Los Cabo Quotes

We've searched our database for all the quotes and captions related to Los Cabo. Here they are! All 100 of them:

Hay criminales que proclaman tan campantes ‘la maté porque era mía’, así no más, como si fuera cosa de sentido común y justo de toda justicia y derecho de propiedad privada, que hace al hombre dueño de la mujer. Pero ninguno, ninguno, ni el más macho de los supermachos tiene la valentía de confesar ‘la maté por miedo’, porque al fin y al cabo el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo.
Eduardo Galeano
Es curiosa la suerte del escritor. Al principio es barroco, vanidosamente barroco, y al cabo de los años puede lograr, si son favorables los astros, no la sencillez, que no es nada, si no la modesta y secreta complejidad.
Jorge Luis Borges
los barrios donde había cristianos orando, yo no podía penetrar. Podía entrar, pero no podía llevar a cabo mi propósito.
John Ramirez (FUERA DEL CALDERO DEL DIABLO (Spanish Edition))
Siempre he creído que hay dos tipos de miedos en el mundo. Por un lado, están los necesarios, esos que nos mantienen a salvo, y, por otro, los que nos retienen en nuestra zona de confort y nos impiden llevar a cabo cosas que nos harían felices.
Inma Rubiales (Hasta que nos quedemos sin estrellas)
Todo es una actuación. Ellos se burlan de los demás y se meten con los solitarios sólo para poder encajar. Y yo no estoy mucho mejor. Puede que parezca confiada y habladora, pero paso la mayor parte de mi tiempo riéndome de chistes que no me parecen graciosos, diciendo cosas que realmente no quiero decir. Porque al fin y al cabo eso es lo que todos estamos tratando de hacer: encajar, de una u otra manera tratando desesperadamente de fingir que todos somos iguales.
Tabitha Suzuma (Forbidden)
El amor es una goma elástica que los humanos, a fuerza de tirar, consiguen que se alargue. Pero, al cabo, uno de los que tiraban se cansa y suelta su extremo y la goma le da un porrazo en las narices al que todavía seguía tirando…
Enrique Jardiel Poncela (La Tournée de Dios)
Al fin y al cabo, los escritores son criaturas raras, y más si intentan ganarse la vida escribiendo.
Frederick Forsyth (El intruso: Mi vida en clave de intriga)
Deja que toda tu nostalgia emigre, todos tus cabos sueltos; comienza, todos los días en el parto.
Carlos Fuentes
Lo más seguro es que satán no sea nada más que un instrumento del señor, el encargado de llevar a cabo los trabajos sucios que dios no puede firmar con su nombre.
José Saramago (Caim)
—El combarradh es el símbolo que hace que nunca vayas desnudo. El amor de tu pareja, el respeto y la fidelidad de tu mitad harán que te sientas siempre protegido. En ella encontrarás un alma que siempre te acompañará, un cuerpo que te proveerá de lo que necesites, y un amor que nunca perecerá, aunque encuentres dificultades en el camino. No se trata de un amor perfecto, no lo es. Pero es especial. ¿Crees que en la actualidad es obsoleto? Propónselo a los humanos y serían capaces de darte lo que les pidieras a cambio de una entrega incondicional de ese tipo. Y lo firmarían a ciegas porque es algo que no encuentran. En su mundo nada es para siempre: las personas vienen y van, no permanecen, no se mantienen al lado de uno hasta que la muerte los separe. Juran unos votos ante su dios y al cabo de unos años, los rompen con mentiras, malos comportamientos, falta de respeto por sus familias y muchas cosas más… Algunos ni siquiera juran esos votos por miedo a romperlos y se excusan diciendo que no creen en ellos. Nada tiene valor aquí. Cuando algo se complica, en vez de luchar por ello, abandonan. Y no entienden que comportándose así dejan de darle valor a las cosas, incluso a sí mismos. Ya se han olvidado de cumplir sus promesas. Kenshin la escuchaba con tanta atención que bebía de ella. Sus palabras estaban llenas de coherencia y también de una pasión digna de envidiar. —El Comharradah te enseña a amar no porque esa persona sea perfecta. El nudo perenne te marca el camino a seguir para creer en la perfección de esa persona imperfecta que hay exclusivamente para ti —resumió él.
Lena Valenti (El libro de Miya (Saga Vanir, #5))
Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos. La identidad no es una pieza de museo, quietecita en la vitrina, sino la siempre asombrosa síntesis de las contradicciones nuestras de cada día.
Eduardo Galeano (El Libro de los Abrazos (Narración en Castellano) (Biblioteca Eduardo Galeano, 5) (Spanish Edition))
Creo que los sucesos aterradores son los más difíciles de erradicar. Al fin y al cabo, son los que por naturaleza recordamos mejor.
Suzanne Collins (Sinsajo (Los Juegos del Hambre #3))
Atibórralos de datos no combustibles, lánzales encima tantos "hechos" que se sientan abrumados, pero totalmente al día en cuanto a información. Entonces, tendrán la sensación de que piensan, tendrán la impresión de que se mueven sin moverse. Y serán felices, porque los hechos de esta naturaleza no cambian. No les des ninguna materia delicada como Filosofía o Sociología para que empiecen a atar cabos.
Ray Bradbury (Fahrenheit 451)
- ¿Crees que podría tener un virus? - Tal vez el atractivo del príncipe Kai fue demasiado para su programación. - ¿Podríamos dejar de hablar del príncipe? - No creo que eso sea posible. Al fin y al cabo estás reparando su androide. Piensa en todo lo que sabe, lo que ha visto y… ¿Crees que lo ha visto desnudo? - ¡Oh, por todos los cielos! No estás siendo de mucha ayuda. - Solo intentaba darte conversación.
Marissa Meyer (Cinder (The Lunar Chronicles, #1))
subconsciente es sumamente astuto. No podemos escapar a su determinismo. Tras años alejada de ellos, los libros vuelven a ser mis amigos. Los convierto en mi trabajo. Al fin y al cabo, es lo que mejor conozco. Seguramente intento arreglar
Vanessa Springora (El consentimiento)
Y mientras las gotas caen por mi piel pienso que la vida, al fin y al cabo, es como el viaje de una gota de lluvia: nunca sabemos a dónde vamos a ir a parar, pero sí tenemos la posibilidad de elegir quiénes serán los compañeros con los que hacer el viaje.
María Villalón (El insólito viaje de una gota de lluvia)
Tal como nos conocemos, somos objetos falsos, imposturas, ramilletes de ilusiones” “Los juicios sobre las personas no son jamás decisivos, surgen de resúmenes que inmediatamente hacen pensar en la necesidad de una reconsideración. Los arreglos humanos no son otra cosa que cabos sueltos y cálculos nebulosos, independientemente de cualquier cosa que para consolarnos pueda fingir el arte
Iris Murdoch (The Sea, the Sea)
¿Cuántas personas podrán decir que tuvieron el padre que quisieran tener si volvieran a nacer? Yo lo podría decir. Ahora pienso que la única receta para poder soportar lo dura que es la vida al cabo de los años, es haber recibido mucho amor de los padres. Sin ese amor exagerado que me dio mi papá, yo hubiera sido alguien mucho menos feliz
Héctor Abad Faciolince (El olvido que seremos)
Hay libros que tenemos a nuestro lado veinte años sin leerlos, libros de los que no nos alejamos, que llevamos de una ciudad a otra, de un país a otro, cuidadosamente empaquetados, aunque haya muy poco sitio, y que tal vez hojeamos en el momento de sacarlos de la maleta; sin embargo, nos guardamos muy bien de leer aunque sólo sea una frase completa. Luego, al cabo de veinte años, llega un momento en el que, de repente, como si estuviéramos bajo la presión de un imperativo superior, no podemos hacer otra cosa que coger un libro de estos y leerlo de un tirón, de cabo a rabo: este libro actúa como una revelación. En aquel momento sabemos por qué le hemos hecho tanto caso. Tenía que ocupar sitio; tenía que ser una carga, y ahora ha llegado a la meta de su viaje; ahora levanta su vuelo; ahora ilumina los veinte años transcurridos en los que ha vivido mudo a nuestro lado. No hubiera podido decir tantas cosas si no hubiera estado mudo durante este tiempo, y qué imbécil se atrevería a afirmar que en el libro hubo siempre lo mismo.
Elias Canetti
De repente me pregunto por qué tengo que contar esto, pero si uno empezara a preguntarse por qué hace todo lo que hace, si uno se preguntara solamente por qué acepta una invitación a cenar (ahora pasa una paloma, y me parece que un gorrión) o por qué cuando alguien nos ha contado un buen cuento, en seguida empieza como una cosquilla en el estómago y no se está tranquilo hasta entrar en la oficina de al lado y contar a su vez el cuento; recién entonces uno está bien, está contento y puede volverse a su trabajo. Que yo sepa nadie ha explicado esto, de manera que lo mejor es dejarse de pudores y contar, porque al fin y al cabo nadie se averguenza de respirar o de ponerse los zapatos; son cosas, que se hacen, y cuando pasa algo raro, cuando dentro del zapato encontramos una araña o al respirar se siente como un vidrio roto, entonces hay que contar lo que pasa, contarlo a los muchachos de la oficina o al médico. Ay, doctor, cada vez que respiro... Siempre contarlo, siempre quitarse esa cosquilla molesta del estómago.
Julio Cortázar
¿Acaso no estábamos todos locos cuando dormíamos? ¿Qué era el sueño, al fin y al cabo, sino el proceso por el cual vaciábamos nuestra demencia al pozo oscuro del inconsciente quedando así listos para levantarse a la mañana siguiente y a desayunarnos con cereales en lugar de hacerlo con los niños del vecino? -Dexter
Jeff Lindsay (El oscuro pasajero (Dexter, #1))
Antonia introduce las pilas y presiona el botón, cruzando los dedos. Al fin y al cabo, una linterna de dos euros del todo a cien es un acto de fe.
Juan Gómez-Jurado (Reina roja (Antonia Scott, #1))
- Eres bonita -dijo Raúl-. Más aún de lo que pueda parecer a primera vista. Tienes una belleza escondida, que sólo puede conocerse al cabo de un gran rato de verte, de hablarte.
Ana María Matute (Los soldados lloran de noche)
[...] Tomar a las mujeres por tontas que era, al fin y al cabo, el deporte favorito de los De Villiers.
