuve otras vidas errantes, tristes, solitarias, sin ancla, sin vela ni caminos, ¿pero acaso no llega todo fiel a su destino?    El amor nos hará, erigirá en nuestros labios su templo, desandará lo que latía de corazón antes de conocernos, dirá quizá: “¡he sido tan poco de mí, ahora sé lo que es amar!”, o acaso el silencio sea reto y envidia a nuestra manera de besar…    Caminan las estrellas, gira el mundo. Así te amo.    Con toda la fuerza de lo obvio,  con el destino apretado en nuestros labios.    Nosotros haciendo los sueños la realidad del destino, y a cada lado de la cama, el mundo, callado, muy lejano.   *(“Ven a dormir conmigo, no haremos el amor, él nos hará”, Julio Cortázar).
Jacques Pierre (Declaro el estado de poesía permanente)
El silencio es el único fenómeno de este mundo que carece de gramática.No hay una sintaxis del silencio ni una morfología del silencio. El silencio no es un cuerpo, no está dividido en partes que se articulan como las partes de un cuerpo o de un razonamiento. Si logras conquistar el silencio, las palabras dejan de ser tus dueñas.
Juan José Millás
Pero el amor, esa palabra… Moralista Horacio, temeroso de pasiones sin una razón de aguas hondas, desconcertado y arisco en la ciudad donde el amor se llama con todos los nombres de todas las calles, de todas las casas, de todos los pisos, de todas las habitaciones, de todas las camas, de todos los sueños, de todos los olvidos o los recuerdos. Amor mío, no te quiero por vos ni por mí ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más profundo de la posesión no estás en mí, no te alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu risa, hay horas en que me atormenta que me ames (cómo te gusta usar el verbo amar, con qué cursilería lo vas dejando caer sobre los platos y las sábanas y los autobuses), me atormenta tu amor que no me sirve de puente porque un puente no se sostiene de un solo lado, jamás Wright ni Le Corbusier van a hacer un puente sostenido de un solo lado, y no me mires con esos ojos de pájaro, para vos la operación del amor es tan sencilla, te curarás antes que yo y eso que me querés como yo no te quiero. Claro que te curarás, porque vivís en la salud, después de mí será cualquier otro, eso se cambia como los corpiños. Tan triste oyendo al cínico Horacio que quiere un amor pasaporte, amor pasamontañas, amor llave, amor revólver, amor que le dé los mil ojos de Argos, la ubicuidad, el silencio desde donde la música es posible, la raíz desde donde se podría empezar a tejer una lengua. Y es tonto porque todo eso duerme un poco en vos, no habría más que sumergirte en un vaso de agua como una flor japonesa y poco a poco empezarían a brotar los pétalos coloreados, se hincharían las formas combadas, crecería la hermosura. Dadora de infinito, yo no sé tomar, perdoname. Me estás alcanzando una manzana y yo he dejado los dientes en la mesa de luz. Stop, ya está bien así. También puedo ser grosero, fijate. Pero fijate bien, porque no es gratuito. ¿Por qué stop? Por miedo de empezar las fabricaciones, son tan fáciles. Sacás una idea de ahí, un sentimiento del otro estante, los atás con ayuda de palabras, perras negras, y resulta que te quiero. Total parcial: te quiero. Total general: te amo. Así viven muchos amigos míos, sin hablar de un tío y dos primos, convencidos del amor-que-sienten-por-sus-esposas. De la palabra a los actos, che; en general sin verba no hay res. Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque-la-aman, yo creo que es al verse. A Beatriz no se la elige, a Julieta no se la elige. Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto.
Julio Cortázar
TRES PALABRAS IMPORTANTES DISTANCIA: hay que buscar compañía sólo cuando añada valor a la vida,es decir, cuando sea mejor que la soledad. Aburrimiento compartido, no, gracias. SILENCIO: las palabras sólo tienen sentido si son mejores que el silencio, ahí es nada. Qué buena ocasión para callarse. Otro sabio proverbio japonés: <> O te callas, digo yo. LIBERTAD: aquello que amas es lo que te hará infeliz. Quien rompa las cadenas del deseo sabrá por vez primera qué es la libertad. Pero nadie explica cómo se hace eso.
Francesc Miralles (Barcelona Blues)
Estoy fuera. De los recuerdos. Del pasado. Pero también estoy perdido. Antes o después las cosas que has dejado atrás te alcanzan. Y las cosas más estúpidas, cuando estás enamorado, las recuerdas como las más bonitas. Porque su simplicidad no tiene comparación. Y me dan ganas de gritar. En este silencio que hace daño. Basta. Déjame. Ponlo todo de nuevo en su sitio. Así. Cierra. Doble vuelta de llave. En el fondo del corazón, allí, en aquella esquina. En aquel jardín. Algunas flores, un poco de sombra y después dolor. Ponlos allí, bien escondidos, te lo ruego, donde no duelan, donde nadie pueda verlos. Donde tú no los puedas ver. Eso. Otra vez enterrados. Ahora está mejor. Mucho mejor.
Federico Moccia (Ho voglia di te)
Dos gruesos gerontes de las heladas tierras del norte sostienen sus cartas de vinos desde una de las atiborradas terrazas del Sinatra. Están inquietos porque piensan que, como comensales europeos, tienen derecho a decir lo que les dé la gana o bien a guardar silencio. Porque saben que todo lo que coman puede ser cargado en su cuenta y que tienen derecho a una sangría y a un plato de calamares, y que, de no poder pagarla, el hormiguero común pangeico de los soldados de Cristo puede proporcionarles una paella de oficio
Martín Zeke Ochoa (Pídele papeles a Santa Simpa)
Entro de noche a mi ciudad, yo bajo a mi ciudad donde me esperan o me duelen, donde tengo que huir de alguna abominable cita, de lo que ya no tiene nombre, una cita con dedos, con pedazos de carne en un armario, con una ducha que no encuentro, en mi ciudad hay duchas, hay un canal que corta por el medio mi ciudad y navíos enormes sin mástiles pasan en un silencio intolerable hacia un destino que conozco pero que olvido al regresar, hacia un destino que niega mi ciudad donde nadie se embarca, donde se está para quedarse aunque los barcos pasen y desde el liso puente alguno esté mirando mi ciudad. Entro sin saber cómo en mi ciudad, a veces otras noches salgo a calles o casas y sé que no es mi ciudad (...).
Julio Cortázar (62: A Model Kit)
Se conocieron en un chat. Conversaciones, risas, complicidad, la protección que te brinda la pantalla y que da pie a decir ciertas cosas que no nos atreveríamos a soltar cara a cara, el resto del día pensando en encontrarse otra vez por el chat, la complicidad reciente, algunas fotos y finalmente una cita. Ya en la cita, los nervios de antes, el saludo extraño, la sonrisa algo forzada, el tic de él que ella observa con disgusto, los incómodos silencios que él salva con su ingenio, el físico de ella que no es como las fotos anunciaban, la conversación tirante que se va aflojando poco a poco, algunos temas comunes que los van haciendo sentir cómodos, el que supera todo el resto, ella cada vez más guapa, él cada vez más tierno, la tarde que termina en noche, el vino que también ayuda, la noche cada vez más larga y el deseo que toma el volante y un beso y muchos más y ¿en tu casa o en la mía? y la noche que sigue girando hacia ellos y el sudor y la cama desarmada y la misma pregunta en la cabeza de ambos, ¿me estoy enamorando?, y la misma respuesta en la cabeza de los dos dando título a este poema.
Marwán Abu-Tahoun Recio (Todos mis futuros son contigo)
Los hesicastas aspiraban a conseguir la paz o la quietud para llegar a la unión íntima con Dios o la contemplación. Para ello cultivaban el silencio, tanto exterior como interior, ante todo por medio del control de los pensamientos. Esta corriente espiritual dentro del cristianismo oriental es casi una constante hasta nuestros días y va muy unida a la oración del corazón.
