Maldita Quotes

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La vida es una maldita enfermedad que a todos nos acaba matando.
Rosa Montero
Siempre te he querido, incluso cuando te odiaba. Te quiero aun cuando me llevas a la maldita locura. Y sé que lo estropeé.
Jennifer L. Armentrout (Onyx (Lux, #2))
-Ángel, ¿cómo diablos se supone que me voy a concentrar todo el día, sabiendo que mi hermosa novia se ve como una maldita diosa del sexo? ¿Estás torturándome a propósito?
Kirsty Moseley (The Boy Who Sneaks in My Bedroom Window (The Boy Who Sneaks in My Bedroom Window, #1))
-Como muy bien has advertido, esto no es un cuento, sino la vida real. Terrible y malvada. Y por eso, maldita sea, vivámosla lo mejor y más decentemente posible. Limitemos la cantidad de los daños realizados a otros al mínimo indispensable.
Andrzej Sapkowski (El último deseo / La espada del destino)
«Las batallas se pueden ganar con el corazón, pero las guerras sólo se pueden ganar con la cabeza.»
Santiago Posteguillo (Las legiones malditas)
¡Maldita decencia! ¡Maldito manual de Carreño! Por su culpa su cuerpo quedaba destinado a marchitarse poco a poco, sin remedio alguno. ¡Y maldito Pedro tan decente, tan correcto, tan varonil, tan... tan amado! -Tita
Laura Esquivel (Like Water for Chocolate)
Maldita sea, él era bellísimo también. ¿Qué tenía esta familia, que todos los hijos eran alucinantemente guapos que dolía verlos? - Meghan
Julie Kagawa (The Iron Daughter (The Iron Fey, #2))
La culpa no es de quien dispara la bala o coloca el explosivo, la culpa es de quien ha provocado la maldita guerra, de quien no va al frente pero envía los hombres a morir.
Julia Navarro (Dime quién soy)
Lloró creyendo que lloraba por el niño muerto y por Alma, pero lo hacía por sí mismo, por su vida mesurada y convencional, por el peso de las responsabilidades que nunca podría sacudirse de encima, por la soledad que lo agobiaba desde que nació, por el amor que añoraba y nunca tendría, por los naipes engañosos que le habían tocado y por todas las malditas tretas de su destino.
Isabel Allende (The Japanese Lover)
«No existe ningún hombre en el mundo que merezca que un corazón de mujer se destroce por él. Un hombre, aun cuando se cree enamorado apasionadamente, encontrará siempre alguna otra mujer para consolarse.
Cristina Morató (Reinas malditas)
El amor puede ser algo grandioso, pero, maldita sea, ocupa más espacio dentro de un hombre del de que debería.
Mackenzi Lee (The Gentleman's Guide to Vice and Virtue (Montague Siblings, #1))
El amor puede ser algo grandioso, pero, maldita sea, ocupa más espacio dentro de un hombre del que debería
Mackenzi Lee (The Gentleman's Guide to Vice and Virtue (Montague Siblings, #1))
Maldita sea, parecía imposible que perdiéramos, pero perdimos.
Charles Bukowski (The Last Night of the Earth Poems)
Me he apartado de mi camino. Pero por esta maldita costumbre de querer justificar cada uno de mis actos
Ernesto Sabato (El túnel)
¡Maldita sea mi estrella aciaga, que ni en vida ni en muerte se dieron cuenta de que yo tenía corazón!
José Eustasio Rivera (La vorágine)
...estos ricos que metí en la cárcel de Apapátaro eran ricos mexicanos, que constituyen una raza maldita y que debieron ser pasados por las armas, todos, desde tiempos del Cura Hidalgo.
Jorge Ibargüengoitia (Los relámpagos de agosto)
Quizá nunca debió haber robado la maldita piedra, pero incluso aquí y ahora, enfrentando la muerte en la forma de una reina pálida, no lo lamentaba. Había querido libertad. Había querido aventuras. Y no creía que le importara morir por ello. Solo deseaba que morir no doliera tanto.
Victoria E. Schwab (A Darker Shade of Magic (Shades of Magic, #1))
Maldita sea. ¿Crees que no me arrepiento de actuar como un idiota contigo? Me he disculpado por eso —Se quedó allí, imponente sobre mí—. No lo entiendes. Todo esto no es fácil para mí. Y sé que es difícil para ti. Tienes mucho con lo que tratar. Pero yo tenía a mi hermana y a toda una raza contando conmigo. No quería que te acercaras a mí. No quería otra persona por quien preocuparme, otra persona a quien perder.
Jennifer L. Armentrout (Onyx (Lux, #2))
En la película, la pobre Keira Knightley tiene que pasar por toda esa maldita tragedia con James McAvoy, pero si Keira no hubiera sido atractiva, el nunca se habría fijado en ella y no le habría roto el corazón. Al fin y al cabo todos sabemos eso de que “es mejor haber amado y perdido...”, todo ese rollo es una mierda. Esta teoría se aplica a un montón de películas. Piensa en ello. Si Kate winslet hubiese sido la “Duff”, Leonardo DiCaprio no se habría enamorado de ella en Titanic y nosotros nos habríamos ahorrado un montón de lágrimas. Si Nicole Kidman hubiese sido fea en Cold Mountain, no tendría que haberse preocupado por Jude Law cuando se fue a la guerra. La lista es interminable.