Kerstin Gier (Smaragdgrün (Edelstein-Trilogie, #3))
la culpa era de su ceguera de progenitor, la misma, (...) que nos impide ver que nuestros hijos, al fin y al cabo, son tan buenos o tan malos como los demás
José Saramago (Caim)
De la nostalgia humana por el amor ha brotado al fin y al cabo toda la parte de la cultura que no se orienta directamente a calmar el hambre o a luchar contra los enemigos. El sentimiento de la belleza no mana de otra fuente. Todo el arte, toda la poesía, toda la música han bebido de ella. El más soso cuadro de historia moderno, las madonas de Rafael, y las obreritas parisinas de Steinlen, el 'Ángel de la Muerte' como el Cantar de los Cantares y el Buch der Lieder, oratorios y valses vieneses, incluso toda moldura de yeso en esta casa horrenda donde vivo, todo dibujo de la alfombra, la forma de aquel jarrón de porcelana y el diseño de mi bufanda, todo lo que pretende gustar y embellecer, tanto si lo logra como sino, viene de allí, aunque sea por caminos largos y tortuosos.
Hjalmar Söderberg (Doctor Glas)
Lo que el psicoanálisis se encarga de hacer es eliminar los sentimientos anormales; es decir, darle al hombre un mejor material en bruto para llevar a cabo sus elecciones: la moral se ocupa de las elecciones en sí.
C.S. Lewis (Mere Christianity)
No son las palabras lo que importa. Tampoco las acciones. Uno dice "buenos días", "cómo estás", "da lo mismo", "te quiero", "perdóname" y, después de todo, no significa nada. Uno hace tal o cual cosa y eso resulta, al fin y al cabo, como decir "no sé lo que hago". Por principio de cuentas, los otros interpretan palabras y acciones a su manera, como quieren o pueden entenderlas. Lo que importa, al fin y al cabo, son las consecuencias.
Juan Vicente Melo (La obediencia nocturna)
Sí, de repente lo ví así: la mayoría de la gente se engaña mediante una doble creencia errónea: cree en el eterno recuerdo (de la gente, de las cosas, de los actos, de las naciones) y en la posibilidad de reparación (de los actos, de los errores, de los pecados, de las injusticias.Ambas creencias son falsas. La realidad es precisamente al contrario: todo será olvidado y nada será reparado. El papel de la reparación (de la venganza y el perdón) lo lleva a cabo el olvido. Nadie reparará las injusticias que se cometieron, pero todas las injusticias serán olvidadas”.
Milan Kundera (The Joke)
La democracia es un lujo del norte. Al sur se le permite el espectáculo, que eso no se le niega a nadie. Y a nadie molesta mucho, al fin y al cabo, que la política sea democrática, siempre y cuando la economía no lo sea. Cuando cae el telón, una vez depositados los votos en las urnas, la realidad impone la ley del más fuerte, que es la ley del dinero. Así lo quiere el orden natural de las cosas. En el sur del mundo, enseña el sistema, la violencia y el hambre no pertenecen a la historia, sino a la naturaleza, y la justicia y la libertad han sido condenadas a odiarse entre sí.
Eduardo Galeano
Creo que la vida del hombre está marcada por tres edades: la primera es la edad del impulso, en la que todo lo que nos mueve y nos importa no necesita justificación, antes bien nos sentimos atraídos hacia todo aquello -una mujer, una profesión, un lugar donde vivir- gracias a una intuición impulsiva que nunca compara; todo es tan obvio que vale por sí mismo y lo único que cuenta es la capacidad para alcanzarlo. En la segunda edad aquello que elegimos en la primera, normalmente se ha gastado, ya no vale por sí mismo y necesita una justificación que el hombre razonable concede gustoso, con ayuda de su razón, claro está; es la madurez, es el momento en que, para salir airoso de las comparaciones y de las contradictorias posibilidades que le ofrece todo lo que contempla, el hombre lleva a cabo ese esfuerzo intelectual gracias al cual una trayectoria elegida por el instinto es justificada a posteriori por la reflexión. En la tercera edad no sólo se han gastado e invalidado los móviles que eligió en la primera sino también las razones con que se apuntaló su conducta en la segunda. Es la enajenación, el repudio de todo lo que ha sido su vida para la cual ya no encuentra motivación ni disculpa. Para poder vivir tranquilo hay que negarse a entrar en esa tercera etapa; por muy forzado que parezca, debe hacer un esfuerzo con su voluntad para permanecer en la segunda; porque otra cosa es la deriva.
Juan Benet
Permanezcamos así eternamente, como la estampa de un hombre en un vitral frente a la de una mujer en otro vitral....Entre nosotros, sombras cuyos pasos suenan fríos, son de la humanidad que pasa....Murmullos de plegarias, secretos de (....) pasaran entre nosotros.....A veces el aire se puebla de (.....) de inciensos. Y nosotros siempre en los mismos vitrales, en los colores que el sol nos dará al tocarnos, en las líneas impuestas por la noche al caer...Los siglos no incidirán en nuestro silencio vítreo....Fuera de nosotros pasaran civilizaciones, estallaran revueltas, se sucederán en torbellino las fiestas, pasaran, mansos, pueblos de sólida rutina...Y nosotros, oh, amor mío irreal, tendremos siempre el mismo gesto inútil, la misma existencia falsa. Hasta que un día, al cabo de varios siglos de imperios, la Iglesia se derrumbe y todo se acabe.... Pero nosotros, que de todo eso nada sabemos, perduraremos sin embargo, no se en que espacio, no se cómo, no se cuánto tiempo, vitrales eternos, horas de ingenuo diseño pintado por un artista cualquiera que duerme hace mucho tiempo bajo una tumba goda donde dos ángeles congelan en sus manos de mármol la idea de la muerte.
Fernando Pessoa (Libro del desasosiego)
No había esperado poder alcanzar la riqueza en la capital, pues, de haberse hecho tales ilusiones no habría llegado a prosperar. Esperaba tener que trabajar, encontró trabajo y lo llevaba a cabo. En eso consistía su prosperidad. Desde los tiempos en que era siempre verano en el Edén, hasta los actuales en que casi puede decirse que el invierno es perpetuo
Charles Dickens (A Tale of Two Cities)
Ponerse en los “zapatos del otro” Ponerse en los “zapatos del otro”, es un buen sistema para poder leer la mente. A menudo nos cruzamos con personas que no entendemos, y que no podemos llegar a comprender la coherencia de sus palabras, actos y reacciones. ¿No les pasó?… Seguramente pensaron en estos casos: ¡qué ganas de poder leerle la mente para entender por qué actúa de esta forma!!!… Creo que la principal razón por la cual no llegamos a comprender del todo en estos casos, es que tratamos de hacerlo utilizando nuestros propios esquemas mentales; en otras palabras, tratamos de entender a esta persona de acuerdo a nuestra forma de pensar, sentir, actuar y -en definitiva- vivir… Y ese es un error, si es que queremos entender realmente qué le está pasando por su cabeza. Si bien hay esquemas mentales similares y que se repinten, cada ser humano es diferente a otro. Sus vivencias, experiencias, familia, educación, valores, todo, absolutamente todo, influye en cómo actúa alguien, en incluso -a veces- hasta casi lo determina. Probemos entonces ponernos realmente en sus zapatos. Analicen, averigüen, piensen y observen… Traten de colocarse en su pellejo. Esto no significa qué harían ustedes en su lugar (si bien este es también un parámetro valido, a veces confunde en estos casos), sino, tratar de entender cómo funciona su mente, quién es y de dónde viene, cómo es su personalidad, cómo actúo anteriormente en casos similares, qué necesidades tiene, cuáles son sus objetivos, inquietudes e intereses, tiene condicionantes externos que lo están afectando, etc., etc., etc… Sé que suena algo de Perogrullo y sabido, pero les aseguro que un una herramienta ¡I M P R E S I O N A N T E M E N T E PODEROSA! Al fin y al cabo, los mayores secretos para lograr algo con éxito generalmente son sonsos y de conocimiento público, lo difícil es tener la conciencia real de lo importante que son y saber aplicarlos adecuadamente. La importancia de “ponerse en los zapatos del otro” se estudia en el Mundo, hay ejercicios bien concretos que demuestran su potencialidad. De hecho, yo tuve real dimensión de todo esto, con ejercicios que hice en Harvard cuando estudié Negociación. Uno, cuando logra comprender verdaderamente a alguien, se le abre un mundo nuevo de posibilidades respecto de esta persona. Es una herramienta con una potencialidad impresionante, así que úsenla con cuidado y prudencia… ¡Pruebelo y me cuentan! Espero respuestas… Gonzalo GUMA
Gonzalo Guma (Índigo Mentes en Juego)
Al llegar a cada nueva ciudad el viajero encuentra un pasado suyo que ya no sabia que tenia: la extrañeza de los que no eres o no posees mas, te espera al paso en los lugares extraños y no poseidos. Marco [Polo] entra en una ciudad: ve a alguien que vive en una plaza una vida o un instante que podrian ser suyos; en el lugar de aquel hombre ahora hubiera podido estar el si se hubiese detenido en el tiempo mucho tiempo antes, o bien si mucho tiempo antes, en una encrucijada, en vez de tomar por un camino hubiese tomado por el opuesto y al cabo de una larga vuelta hubiera ido a encontrarse en el luhar de aquel hombre en aquella plaza. En adelante, de aquel pasado suyo verdadero o hipotetico, el queda excluido; no puede detenerse; debe continuar hasta otra ciudad donde lo espera otro pasado suyo, o algo que quizas habia sido un posible futuro y ahora es el presente de algun otro. Los futuros no realizados son solo ramas del pasado: ramas secas. -¿Viajas para revivir tu pasado?-era en ese momento la pregunta del Kan, que podia tambien formularse asi: ¿Viajas para encontrar tu futuro? Y la respuesta de Marco: -El otro lado es un espejo en negativo. El viajero reconoce lo poco que es suyo al descubrir lo mucho que no ha tenido y no tendra.
Italo Calvino (Invisible Cities)
mujer niña, con la cual me casé después de los cincuenta para zarpar hacia el Cabo de Hornos al día siguiente, dejando sólo un hueco en la almohada nupcial… ¿Mujer? ¿Mujer? Viuda, más bien, con su marido aún vivo. Sí, cuando me casé con esa pobre muchacha la dejé viuda, Starbuck.
Herman Melville (Moby Dick)
Sí, de repente lo ví así: la mayoría de la gente se engaña mediante una doble creencia errónea: cree en el eterno recuerdo (de la gente, de las cosas, de los actos, de las naciones) y en la posibilidad de reparación (de los actos, de los errores, de los pecados, de las injusticias). Ambas creencias son falsas. La realidad es precisamente al contrario: todo será olvidado y nada será reparado. El papel de la reparación (de la venganza y del perdón) lo lleva a cabo el olvido. Nadie reparará las injusticias que se cometieron, pero todas las injusticias serán olvidadas.