José Ignacio Pedregosa Ordóñez (The Way of a Pilgrim)
—¿Qué hay ahí fuera? —preguntó, rompiendo por fin el silencio—. ¿Es esto parte de algún castillo enorme o algo por el estilo? Chuck vaciló. Parecía incómodo. —Ummm, nunca he salido del Claro. Thomas hizo una pausa. —Estás ocultando algo —contestó por fin; se acabó el bocadillo y dio un buen trago de agua. La frustración por no recibir respuestas de nadie le estaba empezando a sacar de quicio. Pero aún era peor pensar que, aunque obtuviera las respuestas, no sabría si le estaban diciendo la verdad—. ¿Por qué sois tan reservados? —Así son las cosas. Todo es un poco raro por aquí y la mayoría no sabemos mucho. Ni la mitad de mucho. A Thomas le fastidió que a Chuck no pareciera importarle lo que acababa de decir. ¿Qué le pasaba a esa gente? [...]
James Dashner (The Maze Runner (The Maze Runner, #1))
Las palabras son mi ausencia particular. Como la famosa «muerte propia» (famosa para los demás), en mí hay una ausencia autónoma hecha de lenguaje. No comprendo el lenguaje y es lo único que tengo. Lo tengo sí, pero no lo soy. Es como poseer una enfermedad o ser poseída por ella sin que se produzca ningún encuentro porque la enferma lucha por su lado —sola— con la enfermedad que hace lo mismo. Yo escribo a falta de una mano en mi mano, a falta de dos ojos frente a los míos, a falta de un cuerpo exterior a mí sobre el cual apoyarme —un minuto siquiera— y llorar. (Lágrimas visibles, que se puedan secar, que la mano deseada pueda enjugar.) Este silencio de las palabras que me invaden, de las que digo y escribo, es el horror, el vértigo, el dolor en su estado más puro. ¿En dónde hallar una presencia humana que me calme? Nunca nadie lo pudo; ni amigos ni amantes. Sólo cuerpos vacíos que apenas diferencio de las cosas y sólo fantasmas que he amado hasta pulverizar mi conciencia y mi memoria.
Alejandra Pizarnik (Diarios)
Pero la ausencia es, ante todo, el silencio, ese silencio envolvente, que hace presión sobre los hombros, en el que uno se sobresalta en cuanto oye un ruido imprevisto, que no puede identificar, o el rumor de afuera.
Philippe Besson (Lie With Me)
La libertad es la posibilidad de aislamiento. Eres libre si puedes alejarte de los hombre, sin que te obligue a buscarlos la necesidad de dinero, o la necesidad gregaria, o el amor, o la gloria, o la curiosidad, que no pueden encontrar alimento en el silencio y la soledad. Si te resulta imposible vivir solo, has nacido esclavo. Puedes tener toda la grandeza de espíritu, toda la grandeza del alma: eres un esclavo noble o un siervo inteligente: no eres libre.
Fernando Pessoa
Con esta boca, en este mundo... No te pronunciaré jamás, verbo sagrado, aunque me tiña las encías de color azul, aunque ponga debajo de mi lengua una pepita de oro, aunque derrame sobre mi corazón un caldero de estrellas y pase por mi frente la corriente secreta de los grandes ríos. Tal vez hayas huido hacia el costado de la noche del alma, ese al que no es posible llegar desde ninguna lámpara, y no hay sombra que guíe mi vuelo en el umbral, ni memoria que venga de otro cielo para encarnar en esta dura nieve donde sólo se inscribe el roce de la rama y el quejido del viento. Y ni un solo temblor que haga sobresaltar las mudas piedras. Hemos hablado demasiado del silencio, lo hemos condecorado lo mismo que a un vigía en el arco final, como si en él yaciera el esplendor después de la caída, el triunfo del vocablo con la lengua cortada. ¡Ah, no se trata de la canción, tampoco del sollozo! He dicho ya lo amado y lo perdido, trabé con cada sílaba los bienes que más temí perder. A lo largo del corredor suena, resuena la tenaz melodía, retumban, se propagan como el trueno unas pocas monedas caídas de visiones o arrebatadas a la oscuridad. Nuestro largo combate fue también un combate a muerte con la muerte, poesía. Hemos ganado. Hemos perdido, porque ¿cómo nombrar con esa boca, cómo nombrar en este mundo con esta sola boca en este mundo con esta sola boca? Olga Orozco
Olga Orozco
—¡Oídme! —aulló, y al momento se hizo el silencio—. ¡Todos me conocéis! ¡La mayoría habéis combatido conmigo! ¡Hemos matado juntos y más de uno a muerto a mi lado! ¡Sabéis quién soy! —desplegó las alas. La multitud le contemplaba y él se sentía inmenso—. ¡Rocavarancolia nos convoca a una nueva batalla! ¡De nuevo resuenan tambores de guerra! ¡Pero no os dejéis engañar! La Rocavarancolia que nos llama no es la nuestra! ¡Nuestro reino agoniza ahí fuera y nada de los que hagamos podrá salvarlo! —Denéstor se removió inquieto y la intranquilidad del demiurgo sirvió de acicate—. ¡Bien se han encargado de ello! ¡Nos lo han arrebatado todo! ¿Me oís? ¡Todo! ¡Y aún así estoy aquí para pediros que os dejéis engañar y que luchéis! ¡Porque fuimos grandes! ¡Somos monstruos y demonios! ¡Somos pesadillas y malos sueños! ¡Somos lo que el mundo teme! ¡Y si triunfa Hurza nos convertiremos en víctimas! ¡Y me niego a que ocurra eso! ¡No somos víctimas de nadie! ¡Jamás! ¡Somos verdugos y asesinos! ¡Quisieron exterminarnos antes y no pudieron! ¡Luchad, monstruos! ¿Me oís? ¡LUCHAD! ¡Luchad por nuestra Rocavarancolia si se os antoja! ¡O por el recuerdo de la antigua! ¡Luchad por Sardaurlar y los reyes conquistadores! ¡Por las torres dragoneras, por la sangre que derramamos! ¡ O por los malditos reyes araña si os apetece! ¡Luchad porque fuimos grandes y nadie que pretenda arrebatarnos eso va a conseguirlo! ¡Luchad por la gloria, por placer, por hacer daño! ¡No me importa el motivo! ¡No me importa qué fuerza os guíe! ¡Sólo quiero que luchéis! ¡Salid ahí fuera y arrasad con todos! ¡Y si se levantan, si osan levantarse, matadlos de nuevo!
José Antonio Cotrina (La sombra de la luna (El ciclo de la luna roja, #3))
Solo aquí, qué bien, me parece que estoy encima de todo. No me puede pasar nada. Yo soy el que paso. Vivo. Vivo. Fuera de tantas preocupaciones, fuera del dinero que tenía que ganar, fuera de la mujer con la que me tenía que casar, fuera de la clientela que tenía que conquistar, fuera de los amigos que me tenían que estimar, fuera del placer que tenía que perseguir, fuera del alcohol que tenía que beber. Si estuvieras así. Manténte ahí. Ahí tienes que estar. Tengo que estar aquí, en esta altura, viendo cómo estoy solo, pero así, en lo alto, mejor que antes, más tranquilo, mucho más tranquilo. No caigas. No tengo que caer. Estoy así bien, tranquilo, no me puede pasar nada, porque lo más que me puede para es seguir así, estando donde quiero estar, tranquilo, viendo todo, tranquilo, estoy bien, estoy bien, estoy muy bien así, no tengo nada que desear. Tú no la mataste. Estaba muerta. Yo la maté. ¿Por qué? ¿Por qué? Tú no la mataste. Estaba muerta. Yo no la maté. Ya estaba muerta. Yo no la maté. Ya estaba muerta. Yo no fui. No pensar. No pensar. No pienses. No pienses en nada. Tranquilo, estoy tranquilo. No me pasa nada. Estoy tranquilo así. Me quedo así quieto. Estoy esperando. No tengo que pensar. No me pasa nada. Estoy tranquilo, el tiempo pasa y yo estoy tranquilo porque no pienso en nada. Es cuestión de aprender a no pensar en nada, de fijar la mirada en la pared, de hacer que tú quieras hacer porque tu libertad sigue existiendo también ahora. Eres un ser libre para dibujar cualquier dibujo o bien para hacer una raya cada día que vaya pasando como han hecho otros, y cada siete días una raya más larga, porque eres libre de hacer las rayas todo lo largas que quieras y nadie te lo puede impedir.
Luis Martín-Santos (Tiempo de silencio)
Amo la noche con pasión. La amo, como uno ama a su país o a su amante, con un amor instintivo, profundo, invencible. La amo con todos mis sentidos, con mis ojos que la ven, con mi olfato que la respira, con mis oídos, que escuchan su silencio, con toda mi carne que las tinieblas acarician.