Kody Keplinger (The DUFF: Designated Ugly Fat Friend (Hamilton High, #1))
Nos pasamos la vida deseando cosas. Unas inútiles. Otras grandes. Otras imposibles. También queriendo olvidar otras muchas. Sin embargo, lo único que de verdad olvidamos es que solo tenemos una vida. Una sola, y dejamos que transcurra sin hacer nada salvo querer y desear, como si nuestro pensamiento fuese una varita mágica, capaz de solucionarlo todo mientras permanecemos de brazos cruzados. Y convertimos la vida en una maldita espera en la que no sucede nada, porque la mayoría de las cosas importantes hay que crearlas. No nacen de los anhelos, de los lamentos, de la autocompasión y, mucho menos, de la cobardía y la pasividad. La vida no nos debe nada. Nada. Así es como me he sentido todos esos años, a la espera y desesperando. Siempre frente a una puerta que solo cruzaba cuando me invitaban a entrar. Acercándome de puntillas, llamando sin hacer ruido. Sin entender que hay puertas que no queda más remedio que derribar por nosotros mismos, que atravesar sin pedir permiso. Sin anunciarte. No basta con desear cambiar las cosas. Tienes que moverlas, darles la vuelta y transformarlas en lo que tú quieres que sean. Asumir que, hagas lo que hagas, el mundo sigue girando. No es un carrusel del que puedas subir y bajar a tu antojo, pero sí puedes elegir qué caballito quieres montar. ¿Y sabes qué? Todo parece cambiar cuando tú cambias. Esa es la verdad. Y una vez que comienzas ese tránsito, no te detienes hasta definir quién eres. Hasta aceptar tus contradicciones. Tus miedos. Tus deseos.
Maria Martinez (Cuando no queden más estrellas que contar)
Todos mis planes brillantes frustrados por la termodinámica. ¡Maldita seas, entropía!
Andy Weir (The Martian)
—¿Qué me dice, Starling? —Digo que maldita sea, señor Crawford. ¿Qué dice usted?
Thomas Harris (The Silence of the Lambs (Hannibal Lecter, #2))
Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen.
Julio Anguita
El bien. No, yo no era el bien. Yo no era nada, y mi alma, mi alma eterna, estaba maldita... Traté de conseguir que los pulmones que me traicionaban tomaran aire para decir la palabra. No..., no. Pero no tuve que decirla. Él trueno sonó detrás de mí como si alguien hubiera arrojado dos enormes piedras, una contra la otra. Todos gritaron y cayeron hacia atrás, algunos desaparecieron corriendo por los costados del patio. Se abrió la oscuridad. Yo me volví, y a través de la noche que se movía como humo en el viento, descubrí a Rhysand, que en ese momento se enderezaba las solapas de la chaqueta negra. —Hola, Feyre, querida —ronroneó.
Sarah J. Maas (A Court of Mist and Fury (A Court of Thorns and Roses, #2))
Por vezes o destino é como uma pequena tempestade de areia que não pára de mudar de direcão. Tu mudas de rumo, mas a tempestade de areia vai atrás de ti. Voltas a mudar de direcção, mas a tempestade persegue-te, seguindo no teu encalço. Isto acontece uma vez e outra e outra, como uma espécie de dança maldita com a morte ao amanhecer. Porquê? Porque esta tempestade não é uma coisa que tenha surgido do nada, sem nada que ver contigo. Esta tempestade és tu. Algo que está dentro de ti. Por isso, só te resta deixares-te levar, mergulhar na tempestade, fechando os olhos e tapando os ouvidos para não deixar entrar a areia e, passo a passo, atravessá-la de uma ponta à outra.
Haruki Murakami (Kafka on the Shore)
Eso me hizo feliz. Tú me hiciste feliz. Y todavía me preocupo por ti. ¿Bien? Significas algo para mí, algo que realmente aún no puedo poner en palabras porque todo parece demasiado pobre en comparación. Siempre te he querido, incluso cuando te odiaba. Te quiero aun cuando me llevas a la maldita locura
Jennifer L. Armentrout (Onyx (Lux, #2))
Quería salvarme de la droga que contamina el cuerpo y las venas y no de la otra, la que entra por debajo y por los ojos, la que se enquista en el corazón y lo corroe, la maldita droga que los más ingenuos llaman amor, pero que es tan nociva y mortal como la que se consigue en las calles envuelta en paqueticos.
Jorge Franco
Lo más probable es que tuviera una hemorragia interna y una conmoción cerebral, eso sin duda, pero nunca llegamos a averiguarlo. No te preocupas por esas menudencias cuando tu mejor amiga es una maldita curandera.
Richelle Mead (Vampire Academy (Vampire Academy, #1))
Netikerty, que significa «la que es excelente, la que hace lo correcto, la que es buena».
Santiago Posteguillo (Las legiones malditas)
La guerra es la excusa perfecta en donde todo se justifica.
Santiago Posteguillo (Las legiones malditas)
- […] Pero en cierto modo me siento aliviado. - ¿Aliviado? ¿Por qué? - Porque pensaba que nos iba a decir que él la mató. Por culpa de su maldita Torre. Susannah lo miró directamente a los ojos. - Pero es que él así lo cree. ¿No te das cuenta?
Stephen King (Wizard and Glass (The Dark Tower, #4))
Mis penas no se alivian con lamentos, ni lágrimas, ni oraciones, sino intentando haceros daño con daño y puesto que voy de soledad en soledad no encuentro contra quien descargar mi ira más que a vosotros. No os liberaré de mi maldita presencia.
Angélica Liddell (¿Qué haré yo con esta espada?)
–¿No has tenido tiempo en estos días para algo de lectura, Aleksandr? –siseó entre dientes jugando con la maldita carta entre sus dedos. Era inquietante verle en esa postura, tan relajada y calculada a la vez. Su tono de voz, rasgado y sibilante, habría bastado años atrás para estremecer mi cuerpo con el simple recuerdo de su sonido. Pero yo había cambiado desde entonces.
Pilar S.C. (Quédate con él. Operacion Kapo (Operación Kapo #2))
—Ahí fuera está el Laberinto —susurró Newt con los ojos abiertos como si estuviera en trance—. Todo lo que hacemos (nuestra vida, verducho) gira en torno a él. Pasamos cada bonito segundo de cada bonito día honrando al Laberinto, intentando resolver algo que ni siquiera sabemos si tiene una maldita solución, ¿sabes? Y queremos enseñarte que no es un sitio donde quieras meterte. Te enseñaremos por qué cierran los puñeteros muros todas las noches. Te enseñaremos por qué no debes nunca, y digo nunca, sacar tu culo ahí fuera.