Milan Kundera
Yo podría repetir «Haz a los demás lo que quieres que te hagan a ti» hasta que me salgan canas verdes, pero no podré realmente llevarlo a cabo hasta que ame a mi prójimo como a mí mismo. Y no puedo aprender a amar a mi prójimo como a mí mismo hasta que no aprenda a amar a Dios. Y no puedo aprender a amar a Dios salvo aprendiendo a obedecerle. Y así, como ya os lo advertí, llegamos a algo más interior… de los asuntos sociales a los asuntos religiosos. Porque el rodeo más largo es el camino más corto a casa.
C.S. Lewis (Mere Christianity)
Gravemente yerran quienes piensan aún que la mujer nueva, soltera, es el fruto de los heroicos esfuerzos de individualidades fuertes que han tomado conciencia de sí mismas. [...] La transformación de la mentalidad de la mujer, de su estructura interna espiritual y sentimental, se lleva a cabo ante todo y muy especialmente en las profundidades sociales.
Alexandra Kollontai (Autobiografía de una mujer sexualmente emancipada)
¿Qué necesitan aprender los participantes para que sean capaces de llevar a cabo determinado objetivo de desempeño?
Juanita Hernandez (Cómo Diseñar Sesiones Dinámicas de Aprendizaje: Una Guía para Preparar Clases que Encantan a Tus Estudiantes (Liderazgo Moral nº 4) (Spanish Edition))
Sería interesante poder recordar la primera impresión que nos causó una persona al cabo de los años, cuando ya la hemos conocido, cuando la queremos.
Sílvia Soler Guasch (Los viejos amigos)
Si el resultado es coherente ahora, también lo sería entonces,porque al fin y al cabo, caminantes somos y por el camino andamos. Todos, tantos los sabios como los ignorantes.
José Saramago (Caim)
- ¡Abuela, vamos a por coques! Das órdenes como si el mundo te perteneciese, como si el mundo terminase en la cancela de la entrada. ¿Y no te pertenece, acaso? ¿Hay algo más? Hay algo más. Lo sabes porque a veces se cuela por la tele. Hoy, por ejemplo. Estás desayunando en el taburete alto un Cola Cao con muchos grumos y tostadas blanditas. No hay tostador en el Huerto y la abuela te las hace en la sartén. El salón es tuyo; te gusta levantarte pronto porque el salón es tuyo. Solo estás con la abuela, que hace gazpacho en la cocina. Aún no lo sabes, ahora solo miras fijamente a Oliver y Benji mientras masticas. Pero un día vas a creer que el amor es eso: compartir un espacio haciendo cosas distintas. Cómo vas a saberlo ahora, si eres puro pelo despeinado y esa camiseta que te queda grande y las bragas contra la madera del taburete. Pero un día lo creerás: dos soledades en un mismo espacio. Ella corta tomates y tú ves los dibujos y al cabo de un rato llega tu prima. ¿Te gusta esa ruptura de la soledad? No lo vas a saber nunca. Te lo digo con ternura, no es una amenaza. Nunca lo vas a saber.
Marta Jiménez Serrano (Los nombres propios)
¿Y qué fue lo que aprendieron los alumnos de Amalfitano? Aprendieron a recitar en voz alta. Memorizaron los dos o tres poemas que más amaban para recordarlos y recitarlos en los momentos oportunos: funerales, bodas, soledades. Comprendieron que un libro era un laberinto y un desierto. Que lo más importante del mundo era leer y viajar, tal vez la misma cosa, sin detenerse nunca. Que al cabo de las lecturas los escritores salían del alma de las piedras, que era donde vivían después de muertos, y se instalaban en el alma de los lectores como en una prisión mullida, pero que después esa prisión se ensanchaba o explotaba. Que todo sistema de escritura es una traición. Que la poesía verdadera vive entre el abismo y la desdicha y que cerca de su casa pasa el camino real de los actos gratuitos, de la elegancia de los ojos y de la suerte de Marcabrú. Que la principal enseñanza de la literatura era la valentía, una valentía rara, como un pozo de piedra en medio de un paisaje lacustre, una valentía semejante a un torbellino y a un espejo. Que no era más cómodo leer que escribir. Que leyendo se aprendía a dudar y a recordar. Que la memoria era el amor.
Roberto Bolaño
Al fin y al cabo, eso es la amistad, ¿no? Usar otras manos cuando las tuyas no son capaces de agarrar nada, servirte de movimiento de otras piernas cuando los caminos desaparecen, escribir con palabras de otros todo lo que no eres capaz de expresar, recibir su amor y rellenar con él, poco a poco, todos los huequitos vacíos de tu cuerpo, y hacerlo con la seguridad absoluta del triunfo.
Elvira Sastre (Las vulnerabilidades)
LA vaselina y los preservativos Deberían estar prohibidos por medio de anuncios Porque estas dos instituciones Falsean de rabo a cabo[194] Las relaciones sentimentales de los seres sentimentales.
Boris Vian
Al fin y al cabo, ser así de feliz quizá no fuese tan difícil. Todo lo que debía hacer era buscar una fuente de felicidad en mí mismo y no esperar a que los demás me la proporcionasen la próxima vez.
André Aciman (Llámame por tu nombre)
En general no se dice que una decisión se nos aparece, las personas son tan celosas de su identidad, por vaga que sea, y de su autoridad, por poca que tengan, que prefieren dar a entender que reflexionaron antes de dar el último paso, que ponderaron los pros y los contras, que sopesaron las posibilidades y las alternativas, y que, al cabo de un intenso trabajo mental, tomaron finalmente la decisión.
José Saramago (All the Names)
Al fin y al cabo, apenas lo conocía. Qué más daba, sencillamente se limitaba a vivir uno de esos momentos tan escasos en los que el mañana no importa; en los que solo la fuerza del presente decide nuestra vida.
David Foenkinos (Le Mystère Henri Pick)
La misma acción puede ser horrible hoy y estupenda mañana, según quién la lleve a cabo; en la personalización continua del español, la calidad del hombre es la que determina la gravedad del pecado y no al revés.
Fernando Díaz-Plaja (El español y los siete pecados capitales)
El Alquimista cogió un libro que alguien de la caravana había traído. El volumen estaba sin las tapas, pero logró identificar su autor: Oscar Wilde. Mientras lo hojeaba, encontró una historia sobre Narciso. El Alquimista conocía la leyenda de Narciso, un hermoso muchacho que todos lod días iba a contemplar su propia belleza en el lago. Estaba tan fascinado por sí mismo, que un día cayó dentro del lago y murió ahogado. En el lugar donde cayó nació una flor a la que llamaron narciso. Pero no era así como Oscar Wilde ponía fin a la historia. Él decía que cuando Narciso murió, vinieron las Oréiadas-diosas del bosque- y vieron el lago transformado, de un lago de agua dulce, en un cántaro de lágrimas saladas. - Por qué lloráis?- preguntaron las Oréiadas. - Lloro por Narciso,- respondió el lago. - Oh, no nos extraña que lloréis por Narciso- prosiguieron diciendo ellas-. Al gin y al cabo, a pesar de que todas nosotras le perseguíamos siempre a través del bosque, vos erais el único que tenía la oportunidad de contemplar de cerca su belleza. - Entonces, ¿era bello Narciso?- preguntó el lago. - ¿Quién sino vos podría saberlo?- respondieron, sorprendidas, las Oréiadas-. Después de todo, era sobre vuestra orilla donde él se inclinaba todos los días. El lago quedóse inmóvil unos instantes. Finalmento dijo: - Lloro por Narciso, pero nunca me habñia dado cuenta de que Narciso fuese bello. - Lloro por Narciso porque cada vez que él se recostaba sobre mi orilla yo podía ver, en el fondo de sus ojos, mi propia belleza reflejada. Qué historia tan hermosa- dijo el Alquimista.
Paulo Coelho
La Lo­te­ría, con su re­par­to se­ma­nal de enor­mes pre­mios, era el único acon­te­ci­mien­to pú­bli­co al que los pro­les pres­ta­ban ver­da­de­ra aten­ción. Era pro­ba­ble que hu­bie­se mi­llo­nes de pro­les para quie­nes la Lo­te­ría fuese la razón prin­ci­pal, si no la única, para se­guir con vida. Era su de­lei­te, su lo­cu­ra, su anal­gé­si­co, su es­ti­mu­lan­te in­te­lec­tual. En lo que se re­fe­ría a la Lo­te­ría, hasta quie­nes ape­nas sa­bían leer y es­cri­bir eran ca­pa­ces de lle­var a cabo in­trin­ca­dos cálcu­los y sor­pren­den­tes lo­gros me­mo­rís­ti­cos. Había toda una tribu de in­di­vi­duos que se ga­na­ban la vida ven­dien­do sis­te­mas, pre­dic­cio­nes y amu­le­tos de la suer­te. Wins­ton no tenía nada que ver con la Lo­te­ría, que se ges­tio­na­ba desde el Mi­nis­te­rio de la Abun­dan­cia, pero sabía (como cual­quier otro miem­bro del Par­ti­do) que los pre­mios eran casi todos ima­gi­na­rios. Solo se pa­ga­ban pe­que­ñas sumas y los ga­na­do­res de los pre­mios gor­dos en reali­dad no exis­tían. En au­sen­cia de ver­da­de­ra co­mu­ni­ca­ción entre una parte de Ocea­nía y otra, no re­sul­ta­ba di­fí­cil ama­ñar­lo.
George Orwell (1984)
¡Cómo odio las farsas e ironías de este mundo! En cuanto una criatura es asesinada, a otra se le priva de la vida de forma lenta y tortuosa. Y, los verdugos, con manos aún teñidas de sangre inocente, creen haber llevado a cabo una gran obra.
Mary Wollstonecraft Shelley (Frankenstein)
—¿Con cuántos has salido tú? —le preguntó. —¿Te refieres a los de estar un par de meses, o a los de pasar un buen rato sin compromisos? —No sé… todos en general… ¿Cuántos? —¿Te crees que me dedico a contarlos o qué? Fue como si le tirasen encima un jarro de agua fría. Entonces, el beso que se habían dado en el cuarto de baño aquella noche, con el historial de Kelsey, no debía de haber significado nada para ella. Claro que para él tampoco, ¡faltaría más! Un beso. Un beso… tonto, estúpido e insignificante. Solo eso. Sonrío falsamente e intentó pensar en algo que pudiese dañarla, porque en ese momento, sin saber por qué, él también se sentía extrañamente dolido. —Vaya, así que ¿los jóvenes salidos de la urbanización te conocen como «Kelsey, la chica a domicilio»? —¿Qué estás insinuando? Se levantó del sofá y puso los brazos en jarras. Enarcó las cejas. —Lo que has oído, exactamente. Ni más, ni menos. —¡No te atrevas a insultarme! ¡Ni siquiera me conoces, James! —Ya, pero tú has dicho que tu lista de tíos es tan larga que ni siquiera puedes llevar la cuenta. —Se encogió de hombros y, muy en el fondo, advirtió la satisfacción que sentía al ver el rostro enojado de Kelsey. Al fin y al cabo, él también estaba enojado
Silvia Hervás
Igual que los aviones llevan a cabo vuelos de reconocimiento con el fin de tener bien controlada una zona, el entendimiento humano sobrevolaría el mundo de los objetos y de las personas tratando de reconocerles por rasgos que recuerda o de lo que ha oído hablar
Adela Cortina (Ética de la razón cordial (Premio Internacional de Ensayo Jovellanos nº 32) (Spanish Edition))
El beso la deslumbró. Fue como llegar a casa, como nacer o encontrar de repente la mitad de si misma que creía perdida. Los labios de Chaol eran cálidos y suaves... aún indecisos. Al cabo de un momento, él se apartó lo justo para mirarla a los ojos. Celaena temblaba, ansiosa por acariciarle toda la piel al mismo timepo, deseosa de que él le palpara el cuerpo entero. Chaol iba a renunciar a todo por ella. Le rodeo el cuello con los brazoz y buscó su boca. El resto del mundo se esfumó cuando se besaron por segunda vez.