Guy de Maupassant (La noche)
«Seremos», repitió Laura en silencio. Kenneth formaba parte del Taormina, jamás sería feliz lejos de allí, ni ella lejos de él. Ese era su sitio y el de ella también. Inspiró profundamente y alzó la barbilla para armarse de valor. —Al diablo las empresas serias, el miedo al futuro y las palabras que no se pueden pronunciar. ¡Cásate conmigo! Kenneth no movió ni un músculo. Segundos después giró para quedar cara a cara, con un ademán tan elegante que a Laura se le agitó la respiración. —Esa frase es mía —dijo con calma. Ella lo miraba desconcertada—. Me refiero a la última, eso me corresponde preguntarlo a mí. La voluminosa presencia del persistente cabecilla se aproximó con paso enérgico. —Oiga, el alcalde ¿va a salir o no? —preguntó con los brazos en jarras. —¿Es que no se puede tener ni un minuto de intimidad? —se revolvió Kenneth indignado—. Mi chica me está pidiendo que me case con ella.
Olivia Ardey (Delicias y secretos en Manhattan (Delicias y secretos en Manhattan, #1))
Las observaciones y vivencias del solitario taciturno son a la vez más borrosas y penetrantes que las del hombre sociable, y sus pensamientos, más graves, extraños y nunca exentos de cierto halo de tristeza. Ciertas imágenes e impresiones de las que sería fácil desprenderse con una mirada, una sonrisa o un intercambio de opiniones, le preocupan más de lo debido, adquieren profundidad e importancia en su silencio y devienen vivencia, aventura, sentimiento. La soledad hace madurar lo original, lo audaz e inquietantemente bello, el poema. Pero también engendra lo erróneo, desproporcionado, absurdo e ilícito.
Thomas Mann (La muerte en Venecia / Mario y el mago)
¿Qué pasaría...? ¿Qué pasaría si un día despertamos dándonos cuenta de que somos mayoría? ¿Qué pasaría si de pronto una injusticia, sólo una, es repudiada por todos, todos los que somos, todos, no unos, no algunos, sino todos? ¿Qué pasaría si en vez de seguir divididos nos multiplicamos, nos sumamos y restamos al enemigo que interrumpe nuestro paso? ¿Qué pasaría si nos organizáramos y al mismo tiempo enfrentáramos sin armas, en silencio, en multitudes, en millones de miradas la cara de los opresores, sin vivas, sin aplausos, sin sonrisas, sin palmadas en los hombros, sin cánticos partidistas, sin cánticos? ¿Qué pasaría si yo pidiese por ti que estás tan lejos, y tú por mí que estoy tan lejos, y ambos por los otros que están muy lejos y los otros por nosotros aunque estemos lejos? ¿Qué pasaría si el grito de un continente fuese el grito de todos los continentes? ¿Qué pasaría si pusiésemos el cuerpo en vez de lamentarnos? ¿Qué pasaría si rompemos las fronteras y avanzamos y avanzamos y avanzamos y avanzamos? ¿Qué pasaría si quemamos todas las banderas para tener sólo una, la nuestra, la de todos, o mejor ninguna porque no la necesitamos? ¿Qué pasaría si de pronto dejamos de ser patriotas para ser humanos? No sé... me pregunto yo: ¿Qué pasaría...?
Mario Benedetti
Era el momento de las cosas secas: de la espiga en el ojo y el gato laminado; del óxido de hierro de los grandes puentes y el definitivo silencio del corcho. Era la gran reunión de los animales muertos traspasados por las espadas de la luz. ... Pero no son los muertos los que bailan. Estoy seguro. Los muertos están embebidos devorando sus propias manos. Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela. Son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos, los que duermen en el cruce de los muslos y llamas duras, los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras, los que beben en el banco lágrimas de niña muerta o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba.
Federico García Lorca
Lo verdaderamente miedoso no son las mordeduras de serpiente, cuyo veneno puede acabar con una vida en 0.5 minutos, los terremotos, los ataques alienígenas o el fin del mundo. Lo verdaderamente miedoso es cómo el miedo nos paraliza, nos aniquila, nos deja despojados de razón. Lo miedoso son las cosas que dejamos de hacer, los silencios que cultivamos como plantas de jardín interior, los atajos que comenzamos a transitar para no enfrentarnos a nada, a nadie, ni a nosotros mismos. Lo miedoso es cuando el miedo se convierte en obstáculo, en trampa, en excusa. Cuando nos convertimos en hipocondríacos emocionales, siempre listos para buscar un diagnóstico que confirme nuestras sospechas y valide nuestras inseguridades y paranoias.
Amalia Andrade Arango (Cosas que piensas cuando te muerdes las uñas)
Ya no nos queda demasiada música dentro para hacer bailar a la vida: ahí esta. Toda la juventud ha ido a morir al fin del mundo en el silencio de la verdad. ¿Y adónde ir, fuera, decidme, cuando no llevas contigo la suma suficiente de delirio? La verdad es una agonía ya interminable. La verdad de este mundo es la muerte. Hay que escoger: morir o mentir. Yo nunca me he podido matar.
Louis-Ferdinand Céline (Journey to the End of the Night)
Entonces", dice mientras íbamos por la carretera principal, el rompe el silencio, "he estado pensando." "¿Sí?" Él asintió "Realmente necesitas salir conmigo." Parpadeé. "¿Perdona?" "Ya sabes. Tú, yo. Un restaurante o una película. Juntos" Él me mira otra vez, cambia de velocidad. "¿Quizás es algo nuevo para ti? Si es así, voy a estar feliz de guiarte" "¿Quieres llevarme a ver una película?", Pregunto. "Bueno, realmente no", dijo. "Lo que en verdad quiero es que seas mi novia. Pero pensé que si te lo decía así te asustarías." Sentí que mi corazón salto de mi pecho. "¿Siempre eres tan directo sobre este tipo de cosas?" "No", dice. Doblamos a la derecha, subiendo por la colina hacia la ciudad, los altos edificios del hospital y la campana U eran visibles desde arriba de la colina. "Pero tengo la sensación de que tienes prisa y estas dejando todo, así que pensé que debería ir al grano" "Yo sólo estaré fuera una semana", digo en voz baja. "Cierto", dice mientras seguimos subiendo. "Pero he querido hacerlo desde hace tiempos y ya no podía esperar." "¿En serio?", Pregunto. Él asiente con la cabeza. "Como, ¿desde cuándo?" Él lo piensa por un segundo. "El día que me golpeaste en baloncesto." "¿Eso te pareció atractivo?" "No exactamente", respondió. "Más bien fue como vergonzoso y humillante. Pero hubo algo en ese momento. . . Era como una pizarra limpia. Ninguna postura o pretensión. Fue como, ya sabes, real”. Estábamos llegando a la ciudad ahora, pasando FrayBake, Luna Blu sólo estaba ha unas cuadras de distancia. "Real", repito.
Sarah Dessen (What Happened to Goodbye)
EL FANTASMA DE EDNA LIEBERMAN Te visitan en la hora más oscura todos tus amores perdidos. El camino de tierra que conducía al manicomio se despliega otra vez como los ojos de Edna Lieberman, como sólo podían sus ojos elevarse por encima de las ciudades y brillar. Y brillan nuevamente para ti los ojos de Edna detrás del aro de fuego que antes era el camino de tierra, la senda que recorriste de noche, ida y vuelta, una y otra vez, buscándola o acaso buscando tu sombra. Y despiertas silenciosamente y los ojos de Edna están allí. Entre la luna y el aro de fuego, leyendo a sus poetas mexicanos favoritos. ¿ y a Gilberto Owen, lo has leído?, dicen tus labios sin sonido, dice tu respiración y tu sangre que circula como la luz de un faro. Pero son sus ojos el faro que atraviesa tu silencio. Sus ojos que son como el libro de geografía ideal: los mapas de la pesadilla pura. Y tu sangre ilumina los estantes con libros, las sillas con libros, el suelo lleno de libros apilados. Pero los ojos de Edna sólo te buscan a ti. Sus ojos son el libro más buscado. Demasiado tarde lo has entendido, pero no importa. En el sueño vuelves a estrechar sus manos, y ya no pides nada.