James Dashner (The Maze Runner (The Maze Runner, #1))
Si te lo pidiese, ¿matarías a Terah de Graesin? logan —Sin dudarlo. —Si no te lo pidiera, ¿lo harías de todas formas? —Sí. —¿Lo has estado planeando? —Sí. —¡Maldita sea, Kylar! Ahora lo sé. —¿Pues para qué lo preguntas? —Para eliminar la excusa. ¿Se puede gobernar con justicia después de haber conseguido el trono injustamente? —Buena pregunta para planteársela a la mujer que te robó el tuyo.
Brent Weeks (Beyond the Shadows (Night Angel, #3))
Cuius aures veritati clausae sunt, ut ab amico verum audire nequeat, huius salus despernada est. Cicerón en Laelius, de amicitia, 24, 90 [Aquel cuyos oídos están tan cerrados a la verdad hasta el punto que no puede escucharla de boca de un amigo, puede darse por perdido.] 16
Santiago Posteguillo (Las legiones malditas)
—Sí, él se limitó a darte un beso, pero ese no fue el primero. Tu primer beso lo obtuve hace mucho tiempo —explicó, con una media sonrisa que hizo que su rostro se viese hermoso. ¿De qué diablos estaba hablando? Nunca me había besado. Fruncí el ceño, pensando, tratando de recordar. —¿Recuerdas la vez que me hice daño cuándo me caí de ese árbol en mi jardín delantero? Tenía trece años y mi maldita pierna dolía tanto, y me preguntaste qué podías hacer para que el dolor desapareciese. —Cerró los ojos y negó con la cabeza al recuerdo, con una pequeña sonrisa en las comisuras de sus labios.
Kirsty Moseley
Esas cartas lo son todo. Somos ella y yo, niños que solo intentan encontrarse a sí mismos y atraviesan el dolor de hacerse mayores. Allí es donde empecé a enamorarme de ella, y a necesitarla. Son mis malditas canciones y una parte de mí. Nuestra historia está en esas cartas. Cada cosa hermosa que alguna vez me dijo para atraerme hacia sí.
Penelope Douglas (Punk 57)
no confundas mi respeto con temor, no confundas mi franqueza con miedo.
Santiago Posteguillo (Las legiones malditas)
Escuchémosle antes de juzgarle.
Santiago Posteguillo (Las legiones malditas)
Todos terminamos siendo vulnerables alguna vez. Todos.
Santiago Posteguillo (Las legiones malditas)
no infravaloro ni a mis enemigos ni a los que me rodean, pues ése es el principio de todos los fracasos.
Santiago Posteguillo (Las legiones malditas)
«Cuando tenía doce años quería ser actriz. No he tenido suerte: he sido emperatriz
Cristina Morató (Reinas malditas)
Aquella tarde, bajo la maldita lluvia, acurrucada sobre mi infortunio, entendí que sin duda podía ser como ellos.
Ingrid Betancourt (Even Silence Has an End: My Six Years of Captivity in the Colombian Jungle)
No tenía una; era una estudiante en el primer semestre del primer año de la carrera, maldita sea. No todos tenían sus vidas resueltas al momento de salir del útero.
Gayle Forman (My True Love Gave to Me: Twelve Holiday Stories)
Al día siguiente esa maldita alarma volverá a gritarme sin piedad alguna que soy un fracasado y yo, una vez más, volveré a quedarme sin excusas con las que responderle.
Carlos Kaballero (Desvirgando a la noche con poemas suicidas (Spanish Edition))
Malditas seáis pues, malévolas tinieblas del Orco, que devoráis todo lo bello:
Catulo (Poesía completa (edición bilingüe) (Spanish Edition))
No tenía el más mínimo interés en ser la musa de alguien. No soy una musa. Soy ese alguien. Fin de la maldita historia.
Taylor Jenkins Reid (Daisy Jones & The Six)
Ira, Ys, es un Dios amenazante Que sumerge la ciudad maldita.
Boris Vian
¡El mundo está fuera de quicio!... ¡Oh, suerte maldita!... ¡Que haya nacido yo para ponerlo en orden! ¡Listo, venid, vámonos juntos!
William Shakespeare (Hamlet)
Marla... maldita turista, su mentira reflejaba la mía.
Chuck Palahniuk (Fight Club)
Te voy a explicar por qué rompimos, Ed. Te voy a contar en esta carta toda la verdad de por qué sucedió. Y la maldita verdad es que te quise demasiado.
Daniel Handler (Why We Broke Up)
No más maldita que la boca cuando miente y calumnia, y ella te sirve para alabar a tu Dios antes de la mentira y después de la calumnia, No
José Saramago (El Evangelio Según Jesucristo)
—Elígeme —susurré—. Porque, ¿mi corazón? ¿Mi alma? ¿Mi maldita existencia? Ya han hablado y te quieren, y únicamente a ti… para siempre." -Chase
Rachel Van Dyken (Elect (Eagle Elite, #2))
una maldita borracha
Junot Díaz (The Brief Wondrous Life of Oscar Wao)
—"¡Ah! ¡no haber parido todo un nudo de víboras, Antes que amamantar esta irrisión! ¡Maldita sea la noche de placeres efímeros En que mi vientre concibió mi expiación!
Charles Baudelaire (Las flores del mal)
-Mi papá te hubiera puesto a hacer cien lagartijas por todo este gimoteo. -No si antes me rompiera mis malditas costillas, amiga. Me siento como Rihanna tras una noche de pasión.
Mark Millar (Kick-Ass 2)
He perdido el norte...y no sé de dónde voy a sacar una maldita brújula.
Lorena Pacheco Fiérrez (Rosas Azules)
No sabía lo que estaba haciendo y porque lo hacía, si no quería. () Así eran las cosas, se suponía que yo no era más que la inspiración para la gran idea de algún hombre. Pues a la mierda con eso. Por eso empecé a escribir mis propias canciones.()No tenía el más mínimo interés en se la musa de alguien. No soy una musa. Soy ese alguien. Fin de la maldita historia.