Sarah J. Maas (Crown of Midnight (Throne of Glass, #2))
Todavía me sorprende lo poco que sabíamos en realidad. Teníamos cohetes, satélites y nanotecnología. Teníamos brazos y manos robotizadas, robots para recorrer la superficie de Marte. Nuestros aviones no tripulados, dirigidos por control remoto, podían oír voces a cinco kilómetros de distancia. Podíamos fabricar piel artificial, clonar ovejas. Podíamos hacer que el corazón de un muerto bombeara sangre en el cuerpo de un desconocido. Estábamos dando grandes pasos en el dominio del amor y la tristeza: teníamos medicinas para despertar el deseo y para acallar el dolor. Llevábamos a cabo toda suerte de milagros: podíamos hacer que los ciegos vieran y que los sordos oyesen, y los médicos lograban extraer a diario a bebés del útero de mujeres infértiles. En la época de la ralentización, los investigadores de células madre estaban a punto de curar la parálisis: sin duda los inválidos habrían vuelto a andar. Y sin embargo lo desconocido todavía sobrepasaba a lo conocido. Nunca llegamos a determinar las causas de la ralentización. El motivo de nuestro sufrimiento continuó siendo un misterio.
Karen Thompson Walker (The Age of Miracles)
Cerró los ojos emocionada, anhelando su íntimo secreto, y al cabo de dos segundos los abrió y su aliento barrió la estela de luz adueñándose de la pasión de aquel momento indescriptible. Esa noche la pasamos hablando y riendo como nunca antes habíamos hecho. No siento timimidez alguna de afirmar que fue maravilloso.
Sergi Llauger (Diario de un Zombi (Saga Línea Z #1))
El otoño es mi estación favorita del año —dijo él al cabo de un rato—. No es que yo esté tonteando o algo así… pero me gustan las hojas cuando se tornan rojas y anaranjadas. Son hermosas a la luz de la luna, pero más concretamente, se trata de una transformación imposible. El verde de la primavera y el verano son sólo una sombra de la identidad auténtica de los árboles, y todo ese color cuando las noches se vuelven frías es un milagro cada vez que pasa. Es como si compensaran la pérdida del calor con todo su fuego. Me gusta el Otoño… —(...)—. Tú eres así. Eres hermosa y ardes llena de colorido, y ya es hora de que salgas a la luz. Así que digo… Autumn.
J.R. Ward (Lover Reborn (Black Dagger Brotherhood, #10))
-Imagínese lo que es un hombre de su edad arriesgando la poca vida que le queda por algo tan absurdo como una patria. -Nately volvió a alzarse en son de guerra. -¡No tiene nada de absurdo arriesgar la vida por la patria!- declaró. -¿Ah, no? -preguntó el viejo-. ¿Qué es un país, al fin y al cabo? Un trozo de tierra rodeado por todas partes de fronteras, por lo general antinaturales. Los ingleses mueren por Inglaterra, los americanos por América, los alemanes por Alemania, los rusos por Rusia. Hay unos cincuenta o sesenta países luchando en esta guerra. No es posible que merezca la pena morir por todos ellos. -Cualquier cosa por la que valga la pena vivir también vale la pena morir por ella -dijo Nately. -Y cualquier cosa por la que valga la pena morir -replicó el viejo blasfemo- vale la pena vivir por ella. Es usted tan puro y tan inocente que casi me da lástima. ¿Cuántos años tiene? ¿Veinticinco? ¿Veintiséis? -Diecinueve -respondió Nately-. Cumpliré veinte en enero. -Si sigue usted vivo.
Joseph Heller (Catch-22)
La verdad sagrada es la única que se puede perder. Guía atrevés de laberintos y catástrofes, incluso puede convertirlos en una fiesta, Optimismo al fin y al cabo. De lo contrario, amenaza el retroceso al estadio de larva, a un mundo de momias y de cadáveres vivientes. Pero el micrópilo permanece intacto. Eso lo saben los redentores.
Ernst Jünger (Pasados los setentas II - Diarios (1971-1980))
Este señor se compone sólo de letras. De muchísimas letras, se entiende, de un número astronómico de letras, pero al fin y al cabo sólo de letras. Aquí está su amiga. Es, como se ve, de carne y hueso. ¡Y de qué carne! Da gusto verla, ¡y no digamos tocarla! Los dos van ahora juntos a la feria. En la góndola y la noria todo va bien todavía. Pero luego llegan a una caseta de tiro al blanco; un tiro al blanco un poco extraño, esa es la verdad. ¡Pruébate a ti mismo!, puede leerse en grandes letras en la parte de arriba. Y más abajo figuran las reglas. Sólo son tres: 1. Cada tiro es un blanco garantizado. 2. Por cada blanco, un tiro gratis. 3. El primer tiro es gratuito. El señor que rodea con el brazo la cintura de su amiga estudia atentamente el letrero. Quiere seguir su camino rápidamente, pero ella insiste en que haga uso de la ventajosa oferta. Quiere ver de lo que es capaz. Pero el señor no quiere. -¿Pero por qué no, cariño? ¿Qué tiene de malo? Tiene de malo que hay que disparar sobre un blanco bastante insólito, sobre uno mismo, es decir, sobre la propia imagen reflejada en un espejo de metal. Y el señor de letras no se siente en absoluto lo bastante real para distinguir de una manera tan arriesgada entre sí y su imagen reflejada. -¡O disparas -dice la amiga, por fin, furiosa-, o te dejo! El sacude la cabeza. Entonces ella se va con otro, un carnicero que entiende de carnes y huesos. El señor se queda solo y la sigue con la mirada. Cuando desaparece de su vista en el gentío, él se deshace lentamente en un pequeño montón de diminutas minúsculas y mayúsculas que la multitud pisotea al pasar. La verdad es que para eso podría hacer disparado, ¿verdad?
Michael Ende (El espejo en el espejo)
Un sistema de adoctrinamiento que funcione como es debido debe cumplir diversas tareas, algunas bastante delicadas. Uno de sus objetivos son las masas estúpidas e ignorantes. Deberán ser mantenidas en ese estado, distraídas con simplificaciones groseras y de gran fuerza emocional, marginadas y aisladas. En una situación ideal, cada persona debería hallarse sola frente a la pantalla de su televisor, viendo deportes, telenovelas o comedias, privada de estructuras organizativas que permitan a los individuos carentes de recursos descubrir cuáles son sus pensamientos y creencias en interacción con otras personas, formular sus propias preocupaciones y planes y actuar para hacerlos realidad. Llegada esa situación, se les puede permitir ratificar las decisiones tomadas por quienes son mejores que ellos en elecciones celebradas periódicamente, y hasta animarles a hacerlo. La "multitud canallesca" es el blanco apropiado de los medios de comunicación y de un sistema de educación pública encaminado a generar obediencia y formación en las destrezas requeridas, incluida la de repetir lemas patrióticos en ocasiones oportunas. El problema del adoctrinamiento es un tanto distinto para aquellos de quienes se espera que participen en la toma de decisiones serias y en el ejercicio del control: los gestores de las empresas, del Estado y de la cultura, y los sectores culturizados en general. Estas personas deben interiorizar los valores del sistema y compartir las ilusiones necesarias que permitan su funcionamiento en interés de quienes concentran en sus manos el poder y los privilegios. Pero también han de tener cierta comprensión de las realidades del mundo, pues de lo contrario no serán capaces de realizar sus tareas con eficacia. Los medios elitistas y los sitemas educativos deben encontrar la forma de resolver esos dilemas, lo cual constituye una labor nada fácil. Es interesante ver en detalle cómo se lleva a cabo dicha labor, pero se trata de algo que cae fuera de los límites de estas observaciones.
Noam Chomsky (Chomsky On Anarchism)
(las) personas son cada vez menos capaces de ejercer alguna influencia en un plano superior, a menos que se cuenten entre los así llamados "actores principales" de la economía y no, explícitamente, de la política. Las exigencias que se les plantean cambian constantemente y en general se amplían, mientras que se reduce el tiempo para llevarlas a cabo.
Meredith Haaf (Wir Alphamädchen: Warum Feminismus das Leben schöner macht)
Aquella sociedad potosina, enferma de ostentación y despilfarro, sólo dejó a Bolivia la vaga memoria de sus esplendores, las ruinas de sus iglesias y palacios, y ocho millones de cadáveres de indios. Cualquiera de los diamantes incrustados en el escudo de un caballero rico valía más, al fin y al cabo, que lo que un indio podía ganar en toda su vida de mitayo, pero el caballero se fugó con los diamantes. Bolivia, hoy uno de los países más pobres del mundo, podría jactarse -si ello no resultara patéticamente inútil- de haber nutrido la riqueza de los países más ricos. En nuestros días, Potosí es una pobre ciudad de la pobre Bolivia: "La ciudad que más ha dado al mundo y la que menos tiene", como me dijo una vieja señora potosina, evuelta en un kilométrico chal de lana de alpaca, cuando conversamos ante al patio andaluz de su casa de dos siglos. Esta ciudad condenada a la nostalgia, atormentada por la miseria y el frío, es todavía una herida abierta del sistema colonial en América: una acusación. El mundo tendría que empezar por pedirle disculpas.
Eduardo Galeano
En su cabeza de peces creían beneficiarse de una benevolencia especial del Creador, e incluso de un amor particular, lo que los llevó, al cabo del tiempo, a considerarse superiores a los otros peces, los que dejaban en las barcas, que muchas y graves faltas debían de haber cometido bajo las oscuras aguas para que Dios, así, sin piedad, los dejase morir.