Roberto Bolaño (The Romantic Dogs)
La vida seguirá por donde empezó, no revocará su curso ni lo suprimirá. No hará ruido ni avisará de su velocidad. Fluirá en silencio. No se alargará por orden del rey ni en favor del pueblo. Correrá tal como empezó el primer día, no se desviará ni detendrá. ¿Qué sucederá? Tú estás ocupado, la vida se da prisa. Con todo, vendrá la muerte, a la que, quieras o no, hay que entregar el tiempo.
Seneca (Sobre la brevedad de la vida, el ocio y la felicidad)
…quizás la estatua que más me gusta, se encuentra en una puerta entre la quinta y la cuarta sala del noroeste. Es la Estatua de un Fauno, una criatura mitad hombre y mitad cabra, con una cabeza de exuberantes rizos. Sonríe ligeramente y se lleva el dedo índice a los labios. Siempre he tenido la impresión de que quería decirme algo o tal vez advertirme de algo: ¡Silencio! parece decir. ¡Ten cuidado!
Susanna Clarke (Piranesi)
Quiero escribirte como quien aprende. Fotografío cada instante. Profundizo en las palabras como si pintase, más que un objeto, su sombra. No quiero preguntar por qué se puede preguntar siempre por qué y seguir siempre sin respuesta: ¿consigo entregarme al expectante silencio que sigue a una pregunta sin respuesta? Aunque adivino que en algún lugar o en algún tiempo existe la gran respuesta para mí.
Clarice Lispector (The Stream of Life)
salvajes miraron a su alrededor aterrorizadas. Primero la luz del cielo no parecía mayor que la luna, luego pareció más grande, infinitamente más grande, y todo el claro tembló y se estremeció y todas las criaturas contuvieron la respiración y las luciérnagas brillaron más de lo que habían brillado en toda su vida, convencidas de que esto, finalmente, era el amor, aunque no les sirvió de nada… Y entonces… Se oyó un ruido estruendoso, tan seco como un disparo, y la luz que había llenado el claro desapareció. O casi. Había un débil resplandor dentro de un arbusto, como si una pequeña nube de estrellas brillara allí. Y se oyó una voz, una voz aguda, clara y femenina, que dijo «Ay», y después, muy bajito, dijo «Joder», y después «Ay», una vez más. Y ya no dijo nada más, y se produjo el silencio en el claro. Capítulo 4
Neil Gaiman (Stardust)
Hace ya mucho que no le escribo, señora Milena, y también hoy le escribo por una casualidad. En realidad no tengo que disculparme de mi silencio, usted ya sabe cómo odio las cartas. Toda la desdicha de mi vida – no quiero con esto quejarme, sino hacer una observación de interés general- proviene por así decir de las cartas o de la posibilidad de escribirlas. Las personas casi nunca me han traicionado, pero las cartas siempre, y en verdad no las ajenas, sino justamente las mías. En mi caso es una desgracia muy especial, de la que no quiero seguir hablando, pero al mismo tiempo es una desgracia también general. La sencilla posibilidad de escribir cartas debe de haber provocado -desde un punto de vista meramente teórico- una terrible desintegración de almas en el mundo. Es en efecto una conversación con fantasmas ( y para peor no sólo con el fantasma del destinatario, sino también con el del remitente) que se desarrolla entre líneas en la carta que uno escribe, o aun en una serie de cartas, donde cada una corrobora la otra y puede referirse a ella como testigo. ¿De dónde habrá surgido la idea de que las personas podían comunicarse mediante cartas? Se puede pensar en una persona distante, se puede aferrar a una persona cercana, todo lo demás queda más allá de las fuerzas humanas. Escribir cartas, sin embargo, significa desnudarse ante los fantasmas, que lo esperan ávidamente. Los besos por escrito no llegan a su destino, se los beben por el camino los fantasmas. Con este abundante alimento se multiplican, en efecto, enormemente. La humanidad lo percibe y lucha por evitarlo; y para eliminar en lo posible lo fantasmal entre las personas y lograr una comunicación natural, que es la paz de las almas, ha inventado el ferrocarril, el automóvil, el aeroplano, pero ya no sirven, son evidentemente descubrimientos hechos en el momento del desastre, el bando opuesto es tanto más calmo y poderoso, después del correo inventó el telégrafo, el teléfono, la telegrafía sin hilos. Los fantasmas no se morirán de hambre, y nosotros en cambio pereceremos.
Franz Kafka (Letters to Milena)
Él se había colocado, literalmente, en un alto sitial entre los demonios de la tierra. No lo podéis entender, ¿cómo podríais entenderlo vosotros, que tenéis los pies sobre el sólido pavimento, que estáis rodeados de amables vecinos dispuestos siempre a prestaros ayuda o a caer sobre vosotros, que camináis delicadamente entre el carnicero y el policía, bajo el sagrado terror del escándalo, la horca y los manicomios? ¿Cómo podéis vosotros imaginaros a qué precisa región de los primeros tiempos pueden conducir a un hombre sus pies sin trabas impulsados por la soledad (soledad absoluta, sin un solo policía), por el silencio (silencio absoluto, donde no se oye la voz consejera de amables vecinos susurrando acerca de la opinión pública)? Estas pequeñas cosas son las decisivas. En el momento en que desaparece, uno tiene que recurrir a su propia fuerza innata, a su capacidad de lealtad.
Joseph Conrad (Heart of Darkness)
Las observaciones y vivencias del solitario taciturno son a la vez más borrosas y penetrantes que las del hombre sociable, y sus pensamientos, más graves, extraños y nunca exentos de cierto halo de tristeza. Ciertas imágenes e impresiones de las que sería fácil desprenderse con una mirada, una sonrisa o un intercambio de opiniones, le preocupan más de lo debido, adquieren profundidad e importancia en su silencio y devienen vivencia, aventura, sentimiento.
Thomas Mann (MUERTE EN VENECIA, LA)
Estuvo dos minutos en silencio procesando y salió del trance en modo filosófico. «Así es como entran en declive las civilizaciones. Dejan de correr riesgos. Y cuando dejan de correr riesgos, se les endurecen las arterias. Cada año hay más árbitros y menos hacedores». Por eso Estados Unidos no podía ya construir cosas como trenes de alta velocidad o cohetes para llegar a la Luna. «Cuando has tenido éxito durante demasiado tiempo, pierdes el deseo de correr riesgos».
Walter Isaacson (Elon Musk)
—Me ha esclavizado con sólo mirarme; me ha obligado a comprenderlo sin decir una palabra; me ha forzado a guardar silencio sin hacerme jamás una amenaza; cuando toco el piano, sus ojos están fijos en mis manos. Cuando canto no se apartan de mis labios. Cuando me reprende o golpea una nota, o escucha una canción o ejecuta un trozo cualquiera, siento que su voz pasa atravesando el sonido y murmurando que es un amante que me persigue y que me ordena guardar el secreto. Evito
Charles Dickens (El misterio de Edwin Drood)
Las grandes pruebas de la vida invariablemente nos dejan huellas; nos marcan con amargura o nos hacen mejores. Nunca nos dejan igual (página 212). Me di cuenta de que había dos maneras en que podía responder a la situación: reaccionar con amargura o procurar transformarla en una fuerza creadora.118 Pete sugiere que tratemos de encontrar caminos de enlazar creativamente con el silencio recordando, buscando y hablando claro sobre el modo en que Dios ha hablado y se ha movido.
Pete Greig (Cuando Dios guarda silencio: Capte el silencio de una oración no contestada (Spanish Edition))
Siempre he estado convencido de que el primer mordisco de la enfermedad de mi madre se llevó lo que yo más quería: el beso de buenas noches. Yo pensé que, como el rezo juntos antes de dormir, era otra pérdida de la edad. Una más de las catástrofes de hacerte mayor. Como que dejara de ordenarme la ropa, de removerme el Cola-Cao o de preguntarme al volver del colegio si tenía muchos deberes. Un día las madres dejan de darte el beso de buenas noches, se fue el beso de buenas noches y vinieron la hipoteca del piso y las letras del coche, en mi caso una noche no llegó el beso y aguardé silencioso. La oscuridad se transformó en hostil, lúgubre, inhóspita. Puede que otras noches yo mismo la llamara, pero llega la noche en que no te sientes autorizado para gritarle mamá, ¿vienes? Y no viene nadie. Puede que cuando despiertas a la mañana siguiente seas más adulto, más independiente, pero esa noche tan sólo eres más infeliz. La segunda noche consecutiva sin beso, lloré en silencio. Sentí algo amputado adentro. Si te arrancan un brazo, dudo que duela como perder ese beso.