Taylor Jenkins Reid (Daisy Jones & The Six)
Si has de entablar una guerra contra el Sistema, dispara como una chica buena e inteligente: porque el enemigo está ahí, y no porque te disgusta su peinado o su maldita corbata" Zooey
J.D. Salinger
—Luego, tal vez tú y yo podríamos ir dando un paseo hasta esa cafetería de allí y tomarnos algo. —No eres mi tipo. Maldita fuera. A veces pasaba. En fin, ¿qué podía hacer una chica en esos casos? —De acuerdo, ¿vas a dejarnos pasar? —Me gustan más… verdes. —Por-fa-vor. —Saqué mi último billete de veinte—. Ahora sí que me has dejado tiesa. Me lo arrancó de los dedos y abrió la puerta.
Darynda Jones (Second Grave on the Left (Charley Davidson, #2))
En el mundo hay cosas bonitas. Y quiero decir bonitas. Somos imbéciles al desviarnos de ellas. Siempre, siempre relacionando cada maldita cosa que ocurre con nuestros asquerosos y pequeños egos
J.D. Salinger
«La tiranía no acepta comunidad alguna entre señor y súbditos: no hay en ella ni derecho ni justicia. El súbdito es para el tirano lo que la herramienta para el artesano... Hablando con propiedad, el tirano no ve a su alrededor seres humanos, sólo bueyes, caballos y, en todo caso, esclavos.»[11] —Publio
Santiago Posteguillo (Las legiones malditas)
El cristianismo como las creencias paganas eran lo mismo, estrictamente productos de la fantasía mal encauzada en ausencia de formas educadas y racionales de explicar el universo, la existencia y el devenir.
Carolina Andújar (La familia maldita)
— Durante toda la noche estuvo así y, por fin, nos fuimos a casa. Yo llegué a pensar que no iba a hacerlo. Que la noche iba a terminar y que él no iba a pronunciar aquellas malditas palabras. Y ahí me tienes a mí, preguntándome si tendría que ser yo quien lo preguntara de nuevo para terminar de una vez por todas con aquello. Y si me vuelve a decir que no... —No dije que no la primera vez —intervino Mark. —... le doy una paliza. Le dejo inconsciente, lo meto en un avión y nos vamos para Las Vegas, porque ya no soy ningún jovencito. —Y está claro que con la edad tampoco has madurado —refunfuñó Mark. Steven le lanzó una mirada amenazante. —Así que salimos de la limusina y estoy tratando de acordarme de aquella proposición tan fantástica que le hice aquella vez y va él y me agarra del codo y desembucha: «Steve, maldita sea. Tienes que casarte conmigo».
Sylvia Day (Entwined with You (Crossfire, #3))
—Nam bene consultum consilium surripitur saepissime, si minus cum cura aut cautela locus loquendi lectus est... [con frecuencia se frustra aquella decisión bien tomada cuando se ha elegido con poca cautela el lugar donde hablar].
Santiago Posteguillo (Las legiones malditas)
Entonces él le sonrió y le guiñó un ojo y, a pesar de todo, de la maldición, de la vergüenza y de esas malditas calaveras de la muerte de plástico, el corazón le dio un pequeño vuelco en el pecho. Sí, está claro que estoy en el infierno.
Erin Sterling (The Ex Hex (The Ex Hex, #1))
Meu Deus, não sou muito forte, não tenho muito além de uma certa fé - não sei se em mim, se numa coisa que chamaria de justiça-cósmica ou a-coerência-final-de-todas-as-coisas. Preciso agora da tua mão sobre a minha cabeça. Que eu não perca a capacidade de amar, de ver, de sentir. Que eu continue alerta. Que, se necessário, eu possa ter novamente o impulso do vôo no momento exacto. Que eu não me perca, que eu não me fira, que não me firam, que eu não fira ninguém. Livra-me dos poços e dos becos de mim, Senhor. Que meus olhos saibam continuar se alargando sempre. Sinto uma dor enorme de não ser dois e não poder assim um ter partido, outro ter ficado com todas aquelas pessoas. Volta a pergunta maldita: terei realmente escolhido certo? E o que é o "certo"? Digo que todo caminho é caminho, porque nenhum caminho é caminho. Que aqui ou lá - London, London, Estocolmo, Índia - eu continuaria sempre perguntando. Minhas mãos transpiram, transpiram. O nariz seco por dentro. Não quero escrever mais nada hoje.
Caio Fernando Abreu (Ovelhas Negras)
La angustia me trepaba por el cogote como una criatura negra, helada, crujiente, con aguijón. ¿Conocen a ese animal? Es difícil explicar cómo hace su nido en tu espalda. Es como morir y quedar viva. Como intentar respirar debajo del agua. Como estar maldita.
María Fernanda Ampuero (Sacrificios humanos)
mirad, mirad, hacia un hito, un malvado y negro Angelote que, al correr, fluctúa, porque ha comido demasiada yuyuba. Hace caca: y después desaparece: pero su maldita caca crece y crece, bajo la luna santa que está vacante: —una alígera cloaca de negra sangre.
Arthur Rimbaud
No estaba enamorado de ella —eran más o menos tan incompatibles como podrían serlo dos personas cualesquiera—, pero la quería mucho y echaba de menos a esa maldita y complicada mujer. Había creído que la amistad era mutua. En resumen, se sentía como un idiota.
Stieg Larsson (The Girl Who Played With Fire (Millennium #2))
¿Sabes cuándo realmente me fallan las malditas rodillas y siento que tengo que hacer todo lo que esté en mi mano para merecerte? Cuando hablas, mierda, cuando lo haces. A veces pienso que no tendré vida suficiente para todas las conversaciones que quiero tener contigo. –Se pasó una mano por el pelo–. Y nunca he creído en Dios ni en la fuerza del universo, pero cuando veo cómo tratas a Jeremy, tu bondad, les doy gracias a ambos por haberte colocado en mi camino. Mierda, ¡si me lo pidieran hasta me pondría de rodillas! –Se detuvo–. ¡Y me siento impotente cuando me doy cuenta de que no te valoras, como si me matases sin piedad cada vez que te reprimes! Por eso me voy, porque hace tiempo que me prometí a mí mismo que me alejaría de cualquiera que te hiciese daño. Y esa persona ahora mismo eres tú.