José Saramago (El Evangelio Según Jesucristo)
Para entonces hasta yo estaba empezando a tener una ligera idea de qué se trataba. O sea, una lucha entre individuos. Y una lucha que el ganarla lo supone todo. El ser humano no obedece a nadie. Hasta los esclavos llevan a cabo entre ellos mismos sus venganzas mezquinas. Los seres humanos no pueden relacionarse más allá de la rivalidad entre ganar y perder. A pesar de que colocan a sus esfuerzos etiquetas con nombres grandilocuentes, al final su objetivo es exclusivamente individual y, una vez logrado, de nuevo sólo queda el individuo. La incomprensibilidad de la sociedad es la del individuo. Y el océano no es la sociedad sino los individuos que la forman. Y yo, que vivía atemorizado por el océano llamado «sociedad», logré liberarme de ese miedo.
Osamu Dazai
En esta escucha activa que llevo a cabo, en la que mantengo el contacto visual y asiento con la cabeza, hay una indulgencia, una superioridad, una especie de necesidad femenina de ayudar, y creo que hay que ponerle freno a esa necesidad, que las mujeres especialmente deberíamos frenar ese impulso constante de cuidar de los demás, que a veces no es bueno para ninguna de las partes.
Nina Lykke (Full spredning)
—Los antiguos maestros de esta ciencia —dijo— prometían cosas imposibles, y no llevaban nada a cabo. Los científicos modernos prometen muy poco; saben que los metales no se pueden transmutar, y que el elixir de la vida es una ilusión. Pero éstos filósofos, cuyas manos parecen hechas sólo para hurgar en la suciedad, y cuyos ojos parecen servir tan sólo para escrutar con el microscopio o el crisol, han conseguido milagros. Conocen hasta las más recónditas intimidades de la naturaleza y demuestran cómo funciona en sus escondrijos. Saben del firmamento, de cómo circula la sangre y de la naturaleza del aire que respiramos. Poseen nuevos y casi ilimitados poderes; pueden dominar el trueno, imitar terremotos, e incluso parodiar el mundo invisible con su propia sombra.
Mary Wollstonecraft Shelley (Frankenstein: Clásicos de la literatura)
Una vez que todas las personas habían entrado en la cámara de gas, las puertas se cerraban (eran herméticas) y se lanzaba, a través de las válvulas del techo, un compuesto químico en forma de polvo grueso, de color gris azulado, contenido en envases de hojalata; estos llevaban una etiqueta con la inscripción "Zyklon B - para la destrucción de todos los parásitos animales " y la marca de una fábrica de Hamburgo. Se trataba de un compuesto de cianuro, que se evapora a determinada temperatura. Al cabo de pocos minutos, todas las personas encerradas en la cámara de gas morían; a continuación, puertas y ventanas se abrían de par en par y los componentes del comando especial, equipados con máscaras, entraban en acción para transportar los cuerpos a los hornos crematorios.
Primo Levi (Assim Foi Auschwitz)
Ganar combatiendo o llevar a cabo un asedio victorioso sin recompensar a los que han hecho méritos trae mala fortuna y se hace merecedor de ser llamado avaro. Por eso se dice que un gobierno esclarecido lo tiene en cuenta y que un buen mando militar recompensa el mérito. No moviliza a sus tropas cuando no hay ventajas que obtener, ni actúa cuando no hay nada que ganar, ni lucha cuando no existe peligro.
Sun Tzu (The Art of War)
A partir del sábado, primero de abril, decía el diario, todos los negocios judíos serían boicoteados. Los oficiales de las SA montarían guardia en la puerta e impedirían la entrada a cualquier persona. Asimismo, todos los médicos y abogados judíos serían objeto del boicot. Las patrullas de las SA se encargarían de controlar los despachos y las consultas para comprobar que el boicot se estaba llevando a cabo.
Sebastian Haffner (Historia de un alemán (Áncora & Delfín) (Spanish Edition))
[...] Eso es muy corto, joven; yo os abono que podíais variar bastante el tono. Por ejemplo: Agresivo: «Si en mi cara tuviese tal nariz, me la amputara.» Amistoso: «¿Se baña en vuestro vaso al beber, o un embudo usáis al caso?» Descriptivo: «¿Es un cabo? ¿Una escollera? Mas ¿qué digo? ¡Si es una cordillera!» Curioso: «¿De qué os sirve ese accesorio? ¿De alacena, de caja o de escritorio?» Burlón: «¿Tanto a los pájaros amáis, que en el rostro una alcándara les dais?» Brutal: «¿Podéis fumar sin que el vecino —¡Fuego en la chimenea!— grite?» Fino: «Para colgar las capas y sombreros esa percha muy útil ha de seros.» Solícito: «Compradle una sombrilla: el sol ardiente su color mancilla.» Previsor: «Tal nariz es un exceso: buscad a la cabeza contrapeso.» Dramático: «Evitad riñas y enojos: si os llegara a sangrar, diera un Mar Rojo.» Enfático: «¡Oh nariz!… ¡Qué vendaval te podría resfriar? Sólo el mistral.» Pedantesco: «Aristófanes no cita más que a un ser sólo que con vos compita en ostentar nariz de tanto vuelo: El Hipocampelephantocamelo.» Respetuoso: «Señor, bésoos la mano: digna es vuestra nariz de un soberano.» Ingenuo: «¿De qué hazaña o qué portento en memoria, se alzó este monumento?» Lisonjero: «Nariz como la vuestra es para un perfumista linda muestra.» Lírico: «¿Es una concha? ¿Sois tritón?» Rústico: «¿Eso es nariz o es un melón?» Militar: «Si a un castillo se acomete, aprontad la nariz: ¡terrible ariete!» Práctico: «¿La ponéis en lotería? ¡El premio gordo esa nariz sería!» Y finalmente, a Píramo imitando: «¡Malhadada nariz, que, perturbando del rostro de tu dueño la armonía, te sonroja tu propia villanía!» Algo por el estilo me dijerais si más letras e ingenio vos tuvierais; mas veo que de ingenio, por la traza, tenéis el que tendrá una calabaza y ocho letras tan sólo, a lo que infiero: las que forman el nombre: Majadero. Sobre que, si a la faz de este concurso me hubieseis dirigido tal discurso e, ingenioso, estas flores dedicado, ni una tan sólo hubierais terminado, pues con más gracia yo me las repito y que otro me las diga no permito.
Edmond Rostand (Cyrano de Bergerac)
Una simple palabra, una mirada y me llevaba al cielo. Al fin y al cabo, ser así de feliz quizá no fuese tan difícil. Todo lo que debía hacer era buscar una fuente de felicidad en mí mismo y no esperar a que los demás me la proporcionasen la próxima vez. [...] Tú eres mi retorno al hogar. Cuando estoy contigo y estamos bien juntos no deseo nada más. Consigues que me guste quién soy y en lo que me convierto cuando estás conmigo.
André Aciman (Call Me By Your Name (Call Me By Your Name, #1))
Al cabo del tiempo, le resultaron tan insoportables los desolados intervalos del día, que empezó a procurarse drogas a fin de aumentar sus períodos de sueño. El hachís le ayudó enormemente, y en una ocasión le trasladó a una región del espacio donde no existen las formas, pero los gases incandescentes estudian los secretos de la existencia. Y un gas violeta le dijo que esta parte del espacio estaba al exterior de lo que él llamaba el infinito.
H.P. Lovecraft
Al fin y al cabo, no es cosa tan terrible empezar a ser completamente feliz a la edad de veintiséis y dieciocho años, respectivamente, y puesto que estoy convencida de que la tiranía del general, lejos de dañar aquella felicidad, la promovió, permitiendo que Henry y Catherine lograran un más perfecto conocimiento mutuo al mismo tiempo que un mayor desarrollo del afecto que los unía, dejo al criterio de quien por ello se interese decidir si la tendencia de esta obra es recomendar la tiranía paterna o recompensar la desobediencia filial. —FIN
Jane Austen (Northanger Abbey)
Mi sentido de la iniciativa, la cualidad que me había llevado a ser lo que era, estaba agonizando poco a poco. Las dosis mínimas de alcaloides me paralizaban la voluntad, pero peor aún era esa sensación de impotencia y desesperanza. Pensaba ya que así era el mundo, que nunca cambiaría, que al fin y al cabo esto no era tan terrible, que uno siempre podía entrar en trance ante una hermosa pantalla o emborracharse con Gaseosa, o probar una de esas cápsulas verdes que pasaban de mano en mano con diversas consignas. Los muchachos esperarían con agrado el día de cobro.
Frederik Pohl (The Space Merchants (The Space Merchants, #1))
Yo soy vasco. [...] Allá en Guipúzcoa, mi tierra, hay buenos prados, hermosas montañas verdes y jugosas manzanas. Hay agua fresca y abundante, pero todo es una bella trampa. Allí se nace y se muere y siempre se irá uno de esta vida con el desconsuelo de algo. Quizá sea el desconsuelo del tiempo. Por eso mi tierra da buenos marinos. Los vascos se echan al mar porque necesitan palpar el tiempo y el tiempo se palpa en el mar o... aquí, en estos horizontes siempre abiertos y vacíos, en estas llanuras muertas y presentes cada mañana. Un mar, al fin y al cabo, un mar de lavas y arenas.
Rafael Arozarena (Mararía)
Donde el sentimiento del patriotismo ha sido destruido, sólo se puede llevar a cabo esa defensa presentando un determinado conflicto internacional bajo la perspectiva ética. Si las personas no quieren derramar ni sudor ni sangre «por su país», hay que hacerles comprender que los derramarán por la justicia, o por la civilización o por la humanidad. Eso es un paso atrás, no hacia adelante. El sentimiento patriótico no necesita, ciertamente, prescindir de la ética; los hombres honrados han de convencerse de que la causa de su país es justa; pero sigue siendo la causa de su país, no la causa de la justicia en cuanto tal.