David Trueba (Tierra de campos)
No hace mucho, un párroco quiso graficar en la misa dominical la idea que tenía de Dios. Explicó que siempre se ha dicho que Dios está en todas partes y que acompaña a todo el mundo en todo momento. Lo difícil, sugirió, es hacer tangible esa presencia, ofrecer ejemplos prácticos que no dejen lugar a dudas. Hizo silencio y enseguida agregó que Dios es como los mapas en línea (dijo textualmente "Google Maps"). Puede observar desde arriba y desde los costados, es capaz de abarcar con la mirada un continente o enfocarse en una casa, hasta hacer zoom sobre el patio de una casa. Y así, como todos los resentes en ese momento podían imaginar, nada escapaba a su vigilancia. Ahora bien, agregó, Dios funcionaba como los mapas digitales, pero mejor, porque no estaba reducido a la representación visual y sus distintas modalidades (mapa, relieve, tránsito, etc.): estaba en condiciones de abarcar literalmente todo, desde las voces y sonidos en el aire hasta los sentimientos más inconfesables, de un modo tal que podía prescindir de la visualización sin mayor problema, cosa imposible para Google Maps.
Sergio Chejfec (La experiencia dramática)
¿PARADOJAS DEL DESTINO? Sentí un silencio frío y absoluto. ¡Dani! ¡Hijito! ¿Estás bien? ¿Dónde estás? ¿Te hiciste daño?¡¿Daniiiii?! ¿Por qué no me contestás hijo? Qué oscuro y frío está todo. No puedo ver nada. Qué silencio. ¿Dani? ¿Me escuchás? ¿Estás bien hijito? No tendría que haber mirado ese mensaje mientras manejaba. ¡Qué estúpido que soy a veces! Hijito, ¿estás bien? ¡Volcamos y nos hicimos pelota! No veo ni escucho nada, no sé dónde estoy. ¿Estaré internado? ¿Estaré muerto? ¿Dani? Me mata tu silencio. ¡¿Estás bien?! Pará, ya puedo ver un leve resplandor. Me siento atrapado. Dani, ¿estás ahí? Carajo, no puedo moverme. Estoy como envuelto en un plástico. Tengo que salir de acá. Hay una luz ¿la ves Dani? Es cada vez más intensa. A ver, sí, creo que puedo romper esta envoltura. Ya estoy casi afuera. La luz me enceguece. Qué lugar más extraño. Nunca había visto algo así ¿y vos? No se parece a la Tierra. ¿Estaré muerto? ¿En otro planeta? ¡Uy, por Dios, y esos monstruos espantosos! ¡Qué asquerosos y espeluznantes que son! Parecen extraterrestres. ¡Son Aliens! ¡Estoy en otro planeta, claramente! No puedo creerlo. Necesito escapar urgente o estos monstruos seguro que me devoran. Tengo que alejarme. Tengo mucho miedo. ¿Estoy flotando? ¿Estoy volando? Sí, vuelo. ¿A ver? Voy a subir más alto para tratar de escapar. Ya no veo a los Aliens y el paisaje parece menos aterrador. Creo que lo logré. Hay mucho viento. ¿Es eso una carretera? Se ven como unos vehículos allá abajo. ¿Serán los transportes de los extraterrestres? Voy a descender un poco. ¡Veo personas! ¿Estoy en la Tierra? ¿Será esto un universo paralelo? ¿Dónde estará Dani? ¡Daniiiiii! No tendría que haber mirado ese mensaje mientras manejaba. Esa torre que está allá abajo se parece mucho al tanque de agua de mi pueblo. Es idéntica; pero la torre de mi pueblo no tiene ese inmenso edificio al lado. Todo esto es muy semejante a mi barrio, pero no es exactamente igual: hay muchos más edificios acá. Ahí está el río. Ah, y la fábrica. Definitivamente es mi barrio, pero luce algo diferente. Debo estar en un universo paralelo nomás. Es increíble que pueda flotar. La gente parece no advertir mi presencia. ¿Seré un fantasma? Tengo que volver a mi casa para ver si está Dani. Dios quiera que esté sano y salvo. Gabriela debe estar preocupadísima por el choque. ¡Ahí está mi casa! ¿Y esos autos de quiénes serán? La fachada está pintada de otro color. ¡Qué extraño todo! Hay alguien en el jardín. ¡Qué crecidos están los árboles que planté en primavera! Es…es… ¡¿Dani?! Sí, ¡sí! ¡Es Dani! Pero qué cambiado está, parece más grande, parece… ¡todo un muchacho! Lo importante es que está bien por suerte. Necesito abrazarlo bien fuerte y decirle cuánto lo quiero. ¿Podrá verme si soy un fantasma? Me voy a acercar despacito para no asustarlo. Necesito tocarlo, acariciarlo. ¿No me ve? Me voy a acercar más. Ahora sí, al menos movió la cabeza, creo que ya notó mi presencia. ¡Qué hambre me agarró de golpe! ¡No puedo detenerme! ¡¿Qué haces hijito?! ¡Soy yo! ¡Tu papá! ¿Hijito querido? ¡No puedo frenarme! ¡Tengo demasiada hambre! ¡Ahhhh qué ricoooo! ¡Qué placeeeer! ¡Nooo Daniii! ¡Noooooo!... ¡Soy tu papá!... ¡Pafffff! –Mamá, trae repelente que está lleno de mosquitos en el jardín –gruñó Daniel, mientras limpiaba en su pantalón la sangre que tenía en la palma de su mano derecha. Gabriela, que justo salía, frenó con brusquedad su marcha, se dio vuelta hacia la casa, y gritó: -¡Querido, trae por favor el repelente que está arriba de la chimenea! De nuevo el silencio frío y absoluto. FIN
Gonzalo Guma (Equinoccio. Susurros del destino)
¿Crees que no lo entiendo? El sueño imposible de ser. No de parecer, sino de ser. Consciente en cada momento. Vigilante. Al mismo tiempo, el abismo entre lo que eres para los otros y para ti misma, el sentimiento de vértigo y el deseo constante de, al menos, estar expuesta, de ser analizada, diseccionada, quizás incluso aniquilada. Cada palabra una mentira, cada gesto una falsedad, cada sonrisa una mueca. ¿Suicidarse? ¡Oh, no! ¡Eso es horrible! Tú no harías eso. Pero puedes quedarte inmóvil y en silencio. Por lo menos así no mientes. Puedes encerrarte en ti misma, aislarte. Así no tendrás que desempeñar roles, ni poner caras ni falsos gestos. Piensas. Pero, ¿ves? La realidad es atravesada, tu escondite no es hermético. La vida se cuela por todas partes. Estás obligada a reaccionar. Nadie pregunta si es real o irreal, si tú eres verdadera o falsa. La pregunta sólo importa en el teatro. Y casi ni siquiera allí. Te entiendo, Elisabeth. Entiendo que estés en silencio, que estés inmóvil, que hayas situado esta falta de voluntad en un sistema fantástico. Te entiendo y te admiro. Creo que deberías mantener este papel hasta que se agote, hasta que deje de ser interesante. Entonces podrás dejarlo. Igual que poco a poco fuiste dejando los demás papeles.
Ingmar Bergman
SÉPTIMO YO: Qué extraño es que todos queráis rebelaros contra este hombre por tener cada uno de vosotros un destino determinado que cumplir. ¡Ah, ojalá fuera yo como uno de vosotros y tuviera también un YO con un determinado destino! Pero no tengo ninguno, soy el YO sin ocupación, el que se sienta en silencio, vacío de Tiempo y espacio, mientras vosotros estáis ocupados recreando la vida. ¿Sois vosotros o yo, compañeros, quien debe rebelarse? Cuando el séptimo YO hubo hablado, los otros seis lo miraron apenados, pero no dijeron nada. Y cuando la noche se hizo más profunda uno tras otro se fueron a dormir arropados en una nueva y satisfecha sumisión.