Alexandra Roma (El club de los eternos 27)
Ella también estaba cubierta de piel y estaba repleta de terminaciones nerviosas súper sensibles, cuya existencia había ignorado toda su maldita vida, pero que ahora despertaban a la vida como hielo, fuego y aguijones de abeja en cuanto Park la acariciaba en donde fuera que lo hiciera.
Rainbow Rowell (Eleanor & Park)
—Te diré a lo que es real. Real es que yo estaba en la cárcel durante el último año, quedándome en conjunto con los distribuidores de drogas y consumiendo una porquería de basura como alimento, que ni siquiera tu perro tocaría. Real es no poder usar la maldita ropa interior propia y ducharte con veinticinco pollas de otros tipos todos los días mientras los guardias vigilan el reloj. Real es que mi vecina de al lado que camina como si estuviera en equilibrio sobre unos zancos, porque la pierna está tan jodido por el accidente. Brian, tu percepción de la realidad es totalmente errónea.
Simone Elkeles (Leaving Paradise (Leaving Paradise, #1))
Dick. Te diré lo que está sucediendo. Es una matanza. Me gustaría estar ciego. ¡Oh, maldita sea! Están acribillando a esos chicos, creo que con ametralladoras. No se ha producido la menor advertencia. Los chicos que todavía se mantienen en pie… Se dispersan, corren hacia todos los puntos del campus.
Stephen King (Apocalipsis)
Uno veía a Shiloh y demás, se ponía irritable, jugueteaba toda la noche. Los chicos fastidiaban por Texas. «Maldita sea, no hay nada. Maldita sea, En Texas», pero tomó los carros, se fue, y para demostrar que tenía razón, Se quedó un año y un día, «diablos, nada en Texas», lo había demostrado, volvió al vómito negro, Y murieron, y murieron, y están muertos, y ahora sus voces se van perdiendo como el último grillo en la oscuridad helada, en la hierba perdida, Sin nada que decirnos sobre nuestra complejidad de opciones, Pero para pedirnos una sola palabra con que justificar su propio costo de vida.
Robert Penn Warren (The Collected Poems of Robert Penn Warren)
Él tenía la certeza de que iba a salir con bien de aquélla; y a su regreso ya no tendría que arar la tierra ingrata en la que había nacido, seca y maldita de Dios, tierra de caínes esquilmada por reyes, curas, señores, funcionarios, recaudadores de impuestos y alguaciles; por sanguijuelas que vivían del sudor ajeno.
Arturo Pérez-Reverte (Ojos azules (Spanish Edition))
Escrever era a única coisa que me trazia alívio naquelas madrugadas
Ben Oliveira (Escrita Maldita)
. Sólo los ignorantes o los tontos se permiten la insensatez de no estar al corriente de la política que los afecta.
Santiago Posteguillo (Maldita Roma: La conquista del poder de Julio César (Julio César, #2))
«Quien nace mortal camina hacia la muerte».
Santiago Posteguillo (Maldita Roma: La conquista del poder de Julio César (Julio César, #2))
Los días pasan. Y los días llegan, todos y cada uno de ellos. También los que se temen.
Santiago Posteguillo (Maldita Roma: La conquista del poder de Julio César (Julio César, #2))
Sé que parece injusto lo que digo, pero la vida, a veces, con frecuencia, es injusta.
Santiago Posteguillo (Las legiones malditas)
Un pedagogo con espíritu de siervo transmitiría servilismo a su hijo; un sabio con sentido de su propia dignidad enseñaría autoestima.
Santiago Posteguillo (Las legiones malditas)
—Pues claro, maldita sea. Yo también te amo, y lo sabes. Y que quede claro: no estoy diciéndolo con la idea de acostarme contigo. Este mundo no puede ser más cruel. Al comienzo de este día, mi Último Día, estaba pegándole una paliza al tipo que estaba saliendo con mi ex, pero ahora me encuentro en la cama con un chico maravilloso al que no hace ni veinticuatro horas que conozco... que conozco...
Adam Silvera (They Both Die at the End (Death-Cast, #1))
Es extraño lo lejos que están las mujeres de la realidad. Viven en un mundo propio que jamás ha existido y que nunca podrá existir. Es demasiado hermoso y, si quisieran construirlo, se vendría abajo antes de la primera puesta de sol. Cualquiera de las malditas cosas con las que los hombres llevamos conviviendo sin problemas desde el día de la creación se pondría de por medio y lo desharía en pedazos.
Joseph Conrad (El corazón de las tinieblas (Colección Novela Gráfica Clarín, #4))
Mi cuerpo es la letra cuando mi mano tienta a estructurar cada sitio recorrido por mi saliva, cada silencio oculto por mi piel, cada roce estancado en toda mi agonía, en el luto material de la maldita enfermedad que no se quita, porque aquí es donde mi cuerpo es tiempo, y el tiempo es el simple recorrer de mis ojos al encuentro de esta espera, de este escribir irrompible y deshecho, de este cuerpo enfermo.
Lucas Ríos Santana
¿Hasta qué punto nuestras mezquindades pueden ser justificadas por la desgracia? ¿Hasta qué punto el cojo puede ser cojo y malo? ¿Le está permitido al ciego ser despótico? ¿Cuánta ruindad puede ser perdonada, por ejemplo, por el suicidio de un padre o la muerte de un hijo? Tal vez le ocurriera a ella lo mismo; tal vez Zarza hubiera sido una planta torcida y espinosa desde el mismo principio, una mala zarza que nació ya maldita, arrastrando el peso de un destino canalla.