C.S. Lewis (Los Cuatro Amores (Spanish Edition))
Ícaro ¿Será, entonces, que pertenezco a los cielos? ¿Por qué, si no, persistirían los cielos en clavar en mí su azul mirada, instándome, y a mi mente, a subir cada vez más, a penetrar en la bóveda celeste, tirando de mí sin cesar hacia unas alturas muy por encima de los humanos? ¿Por qué, cuando se ha estudiado a fondo el equilibrio y se ha calculado el vuelo hasta sus últimos detalles de manera a eliminar todo elemento aberrante: por qué, con todo, este afán de remontarse ha de parecer, en sí mismo, tan próximo a la locura? Nada hay que pueda satisfacerme; toda novedad terrena pierde en seguida su encanto; me siento atraído hacia arriba sin cesar, más inestable, cada vez más cerca de la refulgencia del sol. ¿Por qué me abrasan, estos rayos de razón, por qué me destruyen estos rayos? Pueblos y sinuosos ríos allá abajo me parecen tolerables a medida que aumenta la distancia. ¿Por qué suplican, consienten, me tientan con la promesa de que puedo amar lo humanoviéndolo únicamente, así, a lo lejos, aunque la meta nunca pudo ser el amor, ni, de haberlo sido, podría yo haber pertenecido jamás a los cielos? No he envidiado al ave su libertad, ni anhelado nunca la comodidad de la naturaleza, impulsado no por otra cosa que por el extraño anhelo de subir y subir, más cerca cada vez, para zambullirme en el profundo azul del cielo, tan opuesto a toda alegría de los órganos, tan alejado de los placeres de la superioridad, pero siempre hacia arriba, aturdido, tal vez, por la vertiginosa incandescencia de unas alas de cera. ¿O es que yo, al fin y al cabo, pertenezco a la tierra? ¿Por qué, si no, habría de darse la tierra tanta prisa en abarcar mi caída? Sin conceder espacio para pensar o sentir, ¿por qué la blanda, indolente tierra me saludaba con una sacudida de chapa de acero? La tierra blanda ¿se habrá vuelto de acero sólo para hacerme ver mi propia blandura?, ¿para que la naturaleza pueda hacerme comprender que caer —no volar— está en el orden de las cosas, algo mucho más natural que esa pasión imponderable? El azul del cielo ¿será un sueño y nada más? ¿Era un invento de la tierra a que yo pertenecía, por causa de la provisoria, candente embriaguez alcanzada brevemente por unas alas de cera? ¿Instigaron los cielos ese plan de castigarme por no creer en mí mismo o por creer demasiado; ansioso de saber a quién debía yo lealtad o suponiendo, vanidosamente, que ya lo sabía todo; por querer volar hacia lo desconocido o lo conocido; ambos una misma mota, azul, de idea?
Yukio Mishima (El sol y el acero (El libro de bolsillo - Bibliotecas de autor - Biblioteca Mishima nº 1))
La sociedad. Para entonces hasta yo estaba empezando a tener una ligera idea de qué se trataba. O sea, una lucha entre individuos. Y una lucha que el ganarla lo supone todo. El ser humano no obedece a nadie. Hasta los esclavos llevan a cabo entre ellos mismos sus venganzas mezquinas. Los seres humanos no pueden relacionarse más allá de la rivalidad entre ganar y perder. A pesar de que colocan a sus esfuerzos etiquetas con nombres grandilocuentes, al final su objetivo es exclusivamente individual y, una vez logrado, de nuevo sólo queda el individuo. La incomprensibilidad de la sociedad es la del individuo. Y el océano no es la sociedad sino los individuos que la forman.
Osamu Dazai
La traición fue total, generalizada y sin excepciones, desde la izquierda hasta la derecha. Ya he contado cómo los comunistas, ocultos tras la ostentosa fachada de su «disposición a intervenir» y de la preparación de una guerra civil, lo único que hicieron en realidad fue preparar la huida a tiempo de sus más altos funcionarios en dirección al extranjero. En lo que respecta a los líderes socialdemócratas, su traición a millones de pequeños ciudadanos decentes, partidarios fieles y ciegamente leales, ya había comenzado el 20 de julio de 1932, cuando Severing y Grzesinski «cedieron a la violencia». Asimismo, los socialdemócratas llevaron a cabo la campaña electoral de 1933 de una forma en extremo humillante, dejándose arrastrar por los eslóganes nazis y subrayando su condición de «también-nosotros-somos-nacionalistas». El 4 de marzo, un día antes de las elecciones, Otto Braun, presidente de Prusia y «hombre fuerte» de los socialdemócratas, cruzó la frontera suiza; había tomado la precaución de adquirir una casita en Tessin. En mayo, un mes antes de su disolución, los socialdemócratas llegaron al punto de prestar un apoyo unánime al gobierno de Hitler y de entonar el himno de Horst Wessel en el Reichstag (en el informe parlamentario figura la siguiente observación: «Ovaciones interminables y aplausos en la cámara y en las tribunas. El canciller del Reich también aplaude vuelto hacia los socialdemócratas»).
Sebastian Haffner (Historia de un alemán (Áncora & Delfín) (Spanish Edition))
A partir de un determinado momento, advirtió Paul vagamente, la tecnología había pasado a señalarle únicamente el carácter ineludible y próximo de la nada. En vez de liberar nanobots en el torrente sanguíneo para reparar las cosas más rápidamente de lo que se deterioraban, implantar pequeños computadores en el cerebro de la gente o aplicar otros métodos que Paul había descubierto en la Wikipedia con intención de aplazar la muerte hasta convertirla en ese ente lejano y menguante y casi inexistente que entonces era la vida- y para que la vida, para los humanos inmortales, se convirtiera en la diversión preponderante que entonces era la muerte-, la tecnología parecía abocada a eliminar la vida para siempre cumpliendo incontroladamente su única función: convertir la materia, animada o inanimada, en materia computerizada con el único objeto, al parecer, de aumentar su funcionamiento hasta que el universo fuera un único ordenador. La tecnología, una abstracción indetectable en la realidad concreta, estaba llevando a cabo su tarea concreta, intuyó Paul débilmente mientras le acariciaba el pelo a Erin, gracias a una mano de obra humana, creciente y cada vez más entregada que, en el transcurso de cientos de generaciones, iba recibiendo lo que parecían anticipos (desde los pies a los coches pasando por las bicicletas, desde la cara a Internet hasta los tablones de anuncios) a cambio de convertir una cantidad suficiente de materia en materia computerizada para que los ordenadores pudieran ir construyéndose a sí mismos.
Tao Lin (Taipei)
¿De veras ha pasado tanto tiempo? Aun cuando sé que sí, sólo de pensarlo me asombro. A fin de cuentas, algunas cosas no han cambiado. Por la mañana, por ejemplo, mis primeros pensamientos nada más despertar siguen siendo y siempre han sido para ti. A menudo, me quedo tumbado de lado y te miro; veo tu cabello extendido sobre la almohada, te veo con un brazo por encima de la cabeza, veo el suave subir y bajar de tu pecho al respirar. A veces, cuando sueñas, me arrimo más a ti con la esperanza de que, de algún modo, tal vez pueda entrar en tus sueños. Al fin y al cabo, eso es lo que siempre he sentido por ti. A lo largo de los años que ha durado nuestro matrimonio tú has sido mi sueño, y jamás olvidaré lo afortunado que me he sentido desde aquel día en que caminamos juntos bajo la lluvia.
Nicholas Sparks (The Wedding (The Notebook, #2))
«La idea de ser creador, de engendrar, de dar forma y vida» nada es sin su amplia, perpetua confirmación y realización en el universo. Nada sin el ascenso que, de mil modos repetido, emana de los animales y de las cosas. Y si su disfrute resulta indeciblemente bello y rico, es sólo porque está pleno de recuerdos heredados de los engendramientos y partos de millones de seres que nos precedieron… En un pensamiento creador reviven miles y miles de noches de amor olvidadas, que lo llenan de nobleza y celsitud. Y los que en las noches se juntan, entrelazados y voluptuosamente mecidos en su amor, llevan a cabo una empresa muy seria, y atesoran dulzuras, hondura y fuerza para el himno de algún poeta venidero, que un día se alzará para cantar inefables delicias. Así llaman al porvenir. Y aun cuando yerren, aun cuando sean ciegos sus abrazos, el porvenir llega.
Rainer Maria Rilke
La cultura lleva a cabo síntesis deseables en el terreno artístico, donde préstamos, plagios y combinaciones forman la sustancia misma de la fecundidad creadora, pero que son imposibles en la existencia cotidiana. No puede uno beneficiarse del estilo de vida de otra civilización sin renunciar poco o mucho a la suya propia. A menos que llamemos cosmopolitismo al hecho de comer cuscús, tacos mexicanos, arroz cantonés, de llevar kimonos, escuchar música oriental o teñirse el pelo con henna. Pero sobre todo ningún libro, cuadro o pieza musical son en sí mismos portadores de un determinado precepto moral. Creer, por ejemplo, que 'el espíritu de la novela', es decir, 'la subversión lúdica de los dogmas y de las ortodoxias', podría actuar como conciencia crítica, erradicar nuestras pulsiones identitarias, pone de manifiesto un punto de vista muy generoso pero inverificable.
Pascal Bruckner (Le Vertige de Babel)
que no conmovieran, especialmente entre las enviadas a casa de los padres. En esta carta se decía poco de las molestias sufridas, de los peligros afrontados o de la nostalgia a la cual había que sobreponerse; era una carta alegre, llena de descripciones de la vida del soldado, de las marchas y de noticias militares; y sólo hacia el final el autor de la carta dejó brotar el amor paternal de su corazón y su deseo de ver a las niñas que había dejado en casa. "Mi cariño y un beso a cada una. Diles que pienso en ellas durante el día, y por la noche oro por ellas, y siempre encuentro en su cariño el mejor consuelo. Un año de espera para verlas parece interminable, pero recuérdales que, mientras esperamos, podemos todos trabajar, de manera que estos días tan duros no se desperdicien. Sé que ellas recordarán todo lo que les dije, que serán niñas cariñosas para ti, que cuando vuelva podré enorgullecerme de mis mujercitas más que nunca.” Todas se conmovían algo al llegar a esta parte, Jo no se avergonzó de la gruesa lágrima que caía sobre el papel blanco, y Amy no se preocupó de que iba a desarreglar sus bucles al esconder la cara en el seno de su madre y dijo sollozando: -¡Soy egoísta! Pero trataré de ser mejor para que no se lleve un chasco conmigo. - ¡Trataremos todas! -exclamó Meg -. Pienso demasiado en mi apariencia y detesto trabajar, pero no lo haré más si puedo remediarlo. -Trataré de ser lo que le gusta a él llamarme "una mujercita", y no ser brusca y atolondrada; cumpliré aquí con mi deber en vez de desear estar en otra parte -dijo Jo, pensando que dominarse a sí misma era obra más difícil que hacer frente a unos rebeldes. Beth no dijo nada, pero secó sus lágrimas con el calcetín del ejército y se puso a trabajar con todas sus fuerzas, no perdiendo tiempo en hacer lo que tenía más cerca de ella, mientras decidía en su corazón ser como su padre lo deseaba cuando al cabo de un
Louisa May Alcott (Mujercitas / Buenas esposas / Hombrecitos / Los muchachos de Joe)
Dale a la gente concursos que puedan ganar recordando la letra de las canciones más populares, o los nombres de las capitales de estado o cuánto maíz produjo Iowa el año pasado. Atibórralo de datos no combustibles, lánzales encima tantos “hechos” que se sientan abrumados, pero totalmente al día en cuanto a información. Entonces, tendrán la sensación de que piensan, tendrán la impresión de que se mueven sin moverse. Y serán felices, porque los hechos de esta naturaleza no cambian. No les des ninguna materia delicada como filosofía o la sociología para que empiecen a atar cabos. Por ese camino, se encuentra la melancolía. Cualquier hombre que pueda desmontar un mural de televisión y volver a armarlo luego, y, en la actualidad, la mayoría de los hombres pueden hacerlo, es más feliz que cualquier otro que trate de medir, calibrar y sopesar el universo, que no puede ser medido ni sopesado sin que un hombre se sienta bestial y solitario. Lo sé, lo he intentado.