Molière (50 Obras Maestras que Debes Leer Antes de Morir: Vol.8 (Los Más Vendidos en Español) (Spanish Edition))
Lucía lamentó haber terminado sus amores con Julián, pero nunca se arrepintió. Deseaba estabilidad, mientras que él, a sus setenta años, todavía estaba en la etapa de saltar de una relación a otra, como un picaflor. A pesar de los consejos de su hija, que proclamaba las ventajas del amor libre, para ella la intimidad era imposible con alguien distraído con otras mujeres. «¿Qué es lo que quieres, mamá? ¿Casarte?», se había burlado Daniela cuando supo que había cortado con Julián. No, pero quería hacer el amor amando, por el placer del cuerpo y la tranquilidad del espíritu. Quería hacer el amor con alguien que sintiera como ella. Quería ser aceptada sin nada que ocultar o fingir, conocer al otro profundamente y aceptarlo de la misma manera. Quería alguien con quien pasar la mañana del domingo en la cama leyendo los periódicos, a quien tomarle la mano en el cine, con quien reírse de tonterías y discutir ideas. Había superado el entusiasmo por las aventuras fugaces. Se había acostumbrado a su espacio, su silencio y su soledad; había concluido que le costaría mucho compartir su cama, su baño y su ropero y que ningún hombre podía satisfacer todas sus necesidades. En la juventud creía que, sin el amor de pareja, estaba incompleta, que le faltaba algo esencial. En la madurez agradecía la rica cornucopia de su existencia.
Isabel Allende
Pero la literatura, o el arte en general, no puede alcanzar esa zona interior. La literatura se dedica a dar vueltas en torno al agujero; con suerte y con talento, tal vez consiga lanzar una ojeada relampagueante a su interior. Ese rayo ilumina las tinieblas, pero de forma tan breve que sólo hay una intuición, no una visión. Y, además, cuanto más te acercas a lo esencial, menos puedes nombrarlo. El tuétano de los libros está en las esquinas de las palabras. Lo más importante de las buenas novelas se agolpa en las elipsis, en el aire que circula entre los personajes, en las frases pequeñas. Por eso creo que no puedo decir nada más sobre Pablo: su lugar está en el centro del silencio.
Rosa Montero (La ridícula idea de no volver a verte)
Te sientes sola cuando sales con un chico, y haces el amor en su piso, y él se esfuerza por ser simpático y hacerte sentir bien, pero es como si todas sus atenciones se dirigiesen a tu cuerpo y no a tu mente (te hace el amor, te hace la cena) y sientes que cada minuto que pasas con él solo contribuye a que os canséis un poco más el uno del otro, y cuando os separáis finges que es doloroso, pero en realidad lo estás deseando porque supone un alivio dejar de esforzarte por complacer al otro, y cuando llegas a casa tientes la impresión de que él ya no ha vuelto a pensar en ti desde que saliste de la suya, tienes la sensación de que has salido de su vida para siempre, aunque sepas que al día siguiente te volverá a llamar y volverás a tener sexo con él, pero esa noche, mientras te desnudas en silencio y te metes en la cama, estás segura de que él no está pensando en ti, que nadie piensa en ti, en realidad, y también estás segura de que si descuelgas el teléfono y llamas a tu madre, a tus hermanas o a alguna de tus pocas amigas, o lo llamas a él, cualquiera de ellos se sorprenderá de ver tu número y de oír tu voz, y les llevará unos segundos hacer un hueco para acomodar tu presencia en su mundo, porque solo eres algo ajeno que entra y sale a la escena de sus vidas, algo que no deja más huella que un tenue rastro de incomodidad. La soledad es algo difícil de explicar, y si no te has sentido así jamás, enhorabuena.
Adrián Dresner (LA TERCERA CHICA (Spanish Edition))
Algo. En estos días, tienes que ser "algo" con alguien si no quieres ser "nada" con alguien. Por lo mismo, nuestra "relación", si es que puede llamársele "relación" a lo que teníamos, bueh, podía decirse que era clandestina. Poco nos importaba, sin embargo, lo que dijeran los demás. Porque nos teníamos. Nos teníamos y no nos íbamos a dejar ir (...) El consenso entre las diferentes voces que opinaban en mi cabeza había sido atribuir su conducta a las hormonas, pero yo le concedía todas las razones a la voluntad. Veloe era quien era porque así quería ser. Lo que comenzó como una inocente comida de vengan-a-conocer-a-mi-nuevo-novio, se transformó en un "cándido afecto" que, con el paso de los meses, se convirtió en un "frondoso encanto", el cual terminaría en una "loca infatuación". Un año después de subirme a aquel elevador, Veloe y yo nos amábamos hasta las lágrimas. Dicen que a las mujeres no hay que entenderlas sino amarlas, y en verdad que su amable y atento servidor no podría estar en desacuerdo con esa sagrada afirmación; pero yo no sólo amaba a Veloe, sino que la leía. Aprendí a leer a Veloe como a nadie; podía leerla con la tibia luz de la lámpara de la mesa de noche o con el sol quemante de las playas de Oaxaca, tirado en un camastro, cavando surcos en la arena con los pies. Podía leerla en el tren subterráneo, rodeado de parroquianos, o en la paz de la santa capilla, tirado en la alfombra, de pie o sentado, de cabeza o sobre las puntas de los dedos, exhausto o recién levantado, en ayunas, después de una pesada comida, lejos, en braille o con letra script. Entendí que es cosa complicada aprender a leer a una mujer, y que es tarea que puede extenderse por años. Por vidas enteras. Algunas mujeres son libros pequeños, de bolsillo, fácilmente manejables. Otras son pesados, de pasta dura, con el gramaje grueso y poco amable con los dedos. Algunas tienen prólogo y otras epílogo, y unas cuantas ambos. Algunas carecen de forros o están deshojadas. Nadie puede leer a todas las mujeres del mundo así como nadie puede leer todos los libros del mundo. Y del mismo modo que, dicen los románticos, ciertos libros nos escogen, algunas mujeres nos eligen, en silencio, y esperan a que las leamos... -Pixie (3) de Ruy Xoconostle W. (fragmento)
Ruy Xoconostle W. (Pixie 3)
Hay ciudades tan descabaladas, tan faltas de sustancia histórica, tan traídas y llevadas por gobernantes arbitrarios, tan caprichosamente edificadas en desiertos, tan parcamente pobladas por una continuidad aprehensible de familias, tan lejanas de un mar o de un río, tan ostentosas en el reparto de su menguada pobreza, tan favorecidas por un cielo espléndido que hace olvidar casi todos sus defectos, tan ingenuamente contentas de sí mismas al modo de las mozas quinceañeras, tan globalmente adquiridas para el prestigio de una dinastía, tan dotadas de tesoros -por otra parte- que puedan ser olvidados los no realizados a su tiempo, tan proyectadas sin pasión pero con concupiscencia hacia el futuro, tan desasidas de una auténtica nobleza, tan pobladas de un pueblo achulapado, tan heroicas en ocasiones sin que se sepa a ciencia cierta por qué sino de un modo elemental y físico como el del campesino joven que de un salto cruza el río, tan abigarradas de sí mismas aunque en verdad el licor de que están ahítas no tenga nada de embriagador, tan insospechadamente en otro tiempo prepotentes sobre capitales extranjeras dotadas de dos catedrales y de varias colegiatas y de varios palacios encantados -un palacio encantado al menos para cada siglo-, tan incapaces para hablar su idioma con la recta entonación llana que le dan los pueblos situados hacia el norte a doscientos kilómetros de ella, tan sorprendidas por la llegada de un oro que puede convertirse en piedra, pero que tal vez se convierta en carrozas y troncos de caballos con gualdrapas doradas sobre fondo negro, tan carentes de una auténtica judería, tan llenas de hombres serios cuando son importantes y simpáticos cuando no son importantes, tan vueltas de espaldas a toda naturaleza -por lo menos hasta que en otro sitio se inventaron el tren eléctrico y la telesilla-, tan agitadas por tribunales eclesiásticos con relajación al brazo secular, tan poco visitadas por individuos auténticos de la raza nórdica, tan abundante de torpes teólogos y faltas de excelentes místicos, tan llenas de tonadilleras y de autores de comedias de costumbres, de comedias de enredo, de comedias de capa y espada, de comedias de café, de comedias de punto de honor, de comedias de linda tapada, de comedias de bajo coturno, de comedias de salón francés, de comedias del café no de comedia dell'arte, tan abufaradas de autobuses de dos pisos que echan humo cuanto más negro mejor sobre aceras donde va la gente con gabardina los días de sol frío, que no tienen catedral.