Rosa Montero
—Era una emergencia. El tipo intentaba convertirme en su compañera de cama. Lo rechacé. Y empezó a perseguirme. Sara levantó una mano. —¿Cómo «rechazaste» su oferta exactamente? —Le rebané la garganta. Sara se limitó a mirarla. Y lo mismo hizo Ransom. Aunque luego, el imbécil empezó a reírse como un histérico. Rió con tanta fuerza que se cayó de la moto y aterrizó sobre el suelo de cemento del garaje. Y ni siquiera aquello lo detuvo. —Cierra la boca si no quieres que te haga lo mismo a ti. - Ransom intentó dejar de reírse. Sin éxito. —Maldita sea, Ellie... ¡Eres increíble! —Lo que eres —murmuró Sara— es un imán para los problemas. —Yo... —empezó a decir Elena para tratar de defenderse. Sara alzó la mano de nuevo y luego empezó a contar con los dedos. —Por tu culpa, tengo mensajes en el teléfono del gobernador y del puñetero presidente de los Estados Unidos de América. Por tu culpa la mitad de Nueva York cree que hay un vampiro salvaje suelto. Por tu culpa... ¡tengo tres canas más! Elena sonrió al oír aquello último. —Yo también te quiero.
Nalini Singh (Angels' Blood (Guild Hunter, #1))
—Lo siento —dije. Alex abrió la boca para hablar y yo negué con la cabeza para detenerlo—. Alex, sólo escúchame. Necesito que entiendas. Cuando pensé que mi madre estaba muerta… su funeral… y los días posteriores, sólo conseguí lograrlo gracias a ti, porque estuviste justo a mi lado cuidándome. Y cuando mi padre me llevó a Londres, lo único que conseguía sacarme de la cama en la mañana, y a través de cada día en esa maldita escuela, era el pensamiento de que un día llegaría a verte de nuevo. Sólo saber que estabas por ahí, era suficiente. Así que, incluso antes de esto, incluso antes de que realmente comenzaras a rescatarme de los hombres malos con armas grandes, te necesitaba. He sido impulsiva y loca y aprovechado oportunidades toda mi vida porque siempre he sabido que estarías allí cuando las cosas fueran mal. Lo que pasa. Mucho.¿Recuerdas el lago? ¿El incidente del trineo? ¿El árbol en el patio trasero? Y ni siquiera hemos llegado a casi ser capturada por La Unidad en un Seven Eleven o recibir un disparo en Joshua Tree. Y en cada uno de esos momentos me has rescatado. Cada vez has estado allí. Eres como mi red de seguridad.
Sarah Alderson (Losing Lila (Lila, #2))
Para alguien que no se haya fijado nunca en que existen botas con la punta redonda y otras realmente puntiagudas, y que además hay botas de cuero bueno y otras que parecen de plástico, y que sobre todo existen botas de serpiente pitón que son la cosa más bonita del mundo y que nada más verlas se le van a uno los ojos, sin remedio, y se marea y se siente que no se puede ser feliz ni nada parecido, ni siquiera estar contento, si no va uno por el mundo dentro de esas botas, para el que no sepa nada de esto, lo que sigue y lo de antes y toda esta maldita historia le parecerá una cosa de locos.
Ray Loriga
-Hace tanto de eso que ya no os afecta ni os conmueve. También es culpa nuestra, que no hemos sabido contar o no hemos querido hacerlo. Todavía viven muchas personas que sufrieron aquella maldita guerra, que padecieron las cárceles y la represión. -Pero sólo nos habéis hablado del hambre. -Porque lo entiende todo el mundo. -Tampoco hemos pasado hambre. -Afortunados vosotros, porque el que ha padecido esa tortura no puede olvidarla, aunque pierda el resto de la memoria. El hambre no se olvida. A veces, tampoco el rencor. [...] El rencor es como el hambre, no se olvida por muchos años que pasen.
Rosa Huertas (Mala Luna)
A mis niños, Feliz Navidad. Lo siento si estas cartas los han tomado a ambos por sorpresa. Es sólo que hay tantas cosas más que tengo que decir. Sé que pensabas que estaba hecha para dar consejos, pero no podía irme sin reiterar algunas cosas por escrito. Puedes no estar relacionada con estas cosas ahora, pero algún día lo estarás. No era capaz de estar ahí para siempre, pero espero que mis palabras puedan. -No dejes de hacer basaña. La basaña es buena. Espera hasta un día cuando no existan malas noticias, y hornea una maldita basaña. -Encuentra un equilibrio entre la cabeza y el corazón. Espero que hayas encontrado eso, Lake, y puedas ayudar a Kel a resolverlo cuando llegue a ese punto. -Presiona tus límites, para eso están. -Estoy robando este fragmento de tu banda favorita, Lake. “Recuerda siempre que no hay nada que valga la pena compartir, como el amor que nos deja compartir nuestro nombre.” -No tomes la vida tan en serio. Dale un puñetazo en la cara cuando necesite un buen golpe. Ríete de eso. -Y ríe mucho. Nunca pases un día sin reír al menos una vez. -Nunca juzgues a otros. Ambos saben muy bien cómo acontecimientos inesperados pueden cambiar lo que una persona es. Siempre ten eso en mente. Nunca se sabe lo que otra persona está experimentando en su propia vida. -Cuestiona todo. Tu amor, tu religión, tus pasiones. Si no tienes preguntas, nunca encontraras respuestas. -Acepta. De todo. Las diferencias de las personas, sus semejanzas, sus elecciones, sus personalidades. A veces se necesita una variedad para hacer una buena colección. Lo mismo va para las personas. -Escoge tus batallas, pero no elijas muchas. -Mantén una mente abierta; es la única manera en que cosas nuevas pueden entrar. -Y por último, pero no menos importante, ni un poquito menos importante. Nunca te arrepientas. Gracias a los dos por haberme dado los mejores años de mi vida. Especialmente el último. Con amor, Mamá.
Colleen Hoover (Slammed (Slammed, #1))
El interés puntilloso por las circunstancias del escribidor es más bien, creemos, fruto de una perspectiva específica de nuestra época, dada al exhibicionismo del sujeto y a la consideración de que cualquier producto, especialmente cualquier objeto artístico, es un síntoma del equilibrio o el desequilibrio de quien lo produce.