Ray Bradbury (Fahrenheit 451)
En algún tomo de las Cartas Edificantes y Curiosas que aparecieron en París durante la primera mitad del siglo XVIII, el P. Zallinger, de la Compañía de Jesús, proyectó un examen de las ilusiones y errores del vulgo de Cantón; en un censo preliminar anotó que el pez era un ser fugitivo y resplandeciente que nadie había tocado, pero que muchos pretendían haber visto en el fondo de los espejos. El P. Zallinger murió en 1736 y el trabajo iniciado por su pluma quedó inconcluso; ciento cincuenta años después, Herbert Allen Giles tomó la tarea interrumpida. Según Giles, la creencia del pez es parte de un mito más amplio, que se refiere a la época legendaria del Emperador Amarillo. En aquel tiempo, el mundo de los espejos y el mundo de los hombres no estaban, como ahora, incomunicados. Eran, además, muy diversos; no coincidían ni los seres ni los colores ni las formas. Ambos reinos, el especular y el humano, vivían en paz; se entraba y se salía por los espejos. Una noche, la gente del espejo invadió la Tierra. Su fuerza era grande, pero al cabo de sangrientas batallas las artes mágicas del Emperador Amarillo prevalecieron. Éste rechazó a los invasores, los encarceló en los espejos y les impuso la tarea de repetir, como en una especie de sueño, todos los actos de los hombres. Los privó de su fuerza y de su figura y los redujo a simples reflejos serviles. Un día, sin embargo, sacudirán ese letargo mágico. El primero que despertará será el pez. En el fondo del espejo percibiremos una línea muy tenue y el color de esa línea será un color no parecido a ningún otro. Después, irán despertando las otras formas. Gradualmente diferirán de nosotros, gradualmente no nos imitarán. Romperán las barreras de vidrio o de metal y esta vez no serán vencidas. Junto a las criaturas de los espejos combatirán las criaturas del agua. En el Yunnan no se habla del pez sino del tigre del espejo. Otros entienden que antes de la invasión oiremos desde el fondo de los espejos el rumor de las armas.
Jorge Luis Borges (The Book of Imaginary Beings)
¿Qué me motivaba? Creo que la mayoría de las personas creativas quieren expresar su agradecimiento por ser capaces de aprovechar el trabajo que otros han llevado a cabo antes que ellos. Yo no inventé el lenguaje ni las matemáticas que utilizo. Produzco solo una pequeña parte de mis alimentos, y ninguna de mis prendas de ropa está hecha por mí. Todo lo que hago depende de otros miembros de nuestra especie y de los hombros a los que nos subimos. Y muchos de nosotros queremos contribuir con algo para devolverle el favor a nuestra especie y para añadir algo nuevo al flujo de la humanidad. Es algo que tiene que ver con el intento de expresar una idea de la única forma en que muchos sabemos, porque no podemos escribir canciones como Bob Dylan u obras como Tom Stoppard. Tratamos de utilizar el talento que sí tenemos para expresar nuestros sentimientos más profundos, para mostrar nuestro aprecio por todas las aportaciones que vinieron antes que nosotros y para añadir algo a toda esa corriente. Eso es lo que me ha motivado. C
Walter Isaacson (Steve Jobs La biografía)
CAPITULO UNO: —¡No llores! La mano abierta voló hasta chocar contra la mejilla de la pequeña Rura, que cayó al suelo de rodillas y se mordió los labios con fuerza para acallar los sollozos que hasta aquel momento salían desgarradores por su boca. El pequeño cuerpecito tembló cuando vio que su padre volvía a moverse con la mano levantada, yendo hacia ella. Al final el príncipe Nikui se detuvo muy cerca, pero no volvió a pegarla. Se quedó allí mirándola, resollando enfurecido, hasta que habló. —Nunca debiste haber nacido. No sirves para nada. Salió de allí, dejando a la pequeña Rura, de seis años, temblando en el suelo de su habitación. Rura sabía que su padre tenía razón. Estaba maldita. Su nacimiento fue un error, y con su llegada causó la muerte de su madre Surebu, la concubina favorita del príncipe heredero. Nunca permitían que lo olvidase. Ninguno de ellos. Se levantó y arrastró sus pequeños piececitos hasta el camastro que le hacía de cama. Su habitación era diminuta, comparada con las de sus hermanas. Claro que ella era una bastarda e hija de una esclava, y sus hermanas, princesas imperiales. Rura no tenía muy claro qué significaba ser una bastarda, pero sabía que era algo malo porque cuando la llamaban así, lo hacían en un tono de desprecio que la hacía temblar y le provocaba ganas de llorar. Pero una princesa no debía llorar, se lo había oído decir a su padre muchas veces. Nadie la llamaba así, princesa, excepto ella misma. Al fin y al cabo era hija de un príncipe, ¿no? así que por fuerza tenía que ser una princesa. Se metió dentro del camastro y se acurrucó, tapada con la manta. ¿Por qué su padre no la quería? Lo había visto con sus hermanas, y con ellas era hasta cariñoso. Las hacía reír y las acariciaba. Pero nunca a Rura. Su pequeña cabecita dio vueltas y más vueltas. Había muchas cosas que no comprendía aún, pero se haría mayor y las entendería. Estaba tan segura de eso como de que cada día salía el sol, y que en invierno, nevaba. Encontraría la manera de que su padre la amase, se dijo cerrando los ojitos.
Alaine Scott (La princesa sometida (Cuentos eróticos de Kargul #3))
La historia ha contemplado el auge y caída de muchas religiones, imperios y culturas. Tales trastornos no son necesariamente malos. El humanismo ha dominado el mundo durante trescientos años, que no es un período muy extenso. Los faraones gobernaron Egipto durante tres mil años y los papas han dominado Europa durante un milenio. Si le hubiéramos dicho a un egipcio de la época de Ramsés II que un día los faraones desaparecerían, probablemente se habría quedado de piedra. «¿Cómo vamos a vivir sin un faraón? ¿Quién garantizará el orden, la paz y la justicia?» Si hubiéramos dicho a personas de la Edad Media que al cabo de unos pocos siglos Dios estaría muerto, se habrían horrorizado. «¿Cómo vamos a vivir sin Dios? ¿Quién dará sentido a la vida y nos protegerá del caos?» En retrospectiva, muchos creen que la caída de los faraones y la muerte de Dios fueron acontecimientos positivos. Quizá el hundimiento del humanismo también sea beneficioso. Por lo general, la gente teme el cambio porque teme lo desconocido. Pero la única y mayor constante de la historia es que todo cambia.
Yuval Noah Harari (Homo Deus: Breve historia del mañana)
Observe," said the Director triumphantly, "observe." Books and loud noises, fiowers and electric shocks-already in the infant mind these couples were compromisingly linked; and after two hundred repetitions of the same or a similar lesson would be wedded indissolubly. What man has joined, nature is powerless to put asunder. "They'll grow up with what the psychologists used to call an 'instinctive' hatred of books and flowers. Reflexes unalterably conditioned. They'll be safe from books and botany all their lives." The Director turned to his nurses. "Take them away again." / —Observen —dijo el director, en tono triunfal—. Observen. Los libros y ruidos fuertes, flores y descargas eléctricas; en la mente de aquellos niños ambas cosas se hallaban ya fuertemente relacionadas entre sí; y al cabo de doscientas repeticiones de la misma o parecida lección formarían ya una unión indisoluble. Lo que el hombre ha unido, la Naturaleza no puede separarlo. —Crecerán con lo que los psicólogos solían llamar un odio instintivo hacia los libros y las flores. Reflejos condicionados definitivamente. Estarán a salvo de los libros y de la botánica para toda su vida. —El director se volvió hacia las enfermeras—. Llévenselos.
Aldous Huxley (Brave New World)
Ícaro ¿Será, entonces, que pertenezco a los cielos? ¿Por qué, si no, persistirían los cielos en clavar en mí su azul mirada, instándome, y a mi mente, a subir cada vez más, a penetrar en la bóveda celeste, tirando de mí sin cesar hacia unas alturas muy por encima de los humanos? ¿Por qué, cuando se ha estudiado a fondo el equilibrio y se ha calculado el vuelo hasta sus últimos detalles de manera a eliminar todo elemento aberrante: por qué, con todo, este afán de remontarse ha de parecer, en sí mismo, tan próximo a la locura? Nada hay que pueda satisfacerme; toda novedad terrena pierde en seguida su encanto; me siento atraído hacia arriba sin cesar, más inestable, cada vez más cerca de la refulgencia del sol. ¿Por qué me abrasan, estos rayos de razón, por qué me destruyen estos rayos? Pueblos y sinuosos ríos allá abajo me parecen tolerables a medida que aumenta la distancia. ¿Por qué suplican, consienten, me tientan con la promesa de que puedo amar lo humanoviéndolo únicamente, así, a lo lejos, aunque la meta nunca pudo ser el amor, ni, de haberlo sido, podría yo haber pertenecido jamás a los cielos? No he envidiado al ave su libertad, ni anhelado nunca la comodidad de la naturaleza, impulsado no por otra cosa que por el extraño anhelo de subir y subir, más cerca cada vez, para zambullirme en el profundo azul del cielo, tan opuesto a toda alegría de los órganos, tan alejado de los placeres de la superioridad, pero siempre hacia arriba, aturdido, tal vez, por la vertiginosa incandescencia de unas alas de cera. ¿O es que yo, al fin y al cabo, pertenezco a la tierra? ¿Por qué, si no, habría de darse la tierra tanta prisa en abarcar mi caída? Sin conceder espacio para pensar o sentir, ¿por qué la blanda, indolente tierra me saludaba con una sacudida de chapa de acero? La tierra blanda ¿se habrá vuelto de acero sólo para hacerme ver mi propia blandura?, ¿para que la naturaleza pueda hacerme comprender que caer —no volar— está en el orden de las cosas, algo mucho más natural que esa pasión imponderable? El azul del cielo ¿será un sueño y nada más? ¿Era un invento de la tierra a que yo pertenecía, por causa de la provisoria, candente embriaguez alcanzada brevemente por unas alas de cera? ¿Instigaron los cielos ese plan de castigarme por no creer en mí mismo o por creer demasiado; ansioso de saber a quién debía yo lealtad o suponiendo, vanidosamente, que ya lo sabía todo; por querer volar hacia lo desconocido o lo conocido; ambos una misma mota, azul, de idea?