Luis Martín-Santos (Tiempo de silencio)
—¿Qué te trajo acá? —No sé la verdad. Quería un poco de silencio. Este parecía tan buen lugar como cualquiera. —¿Para qué? —¿Cómo? —¿Tan buen lugar como cualquiera para qué? —Para estar, supongo. A veces llego a casa, empapado de este caos que hay allá afuera. Y estando ahí, siento que todo me grita. Todo me lo recuerda. Todo me recuerda alguna responsabilidad o algo así. Mi escritorio lleno de papeles me recuerda que estoy atrasado. Mi agenda no ayuda. Llego a la cocina y me acuerdo de que aún no he llamado al plomero, porque las horas no me dan. Y después ahí está: Mi cama. Esa escapatoria tan tentadora. Siempre observándome o llamándome para que me tome un pequeño descanso. Y si cedo para tirarme, ahí viene esa culpa de que por más que sabes que te mereces un momento para desconectarte, hay una voz ahí en la parte de atrás de tu cabeza gritando que podrías estar haciendo algo mejor, pero tu cuerpo entero se rehúsa. Así que asumo que es para ese silencio.
Jean Paul Vizuete (Arena)
El 20 de julio de 1969, Neil Armstrong y Buzz Aldrin ponían un pie sobre la superficie de la Luna. En los meses que antecedieron a su expedición, los astronautas del Apolo 11 se adiestraron en un remoto desierto de aspecto lunar del oeste de Estados Unidos. La zona es el hogar de varias comunidades de americanos nativos, y hay una historia (o leyenda) que describe un encuentro entre los astronautas y uno de los habitantes locales: Un día, mientras efectuaban actividades de adiestramiento, los astronautas se encontraron con un anciano americano nativo. El hombre les preguntó qué hacían allí. Le contestaron que formaban parte de una expedición de investigación que muy pronto viajaría para explorar la Luna. Cuando el anciano oyó esto, quedó en silencio por unos momentos, y después les pidió a los astronautas si le podrían hacer un favor. —¿Qué quiere usted? —le preguntaron. —Bueno —dijo el anciano—, la gente de mi tribu cree que en la Luna viven espíritus sagrados. Me preguntaba si ustedes les podrían transmitir un mensaje importante para ellos de parte de mi pueblo. —¿Cuál es el mensaje? —preguntaron los astronautas. El hombre pronunció algo en su lenguaje tribal, y después les pidió a los astronautas que lo repitieran una y otra vez hasta que lo memorizaron correctamente. —¿Qué significa? —preguntaron los astronautas. —¡Oh!, no puedo decírselo. Es un secreto que solo nuestra tribu y los espíritus de la Luna pueden conocer. Cuando volvieron a su base, los astronautas buscaron y buscaron hasta que encontraron a alguien que podía hablar el lenguaje tribal, y le pidieron que tradujera el mensaje secreto. Al repetir lo que habían aprendido de memoria, el traductor empezó a reírse ruidosamente. Tras calmarse, los astronautas le preguntaron qué quería decir. El hombre les explicó que la frase que habían aprendido de memoria con tanto cuidado decía: «No os creáis ni una palabra de lo que esta gente os diga. Han venido para robaros vuestras tierras».
Yuval Noah Harari (Sapiens. De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad)
En general, a lo largo de los años, las cosas no suelen salir como uno espera que salgan, y si alguna vez se presenta la oportunidad de tomar el rumbo con destino a los propios sueños, uno queda tan noqueado que no sabe decidir o no se atreve y se queda quieto, inmóvil, incapaz de avanzar, y termina por perder aquel tren tanto tiempo soñado, tanto esperado, sin decidirse a subir, sin arriesgarse a perder ni atreverse a renunciar a lo que es seguro, aun no siendo grato, aun no siendo bueno, convertido en cotidiano a fuerza de tenerlo, en costumbre a fuerza de vivirlo y respirarlo. Y cuando se ve partir el tren sin retorno posible, indefectiblemente se inicia otra añoranza nueva, una nostalgia más intensa, más dolida, más sentida, consciente de que se pudo elegir, que pudiendo subir no se hizo, que pudiendo cambiar se dejó todo como estaba; y se acaba viviendo en el pasado inmutable de los recuerdos, un pasado que se deshace en los dedos de la memoria como papel quemado, como agua clara que se pretendiera mantener entre las manos.
Paloma Sánchez-Garnica (La sonata del silencio)
La tradición del islam místico comparte esta misma convicción. Me gustaría relatarle algo tomado de la leyenda dorada de los santos musulmanes. Un día, Suturá, una buena mujer, fue a visitar a Tierno Bokar, el sabio de Bandiagara: esta aldea de Mali está situada en la meseta del mismo nombre, rodeada de altos acantilados al pie de los cuales viven los dogon, pueblo famoso por su arte austero, su compleja cosmogonía y su hondo sentido de la trascendencia. «Tierno –le dijo Suturá–, estoy muy irritable. Me molesta hasta lo más insignificante. Querría recibir de ti una bendición o una oración que me haga dulce, amable y paciente». No había acabado de hablar cuando su hijo, un niño de tres años que estaba esperándola en el patio, agarró una tabla y le dio un golpe en la espalda. Ella miró al niño, sonrió y, atrayéndolo hacia ella, dijo dándole un cachete cariñoso: «¡Qué niño más malo! Mira cómo trata a su madre…». «Si tan irritable estás, ¿por qué no te enfadas con tu hijo?», le preguntó Tierno Bokar. «Si no es más que un niño –contestó Suturá–. No sabe lo que hace. Con un niño de esta edad no hay quien se enfade». «Vete a casa, querida Suturá –le dijo Tierno– y, cuando alguien te irrite, acuérdate de la tabla y piensa: “Tenga los años que tenga, esta persona está actuando como un niño de tres años”. Sé indulgente: puedes hacerlo, ya que acabas de serlo con tu hijo cuando te ha dado ese golpe. Obra así y no volverás a enfadarte. Vivirás feliz y te sentirás mejor. Las bendiciones que desciendan sobre ti serán mucho mayores que las que puedas recibir de mí: serán las bendiciones de Dios y del propio Profeta. Quien soporta y perdona una ofensa –continuó– se parece a una de esas grandes ceibas que ensucian los buitres al posarse en sus ramas. El aspecto repugnante del árbol solo dura una parte del año. Todos los inviernos Dios envía unos cuantos chaparrones que lo limpian de la copa a las raíces y lo revisten de un nuevo follaje. Procura prodigar el amor que sientes por tu hijo a todas las criaturas de Dios. Porque Dios quiere a sus criaturas como un padre a sus hijos. Entonces llegarás a lo más alto de la escala, allí donde, gracias al amor y la caridad, el alma solo ve y valora la ofensa para perdonarla mejor». Las palabras de Tierno supusieron tanto para Suturá que, a partir de ese día, consideró hijos suyos a todos los que la ofendían y no les respondió más que con dulzura, amor y una paciencia silenciosa y sonriente. Tanto cambió que, al final de su vida, la gente decía: «Paciente como Suturá». Nunca más hubo nada capaz de enfadarla. Cuando murió, se la consideraba prácticamente una santa.
Robert Sarah (La fuerza del silencio)
Oh divinidades del mundo puesto bajo el cosmos, al que volvemos a caer cuanto mortal somos creados, si me es lícito, y, dejando los rodeos de una falsa boca, la verdad decir dejáis, no aquí para ver los opacos Tártaros he descendido, ni para encadenar las triples gargantas, vellosas de culebras, del monstruo de Medusa. Causa de mi camino es mi esposa, en la cual, pisada, su veneno derramó una víbora y le arrebató sus crecientes años. Poder soportarlo quise y no negaré que lo he intentado: me venció Amor. En la altísima orilla el dios este bien conocido es. Si lo es también aquí lo dudo, pero también aquí, aun así, auguro que lo es y si no es mentida la fama de tu antiguo rapto, a vosotros también os unió Amor. Por estos lugares yo, llenos de temor por el Caos este ingente y los silencios del vasto reino, os imploro, de Eurídice detened sus apresurados hados. Todas las cosas os somos debidas, y un poco de tiempo demorados, más tarde o más pronto a la sede nos apresuramos única. Aquí nos encaminamos todos, esta es la casa última y vosotros los más largos reinados poseéis del género humano. Ella también, cuando sus justos años, madura, haya pasado, de la potestad vuestra será: por regalo os demando su disfrute. Y si los hados niega la venia por mi esposa, decidido he que no querré volver tampoco yo. De la muerte de los dos gozaos.