Manuel Castillo Molina (¡Maldita sea!: Relatos (Spanish Edition))
Mi nombre es Nicolai y soy el príncipe heredero de Elden. Seré rey cuando mate al Hechicero de Sangre. Y lo mataré. Después de decirle a mi mujer que la amo. Siempre amaré a mi Jane y soy miserable sin ella. Ella piensa que la desprecio, pero por primera vez en su vida, mi mujer demasiado inteligente, se equivoca. Dije e hice lo que hice sólo por salvar su vida. Su vida es más importante para mí que yo mismo. Pero ella está maldita. Maldecida a perder al hombre que ama. Y ha pasado. Ella lo ha perdido. Absolutamente. Pero ahora… ahora puede encontrarlo. Si no a través de la magia o las habilidades, con su mente. Vuelve a mí, Jane. Por favor. Vuelve a mí. Te espero. Te esperare siempre.
Gena Showalter (Lord of the Vampires (Royal House of Shadows, #1))
Quiero decir, ¿por qué alguien haría esto? ¿Por qué las personas se enamoran si puede que haya una posibilidad que se sientan de esta manera? ¿Qué carajos les ocurre a los seres humanos? ¡LOS SERES HUMANOS SON JODIDAMENTE TAN ENFERMOS Y RETORCIDOS! Quiero decir, lo entiendo, se siente bien, ¿sabes? Estar enamorado, ser feliz. Pero cuando esa alfombra mágica es arrancada de tus pies, toma todos los sentimientos felices y buenos con él. ¿Y tu corazón? Simplemente se rompe. Se rompe sin remordimientos. Se rompe en miles de pedazos, dejándolo insensible, mirando sin comprender las piezas porque todo su libre albedrío, todo el sentido común que una vez tuvo en su vida se ha ido. Diste todo por esa maldita cosa llamada amor, y ahora sólo estás destruido.
Brittainy C. Cherry (The Air He Breathes (Elements, #1))
Lembro-me de estar destroçada, de te ter arrancado de dentro de mim a ferros e, ainda assim, um braço teu ficou para trás. Lembro-me de abrir o meu diário em papel, furiosa porque tinha jurado que não escreveria nem mais uma linha a teu propósito, e escrever «durante o dia, bano-te do meu pensamento, mas todas as noites, é a teu lado que me deito, e nos teus braços que adormeço, e é a minha mão que agarro, fingindo que é a tua». (… ) Mas não é de ontem, quando abro a cama, peço-te que te chegues para lá. Deito-me e imagino que estás lá, cansado, extenuado de um dia de trabalho, quase sinto a tua respiração na minha nuca. Imagino que me dizes tudo aquilo que eu queria ouvir, mas não me alongo nisso, é mais íntimo ainda, o que queres ouvir de alguém é mais do que o que esperas dessa pessoa: é o segredo de quem és, de como és e do que queres da vida, na sua voz (…) Encho o peito de ar, subo, subo, subo, amo-te amo-te amo-te, sei-o tão bem, sei até que é para sempre, embora faça figas para que não seja (…) Não posso não posso não posso imaginar que o ar me vai fugir outra vez, que a qualquer momento os meios de informação vão trazer até mim aquele género de notícia que quase me mata - foram ao cinema, saíram juntos, comeram-se, foderam-se, falaram-se - eu disse quase, porque não matou. É verdade que foram muitas lágrimas, muitas reformulações de planos de vida e castelos de cartas a vir por aí abaixo, o jogo virou, e eu perdi. Uma vez mais, e os escritos pararam: o meu diário ficou a branco, o espaço virtual onde nos escrevia acabou com uma nota lúgubre na qual anunciei a minha morte. Estive de luto por mim mesma, estive sim. Doía-me o peito como me dói agora, ao recordar, a falta de ar, o choro compulsivo, os pensamentos sombrios, desesperados, como se nunca mais o sol nascesse no oriente e eu nunca mais o provasse, o sentisse nas costas, como se o mundo tivesse acabado ali, pelo menos o meu tinha, o assombro, os sentimentos, todos baralhados, como se me devesses alguma coisa quando não devias, como se me tivesses dado motivos para te amar tanto quando não me deste, como se quisesses o meu amor e depois o tivesses rejeitado, quando nunca o quiseste. E eu fechei as portas do meu recinto, pus panos negros nas janelas, anunciei que não estava. As pessoas bateram-me à porta, esconderam-me verdades que teriam acabado comigo naquele momento, compraram-me chocolates, secaram-me lágrimas com rosas. morri ali, é a verdade. (…) Mas a fé, a minha maldita fé de quem não acredita em deus e canalizou toda a sua crença nas causas impossíveis, deu-me ar, e mais ar, e subi a montanha, talvez nunca a tivesse subido tanto, julguei que via tudo lá de cima, tudo: falavam em auras, ao nosso redor, falavam na nossa perfeição, enquanto dupla, diziam que «não podia ser de outra forma», que «não se pode estar assim tão enganado», que me amas, imagina só a dimensão da loucura geral, que me amas mas que não tens espaço para mim, e eu, com o peito de cheio de ar, cheguei ao topo e comecei a voar (…) Já sonhaste alguma vez que caías? Eu já, é uma dor na boca do estômago, como se tudo te fugisse, como se o teu corpo se desmantelasse, como se o mundo inteiro implodisse para dentro de ti e soubesses que ias rebentar, ao mínimo toque de um objecto, de um elemento que não o ar, vais rebentar. Estou à espera que venham as abelhas, as orquídeas, os pés descalços na terra húmida, um livro, uns óculos, um copo vazio na mesa-de-cabeceira, e me faça explodir. Entretanto (…) vou imaginar que não estou a cair, que tal? Ao invés (…) vou deitar-me na minha caminha quentinha e imaginar que as tuas pernas se entrelaçam nas minhas e me aquecem os pés gelados e a tua voz, sonolenta, diz: “boa noite, dorme bem”, para eu poder responder-te também – “dorme bem, meu amor”.»