Yukio Mishima (El sol y el acero (El libro de bolsillo - Bibliotecas de autor - Biblioteca Mishima nº 1))
No lo olvides. A la gente, de hecho, le gusta la falta de libertad. -¿A ti también? -Sí. A mí también. Hasta cierto punto, claro -dice Oshima-. Jean-Jacques Rousseau afirmaba que la civilización nació cuando la especie humana empezó a levantar barreras. Es una observación muy perspicaz. En efecto. Todas las civilizaciones son producto de la falta de libertad en parcelas. Sólo hay una excepción: los aborígenes australianos. Ellos preservaron hasta el siglo XVII una civilización sin barreras. Eran libres hasta la raíz. Podían ir a donde les apeteciera, cuando les apeteciera, hacer lo que les apeteciera. Su vida era, literalmente, un constante ir de aquí para allá. Y andar de un lado para otro era, para ellos, una profunda metáfora de la vida. Cuando llegaron los ingleses y construyeron cercas para encerrar a los animales domésticos, ellos no podían entender de ninguna manera qué significaba aquello. Y, como eran incapaces de comprender aquel principio, los tacharon de seres peligrosos, antisociales, los expulsaron al desierto. Así que también te recomiendo a ti, Kafka Tamura, que tengas cuidado. Al fin y al cabo, los que mejor sobreviven en este mundo son los que levantan barreras altas y fuertes. Y si te opones a ellos, te expulsarán al desierto.
Haruki Murakami (Kafka on the Shore)
el 16 de junio de 1712; volvía justamente de un gran baile en Arlington House; el alba estaba en el cielo y Orlando se estaba sacando las medias. «Ojalá no vuelva a encontrar un ser humano en toda mi vida», gritó, rompiendo en llanto. Tenía amantes de sobra; pero la vida, que al fin y al cabo no carece de toda importancia, se le escapaba. «¿Y es esto», preguntó –pero no había quien le contestara–, «es esto», prosiguió sin embargo, «lo que llama vida la gente?». El faldero le tendió la patita, para indicar su simpatía. El faldero la lamió con la lengua. Orlando acarició al faldero con la mano. Orlando besó al faldero con los labios. En una palabra, había entre los dos la simpatía más sincera que puede haber entre un perro y su ama, pero es indiscutible que la mudez de las bestias es un estorbo para los refinamientos del diálogo. Mueven la cola; inclinan la parte delantera del cuerpo y elevan la trasera; ruedan, brincan, rascan, gimen, ladran, babean, inventan toda clase de ceremonias y de artificios, pero todo es inútil, porque lo que es hablar, no pueden. Acostando al perro en el suelo, Orlando meditó que ése era precisamente el defecto del gran mundo en Arlington House. Ellos también mueven la cola, saludan, ruedan, babean y rascan, pero lo que es hablar no pueden: «Todos estos meses que he andado en sociedad», dijo Orlando, tirando una media por el suelo, «no he escuchado una sola cosa que Pippin no hubiera podido decir. Tengo frío. Tengo hambre. Me siento feliz. He cazado una laucha. He enterrado un hueso. Dame un beso en el hocico». Y eso no bastaba.
Virginia Woolf (Orlando)
Luego se preguntó: Si era el único que no había tenido razón en aquella fatídica historia. Si no era, para empezar, un hecho grave que a él, un obrero, le hubiera faltado trabajo; si a él, que era trabajador, le hubiera faltado el pan. Si, a continuación, ya cometida y confesada la culpa, no había sido el castigo feroz y desmedido. Si no había por parte de la ley abuso mayor en la pena que el abuso del culpable al cometer la culpa. Si no pesaba de más uno de los platillos de la balanza, ese en que está la expiación. Si la demasía en la culpa no borraba el delito y no desembocaba en el resultado de darle la vuelta a la situación, de sustituir la culpa del delincuente por la culpa de la represión, de convertir al culpable en víctima y al deudor en acreedor, de colocar definitivamente el derecho de parte de ese mismo que lo había violado. Si esa pena, que complicaron ampliaciones sucesivas debidas a los intentos de evasión, no se convertía a la postre en algo así como un atentado del más fuerte sobre el más débil, un crimen de la sociedad contra el individuo, un crimen que volvía a empezar a diario, un crimen que llevaba durando diecinueve años. Se preguntó si la sociedad humana podía tener derecho a imponer a sus miembros, de idéntica forma, en un caso su imprevisión irrazonable y en otro su previsión despiadada y a atrapar para siempre a un pobre hombre entre una carencia y un exceso, carencia de trabajo y exceso de castigo. Si no era desorbitado que la sociedad diera precisamente ese trato a sus miembros peor provistos en ese reparto de los bienes que lleva a cabo el azar y, por consiguiente, a los más dignos de miramientos. Tras hacerse esas preguntas y contestarlas, juzgó a la sociedad y la condenó. La condenó a su odio.
Victor Hugo (Les Misérables)
Luego se preguntó: Si era el único que no había tenido razón en aquella fatídica historia. Si no era, para empezar, un hecho grave que a él, un obrero, le hubiera faltado trabajo; si a él, que era trabajador, le hubiera faltado el pan. Si, a continuación, ya cometida y confesada la culpa, no había sido el castigo feroz y desmedido. Si no había por parte de la ley abuso mayor en la pena que el abuso del culpable al cometer la culpa. Si no pesaba de más uno de los platillos de la balanza, ese en que está la expiación. Si la demasía en la culpa no borraba el delito y no desembocaba en el resultado de darle la vuelta a la situación, de sustituir la culpa del delincuente por la culpa de la represión, de convertir al culpable en víctima y al deudor en acreedor, de colocar definitivamente el derecho de parte de ese mismo que lo había violado. Si esa pena, que complicaron ampliaciones sucesivas debidas a los intentos de evasión, no se convertía a la postre en algo así como un atentado del más fuerte sobre el más débil, un crimen de la sociedad contra el individuo, un crimen que volvía a empezar a diario, un crimen que llevaba durando diecinueve años. Se preguntó si la sociedad humana podía tener derecho a imponer a sus miembros, de idéntica forma, en un caso su imprevisión irrazonable y en otro su previsión despiadada y a atrapar para siempre a un pobre hombre entre una carencia y un exceso, carencia de trabajo y exceso de castigo. Si no era desorbitado que la sociedad diera precisamente ese trato a sus miembros peor provistos en ese reparto de los bienes que lleva a cabo el azar y, por consiguiente, a los más dignos de miramientos. Tras hacerse esas preguntas y contestarlas, juzgó a la sociedad y la condenó. La condenó a su odio.
Victor Hugo (Los Miserables)
No sé por qué llevo a cabo este ritual, qué busco en la mirada de un observador externo, de un puto americanista. Pero entonces llego sin mucho entusiasmo a un pasaje muy bien contado que me engancha. De camino a Puno, y al pasar por una finca llamada Tintamarca, el propietario le sugiere a Charles llevarse un indio para dar a los estudiosos europeos una idea de esta raza. Wiener le contesta que conseguir un indio, más aún si es un niño, es una empresa muy difícil, que ha estado intentando hace días que algunos de ellos lo sigan pero es imposible. El otro hombre le aconseja entonces que lo compre: «Dé usted unas piastras a una pobre chola que se muere de sed y que hace morir de hambre a su retoño; se trata de una india horriblemente alcohólica. A cambio le regalará a usted a su pequeño. Hará usted, además, una buena acción». Wiener va en busca de la mujer y su hijo, le pregunta al niño cómo se llama y esta le contesta que Juan, le pregunta si tiene padre y le contesta en quechua que no. «Muy pocas “veces he visto un espectáculo más repugnante —escribe Wiener—. Esta madre, joven aún, roída por todos los vicios, y el pequeño ser que no tenía otra ropa que un poncho que apenas si le llegaba a la cintura. Tomé una decisión.» Despertó a la madre, que se había quedado dormida, y «efectuamos el intercambio de “regalos” proyectado. Exhorté al niño a despedirse de su madre; parecía no entender qué le solicitaba; pero la madre comprendió muy bien, y, con su mano temblorosa por el alcohol, hizo la señal de la cruz en su hijo. Tuve un estremecimiento de disgusto al ver tal bendición del vicio; puse al pequeño sobre una mula. (…) Y henos en marcha. El pequeño Juan comprendió entonces y se creyó obligado a lanzar algunos alaridos. Le pregunté qué quería. ¿Piensan ustedes que pidió regresar al lado de su madre y no dejar su tierra y seguir salvaje como era? Nada de eso: ¡me pidió aguardiente!».
Gabriela Wiener (Huaco retrato)
«Un gran escritor no es más que un escritor. La diferencia es de matiz, no de raíz. Todos los saltadores de altura saltan, digamos, dos metros. Si uno salta dos metros y cinco centímetros, ya es un gran deportista. No, no merece la pena fatigarse siquiera con la idea de llegar a ser un pobre gran escritor, un desdichado escritor genial. Coge los mejores libros escritos jamás. Apenas son algo mejores que los libros mediocres. Todos son fundamentalmente libros nada más. Te proporcionarán, cuando los leas, un placer estético algo más intenso. Como un café un poco más dulce. Los soltarás al cabo de treinta páginas para prepararte un bocadillo o para ir al baño. Los leerás a la vez que quién sabe qué novela policiaca. Dentro de unos miles de años también ellos serán tierra y polvo. En estas condiciones, que tú, un ser al que se le ha concedido la oportunidad disparatada de existir y de reflexionar sobre el mundo, te propongas llegar a ser tan solo un genio es humillante, es ínfimo. Es como si abandonaras todo y te internaras de nuevo en el bosque. En cada individuo hay posibilidades ante las cuales la ambición de ser el escritor más importante de todos los tiempos es simplemente denigrante por su simplicidad. Porque ¿qué milagro es importante comparado con el de existir y de saber que existes? De aquí hasta ser el hombre más rico, el más poderoso, el más ingenioso del mundo es como pasar de un billón a un billón uno, incluso menos. No, no quiero llegar a ser un gran escritor, quiero llegar a ser Todo. Sueño sin cesar con un creador que, a través de su arte, llegue a influir de verdad en la vida de las personas, de todas las personas, y después en la vida de las personas, de todas la personas, y después en la vida del universo, hasta las estrellas más lejanas, hasta el final del espacio y del tiempo. Y que a continuación sustituya al universo, que se convierta él mismo en el Mundo. Sólo así creo que podría un hombre, un artista, cumplir su misión. El resto es literatura, una colección de trucos mejor o peor dominados, trozos de papel emborronados con brea por los que nadie da un real, por muy geniales que sean esas líneas de signos que, dentro de poco ni siquiera serán comprendidas».
Mircea Cărtărescu (Nostalgia)