Ovidio (Metamorphoses)
No puedo soportar más en silencio. Debo hablar con usted por cualquier medio a mi alcance. Me desgarra usted el alma. Estoy entre la agonía y la esperanza. No me diga que es demasiado tarde, que tan preciosos sentimientos han desaparecido para siempre. Me ofrezco a usted nuevamente con un corazón que es aún más suyo que cuando casi lo destrozó hace ocho años y medio. No se atreva a decir que el hombre olvida más prontamente que la mujer, que su amor muere antes. No he amado a nadie más que a usted. Puedo haber sido injusto, débil y rencoroso, pero jamás inconsciente. Sólo por usted he venido a Bath; sólo por usted pienso y proyecto. ¿No se ha dado cuenta? ¿No ha interpretado mis deseos? No hubiera esperado estos diez días de haber podido leer sus sentimientos como debe usted haber leído los míos. Apenas puedo escribir. A cada instante escucho algo que me domina. Baja usted la voz, pero puedo percibir los tonos de esa voz cuando se pierde entre otras. ¡Buenísima, excelente criatura! No nos hace usted en verdad justicia. Crea que también hay verdadero afecto y constancia entre los hombres. Crea usted que estas dos cosas tienen todo el fervor de “F. W. “Debo irme, es verdad. Pero volveré o me reuniré con su grupo en cuanto pueda. Una palabra, una mirada me bastarán para comprender si debo ir a casa de su padre esta noche o nunca”.
Jane Austen (Persuasion (Spanish Edition))
La vida extiende su sufrimiento para crecer dentro del alma; un triste reflejo de lo que he llegado a ser se vuelve un aburrido recordatorio de mi soledad. La realidad se desata en un concepto de formas y ángulos que se transfiguran ante mis ojos para contemplar algún tipo de verdad, un tipo de verdad que apesta a desesperación y desolación. En el negro ébano de un abismo eterno, mi vínculo con la humanidad es tan solo un viejo y demacrado cordel. Una extensión hacia la nada. Insuficiente para soportarme si apoyo todo el peso de mi existencia sobre ella, pero porque está ahí afuera, quiero sentir la liberación de un equilibrio compartido. Anhelo, pero resisto todo con mi propia incapacidad para mantener el impulso y, en cada pendiente, la fricción subyacente persigue la voluntad de detenerme. Una vez más, vuelvo a encontrarme inmóvil, indeciso. La indecisión podría considerarse una de las más disruptivas maldiciones; un intervalo de reflexión entre un aliento de muerte y la palpitante procesión en el que uno se pregunta si este complejo nexo de carne animal y espíritu humano, si este febril océano de nudos, si esta trama de éxtasis apocalíptico merece algo parecido a la piedad o, tal vez, a la admiración. De todas formas, antes de que se pueda pensar en una respuesta, el intervalo termina, y la hoja inquebrantable de la alienación unge una vez más las pulsaciones de silencio.
Sebastian Crugley (Neuma)
-Sé que es extraño, Andy, y le doy vueltas a lo que me está pasando y por qué. Una parte de mí se pregunta si no era así como tenía que acabar; quiero decir que llevo décadas saliendo con gente, y si ninguna de esas relaciones ha funcionado tal vez sea porque el destino así lo quería, porque yo tenía que estar con él. O tal vez esa sea solo una justificación que invento. También cabe la posibilidad de que sea simple curiosidad, pero no, creo conocerme lo suficiente para saber que no solo se trata de eso. -Suspiró-. ¿Qué crees que debería hacer? Andy guardó silencio unos instantes. -En primer lugar, no creo que sea extraño, Willem. Más bien creo que tiene sentido. Siempre habéis estado unidos por algo diferente y muy poco común. A veces me he preguntado qué era…, pese a tus novias. Creo que sería maravilloso, por ti pero sobre todo por él. Sería el regalo más grande y más reparador que le podrías hacer.     »Pero, si así lo decides, debes estar preparado para llegar a un pacto con él y contigo mismo. Porque no puedes tontear con él y luego dejarlo. Además, debes saber que será muy muy difícil. Tendrás que lograr que confíe en ti y te vea de otro modo. No creo estar traicionándolo su te digo que para él será muy duro mantener relaciones íntimas, y que tendrás que ser muy paciente.  Los dos guardaron silencio. -De modo que si lo hago, debo pensar que es para siempre -le dijo a Andy, que lo miró unos segundos y sonrió.
Hanya Yanagihara (A Little Life)
Tu infancia en Menton Sí, tu niñez ya fábula de fuentes. El tren y la mujer que llena el cielo. Tu soledad esquiva en los hoteles y tu máscara pura de otro signo. Es la niñez del mar y tu silencio donde los sabios vidrios se quebraban. Es tu yerta ignorancia donde estuvo mi torso limitado por el fuego. Norma de amor te di, hombre de Apolo, llanto con ruiseñor enajenado, pero, pasto de ruina, te afilabas para los breves sueños indecisos. Pensamiento de enfrente, luz de ayer, índices y señales del acaso. Tu cintura de arena sin sosiego atiende sólo rastros que no escalan. Pero yo he de buscar por los rincones tu alma tibia sin ti que no te entiende, con el dolor de Apolo detenido con que he roto la máscara que llevas. Allí, león, allí, furia del cielo, te dejaré pacer en mis mejillas; allí, caballo azul de mi locura, pulso de nebulosa y minutero, he de buscar las piedras de alacranes y los vestidos de tu madre niña, llanto de medianoche y paño roto que quitó luna de la sien del muerto. Sí, tu niñez ya fábula de fuentes. Alma extraña de mi hueco de venas, te he de buscar pequeña y sin raíces. ¡Amor de siempre, amor, amor de nunca! ¡Oh, sí! Yo quiero. ¡Amor, amor! Dejadme. No me tapen la boca los que buscan espigas de Saturno por la nieve o castran animales por un cielo, clínica y selva de la anatomía. Amor, amor, amor. Niñez del mar. Tu alma tibia sin ti que no te entiende. Amor, amor, un vuelo de la corza por el pecho sin fin de la blancura. Y tu niñez, amor, y tu niñez. El tren y la mujer que llena el cielo. Ni tú, ni yo, ni el aire, ni las hojas. Sí, tu niñez ya fábula de fuentes.
Federico García Lorca (Poeta en Nueva York)
El aliento del mar fue alejando lentamente la marea de la orilla, y dejó la arena lisa y espejeante bajo las estrellas. Las algas mojadas, enmarañadas, plagadas de insectos. Las dunas agrupadas y tranquilas, el viento frío combando la hierba. El camino asfaltado que subía de la playa en silencio ahora, cubierto por una capa de arena blanca; un brillo tenue sobre los techos curvos de las caravanas; los coches aparcados, formas oscuras y agazapadas sobre la hierba. Y luego la feria, el quiosco de helados con la persiana bajada, y siguiendo la calle, ya en el pueblo, la oficina de correos, el hotel, el restaurante. El Sailor’s Friend, con las puertas cerradas, pegatinas ilegibles en las ventanas. La estela de los faros de un único coche al pasar. Las luces traseras rojas como ascuas. Más allá, una hilera de casas, las ventanas reflejando impasibles la luz de las farolas, los cubos de basura alineados enfrente, y luego la carretera de la costa que salía del pueblo, silenciosa, desierta, los árboles alzándose por entre la oscuridad. El mar hacia el oeste, una extensión de manto negro. Y al este, cruzando la verja, la antigua rectoría, de un azul lechoso. Dentro, cuatro cuerpos durmiendo, despertando, durmiendo otra vez. De lado, o tumbados de espaldas, sacudiéndose las colchas con los pies, cruzando de sueño en sueño en silencio. Y ya por detrás de la casa empezaba a salir el sol. En los muros traseros y entre las ramas de los árboles, entre las hojas coloridas de los árboles y la hierba verde y húmeda, se filtra la luz del alba. Mañana de verano. Agua fría y clara en el hueco de la mano.
Sally Rooney (Beautiful World, Where Are You)