Célia Correia Loureiro
En eso, estalló la balacera a sus espaldas. Una gritería ensordecedora se levantó alrededor; la gente corría entre los autos, los carros se trepaban a las veredas. Antonio oyó voces histéricas: «¡Ríndanse, carajo!». «¡Están rodeados, pendejos!» Al ver que Juan Tomás, exhausto, se paraba, se paró también a su lado y comenzó a disparar. Lo hacía a ciegas, porque caliés y guardias se escudaban detrás de los Volkswagen, atravesados como parapetos en la pista, interrumpiendo el tráfico. Vio caer a Juan Tomás de rodillas, y lo vio llevarse la pistola a la boca, pero no alcanzó a dispararse porque varios impactos lo tumbaron. A él le habían caído muchas balas ya, pero no estaba muerto. «No estoy muerto, coño, no estoy.» Había disparado todos los tiros de su cargador y, en el suelo, trataba de deslizar la mano al bolsillo para tragarse la estricnina. La maldita mano pendeja no le obedeció. No hacía falta, Antonio. Veía las estrellas brillantes de la noche que empezaba, veía la risueña cara de Tavito y se sentía joven otra vez.
Mario Vargas Llosa
CAPITULO UNO: —¡No llores! La mano abierta voló hasta chocar contra la mejilla de la pequeña Rura, que cayó al suelo de rodillas y se mordió los labios con fuerza para acallar los sollozos que hasta aquel momento salían desgarradores por su boca. El pequeño cuerpecito tembló cuando vio que su padre volvía a moverse con la mano levantada, yendo hacia ella. Al final el príncipe Nikui se detuvo muy cerca, pero no volvió a pegarla. Se quedó allí mirándola, resollando enfurecido, hasta que habló. —Nunca debiste haber nacido. No sirves para nada. Salió de allí, dejando a la pequeña Rura, de seis años, temblando en el suelo de su habitación. Rura sabía que su padre tenía razón. Estaba maldita. Su nacimiento fue un error, y con su llegada causó la muerte de su madre Surebu, la concubina favorita del príncipe heredero. Nunca permitían que lo olvidase. Ninguno de ellos. Se levantó y arrastró sus pequeños piececitos hasta el camastro que le hacía de cama. Su habitación era diminuta, comparada con las de sus hermanas. Claro que ella era una bastarda e hija de una esclava, y sus hermanas, princesas imperiales. Rura no tenía muy claro qué significaba ser una bastarda, pero sabía que era algo malo porque cuando la llamaban así, lo hacían en un tono de desprecio que la hacía temblar y le provocaba ganas de llorar. Pero una princesa no debía llorar, se lo había oído decir a su padre muchas veces. Nadie la llamaba así, princesa, excepto ella misma. Al fin y al cabo era hija de un príncipe, ¿no? así que por fuerza tenía que ser una princesa. Se metió dentro del camastro y se acurrucó, tapada con la manta. ¿Por qué su padre no la quería? Lo había visto con sus hermanas, y con ellas era hasta cariñoso. Las hacía reír y las acariciaba. Pero nunca a Rura. Su pequeña cabecita dio vueltas y más vueltas. Había muchas cosas que no comprendía aún, pero se haría mayor y las entendería. Estaba tan segura de eso como de que cada día salía el sol, y que en invierno, nevaba. Encontraría la manera de que su padre la amase, se dijo cerrando los ojitos.
Alaine Scott (La princesa sometida (Cuentos eróticos de Kargul #3))
El interés puntilloso por las circunstancias del escribidor es más bien, creemos, fruto de una perspectiva específica de nuestra época, dada al exhibicionismo del sujeto y a la consideración de que cualquier producto, especialmente cualquier objeto artístico, es un síntoma del equilibrio o el desequilibrio de quien lo produce. No nos parece un enfoque acertado. A fin de cuentas, la obra literaria, una vez liberada de la mano que la crea, cobra vida autónoma y, a partir de ese momento, son los lectores sus dueños y señores. Cuando
Manuel Castillo Molina (¡Maldita sea!: Relatos (Spanish Edition))
No pudo seguir hablando. Sacudió la cabeza y siguió caminando, alejándose de todos. Necesitaba ir a su casa, comprobar por sí mismo que aquello no era una maldita pesadilla, y después buscar un rincón lo suficientemente oscuro para hacerse un ovillo y llorar como un niño. Pasó varios días completamente hundido. Comía porque su madre se preocupaba de llevarle una bandeja, y se quedaba allí hasta que él terminaba. No salía para nada. Se pasaba las horas sentado, con la espalda apoyada contra la pared, con la cadena que Rura había llevado alrededor de su cuello asida con fuerza entre sus manos. Era lo único que le quedaba de ella. A veces, cuando el sueño lo vencía y se hundía en ese estado de duermevela en que uno no está ni dormido ni despierto, le parecía oír su voz, fustigándolo con algún comentario mordaz. Entonces se levantaba como un resorte y apartaba la cortina de un manotazo, con el corazón latiéndole como timbal desenfrenado y el estómago burbujeando de ansiedad. Pero la otra habitación seguía estando tan vacía como cuando llegó, y volvía a su rincón, hundido y desesperado. Otras veces, cuando sucumbía al cansancio y acababa durmiendo profundamente, soñaba con ella. La veía tumbada y sonriente, con los brazos extendidos, invitándolo a unirse con ella. En esos sueños le hacía el amor con una ternura que lo hacía llorar, y siempre le susurraba al oído aquellas palabras que nunca se había atrevido a decir en voz alta. ¡Cómo la echaba de menos! Nunca hubiese creído posible que algo así le sucediera. Ahora comprendía cuando su padre le decía a veces, medio en broma medio en serio, que no era nada sin su madre. Porque él no era nada sin Rura.
Alaine Scott (La princesa sometida (Cuentos eróticos de Kargul #3))